organíza: redRoja. www . redroja . net Mena “Instruyámonos, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Movilicémonos, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organicémonos, porque necesitaremos toda nuestra fuerza”. A. Gramsci. redRoja. www . redroja . net Ediciones La Vietnamita Ink ® Contacto RR Madrid: [email protected] De la muerte y de la vida: Stalingrado N o vamos a pedir perdón. Somos conscientes de que el monstruoso mecanismo mediático del capitalismo nos ha venido ganando la batalla por la conciencia de las masas desde hace mucho tiempo. Este conjunto de aparatos, que siguen los dictados capitalistas y son ejercidos desde el entramado de los Estados opresores, lleva décadas imponiendo sobre la gente la ideología dominante: la que hace apoyar al opresor y rechazar al oprimido. Aunque los casos más recientes de esa maquinaria de aplanar conciencias lo podemos encontrar en la propaganda tóxica vertida sobre los casos de Libia y Siria con el objetivo de justificar directa o indirectamente una invasión de la OTAN, la manipulación de la propaganda imperialista puede rastrearse atrás en el tiempo, hasta las agresiones contra Iraq y Yugoslavia, y más atrás. Aunque la lista de objetivos de la manipulación mediática es larga, hay uno que sobresale por encima de otros: el movimiento comunista. Los movimientos de izquierda revolucionaria son, y han sido siempre, el objetivo predilecto de los ataques ideológicos del poder establecido. Todos y todas aquellas que nos consideramos comunistas hemos sentido cómo se nos ha proyectado una sombra que nos cubre y nos ensombrece: la represión, Stalin, los gulags, los muertos... Comunistas de todas partes, en especial del “mundo occidental”, se sienten agobiados por esa larga sombra, tanto que casi parece obligado que, antes de decir cualquier cosa, tengamos que aclarar que no apoyamos las acciones del gobierno de Iósif Stalin o incluso que “pidamos perdón” por ellas, si no queremos que nuestra opinión sea rechazada de inmediato. Desde Red Roja no vamos a pedir perdón. Consideramos que ninguna figura está exenta de críticas, y que la posición coherente de toda organización o persona que se considere comunista, o simplemente revolucionaria, debe ser aceptar lo positivo y realizar una crítica a lo negativo. Pero en ningún caso se debe criticar a ninguna figura o momento histórico desde la derecha, ni utilizando argumentos que contribuyan a la telaraña de la propaganda imperialista. La URSS durante la época de Stalin, al igual que cualquier otro elemento de nuestra historia, tiene victorias y derrotas, aciertos y errores. Del mismo modo que utilizamos el análisis y la crítica para aprender de lo que consideramos errores, debemos poner todo nuestro empeño a la hora de denunciar la manipulación (en muchos casos grotesca) puesta al servicio de la ideología dominante. Lo que los medios de desinformación han tratado .../ 3 ../ de meter a martillazos en las cabezas de la gente es que la Unión Soviética, especialmente durante la época de Stalin, fue un gigantesco y sombrío gulag que chorreaba sangre por los cuatro costados. Cifras monstruosamente infladas se suceden unas a otras, todas difundidas por la caverna mediática capitalista. Conquest, historiador británico, habla de 12 millones de personas ejecutadas entre 1930 y 1952, 30 millones de prisioneros en campos de trabajo en 1950, y la siniestra cifra de 26 millones de personas en la “cuenta roja” de los bolcheviques. Según Aleksandr Solzhenitsyn, 110 millones de personas perecieron a manos de los comunistas soviéticos, 66 millones durante la época de Stalin. No pretendemos en ningún momento negar que existiese represión, cosa que sería algo ridícula. Sin embargo, somos partidarios de otro tipo de estudios, más serios y sensatos, y menos difundidos por los medios de desinformación. Estos estudios, que se basan entre otras cosas en los archivos de la KGB, hablan de 2 millones de presos de todo tipo en 1939 (de los cuales aproximadamente 