Viajeros españoles en Egipto - Sociedad Geográfica Española

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E g i p t o
E s p e c i a l
Viajeros
españoles en
Egipto
Sabemos muy poco
acerca de los viajeros
españoles que a lo largo
de la historia han recorrido Egipto. Unos fueron
peregrinos, otros espías, exploradores o simples
turistas curiosos. De pocos de ellos se tienen
datos o referencias, pero Javier Gómez-Navarro
ha investigado en las fuentes bibliográficas y
nos esboza la biografía de algunos de ellos y sus
andanzas por el país del Nilo.
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En
Egipto se desarrolló una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad,
lo que convirtió el país en uno de los centros militar, cultural y comercial
más importantes del mundo. Por otro lado Egipto se encuentra muy próximo a los
Lugares Santos de las religiones judía, cristiana y musulmana y ha servido durante
siglos como punto de paso, tanto a los peregrinos que iban a Jerusalén como sobre
todo a los que viajaban a La Meca. Al mismo tiempo, en su territorio se desarrollaron
determinados pasajes de la Biblia, que se han convertido, en lugares de peregrinación en sí mismos, sobre todo el Sinaí y el Mar Rojo.
Siguiendo la estela de los viajeros españoles de los que hay documentos o
incluso relatos de su paso por Egipto, se pueden ir viendo las diferentes motivaciones que los hombres han tenido para viajar: comerciales, religiosas, culturales,
científicas y de conocimiento, militares y específicamente de ocio y divertimento.
No hemos pretendido ser exhaustivos y hemos escogido los que nos han parecido
más relevantes y significativos.
Los viajeros antiguos: la monja Egeria. El viajero español más antiguo
que ha dejado un relato sobre su paso por Egipto fue precisamente una mujer, la
monja Egeria, virgen consagrada a Dios en una comunidad religiosa gallega.
Egeria peregrinó a Tierra Santa a finales del siglo IV, en pleno Imperio Bizantino,
antes del nacimiento del Islam, y por tanto todos los territorios por los que pasó
eran de población cristiana. El texto de su viaje, escrito en latín, fue descubierto en
1884 en Italia y durante muchos años existió una gran polémica sobre la identidad
del autor.
Egeria viajó primero a Constantinopla y de allí a Jerusalén, donde residió tres
años. Desde Jerusalén viajo a Egipto y recorrió el Sinaí (que describe en su libro con
gran detalle), el monte Nebó y los caminos que siguieron los israelitas a su salida del
país del Nilo. Le gustaba andar y subir a las montañas sagradas con presteza y gran
energía, por lo que hay que suponer que era joven. Viajó siempre acompañada de
monjes, clérigos y obispos y protegida y amparada por sus anfitriones.
Los viajeros medievales:
moros, judíos y cristianos
Los moros andaluces. Una vez que los árabes tomaron posesión de la península Ibérica en el s. VIII, se lanzaron a aventuras marítimas, a comerciar y a explorar
el Mediterráneo y entre los lugares que visitaron se incluía con frecuencia el puerto
egipcio de Alejandría.
En el siglo IX viajó a Egipto el cordobés Abu Obaid y realizó una descripción de
Egipto, África, Asia y España. Sin embargo,desde el punto de vista del conocimiento
geográfico el gran impulsor y divulgador fue Mohamed Abu Abdala, El Edrisi. Bisnieto del rey de Málaga Edris II, El Edrisi, nació en Ceuta. En los primeros años del
siglo XII recorrió gran parte del mundo, Egipto incluido, recogiendo información
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y conocimientos. Fue llamado por Rugiero de Sicilia a su corte para encargarle la
compilación de su gran tratado de Geografía Universal, que terminó en 1.154 y le
valió ser considerado “el Estrabón árabe”. En España es bien conocida la parte de su
Descripción de España pues, a partir de la primera edición en castellano en el siglo
XVIII, se ha reeditado con frecuencia.
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En este mismo siglo XII hay dos grandes viajeros musulmanes españoles que
visitaron Egipto: Abu Hamid Al-Garnati e Ibn Yubair. Abu Hamid Al-Garnati, el
granadino, fue un viajero infatigable, comerciante, poseedor de una extensísima
cultura y escritor consumado. Nació en 1080 en el seno de una importante familia
ligada al último rey zirí. El destronamiento de esta monarquía por los almorávides
les hizo emigrar primero a Uclés y luego a otros lugares, huyendo del integrismo
político religioso de Yusuf y sus sucesores. En esta huída continuada dejó España camino de Oriente de donde no volvería y recorrió: Marruecos, Túnez, Sicilia,
Cerdeña, Egipto, Jordania, Siria, Irak, Arabia, Persia, Uzbekistán, Bulgaria, Hungría,
entre otros países.
Abu Hamid llegó a Alejandría en 1117-8 y permaneció en Egipto hasta el 1121.
En su libro describe el famoso faro, explicando su arquitectura y la existencia en su
punto más alto de un gran espejo en el que se veía al que llegaba por mar.
En sus años de estancia en Egipto llegó a conocer bien el país, lo que le permitió describir detalladamente las pirámides y el régimen de crecidas del Nilo, sus
niveles y sus consecuencias. Cuenta como el Nilo se desborda al final del verano
Itinerario del viaje de Ibn Yubair, viajero musulmán valenciano, del siglo XII
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Abu Hamid Al-Garnati, el granadino, fue un
viajero infatigable, comerciante, poseedor de
una extensísima cultura y escritor consumado.
inundando la tierra, lo que permite su cultivo. Cuando la subida alcanza los doce
codos, lo anuncia un pregonero; cuando llega a los dieciséis codos los campesinos
tienen ya que pagar impuestos. Si el agua sube a veinte codos se alcanza la mayor
prosperidad pues la superficie cultivada es máxima; pero si sube más, comienzan
las inundaciones y la situación se vuelve catastrófica. En 1155 peregrinó a la Meca, viajó luego a Bagdad y se instaló después en Mosul y finalmente en Damasco,
donde murió en 1170, a los noventa años.
El gran interés de los libros de Abu Hamid está en que todo lo que cuenta son
observaciones personales que recogen una fina sabiduría, aunque los hechos reales aparecen mezclados con leyendas de la época.
Lo que motivó a Abu Hamid para realizar sus viajes fue probablemente su
admiración por las maravillas del mundo y el gran interés por aumentar su conocimiento y aprender hasta el último día de su vida.
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El otro gran viajero musulmán en Egipto en el siglo XII fue Ibn Yubair. Nacido en
1.145 en Valencia, recibió una educación esmerada en Xátiva, para después trasladarse a Granada, donde alcanzó a ser secretario de cancillería de los gobernadores
almohades. Poeta, erudito en tradiciones musulmanas, decidió abandonar su posición para peregrinar a La Meca en 1183, de donde volvería en 1185.
