400659 Renessanssin ja barokin espanjalainen kirjallisuus (RES210b) 6 op POESÍA RENANCENTISTA Y BARROCA (selección de Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Quevedo, Góngora y Lope de Vega) ****************** GARCILASO DE LA VEGA Égloga primera SALICIO: Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan; los árboles parece que se inclinan; las aves que me escuchan, cuando cantan, con diferente voz se condolecen, y mi morir cantando me adivinan. Las fieras que reclinan su cuerpo fatigado, dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste. Tú sola contra mí te endureciste, los ojos aun siquiera no volviendo a lo que tú hiciste. Salir, sin duelo, lágrimas, corriendo. NEMOROSO: Corrientes aguas, puras, cristalinas; árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno; yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría. Garcilaso de la Vega: Sonetos Soneto I Cuando me paro a contemplar mi estado y a ver los pasos por do me han traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado; mas cuando del camino estó olvidado, a tanto mal no sé por dó he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar conmigo mi cuidado. Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si ella quisiere, y aun sabrá querello: que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello? Soneto IV Un rato se levanta mi esperanza; mas, cansada de haberse levantado, toma a caer, y deja, mal mi grado, libre el lugar a la desconfianza. ¿Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? iOh corazón cansado! Esfuerza en la miseria de tu estado; que tras fortuna suele haber bonanza. Yo mismo emprenderé a fuerza de brazos romper un monte, que otro no rompiera, de mil inconvenientes muy espeso. Muerte, prisión no pueden, ni embarazos, quitarme de ir a veros, como quiera, desnudo espíritu o hombre en carne y hueso. Soneto V Escrito está en mi alma vuestro gesto y cuanto yo escribir de vos deseo: vos sola lo escribistes; yo lo leo, tan solo, que aun de vos me guardo en esto. En esto ‘stoy y estaré siempre puesto, que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nascí sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero; cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero. Soneto XIII A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que’l oro escurecían: de áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aún bullendo ‘staban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol, que con lágrimas regaba. ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba! Soneto XXIII En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende el corazón y lo refrena; y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto Por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: coged de vuestra alegra primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre. Garcilaso: A la flor de Gnido ODA AD FLOREM GNIDO Si de mi baja lira tanto pudiese el son que en un momento aplacase la ira del animoso viento y la furia del mar y el movimiento; y en ásperas montañas con el süave canto enterneciese las fieras alimañas, los árboles moviese y al son confusamente los trujiese, no pienses que cantado sería de mí, hermosa flor de Gnido, el fiero Marte airado, a muerte convertido, de polvo y sangre y de sudor teñido; ni aquellos capitanes en las sublimes ruedas colocados, por quien los alemanes, el fiero cuello atados, y los franceses van domesticados; mas solamente aquella fuerza de tu beldad sería cantada, y alguna vez con ella también sería notada el aspereza de que estás armada: y cómo por ti sola, y por tu gran valor y hermosura convertido en vïola, llora su desventura el miserable amante en tu figura. Hablo de aquel cativo, de quien tener se debe más cuidado, que está muriendo vivo, al remo condenado, en la concha de Venus amarrado. Por ti, como solía, del áspero caballero no corrige la furia y gallardía, ni con freno la rige, ni con vivas espuelas ya le aflige. Por ti, con diestra mano no revuelve la espada presurosa, y en el dudoso llano huye la polvorosa palestra como sierpe ponzoñosa. Por ti, su blanda musa, en lugar de la cítara sonante, tristes querellas usa, que con llanto abundante hacen bañar el rostro del amante. Por ti, el mayor amigo le es importuno, grave y enojoso; yo puedo ser testigo, que ya del peligroso naufragio fui su puerto y su reposo. Y agora en tal manera vence el dolor a la razón perdida, que pozoñosa fiera nunca fue aborrecida tanto como yo dél, ni tan temida. SANTA TERESA DE JESÚS VIVO SIN VIVIR EN MÍ Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí: cuando el corazón le di puso en él este letrero, que muero porque no muero. Esta divina prisión, del amor en que yo vivo, ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga: quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero. Sólo con la confianza vivo de que he de morir, porque muriendo el vivir me asegura mi esperanza; muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero. Mira que el amor es fuerte; vida, no me seas molesta, mira que sólo me resta, para ganarte perderte. Venga ya la dulce muerte, el morir venga ligero que muero porque no muero. Aquella vida de arriba, que es la vida verdadera, hasta que esta vida muera, no se goza estando viva: muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero. Vida, ¿qué puedo yo darle a mi Dios que vive en mí, si no es el perderte a ti, para merecer ganarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero. FRAY LUIS DE LEÓN: A Francisco Salinas El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano gobernada A cuyo son divino, el alma que en olvido está sumida, torna a cobrar el tino y memoria perdida de su origen primera esclarecida. Y como se conoce, en suerte y pensamientos se mejora, el oro desconoce que el vulgo vil adora, la belleza caduca engañadora. Traspasa el aire todo, hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es de todas la primera. Ve cómo el gran Maestro, a aquesta inmensa cítara aplicado, con movimiento diestro produce el son sagrado con que este eterno templo es sustentado. Canción de la vida solitaria ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido; que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio Moro, en jaspes sustentado! No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. ¿Qué presta a mi contento, si soy del vano dedo señalado; si, en busca deste viento, ando desalentado, con ansias vivas, con mortal cuidado? ¡Oh monte, oh fuente, oh río! Y como está compuesta de números concordes, luego envía consonante respuesta, y entre ambos a porfía se mezcla una dulcísima armonía. Aquí el alma navega por un mar de dulzura, y finalmente, en él ansí se anega, que ningún accidente extraño o peregrino oye o siente. ¡Oh desmayo dichoso! ¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido! ¡Durase en tu reposo sin ser restituido jamás a aqueste bajo y vil sentido! A este bien os llamo, gloria del apolíneo sacro coro, amigos a quien amo sobre todo tesoro, que todo lo visible es triste lloro. ¡Oh, suene de continuo, Salinas, vuestro son mis oídos, por quien al bien divino despiertan los sentidos, quedando a lo demás adormecidos! ¡Oh secreto seguro, deleitoso!, roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso. Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza, o el dinero. Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves, de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atenido. Vivir quiero conmigo; gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. Del monte en la ladera, por mi mano plantado, tengo un huerto, que con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto; y, como codiciosa por ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura; y, luego sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo, de pasada, de verdura vistiendo y con diversas flores va esparciendo. El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruido, que del oro y del cetro pone olvido. Ténganse su tesoro los que de un falso leño se confían; no es mío ver el lloro de los que desconfían, cuando el cierzo y el ábrego porfían. La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna; al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía. A mí una pobrecilla mesa, de amable paz bien abastada, me baste; y la vajilla, de fino oro labrada, sea de quien la mar no teme airada. Y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insaciable del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando; a la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado. Noche serena Cuando contemplo el cielo, de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado, el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente; despiden larga vena los ojos hechos fuente, Loarte, y digo al fin con voz doliente: «Morada de grandeza, templo de claridad y hermosura, el alma, que a tu alteza nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel baja, escura? ¿Qué mortal desatino de la verdad aleja así el sentido, que, de tu bien divino olvidado, perdido sigue la vana sombra, el bien fingido? El hombre está entregado al sueño, de su suerte no cuidando, y, con paso callado, el cielo, vueltas dando, las horas del vivir le va hurtando. ¡Oh, despertad, mortales! ¡mirad con atención en vuestro daño! las almas inmortales, hechas a bien tamaño, ¿podrán vivir de sombras y de engaño? ¡Ay, levantad los ojos aquesta celestial eterna esfera! burlaréis los antojos