l`impacte de la primera guerra mundial

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Grau en Ciències Polítiques
Curs 2015-2016
INTRODUCCIÓ A LES RELACIONS INTERNACIONALS
Tema 1
Prof. Caterina García
Àrea de Dret Internacional Públic i Relacions Internacionals
Universitat Pompeu Fabra
Concepte de relacions internacionals
1. Definició de relacions internacionals
Conjunt de relacions humanes amb una dimensió política que
trascendeixen les fronteres dels Estats
2. Relacions Internacionals com a disciplina i relacions
internacionals com a objete d’estudi
3. Pluralitat d’enfocs i teories a la disciplina
4. La qüestió terminològica
●“Relacions Internacionals”, “Afers internacionals” i “Estudis
internacionals”
● La dimensió internacional a l’objete d’estudi de la disciplina
● Política internacional, política mundial i política global
L’estudi de la guerra com a problemàtica:
la recerca de la pau i la seguretat
1. La recurrència de la guerra a les relacions interestatals
2. L’estudi de la dimensió “internacional” a les ciències
socials i jurídiques
3. La seguretat interestatal i la recerca de la pau com a leit
motiv d’una nova disciplina
Context històric i context acadèmico-institucional
de l’origen de la disciplina
1.Context històric: l’impacte de la primera guerra mundial
● L’impacte de la primera guerra mundial i la seva dimensió moral
● L’heterogeneïtat i la inestabilitat sistèmiques del període
d’entreguerres
● La responsabilitat moral d’acabar amb la guerra a les relacions
internacionals
2. Context acadèmico-institucional: l’orígen anglosaxó de la
disciplina i la seva influència sobre l’agenda d’estudi
● El sorgiment de la disciplina amb vocació pràctica
● La institucionalització de la disciplina: Aberystwyth University;
Council on Foreign Relations (Foreign Affairs); Chatham House
(Foreign Policy)
● L’agenda d’estudi de la disciplina fins la seva consolidació
● El caràcter predominantment anglosaxó de la disciplina
3. Conexió amb disciplines afins i caràcter transdisciplinar
Tradició realista, maquiaveliana o hobbesiana
Concepció pessimista de la naturalesa humana
Els Estats com a unitats clau
Conflicte i guerra com a dinàmiques predominants
Espai polític de referència: el sistema d’Estats
Instruments: diplomàcia i recursos militars
Anarquia com a tret principal de les RRII
Pensadors i polítics de referència
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso. Libro V, c. 470 a.C.
Libro V: El diálogo de Melos.
Atenienses: En ese caso, pues, no recurriremos, por lo que a nosotros atañe, a una extensa y poco convincente
retahíla de argumentos, afirmando con hermosas palabras que ejercemos el imperio justamente porque derrotamos al
Medo o que ahora hemos emprendido esta expedición contra vosotros como víctimas de vuestros agravios; pero
tampoco esperamos de vosotros que creáis que vais a convencernos diciendo que, a pesar de ser colonos de los
espartanos, no os habéis alineado a su lado, o que no habéis hecho ningún agravio; se trata más bien de alcanzar lo
posible de acuerdo con lo que unos y otros verdaderamente sentimos, porque vosotros habéis aprendido, igual que lo
sabemos nosotros, que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una
igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan.
[...]
Melios: Según nuestra manera de ver las cosas al menos, lo útil [...] decimos, exige que nosotros no acabemos con lo
que es un bien común, sino que aquel que en cualquier ocasión se encuentre en peligro pueda contar con la
asistencia de unos razonables derechos (trato justo). [...] ¿De modo que no aceptaríais que, permaneciendo neutrales,
fuéramos amigos en lugar de enemigos, sin ser aliados de ninguno de los dos bandos? [...]