500.000 serían contrarrevolucionarios); el porcentaje « no sólo conviene 4 denunciar y combatir la manipulación, sino que también tenemos el deber de señalar la victorias de la URSS como primer Estado socialista » de presos nunca pasó del 2,4% de la población. Sería conveniente señalar que en la URSS (que nace de una guerra mundial, pasa por una guerra civil, invasiones de ejércitos extranjeros, sabotajes continuos y otra guerra mundial que dejó decenas de millones de muertos), incluso en la época de Stalin, había menos personas encarceladas que en EEUU en la actualidad. El porcentaje muertes en los campos de trabajo era 5,4% en 1939, y de 0,3% en 1950; nos gustaría recalcar que no hablamos de ejecuciones, sino del conjunto de todos los fallecimientos, que descendieron enormemente al extenderse la utilización de antibióticos. Hay datos aún más relevantes: la pena máxima en 1937 era de 10 años, y se calcula que más del 80% de los condenados cumplió menos de 5 años. Tras el aumento de la pena máxima, sólo el 1% de los contrarrevolucionarios condenados cumplieron más de diez años. Para despejar suspicacias, diremos que quienes apoyan estos datos están bastante libres de la “sospecha” de ser militantes comunistas, como por ejemplo Nicolas Werth del CNRS francés o Arch Getty de la Universidad de River Side en California. Pero no sólo conviene denunciar y combatir la manipulación, sino que también tenemos el deber de señalar la victorias de la URSS como primer Estado socialista. Obra de la Unión Soviética son el primer sistema educativo público y gratuito (que alcanzó las mayores tasas de alfabetización de la historia en las quince repúblicas soviéticas), y el primer sistema sanitario público y gratuito (que elevó la esperanza de vida en cuarenta años). En 1936 se estableció el primer sistema de seguridad social del mundo que garantizaba, entre otras cosas: el 100% del sueldo en baja por enfermedad, máximo 7 horas de jornada laboral, un sistema de pensiones y la jubilación a los 60 años (como máximo), baja por maternidad desde el comienzo del embarazo y hasta un año después del parto... Esta clase de derechos no sólo no están garantizados para quienes vivimos en las “democracias” capitalistas, sino que no hacen más que retroceder y empeorar. Al igual que somos conscientes de que el socialismo no trae consigo de forma automática la desaparición del patriarcado o las contradicciones de género, también nos gustaría señalar que en la URSS se dieron pasos gigantescos hacia la liberación de la mujer: el ejemplo de Maria Raskova nos muestra cómo una mujer en la Unión Soviética de los años treinta podía divorciarse y pasar de ser delineante a militar de alta graduación, y a principios de los años cuarenta se comienzan a formar regimientos de combatientes compuestos exclusivamente por mujeres. Y, sin olvidar, que fue el primer Estado en la historia de la humanidad en acabar con el hambre gracias a la colectivización de la tierra. No somos partidarios de una alabanza acrítica a nada ni a nadie, pero sí que podemos afirmar que la Unión Soviética fue, y es, ejemplo. No sólo para los comunistas, sino también para todos y todas aquellas que luchan por la liberación de la humanidad: la izquierda revolucionaria. Aquí nos centramos en especial en la importancia capital para todo el movimiento antifascista del esfuerzo bélico soviético. Sufriendo la pérdida de más de veinte millones de caídos, y siendo responsables de la derrota de aproximadamente el 70% de las fuerzas nazis, la URSS es protagonista indiscutible de la victoria contra el fascismo en la II Guerra Mundial. Este año se cumplen 70 años de lo que sería el punto de inflexión del monstruoso conflicto: la Batalla de Stalingrado. Antecedentes Alemania invade la Unión Soviética en junio de 1941 (únicamente 20 años después de la última invasión imperialista), sin declaración de guerra previa, y rompiendo el acuerdo de no-agresión conocido como Pacto de Molotov-Ribbentrop. La existencia de este Pacto es uno de