A su vuelta decidió escribir la relación de su peregrinación y su visita a los Santos Lugares del Islam. Con su libro Ibn Yubayr creó un género en la literatura árabe:
la rihla o relación de viaje, que es luego continuada y reproducida sistemáticamente. Entre sus imitadores destaca el famoso tangerino Ibn Battuta, que se inspiró e
incluso reprodujo párrafos exactos del relato de nuestro valenciano ilustre.
El viaje de Ibn Yubayr estuvo motivado e inspirado por la fe religiosa y ello se
transpira en todo su texto. Ningún escritor medieval nos ha transmitido una descripción tan acabada de los grandes centros urbanos del oriente árabe (Alejandría,
El Cairo, La Meca, Bagdad, Damasco...), pero también se muestra fascinado por el
desierto y el mundo de las caravanas.
Ibn Yubayr llegó por barco a Alejandría el 27 de marzo de 1183, gobernando
Egipto el gran sultán Saladino, y se adentró en la ciudad. En su libro se asombra de
la vasta extensión de sus construcciones, las amplias vías y la altura de sus edificios.
Visitó el faro del que dice que es visible a setenta millas y su construcción es de extremada hermosura y solidez; su altura es de más de ciento cincuenta estaturas de
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hombres y ascendió a la cúspide, donde rezó en un oratorio que allí existía.
De Alejandría viajó a El Cairo y se dirigió en primer lugar a la tumba de Husayn,
nieto del profeta y líder de los chiítas. Describe en su libro las costumbres y ritos de
los creyentes.
Unos días después conoció las pirámides y la esfinge, de las que dice: "las antiguas pirámides, construcciones maravillosas, espectáculo extraordinario, son de
forma cuadrada, como si fuesen varias tiendas plantadas, alzándose en el aire del
cielo y llenan en altura el espacio aéreo. La anchura de una de ellas, desde una de
sus esquinas a la otra, es de 366 pasos. Han sido levantadas con enormes piedras
talladas, ensambladas de forma impresionante en insólita cohesión (...). Si las gentes de la tierra deseasen demoler su construcción les sería imposible (...) nadie sabe
lo que son, salvo Dios, poderoso y grande".
"En la proximidad de estas pirámides, a distancia de un tiro de flecha, hay una
extraña figura de piedra que se alza como un alminar, con características humanas
de aterrador aspecto, (...), se le conoce como el Padre de los Terrores."
Después de un tiempo en El Cairo subió por el Nilo, visitando el Alto Egipto
hasta Assuan y a su vuelta cruzó el desierto hasta el Mar Rojo continuando su peregrinación hacia La Meca.
Benjamín de Tudela: el judío. En este mismo siglo XII, en el período entre
los dos viajes antes citados, visitó Egipto otro insigne español: Benjamín de Tudela,
nacido en el 1130, rabino judío, culto, inteligente, conocedor de la ley (Torá) y del
derecho derivado de las Sagradas Escrituras y de la tradición. Como buen judío era
políglota, hablaba hebreo, arameo, árabe y la lengua romance de su ciudad; probablemente también conociese el latín.
Benjamín salió de Tudela entre 1165-1166 y regresó entre los años 1172-1173,
muriendo en ese mismo año. Su legado es un relato escrito con gran naturalidad,
objetivo y racional. La información que contiene es de gran exactitud y describe
ciudades, sus monumentos, carácter y costumbres de la gente, su actividad económica y comercial, su religión y su cultura. Detalla las distancias de las rutas y recoge
todo lo referente a las comunidades judías: su número de personas, su situación
política y económica, sus corrientes dentro del judaísmo e inclusive sus personalidades más conocidas.
Sobre la motivación del viaje de Benjamín hay interpretaciones complementarias: una estrictamente comercial, otra la de tener noticias sobre las comunidades
Benjamín se dirigió de Tudela a Zaragoza y de allí
a Tortosa donde embarcó. Recorrió toda la costa
norte del Mediterráneo hasta Constantinobla .
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judías esparcidas por todo el orbe mediterráneo e impulsar el conocimiento y apoyo mutuo y por último conservar el espíritu nacional judío.
Benjamín se dirigió de Tudela a Zaragoza y de allí a Tortosa donde embarcó y
recorrió toda la rivera norte del Mediterráneo hasta Constantinopla. Después viajó
todo Oriente Medio, incluido Egipto y finalmente regresó por barco, haciendo escala en Sicilia.
Sobre su estancia en Egipto cuenta: "Es El Cairo, la gran ciudad asentada sobre
el río Nilo. En ella hay unos siete mil judíos. Hay dos sinagogas" y continúa: "es una
gran ciudad y en ella hay muchos zocos y alhóndigas; no cae lluvia, ni hielo ni nieve
se ha visto en ella nunca". Relata luego con detalle las crecidas del Nilo y el régimen
de sus cultivos agrícolas y añade: "No siembran cuando el Nilo no sube, siendo el
hambre atroz en su país". Explica la división del Nilo y la formación del Delta y describe finalmente la ciudad de Alejandría, de la que dice: "La ciudad está construida
hueca por debajo, mediante puentes. Sus calles son rectas".
El relato de Benjamín de Tudela es un texto poco frecuente en la literatura hebrea, donde no son corrientes los libros de viajes.
Los cristianos. A partir del s. XIII los reinos cristianos de la península se convierten en dominantes y comienzan su expansión marítima; los vizcaínos comercian en
los mares del Norte y los catalanes en el Mediterráneo. Pero es sobre todo a partir
de 1250, año en que el rey de Aragón firma un tratado con el Sultán, cuando se
alcanzó el apogeo. En aquellos tiempos, los mercaderes catalanes trataban con las
islas de Creta, Chipre y Rodas y los puertos de Siria y Egipto.
De esa época de esplendor hay que mencionar a Raimundo Lulio, ilustre sabio
y viajero mallorquín que entre sus múltiples viajes, a principios del siglo XIV, llegó
a Alejandría.
Del siglo XIV se conocen varios catalanes que por diferentes motivos viajaron a
Egipto: en 1366, el rey de Aragón envió a Omberto de Fenollar y Jazpert de Camplonch a conseguir la libertad de varios comerciantes catalanes. En 1377 Pedro
IV de Aragón encargó al caballero Bononato Zapera negociar la libertad del rey de
Armenia.
En 1874 se publicó un fascinante libro: "Andanzas y viajes de Pero Tafur" que es
uno de los mejores relatos de viajes de la Edad Media española. Tafur debió nacer
en Sevilla de familia cordobesa, entre 1405 y 1409. Parece que fue criado en la casa
de D. Luis de Guzmán, Maestre de Calatrava y vivió en Sevilla, hasta comenzar su
El libro “Andanzas y viajes de Pero Tafur” es uno
de los mejores y más fascinantes relatos de viajes de la Edad Media Española
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El libro de Pero Tafur es una joya de la literatura de
viajes medieval, publicado por primera vez en 1874.
viaje en 1436 y no parece haber otras motivaciones para el mismo que el placer y
la adquisición de conocimientos de todo lo que pueda ser útil a la vida pública. Se
le ha llamado en muchas ocasiones “el primer turista europeo”.