Atenienses: No, porque vuestra enemistad no nos perjudica tanto como vuestra amistad, que para los pueblos que
están bajo nuestro dominio sería una prueba manifiesta de debilidad, mientras que vuestro odio se interpretaría
como una prueba de nuestra fuerza. [...] Ninguna de nuestras pretensiones o acciones se aparta del pensamiento de
los hombres con respecto a la divinidad ni de su voluntad respecto a las relaciones mutuas [...]; siempre se tiene el
mando, por una imperiosa ley de la naturaleza, cuando se es más fuerte. Y no somos nosotros quienes hemos
institutido esta ley ni fuimos los primeros en aplicarla una vez establecida, sino que la recibimos cuando ya existía y
la dejaremos en vigor para siempre habiéndonos limitado a aplicarla, convencidos de que tanto vosotros como
cualquier otro pueblo haríais lo mismo de encontraros en la misma situación de poder que nosotros.
Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, c. 1513.
Los principales fundamentos de los Estados, sean nuevos o antiguos, son las buenas leyes y las buenas armas. Y
como no pueden haber óptimas leyes sin armas adecuadas, y donde hay éstas deben darse aquéllas, dejaré para más
adelante el hablar de las leyes y pasaré ahora a tratar de las armas. [...] Concluyo, pues, que sin armas propias
ningún principado está seguro: más aún, todo se lo deberá a la fortuna, pues no hay virtud que lo defienda en la
adversidad. [...] El príncipe no ha de tener otro objetivo ni otra preocupación que no sea la guerra y su organización
y disciplina, ni debe asumir alguna otra profesión. Porque ésa es la que se espera de quien manda y es de tanta
fuerza que no sólo sostiene a quienes han nacido príncipes, sino que muchas veces hace que simples ciudadanos
lleguen a aquella altura. Por el contrario, cuando los príncipes piensan más en delicadezas que en el ejercicio de las
armas, pierden su posición. La primera causa de que el príncipe pierda su autoridad está en el abandono de esa
profesión; y lo que mejor ayuda a adquirir el poder es profesar tal arte.
[...]
No hay proporción alguna entre un armado y un desarmado y no es razonable que quien tiene la fuerza de las armas
obedezca de buena gana a quien no la tiene, y que éste se encuentre seguro entre subalternos armados.
[...]
Es de saber que hay dos modos de combatir: el uno, mediante las leyes; el otro, por la fuerza. El primero es propio
del hombre; el segundo, de las bestias. Pero como a veces el primero no basta, conviene recurrir al segundo. De ahí
que al príncipe sea necesario saber usar debidamente tanto la bestia como el hombre [...] El príncipe, por lo tanto, ni
puede ni debe cumplir la palabra dada si eso le perjudica y si desaparecieron los motivos de su promesa. Si todos los
hombres fueran honestos, este principio no sería válido, pero como son perversos y no mantienen lo que prometen,
tampoco uno debe mantenerlo.
[...]
Ser amigo leal y enemigo verdadero es otra causa de estima del príncipe; es decir, cuando sin velo alguno se
manifiesta a favor de uno o contrario a otro. Esto es más útil que ser neutral, pues si dos poderosos vecinos tuyos
vienen a las manos, puede ocurrir que la victoria de uno de ellos pueda dañarte o no, en todo caso es más útil
decidirte por uno de ellos y entrar descubiertamente en la contienda; porque si no te decides y vence quien puede
hacerte daño, caes en sus manos con satisfacción del vencido, sin que tengas razón alguna que te justifique ni
persona que te dé refugio. Porque el vencedor (habiendo sido tú neutral) no quiere amigos sospechosos que no se
decidan a ayudarle en la adversidad; y el vencido no te recibirá porque no le ayudaste en el momento de la lucha.
Tradició racionalista o grociana
Concepció ambivalent de la naturalesa humana
Els Estats com a unitats clau
Negociació com a dinámica predominant
Espaci polític de referència: la societat d’Estats
Instrumentos predominants: normes i institucions
L’ordre com a tret principal de les RRII
Pensadors i polítics de referència
Francisco Suárez, Guerra. Intervención. Paz Internacional. Caps. I & IV, 1621.