los argumentos empleados a la hora de forjar el concepto engañoso de “totalitarismo”, que lleva a decir que la URSS y la Alemania nazi eran “más o menos lo mismo”, que “los extremos de tocan”, etc. Merece la pena aclarar que fue la política de “apaciguamiento” de Francia y Gran Bretaña, que se centraba en dejar las 5 manos libres al fascismo, permitiendo la anexión de los Sudetes o el apoyo descarado de Alemania al bando sublevado en la Guerra Civil Española (pese a los acuerdos internacionales en contra), lo que llevó al fracaso del proyecto soviético de “seguridad colectiva” de los países amenazados por Berlín. Una de las razones fundamentales de esta política de “dejar hacer” por parte de Francia y Gran Bretaña era claramente el miedo de los poderosos a perder sus privilegios ante el empuje de la izquierda revolucionaria, que es lo que siempre ha sido el abono para todos los movimientos extrema derecha (los ejemplos más claros son l a creación de los p r o t o fascistas Freikorps con el objetivo de ahogar en sangre la Revolución Espartaquista de 1919, o la traición franquista tras el triunfo del Frente Popular en el Estado español de 1936). Aunque en un primer momento la URSS pareció incapaz de parar la invasión, y gran parte de la aviación soviética había sido destruida, dejando a los aviones nazis dominando los cielos, pronto se vio que la victoria de Alemania estaba lejos de ser completa en el Frente Oriental. Aproximadamente seis meses después 6 del comienzo de la que entonces era la mayor operación militar de la historia, la invasión de la URSS llegó a un punto muerto. Leningrado y Sebastopol continuaban resistiendo el asedio nazi contra todo pronóstico, y la ofensiva hacia Moscú no parecía capaz de avanzar de forma definitiva sobre la capital soviética. Entonces, el Ejército R o j o realizó u n a contraofensiva que obligó a los mandos de la Wehrmacht a cancelar sus planes de tomar Moscú y optar por controlar los recursos petrolíferos soviéticos del Cáucaso, avanzando y tomando puntos fuertes a lo largo del Volga. Stalingrado era una ciudad fuertemente industrializada, y suponía la conexión entre la capital, el Mar Negro, y el Cáucaso, poseyendo asimismo un puerto en el Volga. La batalla por el control de esta ciudad está considerada como el conflicto más sangriento de toda la historia. Durante siete meses la ciudad resistió la ocupación de la Wehrmacht y las fuerzas fascistas aliadas con Alemania. Las bajas alemanas superaron los 700.000 muertos, y cayeron más de 500.000 de entre los y las combatientes del Ejército Rojo. Además, alrededor de un millón de civiles de la ciudad perdieron la vida. Ciudad de acero “(...)Promulgan una ideología directamente opuesta a la del nazismo. Por eso tendremos que aniquilarlos. Los soldados alemanes culpables de violar el derecho internacional... serán perdonados” - A. HITLER Aunque la retirada inicial de las fuerzas soviéticas por el Don al principio de la guerra podía hacer parecer que la URSS estaba al borde de la derrota, lo cierto es que permitió que el Ejército Rojo movilizase sus divisiones hacia el sur, ya habiendo aprendido tácticas militares más flexibles que les permitieron contrarrestar el blitzkrieg. Resuelta a enfrentar la ofensiva nazi en Stalingrado, la Unión Soviética no sólo empleó criterios militares tradicionales, sino también criterios políticos: miles de cuadros revolucionarios fueron enviados a la ciudad con el objetivo de convertir la ciudad en una fortaleza política y militar. Tras la consolidación del frente delante de Járkov, recién tomada por los nazis, y el fracaso de la contraofensiva del mariscal soviético Timoshenko en Mayo, el 6º Ejército alemán se encontraba en condiciones de marchar hacia Stalingrado. El mando de estas fuerzas de General Von Paulus Mariscal Zhúkov invasión era indiscutiblemente alemán (el general Paulus), pero entre sus filas había cientos de miles de soldados aportados por otros Estados aliados de la Alemania Nazi: italianos, rumanos, húngaros