La casulla a San Ildefonso, Patrón de Toledo

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La casulla a San Ildefonso, Patrón de Toledo
Belleza del patrimonio cristiano / Leyendas y tradiciones
Por: Juan Luis Alonso Oliva | Fuente: www.leyendasdetoledo.com
La imposición de la casulla a San Ildefonso en Toledo, hace de esta tradición toledana una de las más veneradas en nuestra ciudad,
siendo representada en numerosas obras de arte y siendo celebrado como Patrón de Toledo el 23 de enero.
Ildefonso de Toledo (Toledo, 607 - 667, hijo de padres Visigodos y sobrino de San Eugenio III) fue obispo de Toledo del año 657 al 667.
Estudió en Sevilla, bajo la tutela de San Isidoro, y entró a la vida monástica en la orden de San Benito, huyendo de sus padres, nobles
que se oponían a su vida sacerdotal. Posteriormente sería elegido abad de Agalia, en el río Tajo, cerca de Toledo.
En el 657 fue elegido arzobispo de esa ciudad. Unificó la liturgia en España y escribió numerosas obras de carácter litúrgico y
dogmático, particularmente sobre la Virgen María.
La Leyenda
Una noche de diciembre, se dirigía junto con unos clérigos a la Iglesia mayor de Toledo, situada en el lugar que hoy ocupa la Catedral.
Al acceder a la oscura nave, tras abrir el pesado portón, descubrieron que una intensa luz emanaba del altar, sobre la silla del Obispo.
En este momento, todos sus acompañantes huyeron despavoridos, al observar que la luz brillaba y se movía con gran intensidad.
Ildefonso, no sintiendo miedo, se aproximó al altar y pudo observar que la luz provenía de la Virgen María, acompañada de un nutrido
grupo de ángeles que entonaban cantos celestiales.
La Virgen hizo una señal a Ildefonso para que se aproximara y éste, arrodillado ante tal presencia, escuchó que le decía:
“Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería.”
Y tras haber pronunciado estas palabras, fue la misma Virgen quien impuso la casulla sobre Ildefonso, dándole instrucciones de utilizar
esta prenda sólo en las festividades dedicadas a Ella.
En la Catedral de Toledo, aún se puede observar, protegida por una recia reja, la piedra en la que la Virgen puso sus pies cuando se
apareció a San Ildefonso.
Gonzalo de Berceo transcribió así esta tradición toledana:
"Y como la Gloriosa, estrella de la mar,
sabe a sus amigos galardón bueno dar,
aparecióle un día con muy gran mayiestat,
con un libro en la mano de muy gran claridat,
el que él auíe fecho de la virginidat;
plogolo a Illdefonso de toda voluntat,
Fízoli otra gracia, cual nunca fue oída,
dioli una casulla sin aguia cosida,
obra era angélica, non de ome texida,
fablioli pocos vierbos, razón buena complida".
(Gonzalo de Berceo: "Milagros de Nuestra Señora".)
Parece que no fue éste el único favor celestial y hecho milagroso gozado por el Santo; su entrega mística y contemplativa se vio
compensada con los más extraños carismas sobrenaturales; y otros muchos prodigios cuentan las crónicas de sus coetáneos; por lo que
no es de extrañar que, desde Gonzalo de Berceo hasta Lope de Vega, las letras españolas hayan cantado la devoción de San Ildefonso
a la Virgen María.
Trasiego de la Casulla
Unos años antes, viendo el peligro que se cernía sobre Sevilla, debido a las invasiones que los árabes estaban realizando en el norte de
África, San Isidoro decide trasladar una importante serie de reliquias conservadas en esta Catedral. Entre ellas estaba el famoso “Arca
de las Reliquias”, traído de Jerusalén y conservado desde tiempos de los Apóstoles, que llega a Toledo, pero por poco tiempo, debido a
la invasión peninsular.
Esta “arca” y otras reliquias conservadas en la Iglesia Mayor Toledana sufren un nuevo largo viaje al ser trasladadas hacia el norte
(Asturias), “primero escondida en una cueva en el Monsacro y luego por orden de Alfonso II “el Casto” se trasladaron a la Capilla del
palacio dedicada a San Miguel.”