La guerra, en cuanto tal, no es intrínsecamente mala, ni está prohibida a los cristianos. [...] La guerra defensiva es
lícita y a veces hasta obligatoria. [...] La guerra, aun agresiva, no es intrínsecamente mala, sino que puede ser
honesta y necesaria. [...] Deben cumplirse algunas condiciones para que la guerra se haga lícitamente. Estas
condiciones pueden reducirse a tres capítulos; primero, poder legítimo para hacer la guerra; segundo, una causa justa
o un título jurídico; tercero, que se observe un modo digno y la equidad en el comienzo de la lucha, durante las
hostilidades y después de la victoria. [...] Creyeron los gentiles que los derechos de los reinos estaban basados en la
fuerza de las armas, y que estaba permitido declarar la guerra sólo para adquirir prestigio y riqueza. Esta tesis es
totalmente absurda desde el punto de vista de la razón natural. Primera conclusión: Ninguna guerra puede ser justa
si no existe una causa legítima y necesaria. La conclusión es cierta y evidente. Ahora, esta causa justa y suficiente
razón de guerra es una grave injuria ya consumada que ni puede ser vengada ni reparada de otra manera. [...] Es
lícita la guerra para que el Estado pueda defenderse y conservar la integridad de sus derechos; de lo contrario
peligraría el bien del género humano a causa de los asesinatos y daños materiales que se seguirían. Luego si
desaparece esa causa, desaparecerá también la justicia de la guerra. [...] Los hombres son despojados en la guerra de
sus propiedades, de su libertad y de su vida. Es totalmente inicuo hacer estas cosas sin justa causa. Podrían entonces
los hombres matarse unos a otros sin razón alguna. [...] Tratamos principalmente de la guerra agresiva que muchas
veces es emprendida contra los no súbditos. Por tanto, es necesario que hayan cometido algún crimen, por razón del
cual se hacen a sí mismos súbditos; si no, ¿por qué título serían dignos de castigo o se sujetarían a jurisdicción
ajena?
Hugo Grocio, Derecho de la guerra y de la paz. Prolegómenos, 1625.
No hay Estado tan fuerte que no pueda alguna vez necesitar de la ayuda de la fuerza, ya sea para su comercio, ya
para defenderse de la fuerza de otros muchos pueblos unidos contra él. Y por lo mismo, vemos a poderosísimos
pueblos y reyes buscar alianzas. Restan valor al Derecho quienes lo encierran dentro de los confines del Estado. Es
totalmente cierto que todo se torna inseguro, cuando uno se aparta del Derecho. [...] La guerra es contra aquellos que
no pueden ser obligados en juicio. Pues el juicio tiene valor contra los que se sienten más débiles. Entre los que se
sienten iguales o piensan que los son, surgen guerras, pero para que éstas sean justas, deben hacerse con no menos
moderación que con la que se hacen los juicios. [...] Incluso para hacer amistad, que tan necesaria es al individuo
como a los pueblos, mucho vale la opinión de una guerra emprendida no de modo temerario o injusto, sino llevada
con moderación. Pues nadie se une fácilmente a aquellos que piensan que el derecho, lo lícito y la fe son viles.
Tradició revolucionista, idealista o kantiana
Concepció optimista de la naturalesa humana
Els individus i pobles com a unitats clau
Cooperació com a dinàmica predominant
Espai polític de referència: la societat cosmopolita
Instruments: recursos econòmics, comerç,…
Búsqueda de l’emancipació com a tret principal de les
relacions internacionals
Pensadors i polítics de referència
Immanuel Kant, Sobre la paz perpetua, Madrid: Tecnos, 1985 (1ª ed. 1795), pp. 14, 21, 24, 25-26.
SECCIÓN SEGUNDA QUE CONTIENE LOS ARTÍCULOS DEFINITIVOS PARA LA PAZ PERPETUA
El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza (status naturalis), que es más bien un
estado de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades no se han declarado, sí existe una constante
amenaza. El estado de paz debe, por tanto, ser instaurado, pues la omisión de hostilidades no es todavía garantía de
paz y si un vecino no da seguridad a otro (lo que sólo puede suceder en un estado legal), cada uno puede considerar
como enemigo a quien le haya exigido esa seguridad.