de aquesa lisonjera vida, con cuanto teme y cuanto espera. ¿Es más que un breve punto el bajo y torpe suelo, comparado con ese gran trasunto, do vive mejorado lo que es, lo que será, lo que ha pasado? Quien mira el gran concierto de aquestos resplandores eternales, su movimiento cierto, sus pasos desiguales y en proporción concorde tan iguales; la Luna cómo mueve la plateada rueda, y va en pos della la Luz do el saber llueve, y la graciosa Estrella de amor la sigue reluciente y bella; y cómo otro camino prosigue el sanguinoso Marte airado, y el Júpiter benino, de bienes mil cercado, serena el cielo con su rayo amado; -rodéase en la cumbre Saturno, padre de los siglos de oro; tras él la muchedumbre del reluciente coro su luz va repartiendo y su tesoro-: ¿quién es el que esto mira y precia la bajeza de la tierra, y no gime y suspira, y rompe lo que encierra el alma y destos bienes la destierra? Aquí vive el contento, aquí reina la paz; aquí, asentado en rico y alto asiento, está el Amor sagrado, de glorias y deleites rodeado; inmensa hermosura aquí se muestra toda, y resplandece clarísima luz pura, que jamás anochece; eterna primavera aquí florece. ¡Oh campos verdaderos! ¡oh prados con verdad frescos y amenos! ¡riquísimos mineros! ¡oh deleitosos senos! ¡repuestos valles de mil bienes llenos!» SAN JUAN DE LA CRUZ Noche oscura del alma En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. A oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡oh dichosa ventura!, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa, en secreto que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz ni guía, sino la que en mi corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada! En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía. Quédeme y olvídeme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. LLAMA DE AMOR VIVA ¡Oh llama de amor viva que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva acaba ya si quieres, ¡rompe la tela de este dulce encuentro! ¡Oh cauterio süave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado que a vida eterna sabe y toda deuda paga! Matando, muerte en vida has trocado. ¡Oh lámparas de fuego en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con estraños primores color y luz dan junto a su querido! ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno donde secretamente solo moras, y en tu aspirar sabroso 5 10 15 20 de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras! CÁNTICO ESPIRITUAL CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO Esposa: ¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti, clamando, y eras ido. 5 Pastores, los que fuerdes allá, por las majadas, al otero, si por ventura vierdes aquél que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero. 10 Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras. 15 (Pregunta a las Criaturas) ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado! 20 (Respuesta de las Criaturas) Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura. 25 Esposa: ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo que quiero. 30 Y todos cantos vagan, de ti me van mil gracias refiriendo. Y todos más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo. 35 Mas ¿cómo perseveras, oh vida, no viviendo donde vives, y haciendo, porque mueras, las flechas que recibes, de lo que del amado en ti concibes? 40 ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste? 45 Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos. 50 ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados, formases de repente los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados! 55 ¡Apártalos, amado, que voy de vuelo! Esposo: Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma, al aire de tu vuelo, y fresco toma. 60 Esposa: ¡Mi amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos; 65 la noche sosegada, en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora; 70 nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado! 75 A zaga de tu huella, las jóvenes discurran al camino; al toque de centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino. 80 En la interior bodega de mi amado bebí, y cuando salía, por toda aquesta vega, ya cosa no sabía y el ganado perdí que antes seguía. 85 Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa; allí le prometí de ser su esposa. 90 Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal, en su servicio; ya no guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi ejercicio. 95 Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que me he perdido; que andando enamorada, me hice perdidiza, y fui ganada. 