y croatas. El avance nazi fue brutal, ya que las fuerzas fascistas utilizaban civiles como escudos humanos y para recuperar los cuerpos de sus caídos del campo de batalla. Decenas de miles de civiles fueron enviados a Alemania para ser mano de obra esclava, mientras que otros miles, principalmente judíos, fueron ejecutados. Timoshenko fue relevado de su cargo a principios de agosto, y el Consejo de Defensa Soviético nombró a Andrei Yemerenko comandante del Frente de Stalingrado. Ya a mediados de Agosto Stalingrado sufrió su primer bombardeo, en el que la fuerza aérea nazi pudo descargar mil toneladas de bombas perdiendo una cantidad mínima de aviones. Cabe destacar que el general de la Luftwaffe responsable 7 de estos bombardeos había sido también comandante de la Legión Cóndor durante la destrucción de Gernika en la Guerra Civil Española. Zhukov, recientemente nombrado Comandante en Jefe Asistente, fue enviado a la ciudad. Para ese momento las fuerzas nazis, que doblaban en número a los defensores de la ciudad, la cercaban por completo. y comenzaron un avance que parecía imparable. En la ciudad, los encarnizados debates políticos y los preparativos a marchas forzadas tenían una sola máxima: No entreguéis Stalingrado. Miles de voluntarios y voluntarias de diversa procedencia (oficinistas, personal de acerías, barqueros) se unieron a las milicias obreras que tendrían un papel crucial en la resistencia, tanto luchando codo a codo El plan soviético, que los combatientes en Stalingrado ignoraban por cuestiones de seguridad, era concentrar efectivos soviéticos al norte y al sur de la ciudad para que el Ejército Rojo pudiese finalmente envolver y aplastar al 6º Ejército de la Wehrmacht. Para que esto fuese posible, la ciudad debía convertirse en una enorme barricada que pudiese contener al ejército nazi hasta el momento de la ofensiva soviética. Si la ciudad era tomada, la URSS quedaba privada de su principal vía fluvial y de una importante cantidad de sus reservas de petróleo. Stalingrado no podía caer. Las fuerzas nazis llegaron a las afueras de Stalingrado el primero de Septiembre, con los soldados como con labores de apoyo. Las central eléctrica, así como las fábricas Octubre Rojo y Barricada, fueron reconvertidas en centros militares. El 12 de Septiembre, el comandante a cargo de la defensa de la ciudad, Lopatin, fue destituido al no ser capaz de contener el avance de la Wehrmacht. Fue sustituido por el general Vassili Chuikov, un militar que tenía reputación de ser “inflexible”, que se mostró resuelto a defender la ciudad o morir en el intento. Reforzó las defensas antiaéreas de la ciudad (muchos de los cañones estaban manejados por mujeres), dio prioridad en la fortificación a aquellos lugares donde 8 el enemigo pudiese ser contenido con más efectividad, y fomentó el despliegue de unidades de francotiradores que, con el lema “un hombre, una bala” hostigaran a las fuerzas fascistas y buscaran cobrar objetivos de alto nivel. El 14 de Septiembre comenzó el primer intento de conquistar la ciudad, en el que los nazis pretendían atravesar la ciudad y tomar la orilla oriental del Volga, a través de la cual llegaban suministros y refuerzos para los resistentes. Los miliares nazis, que estaban convencidos de que con esa única ofensiva conseguirían dominar el combate por el control de la ciudad, pronto vieron que estaban equivocados. La Wehrmacht consiguió llegar hasta la plaza central de la ciudad, pero las terribles luchas en las calles a las que los soldados alemanes no estaban acostumbrados, la acción de los Katiushas, y de los francotiradores, consiguieron frenar el avance alemán. «Miles de voluntarios y voluntarias de diversa procedencia (oficinistas, personal de acerías, barqueros) se unieron a las milicias obreras que tendrían un papel crucial en la resistencia» Durante esta primera batalla, los soviéticos habían conseguido de la noche a la mañana cavar una red de fortificaciones interconectadas y detener al que hasta entonces era el ejército