[...]
SEGUNDO ARTÍCULO DEFINITIVO PARA LA PAZ PERPETUA
El derecho de gentes debe fundarse en una federación de Estados libres.
Los pueblos pueden considerarse, en cuanto Estados, como individuos que en su estado de naturaleza (es decir,
independientes de leyes externas) se perjudican unos a otros por su mera coexistencia y cada uno, en aras de su
seguridad, puede y debe exigir del otro que entre en una Constitución semejante a la Constitución civil, en la que se
pueda garantizar a cada uno su derecho.
[...]
Y, no obstante, la razón, desde el trono del máximo poder legislativo moral condena la guerra como una vía jurídica
y convierte, en cambio, en un deber inmediato el estado de paz, que no puede establecerse o garantizarse,
ciertamente, sin un pacto entre los pueblos: tiene que existir, por tanto, una federación de tipo especial a la que se
puede llamar federación de la paz (foedus pacificum), que se distinguiría del pacto de paz (pactum pacis) en que
éste buscaría acabar con una guerra mientras que aquélla buscaría terminar con todas las guerras para siempre.
[...]
Entendiendo el derecho de gentes como un derecho para la guerra no se puede pensar, en realidad, nada en absoluto
(porque sería un derecho que determinaría qué es justo según máximas unilaterales del poder y no según leyes
exteriores, limitativas de la libertad del individuo, de validez universal); con un concepto así habría que entender, en
ese caso, que a los hombres que así piensan les sucede lo correcto si se aniqui-lan unos a otros y encuentran la paz
perpetua en la amplia tumba que oculta todos los horrores de la violencia y de sus causantes. Los Estados con
relaciones recíprocas entre sí no tienen otro medio, según la razón, para salir de la situación sin leyes que conduce a
la guerra, que el de consentir leyes públicas coactivas, de la misma manera que los individuos entregan su libertad
salvaje (sin leyes), y forman un Estado de pueblos (civitas gentium) que siempre, por supuesto, en aumento,
abarcaría finalmente a todos los pueblos de la tierra.
Karl Marx & Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Mas, por cuanto el proletariado debe en
primer lugar conquistar el Poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es
nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués. El aislamiento nacional y los antagonismos entre los
pueblos desaparecen de día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial, con la
uniformidad de la producción industrial y las condiciones de existencia que le corresponden.
El dominio del proletariado los hará desaparecer más de prisa todavía. La acción común del proletariado, al menos
el de los países civilizados, es una de las primeras condiciones de su emancipación.
En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro será abolida la explotación de una
nación por otra. Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la
hostilidad de las naciones entre si. [...]
Pero cualquiera que haya sido la forma de estas contradicciones, la explotación de una parte de la sociedad por la
otra es un hecho común a todos los siglos anteriores. Por consiguiente, no tiene nada de asombroso que la
conciencia social de todas las edades, a despecho de toda variedad y de toda diversidad, se haya movido siempre
dentro de ciertas formas comunes, dentro de unas formas -formas de conciencia- que no desaparecerán
completamente más que con la desaparición definitiva de los antagonismos de clase.
La revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad tradicionales, nada de extraño
tiene que en el curso de su desarrollo rompa de manera más radical con las ideas tradicionales.
Tradicions de pensament comparades
Los Catorce Puntos de Woodrow Wilson, 1918
“Acord de percentatges”,
Trobada Churchill i Stalin
9 de octubre de 1944
Winston Churchill, Memorias.
Declaración de Bin Laden
"Aquí está América golpeada por Dios Omnipotente en uno de sus órganos vitales, con sus más grandes edificios destruidos. Por la
gracia de Dios. El horror ha sido vertido sobre América de norte a sur, de este a oeste, y agradecemos a Dios que lo que América está
padeciendo ahora es sólo una muestra de lo que nosotros hemos padecido. Nuestra nación islámica ha estado padeciendo lo mismo
durante más de ochenta años, humillación y desgracia, sus hijos asesinados y su sangre derramada, sus lugares santos profanados.
