Actas del Tercer Congreso de Economía de Navarra EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS DEL MERCADO DE TRABAJO Presentación. pg. 9. Comités. pg. 11. Programa del Congreso. pg. 13. DISCURSO DE APERTURA Ilmo. Sr. D. Francisco Iribarren Fentanes pg. 17 CONFERENCIAS Y PONENCIAS Conferencia Inaugural: "Perspectivas de la economía española en la UEM". D. Emilio Ontiveros Baeza. pg. 25 Conferencia: "El problema del paro: diagnóstico y políticas de empleo" D.ª Carmen Gallastegui Zulaica. pg. 35 Mesa Redonda: "La negociación colectiva en Navarra" D. José Manuel Ayesa Dianda, D. Juan Antonio Cabrero Samaniego, D. Jesús Garatea Idoate y D. Ángel Luis Rodríguez San Vicente. pg. 51 Conferencia: "La economía española en la UEM" D. José Luis Malo de Molina. pg. 89 Ponencias: "Características del mercado de trabajo en Navarra" D. Luis Sarriés Sanz. pg. 99 "La fiscalidad sobre el trabajo y el desempleo" D. David Taguas Coejo. pg. 125 "El sistema español de protección por desempleo" D. Luis Toharia Cortés. pg. 143 "La discriminación salarial por sexo: un análisis del sector privado y sus diferencias regionales en España" D.ª Miren Ullibarri Arce y D. Ricardo Aláez Aller. pg. 157 "¿Hacia una nueva edad dorada del empleo?" D. Álvaro Espina Montero. pg. 185 "Situación de las estadísticas del mercado de trabajo en España a nivel nacional y regional" D. José Ignacio Pérez Infante. pg. 217 Conferencia de Clausura: "Políticas del mercado de trabajo: Sus efectos en la Seguridad Social" Ilmo. Sr. D. Marino Díaz Guerra. pg. 259 DISCURSO DE CLAUSURA Ilma. Sra. D.ª Nuria Iturriagagoitia Ripoll. pg. 263 COMUNICACIONES...................................... pgs: 271-530 VENTAS EN:Librerías y Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra. C/ Navas de Tolosa, 21. 31002 Pamplona. Teléfono(948) 42 71 23 ISBN: 84-235-1996-1 /D.L.: NA-940-2000 1 )HACIA UNA NUEVA EDAD DORADA DEL EMPLEO? LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN DE LA OCDE (1890-1999) Y LA NUEVA ECONOMÍA. Á Állvvaarroo EEssppiinnaa Documento de trabajo n1 18101999 Una primera versión fue presentada en el III Congreso de la Economía de Navarra (Pamplona, 27-28/octubre, 1999) 1 2 )HACIA UNA NUEVA EDAD DORADA DEL EMPLEO? : LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN DE LA OCDE (1890-1999) Y LA NUEVA ECONOMÍA. por Álvaro Espina* Introducción Un lector poco avisado que ojee uno de estos días los periódicos y revistas de información económica norteamericana y europea -o japonesa, si conoce ese idioma- sacará una pobre impresión del estado de avance de la ciencia económica, y hasta puede llegar a concluir que las discusiones entre economistas tienen algo de ceremonias esquizoides. En Norteamérica, la cuestión que parece dominar el escenario es la escasez de desempleo (cuando crece, sube la bolsa), mientras que en Europa la preocupación dominante es justamente la contraria: la falta de empleo o el exceso de paro. Algunos norteamericanos afirman que con ocho años ya está bien, que hay poco desempleo y que la economía debe dejar de crecer, so pena de estrellarse o precipitarse en el abismo de la inflación y la recesión, que algunos vaticinan esta vez dantesca, para solaz de los analistas franceses de la Caisse de Dépots, quienes parecen pensar que cuanto más dure la buena racha más dura será la caída, porque el supercrecimiento norteamericano de este decenio sólo puede explicarse por el excesivo endeudamiento, debido al papel del dólar como moneda de reserva en el sistema económico internacional y de refugio contra el contagio de los pánicos financieros, papel que, sin embargo, estaría dando su baile de cisne por causa de la aparición del Euro, por mucho que durante su primer semestre de existencia éste no haya dejado ver su fuerza potencial. En cambio, una nutrida partida de economistas, financieros y periodistas económicos afirman con gran alboroto que los límites tradicionales al crecimiento económico han desaparecido y que la economía norteamericana ha entrado en una Anueva era@, que reclama también un Anuevo paradigma interpretativo@ para poder entenderla y una Anueva economía@ para diseñar políticas económicas y monetarias acordes con el nuevo contexto. Resulta ridículo argumentan los partidarios de este nuevo paradigma- afirmar que la productividad por persona ocupada está creciendo en Estados Unidos sólo a una tasa del 2 o el 3% anual, cuando Amazon, por ejemplo, ha conseguido crecimientos de la productividad por persona empleada de más del 55% durante los tres últimos años, lo que sería extrapolable a muchas otras actividades que se benefician actualmente de las llamadas economías de red, y lo harán mucho más intensamente en el futuro -aunque su impacto resulte difícil de medir-, ya que Internet es el elemento más conspicuo de la nueva filosofía. Esta explosión de la productividad -dicen- permite crecimientos salariales muy superiores a los del pasado, que no resultarán inflacionistas mientras se limiten a remunerar mejor a las actividades más productivas y no se contagien a las menos eficientes, cosa que resulta poco probable en Norteamérica, dado el nivel de desregulación de su mercado de * Agradezco los comentarios de Miguel Ángel Fernández Ordóñez a una versión anterior de este trabajo. Sin embargo, nada de lo que aquí se dice le compromete. 2 3 trabajo -sin apenas barreras de salida- y la escasa pujanza de los sindicatos, fenómenos que contrastan abiertamente con la situación europea y japonesa y que contribuirían a explicar el retraso en la adopción del nuevo paradigma en estas dos áreas. Porque la flexibilidad del mercado de trabajo es la forma más directa -y a veces la única- de hacer que los empleos más ineficientes sean menos apetecibles y que la gente que los ocupa pase paulatinamente -porque si no lo hará bruscamente, a través de la quiebra de sus empresas- a los nuevos empleos creados por la ingente cantidad de empresas de la nueva era que aparecen cada año, si no se les ponen restricciones institucionales artificiales. El estudio consta de cuatro partes, unas conclusiones, un apéndice y dos anexos. En la primera parte, a modo de telón de fondo de toda la reflexión ulterior, se presenta el relato y los argumentos de quienes defienden el cambio de paradigma productivo y las implicaciones de tal cambio para el marco institucional de la economía y del mercado de trabajo. En la segunda parte se presenta una función agregada de producción del tipo Cobb-Douglas para el conjunto de la OCDE, cuya especificación se ha llevado al apéndice y cuya estimación se presenta en un anexo1 (junto a un segundo anexo en el que se describen las fuentes y se presentan los datos utilizados). A partir de esa función, en la tercera parte se construyen tres indicadores -de eficiencia económica, de tensión salarial y de rentabilidad- para estudiar los determinantes y las restricciones para la creación de empleo a escala macroeconómica, que son aplicados a España en la cuarta parte. Finalmente el artículo termina con unas conclusiones de política económica. 1.- )Nos encontramos realmente ante un cambio de paradigma productivo? Para los defensores del cambio de paradigma la mejora sustancial y autosostenida de la productividad del trabajo en Norteamérica durante el último decenio del siglo ha venido a romper con una etapa de estancamiento o crecimiento lento que duraba desde los años setenta y que había teñido de pesimismo la literatura económica. Frente a la Aedad de las expectativas decrecientes@, que es como calificó Krugman (1992) al período 1969-1989 -durante el cuál la productividad del trabajo en Norteamérica creció sólo algo por encima del uno por ciento, frente a más del 2,5% en los tres decenios precedentes-, a lo largo de los años noventa la realidad ha superado las previsiones del escenario denominado por este autor Aun final de siglo feliz@ (ibíd. Cap. 14): la mejora de la productividad se ha traducido en un aumento continuo de los salarios -aumento acompañado de una mayor desigualdad salarial, de acuerdo con el modelo de Dinopoulos (1999)y de todo tipo de remuneraciones. El crecimiento subsiguiente del ahorro y su inversión en bolsa se habrían convertido -para los neoparadigmáticos- en el cebo de una espiral virtuosa que ha proporcionado financiación a la masa de nuevas iniciativas empresariales derivada de la oleada de innovación impulsada por la nueva era. A su vez, un eficiente mercado de capitales -capaz de casar el nivel de riesgo de las inversiones con sus expectativas de rentabilidad- habría facilitado la reinversión de las rentas en nuevas empresas a través de un sistema financiero y de control corporativo altamente sofisticados, que seleccionan a los inversores más eficientes y no les 1 En esto he seguido la recomendación de Alfred Marshall, que prefería dejar las letras griegas y las ecuaciones para los apéndices. Las otras dos formas habituales de hablar de economía (Krugman, 1992) son el sube-y-baja y el lenguaje sensacionalista de Aeropuerto. He utilizado esta última en el primer epígrafe, para describir el Anuevo paradigma@, y la primera en las partes principales del trabajo, que se apoya en el uso de un buen número de gráficos para explicar los resultados de la investigación, formalizada en el apéndice. 3 4 permiten dormirse en los laureles, sino que les vigilan y les opan cuando no mantienen el ritmo adecuado en la carrera de la productividad, exigiéndoles minimizar el insumo de trabajo por unidad producida para maximizar el valor de las empresas en favor de sus accionistas. De esta forma, además, las empresas pueden transferir valor hacia los consumidores, lo que retroalimenta el poder adquisitivo de éstos, que pueden así ampliar su demanda y su esfera de elección, abriéndose a nuevas necesidades, fuente a su vez de nuevos empleos, enmarcados en la pujante dinámica de innovación empresarial norteamericana, capaz de crear más de 800.000 nuevas empresas al año. Por contraposición a esta imagen, el sistema bancario y financiero japonés -y coreano- se encontraría en los antípodas -y el europeo, a medio camino entre ambos-, por no ser capaz de seleccionar adecuadamente a sus clientes, al concentrar su negocio en las empresas del propio Keiretsu -mientras que en el caso del capitalismo renano son las empresas las que eligen al Abanco de la casa@, que les sirve de tutor-, permitiéndoles dormirse sobre su propia ineficiencia, enmascarada por el excesivo consumo de capital y la ausencia de un control adecuado sobre su management y sus estrategias. El excesivo consumo de capital habría sido posible en Japón por el ahorro desmesurado de una población cada vez más envejecida que, al valorar más los bienes futuros que los presentes, se habría mostrado excesivamente conformista en lo tocante a la remuneración exigida por su ahorro, conformismo que habría llevado al sistema a la perdición. Los ahorradores japoneses sólo se habrían desperezado de su conformismo y credulidad tradicionales al estallar la burbuja inmobiliaria de finales de los años ochenta, reclamando mayor seguridad y remuneración por sus ahorros y la posibilidad de invertirlos en el extranjero. La liberalización financiera, que no ha hecho más que empezar, habría impulsado la desintermediación bancaria y permitido a las empresas acudir directamente al mercado de capitales, lo que habría dado alas a las más innovadoras y eficientes, hasta entonces refrenadas en su crecimiento por la miopía de sus tutores bancarios (The Economist 26/6/1999). En contrapartida, los balances de los bancos se habrían deteriorado rápidamente porque habían venido confeccionándose con un grado tan considerable de creatividad como de escasez de reglas mínimamente aceptables para los estándares internacionales. Finalmente, la crisis bancaria estalló cuando un mayor rigor en la selección del crédito hizo aflorar la sobrevaloración de los activos y los estados financieros de las empresas de los keiretsus, cuyos balances habían venido sirviendo como soporte para la cartera de crédito de los bancos (Hoshi, 1999). En suma, la crisis japonesa de los años noventa pone de manifiesto que el proceso de crecimiento anterior era vulnerable porque se había basado en una especie de operación Rumasa a escala nacional -y en una sofisticada política proteccionista que habría terminado por volverse, como siempre sucede, contra los creyentes en el nuevo mercantilismo-. La larga crisis decenal ha desembocado finalmente en una gran crisis bancaria, no muy distinta de la que experimentó la economía española entre 1975 y 1985, que consumió el 17% del PIB (Kaprio-Klingebiel, 1996), aunque en nuestro caso el suministro de crédito a bajo coste se llevase a cabo mediante la monetización directa de líneas de financiación privilegiada, abiertas por la banca a instancias del gobierno, en un contexto de elevada inflación y de fuerte proteccionismo -en este caso, nada sofisticado, construido a base de aranceles, licencias y mercados regulados, restricciones cuantitativas a la importación y dirigismo industrial y exportador-. La peculiaridad de la crisis japonesa consiste en la reaparición de la trampa de liquidez, debida al hecho de que la ausencia de inflación incapacita a la política monetaria para dinamizar la demanda, dado que los tipos de interés nominales no pueden caer por debajo de cero (Krugman, 1998 y 1999, b). Estas deformaciones -e incluso las más livianas en que habrían estado incurriendo buena parte de las economías europeas- explicarían la menor rentabilidad obtenida por el capital en este continente y la depreciación inicial del Euro, que, según esta interpretación, no tendría nada que 4 5 ver con el diferencial de tipos de interés, inducido por el desfase del ciclo económico entre las dos orillas del Atlántico. En el Anuevo paradigma@, en cambio, aquellas prácticas estarían condenadas a desaparecer porque la liberalización de los mercados, que es un derecho exigido con intensidad creciente por los consumidores, y la aparición de Internet han hecho dar un salto cualitativo a la interdependencia económica entre países. Lo uno y lo otro habría provocado la aparición de una auténtica manada electrónica en el mundo financiero, que es la que controla y supervisa el uso del crédito a escala global, ofreciendo una rentabilidad cada vez más homogénea a los ahorradores. Las posibilidades derivadas de este nuevo contexto son tan grandes como las restricciones que impone a quienes participan en él: si bien es verdad que la manada electrónica elimina la restricción de capital para empresas localizadas en zonas o países con escasa capacidad de ahorro -y de otros muchos factores, siempre que puedan