más efectivo del mundo, que además los doblaba en número. Incluso, los defensores iniciaron un breve contraataque, en el cual sus escasos tanques salieron directamente de las fábricas, recién ensamblados y sin pintar siquiera. Durante este combate lucharon encarnizadamente la 13º División de Fusileros de la Guardia, comandada por Rodimtsev, que ya había combatido en nuestra propia guerra contra el fascismo en la Batalla de Guadalajara. Bajo el mando de Rodimtsev también había luchado el joven Rubén Ruiz Ibárruri, hijo de la Pasionaria, que cayó frenando el avance alemán en la estación de ferrocarril de Kolutban. Pese a los enormes sacrificios del pueblo soviético, los alemanes consiguieron avanzar a lo largo de varias ofensivas y dominar la ciudad casi en su totalidad. Pero aunque nueve décimas partes de la ciudad estuviesen bajo la garra nazi, jamás lograron conquistar los muelles del Volga. A pesar de que las barcazas aportaban suministros y refuerzos desde el otro lado del río, eran continuamente acosadas y mucha veces hundidas por la aviación nazi. Las bajas de los defensores llegaban en esos primeros días de contienda a los 6.000 muertos, casi el doble que las bajas nazis. Y a pesar de este panorama desolador, el Ejército Rojo, y el pueblo que lo sostenía, continuaron resistiendo. 9 La tumba del nazismo “Daba miedo, hasta tal punto que es difícil contarlo. Era tan duro que maldecíamos a todo el mundo: al mando y a nosotros mismos. Llorábamos todo el tiempo. Recuerdo a un jefe de una compañía de tanques herido. Cuando lo saqué del tanque estuve mucho tiempo arrastrándolo, sola, mientras gritaba. No sé de dónde pude sacar tantas fuerzas como para arrastrarlo. En general, todo el mundo blasfemaba y lloraba, y yo tenía que tranquilizarlos a todos. Pero en el corazón del pueblo nació una fiera unidad y resolución: Stalingrado sería la tumba del nazismo.” - MARIA KOVAL, combatiente condecorada con la medalla al mérito militar. La escasez de municiones y armamento era tal, que Chuikov decidió aplicar la terrible práctica del “uno por uno”: los soldados que desembarcaban eran enviados por parejas, uno con fusil y el otro preparado para tomar el arma cuando el primero cayese muerto. Además, las tácticas empleadas negaban a los nazis la posibilidad de luchar a su manera. Las fuerzas soviéticas se acercaban tanto a los alemanes que evitaban que la Luftwaffe les bombardeara sin arriesgarse a dañar también a sus propias tropas, reduciendo al máximo la tierra de nadie, poniendo constantemente a prueba la moral de los soldados invasores. La estrategia general de defensa estaba plagada de pequeñas ofensivas, tácticas de guerra urbana donde la superioridad numérica alemana perdía parte de su efectividad. Los tanques que viajaban por rutas predecibles eran emboscados por pequeñas unidades del Ejército Rojo o las milicias, que se acercaban a los tanques tanto que casi les pasaban por encima antes de atacarlos a muy corta distancia. Estos pequeños equipos de resistencia, llamados grupos de tormenta, avanzaban a rastras entre los escombros y los cráteres de lo que antes era su ciudad, esperando el momento oportuno antes de atacar con rapidez y contundencia a los nazis, en muchas 10 ocasiones cuerpo a cuerpo, obligándoles a luchar casa por casa, pasillo por pasillo, haciendo que cada paso que diesen en Stalingrado lo pagasen con sangre. En palabras de un oficial alemán: “ Hemos peleado 15 días para conquistar una sola casa, con morteros, granadas, ametralladoras y bayonetas. El tercer día había 54 cadáveres alemanes en los sótanos, los rellanos y las escaleras. El frente es un corredor entre las habitaciones quemadas; es el techo entre dos pisos. Los refuerzos llegan de las casas vecinas por medio de chimeneas y escaleras de incendios. Hay un sinfín de peleas del mediodía al anochecer. De un piso al otro, con la cara cubierta de sudor, nos atacamos el uno al otro con granadas en medio de las explosiones, las nubes de polvo y el humo... Pregúntenle a