Dios ha bendecido a un grupo de la vanguardia de los musulmanes, la primera línea del Islam, para destruir América. Dios les bendiga
y les asigne un supremo lugar en el cielo, porque Él es el único capaz y autorizado para hacerlo. Cuando aquellos que se han
levantado en defensa de sus débiles niños, de sus hermanos y hermanas en Palestina y en otras naciones musulmanas, todo el mundo
quedó conmocionado, los infieles seguidos por los hipócritas.
Un millón de niños inocentes están muriendo en este momento en el que hablamos, muertos en Irak sin ninguna culpa. No oímos
ninguna denuncia, no oímos ningún edicto de los gobernantes hereditarios. En estos días, los tanques israelíes irrumpen violentamente
en Palestina, en Ramala, Rafah y Beit Jala y muchos otros lugares de la tierra del Islam y no oímos a nadie alzar su voz o reaccionar.
Pero cuando la espada cayó sobre América después de 80 años, la hipocresía levantó su cabeza para gemir por los asesinos que
jugaban con la sangre, el honor y los lugares santos de los musulmanes.
Lo menos que puede ser dicho de esos hipócritas es que son apóstatas que siguen el camino equivocado. Apoyan al carnicero contra la
víctima, al opresor contra el niño inocente. Yo busco refugio en Dios contra ellos y le pido que nos deje ver lo que se merecen.
Yo digo que el asunto es muy claro. Cada musulmán después de este acontecimiento debe luchar por su religión, atacar a los altos
funcionarios de EE UU, empezando por el jefe internacional de los infieles, Bush y su equipo, que hicieron un despliegue de vanidad
con sus hombres y caballos, y a aquellos que volvieron incluso a países que creían en el Islam contra nosotros, el grupo que apeló a
Dios, el Omnipotente, el grupo que rehúsa ser sojuzgado en su religión. Ellos han estado diciéndole al mundo falsedades, que están
luchando contra el terrorismo. En un nación del confín del mundo, Japón, cientos de miles fueron asesinados y ellos dicen que esto no
es un crimen mundial. Para ellos no es un asunto claro; un millón de niños murieron en Irak pero para ellos no es un asunto claro. Pero
cuando poco más de 10 murieron en Nairobi y en Dar es Salam, Afganistán e Irak fueron bombardeados y la hipocresía se alzó tras el
jefe internacional de los infieles, el símbolo moderno del paganismo mundial, EE UU, y sus aliados.
Yo les digo a ellos que estos acontecimientos han dividido al mundo en dos campos, el campo de los creyentes y el campo de los
infieles. Dios nos proteja a nosotros y a vosostros de ellos. Cada musulmán debe levantarse para defender su religión. El viento de la
fe está soplando y el viento del cambio está soplando para expulsar al demonio de la Península de Mahoma, la paz sea con él.
A América y a su gente les digo unas pocas palabras: Juro por Dios que América no vivirá en paz hasta que la paz no reine en
Palestina y hasta que todos los ejércitos de los infieles no salgan de la tierra de Mahoma, la paz sea con él. Dios es el más grande y
gloria al Islam“.