suministrarse bajo una forma transmisible a través de la red-, también lo es que la contrapartida exigida para contar con el favor de la manada consiste en someterse al conjunto de orientaciones que determinan su preferencia; preferencia que puede cambiar brusca y caprichosamente, provocando la huida del capital en un tipo de estampida más destructiva que las de las manadas de bisontes en la novelas de Zane Grey, como acaban de demostrar Furman y Stiglitz (1998), quienes plantean la necesidad de introducir nuevas regulaciones internacionales que reduzcan la inestabilidad inherente a estos procesos (Eichengreen, 1999; Summers, 1999), estableciendo mecanismos de prevención e instrumentos para neutralizar su impacto negativo sobre el bienestar (Espina, 1999, b, cap. IV). Aunque los comentarios sobre estos asuntos por parte de los miembros de la manada electrónica adopten la forma entusiasta propia de los tifosi los lunes, tras la victoria de su equipo -y resulte igualmente incapaz de adoptar una distancia temporal adecuada para enjuiciar los acontecimientos-, el fenómeno descrito es real y tiene indudablemente su cuna y su dirección en Estados Unidos, con las posibilidades que ello conlleva para el reforzamiento de su liderazgo económico (Friedman, 1999), aunque no sea la panacea de la economía sin fluctuaciones económicas (Zarnowitz, 1999). Como afirmaba el editorial de Business Week del 13-IX-1999, la nueva economía puede ser real, lo que justifica que las acciones de las empresas aumenten de valor, pero lo que nadie sabe con certeza es qué parte del aumento está justificado y qué parte constituye una burbuja especulativa. Con aquel mismo fervor de tifosi en lunes, los partidarios de la nueva era afirman que en la economía norteamericana actual la única recalentada es la Reserva Federal -vid. B.S.Wesbury en The Wall Street Journal (TWSJ, 30-VI-1999)-, que, según ellos, sigue encandilada con las ideas de la vieja economía y cree que el Aefecto riqueza@ producido por el ascenso meteórico de la bolsa constituye una amenaza para la inflación, siendo así que para materializar esa riqueza hay que vender los activos -con lo que los ingresos de los vendedores son gastos de los adquirentes, sin que se registre aumento neto alguno de la demanda-, o endeudarse ofreciéndolos como garantía, de modo que el aumento de demanda solvente de quien se endeuda -que pierde la libertad para emplear alternativamente tales activos- tiene como contrapartida el ahorro de quien le presta, lo que impide que aparezcan burbujas financieras. Éstas no tendrían nada que ver con la aceleración de la innovación financiera -ya que para ellos no cuenta el hecho de que este sector se encuentre igualmente sumido en las economías de red- sino que serían simplemente fenómenos propios de la vieja era, que sólo afectan a los asiáticos y a los latinoamericanos, pero no a Norteamérica. Estados Unidos estaría preservado de tales amenazas por una de las regulaciones financieras más eficientes -basada, hasta ahora, en la separación entre banca comercial, de inversión y de seguros, y en el establecimiento de fuertes límites a la concentración, sin que a los tifosi les importe que esto haya empezado a cambiar (The Economist, 26-6-1999)- y por una rigurosa supervisión del sistema bancario, siempre y cuando se haga cumplir a todos la normativa prudencial y se deje quebrar a los bancos que no saben seleccionar a los prestatarios y acumulan impagados (cosa que no se hizo con LTCM: vid. Edwards, 1999). Con esto bastaría para que las 5 6 crisis financieras no constituyan más que episodios del inevitable proceso de vacunación y aprendizaje que sería -afirman los tifosi del nuevo paradigma- cada vez más rápido y soportable, ya que el fervor de la manada no parece enfriarse ni verse afectado por el hecho de que las crisis bancarias experimentadas por la economía norteamericana en el curso de esta generación hayan sido cada vez más profundas y amenazadoras, desde la burbuja financiera de los Real State Investment Trusts, a la crisis de la deuda mexicana -con el efecto Tequila-, a la de los bonos basura y la fusionmanía de finales de los ochenta, hasta la crisis asiática de los noventa (B. Friedman). Para los tifosi, la causa de la profundidad y de la tardanza en la salida de estas crisis se encuentra en la propia FED -juicio en el que coinciden con los economistas neokeynesianos-, que en la de 1990-91, por ejemplo, siguió empecinada en su combate contra la inflación y fue incapaz de comprender que las crisis, una vez desencadenadas, tienen su dinámica propia y sólo pueden combatirse con bruscos descensos de los tipos de interés desde el comienzo mismo de la recesión (Krugman, 1992, p. 199). En cambio, en la crisis asiática el encargado de ejecutar la mala política habría sido el FMI, exigiendo a Tailandia disparatadas elevaciones del tipo de interés para combatir la crisis del bath, lo que habría generalizado el hundimiento empresarial y la cesación de pagos de las empresas, el credit-crunch y el contagio del problema a todo país del que se sospechase -aunque fuera remotamente- que podía estar aquejado de los mismos problemas (Stiglitz, y Furman-Stiglitz 1998). La FED estaría tropezando de nuevo en la misma piedra, ya que su decisión de endurecer la política monetaria vendría a ser para estos analistas una maldición dirigida a frenar el dinamismo de las empresas de la Anueva era@ y a condenar a las empresas del viejo paradigma a una situación más difícil de lo que ya de por sí les resulta el presente, sometidas como están a la competencia furiosa y destructiva propia de las estrategias de fin de juego del viejo paradigma de las economías de escala, lo que comporta fuertes excesos de capacidad y un contexto de deflación permanente de los precios industriales, que lleva más de un decenio forzándolas al cierre o a la reconversión -a través de procesos de reingeniería con los que intentan dar el salto hacia la nueva era- contexto que se verá fuertemente acelerado y agravado por causa de la nueva orientación de la política monetaria. Ésta no tendrá otra virtud que la de aumentar todavía más la cotización del dolar -y el deterioro de la balanza comercial- y de multiplicar los problemas de financiación de las empresas menos eficientes (como se ve, en este punto la cotización de la moneda se hace depender de la política monetaria y ya no del paradigma). Es ahí, según los tifosi, donde aparece la amenaza de colapso: en la condena a muerte monetaria de un sinnúmero de empresas que tienen que afrontar la difícil tarea de realizar el tránsito entre la nueva y la vieja era. Ante este conjunto de ataques, el bueno de Alan Greenspan tuvo que hacer el día 17 de junio ante el Comité Económico Conjunto del Congreso norteamericano la más firme profesión de fe neokeynesiana que se recuerda en un Presidente de la FED, renegando de la idea de que exista una tasa de paro no aceleradora de la inflación (NAIRU), y afirmando (TWSJ, 30-VI-1999): AEstoy de acuerdo, por supuesto, en que frenar el crecimiento a modo de objetivo, que es lo que está implícito en artefactos como la NAIRU o la curva de Philips, no tiene el menor sentido....No existe ninguna forma de inestabilidad inherente al crecimiento económico, siempre que éste sea el resultado de la combinación del crecimiento normal de la fuerza de trabajo y de la productividad.....No obstante, en algún momento pueden aparecer situaciones en que se crezca a una tasa que exceda la tasa implícita de crecimiento de la productividad subyacente, como consecuencia de lo cuál hay que apelar a fuerza de trabajo adicional. Sólo si -como ha ocurrido ahora- se reduce continuamente el nivel del desempleo tecnológico...., de la estadística de desempleados, además de la masa de los que no están en la población activa pero desearían estarlo (cuya suma viene a ser de diez millones de norteamericanos)... entonces pueden aparecer límites. Porque no se puede pensar que no existan límites, y que cualquiera que sea la expansión no existe riesgo de desestabilización@. 6 7 )Cuanto de real hay en esta Anueva economía@ -como se preguntaba la portada de The Economist de 24 de julio- para colocar abiertamente a la defensiva a un banquero central con una trayectoria de gestión tan impecable como la de Greenspan? -cuya principal preocupación al elevar en un cuarto de punto el tipo de interés el 24 de agosto de 1999, por segunda vez en dos meses, consiste en no pasar a la historia como el segundo Gobernador Benjamín Strong, al que se le sigue imputando la responsabilidad de haber desencadenado la Gran Depresión de 1929 por omisión, al no haber sabido frenar a tiempo la especulación de la bolsa, contra el juicio de Milton Friedman (1963, p. 692), quien ya ha dicho que no encontramos otra vez ante una situación similar a la de 1929. )Son todas estas ideas simplemente cuentos de la lechera? )Se trata de enfoques más o menos visionarios de una realidad emergente, que sólo se presenta con claridad meridiana ante los ojos de quienes se encuentran inmersos en los nuevos fenómenos? )Es otra vez la miopía de la vieja ortodoxia económica de las cuentas saneadas, a la que Maynard Keynes responsabilizó de haber precipitado la mayor recesión de la historia económica moderna? )Estamos ante un nuevo gran ciclo económico de tipo Schumpeteriano, basado en la aparición de una nueva oleada de tecnologías y empresarios innovadores? )O es más bien el reflejo de la Afiebre del oro@ que suele acompañar a toda fase larga de expansión económica? )No serán las fuerzas desencadenadas por la propia expansión, y especialmente el crecimiento del crédito, apoyado en una impresionante aceleración de la velocidad de circulación debida a la innovación bancaria (dinero de plástico, bank on line) y financiera (con centenares de instrumentos de propósito múltiple: dinero y activo, activo y seguro, etc.), fuera de cualquier posible regulación, las responsables de incubar un nuevo estallido, tanto más temible cuanto más deprisa se avance hacia el precipicio? )O la deflación que empieza a asomar en algunos conjuntos de precios y algunos países es el signo de que se avecina la aglomeración de una reestructuración masiva de las industrias más maduras, imposible de llevar a buen término sin la cobertura de un cierto nivel de inflación y sin medidas de gestión de la demanda, que fue la política recomendada por Keynes a Lloyd George en 1926-28 como programa para el partido liberal (Skidelsky, 1994)? )Existen señales -como piensa Krugman (1998)- de que la trampa de liquidez en la que se encuentra Japón amenaza también a otros países? )Nos encontraríamos simplemente ante los efectos derivados de una buena política de control de la inflación, perfectamente reversibles tan pronto se baje la guardia en esta política (Romer, 1999)? )Existe un único papel para la banca -y para todo el sistema financiero y el mercado de capitales- en los distintos países y etapas, o es inevitable, como piensa Aoki (1999) que la banca desempeñe durante las primeras fases de desarrollo un papel de auténtico hub o nudo de comunicaciones y de información? En suma, )existe una única o distintas formas de capitalismo? )No nos encontraríamos, como piensa Joseph Stiglitz (1998, 1999) -que es el economista de referencia que a uno se le ocurriría comparar con Keynes en nuestro tiempo-, ante una especie de fuga hacia adelante, culminación de las anteriormente emprendidas al calor del Aconsenso de Washington@: la de la carrera desbocada y desregulada de las economías en transición (que obligaba a mirar hacia otro lado cada vez que aparecía la conexión entre Yeltsin y el sector de la mafia rusa engordada a base de reciclar fondos del FMI), y la del paraíso y el aparente Potosí inversor de las llamadas economías emergentes (constituidas igualmente, la mayoría de ellas, cabalgando a lomos del mal gobierno), una y otra sometidas al brusco aterrizaje de la crisis de 1997, que viene a ser, además, la recidiva de una crisis japonesa que dura ya toda la década y a la que no se le ve salida, precisamente porque anidaba en un conjunto de pautas irregulares de comportamiento económico profundamente arraigadas, hasta el punto de constituir los rasgos característicos de todo un modo de vida, de gestión, de empresas y de banca -con sus apoyaturas políticas- identificado todo ello como Japan INC (Yoshikawa, 1998), cuya resolución tomará largos períodos de tiempo? 7 8 2.- Empleo, crecimiento y convergencia: la función OCDE de producción como función-frontera en el proceso de desarrollo. Dilucidar si nos encontramos ante un cambio estructural de los parámetros que han venido rigiendo el proceso de crecimiento es algo que tiene considerables implicaciones para el diseño de la política de empleo, ya que la expansión continuada de este último ha sido la característica del crecimiento económico moderno y su insuficiencia -especialmente de empleos asalariadospuede considerarse como un problema de atraso estructural (Espina, 1999, c). Actualmente, mientras sólo cuatro de cada diez españoles en edad de trabajar dispone de un empleo asalariado, en la Unión Europea la cifra es un veinticinco por ciento más alta: cinco de cada diez. En los países nórdicos y en Estados Unidos hay más de siete asalariados por cada diez personas disponibles; en Japón y Gran Bretaña del orden de siete, y en Francia y Alemania en torno a 55 por cada cien, cifra que se corresponde con la media de la OCDE. Esa es la principal diferencia económica y de bienestar entre España y el conjunto de la Unión Europea: en 1995 España tenía una tasa absoluta de salarización del 36% y 10.000 dólares (a precios y tipos de cambio PPA de 1985) de renta per cápita, mientras que Estados Unidos tenía aproximadamente el doble de ambas magnitudes. Las medias de la UE (14 países) y de la OCDE (20 países) se encontraban algo por debajo y algo por encima, respectivamente, de la mitad del recorrido entre ambos países. La primera pregunta que surge es )por qué hay en España menos empleo asalariado que en los demás países europeos? En términos históricos, la respuesta parece clara: puede decirse que la cantidad de empleo asalariado de un país es el resultado del proceso de formación de capital y de acumulación de iniciativa empresarial, y que constituye el mejor indicador de su nivel de progreso económico. Para dar empleo a una proporción creciente de asalariados hace falta que aumente la densidad de iniciativas empresariales viables y que estas iniciativas encuentren financiación adecuada. En general, la tasa y el nivel del ahorro crecen con la renta, y es este ahorro el que financia la inversión de capital2. Además, las expectativas de la gente aumentan con el progreso, y quien acepta un empleo asalariado espera conseguir un determinado salario. A su vez, para poder pagarlo el empleador necesita que la productividad del trabajo sea proporcional a ese salario, y ello requiere una capacidad de organización empresarial y una determinada inversión de capital por empleado, que aumentan a medida que lo hace el salario. Simplificando mucho, la escasez de empleo en España se debe a que hasta ahora las disponibilidades de ahorro y de iniciativas empresariales resultaban insuficientes para aumentar la proporción de población que podía acceder a un empleo adecuado, remunerado con el salario vigente en el mercado. En suma, desde el punto de vista del sistema de producción la clave para explicar la dinámica del empleo es el binomio formado por las variables, Adotación de capital por persona empleada@ (K/L = k) y Aproductividad del trabajo@ (Y/L = y). En general, la segunda crece a medida que lo hace la primera y esta última es la que conduce a la modernización económica y al progreso (Kuznets, 1959): en el modelo de crecimiento de Nicholas Kaldor (1957), por ejemplo, la incorporación del progreso técnico a la producción se lleva a cabo exclusivamente a través de la inversión en nuevo capital. Pero el empleo sólo puede crecer si la producción crece a un ritmo superior al de la productividad {denominando γ a la tasa de crecimiento de la variable que figura en subíndice: γL = γY ─ γy} y en una economía abierta -única forma conocida de mantener un ritmo razonable de modernización y mejora del bienestar- el crecimiento de la renta viene 2 La formalización más sencilla de este conjunto de relaciones es el modelo de Harrod-Domar, sintetizado en las ecuaciones [14] a [17] del Apéndice. 