cualquier soldado qué quiere decir luchar cuerpo a cuerpo en una batalla así”. Esta forma de combatir, que rompía la moral de los soldados nazis, exigía un nivel muy elevado de convicción y conciencia. Los edificios en puntos estratégicos de la ciudad se convertían en fortalezas, haciendo las veces de “rompeolas” que dividían a los soldados nazis, y desde los cuales el ejército soviético y las milicias podían disparar en todas direcciones. Se guarecían especialmente en edificios que los nazis habían quemado con anterioridad, para que no pudiesen hacerlo de nuevo. Aunque los mandos nazis sabían que las bajas soviéticas eran más del doble que las alemanas, el número de alemanes que caía en los combates callejeros se comenzó a disparar, y la moral de las fuerzas invasoras a resentirse. Contraofensiva: principio del fin. Debido a la acción de la enorme red comunista de espías conocida como La Orquesta Roja, el Alto Mando soviético tomó conciencia de la debilidad de los flancos del 6º Ejército, compuestos principalmente por reclutas rumanos sin experiencia. Para principios de noviembre el Ejército Rojo había conseguido concentrar doscientas divisiones formando un cepo que caería sobre las fuerzas nazis y pondría fin a la terrible disputa por el control de Stalingrado. El peso del ataque se concentró en el sector rumano, que fue bombardeado y después arrollado por oleadas de infantería y tanques T-34 hasta que los soldados invasores se dieron a la fuga. Los intentos alemanes por contener la ofensiva soviética desembocaron en un fracaso que dejó al general Paulus y su 6º Ejército encerrado dentro de Stalingrado con alrededor de la mitad de sus efectivos iniciales. Ante esta situación y prácticamente la imposibilidad de que la Luftwaffe lanzara suministros al ejército alemán (pese a que Hermann Göring le prometió personalmente a Hitler que así sería), Adolf Hitler nombró a Paulus Mariscal de Campo con un sólo propósito: ningún Mariscal alemán se había rendido jamás, y se esperaba que Paulus se negase a pasar a la Historia como el primero. La ciudad se convirtió en un “caldero” (Der Kessel) para los alemanes, que sufrían un asedio constante mientras aquellas personas resistentes continuaban hostigándolos sin piedad desde las calles de la ciudad. Los nazis que se pudrían en la ciudad sintieron un leve rayo de esperanza cuando las fuerzas de Erich von Manstein fueron movilizadas en la Operación Tormenta de Invierno para que rescatasen al maltrecho 6º Ejército. Sin embargo, cuando estaban tan sólo a 50 kilómetros de Stalingrado, fueron detenidos por el Segundo Ejército de la Guardia, y aniquilados. Para el 8 de Enero, el Ejército Rojo había tomado todos los aeródromos que servían de conexión entre el Kessel de Stalingrado y el mundo exterior. Paulus se rindió finalmente, y 2 de Febrero entregaron las armas los últimos soldados nazis que combatían en las ruinas de la Fábrica Octubre Rojo. La mayoría de los soldados capturados fueron puestos a trabajar en la reconstrucción de la ciudad o bien enviados a Siberia. Los mercenarios rusos y ucranianos, que habían traicionado al socialismo para unirse a la causa nazi, fueron ejecutados. Tras la derrota de los cinco ejércitos que componían las fuerzas nazis (dos italianos, uno rumano, y dos alemanes), la cúpula militar alemana perdió la esperanza de salir victoriosa frente a la Unión Soviética. La URSS pudo restaurar las comunicaciones a lo largo del Volga, y la victoria en Stalingrado supuso un punto de inflexión para la moral del pueblo soviético, de igual modo que supuso un golpe terrible para los ejércitos fascistas. Después de Stalingrado, las dudas comenzaron a surgir en el seno del propio Tercer Reich, que ya no veía a sus fuerzas como invencibles, y la economía alemana entró en crisis. A partir de ese momento, los ejércitos nazis comenzaron a retroceder, y la contraofensiva soviética no cesó hasta que el propio Zhukov obtuvo la rendición alemana en Berlín. 