Robert Kagan, "Poder y debilidad", Policy Review, vol. 113, junio de 2002
Ha llegado el momento de dejar de fingir que los europeos y los estadounidenses comparten una visión común del mundo, o incluso que habitan en el mismo
mundo. Las perspectivas estadounidense y europea divergen al abordar la cuestión fundamental del poder –la eficacia del poder, la moralidad del poder, la
conveniencia del poder–. Europa se está alejando del poder o, por decirlo de otro modo, se está situando en un mundo aislado en el que priman las leyes y las
normas, la negociación y la cooperación transnacional. Está entrando en un paraíso post-histórico de paz y prosperidad relativa, está haciendo realidad la
“paz perpetua” de Kant. Entre tanto, Estados Unidos sigue anclado en la historia, ejerciendo su poder en el anárquico mundo hobbesiano en el que el derecho
y las normas internacionales no son fiables y en el que la seguridad verdadera y la defensa y promoción de un orden liberal dependen todavía de la posesión
y el uso del poderío militar. Este es el motivo por el que hoy día, en lo que se refiere a las principales cuestiones estratégicas e internacionales, los
estadounidenses son de Marte y los europeos son de Venus: están de acuerdo en pocas cosas y su entendimiento mutuo es cada vez menor. Y esta situación
no es transitoria, no es el producto de unas elecciones estadounidenses o de un acontecimiento catastrófico. Las razones de la brecha transatlántica son
profundas, vienen de antaño y posiblemente perdurarán. Cuando se trata de fijar prioridades nacionales, de determinar amenazas y de diseñar y aplicar
políticas exteriores y políticas de defensa, Estados Unidos y Europa van por caminos diferentes.
(...)
¿Cuál es la fuente de estas perspectivas estratégicas divergentes? La cuestión ha recibido muy poca atención en los últimos años, ya sea porque los
intelectuales y responsables de la política exterior a ambas orillas del Atlántico han negado la existencia de una diferencia genuina, o porque aquellos que
han apuntado la diferencia, especialmente en Europa, estaban más interesados en acosar a Estados Unidos que en comprender por qué Estados Unidos actúa
como actúa –o, en este caso, por qué Europa actúa como actúa–. Ya es hora de dejar atrás la negación y los insultos y de encarar directamente el problema.
(...)
El actual problema transatlántico no es, en suma, un problema de George Bush. Es un problema de poder. La fuerza militar estadounidense ha generado una
propensión a utilizarla. La debilidad militar europea ha producido una aversión comprensible hacia el ejercicio del poder militar. Es más, ha producido en los
europeos un poderoso interés por encerrarse en un mundo en el que no importa la fuerza, un mundo en el que predominan el derecho internacional y las
instituciones internacionales, un mundo en el que queda prohibida la acción unilateral por parte de los países poderosos, un mundo en el que todos los países,
sea cual sea su fuerza, tienen los mismos derechos y son protegidos por igual mediante normas de comportamiento internacionales adoptadas de común
acuerdo. Los europeos están muy interesados en devaluar y, en última instancia, en erradicar las leyes brutales de un mundo anárquico y hobbesiano en el
que el poder es el factor decisivo de la seguridad y el éxito nacional.
(...)
Los estadounidenses son tan poderosos que no necesitan temer a los europeos, ni siguiera cuando les ofrecen regalos. En lugar de percibir a Estados Unidos
como el Gulliver atado por las cuerdas de los liliputienses, los líderes estadounidenses deberían darse cuenta de que no están en absoluto constreñidos, de
que Europa no es realmente capaz de constreñir a Estados Unidos. Si Estados Unidos pudiese superar la ansiedad generada por este impropio sentido de la
constricción, podría empezar a mostrar mayor comprensión por las sensibilidades ajenas y algo de generosidad espiritual. Podría presentar sus respetos al
multilateralismo y a imperio de la ley e intentar amasar un capital político internacional para aquellos momentos en los que el multilateralismo fuese
imposible y la acción unilateral ineludible. Podría, en suma, cuidarse más de mostrar lo que los fundadores denominaron un “respeto decente por la opinión
de la humanidad”.
Se trata de pequeños pasos que no estarán dirigidos a solucionar los profundos problemas que dificultan en la actualidad la relación transatlántica. Pero,
después de todo, el conjunto de creencias occidentales comunes que comparten Estados Unidos y Europa es algo más que un estereotipo. Sus aspiraciones
para la humanidad son muy similares, aun cuando su enorme disparidad de poder les ha puesto en lugares muy diferentes. Creer que todavía hay espacio para
un poco de comprensión mutua quizá no sea un ejercicio de optimismo demasiado ingenuo.
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