8 9 determinado por la competitividad de la producción interna, que no es otra cosa que la eficiencia en el uso de los factores de producción (capital y trabajo) en comparación con la de los otros países. Esto es, el empleo de un país está determinado por el estado relativo del binomio {k, y}, o, lo que es lo mismo, es una función del grado de eficiencia con que se combinan esas dos variables. La relación entre estas dos variables a nivel macroeconómico se suele analizar utilizando funciones agregadas de producción. En el Apéndice de este artículo y en los dos Anexos al mismo se ha identificado, especificado y estimado una función agregada de producción para el conjunto de países de la OCDE que cuentan con datos comparables, basada en observaciones referidas al último siglo (1890-1994), de modo que pueda servir como referencia para estudiar el comportamiento relativo de los países y para detectar la existencia o inexistencia de una Aruptura del paradigma productivo vigente@ del que se habló en la primera parte. Este Aparadigma@, al que Kuznets (1959) denominó Acrecimiento económico moderno@, ha permanecido básicamente constante durante los dos últimos ciclos Kondratieff, que abarcan todo el siglo, desde la introducción de la gran oleada de innovaciones de finales del siglo pasado y comienzos del actual -que, según Chandler (1990), otorgaron a EE.UU. el liderazgo basado en el capitalismo Amanagerial@ de las grandes empresas corporativas, que acompañó a la producción a gran escala de acero, automóviles, petróleo, productos químicos, energía, aparatos eléctricos, teléfonos, etc.hasta la generalización de tales innovaciones tras la Segunda guerra mundial, mediante la aplicación civil de los nuevos avances tecnológicos desarrollados durante la contienda, con la incorporación de la aviación comercial, la química y la electrónica industriales y la organización fordista de la producción3. De modo que esta función permite adoptar una perspectiva de muy largo plazo para el estudio comparativo y para dilucidar si la situación que estamos presenciando puede interpretarse como un desplazamiento Aa lo largo@ de la función de producción o debemos concluir más bien que existe un desplazamiento Ade la@ propia función. Se trata de una cuestión crucial para el diseño de políticas (no sólo de políticas de empleo, pero especialmente en este campo). La función de producción estimada adopta la forma de una ecuación Cobb-Douglas con los siguientes parámetros (midiendo el capital y el producto en dólares de 1985 a tipo de cambio de paridad de poder adquisitivo): [A] y = 15,9 · k 0,7 Lo que quiere decir que a la duplicación de la relación capital/trabajo le corresponde un crecimiento de la productividad del trabajo del 70 por ciento (e, implícitamente, a la duplicación del volumen de trabajo por unidad de capital un crecimiento del 30% de la productividad de éste). En el gráfico 2, en el que se utilizan coordenadas logarítmicas, esta relación mide la pendiente de la recta que representa la relación entre las dos variables. Como se señala en el apéndice, esta forma de la función de producción implica que la productividad marginal del capital es positiva pero suavemente decreciente (mirada desde arriba, la curva es convexa: vid. gráfico 1), de modo 3 Esta delimitación temporal esta marcada por la disponibilidad de los datos proporcionados por Maddison y por la inclusión de EE.UU. y Japón. Si hubiésemos tratado sólo de Europa, el momento inicial probablemente debería haber sido 1913, ya que el modelo de Foreman-Peck (1995) explica razonablemente el desarrollo económico europeo del medio siglo comprendido entre 1860 y 1910 con una riqueza en la captación de variables de la que no dispone la ecuación Cobb-Douglas. Además, el período 1870-1913 registró un rápido proceso de convergencia de los precios de los factores (concretamente de las ratios salario/renta de la tierra) entre el viejo y el nuevo mundo derivado de la convergencia de precios de los productos y complementario de la convergencia en los niveles de renta per cápita (vid. O=Rourke et alia, 1996). 9 10 que en el conjunto del área se registró una ligera tendencia hacia la convergencia de la productividad del trabajo, reflejada en el hecho de que los países con menores productividades iniciales registraron mayores crecimientos de la variable {y}. En el gráfico 3 -que recoge las tasas de crecimiento de {y} durante los últimos treinta años en 17 países de la OCDE, relacionadas con su nivel de productividad en 1969- esto se refleja en la disposición de las tasas de este conjunto de países por encima de la línea que une la productividad de 25.000 dólares y la tasa de crecimiento del 4% y en alineación descendente. Se trata, sin embargo de un tipo de convergencia condicional4, que resulta exclusiva para los países que disponen de marcos institucionales relativamente homogéneos -para los que puede hablarse de un stock de capital social (KnakKeefer, 1997) superior al nivel crítico, o de la Acapacidad social@ necesaria para la industrialización (O=Brien, 1998, p. 49)-, ya que entre 1960 y 1990 el triángulo vacío del gráfico 3 se ha visto densamente transitado por decenas de países no pertenecientes a la OCDE (vid. Temple, 1999, gráfico 1) y la evidencia parece indicar que la tendencia observable consiste más bien en la formación de dos Amontañas gemelas@ (una de países ricos y otra de pobres), más que una sola montaña con tendencia a estrechar su base (Quah, 1996), lo que explica la desilusión provocada por la globalización en muchas áreas del planeta (Gray, 1998). Esta problemática exige disponer de modelos que generen una multiplicidad de estados estacionarios para dar cuenta de la aparición de verdaderos Aclubes de convergencia@ (Galor, 1996). Según el más reciente de estos modelos teóricos (Mountford, 1999), en condiciones de autarquía economías con elevado crecimiento potencial se ven atrapadas en estados estacionarios de bajo crecimiento, mientras que bajo un régimen de comercio internacional del tipo Heckscher-Ohlin cada economía alcanza su propio crecimiento potencial, lo que implica estados estacionarios con distintas tasas de crecimiento que dejan indeterminada la posibilidad de convergencia o divergencia de la renta per cápita entre países. INSERTAR GRÁFICOS 1, 2, 3, 4 y 5 (ver apéndice) A largo plazo, dentro del selecto club de la OCDE el modelo neoclásico -aún despojado de algunas de sus prescripciones distributivas, como se hace en este trabajo- parece haber funcionado razonablemente bien5, pero incluso en este mismo contexto el gráfico 4 indica claramente que la mayor intensidad del proceso de convergencia de los últimos treinta años hay que imputársela sobre todo al período 1969-1985, ya que durante los últimos años decayó considerablemente. Aunque esta nueva evidencia plantea retos adicionales para la exploración del 4 La convergencia absoluta se refiere a la aproximación de la productividad entre países, ya se defina tal aproximación como un crecimiento de los países pobres más rápido que el de los ricos (convergencia β), ya como una tendencia al decrecimiento de la dispersión de las correspondientes rentas per cápita (convergencia σ), conceptos, a su vez, relacionados entre sí. En el modelo neoclásico la convergencia condicional se refiere a la aproximación de la productividad de un país a su propio estado estacionario, determinado, además de por el nivel inicial de dotación de capital, por sus tasas de ahorro, de crecimiento de la población, etc. Dentro del grupo de países de la OCDE, con comportamientos económicos e institucionales similares, puede asumirse que existe un único estado estacionario igual para todos ellos, de modo que la convergencia condicional dentro del grupo se comporta en realidad como convergencia absoluta: Vid. Sala-i-Martin (1996). 5 Y también para el Aclub@ de América Latina entre 1960 y 1990 -en este caso con todos sus atributos-, para el que Rincón (1998), mide una tasa de convergencia condicional, β, de un sorprendente 6,7% anual, con un período medio estimado para alcanzar el estado estacionario de 10,2 años, menos de la sexta parte que el estimado para la OCDE con los parámetros de nuestro modelo (58 años). 10 11 futuro, nuestra función resulta útil para la indagación de la pauta históricamente observada y para contrastar la eventual ruptura actual, ya que el modelo tiene la virtualidad de resultar válido tanto para el conjunto del siglo como para sus dos mitades: entre 1950 y 1994 los dos parámetros (A = 18'4; α = 0'69) son prácticamente iguales a los estimados en la ecuación [A] para el período 18901994, lo que ratifica, cuarenta años después, la idea de Kuznets de un Aparadigma productivo@ básicamente estable a lo largo de todo el siglo XX, que se refleja también en el mantenimiento de una ordenación de los países según su nivel de riqueza que apenas ha cambiado entre 1900 y 1992 (Kenny, 1999). Esto permite pensar en una especie de rendimientos decrecientes por clubes (o convergencia condicional), formados mediante procesos de causación acumulativa del tipo analizado por Arthur (1994), sin olvidar que en la evolución del indicador renta per cápita importa tanto el numerador (producto) como el denominador (población) y la evolución de esta última -gobernada actualmente por la tasa de natalidad- depende fundamentalmente de la modernización política, la introducción de democracia en el ámbito local y la reducción de la desigualdad a través de la mejora de las expectativas de movilidad entre la población (Das Gupta, 1999). Y sin olvidar tampoco que el arranque del propio proceso de industrialización depende también de factores institucionales y políticos (Hansen-Prescott, 1998), por mucho que Ael fenómeno que diferencia al modelo económico maltusiano del post-maltusiano sea generalmente la aceleración del progreso tecnológico, mientras que el que separa al régimen post-maltusiano del crecimiento moderno es la transición demográfica@ (Galor-Weil, 1998). En el gráfico 5 se ha representado el comportamiento del binomio {y, k} español desde 1950 con relación a la función de producción secular de la OCDE. Se observa que esta última ha funcionando como una especie de función-frontera6 del crecimiento español de la posguerra, de modo que el proceso ha consistido básicamente en un lucha permanente por alcanzar y/o recuperar los niveles de eficiencia y productividad del trabajo del conjunto de éste área correspondientes a la relación capital/trabajo existente en cada momento en España. Ya veremos que la dinámica de la dotación de capital por trabajador estuvo, a su vez, influida por el nivel de los salarios relativos, y que la interacción entre ambos factores es la que determinó la capacidad de creación de empleo de la economía española. 3.- Eficiencia, salarios y rentabilidad: el binomio productividad/dotación de capital Para medir el grado de adecuación de cada área a la pauta conjunta del binomio {y, k} podemos construir un indicador de eficiencia relativa {X} dividiendo la productividad del trabajo efectivamente registrada, {y}, por la que correspondería a cada país en cada momento del tiempo {y*} de acuerdo con la función de producción de la OCDE, dada la correspondiente dotación de capital por trabajador {k}. Este indicador mide el grado de eficacia con que cada país utiliza los dos recursos básicos de producción (ya que, como se indica en el apéndice, el mismo razonamiento y el mismo indicador miden también la productividad relativa del capital, {π/π*}, debido al supuesto sobre el carácter neutral del progreso técnico). En el gráfico 6 se compara a España con las tres áreas de la troica, y se observa que antes de la primera crisis del petróleo tanto España como el conjunto de la UE registraban niveles de productividad acordes con los que les correspondían según la función de producción. Japón se encontraba algo por debajo, pero superaría al área europea entre 1975 y 1979, para iniciar a partir de ese año un descenso que no tocaría suelo hasta 1991 (coincidiendo con el estallido de la burbuja financiero-inmobiliaria y el 6 .- Para una revisión de la literatura y el significado de la función-frontera, vid. Kalirajan y Shand (1999). 