Tafur recorrió diversos lugares de Europa, Asia y África, cruzando mares y caminos inhóspitos. Era un hombre rico, culto, ambicioso y osado pues su viaje de tres
años entrañó un enorme riesgo. Tafur es nuestro Marco Polo, formaba parte de la
aristocracia medieval urbana, enriquecida con la industria y el comercio.
Aunque su viaje lo realizó entre 1436 y 1439, no lo escribió hasta 1454 o 55,
probablemente motivado por la caída de Constantinopla en manos de los turcos.
Tafur llegó a Egipto procedente de Chipre. Por sus relaciones consiguió la autorización para recorrer el Nilo, visitar las ciudades, poder viajar al Sinai y llegar hasta
el Monasterio de Santa Catalina.
De su relato de Egipto lo más curioso son sus descripciones de la fauna. Reproduciremos algunos fragmentos:
"Ay en esta rivera unas bestias que se crían dentro del agua, que llaman cocatriz,
las quales, quando están en el agua, non ay ome ni bestia que puedan alcanzar
que non la matan, é dizen que fuyen en el agua del búfano,(...). Estas bestias suelen
salir fuera del agua çinco ó seys pasos, é quando faze sol están mucho adormeçidas,(...)."
"Ésta es en todo fechura de lagarto; tienen los dientes macho é fembra arriba é
abaxo, é por esto dizen que, quando travan de alguna cosa, non pueden soltar tan
ayna. Déstas vi muchas yo por esta rivera. (...)"
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"... fuemos á ver la casa donde están los elefantes, é fallé siete, los quales son negros, de color é de grandeza más que camellos, é de fortaleza ansí de braços como
de piernas que paresçen mármoles, la mano redonda é con uña fuerte, (...) la oreja
como una comunal adarga é la cabeza como de tinaja de estas de seys arrobas,
los colmillos de quatro palmos, tiene la boca muy chica, tiene en el beço de arriba
una trompa de fasta seys palmos; ésta él la aluenga quando él quiere é la encoge
cuando quiere, é con ésta apaña las cosas que a de comer é las mete en la boca, é
fínchela de agua quando quiere bever. (...)"
"Otro dia siguiente fuí á ver una animalia que llaman Xarafia, que es tan grande
como un grant çiervo, é tiene los braços tan altos como dos braças, (...) el cuello tan
alto como una razonable torre, é muy mansa; quando le dan á comer del pan con la
mano abaxa la cabeza é face un grande arco con el cuello; dizen que biven mucho
tiempo, é que ésta avía más de doscientos años que estava allí."
Tafur era astuto y consiguió hacerse amigos en todos los sitios, mentía cuando
le convenía, se disfraza, sobornaba y hacía lo que fuera necesario para conseguir
sus objetivos. Pero junto a estos aspectos picarescos tenía unos ideales cívicos muy
claros. Confiaba en el comercio como fuente de riqueza; le gustaba la democracia
florentina porque tenía entre sus regidores tanto nobles como zapateros, y admiraba la organización urbana y los servicios municipales de protección social: orfelinatos, asilos y hospitales. Por contra se irritaba con la pobreza y la insalubridad de El
Cairo.
Otros musulmanes: exilados y moriscos. Hasta entrado el siglo XIX los
conocimientos que los occidentales tenían de África se debían en su mayor parte al
libro "Descripción de África" de Juan León el Africano. Este libro, publicado por primera vez en italiano en Venecia en 1550 dentro de la Colección de Navegaciones y Viajes
de Juan Bautista Ramusio, no fue traducido al español de forma parcial hasta 1940.
León nació en Granada en 1487-88 y su nombre era Asan Ben Mamad Al-Wazzan
Al-Fassi Al-Garnati, perteneciente a una noble familia granadina. Cuando los Reyes
Católicos (1492) conquistaron Granada, emigró con su familia a la ciudad de Fez, donde estudió y se educó en la forma tradicional coránica. Empezó a viajar desde muy
joven con su padre y su tío, con quien ya visitó Tombuctú a los 16 años. Al terminar
sus estudios viajó por primera vez a Constantinopla y La Meca y muy posiblemente
pasara por Egipto. A su vuelta entró al servicio de los reyes y a partir de 1512 acompañó al Xerif Mamad en todas sus guerras y viajes. Con él recorrió todo Marruecos.
El granadino León el Africano comenzó a viajar
muy joven con su padre y su tío, con quien ya
visitó Tombuctú a los 16 años.
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En 1517 viajó otra vez a Constantinopla, pasando por Argel, Bujía, Constantina
y Túnez. Desde Constantinopla marchó a Egipto, llegando poco tiempo después de
la conquista del país por el Sultán turco Selim.
En 1518 se dirigió a Trípoli y a su vuelta a occidente fue apresado por corsarios
sicilianos y trasladado a Nápoles desde donde fue enviado en 1519 a Roma y obsequiado al Papa León X, cuyo nombre de familia era Giovanni de Medicis. Estableció
una estrecha relación con el pontífice, que le bautizó con sus nombres: Giovanni
Leoni.
León X murió en diciembre de 1521, siendo una pérdida irreparable para nuestro protagonista, que desde entonces empezó a pensar en volver a África, a donde
regresó en 1528, tras haber conseguido huir del saqueo de Roma de Carlos V.
Vuelto a Túnez recuperó su fe musulmana y a partir de entonces no tenemos mas
noticias suyas.
En su libro dedicó a Egipto todo el capítulo octavo, en el que se demuestra su
cariño y predilección por este país y sus gentes. En él compara favorablemente las
ciudades de Egipto con las de Marruecos y describe el cambio que se está produciendo en el traspaso de poder de los mamelucos a los turcos.
Sobre las costumbres, trajes y usos de los habitantes de El Cairo dice: "son gentes muy amables y amenos compañeros; prodigan buenas palabras, pero cumplen
poco como suele suceder en todas las grandes ciudades del mundo; ejercen el
comercio y la industria, sin embargo no salen de su tierra."
"Los habitantes de El Cairo, en sus conversaciones no guardan ningún pudor.......
señalaremos la frecuencia con que las mujeres se querellan ante el juez porque su
marido no cumple cada noche sus deberes conyugales, lo cual es causa recurrente
de divorcios y nuevos casamientos"
"A los malhechores se inflingen castigos duros y crueles, sobre todo los dictados en la corte del soberano. Se ahorca al ladrón. El homicida con dolo se expone
al siguiente castigo: uno de los sayones del verdugo le sujeta por los pies y otro le
agarra la cabeza, mientras el ejecutor, armado con un mandoble cercena el cuerpo
en dos partes y la superior se echa en una espuerta con cal viva....."