100 De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos las guirnaldas en tu amor florecidas, y en un cabello mío entretejidas: 105 en sólo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste; mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste. 110 Cuando tú me mirabas, tu gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían. 115 No quieras despreciarme, que si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme, después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste. 120 Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña. 125 Deténte, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores, aspira por mi huerto, y corran sus olores, y pacerá el amado entre las flores. 130 Esposo: Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor reposa, el cuello reclinado sobres los dulces brazos del amado. 135 Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di al mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada. 140 O vos, aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches veladores, 145 por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen vuestras iras y no toquéis al muro, porque la esposa duerma más seguro. 150 Esposa: Oh ninfas de Judea, en tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros umbrales. 155 Escóndete, carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas. 160 Esposo: La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado, y ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado. 165 En soledad vivía, y en soledad he puesto ya su nido, y en soledad la guía a solas su querido, también en soledad de amor herido. 170 Esposa: Gocémonos, amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte o al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, 175 y allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustaremos. 180 Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías allí tú, vida mía, aquello que me diste el otro día: 185 el aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire, en la noche serena con llama que consume y no da pena; 190 que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía. 195 LUIS DE GÓNGORA http://www.uv.es/~ivorra/Gongora/Gongora.htm Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido el sol relumbra en vano, mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente al lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano de el luciente cristal tu gentil cuello; goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente no sólo en plata o víola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. *** De pura honestidad templo sagrado, cuyo bello cimiento y gentil muro de blanco nácar y alabastro puro fue por divina mano fabricado; Pequeña puerta de coral preciado, claras lumbreras de mirar seguro, que a la fina esmeralda el verde puro habéis para viriles usurpado; Soberbio techo, cuyas cimbrias de oro al claro Sol, en cuanto en torno gira, ornan de luz, coronan de belleza; Ídolo mío a quien rendido adoro, oye piadoso a quien por ti suspira, tus himnos canta y tus virtudes reza. ****** ÁNDEME YO CALIENTE Y RÍASE LA GENTE Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y aguardiente, 9 y ríase la gente. Coma en dorada vajilla el príncipe mil cuidados, como píldoras dorados; que yo en mi pobre mesilla quiero más una morcilla que en el asador reviente, y ríase la gente. Busque muy en hora buena el mercader nuevos soles; yo conchas y caracoles entre la menuda arena, escuchando a filomena sobre el chopo de la fuente, 30 y ríase la gente. Pase a media noche el mar, y arda en amorosa llama Leandro por ver su dama; que yo más quiero pasar del golfo de mi lagar la blanca o roja corriente, 16 y ríase la gente. 37 Cuando cubra las montañas de blanca nieve el enero, tenga yo lleno el brasero de bellotas y castañas, y quien las dulces patrañas del rey que rabió me cuente, y ríase la gente. 23 Pues amor es tan crüel, que de Píramo y su amada hace tálamo una espada, do se junten ella y él, sea mi Tisbe un pastel, y la espada sea mi diente, y ríase la gente. 44 SOLEDADES Era del año la estación florida en que el mentido robador de Europa, media Luna las armas de su frente y el Sol todo los rayos de su pelo, luciente honor del cielo, 5 en campos de zafiro pace estrellas, cuando el que ministrar podia la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida, náufrago y desdeñado, sobre ausente, lagrimosas de amor dulces querellas 10 da al mar, que condolido, fue a las ondas, fue al viento el mísero gemido segundo de Arión dulce instrumento. Prosificación: Era la estación florida del año en [la] que el mentido robador de Europa, media luna las armas de su frente y todo el sol los rayos de su pelo, luciente honor del cielo, pace estrellas en campos de zafiro, cuando el que podía ministrar