11 12 inicio del proceso de ajuste). Por su parte, Estados Unidos registró permanentemente un nivel de eficiencia del orden del 20% superior al europeo, y una tendencia a acrecentar esta diferencia a lo largo de los últimos quince años. La eficiencia relativa en la utilización de los factores de producción de cada área constituye la base económica que fundamenta su remuneración. Al mismo tiempo, en términos de competitividad, los salarios y la eficiencia del trabajo deben avanzar pari pasu, so pena de deteriorar la posición relativa de los costes laborales por unidad de producto del país. La remuneración del capital, en cambio, no guarda en esto simetría con la del trabajo porque sólo una parte de tal remuneración constituye verdadero coste (el financiero, que remunera la utilización de los recursos ajenos empleados por las unidades productivas y que es condición necesaria para que exista ahorro), ya que la remuneración de los recursos propios de capital de las empresas es meramente residual: los beneficios -cuando existen- sólo se abonan una vez retribuídos los restantes factores7. Para observar el comportamiento de los costes salariales se ha construido un indicador -calculado según la técnica explicada en el Apéndice- que consiste en el cociente entre la remuneración por trabajador asalariado efectivamente registrada y la productividad marginal del trabajo {PMT} para cada nivel de dotación de capital por trabajador, estimada a partir de la función de producción. El resultado de este indicador de la presión salarial relativa se ha dibujado en el gráfico 7, en el que se observa que la presión española anterior a la primera crisis del petróleo era similar a la americana y la japonesa y muy superior a la europea. Como esta presión no venía soportada por niveles de eficiencia equivalentes (gráfico 6), la aceleración del proceso de internacionalización económica a partir de 1977 se tradujo en un fuerte descenso de este indicador, que no recuperaría la estabilidad hasta 1985, tres años más tarde de iniciarse la recuperación del indicador de eficiencia y a un nivel de presión salarial equivalente al nivel medio de la UE -y ello pese a que el nivel de eficiencia español sólo se alinearía con el de la Unión algo más tarde-. Como la eficiencia continuó creciendo hasta 1989, el indicador de presión salarial pudo sostenerse hasta entonces, pero aquella volvió a caer entre 1989 y 1993, lo que motivó un nuevo ajuste de la presión salarial, que sólo recuperaría su posición estable a partir de 1997, algo por debajo del nivel medio europeo, como correspondía a nuestro nivel de eficiencia. En general, puede decirse que la evolución española ha experimentado durante los últimos treinta años tendencias del mismo signo que las del conjunto europeo, aunque mucho más pronunciadas. El caso japonés se caracterizó por un verdadero derrumbamiento de los dos indicadores entre 1977 y 1991, lo que contradice parcialmente la consideración que se tiene comúnmente sobre la elevada eficiencia económica de este país. Más bien, cabe afirmar que el fuerte impulso de la competitividad japonesa durante el período previo al estallido de la crisis de los noventa no provino de la productividad -cuyo indicador cayó casi un treinta por ciento- sino que descansó sobre la reducción de más de un cuarenta por ciento en su indicador salarial, y ello no por una caída en el numerador (ya que la remuneración real por asalariado creció a una tasa anual del 1,6% durante aquellos catorce años y al 1% desde 1985, exactamente el crecimiento medio de la OCDE), sino por un fuerte aumento de la relación capital/trabajo {k}, que hizo aumentar considerablemente la productividad marginal del trabajo estimada a partir de la función de producción {PMT} -que es la que figura en el denominador de la fracción-, proceso al que enseguida volveremos. En el gráfico 8 se ha dibujado el indicador de rentabilidad relativa, construido de forma completamente paralela al de presión salarial. En este caso, como se indica en el apéndice, el 7 Para una revisión de la literatura más reciente sobre los derechos de propiedad y la problemática de la remuneración de los activos, vid. Maskin-Tirole, 1999. 12 13 indicador es el cociente entre el índice de rentabilidad macroeconómica -construido dividendo el residuo del PIB no destinado a la remuneración de los trabajadores (Y-W) por el stock de capitaly la productividad marginal del capital {PMK}, estimada a partir de la función de producción, para los niveles de la ratio trabajo/capital {i} efectivamente registrados en cada área y momento del tiempo. Partiendo en 1971 de niveles de rentabilidad relativa muy similares (en torno al 70% de la productividad marginal del capital a nivel agregado) Estados Unidos mejoró suavemente durante los años setenta, experimentó una inflexión entre 1979 y 1983, coincidiendo con la segunda crisis del petróleo, y creció desde entonces de forma autosostenida, registrando una evolución perfectamente paralela a la de su indicador de eficiencia en el gráfico 6 En cambio, tanto Europa como Japón experimentaron una fuerte caída durante la primera mitad de los setenta, que se estabilizó durante la segunda, mientras que la caída española se prolongó hasta 1979. Puede decirse que este indicador es el que mejor anticipó en España la evolución del empleo, lo que no puede sorprender, ya que -según el modelo de Kaldor- la remuneración del capital es la principal fuente e incentivo para la inversión, y ésta el principal factor causal de la dinámica del empleo. El gráfico 8 refleja tres hechos que explican buena parte de lo ocurrido durante los últimos treinta años: a) desde la segunda crisis del petróleo la rentabilidad relativa no ha dejado de crecer en Norteamérica (aunque los últimos tres años son estimaciones propias, basadas en las previsiones sobre la evolución de las variables básicas, realizadas por la OCDE). La separación máxima respecto a la rentabilidad Japonesa la alcanzó EE.UU. en 1991 (en que era casi un 60% más elevada), y en 1993 respecto a la Unión Europea, momento en que el desfase era casi de un treinta por ciento; tanto este gráfico como el 6 parecen dar la razón a los partidarios del nuevo paradigma; b) en el caso europeo puede decirse que las grandes fluctuaciones de la rentabilidad del capital coinciden con las del empleo, con una cierta anticipación, y, c) en el caso de España el suelo del indicador de rentabilidad se encuentra en 0,6 y el umbral a partir del cual se crea empleo se encuentra en el 0,7: sólo por encima de ese nivel se ha generado suficiente inversión para cubrir al mismo tiempo la necesidad de aumentar la dotación de capital por trabajador y para dotar de capital a un aumento neto del número de empleos. Esta ultima es la característica del crecimiento español que conviene retener aquí. La productividad del trabajo a nivel agregado es en España muy elevada en términos comparativos (Espina, 1999, c): en promedio, entre 1985 y 1998, fue similar a la Japonesa y superó a la de los países nórdicos y Australia casi en una sexta parte, y a la de Gran Bretaña en una décima parte. La tasa española de crecimiento de la productividad fue del 2,5% durante todo el período 19711999, si bien durante los primeros catorce años fue del 3,8% (la mayor de todos lo países de la OCDE para los que contamos con datos), y durante los últimos catorce bajó hasta situarse en el 1,3% (algo por debajo del ritmo del 1,4% registrado en el conjunto de la OCDE). Un crecimiento tan elevado de la productividad del trabajo resultaba imprescindible para sostener un ritmo de crecimiento del salario real que se situó en el 3,1% entre 1971 y 1985 (un 5,7%, si tomásemos el período 1964-1979, en el que la productividad creció a un 4,4%), pero implicaba un crecimiento de la dotación de capital por persona empleada también muy elevado (de un 6,5 % anual entre 1964 y 1979 y de un 5,6% entre 1971 y 1985, frente al 3,4% de la UE durante este último período). Se trataba de crecimientos muy superiores al ritmo de inversión sostenible con aquella tasa de rentabilidad, de modo que la insuficiencia en el ritmo de formación de capital hizo que el crecimiento del producto quedase muy por debajo del de la productividad del trabajo, y el empleo no dejó de reducirse hasta 1985. El gráfico 8 indica que el punto más bajo de este círculo vicioso se alcanzó en 1979. Entre ese año y 1999 el crecimiento del salario real fue del 0,8 % anual; hasta 1985 la productividad siguió creciendo a un ritmo del 3,4 % (y la dotación de capital por empleado al 4,1%) lo que permitió que ese año se superase el umbral de rentabilidad del 0,7 (gráfico 8) y que la inversión, el producto y el empleo entrasen en una espiral de crecimiento dulce y buenas vibraciones hasta 13 14 1989, momento en que la rentabilidad comenzó a caer de nuevo, anticipando un movimiento negativo del empleo. Porque en cuanto el empleo recuperó un crecimiento fuerte y aparentemente autosostenido, los salarios nominales iniciaron un nuevo crecimiento explosivo, que se situó en el 10,1% anual entre 1989 y 1993, aunque en este caso tal crecimiento no se tradujese en una explosión del salario real, sino sobre todo en un fuerte repunte de la inflación, que limitó el crecimiento de aquél a un 2,6% anual durante ese cuatrienio, al que en otro lugar denominé Ael cuatrienio de la pesadilla industrial@ (Espina, 1995). Aunque el crecimiento salarial explosivo fue sobre todo un fenómeno monetario, en esta ocasión el espejismo habría de tener consecuencias reales dramáticas para el empleo, porque en 1989 la peseta había entrado en el sistema Monetario europeo y ya no cabía el recurso fácil de corregir con depreciaciones de la peseta las desviaciones de precios internas. En esta ocasión la depreciación de la peseta, que fue tan brutal como la desviación de inflación acumulada, no se produciría sin antes desequilibrar gravemente la balanza por cuenta corriente, que redujo enseguida el crecimiento y deterioró la rentabilidad drásticamente. Ésta perforó de nuevo la frontera fatídica del 0,7 en 1991, y se vio seguida por el hundimiento de la inversión y del empleo. Un hundimiento que tuvo, sin embargo, como subproducto positivo la recomposición de la productividad del trabajo, lo que, en combinación con la reconducción de los salarios a partir de 1993 -que crecieron durante los seis años subsiguientes a una tasa nominal anual del 3,23%, compatible con el contexto europeo- permitió que el salario real y la productividad terminaran creciendo durante el decenio 1989-1999 a una tasa anual entre el 1,1% y el 1,2%, y de esta forma el indicador de rentabilidad recuperó la cota de 0,7 a partir de 1995, de modo que la inversión, el producto y el empleo reemprendieron su crecimiento. INSERTAR GRÁFICOS 6, 7, 8, 9, y 10 (ver apéndice) Conviene detenerse en el análisis de lo ocurrido durante el último sexenio porque este período ha registrado un cambio especialmente significativo en el comportamiento de una de las variables básicas: la reducción del ritmo de crecimiento de {k} hasta una tasa del 1,2% anual (frente a otra del 3% entre 1985 y 1993). En el cuadro adjunto se comparan las tasas de crecimiento de esta variable en España y en las tres grandes zonas de la troica para los períodos más significativos. La última columna del cuadro permite afirmar que ha existido una gradación casi perfecta en la intensidad del crecimiento de la relación capital/trabajo durante los últimos 28 años: Japón registró el crecimiento máximo y EE UU el mínimo, situándose Europa a medio camino entre ambos, y España mucho más cerca de Japón que de la media Europea: CUADRO 1.- CRECIMIENTO DE LA RELACIÓN CAPITAL TRABAJO {k} 1 2 3 4 5 19711985 19851999 19851993 19931999 19711999 EE UU 0,8 0,6 0,2 1,0 0,7 Europa (8) 3,4 1,2 1,3 1,0 2,3 España 5,6 2,2 3,0 1,2 3,9 Japón 5,7 2,7 3,6 1,6 4,2 14 15 Al dividir el período en dos tramos de catorce años (columnas 1 y 2) se observa que durante el primero (1971-85) Europa creció a un ritmo superior al cuádruple del de Estados Unidos, mientras que en el caso de España y Japón la tasa de crecimiento fue siete veces la norteamericana. Durante el segundo tramo de catorce años (columna 2) el desequilibrio entre Norteamérica y el resto de las áreas se redujo a la mitad, pero esta reducción fue el resultado de dos movimientos completamente contrapuestos, como enseguida veremos. Ciertamente, en 1971 los desniveles entre la relación capital/trabajo de las tres áreas eran extraordinariamente elevadas: frente a los casi 20.000 dólares de España, los 21.500 de Japón, y los 28.500 de la UE (8 países), Estados Unidos arrancaba ya con una dotación de 44.000 $ (de 1985) de capital por persona empleada, lo que, a la vista de los niveles de eficiencia relativa del gráfico 6 -y como postula el modelo neoclásico-, parecía comportar en aquel tiempo una ventaja competitiva prácticamente inexpugnable. Lo más significativo del proceso fue que la emulación desencadenada durante la década de los setenta continuó mucho más allá del momento, entre 1986 y 1992, en que cada área alcanzó la relación capital/trabajo {k} de Estados Unidos, cosa que hizo primero Japón en 1986 -con una relación capital trabajo de casi 50.000 dólares-, después la Unión Europea en 1989 -con una dotación media de 48.800 dólares- y, finalmente, España en 1992 -con una {k} de 50.200 dólares-. Lo sorprendente de este cuadro es que el sorpasso no impidió que entre 1985 y 1999 la relación capital/trabajo {k} creciera en Europa a una tasa doble que la norteamericana, y que las de España y Japón creciesen a un tasa cuatro veces superior a la misma. Todavía más significativa fue la diferencia abismal de las tasas de crecimiento observadas entre 1985 y 1993 (columna 3), período en que la ratio {k} europea creció a un ritmo seis veces superior al norteamericano y las de España y Japón multiplicaron por quince y dieciocho, respectivamente, a la de Estados Unidos. Sólo a partir de esa fecha parece observarse una cierta convergencia en las tasas de crecimiento (columna 4), aunque hay que tener en cuenta que para la mayor parte del período 1993-1999 sólo contamos con estimaciones y no con datos realmente observados. Así pues, si hasta 1986-92 la superior eficiencia de Estados Unidos podía suponerse derivada de su mejor dotación de capital por persona empleada, a partir de esa fecha no sólo aumenta significativa y continuadamente la eficiencia productiva -como observábamos en el gráfico 6- sino que este avance se lleva a cabo con una dotación de {k} inferior al resto de las áreas. Este movimiento de tijeras parece reforzar la idea de que está emergiendo un nuevo paradigma, liderado tecnológicamente por EE.UU. (Abramovitz-David, 1996). Cualquiera que sea la verosimilitud de las conjeturas sobre los datos referidos al último sexenio para las tres grandes áreas de la troica, la evolución española responde a datos realmente observados, al menos hasta 1997, por lo que cabe afirmar también que la nueva fase de crecimiento iniciada en 1995 resulta cualitativamente diferente de las anteriores, en tanto que por primera vez el crecimiento de la inversión se ha destinado básicamente a dotar de equipo capital a los nuevos empleados y, en muy inferior medida, a aumentar el equipamiento utilizado por el personal ya empleado: mientras que durante la etapa 1985-1991 {k} creció a una tasa del 1,9%, entre 1994 y 1999 lo hizo a una tasa del 0,8%. La combinación del efecto eficiencia con el de la presión salarial relativa puede observarse en el gráfico 9, cuyo significado es claro: el crecimiento continuo de la eficiencia norteamericana avanzó pari pasu con el de los salarios; el estancamiento (aunque con fluctuaciones) de la eficiencia relativa española exigió un descenso continuado y persistente del indicador salarial, mientras que un descenso del 30% en la eficiencia provocó el hundimiento de la ratio {w/PMT} japonesa. El comportamiento español siguió la pauta general europea, pero con una intensidad mayor, hasta 1985. A partir de entonces el indicador salarial europeo se estabilizó, al tiempo que la eficiencia crecía en un diez por ciento. 