31/08/2012 6 20:34 EL SIGLO DE DURANGO | Cuerpo E Pagina 6 Cyan Magenta Amarillo Negro | ARTE SÁBADO 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 BIOGRAFÍA Doña Josefa Ortiz de Domínguez “Me llamo Josefina, soy criolla y me peino de chongo. Por mis ideas me llamaron conspiradora. Luché por la Independencia y no me explico por qué hoy me encuentro atrapada dentro de un billete. ¡Yo no soy de papel! No soy un rostro ni una estatua. Mi historia es la de una mujer de carne y hueso”. Con el paso de los años dejé de ser colegiala, me casé y me convertí en la corregidora de Querétaro. A mis puertas llegaban las noticias y correos desde el norte y centro de Nueva España. En mi querido baúl, el que me acompañó por tantos años, guardaba cartas y mensajes secretos. Por defender a los más débiles, mi esposo se había ganado enemigos. Protestó contra el mal trato que algunos españoles, dueños de los grandes talleres textiles de la región, daban a sus trabajadores ¡qué injusticia! Los obligaban a laborar de sol a sol sin descanso. Además, los castigaban con doce azotes si se equivocaban. Con el fin de derrocar al gobierno colonial, organicé reuniones secretas en mi propia casa. Las llamé “Tertulias literarias” para despistar a los espías del virrey. Mi salón se iluminaba con ideas de libertad y de igualdad. Nuestro juego era arriesgado: si nos descubrían pagaríamos con la cárcel. En De la batalla diaria me encargaba yo ■ “Mi esposo, el corregidor Miguel Domínguez, era representante de la justicia: decidía quién tenía la razón en un pleito. De la batalla diaria me encargaba yo: atendía las riñas de mis 14 hijos. Los niños se divertían con el trompo, el burro y las canicas”. nuestras juntas habíamos elegido al cura Hidalgo como cabeza del movimiento. Ignacio Allende lo mantenía informado de nuestro proyectos a favor de la insurrección. Nos comunicábamos con cautela pero había muchos soplones. La mañana del 13 se septiembre me horroricé ¡hasta se me cayó la peineta del susto! Recibí la funesta noticia de boca de mi esposo; habían encontrado pólvora escondida entre los costales de harina de la tienda de los hermanos Gómez. Ellos solían acu- dir a las reuniones secretas de mi casa ¿Nos delatarían? La confusión de apoderó de nosotros. Mi esposo se vio obligado a rendir cuentas ante las autoridades españolas. Salió de prisa y, preocupado por mi seguridad, me dejó encerrada en nuestra casa. ¡Se llevó consigo el manojo de llaves de todas las puertas! ¡Caray! Parece que estoy condenada a los encierros. Desesperada toqué tres veces con el tacón de mi zapato en la pared de la habitación. Desde su vivienda el alcalde Pérez escuchó mi llamado. Rápidamente corrí por el pasillo, bajé las escaleras y, casi sin aliento, llegué hasta el zaguán. Ignacio Pérez estaba afuera. A través de la cerradura le pasé un papelito que decía: ¡Pérez vaya ahora mismo a San Miguel y dé aviso al capital Allende de que la conspiración ha sido descubierta! Pero Allende ya no estaba en San Miguel. Se había ido a Dolores para reunirse con Hidalgo. La madrugada del 16 de septiembre mi recado llegó por fin a sus destinatarios. No había tiempo que perder. La rebelión debía iniciarse antes de que nos apresaran. Hidalgo se calzó las botas de campaña y caminó hacia el atrio de la parroquia para hacer sonar las campanas. Unos 700 hombres armados con palos, picos y machetes integraron en unas cuantas horas el primer Ejército insurgente. Era el principio de la Independencia. ¿Y a mí, Josefa Ortiz de Domínguez, qué me ocurrió? Fui descubierta y encarcelada durante cuatro largos años, separada de mi esposo y arrancada de mis catorce hijos. Por apoyar la causa de la Independencia se me acusó de “agitadora”, “escandalosa” y “audaz”. En ese entonces luché por la Independencia de mi país. Hoy lucho por rescatar mi verdadero rostro. Quiero cambiar la imagen severa de heroína del mes de septiembre por la de una mujer con voz, con grito propio. (Texto extraído del libro ‘Doña Josefa y sus conspiraciones’, ediciones Tecolote, de la Secretaría de Educación Pública)