"Algunas matronas viejas circulan por la ciudad, gritando no se que y su oficio
consiste en cortar la punta de la cresta de la natura de las muchachas, tal como
ordenó Mahoma, pero lo cual solo se cumple en Siria y Egipto"
El texto completo de León es fascinante e instruye tanto sobre la estructura de
las ciudades como sobre las costumbres y cultura de los habitantes.
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A finales del siglo XIX, al derribar una casa antigua del pueblo de Almonacid, se encontró oculta en el hueco y falsete que dejaba libre el doble piso de una habitación,
toda una librería morisca. Los objetos hayados fueron arrojados a la calle, pero un
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Valle del Nilo. Mapa de la “Descripción de África” de León el Africano
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sacerdote que pasaba por allí en aquel momento pudo salvar buena parte de lo
allí descubierto y entre ellos, un cuaderno, dentro de un códice de mayor tamaño,
que contenía un largo poema que describe con gran entusiasmo la peregrinación
llevada de un musulmán auténtico, probablemente en 1603. Este texto es el que se
ha dado en llamar “Las coplas de el Peregrino de Puey Monçon”. Este era el nombre
antiguo de Pueyo de Santa Cruz, a seis kilómetros de Monzón, es el pueblo natal
del morisco peregrino a la Meca, que escribió el largo poema.
El libro consta de 79 estrofas de las que dedica nueve a Egipto y en ellas describe El Cairo, las ruinas de Heliópolis y los obeliscos del Templo del Sol. Dice de El
Cairo que había un sinnúmero de habitantes con más de 36.000 templos y que la
ciudad estaba tan alumbrada de día como de noche.
Menciona la Mezquita de Aleçuar (Azahar) o de las flores, en recuerdo de Fátima, hija de Mahoma. Habla también de la mezquita de Tulún, la más antigua de
El Cairo. Se asombra con la mezquita de Algurí; que debía estar en ese momento
recién construida y se entusiasma con la perfección de sus alicatados y la fantástica
ornamentación.
Visita Heliopolis y dedica una estrofa entera a un obelisco, el del templo de
Tum, probablemente el más antiguo que se conoce y le llaman la atención sus
jeroglíficos, entonces indescifrables, dice textualmente: "No las sabe leir moro, ni
jodio, ni cristiano"
El peregrino de Puey Monzón, es representativo de lo que debieron ser las pe-
Itinerario del viaje del peregrio del Puey Monzón, ejemplo de las clandestinas
peregrinaciones de los moriscos españoles a la Meca.
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regrinaciones de los moriscos
españoles a la Meca, clandestinas y misteriosas hasta su
expulsión definitiva de España en 1609.
Los peregrinos a Tierra Santa. Entre los muchos peregrinos cristianos a
Tierra Santa de los siglos XVI
y XVII hemos seleccionado a
tres que pasaron por Egipto
y que destacan por los relatos
de sus viajes.
El primer viaje fue el de
Juan Perera, realizado en 1552
y publicado como libro V, en
"La Cosmographia Universal
del Mundo" de José Sesse.
(Zaragoza. 1619). El título de
El “Libro de la Cosmographia Universal del
su capítulo es "El camino y
Mundo” relata el viaje de Juan Perera en 1552
peregrinación que hizo el canónigo Juan Perera, mi tío, desde Roma a Jerusalén y toda la Siria hasta Egipto".
De Juan Perera no sabemos más que lo que en el libro se dice. Perera llegó al
Sinaí desde Tierra Santa, y visitó el Monasterio de Santa Catalina y desde allí viajó a
El Cairo, de donde dice:" es grandísima ciudad, dicen que tiene cerca de 33 millas,
abundante de todas mercaderías y mercaderes, hay en ella tanta multitud de gente, que apenas pueden pasar por las calles, sino que van a caballo; los renegados
que hay allí, dicen que son más de 30.000; hay allí Moros, Turcos y Cristianos de
diferentes sectas;(....) hay mezquitas o oratorios de los Moros 14.000 y 40 iglesias
de Cristianos; hay 14.000 calles que cierran de noche por las mercaderías que hay
en ella."
"El río Nilo es grande como el Po, y otros grandes ríos y sale de madre dos veces
al año y cubre la tierra de Egipto, porque allí nunca llueve."
Más adelante dice." El Cairo, esta en la cabeza de Egipto, do residía el Faraón;
aquí fue traido José, cuando fue vendido por sus hermanos y fue puesto en la
cárcel, y aquí son los graneros de José, con que reparó todo Egipto, en tiempo de
aquella grande hambre, los cuales son tres, el uno mayor que el otro, y son de cantería a manera de diamantes y son tan grandes, que de grande distancia parecen a
manera de montañas o sierra; y cerca de los muros desta ciudad pasa el Nilo"
El segundo peregrino es Pedro Escobar Cabeza de Vaca, alférez de la Orden de
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los caballeros Templarios de la Santa Cruz de Jerusalén, que publicó en 1573 su gran
poema: "Luzero de la Tierra Santa y grandezas de Egipto y Monte Sinaí".
Pasó en Alejandría trece días y escribió:
" ... vi puesta la columna de Pompeyo,
la qual allí dexó por su memoria;
y es justo que por ella se eternize.
Es la mayor de el universo mundo,
y aun una de las Siete Maravillas
que dizen que ay en él. Tiene de altura
hasta cien brazos y en circuyto veynte.
Es hecha toda de una sola pieza,
y tal que dudo aver poder humano
que la pueda mudar a alguna parte."
Viajó luego a El Cairo y vivió allí una larga temporada esperando la caravana que
le llevase a Jerusalén. Sobre las pirámides escribió:
"... El día siguiente fuymos por el norte
hasta tres buenas leguas, y llegamos
a las dos soverbíssimas pirámides
que hizo Faraón para sepulcros
de su muger y suyo, y no lo fueron; (...)"
"Con gran razón les ponen este nombre
de una de las Siete Maravillas
que el universo mundo encierra y tiene,
porque mirar dos máquinas tan grandes
puestas en medio de un muy ancho campo
sin que admiración cause, no es posible.
Mil pies tienen de altura estas pirámides
y devajo de tierra van quinientos.
Es cada qual cuadrada, y de circuyto
tiene una milla, y desde lo más vajo
se va estrechando a la mayor altura
donde parece al que de vajo mira
que en lo alto vee una delgada punta
donde podrá caber con pena un hombre.
Y porque subí a ella soy testigo
que sin ninguna caben más de ciento.
Los que avajo quedaron parecían
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hormigas muy pequeñas, y a nosotros
por pájaros los mismos nos juzgavan.
La que me pareció la mayor grandeza
fue ver todas las piedras de un tamaño,
de una altura y grandeza, y la más chica,
no pudieran traerla veynte bueyes."