15 16 La relación entre eficiencia y rentabilidad es todavía más rotunda pues las tres áreas se movieron durante los últimos 28 años a lo largo de la diagonal del gráfico 10: grosso modo la duplicación de la eficiencia se tradujo en la de la rentabilidad, con la peculiaridad de que, mientras EE UU avanzaba hacia el extremo superior, Japón se dirigía hacia el extremo inferior y España daba vueltas en medio, lastrada por un índice de eficiencia que se mantuvo en torno a la unidad. Esta fue también la posición media de la Unión Europea, hasta que a mediados de los años ochenta se inició un rápido despegue, tanto de la eficiencia como de la rentabilidad. En todo caso, los dos gráficos avalan la idea de que Japón ha experimentado la más completa descomposición; que la Unión Europea no ha conseguido despegar todavía de los niveles de los indicadores correspondientes al paradigma tradicional, y que Estados Unidos ha superado tales niveles y se dirige con celeridad hacia una zona de eficiencia, rentabilidad y remuneración muy superiores a las del conjunto, separándose abiertamente de la pauta señalada por la función de producción histórica. Los gráficos 11 y 12 examinan esas mismas relaciones entre la variable eficiencia y las de remuneración de los factores haciendo un corte transversal con los datos medios del período 1985-1989 -centrados en 1987-, que muestran un alineamiento razonablemente ajustado de los quince países a lo largo de la diagonal. Los aspectos más destacados de estos dos gráficos pueden sintetizarse así: a) la eficiencia española se sitúa en el mismo nivel que la Alemana y algo por debajo de la holandesa y belga, muy próximas estas últimas al nivel medio de la UE; b) Holanda y España son los países de la Unión que registraban a finales de los años ochenta mayor presión salarial relativa (y también son dos de los países con menor disponibilidad de empleos asalariados; vid Espina, 1999, c, gráfico 1); c) en lo que se refiere a rentabilidad, Grecia se separa abiertamente de la pauta colectiva, lo que probablemente tiene que ver con el importante peso que el empleo no asalariado tiene todavía en ese país, de desarrollo dual; d) España se sitúa en la zona de alta remuneración relativa del capital; el considerable diferencial con Alemania -a igual nivel de eficiencia- puede atribuirse a la insuficiencia de ahorro interno y a la necesidad de captar capital exterior para financiar el fuerte ritmo de crecimiento de la relación capital/trabajo { k} que se registraba en ese período (vid. cuadro 2); e) finalmente, los dos gráficos indican que, además de Estados Unidos, Canadá y Dinamarca registraban en 1987 excelentes indicadores, lo que implica que estos países también se disponían a abandonar el paradigma. INSERTAR GRÁFICOS 11, 12, 13, y 14 (ver apéndice) El mismo movimiento de Estados Unidos con respecto a las restantes áreas se observa claramente en los gráficos 13 y 14. En ambos gráficos la evolución española resulta zigzagueante respecto a la senda señalada por la función Cobb-Douglas histórica, registrándose durante el último decenio cierta tendencia hacia la utilización extensiva del capital en relación a los niveles de productividad del trabajo efectivamente alcanzados, lo que ha constituido siempre el principal obstáculo para la creación de empleo en España. Los casos norteamericano y japonés constituyen el anverso y el reverso de la moneda: Estados Unidos es la zona que registra menores crecimientos de la relación capital/trabajo, hasta el punto de verse superado por España durante el último decenio, y mayores crecimientos de la productividad, que supera actualmente en más de un tercio el nivel estimado por la función Cobb-Douglas. Por contraposición a esta superación del paradigma, Japón es el país que ha demostrado una mayor propensión a la utilización extensiva de capital, llegando a registrar en 1991 una dotación de { k} un cincuenta y uno por ciento superior y una productividad un veintiséis por ciento inferior a las de Estados Unidos y a la estimada a partir de la función, dada su dotación de capital. Todos estos rasgos de la evolución japonesa resultan compatibles con la descripción realizada en la primera parte (exceso de ahorro 16 17 o trampa de liquidez; conformismo de los ahorradores; escasa competencia interior, poder de mercado de las grandes empresas y transferencia de valor hacia ellas del resto de la economía; rigidez laboral; insuficiente control sobre el management, etc.). Por su parte, el caso de la Unión Europea es el más acorde con las previsiones de la función Cobb-Douglas, si bien hay que señalar que durante la última etapa parece estarse registrando un repunte de la productividad, que ha llegado a situarse en los mismos niveles que la norteamericana de hace diez años. La desagregación de algunos casos nacionales que se presenta en el gráfico 14 permite observar que Francia ha registrado permanentemente un comportamiento superior al estimado, junto a una fuerte tendencia hacia el crecimiento de {k}, mientras que Alemania se ha movido en zig-zag, sin pasar nunca de los 50.000 $ de capital por empleado y mejorando su productividad durante la última etapa, siguiendo los pasos de EE.UU. Para Bentolila y Saint Paul (1999) la diferencia entre las desviaciones de ambos países respecto a la función de producción consiste precisamente en la mayor rigidez del mercado de trabajo alemán (vid. Apéndice). En cambio, el Reino Unido registró un comportamiento similar al de España, pero con un uso de capital todavía mayor. Como síntesis de lo observado hasta aquí puede decirse que el círculo de causalidad del empleo es el siguiente: la presión salarial relativa determina la dotación de capital por trabajador necesaria (o la mezcla de capital y trabajo con que se llevará a cabo la producción) para conseguir una determinada productividad con que remunerar al trabajo. Por su parte, en economías no completamente globalizadas el nivel y la tasa de ahorro interno (relacionadas, a su vez, con la rentabilidad del capital invertido) determinan en buena medida el volumen de capital disponible en el interior y ésta la cantidad de empleo que se contrata en cada momento. Salarios elevados requieren alta productividad y ésta fuertes dotaciones de capital por empleado. Así pues, la capacidad de un país para crear empleo ha dependido históricamente de que el crecimiento económico discurriera por una senda tal que la presión salarial relativa resultase compatible con la acumulación de capital productivo, dados los niveles de eficiencia de la producción, determinados, a su vez, por el ritmo de incorporación del avance tecnológico y el uso óptimo de los recursos productivos. 4.- España 1975-1999: un caso de desarrollo con fuerte crecimiento de la relación capital/producto. Los gráficos 15 a 18 presentan la evolución de las cuatro variables relevantes en España: {w, k, q, y} y constituyen la expresión gráfica de la relación entre ellas tomadas de dos en dos: en el gráfico 15 se observa el movimiento paralelo de {y} y {k}; en el 16 las fluctuaciones mucho más violentas del salario que las de la productividad; en el 30 se observa que las fluctuaciones del salario real anticipan las de la relación capital/trabajo {k}, cuyos movimientos son también menos pronunciados que los de w; el gráfico 18 permite comparar las fluctuaciones de las productividades del trabajo y el capital (ya que la relación capital/producto es la inversa de la productividad del capital: q = 1/π). En este gráfico se observa la muy superior estabilidad de la tendencia de crecimiento de la productividad del trabajo respecto a los movimientos de la relación capital/producto, que resultan muy parecidos a los de los salarios y se producen con un ligero retraso respecto a los mismos. La relación de estas dos variables, en combinación con la tasa de ahorro de la economía (que en el modelo de Kaldor se relaciona con la rentabilidad del capital) es, pues, el principal determinante de la creación de empleo. Los gráficos 19 y 20 presentan la relación entre el salario real efectivamente percibido (tomado de la Contabilidad nacional) y las dos ratios de capital, {k} y {q}. El salario figura en el 17 18 eje de abscisas y las ratios de capital en el de ordenadas, la primera de las cuales es de tipo logarítmico y permite observar que la función que relaciona estas dos variables adopta la forma exponencial que se describe en el apéndice {k = G A eλω}. Una estimación por mínimos cuadrados ordinarios (midiendo los salarios en miles de $ y {k} en dólares) daría los siguientes parámetros: [B] k = 4967 A e 0,1095 A w (R2 = 0,98) A partir de los cuales podría afirmarse que, con nivel retributivo alcanzado actualmente (casi 22.000 dólares de 1985 a tipo de cambio PPA), un incremento anual de mil dólares en los salarios reales significaría otro de 5.730 en la relación capital/trabajo media, con una {k} marginal de 6.050. Pero no sería correcto hacer esta inferencia, debido a la elevada autocorrelación de los residuos (el estadístico Durbin-Watson es 0,23), que eleva desproporcionadamente el valor de los parámetros y sesga la estimación. En el epígrafe E del Anexo I se ha estimado esta misma función incorporando dos términos autorregresivos con uno y dos retardos, respectivamente, que corrigen econométricamente aquellos problemas. Con los nuevos parámetros {G = 58.939, λ = 0,0095} el incremento anual de mil dólares en los salarios se traduce en otro de 684 en la media de {k} (con un marginal de 687)-. Podemos utilizar también la nueva función completa para comparar el crecimiento estimado de {k} durante el último período (1999) con el de otros períodos relevantes, como se hace en el cuadro 2, en el que se observa que la tendencia registrada antes de 1994 hacia crecimientos de {k} por encima del 3,5% (con máximos por encima del 4%, alcanzados durante los sexenios 1979-1985 y 1988-1994, que conllevaron pérdidas masivas de empleo) parece actualmente superada, ya que la función arroja un crecimiento para {k} que equivale a una décima parte de la registrada durante aquellos períodos y a una tercera parte de la registrada durante el último sexenio (vid. cuadro 1): CUADRO 2. - CRECIMIENTO REAL DE {k} POR PERÍODOS Y ESTIMACIÓN Estimación del incremento de {k} en tasa anual: Año 1999......... 0,4% Tasa de crecimiento real observada por períodos: 1979-1985....... 4,1% 1988-1994....... 4,2% 1979-1994....... 3,5% ____________________________________________________________________________ En el gráfico 20, por su parte, se observa la relación entre el crecimiento de los salarios y el de la relación capital/producto {q}, que viene a ser la combinación del gráfico anterior con el del crecimiento de la productividad, ya que la tasa de crecimiento de {q} es el resultado de restar a la tasa de crecimiento de la relación capital/trabajo la de la productividad de éste: { γq = γk ─ γy }. El gráfico viene a ratificar la existencia de una relación exponencial entre los salarios y las ratios de capital, dado el superior crecimiento de éstas en relación al de la productividad. Finalmente, los gráficos 21 y 22 analizan estas mismas relaciones en España y en la troica. En buena medida, el primero de ellos constituye la síntesis de lo dicho hasta aquí. En Estados Unidos la relación capital/producto apenas ha cambiado entre 1971 y 1999. A lo sumo cabe constatar dos etapas estables al comienzo y final del período y un escalón descendente a mitad del mismo. En este caso los salarios son los más elevados del área, pero también los que registran un crecimiento menor (un 20% en 28 años) y no tensionan el crecimiento de {k} (vid. 18 19 Anexo I, E). En el conjunto de Europa los salarios crecieron un cincuenta y cuatro por ciento, hasta alcanzar a los norteamericanos de comienzos de los años setenta, y la relación capital/producto creció suavemente durante la mayor parte del período, para caer algo al final del mismo. En España los salarios reales crecieron un 75% forzando a que la relación capital/producto aumentase un 43%. En cambio, con un crecimiento salarial del 67%, bastante similar al español, la relación capital/producto japonesa llegó a duplicarse entre 1971 y 1991, para iniciar a partir de entonces un proceso de ajuste drástico que todavía se encuentra en curso. Finalmente, el último gráfico relaciona la relación capital/trabajo con la tasa de salarización de la población entre 15 y 65 años. Los casos de España, el conjunto de la Unión Europea y Estados Unidos reflejan una perfecta gradación en lo que se refiere a la capacidad de creación de empleo de las correspondientes economías: el empleo norteamericano es elevado (casi el doble que el español en algunas etapas) y crece a fuerte ritmo porque la dotación de capital por empleado aunque elevada al comienzo del período observado- crece muy lentamente y el ahorro disponible resulta más que suficiente para aumentar el empleo. En la Unión Europea, con una tasa intermedia de salarización en torno al 50 %, la ratio {k} se duplicó entre 1971 y 1999, mientras que en España, con una tasa de salarización fluctuando en torno al 35% pero estable a largo plazo, la dotación de capital por empleado se triplicó durante el mismo período y es actualmente superior a la de Estados Unidos y a la media europea (el caso japonés se asemeja al español, pero la tasa de salarización es similar a la europea y el crecimiento de {k} superior al español. Esas son las variables cruciales para explicar el problema endémico del empleo español durante los últimos veinticinco años. INSERTAR GRÁFICOS 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21 y 22. (ver apéndice) 4.