U na de las características más propias de todo ser humano es el ser libre. La libertad nos permite ser nosotros mismos, decidir cómo queremos construir nuestra personalidad y nuestra identidad. Todos somos un proyecto de vida. Las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra existencia van definiendo quiénes somos. Vivimos, además, en una cultura con una gama casi interminable de posibilidades. Podemos decidir hacer el bien o el mal; tener alguna religión o ninguna; podemos escoger tener una pareja o permanecer solos; podemos decidir tener hijos o no; podemos elegir cómo vestir, cómo comer, cómo vernos; podemos escoger qué estudiar, en qué trabajar; podemos determinar con quién establecer una amistad; podemos decidir luchar por la paz y la justicia o ser indiferentes; podemos optar por ayudar a los necesitados o vivir según nuestros intereses egoístas; tenemos la posibilidad de definir nuestros intereses políticos, votar por un candidato o claudicar en la anarquía. En pocas palabras: POR NUESTRA LIBERTAD. TODA NUESTRA EXISTENCIA ESTÁ MARCADA Tenemos que decidir constantemente lo que queremos ser para nosotros mismos y para los demás. Por supuesto que hay muchas cosas que limitan nuestra libertad. Nuestra libertad no es omnipotente. Pero aun en medio de las limitaciones de nuestra existencia tomamos muchas decisiones determinantes para nuestra vida. Incluso el no elegir es ya una decisión. Además, es imprescindible tomar en cuenta que no somos seres aislados; somos una libertad en medio de otras libertades. Como ser humano cada quien tiene la oportunidad de descubrir en el otro la ruina de su libertad o la posibilidad de ser auténticamente libre. Hay una diferencia radical entre vivir solitariamente para uno mismo o compartir la existencia con los demás. A decir verdad, no es una vida volcada en sí misma lo que le da sentido a la libertad, sino una vida generosa, comprometida a favor de los otros. No basta entonces elegir, sino hay que saber elegir. La autenticidad de la vida humana no se halla en el hecho de que cada quien puede escoger ser, hacer y tener lo que le plazca, según sus posibilidades y los límites que le imponga la sociedad, sino que la autenticidad de la vida se halla en el hecho de saber tomar las decisiones más adecuadas. No es lo mismo declarar una guerra, que buscar la paz; no es lo mismo contaminar el medio ambiente que plantar un árbol; no es lo mismo despilfarrar el dinero que aportar dinero para ayudar a un niño pobre. Por eso LA LIBERTAD NECESITA SER EDUCADA. Todo ser humano debe aprender a diferenciar entre lo bueno y lo malo, debe saber reconocer los valores que le dan sentido a la vida y que son constructivos para uno mismo y para los demás. Es necesario que la voluntad de cada quien crezca y se fortalezca, a fin de que sepa renunciar a lo que no es conveniente. Así, un joven debe tener la fortaleza de voluntad y la sabiduría para renunciar al atractivo de las drogas, de la violencia y del consumismo, para optar por la vida, por la justicia y por la generosidad. La libertad, por esencia, se opone a todo tipo de esclavitud, sea física, sea social, moral o espiritual; también se opone a la esclavitud que provoca la ignorancia. Una institución educativa como la UNIVERSIDAD CATÓLICA LUMEN GENTIUM tiene una gran relevancia en la vida de la sociedad, porque uno de sus principales cometidos es ayudar a los jóvenes, no sólo a adquirir los conocimientos necesarios para su futura vida profesional, sino también a formar su libertad. La mediocridad, la corrupción, la falta de solidaridad, la violencia intrafamiliar, la drogadicción, etc., que tanto dañan la vida de los seres humanos, tienen mucho que ver con la calidad de la educación que reciben los niños y los jóvenes de una sociedad. Por eso, la Universidad Católica busca la EXCELENCIA ACADÉMICA Y LA FORMACIÓN EN VALORES PARA SUS ALUMNOS. Esta labor no es nada fácil. Nos encontramos con jóvenes muy lastimados en muchos aspectos de su vida. Algunos de ellos proceden de familias desintegradas o con niveles muy elevados de agresividad. Muchos chicos reflejan con sus problemas y actitudes las carencias de sus padres o tutores. Parecen jóvenes sin forma, sin perfil: no conocen los límites, no saben del compromiso, de la renuncia, del sacrificio, de la disciplina, del respeto a los mayores y a las autoridades. Muchos jóvenes de ahora son hijos de todas las crisis posibles, no tienen un perspectiva alentadora para el futuro; viven el aquí y el ahora en su fugacidad; experimentan el individualismo y la pérdida del sentido comunitario; interiorizan a-críticamente signos promovidos por los medios de comunicación, por el consumismo y las modas. Algunos de ellos se parecen a los jóvenes de la Generación X: Es una generación de crisis, del desencanto, sin esperanzas ni expectativas sobre el futuro. Son jóvenes que se visten para ocultarse, para camuflarse. Oscilan entre el aburrimiento y la depresión; viven relaciones amorosas bajo libertad condicional. La soledad es su sensación más característica (cf. José Manuel Valenzuela). Pero estos jóvenes, y todos en general, representan la esperanza de que acontezcan cambios, de que se forjen hombres y mujeres que hagan uso de su libertad, de tal manera que edifiquen mejores familias, mejores barrios, mejores sociedades. Los alumnos de la UNIVERSIDAD CATÓLICA LUMEN GENTIUM, si ellos así lo deciden, pueden convertirse en seres humanos que busquen la perfección, que eviten la mediocridad y el individualismo egoísta. A nosotros, como docentes y directivos, nos corresponde ayudarlos a encontrar el camino de la libertad auténtica. Este camino, empero, se enseña no principalmente con doctrinas, sino con testimonio. El buen uso de la libertad se aprende, sobre todo, conviviendo con aquellos que viven su libertad como la oportunidad de donar su vida por grandes ideales. La responsabilidad y el compromiso en las “pequeñas” acciones enriquecen el desarrollo de la personalidad de cada quien. Si veo nuestra Institución actualmente, tengo que confesar que, aunque se han alcanzado algunas metas, hay mucho aún por hacer en este sentido. Tenemos que aprender que LA MEDIOCRIDAD ES UN INSULTO A LA VIDA. Como Universidad Católica, nuestra máxima inspiración y fortaleza es el hombre que ha vivido la libertad como nunca nadie lo ha hecho: Jesucristo nos ha enseñado que LA VERDADERA LIBERTAD CONSISTE SER CAPAZ DE DONAR LA PROPIA VIDA POR AMOR A DIOS Y A LOS DEMÁS. Él nos enseña la combinación perfecta: la libertad y el amor se pertenecen íntimamente, a tal grado que la libertad queda purificada y es salvada para siempre de su límite extremo: la muerte. El que ama es verdaderamente libre, y quien es verdaderamente libre consagra su libertad para amar. Esto es lo que tiene en mente San Pablo cuando habla de la “libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21). Y si esto lo logramos transmitir a los jóvenes de la Universidad Católica, entonces la relevancia de nuestra Institución para nuestro país y para la sociedad en general será patente. Agosto 2008 Pbro. Dr. Federico Altbach Núñez Rector