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El más famoso peregrino español a Tierra Santa es Fray Antonio del Castillo que
realizó su viaje a mediados del s.XVII y escribió un libro de fantástico éxito, que tuvo
su primera edición en 1654 y se reeditó centenares de veces hasta hoy mismo.
Fray Antonio nació en Málaga, profesó en la orden franciscana en 1623, fue misionero en Tierra Santa, donde estuvo siete años y a su vuelta fue capellán y confesor
del rey. Su libro dedica unas páginas a Alejandría, el Nilo y El Cairo. Seleccionamos un
fragmento que tiene interés y no trata los temas ya expuestos por otros viajeros:
"Sola esta ciudad tendrá, según nos afirmaron, quatro millones de personas; y si
Nuestro Señor no proveyera de que viniesen aquellas pestes de tres en tres años en
todos aquellos países, no cupiera la gente ya en el mundo. Viene la peste y no dura
más que quatro meses, março, abril, mayo y junio, hasta el día de San Juan, porque
esta noche en cayendo el rocío, el día siguiente no ay más peste. El año que yo
passé por allí murieron ochocientas mil personas. Otros años mueren un millón, y
más. Avía día que morían quarenta mil y más; porque la cuenta que hazían los mercaderes era decir, "Esta ciudad tiene quarenta mil calles. Ay calles de más de legua
y media, y otras pequeñas. Contando de cada una un muerto, grande con pequeña,
vienen a ser quarenta mil los muertos cada día. Huvo día que de sola una puerta de
la ciudad se vio salir cinco mil muertos. Ellos no se guardan de la peste. En muriendo
uno, el otro se pone la camisa del muerto, porque dizen es gran favor de su Mahoma el que muere de peste. Y assí a nosotros los cristianos que nos guardamos y los
judíos, dizen somos bestias, porque dizen que la peste la enbía Dios, y puede entrar
por ventanas y techos. (...)"
"Tres leguas distante del Cayro fuimos a ver las pirámides de Egypto (...). Ay tres
grandíssimas y otras más pequeñas. La mayor de todas es en la que está el sepulcro
de Faraón. Su altura es indecible. Tiene 2600 passos de circuito y 1552 passos de
alto. De diez y seis personas que fuimos a ver esta maravilla, sólo las tres subimos
Fray Antonio del Castillo realizó un viaje de
peregrinación a Tierra Santa a mediados del siglo
XVII y escribió un libro de gran éxito.
a lo alto, que fue otro religiosa y yo y un turco. Los demás subían hasta lo que sus
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fuerças y valor alcançavan, y allí se quedavan. Son todas estas pirámides hechas
de piedras de notable grandeza, porque avrá algunas que pesarán más de ciento y
cincuenta arrobas; y la maravilla grande es que no aviendo en todo el Egipto piedra
alguna, de suerte que si se buscasse en todo él una del tamaño de una nuez, no
fuera posible hallarla. No se sabe de adónde o cómo traxeron piedras de tal tamaño
y tantas; y cómo las subieron a tan encumbrada altura es lo que admira y espanta.
Para entrar dentro e ir a la pieça o sala donde está el sepulcro de Faraón, se baxa
por una escalera sin escalones; luego se entra por una abertura, que fue menester
para entrar quitarnos los hábitos y entrar con solas las túnicas, y luego se sube
por una escalera, semejante a la que baxamos, un gran trecho; y en la mitad de la
pirámide ay una sala muy hermosa que tiene 40 pies en quadro, y en medio está
un suntuosísimo sepulcro de jaspe, obrado con todo primor y artificio. En él están
algunas letras y caracteres egypcios que no entendimos. Dizen los de aquel país
que aquellos caracteres quieren decir, "Nosotros hicimos esta obra en seis años. Si
alguno huviere que se atreva a deshazerla en ciento, damos licencia para ello". A las
demás pirámides no subimos. Junto a estas pirámides está un ídolo hecho de una
piedra de admirable grandeza. Tiene el rostro hermosíssimo, y todo él hecho con
grandíssima perfección."
El relato de Castillo podría ser ya el de una guía turística actual.
Los viajeros del siglo XIX
Espías, embajadores, científicos, militares y turistas. De los múltiples
viajeros del S.XIX hemos seleccionado varios que describiremos rápidamente.
El primero y más conocido es Domingo Badía Leblich, el famoso Ali Bey. Este
misterioso personaje, mitad científico mitad espía, viajó a Marruecos enviado por
Godoy para conocer las interioridades del reino de Marruecos y conspiró para derribar al Sultán y llegó a hacer creer a Godoy que él podría ser su sustituto. Realizó
todo su viaje simulando ser Ali Bey, príncipe de los Abbasides.
Después de ser expulsado de Marruecos, se dirigió a Trípoli y Chipre y llegó a
Egipto en 1806, de paso en su peregrinación a la Meca. No sabemos si para entonces se había creído su propio personaje y profesaba la fe musulmana.
En cualquier caso, su relato es el de un viajero con interés científico y cultural y
gran capacidad descriptiva y de ahí el enorme éxito e influencia que tuvo su libro,
Ali Bey, un misterioso personaje, mitad espía
mitad científico, viajó a Marruecos enviado por
Godoy para conocer los secretos de aquel reino.
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Portada del libro de Antonio del Castillo, peregrino español a Tierra Santa. 1654
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con ediciones inmediatas en francés,
inglés, alemán e italiano y más tarde
también en español.
Badía era un ilustrado, hijo de la
revolución francesa y por lo tanto
defensor de la libertad, igualdad y fraternidad. En la España convulsa de los
años que han de venir fue un afrancesado partidario de José Bonaparte y
tras la caida de este hubo de exiliarse
a Francia.
Son interesantes sus comentarios
políticos sobre el personaje que habrá
de protagonizar el futuro político inmediato de Egipto Mehemet Ali:
"Dicho príncipe, todavía joven, es
de pequeña estatura y picado de viruela; es valiente, tiene los ojos vivos, y
se nota en él cierto aire de desconfianza; dotado de espíritu y buen sentido
carece de instrucción, y se halla con
frecuencia embarazado;(...)
Columna de Pompeyo, de la primera
Estos soldados (los de Mehemet
edición del libro de los viajes de Ali Bey.
Alí) son revoltosos y exigentes; mas el
pueblo los sufre con paciencia, porque no sería más dichoso con gobierno representativo, sufre el yugo del silencio.
Por otra parte, Mehemet Ali, que debe su elevación al valor de sus tropas, tolera sus
excesos (...)
El soldado tiraniza; el pueblo bajo sufre; pero los grandes no se resienten en manera alguna, y la máquina anda como puede. El gobierno de Constantinopla, falto
de energía para mantener el país en completa sumisión, sólo goza de una especie
de dominio, que le produce algunos ligeros subsidios, los cuales procura aumentar
de año en año con nuevos artificios. El corto número de mamelucos que hay, está
confinado al alto Egipto. (...)"