- Conclusión: A la vista de lo anterior, caben pocas dudas de que un cambio muy profundo esta ocurriendo y de que las pautas de comportamiento de las variables económicas cruciales, que habían permanecido relativamente estables durante los últimos cien años, han empezado a cambiar. En el caso español el nexo causal relaciona el elevado régimen de presión salarial por el que ha discurrido nuestro proceso de desarrollo con la altísima relación capital trabajo -lo que tiene un fuerte impacto sobre la productividad-. El nuestro puede caracterizarse como el prototipo de un modelo de crecimiento con elevada utilización de capital y escasa utilización de trabajo, dinámica contrapuesta a la dotación relativa de factores de que dispone el país. Algo que ya preocupaba a Rojo (1981) hace tiempo y que tiene que ver incuestionablemente con el régimen semicerrado en que fraguó nuestro desarrollo económico. Sin embargo, durante los últimos quince años la economía española ha completado el proceso de integración en la Unión Económica y Monetaria Europea -que avanza, a su vez, hacia la globalización-, de modo que la plena movilidad de capital ha eliminado aquella restricción, de acuerdo con el modelo de Mundell (1968, capítulo 18). Desaparecido este obstáculo, conviene examinar el estado de otros factores limitativos para la creación de empleo, tales como la iniciativa empresarial -factor productivo escaso, que sólo aumenta y mejora con la práctica-; la capacidad de innovación asociada a tales iniciativas, y la capacidad de atracción de inversiones extranjeras -o, sensu contrario, de evitar la inversión en el exterior del ahorro interno y las decisiones de deslocalización empresarial. Para este propósito es crucial aumentar considerablemente el peso de los conocimientos y de las titulaciones educativas y profesionales relacionadas con la técnica y la innovación en el conjunto del sistema educativo español, desde la enseñanza post-secundaria hasta la universitaria politécnica, y de 19 20 romper con el carácter excesivamente abstracto y generalista de los planes de estudio de las carreras y con el maltusianismo de los enseñantes, expandiendo fuertemente el número y la variedad de titulaciones de un sólo ciclo, que tienen ya una fuerte demanda empresarial insatisfecha y que constituyen la única forma de minimizar el fracaso escolar y de aumentar el rendimiento del sistema de formación de recursos humanos especializados en las tareas de innovación (Espina, 1997 y 1999, d). Todo ello implica corregir los Afallos institucionales@ en que incurre el sistema universitario -y especialmente el politécnico-, cuya autonomía hace que las políticas dirigidas a impulsar estas orientaciones resulten difíciles de diseñar e implementar sin introducir mecanismos de mercado, aproximando el precio al coste efectivo (Bosch-Méndez, 1999) y financiando con becas las externalidades derivadas de una mayor dotación de capital humano y de una distribución equitativa de las capacidades. Adicionalmente, es necesario también apoyar la innovación empresarial desde el exterior de la empresa, aumentando la densidad de servicios tecnológicos puestos a disposición de las PYMES a través del sistema de Centros de Innovación y Tecnología, que tiene todavía un tamaño muy limitado en nuestro país en comparación con lo que se hace en el resto de Europa, y especialmente en Alemania, en donde la Steinbeis Foundation -en el Land de Baden Würtemberg- constituye el modelo más avanzado para este tipo de centros de transferencia de tecnología8. Finalmente, hay que fomentar el espíritu emprendedor de los jóvenes, proporcionando apoyo experto y amplias facilidades de financiación (capital riesgo, capital semilla y capital de arranque) a nuevos proyectos empresariales -especialmente, los derivados de proyectos de fin de carrera-, aunque soporten una alta tasa de fracaso, que se verá compensada con la rentabilidad social derivada de la elevación del aprendizaje empresarial a través del método de prueba y error. Ahora bien, las decisiones de inversión y de localización tienen como espacio de referencia el continente europeo y no cada uno de los países. La convergencia de las tasas de empleo y del nivel de riqueza exigen que España sea capaz de retener el ahorro y de atraer la localización del mayor número de inversiones empresariales, lo que implica ofrecer condiciones óptimas de acogida -respetando las reglas del juego limpio competitivo en esta materia- y, sobre todo, eliminar en lo posible los factores obstaculizadores o disuasorios para la inversión y localización de empresas. La equiparación de España en dotación de infraestructuras, la aplicación de incentivos territoriales a la inversión en las zonas menos favorecidas y, en general, la oferta creciente de servicios e infraestructuras empresariales de todo tipo constituyen otras tantas condiciones necesarias para compensar las desventajas existentes en un territorio periférico, menos desarrollado y con menores economías externas -directas e indirectas, vía difusión tecnológica y efectos de red- que la media de la Unión Europea. La constatación de las dificultades productivas por las que atraviesan las manufacturas tradicionales dentro de las economías más desarrolladas y la necesidad de afrontarlas con mejoras de productividad es la única coincidencia que se registra entre los partidarios de la nueva era y los que piensan que lo ocurrido en Norteamérica durante este decenio es una afortunada combinación de causas que sólo suceden una vez (Krugman, 1999), con tres fenómenos nada misteriosos: las mejoras introducidas en la medición de los deflactores de la Contabilidad Nacional, el comportamiento procíclico de la productividad y una impresionante mejora de la productividad en la producción de ordenadores, sector que no pesa más que un uno por ciento del PIB 8 Con sede en Stuttgart, esta Fundación desarrolla más de 20.000 proyectos al año, cuenta con 3.400 personas y 370 centros de transferencia y obtiene unos ingresos anuales de 150 millones de DM (Vid. Steinbeis Foundation Report, 1998; para el caso español: Espina 1999,d). 20 21 americano. En contraste con ello, la productividad del sector manufacturero y muy especialmente la industria de bienes duraderos -desgajada la electrónica y eliminado el efecto cíclico- estaría teniendo en 1995-99 un comportamiento peor que el del período 1972-1995 (Gordon 1999). De ahí la preocupación unánime por facilitar la incorporación de nuevas tecnologías que eviten la total deslocalización de la producción manufacturera de las áreas más avanzadas (un tipo de producción sin la que el empleo menos cualificado resulta particularmente escaso), lo que choca con los viejos hábitos y con el marco institucional que regula el funcionamiento del mercado de trabajo y de otros mercados, problema compartido por España con los principales países del continente europeo, pero que es aquí mucho más acuciante porque también lo es el problema del empleo y porque la incorporación del país al proceso de armonización institucional en el continente es todavía reciente. Por eso, el factor verdaderamente estratégico consiste en la plena homologación de la regulación y en la evaluación permanente del funcionamiento de las instituciones españolas respecto a a las mejores prácticas de los países más industrializados: empezando por llevar a cabo el benchmarking de la regulación del mercado de trabajo, la legislación y las instituciones mercantiles, financieras, de insolvencias y de supervisión bancaria, o de regulación y defensa de la competencia, hasta el funcionamiento rápido, transparente y responsable de la justicia y de todos los poderes públicos. Sin una actuación decidida de armonización institucional, España no se beneficiará de la nueva edad dorada pàra el crecimiento y el empleo (vid Espina, 1999, c). 21 22 REFERENCIAS -Abramovitz, Moses y P. David (1996), AConvergence and Deferred Catch-up: Productivity Leadership and the Waning of American Exceptionalism@, en R. Landan et al. (eds.), The Mosaic of Economic Growth, Stanford Univ. 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L=industrie Japonaise au tournant du siècle, Livre de Poche, París. -Zarnowitz, V (1999) ATheory and History Behind Business Cycles: Are the 1990s the Onset of a Golden Age?, The Journal of Economic Perspectives, vol. 13, n1 2, primavera. pp. 69-90. 25 26 APÉNDICE: LA FUNCIÓN HISTÓRICA DE PRODUCCIÓN DEL SIGLO XX (OCDE: 1890-1994) Aunque la función de producción finalmente utilizada en el artículo es la de Solow-Swan, el punto de partida del trabajo fue el Amodelo neo-keynesiano para las economías en crecimiento@, de Adelman (1961, cap. VII), que constituye, que yo sepa, la primera generalización de aquél, realizada a partir de los trabajos de Solow (1956) y de Kaldor (1957). Los símbolos utilizados y las definiciones de las principales variables empleadas aquí son las de Barro-Sala (1995) -que se han convertido en notación estándar- con alguna adición consistente con ellas para acomodar las variables adicionales de Adelman. En síntesis, estas definiciones, así como la de las principales ratios y tasas de variación son las siguientes: Definiciones: P ≡ Población; Y ≡ Renta ≡ PIB; K ≡ Capital no residencial; L ≡ Trabajo (empleo total); Ls ≡ Trabajo asalariado; W ≡ Salarios (Remuneración de asalariados de C.N.); B ≡ Beneficios; S ≡ Ahorro total; C ≡ Consumo; I ≡ Inversión ≡ FBC (Formación bruta de capital); D ≡ Depreciación; N ≡ Acumulación ≡ FNC (Formación neta de capital). Ratios: Renta per cápita: Productividad media del trabajo: Relación capital-trabajo: Requerimientos de trabajo por unidad de capital: Relación capital-producto: Productividad media del capital: Propensiones: consumo, ahorro, tasa depreciación: Salario y tasa de beneficios: Participación de los beneficios en la renta: Participación de los salarios en la renta: Tasas de salarización y ocupación: {y ≡ Y/P} {y ≡ Y/L}→{y= π · k = k/q} {k ≡ K/L}→{k = y/ π = y · q} {i ≡ L/K = 1/k} {q ≡ K/Y }→{q = k/y} {π ≡ Y/K = 1/q}→{ π = y/k} {c ≡ C/Y; s ≡ S/Y; δ ≡ D/K} {w ≡ W/Ls; r ≡ B/K = (Y-W)/K} {Sh(B) ≡ B/Y = (Y-W)/Y} {Sh(W) ≡ W/Y = (Y-B)/Y} {ls ≡ L s /P // l = L/P} Las tasas de crecimiento de las variables compuestas (normalizadas sobre el período 0 a 1), que se representan por la letra γ con el correspondiente subíndice, equivalen a la suma o resta de las variables que entran en su composición por producto o cociente9: {γy = γk + γπ // γk = γy + γq // γπ = γy + γi // γy = γY + γP // γq= γk ─ γy} Ya que: { e γq = e γk / e γy // Ln e γq = Ln e γk ─ Ln e γy // γq= γk ─ γy} 9 Para niveles de las tasas de un dígito, esta regla puede aplicarse también a las tasas porcentuales de crecimiento, con una aproximación del primer decimal. 26 27 El Modelo General de Adelman: Adelman parte de la función : [1] {Y = AKα Lη } {η≡ε─α +1 Y ε ≡ ─ 1 + α + η} Que es una función homogénea de grado: {η + α = ε + 1}. El parámetro A, que representa el progreso técnico, puede ser constante o una función del tiempo (A • eψt), siempre que sea neutral en el sentido definido por Hicks, de modo que su incorporación no modifique la relación marginal de sustitución entre factores. El parámetro ε es el que define la existencia o inexistencia de rendimientos a escala de la producción (con ε = 0 los rendimientos son constantes y con ε positivo o negativo los rendimientos son crecientes o decrecientes, respectivamente)10. Sólo en el caso de rendimientos constantes, con elasticidad de sustitución unitaria, la función [1] puede expresarse en forma reducida (como relación exclusiva entre las ratios k e y, o, alternativamente, de forma por completo simétrica, entre i y π). Así pues, con carácter general: [2] {Y (1─ L)ε +1 = A • eψt • kα } {Y (1/K)ε +1 = A • eψt • i1-α } [3] {y = A • eψt • kα • Lε } {π = A • eψt • i1-α • Kε} y, expresada en forma lineal: {Lny = LnA + ψt + α•Lnk + ε} {Lnπ = LnA + ψt + (1-α) • Lni + ε•LnK} diferenciando [3] y dividiendo por y, o por π (en donde ∆ indica incremento de la variable por unidad de tiempo): [4] ∆y/y = γy = ψ + αγk+ ε γL ∆π/π = γπ = ψ + (1-α)γi + ε γK Esto es, la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo equivale a la suma de la del progreso técnico más una fracción {α} de la tasa de crecimiento de la dotación de capital por persona empleada, más la tasa de crecimiento del empleo multiplicada por el coeficiente de las economías de escala de la producción (y, de forma simétrica para la del capital). En realidad, suponiendo que el progreso técnico es neutral -admitiendo la evidencia presentada por Solow (1957), especialmente verosímil cuando de lo que se trata es de capturar las relaciones a muy largo plazo- sus efectos serán equivalentes a los de las economías de escala de la producción y tendrán los mismos efectos que éstas (Adelman, pp. 127 y ss.), de modo que en la estimación econométrica sus efectos pueden considerarse acumulados al parámetro A (en tanto ejerzan una influencia constante) y al parámetro de las economías de escala (en tanto el progreso técnico refuerce la eficiencia productiva del empleo, o la del capital11). Además, como se indica en el anexo II, una primera estimación del modelo permitió concluir que el parámetro ε no es significativamente distinto de cero, y ello tanto para el período largo de más de un siglo (18901994) como para el de casi medio siglo final (1950-1994), lo que concuerda con la evidencia 10 En realidad, el parámetro de escala de Adelman funciona con el signo cambiado porque se define (p. 118) como {ε ≡ 1 - α - η}. Lo he transformado (modificando todos los desarrollos) para que resulte más lógico e intuitivo. 11 El efecto del progreso técnico en el modelo de Kaldor es el mismo que el que se produce al aumentar la cantidad de empleo, por lo que se le denomina Aaumentador del trabajo@ (labor-augmenting). Barro y Sala demuestran que si el progreso técnico es de estas características, el modelo de crecimiento tiene un estado estacionario con tasas de crecimiento constantes (P. 54). La evidencia presentada por Solow se refiere a un progreso técnico Aaumentador del capital@, pero bajo el supuesto de que no modifica la relación marginal de sustitución entre factores, el progreso técnico es igualmente Aaumentador@ del trabajo y el capital. 