la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida, náufrago y desdeñado, sobre ausente, da al mar lagrimosas, dulces querellas de amor, condolido el cual [el mar], el mísero gemido fue a las ondas, fue al viento, segundo dulce instrumento de Arión. Notas: Júpiter raptó a Europa disfrazado de toro. Para recordar su "hazaña" dejó en el cielo la imagen de un toro, la constelación de Tauro. Es a esta constelación a la que Góngora llama "el mentido robador de Europa", es decir, el falso toro que raptó a Europa. El garzón de Ida es Ganimedes, un joven al que Júpiter raptó cautivado por su belleza para que fuera su copero en el Olimpo. Arión era un músico de la antigüedad. Sus parientes quisieron apropiarse de su fortuna y pagaron a unos marineros para que durante un viaje en barco lo arrojaran al agua. Cuando se vio perdido, Arión pidió permiso para tocar su lira y cantar por última vez antes de morir. Su canto atrajo a los delfines y, cuando Arión saltó al agua, uno de ellos lo llevó a tierra sano y salvo. FRANCISCO DE QUEVEDO Cuán nada parece lo que se vivió "¡Ah de la vida!"... ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las horas mi locura las esconde. ¡Que sin poder saber cómo ni adónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue y un será y un es cansado. En el hoy y mañana y ayer junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto. Descuido del divertido vivir Vivir es caminar breve jornada y muerte viva es, Lico, nuestra vida, ayer al frágil cuerpo amanecida, cada instante en el cuerpo sepultada. Nada que, siendo, es poco, y será nada en poco tiempo que ambiciosa olvida; pues de la vanidad mal persuadida anhela duración, tierra animada. Llevada de engañoso pensamiento y de esperanza burladora y ciega tropezará en el mismo monumento. Como el que divertido el mar navega y sin moverse vuela con el viento y antes que piense en acercarse llega. ENSEÑA CÓMO TODAS LAS COSAS AVISAN DE LA MUERTE Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo, vi que el Sol bebía los arroyos del hielo desatados, y del monte quejosos los ganados que con sombras hurtó su luz al día. Entré en mi casa; vi que, amancillada, de anciana habitación era despojos; mi báculo, más corvo, y menos fuerte. Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. AL MOSQUITO DE LA TROMPETILLA Ministril de las ronchas y picadas, mosquito postillón, mosca barbero, hecho me tienes el testuz harnero, y deshecha la cara a manotadas. Trompetilla, que toca a bofetadas, que vienes con rejón contra mi cuero, Cupido pulga, chinche trompetero, que vuelas comezones amoladas. ¿Por qué me avisas, si picarme quieres? que pues que das dolor a los que cantas, de casta y condición de potras eres. Tú vuelas, y tú picas, y tú espantas, y aprendes del cuidado y las mujeres a malquistar el sueño con las mantas. A UNA NARIZ Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un pez espada muy barbado; érase un reloj de sol mal encarado, érase un alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba, era Ovidio Nasón mas narizado; érase un espolón de una galera, érase una pirámide de Egipto, las doce tribus de narices era; érase un naricísimo infinito, muchísimo nariz, nariz tan fiera, que en la cara de Anás fuera delito. AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta alma mía hora a su afán ansioso lisonjera; mas no de esotra parte en la ribera dejará la memoria, en donde ardía; nadar sabe mi llama la agua fría, y perder el respeto a ley severa. Alma que a todo un Dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrán sentido; polvo serán, mas polvo enamorado. *** ¡Fue sueño ayer; mañana será tierra! ¡Poco antes, nada; después humo! ¡Y destino ambiciones, y presumo apenas punto al cerco que me cierra! Breve combate de importuna guerra, en mi defensa soy peligro sumo; y mientras con mis armas me consumo, menos me hospeda el cuerpo, que me entierra. Ya no es ayer; mañana no ha llegado; hoy pasa, y es, y fue, con movimiento que a la muerte me lleva despeñado. Azadas son la hora y el momento que, a jornal de mi pena y mi cuidado, cavan en mi vivir mi monumento. A Roma sepultada en sus ruinas Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, y en Roma misma a Roma no la hallas: cadáver son las que ostentó murallas y tumba de sí propio el Aventino. Yace, donde reinaba, el Palatino; y limadas del tiempo las medallas más se muestran destrozo a las batallas de las edades que blasón latino. Sólo el Tibre quedó, cuya corriente si ciudad la regó, ya sepultura la llora con funesto son doliente. ¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura, huyó lo que era firme y solamente lo fugitivo permanece y dura. Las gracias de la que adora Esa color de rosa y azucena, y ese mirar sabroso, dulce, honesto, y ese hermoso cuello, blanco, enhiesto, y boca de rubís y perlas llena; la mano alabastrina, que encadena al que más contra amor está dispuesto, y el más libre y tirano presupuesto destierra de las almas y enajena; esa rica y hermosa primavera cuyas flores de gracias y hermosura ofendellas no puede el tiempo airado son ocasión que viva yo, y que muera, y son de mi descanso y mi ventura principio y fin, y alivio del cuidado. DON DINERO Poderoso caballero es don Dinero. Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado de continuo anda amarillo; que pues, doblón o sencillo, hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero. Nace en las Indias honrado donde el mundo le acompaña; viene a morir en España y es en Génova enterrado; y pues quien le trae al lado es hermoso aunque sea fiero, poderoso caballero es don Dinero. Es galán y es como un oro; tiene quebrado el color, persona de gran valor, tan cristiano como moro; pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero, poderoso caballero es don Dinero. Son sus padres principales, y es de noble descendiente, porque en las venas de oriente 5 10 15 20 25 todas las sangres son reales; y pues es quien hace iguales al duque y al ganadero, poderoso caballero es don Dinero. 30 Mas ¿a quién no maravilla ver en su gloria sin tasa que es lo menos de su casa doña Blanca de Castilla? Pero pues da al bajo silla, y al cobarde hace guerrero, poderoso caballero es don Dinero. 35 Sus escudos de armas nobles son siempre tan principales, que sin sus escudos reales no hay escudos de armas dobles; y pues a los mismos robles da codicia su minero, poderoso caballero es don Dinero. Por importar en los tratos y dar tan buenos consejos, en las casas de los viejos gatos le guardan de gatos; y pues él rompe recatos y ablanda al jüez más severo, poderoso caballero es don Dinero. Y es tanta su majestad, aunque son sus duelos hartos, que con haberle hecho cuartos, no pierde su autoridad; pero, pues da calidad al noble y al pordiosero, poderoso caballero es don Dinero. Nunca vi damas ingratas a su gusto y afición, que a las caras de un doblón hacen sus caras baratas; y pues hace las bravatas desde una bolsa de cuero, poderoso caballero es don Dinero. Más valen en cualquier tierra mirad si es harto sagaz, sus escudos en la paz, que rodelas en la guerra; y pues al pobre le entierra y hace propio al forastero, poderoso caballero es don Dinero. 40 45 50 55 60 65 70 75 80 Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en pullas, cual mozo de camino; Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin cristus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y en la Corte bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; aunque aquesto de escribas se te pega, por tener de sayón la rebeldía. LOPE DE VEGA ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta cubierto de rocío pasas las noches del invierno escuras? ¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras! ¡Cuántas veces el Ángel me decía: "Alma, asómate agora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía"! ¡Y cuántas, hermosura[s] soberana, "Mañana le abriremos", respondía, para lo mismo responder mañana! Soneto XV. Rimas sacras ¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado, y cuántas con vergüenza he respondido, desnudo como Adán, aunque vestido de las hojas del árbol del pecado! Seguí mil veces vuestro pie sagrado, fácil de asir, en una Cruz asido, y atrás volví otras tantas atrevido, al mismo precio que me habéis comprado. Besos de paz os di para ofenderos, pero si fugitivos de su dueño hierran cuando los hallan los esclavos, hoy me vuelvo con lágrimas a veros, clavadme vos a vos en vuestro leño y tendréisme seguro con tres clavos. *** Cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por donde he venido, me espanto de que un hombre tan perdido a conocer su error haya llegado. Cuando miro los años que he pasado, la divina razón puesta en olvido, conozco que piedad del cielo ha sido no haberme en tanto mal precipitado. Entré por laberinto tan extraño, fiando al débil hilo de la vida el tarde conocido desengaño; mas de tu luz mi escuridad vencida, el monstro muerto de mi ciego engaño, vuelve a la patria, la razón perdida. *** Pastor que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño, Tú que hiciste cayado de ese leño, en que tiendes los brazos poderosos, vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño, y la palabra de seguirte empeño, tus dulces silbos y tus pies hermosos. Oye, pastor, pues por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres. Espera, pues, y escucha mis cuidados, pero ¿cómo te digo que me esperes, si estás para esperar los pies clavados? ***