"Muchos viajeros cristianos han representado las calles de El Cairo como en extremo sucias y de aspecto triste. Puedo asegurar habrá pocas ciudades en Europa
de calles tan limpias. El piso es muy suave, sin piedras, y perfectamente parecido al
de un andén bien regado, como los paseos de Europa. Si se ven algunas calles muy
angostas, también las hay muy espaciosas, aunque todas parecen más estrechas de
lo que realmente son, a causa de la proyección del primer piso como en Alejandría.
Dichas proyecciones o vuelos se hallan de tal suerte dispuestas, que en las calles
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angostas las casas casi se tocan con las de enfrente, pues sólo las separa un espacio
de cuatro dedos. Disposición necesaria y agradable en un país tan cálido.
Lejos de ofrecer las calles de El Cairo aspecto triste, el gran número de tiendas y
talleres, unido al inmenso gentío que circula, hace varia escena a cada instante, y yo
las encuentro tan alegres y divertidas como la de las grandes ciudades de Europa."
vvv
No hay viajes relevantes hasta 1845 en que visita Egipto Antonio de Orleans,
Duque de Montpensier, hijo pequeño del rey de Francia Luis Felipe de Orleáns. Se
ha incluido a pesar de ser francés, por la importancia que tuvo en España, al casarse con la infanta María Luisa, hermana de Isabel II. Se instaló en Sevilla creando una
auténtica segunda corte en el Palacio de San Telmo y fue pretendiente a la corona
de España.
El libro que su secretario Antonio Latour escribió sobre este viaje fue publicado
en España en 1849. Montpensier llega a Egipto en viaje oficial como embajador
de Francia ante Mehemet Ali. Su viaje es fastuoso, va acompañado de dibujantes,
pintores y de los primeros fotógrafos, lo que le permitió posteriormente, editar una
fantástica colección de grabados y unas fotografías deliciosas.
Mehemet Ali tiene 76 años y Latour dice: (...) "su estatura, aunque algo pequeña, no ha perdido nada por la edad, y su barba está completamente blanca; pero
su andar es firme: y si la estremada movilidad de sus facciones pudiese disminuir
algun tanto la dignidad de su rostro, se encontraria toda en la imponente energía
de su mirada. Los príncipes atravesaron con las manos enlazadas el vestíbulo que
separa el patio interior de la sala de recepcion, y al pié del divan, que ocupa todo
el fondo de dicho salon, Mehemet-Alí se sentó, ó con mas propiedad, se dejo caer
bruscamente, mientras el duque de Montpensier tomaba asiento á su derecha.
(...)"
(...) "Serian las tres y media de la tarde, y nos encontrábamos á ocho ó diez
leguas del Cairo, cuando gritaron: ¡las pirámides! Eran ellas en efecto que se presentaban en el horizonte. El Nilo habia sido para el príncipe una primera vision del
antiguo Egipto, las pirámides fueron la segunda: por fin alcanzaba aquella tierra de
los Faraones y de los Tolomeos. ¡Que impresión le espera al pié de estos majestuosos monumentos!" (...)
Montpensier navegó por el Nilo hasta Assuan y a la vuelta su barco atracó en
Luxor para visitar los templos de Luxor y Karnak. Latour escribe:
(...) ¿Por donde empezar, y como no estraviarse en esta multitud de monumentos gigantescos y amontonados, adonde se llegaba por cinco avenidas de enormes
esfinges, las cuales se prolongaban por espacio de un cuarto de legua? Una de
estas avenidas llegaba hasta el palacio de Luqsor. Muchas de las esfinges están
todavía en pié; pero ninguna se ha conservado intacta. Lo que constituye por otra
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parte el interes especial de tal ó cual templo, lo que dá á su aspecto un carácter distintivo, la esfinge, el coloso, el obelisco, todo se encuentra reunido en Karnac, y ¡en
qué número! La imaginación se turba y casi se espanta. Se sale de un palacio para
entrar en un templo, se deja una sala donde cada columna tiene su coloso de pié
sobre el suelo, y se pasa por junto á obeliscos caidos. Se llega de Luqsor deslumbrado aun por su triple columnata, y de repente se encuentra uno trasportado á una
sala de ciento ochenta columnas, de las cuales una sola por su prodigiosa altura,
por sus pinturas todavía frescas y por sus vigorosas esculturas, seria considerada en
cualquiera otra parte como un monumento. (...)"
(...)"El dia siguiente nos reservaba otra semejante en las tumbas de los reyes,
situadas en la ribera izquierda, donde el príncipe se trasladó á caballo antes de salir
el sol. (...)
(...)"echamos pié á tierra en una especie de encrucijada desierta, en la cual se
hallan de distancia en distancia unas puertas practicadas en la roca: de estas hay
diez y seis y todas dan entrada á otras tantas tumbas, verdaderos palacios subterráneos, donde se baja con hachas encendidas por escaleras casi arruinadas, y donde
sin cesar el pié del visitante se posa sobre restos de toda clase. A estas escaleras
sucede un profundo corredor al cual dan, á derecha é izquierda, pequeñas salas de
forma regular, y que va á terminar á una larga galería donde, solía descansar en un
sarcófago, la momia del soberano. S. A. R. visitó los mas notables de estos monumentos, los de Rhamses-Meyamun, de Amenofis y de Thutmosis y descendió hasta
el fondo, parándose á cada paso para reconecer los nichos de estas lúgubres y extrañas mansiones. Las murallas, cubiertas por todas partes de esculturas y pinturas,
algunas veces muy finas, revelan en sus costumbres y maneras mas familiares la
primitiva civilización del Egipto. Las artes, los oficios ejercidos en aquellas remotas
edades, los secretos mas íntimos de la vida antigua, todo se encuentra allí con una
encantadora sencillez, que no excluye cierta precision."
vvv
El mundo del transporte ha cambiado ya radicalmente, la máquina de vapor ha hecho que los barcos sean rápidos e impulsa el desarrollo de los ferrocarriles, con ello
empieza el turismo, los viajes se generalizan y se hacen accesibles con comodidad
a la burguesía. Empiezan los paleoturistas en Egipto.
Hemos seleccionado unos breves fragmentos de los relatos que publicaron
El Duque de Montpensier visitó Egipto en 1845.
Su secretario Antonio Latour escribió un libro sobre este viaje que fue publicado en 1849.
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nuestros turistas del s. XIX y que tienen su explosión con motivo de las obras y la
apertura del canal de Suez.
Antonio Bernal viajó a Egipto en 1864 camino de su destino diplomático en
Siria y Líbano y publicó "En Egipto" en 1876. Su relato es costumbrista y lleno de
detalles. En su camino a las Pirámides cuenta la siguiente anécdota:
"En este punto nos tomó por asalto
una turba de árabes robustos y ligeros
como gamos, gritando á voz desenfrenada, medio en francés, medio en
italiano: ¿Pirámides andáre? Y quieras
que no quieras, entre saltos y gritos,
olfateando el batchichs nos acompañaron.