27 28 empírica analizada por Backus et al (1992), de modo que en nuestro modelo el parámetro del progreso técnico es constante y la función cuyo desarrollo nos interesa es la Cobb-Douglas: [5] [6] [7] Forma extensa Forma intensiva (productividad media del trabajo): Forma intensiva (productividad media del capital): Forma intensiva (relación capital/producto): Forma log-lineal: {Y = AKα L1-α } {y = Akα} {y = y/k =Akα-1 =Ai1- α} {q = k/y = k1- α /A = i α-1/A } {Lny = LnA + α•Lnk} {Lnπ = LnA + (1-α) • Lni = LnA + (α-1) • Lnk } Y en estas condiciones las tasas de crecimiento de la productividad de los factores de la expresión [4], quedan explicadas simplemente como el producto de α, o (α-1), por la tasa de crecimiento de la dotación de capital por persona empleada, k (o de la utilización de trabajo por unidad de capital, i): [8] Tasa de crecimiento de y: Tasa de crecimiento de π: Tasa de crecimiento de q: {∆y/y = γy : γy = αγk} {∆π/π = γπ : γπ = (1-α) • γi = (α -1) • γK} {∆q/q = γq : γπ = (1-α) • γk} Las productividades marginales del trabajo (PMT) y el capital (PMK) se obtienen diferenciando el producto respecto al empleo y el capital en [5]: [9] {MY/ML = AKα (1-α) • L- α = A • (1-α) • k α} {MY/MK = AL1- α • αKα-1 = A • α • i1- α} El modelo neoclásico analiza las propiedades de los estados de la economía en que los factores de producción se remuneran a sus correspondientes productividades marginales {w = MY/ML // r = MY/MK}, en cuyo caso {1-α} y {α} equivalen a la parte de los salarios y los beneficios en el PIB {Sh W // Sh B}, que quedan determinadas de forma endógena al modelo. Pero como lo que nos interesa es diseñar instrumentos para el análisis empírico, y resulta que no es posible medir directamente la productividad del trabajo asalariado (sólo podemos observar indirectamente su evolución a través del cociente PIB/empleo, que se aproxima paulatinamente a aquél a medida que avanza el crecimiento moderno, pero que es muy diferente de él en las etapas más tempranas, como se vio en la segunda parte); y como tampoco es posible separar la parte de la remuneración de los autoempleados o de los gestores no propietarios que corresponde a su trabajo de la que corresponde a su participación en las rentas del capital -ni diferenciar la remuneración del capital no residencial, que es el que se toma en consideración como factor de producción, de la del resto del capital-; y, lo que es más importante, como los bienes públicos derivados de la presencia del capital público en el stock de capital total son, por definición, no imputables (vid. para EE.UU. Fernald, 1999 y para España, Roca- Pereira, 1998) como tampoco lo es el fruto del llamado Acapital social@, este conjunto de limitaciones aconseja tomar las expresiones [9] simplemente como punto de partida para la construcción de unos indicadores comparativos de la relación entre los factores y sus correspondientes productividades marginales a lo largo del tiempo {w/PMT = (W/Ls)/PMT // r/PMK = (B/K)/PMK = ((Y-W)/K)/PMK}, indicadores que miden la situación relativa en cada país y período en relación a un estándar común, permitiéndonos realizar las comparaciones que figuran en la tercera parte del artículo. Si pudiésemos observar directamente la productividad del trabajo asalariado y formular una función exclusivamente basada en el mismo (tomando Ls en lugar de L), o bien si todo el empleo fuese empleo asalariado (supuesto que subyace al modelo neoclásico, ya que a él se refiere todo el razonamiento sobre el estado de equilibrio estacionario), entonces la participación efectiva de los 28 29 salarios en la renta nacional sería igual a nuestro indicador salarial multiplicado por {1-α}, ya que si L = Ls: [10] {w / (MY/ML) = (W/L)/AKα (1-α) • L- α = W/[A • (1-α) •L• k α] = = W/Y• (1-α) = Sh (W) / (1-α)≡ W/PMT} e igualmente la participación del capital sería igual al indicador de rentabilidad multiplicado por {α}: {r / (MY / MK) = .............. = B/Y • α ≡ Sh(K)/ α ≡ r/ PMK} Bajo este mismo supuesto, el indicador de costes laborales unitarios utilizado en la segunda parte del artículo -además de representar la proporción del coste unitario empleado en salarios- vendría a confundirse con la participación de los salarios en la renta nacional (y la tasa de rentabilidad unitaria, T.R.U., con la participación de los beneficios), ya que: [11] {C.L.U. ≡ w/y = W/L •y = W/Y = Sh(W)} {T.R.U. ≡ r/ π = B/K • π = B/Y = Sh(B)} En lo que se refiere al empleo, ésta es otra fuente de desviación entre el modelo neoclásico y la realidad del desarrollo económico realmente observable, ya que la dinámica del crecimiento implica un trasvase progresivo de formas de empleo menos productivas, muchas de las cuales no entran dentro de la categoría de trabajo asalariado, al empleo más productivo de las empresas modernas. En parte, la determinación mediante mecanismos de negociación de las tarifas salariales en los mercados de trabajo de ámbito externo a la empresa -y no a través de mecanismos Aneoclásicos@, más o menos automáticos- tiene que ver con esta imposibilidad de determinar exactamente a nivel macroeconómico la parte del producto imputable a la intervención del trabajo asalariado. Bentolila y Saint-Paul (1999) demuestran que, a nivel desagregado, si el trabajo se remunera con su productividad marginal, existe una relación de complementariedad entre la participación del salario en el producto y la ratio {q}, a la que denominan curva de participación del capital. Utilizando una muestra de 14 industrias y 14 países durante el período 1973-93 encuentran evidencia de que en EE.UU. y Alemania los cambios en los salarios, el progreso técnico y el tipo de interés real explican tan sólo una pequeña parte de las fluctuaciones de la relación entre {w} y {q} a lo largo de aquella curva y atribuyen la responsabilidad principal de tales fluctuaciones al desfase entre el coste-oportunidad del trabajo y el salario, imputables fundamentalmente a la mayor rigidez del mercado de trabajo alemán. El segundo indicador utilizado en la tercera parte es el cociente entre las productividades de los factores efectivamente observadas en cada país y período y las estimadas por medio de nuestra función de producción {representando las estimaciones por el símbolo de la variable seguida de asterisco: y/y*; π/π*}, dadas las relaciones k e i existentes en cada caso, con lo que se obtienen indicadores del nivel de eficiencia conseguido por cada país a escala macroeconómica en relación con un criterio estándar de medición. Como consecuencia del carácter doblemente neutral del progreso técnico, este indicador es idéntico para las productividades del capital y del trabajo, ya que (denominando X a este indicador): [12] {X = π / π* =(y/k) / π* = (y/k) / (y*/k) = y/y*} 29 30 De modo que la relación entre empleo y eficiencia de la que se habla en el texto sería: l s = f (X). Como la función Cobb-Douglas cumple las tres condiciones de Imada (rendimientos constantes a escala; rendimientos positivos pero decrecientes para cada imput, y productividades marginales que tienden a cero o infinito a medida que las cantidades de los factores tienden a infinito o cero, respectivamente), la pauta de desarrollo económico observada implica la existencia de un estado estacionario en el que todas las variables per cápita crecen a la misma tasa que el progreso técnico. Para el caso de que éste fluya de una manera regular, a una tasa más o menos constante, Barro y Sala (1995, I, pp. pp. 19-38) han diseñado un indicador de la velocidad a la que cada economía puede aproximarse a ese estado estacionario, o parámetro de convergencia, β, que viene dado por la expresión: [13] {β = (1-α) • (ψ + γL + δ} Y, si la tasa de crecimiento del empleo acaba convirtiéndose en la de la población, con una tasa de crecimiento del progreso técnico exógena del orden del 0,02 anual, otra de la población del 0,01, y una tasa de amortización del 0,05, cuando el parámetro α de la función de producción se sitúa en 0,75 el de convergencia resulta algo superior al 0,02 (Ibíd. p. 38), lo que implica que el desfase inicial entre la productividad del trabajo -y la renta per cápita- de cada economía respecto a su nivel de estado estacionario se cubre a una tasa del 2% anual, de modo que la mitad del desfase se supera en 35 años y las tres cuartas partes en 70. El cálculo que se deriva de la función estimada en el anexo I de este artículo para aquellos mismos niveles de progreso técnico y de crecimiento de la población es algo superior (β = 0,024), y, siguiendo el mismo procedimiento de cálculo de estos autores (p. 37, nota 11), la mitad del desfase tarda en superarse 29 años [Ln (2)/0,024], y las tres cuartas partes 46 [Ln (3)/0,024]. Naturalmente, estas expectativas de convergencia, y casi todo el razonamiento acerca de la misma, pierden buena parte de su sentido si el progreso técnico no fluye a ritmo constante sino que entra en una etapa de irrupción explosiva y de distribución asimétrica, como puede estar sucediendo en la actualidad, a la vista de la evidencia recogida en la tercera parte. El efecto sobre la renta per cápita de una irrupción de innovaciones técnicas aumentadoras del trabajo y del capital se comprueba fácilmente utilizando el modelo HarrodDomar, en la forma en que ya lo hiciera Tinbergen (1959) hace cuarenta años. En efecto: [14] {sY = I = q•∆Y} [15] {γY = ∆Y / Y= s / q = s • π} y, utilizando la propiedad de descomposición de las tasas de las variables compuestas: [16] {γy = γY - γL = s • π - γL = s • π - γI - γP} [17] {γy = γY – γP = s • π – γP} Suponiendo que la propensión a ahorrar y la tasa de crecimiento de la población no varían, la mejora en la productividad del capital inducida por el progreso técnico se transmitirá automáticamente a la renta per cápita, de modo que si tales mejoras de eficiencia son asimétricas se producirá divergencia en lugar de convergencia. Como el ritmo de incorporación del progreso técnico en las economías de la OCDE depende fundamentalmente de la flexibilidad en el mercado de trabajo, ésta se convierte en una de las claves explicativas del crecimiento de la renta per cápita. 30 31 Finalmente, para medir el efecto retroactivo de los salarios sobre la relación capital/trabajo la función estimada en el anexo I-E y explicada en la tercera parte tiene la forma: [18] {k = G • eλw} cuya forma log-lineal es: {Lnk = LnG + λw} Y la tasa instantánea de cambio proporcional de k (o sea, la relación capital-producto marginal, con respecto a las variaciones en el salario) es la derivada de la función [18]: [19] {Mk / Mw = λ•G•eλw} Corolario: En una economía completamente abierta y con negociación centralizada de salarios la maximización del bienestar por parte del negociador sindical se consigue autolimitando el crecimiento salarial para controlar el crecimiento de {k} y permitir un rápido crecimiento de {ls}, ya que, dada la propensión a ahorrar y el stock de capital acumulado, {ls} es función de {k} y ésta, a su vez, es función de {w}. Esta estrategia -que coincide con la observada en Suecia por Esping Andersen y Friedman- exige un considerable grado de flexibilidad laboral, única forma de incorporar progreso técnico y eficiencia en un contexto de escaso crecimiento de la dotación de capital por trabajador, que es la forma en que el modelo neoclásico y el de Kaldor explican el crecimiento de la productividad del trabajo (siendo el salario en este caso una variable endógena). El diseño y la aplicación de una estrategia de este tipo en un marco democrático de relaciones industriales implica la existencia de agentes colectivos con elevada capacidad de aprendizaje, ya que el impacto del progreso técnico resulta similar al de los rendimientos crecientes y (por contraste con la economía neoclásica) existe una fuerte conexión entre una economía con este tipo de rendimientos y el problema del aprendizaje de los agentes (Arthur, 1994, capítulo 8). Lo observado a lo largo de este decenio permite ser optimistas en este aspecto (Espina, 1999, a). 31 32 ANEXO I: ESTIMACIÓN DE LA FUNCIÓN A.- Estimación definitiva: período 1890-1994 OLS // La variable dependiente es Ln y// Muestra: 1 68// Observaciones: 68 Ln y =Ln A+α ALn k [y = Y/L; k = K/L; y = AAkα; Y=AAKα AL(1-α))] Coeficiente Error Estand. Estadístico-t Probabilidad. Ln A 2.768999 0.251599 11.00561 0.0000 α 0.701822 0.025218 27.83061 0.0000 R-cuadrado R-cuadrado ajustado E. E. de la regresión Sum. de resid. cuadráticos Verosimilitud Log. Est. Durbin-Watson 0.921479 0.920290 0.215008 3.051063 9.048782 1.736105 Media de la var. dependiente Desv. Est. var. dependiente Criterio de Akaike (info) Criterio de Schwarz Estadístico-F Prob. (Estadístico-F) 9.733446 0.761546 -3.045194 -2.979914 774.5429 0.000000 Esta es la función definitivamente adoptada: el contraste de heteroscedasticidad de White arroja como resultado F = 5,355 (con probabilidad 0,007) lo que implica perturbaciones homoscedásticas e independientes de los regresores, de modo que la especificación del modelo lineal resulta adecuada. Previamente se había comprobado que no existen rendimientos de escala, estimando el modelo Ln y = Ln A + α A Ln k + ε•L, pero el ajuste por OLS indicó que el coeficiente de escala no resulta significativamente distinto de cero (t = 0,4, con probabilidad 0,69 de ε = 0) (el contraste de White dio F = 3,07), y, con una aproximación de dos cifras decimales, los dos coeficientes permanecen idénticos: B.- Falsación de hipótesis de economías de escala: período 1890-1994 OLS // La variable dependiente es Ln y// Muestra: 1 68// Observaciones: 68 Ln y = Ln A + α ALn k + εL [y = Y/L; k = K/L; y = AAkαALε Y=AAKα AL η) // α+η = 1+ε] Coeficiente Error Estand. Estadístico-t Probabilidad. Ln A α ε 2.765074 0.701203 4.25E-07 0.253407 0.025427 1.06E-06 R-cuadrado R-cuadrado ajustado E. E. de la regresión Sum. de resid. cuadráticos Verosimilitud Log. Est. Durbin-Watson 10.91158 27.57707 0.399256 0.921671 0.919261 0.216390 3.043599 9.132061 1.736072 0.0000 0.0000 0.6910 Media de la var. dependiente Desv. Est. var. dependiente Criterio de Akaike (info) Criterio de Schwarz Estadístico-F Prob. (Estadístico-F) 9.733446 0.761546 -3.018232 -2.920312 382.4187 0.000000 Se verificó también la estabilidad del modelo a largo plazo, comprobando que los parámetros estimados para la muestra completa -que incluye 16 observaciones anteriores a 195032 33 no varían significativamente cuando se lo estima tan sólo para las 52 observaciones tomadas desde 1950: Las variaciones en los coeficientes con esta muestra corta son mínimas, aunque el R cuadrado baja algo y también el Durbin Watson, pero la estimación es igualmente robusta e insesgada, como indica el contraste de White (F = 5,65). C.- Estimación de la muestra corta: período 1950-1994 OLS // La variable dependiente es Ln y// Muestra: 17 68// Observaciones: 52 Ln y =Ln A+α ALn k [y = Y/L; k = K/L; y = AAkα; Y=AAKα AL(1-α))] Ln A α Coeficiente Error Estand. Estadístico-t Probabilidad. 