11 Una lección para el futuro “¿De qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada sobre el capitalismo que lo origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica. Estar contra el fascismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo.” -BERTOLT BRECHT La lucha de clases es el motor de la Historia. Todos los avances conquistados por la clase trabajadora, ahora en retroceso, se han ganado al calor de las luchas. Los derechos del pueblo trabajador, aunque sean tan tibios como los que disfrutamos en el Estado español, no han sido pedidos ni regalados, sino arrancados de las manos de los poderosos. Lo que la burguesía pierde, la clase obrera lo gana. Eso es dialéctica. Las pocas migajas que las clases dominantes nos han permitido tener, que ellas llaman “Estado del Bienestar”, no eran ningún regalo de buena voluntad, sino que tenían fundamentalmente tres razones. La primera de ellas era la amenaza de l o s países socialistas, que al garantizar un nivel de derechos sociales y calidad de vida que parecen casi utópicos vistos desde el Estado español del 2013, imponían a los países capitalistas la necesidad de garantizar un cierto nivel de bienestar para que sus trabajadores se mantuviesen dóciles, sin pensar en alternativas al sistema que los explotaba. El segundo 12 motivo es que, al tener la clase dominante garantizados sus beneficios, podían permitirse un cierto gasto en el pueblo dándole derechos sociales. El tercero es que el “bienestar” del pueblo de los países del centro del sistema económico es el resultado del incremento de la explotación y del saqueo de los países periféricos. Hoy, esos dos motivos han desaparecido. La crisis estructural del capitalismo que sufrimos, como toda crisis de tales proporciones, también afecta a los poderosos. Ante el peligro para sus beneficios que supone esa situación, la burguesía tiene la necesidad de “soltar lastre”. Y, como todas las personas de clase trabajadora podemos afirmar, lo que hacen es librarse de ese gasto inútil (para ellos) que suponen todos los derechos conquistados por las luchas del pasado. Ahí esta el concepto principal: el sistema funciona. Funciona perfectamente, beneficiando a quienes está diseñado para beneficiar: las clases dominantes, propietarias de los grandes medios de producción. Y todo lo que se interponga en el camino de ese beneficio será aplastado. El fascismo no es obra de maníacos borrachos de ilusiones de poder, ni un “accidente histórico”. El fascismo, en sus diversas formas, es un perro guardián, alimentado y entrenado por las clases dominantes para impedir, por cualquier medio, que la clase trabajadora tome lo que es suyo y cambie el orden social. Por eso la victoria en Stalingrado es una lección no sólo para del pasado, también para el futuro. El fascismo no es sólo una esvástica pintada en un muro. El fascismo es un Jefe de Estado heredero de un dictador asesino. Es la demagogia que habla sobre la corrupción de todo tipo de política. Y, sobretodo, el fascismo es la Ley de Partidos y todas aquellas personas encarceladas por ejercer su derecho a la rebelión. El sistema capitalista, y el Estado mediante el cual éste nos oprime, puede tolerar perfectamente las propuesta de reforma, porque fácilmente puede atrapar esos proyectos y corromperlos. Pero hay algo que jamás podrá tolerar, porque es algo opuesto a su misma existencia: la convicción de que es necesaria una revolución social. Las clases dominantes, en especial en una situación de relativa descomposición del sistema como la que vivimos ahora, invertirán en su propia supervivencia. Y su apuesta en periodos de descomposición y crisis es, y ha sido históricamente, el fascismo. El fascismo no es un fenómeno del pasado, sino un peligro muy presente, que hace cada vez más necesaria la construcción del Poder Popular. La lección definitiva que los regala Stalingrado es que las clases dominantes son capaces de cualquier cosa para sobrevivir, que harían cualquier cosa para mantenerse en su trono. Es una parte natural de esa relación dialéctica, porque nosotros queremos vencer. Vencer a toda costa. 