Y no fue inútil su asistencia, porque
varias lagunas nos cerraban el paso; y
al decir de ellos, y lo creo, al vadearlas
caballero en los borricos, corríamos el
peligro inminente de tomar un baño.
Así es que con presteza y exclamando:
¡Arabe buono! mi batchichs, se arrollaron la camisa al cuello, que con el
turbante constituia todo el trage, y
agachándose sobre los talones, nos
invitaron, pegándose en los hombros
con las manos, á montar sobre ellos y
cruzar el vado.
Lo curioso fue que unas señoras
que tambien formaban parte de la caravana, gritando como desesperadas
Imagen de El Cairo, tomada por los fotógrafos del Duque de Montpensier.
se taparon los ojos para no ver lo que
quien viaja en Oriente debe considerar
como un detalle del que nadie hace caso. Y pues viene de molde, diré á Vd. Que, habiéndome rezagado orillas del Nilo para echar un cigarrillo, ví unas cuantas muchachas de catorce á diez y seis abriles salir como náyades de las aguas en que estaban
bañándose; y el efecto enteramente contrario fue el que se produjo entre nosotros:
Montpensier navegó por el Nilo hasta Assuan y a
la vuelta su barco atracó en Luxor para visitar los
templos de Karnak y Luxor.
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¡ellas fueron las que se taparon la cara con ambas manos!... En estos países, el rostro
en las mujeres y la cabeza en los hombres es la parte noble é importante; el resto no
ofrece ni rubor, ni curiosidad, ni el verlo ni el mostrarlo."
vvv
Adolfo de Mentaberry pasó por Egipto en 1866 camino de Constantinopla que
era su destino diplomático. El 1873 publicó sus recuerdos con un largo prólogo de
Cánovas del Castillo en el que dice que en lo que nuestro autor aventaja a otros
escritores sobre Oriente es en la pintura y descripción de las costumbres, hemos
seleccionado por ello el siguiente fragmento:
"En los bazares, frescos y embovedados, especialmente, el espectáculo es curioso, original, indescriptible, combinándose la luz y la sombra, el ruido y el silencio,
la opulencia y la miseria de un modo tal que cautiva y sobrecoge la atencion del
viajero. (...)"
"Á uno y otro lado tiendas, cuyo mostrador es rasante á la calle, y encima del
cual el comerciante, sentado sobre sus piernas cruzadas, fuma, escribe ó reza, pasando las cuentas de su rosario de la Meca, cuando no tiene compradores á quienes
enseñar las vistosas sedas de Damasco y de Alepo, las gasas de Mosul, las telas de
Brusa, los bordados de Constantinopla y los lienzos estampados de Manchester,
todo revuelto y formando contraste con las mercancías, armas, arreos, dulces,
comestibles, antigüedades que se venden al lado y con los perfumes de la Arabia,
que esparcen en derredor su aroma para excitar el sensualismo de los hombres y la
coquetería de las mujeres, mudo llamamiento á que éstas resisten rara vez."
vvv
En 1869 viajó también a Egipto el catalán Baltasar Bacardi, que publicó "Itinerario del viaje realizado al oriente" en 1872 y relata de esta forma su viaje de Alejandría a El Cairo:
"Por la mañana á las siete y media, después de haberme desayunado con té,
pues estas fondas lo sirven todas las mañanas ni mas ni menos que en Inglaterra,
en una carretela me marché á la estacion del camino de hierro; el material es bueno,
pero muy mal cuidado; el país que se recorre es llano, fértil, pero de poca frondosidad; ¡qué poblaciones tan parecidas á las de la provincia de Murcia! Como aquellas
El arqueólogo Juan de Dios Rada viajó a Oriente
en 1871 en la fragata Arapiles, dirigiendo una
Comisión Científica Oficial.
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Estatua de Ramsés III en Menfis. Los viajeros de los siglos XIX y XX contaron con
el grabado para transmitir sus impresiones de viajes a Egipto.
se hallan estas rodeadas de palmeras, pero no son tan numerosas ni tan bellas,
sustituyendo el minarete al campanario; ¡qué diversidad de trajes en los habitantes
del país! ¡qué bien estarian si estuvieran limpios!"
vvv
Juan de Dios Rada y Delgado nació en Almería, fue arqueólogo y llegó a dirigir
el Museo Arqueológico Nacional. Viajó a Oriente en 1871 en la fragata Arapiles,
dirigiendo una Comisión Científica Oficial que pretendía recorrer algunos puertos
de Grecia, Turquía y otros de Oriente con las siguientes instrucciones: "... tomen
detallados apuntes además de lo que conceptúen necesario en la parte histórica
y geográfica, sobre el estado actual, cultura, industria, progreso moral y material y
relaciones comerciales de esos países con otros de Europa, a fin de poder deducir
por la comparación las ventajas que pudiese obtener el nuestro por medio de tratados especiales."
Entre 1876 y 1882 se publicaron tres enormes tomos con el contenido de sus
notas. En el final de su recorrido tocaron el puerto de Port Said para visitar el Canal
de Suez que había sido inaugurado el 16 de noviembre de 1869 y después Alejandría. Sus comentarios son los siguientes:
"Nosotros lo examinamos todo, y nos internamos en el canal hasta donde nos
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“De los monumentos que hoy existen en el Cairo,
el que más llama la atención por su apariencia
exterior es la Ciudadela”. Toda y Güell. 1889.
lo permitió la escasez del tiempo de que disponíamos, y comprendimos la justicia
con que se reputa á la nueva vía como la más gigantesca y más útil obra de los
tiempos modernos.
Pero es lástima que no se utilicen de ella ni el comercio ni los navegantes hasta
el grado que era de esperar; y esto prueba lo difícil que es realizar un cambio en la
marcha rutinaria de las cosas. El señor director dijo al comandante de la fragata que
en el mes de Julio habían atravesado el Canal 66 buques, es decir, poco más de dos
por dia, y esto es en realidad una insignificancia para el enorme movimiento comercial que se efectúa entre la Europa y las costas de la India y de la China. (...)"
Supimos con mucho sentimiento que desde la apertura del Canal sólo había
sido cruzado por un buque del comercio español, el vapor Buenaventura, porque
esto da la medida del atraso relativo en que nos encontramos en asuntos comerciales con los demas pueblos del continente europeo; lo que es tanto más notable,
cuanto que tenemos en la Oceanía ricas provincias que parece debían sostener un
gran cambio de productos con la metrópoli; pero hemos oido que se ha fundado
una compañía española que establecerá comunicaciones periódicas por la vía del
Canal y por medio de buques de vapor entre la Península y el Archipiélago filipino,
y esto nos da la esperanza de que nuestro comercio no se mantendrá por más
tiempo alejado del concurso universal, y que no trascurrirá un gran plazo sin que
nuestra bandera alterne en todas partes, y en la proporcion debida, con las demas
naciones."
vvv
En 1884 Eduardo Toda y Güell, diplomático catalán, nacido en Reus en 1852,
viajó a Egipto en un auténtico viaje de aventura para la época, ya que atravesó el
desierto en una caravana de beduinos, desde Nubia hasta la segunda catarata del
Nilo. Permaneció en Egipto dos años y a su regreso se convirtió en publicista y conferenciante y posteriormente se dedicó a los negocios.