2.913523 0.689427 0.0000 0.0000 0.374079 0.036233 R-cuadrado R-cuadrado ajustado E. E. de la regresión Sum. de resid. cuadráticos Verosimilitud Log. Est. Durbin-Watson 7.788530 19.02783 0.878658 0.876231 0.190790 1.820039 13.37723 1.433358 Media de la var. dependiente Desv. Est. var. dependiente Criterio de Akaike (info) Criterio de Schwarz Estadístico-F Prob. (Estadístico-F) 10.01360 0.542313 -3.275463 -3.200415 362.0585 0.000000 Finalmente, y aunque con menor rotundidad, también para la muestra corta puede aceptarse que η = 1-α y rechazarse la hipótesis de rendimientos de escala (para el parámetro ε de L, t = 0,94, con probabilidad 0,35 de que sea nulo) (el contraste de White dió F = 3,96). Con una aproximación de tres cifras decimales, el parámetro α permanece idéntico: D.- Falsación de hipótesis de economías de escala: período 1950-1994 OLS // La variable dependiente es Ln y// Muestra: 17 68// Observaciones: 52 Ln y = Ln A + α ALn k + εL [y = Y/L; k = K/L; y = AAkαALε Y=AAKα AL η) // α+η = 1+ε] Ln A α ε Coeficiente Error Estand. Estadístico-t Probabilidad. 2.894096 0.689214 9.07E-07 0.0000 0.0000 0.3536 0.375113 0.036278 9.68E-07 R-cuadrado R-cuadrado ajustado E. E. de la regresión Sum. de resid. cuadráticos Verosimilitud Log. Est. Durbin-Watson 7.715266 18.99818 0.936566 0.880792 0.875926 0.191025 1.788031 13.83854 1.423474 Media de la var. dependiente Desv. Est. var. dependiente Criterio de Akaike (info) Criterio de Schwarz Estadístico-F Prob. (Estadístico-F) 33 10.01360 0.542313 -3.254744 -3.142172 181.0231 0.000000 34 E.- Estimación (AR) de la función {k = G • eλw} bajo la forma: { Lnk = LnG + λw }: España: período 1963-1999 (w medido en miles de $; k en dólares de 1985) LS // La Variable Dependiente es Ln k Muestra (ajustada): 3 37 Observaciones incluidas: 35 después de ajustar los puntos finales Convergencia alcanzada tras 16 iteraciones Ln G λ AR(1) AR(2) Coeficiente Error Estand. Estadístico-t Probabilidad. 10.98426 0.009464 1.661829 -0.676933 0.0000 0.1068 0.0000 0.0000 0.342671 0.005699 0.126841 0.122881 32.05480 1.660749 13.10166 -5.508843 R-cuadrado R-cuadrado ajustado E. E. de la regresión Sum. resid. cuadráticos Verosimilitud Log. Est. Durbin-Watson 0.999396 0.999338 0.011518 0.004112 108.6967 1.689430 Media de la var. dependiente Desv. Est. var. dependiente Criterio de Akaike (info) Criterio de Schwarz Estadístico-F Prob. (Estadístico-F) Raíces Invertidas de AR 0.95 0.71 10.40976 0.447527 -8.820548 -8.642794 17100.55 0.000000 El contraste de causalidad de Granger (con dos y más retardos) dio un estadístico F = 4,18 lo que indica que la probabilidad de que {Ln k} no esté determinado por {w} es 0,025. Esta ecuación fue utilizada para estimar el crecimiento de {k} durante el último período de la serie (aunque puede utilizarse también para simular su respuesta frente a hipotéticos crecimientos de {w}) con el resultado que se ofrece en el texto. En cambio, al tratar de estimar esta misma ecuación en el caso de Estados Unidos para el período 1971-1999, los parámetros LnG y λ no resultan significativamente distintos de cero, ya que los estadísticos t son 0,026 y -0,04 con probabilidades para la hipótesis nula de 0,98 y 0,97, respectivamente. Consecuentemente, el contraste de White dio F = 0,96 (Probabilidad 0,39), lo que implica perturbaciones heteroscedásticas, no independientes de los regresores y una defectuosa especificación del modelo. En cambio, el test de causalidad de Granger (con dos y más retardos) indica (F = 6,5) que en este caso el nexo causal va en dirección inversa; la probabilidad de que los salarios (w) no estén determinados por la relación capital/trabajo (Ln k) es prácticamente nula (P = 0,006), como postula el modelo neoclásico. 34 35 ANEXO II: PAÍSES Y AÑOS QUE ENTRAN EN EL CÁLCULO DE LA FUNCIÓN AÑOS PAÍSES 1: A 1890 1913 1929 1938 1950 X 1960 X 1973 X 1987 X 1994 X B X X X D F X X X X X X X X G H X X X X X RU FI N X X X X X X X X X X X X X S C X X X X EU X X X X X X X X X J X X X X X X X X X AU E* X X X X X X X X X X X X NOTA*: EN LUGAR DEL AÑO 1938, SE TOMA EL AÑO 1940 NOTA 1.- A: Alemania; B: Bélgica; D: Dinamarca; F: Francia; G: Grecia; H: Holanda; RU: Gran Bretaña; F: Finlandia; N: Noruega; S: Suecia; C: Canadá; EU: Estados Unidos; J: Japón; AU: Australia; E: España FUENTES DE DATOS: En general, siempre que existe y no se indica otra cosa he preferido utilizar las series de la base de datos MEI (Main Economic Indicators) de la OCDE, actualizada en octubre de 1998, proporcionada por la BDSICE del MEH (lo que implica que algunos de los datos referidos al último período son proyecciones de la propia OCDE). Los datos sobre capital, en general, provienen de OCDE (1997) y corresponden al concepto stock de capital neto total no residencial a precios constantes (estructura más equipamiento, excluyendo la vivienda), convertidos a precios y a dólares de 1985 y a tipo de cambio de paridad de poder adquisitivo (PPA), según la estimación de este último realizada por Eurostat. Para el Reino Unido, Estados Unidos, y Japón durante el período 1890-1987, y para Alemania, Francia y Holanda (para el período 1950-1987), los datos de capital y la base para completar los de empleo y producción provienen de Maddison (1991). También con la ayuda de las estimaciones de Maddison -para completar las series de capital que figuran incompletas en OCDE (1997)- he estimado el capital público para EE.UU. y transformado las series japonesas de stock y formación de capital bruto del sector privado en otras de capital neto total no residencial. Estas cifras se han utilizado para realizar el análisis ulterior que figura en el texto del artículo y en los gráficos, aunque no para estimar la ecuación, en que sólo se tomaron en consideración los datos de Maddison o los de la OCDE (no las proyecciones), sin otra transformación que la del año de referencia y el tipo de cambio. También para transformaciones y agregaciones posteriores a la estimación de la ecuación, se han prolongado y completado las series de capital neto utilizando la de formación bruta de capital fijo a precios constantes de la OCDE y manteniendo fija la tasa de amortización implícita observada en el período más próximo para el que se dispone de estimaciones directas. Se excluyó a Italia de todos los cálculos porque la serie de capital de OCDE (1997) resulta inconsistente con el resto, ya que supondría una relación capital/trabajo doble sistemáticamente de la media del conjunto OCDE. 35 36 Para España, las series actuales son las de la base de datos BDSICE del MEH, cuando y hasta donde existen (para Contabilidad Nacional, desde 1954), transformadas de año base y tipo de cambio. La serie básica de capital para 1964/1997 -y la de capital público de la Administración Central (agregando a la cifra general la de puertos, aeropuertos y confederaciones hidrográficas) desde 1900- es la del IVIE (1996), complementada con las últimas estimaciones hasta 1997 proporcionadas amablemente por Ezequiel Uriel. La serie entre 1890 y 1963 se estimó partiendo de los datos de Cubel-Palafox (1997) entre 1900 y 1958, manteniendo las tasas de variación interanual de esta serie, pero tomando como punto de partida la del IVIE en 1964 e interpolando la ratio FNCF/FBCF para el período 1957-1965. Para estimar el porcentaje de capital residencial sobre el capital privado total del último período (1993-1997) se ha extrapolado la tendencia lineal observada entre 1964 y 1992, mientras que para la extrapolación hacia atrás de esa misma ratio desde la serie básica del IVIE se ha supuesto que el capital residencial crecía al mismo ritmo que el privado total. Para extrapolar la serie final entre 1890 y 1900 se ha mantenido constante la tasa de amortización media [δ = 1+ (Ii+1 - Ki+1 )/Ki ] resultante durante el período 1900-1930. La serie histórica de FBCF (como proporción del PIB) es la serie I de Carreras (1989, pp. 570-571); para extrapolar la serie histórica del PIB entre 1890 y 1954 se han utilizado las tasas anuales de variación de una serie formada con la media de las series de PIB estimadas por Prados y Carreras (vid. Prados, 95-06, table E-i: series RTVLPE58 y RTCAR58 ). Las series de empleo y empleo asalariado (sobre la base de las series de CNE de BDSICE, que arrancan de 1954 para los ocupados y de 1964 para los asalariados) se han proyectado hacia atrás suponiendo que los ocupados evolucionan al mismo ritmo que la población activa -excepto en el período 1929-36, en que se descontó el paro oficialmente registrado- y que los asalariados lo hacían al mismo ritmo que el empleo no agrario (tomando la distribución sectorial del empleo de Julio Alcaide). La serie histórica de población por edades y sexos fue proporcionada amablemente por David Reher y se interpolaron las tasas de actividad por sexos de los censos de población. Los datos en los que no menciono fuente de referencia explícita provienen de las Estadísticas Históricas, coordinadas por Carreras (1989). La medición de las distintas formas de empleo en número de personas y no en cantidad de horas introduce un sesgo evidente a la hora de comparar países, debido a las diferencias en la duración de la jornada y la diferente intensidad en la utilización del trabajo a tiempo parcial. Este sesgo se neutraliza al relacionar parejas de ratios por países (productividad con salario, o cualquiera de ellas con la relación capital trabajo), porque el sesgo afecta por igual a numerador y denominador. Esto es también válido para la estimación de las ecuaciones, pero refuerza las diferencias al hacer comparaciones de uno sólo de estos indicadores entre países, porque generalmente la mayor utilización del trabajo a tiempo parcial guarda una relación directa con la renta per cápita y la jornada una relación inversa. En el caso de las remuneraciones, este sesgo se amplifica, al acumularse los efectos del aumento de la participación de la mujer en la fuerza de trabajo (con la correspondiente discriminación salarial) y el de la jornada (siendo así que el tiempo parcial es también un fenómeno mayoritariamente femenino), ambas correlacionadas con el nivel de renta. Ninguno de estos hechos invalida las consideraciones que se hacen en el texto, pero matizarían algo los contrastes que aparecen en él, de disponerse de datos fiables para medir el insumo de trabajo en términos homogéneos. Se utilizaron los programas Lotus 1-2-3, versión 4.01 (para los gráficos) y Econometric Views, versión 2.0 (para las estimaciones). 36 37 GRÁFICOS 37 38 Gráfico 1 O CDE:22 PAÍSES EN % SOBRE POB. DE 16-65 AÑOS TA SA S MEDIA S 1970-2000 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 otro empleo inac tiv os parados as alariados 0 S UE DIN NO R L UX A L E A UT JP N B E L P RT IT A G RC S UI US A G B R CA N FIN A UL FRA HO L IRL E S P T UR Gráfico 2 O CDE:20 PAÍSES (1995) RENTA PER CA PITA EN $ 1995 (TIPO PPA ) 2 2 .5 C 1 7 .5 20 Miles PIB PER CAPITA EU IT A B -H N S J 14 IR 1 2 .5 E P G 7 .5 25 35 45 55 65 POBLA CIÓN A SA LA RIA DA /POB 15-65 (% ) 38 75 39 Gráfico 3 OCDE (15 países): 1890-1994 44 36 32 28 Miles RATIO PIB/EMPLEO en 40 24 20 16 12 8 A=15,9; ALFA=0,702;(r=0,96) 4 0 0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 65 70 75 Miles Dólares ppa a precios 1985: RATIO CAPITAL/TRABAJO Gráfico 4 OCDE (15): 1890-1994 PIB/EMPLEO 100000 10000 1000 1000 10000 100000 RATIO CAPITAL/TRABAJO: $ PPA; Precios de 1985 39 40 CRECIMIENTO ANUAL 1969-99 (%) Gráfico5 CONVERGENCIA 4.5 OCDE: 17 PAÍSES 3.5 2.5 1.5 0.5 5 10 15 20 25 30 35 Miles PRODUCTIVIDAD ($ 1985 PPA): 1969 Gráfico 6 1971-1999 ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN RATIO y/y* 1.3 1 0.7 1971 1975 1979 1983 1987 1991 1995 1999 1973 1977 1981 1985 1989 1993 1997 Gráfico7 1971-1999 RATIO w/PMT ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN 3 2.5 2 1.5 1971 1975 1979 1983 1987 1991 1995 1999 1973 1977 1981 1985 1989 1993 1997 40 40 41 Gráfico 8 1971-1999 RATIO r/PMK ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN 0.9 0.8 0.7 0.6 0.5 0.4 1971 1975 1979 1983 1987 1991 1995 1999 1973 1977 1981 1985 1989 1993 1997 Gráfico 9 1971-1999 RATIO SALARIAL (w/PMT) SALARIO/EFICIENCIA ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN 3 2.5 2 1.5 0.7 0.8 0.9 1 1.1 1.2 1.3 1.4 RATIO DE EFICIENCIA (y/y*) Gráfico 10 RATIO DE RENTABILIDAD (r/PMK) 1971-1999 RENTABILIDAD/EFICIENCIA 0.9 0.8 0.7 0.6 0.5 0.4 0.7 0.8 0.9 1 ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN 1.1 1.2 RATIO DE EFICIENCIA (y/y*) 41 1.3 1.4 42 Gráfico 11 3 ÍNDICADOR SALARIAL: w/PMT Media 1985-1989 DIN 2.75 EE.UU. 2.5 HOLANDA R. UN. ESPAÑA FRA CAN B ALEM 15 UE 2.25 2 1.75 1.5 JAPÓN FI S GR-AU SALARIO Y EFICIENCIA NOR 1.25 0.65 0.9 1.15 1.4 INDICADOR DE EFICIENCIA: y/y* Gráfico 12 RATIO DE RENTABILIDAD: r/PMK 1 RENTABILIDAD Y EFICIENCIA CAN DIN 0.9 GR 0.8 EE.UU. ES H 1015 F 0.7 AUL 0.6 NOR 0.5 FI AL Media 1985-1989 JA SUE 0.4 0.65 R. U. 0.9 1.15 1.4 INDICADOR DE EFICIENCIA: y/y* Gráfico 13 45 ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN COBB-DOUGLAS 40 Miles PRODUCTIVIDAD (y) EN 1971-1999 35 30 25 20 15 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 65 70 75 80 Miles de $ PPA A PRECIOS DE 1985: RATIO CAPITAL/TRABAJO 42 43 Gráfico 14 y* 1971-1999 PRODUCTIVIDAD (y) EN ESPAÑA 45 FRANCIA 40 R.U. EE.UU. Miles 35 ALEMANIA 30 25 20 15 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 65 Miles de $ PPA A PRECIOS DE 1985: RATIO CAPITAL/TRABAJO Gráfico 15 ESPAÑA: 1971-1999 50 Miles 40 Ratio y (Dcha) 35 Ratio k (Izda) 40 30 30 25 20 20 10 1970 1975 1980 1985 1990 1995 Miles 60 15 2000 Fuente: OCDE-MEI, precios y $ PPA de 1985 Gráfico 16 24 40 22 35 Miles 20 30 18 25 16 Ratio w (Izda) 14 Ratio y (Dcha) 12 1970 1975 1980 1985 1990 1995 20 15 2000 Fuente: OCDE-MEI, a precios y $ PPA de 1985 43 Miles ESPAÑA: 1971-1999 44 Gráfico 17 ESPAÑA: 1971-1999 60 24 50 22 Miles 18 30 20 10 1970 1975 1980 1985 w (Dcha) 16 k (Izda) 14 1990 1995 Miles 20 40 12 2000 Fuente: OCDE-MEI, precios y $ PPA de 1985 Gráfico 18 ESPAÑA: 1971-1999 40 1.8 30 1.4 25 Miles 35 1.6 Ratio q (Izda) 1.2 Ratio y (Dcha) 1 1970 1975 1980 1985 1990 1995 20 15 2000 Fuente: OCDE-MEI, a precios y $ PPA de 1985 Gráfico 19 ESPAÑA: 1963-1999 100000 Estimación AR 1995-1999 Valor real k 1985 1979 1974 1970 1963 10000 5 10 15 20 SALARIO REAL: MILES DE $ EE.UU. DE 1985 PPA 44 25 45 Gráfico 20 ESPAÑA: 1963-1999 1.8 1995-1999 Ratio q 1.6 1985 1979 1.4 1974 1.2 1970 1963 1 5 10 15 20 25 Miles Salario real en dólares 1985 PPA Gráfico 21 SALARIO Y RATIO q: 1971-2000 RATIO CAPITAL/PRODUCTO 2.6 2.2 ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN 1.8 1.4 1 12.5 15 17.5 20 22.5 25 27.5 SALARIO REAL EN MILES DE $ DE 1985 A TIPO PPA Gráfico 22 TASA DE SALARIZACIÓN** (%) RATIO k Y EMPLEO: 1971-1999 75 65 ESPAÑA EE.UU. UE (8) JAPÓN 55 45 35 25 15 25 35 45 55 65 75 RATIO K/L EN MILES DE $ DE 1985 A TIPO de DE CAMBIO PPA Nota **: Ratio población asalariada/población >15<65 años. 45