13 Nuevo Canto de amor a Stalingrado Yo escribí sobre el tiempo y sobre el agua, describí el luto y su metal morado, yo escribí sobre el cielo y la manzana, ahora escribo sobre Stalingrado. Ya la novia guardó con su pañuelo el rayo de mi amor enamorado, ahora mi corazón está en el suelo, en el humo y la luz de Stalingrado. Yo toqué con mis manos la camisa del crepúsculo azul y derrotado: ahora toco el alba de la vida naciendo con el sol de Stalingrado. Yo sé que el viejo joven transitorio de pluma, como un cisne encuadernado, descuaderna su dolor notorio por mi grito de amor a Stalingrado. Yo pongo el alma mía donde quiero. Y no me nutro de papel cansado adobado de tinta y de tintero. 14 Nací para cantar a Stalingrado. Mi voz estuvo con tus grandes muertos, contra tus propios muros machacados, mi voz sonó como campana y viento mirándote morir, Stalingrado. Ahora americanos combatientes blancos y oscuros como los granados, matan en el desierto a la serpiente. Ya no estás sola, Stalingrado. Francia vuelve a las viejas barricadas con pabellón de furia enarbolado sobre las lágrimas recién secadas. Ya no estás sola, Stalingrado. Y los grandes leones de Inglaterra volando sobre el mar huracanado clavan las garras en la parda tierra. Ya no estás sola, Stalingrado. Hoy bajo tus montañas de escarmiento no sólo están los tuyos enterrados: temblando está la carne de los muertos que tocaron tu frente, Stalingrado. Tu acero azul de orgullo construido, tu pelo de planetas coronados, tu baluarte de panes divididos, tu frontera sombría, Stalingrado. Tu Patria de martillos y laureles, la sangre sobre tu esplendor nevado, la mirada de Stalin a la nieve tejida con tu sangre, Stalingrado. Las condecoraciones que tus muertos han puesto sobre el pecho traspasado de la tierra, y el estremecimiento de la muerte y la vida, Stalingrado. La sal profunda que de nuevo traes, al corazón del hombre acongojado con la rama de rojos capitanes salidos de tu sangre, Stalingrado. La esperanza que rompe en los jardines como la flor del árbol esperado, la página grabada en los fusiles, las letras de la luz, Stalingrado. La torre que concibes en la altura, los altares de piedra ensangrentados, los defensores de tu edad madura, los hijos de tu piel, Stalingrado. Las águilas ardientes de tus piedras, los metales por tu alma amamantados, los adioses de lágrimas inmensas y las olas de amor, Stalingrado. Los huesos de asesinos malheridos, los invasores de párpados cerrados, y los conquistadores fugitivos detrás de tu centella, Stalingrado. Los que humillaron la curva de Arco y las aguas del Sena han taladrado con el consentimiento del esclavo, se detuvieron en Stalingrado. Los que Praga la Bella sobre lágrimas, sobre lo enmudecido y traicionado, pasaron pisoteando sus heridas, murieron en Stalingrado. Los que en la gruta griega han escupido, la estalactita de cristal truncado y su clásico azul enrarecido, ahora dónde están, Stalingrado? Los que España quemaron y rompieron dejando el corazón encadenado de esa madre de encinos y guerreros, se pudren a tus pies, Stalingrado. Los que en Holanda, tulipanes y agua salpicaron de lodo ensangrentado y esparcieron el látigo y la espada, ahora duermen en Stalingrado. Los que en la noche blanca de Noruega con un aullido de chacal soltado quemaron esa helada primavera, enmudecieron en Stalingrado. Honor a ti por lo que el aire trae, lo que se ha de cantar y lo cantado, honor para tus madres y tus hijos y tus nietos, Stalingrado. Honor al combatiente de la bruma, honor al Comisario y al soldado, honor al cielo detrás de tu luna, honor al sol de Stalingrado. Guárdame un trozo de violenta espuma, guárdame un rifle, guárdame un arado, y que lo pongan en mi sepultura con una espiga roja de tu estado, para que sepan, si hay alguna duda, que he muerto amándote y que me has amado, y si no he combatido en tu cintura, dejo en tu honor esta granada oscura, este canto de amor a Stalingrado. PABLO NERUDA 15