En 1889 publicó su amenísimo libro "A través de Egipto", que cuenta la historia
y la descripción actual de los monumentos, pero al mismo tiempo lo mezcla con la
situación social y política del momento. Reproducimos algunos fragmentos:
"De los monumentos que hoy existen en el Cairo, el que más llama la atención
por su apariencia exterior es la Ciudadela. Edificóla el Sultán Saladino, el héroe
musulmán de las guerras contra los Cruzados. Está construído con piedra extraída
de las pirámides de Guizeh, sobre una alta colina dominando la ciudad. Una puerta
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Fotografía del libro del viaje a Egipto del Duque de Montpensier. En una caravana de beduinos similar a ésta,Toda y Güell atravesó Egipto en 1852
de arquitectura árabe, que flanquean dos torres almenadas, da acceso á su recinto
por la parte de Occidente y paso á un estrecho y tortuoso corredor, que sube á las
explanadas del castillo. En este pasadizo ocurrió en la noche del I.º de Mayo de 1811
el famoso asesinato de los jefes mamelucos que tenían en continuo jaque el poder
naciente del Jedive. Mehemet Alí los convidó á todos á un suntuoso banquete que
él mismo presidía, y cuando entrada la noche sus huéspedes, tres ó cuatrocientos
en número, iban á retirarse saliendo de la Ciudadela, fueron atacados por los genízaros albaneses y muertos sin piedad. Sólo uno de ellos, el bey Emín pudo salvarse
despeñándose con su caballo por una de las brechas de la muralla, y todos los
cicerones del Cairo muestran hoy á los viajeros el montón de ruinas existente á la
izquierda de la entrada, que conserva el nombre de salto del mameluco.(...)"
(...)"Desde Guizeh á las Pirámides, en una extensión de seis kilómetros, hay una
magnífica carretera flanqueada por corpulentos árboles. Hace algunos años no
existía camino alguno que condujera directamente á aquellos monumentos, pero
como en 1860 la Emperatriz Eugenia (Eugenia de Montijo, española, esposa de Napoleón III) en su viaje á Egipto, quiso visitarlos, ordenó ISMAEL que se construyera
la calzada. Todos los vecinos de los pueblos inmediatos fueron obligados á trabajar,
casi sin descanso ni remuneración, y á los ocho días de emprender la obra, el coche
imperial rodaba desde el Cairo al pie de la gran Pirámide de Cheops (...)"
"Hallándome en Guizeh en Abril de 1885 asistí al descubrimiento de un sepulcro hallado en el fondo de un pozo, junto á la gran Pirámide, por los beduínos
SGE / 121
Ilustración del libro de Olegario Junyent “Viaje de un escenógrafo a Egipto”.
que emplea en sus excavaciones el director del museo de Bulaq. Aquella tumba
perteneció á Kemkáf, príncipe real de la cuarta dinastía memphita, y había ya sido
violada en la antigüedad, pues hallamos roto su magnífico sarcófago de granito de
Siena, y la momia destrozada en un rincón del pozo. En el cubo de piedra se veían
algunas inscripciones jeroglíficas, que daban á conocer el nombre del propietario
de aquel sepulcro:
Kemkáf, hijo de Reyes, intendente de las fiestas religiosas, escriba de Horus...
La miserable luz de mi vela no permitió leer más, viéndome obligado á salir
cuanto antes de aquel sepulcro, profundo de diez y seis metros, cavado en la roca
de la montaña líbica, en cuyo recinto el exceso de calor y la falta de aire me amenazaban con la asfixia."
Al final del libro relata la guerra que los ingleses mantenían entonces en Sudán
122 / SGE
El escenógrafo del Liceo Olegario Junyent dió la
vuelta al mundo y escribió un libro magníficamente ilustrado con fotos y dibujos propios.
contra la sublevación de "El Mahdi" y la muerte del general Gordon.
Y por último nos descubre el fantástico proyecto, para anexionar a la corona
de España los países del mar Rojo y alto Egipto.Esta fantasía fue tramada por un
aventurero francés autotitulado Conde de Esnavel, con el apoyo de un comerciante
español y diferentes frailes italianos y españoles y llegó a ser aprobada por José del
Campillo, Secretario de Estado de Felipe V.
vvv
Y el último viajero que comentaremos ya en la primera decena del s. XX es
Olegario Junyent, barcelonés, se hizo famoso como escenógrafo del Liceo, principalmente con las óperas de Wagner. Amigo de Cambó y su consejero artístico. Dió
la vuelta al mundo. Su libro se llama: "Viaje de un escenógrafo a Egipto" y como él
mismo dice en su presentación son las impresiones de un pintor dispuesto a suplir
con notas escritas lo que no acertara a explicar con sus lápices y colores. Pero el
libro destaca precisamente por las fotos y sobre todo los dibujos y las ilustraciones
de Junyent de las cuales reproducimos aquí algunas. De sus escritos hemos seleccionado estos fragmentos que nos han parecido significativos:
"Salimos del Cairo para Luxor a las primeras horas de la mañana... Horas después nos dirigimos en busca de confortación al vagón-restorán. El cual no se hallaba tan concurrido de europeos como nosotros sospechábamos. Pronto supimos
la causa. El calor era horrible, y los ingleses y alemanes, los turistas más asíduos de
Egipto, procuran viajar a otras horas en que el ambiente refresca. ¡Y cuidado que
la Compañía procura que hagan el viaje con todas las comodidades apetecibles!
Los vagones tienen doble techo; las ventanas se cierran herméticamente; los ventiladores renuevan la atmósfera del interior. Y aún así no basta. Hoy por hoy, el sol
puede más que la agencia Cook, acaparadora y explotadora omnímoda de Egipto.
Hay que ver como la célebre agencia se ha posesionado de estas tierras sagradas.
En el tren, en los hoteles, en los buques, en los senderos más escondidos y en los
rincones más apartados hace acto de presencia, ya con sus rótulos, ya con sus
agentes innumerables. Es el triunfo del burguesismo, la garantía de la comodidad;
pero también, en muchas ocasiones, la decepción de quien llega aquí con el alma
saturada de recuerdos y ajena a la superficialidad de estas gentes para las cuales las
pirámides milenarias y una exposición de neumáticos son cosas parecidas."
Como pueden deducir después de leer estas páginas: el negocio turístico había
comenzado. m
SGE / 123
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