Entre estas reliquias ya se encontraba la Casulla de San Ildefonso y su cuerpo, quedando éste en Zamora. Ciertas relaciones de
reliquias dan fe de la existencia de la Casulla, y el Arcediano de Tineo, Marañón de Espinosa, Primer Rector de la Universidad y cronista
de la catedral, dice a principios del siglo XVII con relación a la casulla: “Sólo sabemos que quedó dentro del arca, cuando se verificó el
reconocimiento oficial de ésta en tiempos de Alfonso VI, la preciosa vestidura que Nuestra Señora trajo del cielo a su capellán San
Ildefonso, que no sabemos si fue alba o casulla porque la cédula no decía sino vestimento sin declarar más”.
En tiempos más modernos, hacia el siglo XVI, hay constancia de diversas peticiones escritas del arzobispado toledano solicitando la
Casulla a Oviedo. Curiosa es la descripción de hace de la Casulla a finales del XVI el Padre Sebastián Sarmiento de la Compañía de
Jesús al Padre Francisco Portocarrero de la misma Compañía, conservado en el archivo de la Catedral de Toledo:
"Huélgome que V.R. me mande, aunque sea de tarde en tarde cosas de su servicio, y más en honra de la Virgen Santísima, de cuya
casulla diré lo que me acuerdo.
Es verdad que yo estaba en Oviedo al tiempo que se abrió aquella Arca grande que está en medio de la Cámara Santa. La ocasión de
abrirse fue la Consagración del Señor Obispo Don Pedro Junco de Posada, natural de Llanes, hijo de Juan de Posada y María Alfonso
Díez de Noriega, que por ser junto de Oviedo quiso consagrarse de mano de su Obispo Don Pedro de Quiñones. (Creo que el nombre
correcto era Diego y no Pedro)
A la Consagración vino Don Juan Alonso de Moscoso, Obispo de León y el de Galípoli D.N. Quinteros que era a la sazón Abad de
Santander.
Teniéndolos juntos un día Don Pedro de Quiñones dijo a los dichos Prelados que pues se hallaban cuatro, cosa que no sucedería quizás
otra vez hasta el día del Juicio, que probasen con toda la reverencia posible, abrir ellos solos y el que tenía las llaves de la Cámara
Santa, aquella Arca para saber el magnífico tesoro. Al fin los convenció a que si y, prevenidos con ayunos y oraciones, después de
Consagrado el de Salamanca, con todo el secreto posible, se juntaron los obispos y Canónigos que tenía las llaves y después de haber
abierto la primer arca que es grande, hallaron otra menor y otra y otras menores hasta que dieron con un cofrecito muy pequeño, como
de un palmo muy largo el cual tenía un rótulo que decía: LA CASULLA QUE NUESTRA SEÑORA DIO A SAN ILDEFONSO. Mucho les
espantó, por parecerles casi imposible que allí cupiese una casulla. Abrieron el cofrecillo con muy gran dificultad, tanto que casi
estuvieron desahuciados de poderlo abrir y dentro hallaron un cendal de color de cielo en forma de un capuz portugués, tan grande que
pudiera cubrir al hombre más alto que hay en España, sin textura ni costura como una tela de cebolla, tan delicado y sutil que con solo el
aliento que respiraban se hinchaba como una vela cuando le da recio el viento. Y volviéndola a doblar como estaba, la recogieron en su
cofrecito, juramentándose todos que no habían de decir nada a nadie, si no era habiendo salido veinte leguas de Oviedo, y así lo
cumplieron.
El Abad de Santander en habiendo salido de las veinte leguas se volvió a dos Canónigos de Santander que le acompañaban y con
espanto les dijo: ¿”Es posible que he podido guardar el secreto en el pecho, lo que he visto en Oviedo”? Y se lo contó; también se lo
refirió a los de mi Colegio de Santander muy a la larga. Y el Obispo de Salamanca Don Pedro Junco de Posada contó después lo mismo
al Padre Ferrer. Esto es acerca de lo que vuestra reverencia me pregunta". (Fuente)
Tras la intensidad de la solicitud toledana por recuperar la reliquia, se cree que la Casulla estuvo oculta en Oviedo, y de nuevo se
entremezcla la historia y la leyenda: Se dijo que estaba en la bola grande de la torre de la catedral, pero se comprobó que no; se dijo
entonces que estaba debajo del Arca Santa, pero tampoco; se pensó luego que estaría detrás del retablo de la capilla de San Ildefonso
(capilla que desapareció en 1934), pero allí tampoco estaba y por más que se buscó nunca apareció…
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