Competencias Cívicas y Cultura de la Legalidad

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Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana
Dirección General de Prevención del Delito
y Participación Ciudadana
Competencias Cívicas y
Cultura de la Legalidad
Octubre de 2010
CONSIDERACIONES PARA EL USO LEGAL DE LA
INFORMACIÓN
ESTE DOCUMENTO, ELABORADO POR LA SECRETARÍA DE SEGURIDAD
PÚBLICA, ES CONSIDERADO DE INTERÉS PÚBLICO PARA EL
FORTALECIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES RESPONSABLES DE LA
PREVENCIÓN SOCIAL DE LA VIOLENCIA Y DE LA DELINCUENCIA DE LOS
TRES ÓRDENES DE GOBIERNO EN SUS RESPECTIVOS ÁMBITOS DE
COMPETENCIA, ASÍ COMO DE AQUELLAS ORGANIZACIONES DE LA
SOCIEDAD CIVIL COMPROMETIDAS CON LA IMPLEMENTACIÓN Y
DIFUSIÓN DE ACCIONES PREVENTIVAS.
SU USO IMPLICA EL RECONOCIMIENTO DE LA AUTORÍA INTELECTUAL Y
EL CRÉDITO DE QUIENES ELABORARON SU CONTENIDO.
QUEDA PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL PARA FINES
DE LUCRO POR CUALQUIER MEDIO.
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Índice
1.
Introducción……………………………………………………………………….
3
2.
Importancia del Civismo………………………………………………………...
4
3.
Conceptualizando el Civismo………………………………….……………....
5
4.
La educación cívica en nuestro país………………………………………....
9
5.
Las competencias cívicas.……………………………………………………...
15
6.
Competencias a desarrollar en los estudiantes de educación básica …
17
7.
Conclusiones……………………………………………………………………..
30
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1.
Introducción
La prevención del delito busca proteger a la sociedad del efecto que la actividad delictiva tiene
sobre la población; para lograr este objetivo, se llevan a cabo diferentes acciones con el objetivo
de poner obstáculos y disuadir la actuación de los delincuentes, así como ofrecer alternativas de
socialización que permiten a los grupos en mayor riesgo social, optar por conductas de
protección.
Las estrategias de la prevención son diversas: incluyen combatir los factores de riesgo que
originan las conductas delictivas, fomentar hábitos de auto cuidado, favorecer un adecuado
desarrollo de los individuos, ofrecer espacios que promuevan su adecuada adaptación y la
formación de hábitos que garanticen el cumplimiento de las normas legales y morales que
aseguran la convivencia pacífica dentro de un marco de civilidad.
De todas estas estrategias, la creación de una cultura de la legalidad es la táctica por excelencia.
Desde ella, se espera que los individuos identifiquen en el estado de derecho la mejor
oportunidad para lograr el respeto a las garantías individuales, civiles y sociales, la seguridad
individual y colectiva y la aplicación justa y equitativa de la ley.
Sin embargo, el concepto ofrece diferentes dificultades:
-
Remite a conceptos como civismo, educación cívica, cultura cívica y
competencias cívicas, que se asocian casi exclusivamente a los procesos de
escolarización; situación que mantiene aparentemente a la cultura de la
legalidad alejada de la vida cotidiana de los individuos
-
Contiene subjetividades que adjudican la situación de inseguridad que prevalece
en nuestro país a la falta de valores y a la escasa o deficiente formación cívica
de los individuos, lo que la hace parecer como una práctica en desuso por
parecer anacrónica
-
Y subsiste en una realidad en la que la convivencia pacífica no sólo debe
practicarse, sino mantenerse en todos los niveles de la sociedad
En este contexto, establecer una cultura de la legalidad requiere aclarar su relación con el
civismo y la formación cívica, pero también por un proceso educativo que si bien ha sido
asignado a la educación básica, debe abarcar todos los espacios de desarrollo de los individuos.
Por este motivo, se aclararán los conceptos necesarios para definir con precisión qué es la
cultura de la legalidad, se detallará la presencia de la formación cívica dentro del sistema
educativo nacional, se identificará la participación que esta disciplina tiene en el desarrollo de
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una cultura de la legalidad por parte de los escolares y se delimitarán qué y cuáles son las
competencias ciudadanas que deben establecerse como prioridades a fin de garantizar que
niños y adolescentes participen activamente en el establecimiento y vigencia de una cultura de la
legalidad en nuestro país.
2.
Importancia del Civismo
Nuestra realidad está plagada de situaciones como la presencia de operadores del transporte
público que no cumplen con las medidas necesarias para ofrecer seguridad a pasajeros y
peatones; parques y jardines con deshechos fecales de los perros que sacan a pasear los
dueños de los departamentos aledaños; automóviles de los que, de pronto, es lanzada una
botella desechable de agua; padres de familia que hacen doble fila frente a un colegio particular
mientras dejan o recogen a sus hijos; vendedores ambulantes que “torean” automovilistas en las
“vías rápidas” de la ciudad con tal de vender cigarros “sueltos”; pasos a desnivel inundados
porque los automovilistas tiran todas las mañanas las bolsas que contienen la basura de sus
casas; adolescentes que en “las horas pico” se sientan en el piso de los vagones del metro;
policías de crucero que se resguardan del sol de la tarde bajo un árbol, mientras dos
automovilistas se desafían para ver quién gana el “derecho de paso” o bien empleados de un
taller mecánico que después de un improvisado partido de fútbol toman cerveza sentados en las
bancas del parque público que está frente al taller.
Estas y otras escenas son cada vez más frecuentes en nuestras ciudades, evidencias de los
grandes problemas que existen en nuestro país: contaminación, convivencia, desempleo,
inseguridad, etc. Poco a poco nos hemos habituado a tolerarlas, aceptarlas o bien evadirlas; y
cuando se trata de revelar su origen, surgen explicaciones como que son producto de una falta
de cultura cívica, que son la consecuencia de que en las familias y en las escuelas ya no se
enseñe civismo, o bien, de que ya no haya valores y de que en la escuela ya no se enseñe el
respeto por los demás.
Otras personas creen que esta realidad, que poco a poco se transforma en impunidad,
corrupción, delincuencia y crimen, es resultado de la falta de ‘mano dura’ de parte de la
autoridad.
Las acciones antes descritas, son reflejo de la escasa disposición que los ciudadanos tenemos
para acatar las leyes, normas y reglas vigentes. La mayoría de los habitantes de las grandes
ciudades no reconoce que al participar en este tipo de conductas, que pueden ser calificadas de
“insignificantes”, se colabora en la generación y continuación de condiciones que involucran una
mayor inseguridad.
Y en este sentido, la participación de los jóvenes es crucial. Las acciones de los adultos son
observadas detenidamente por los niños, quienes aprenden que estos comportamientos son
aceptables y los repiten, hasta llegar a la vida adulta. Estos niños, adolescentes y jóvenes son la
próxima generación de empresarios, padres de familia, trabajadores, policías, jueces y líderes
gubernamentales; serán parte del sistema que culpamos a diario como el responsable de
nuestros propios problemas, pero por ahora son un importante sector de la población que
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requiere hacer del civismo el medio para la construcción de una cultura cívica que
posteriormente dará paso a la vigencia de una cultura de la legalidad.
Y es que el civismo tiene que ver con lo socialmente adecuado y aceptado, con la tradición, con
las creencias, la fe en el futuro y una serie de valores que parecen haber perdido vigencia o,
simplemente, cambiado su importancia, pero también con una serie de conceptos que en
seguida se aclararán.
3.
Conceptualización de Civismo
No nos referiremos aquí al civismo tradicional, que transmite conocimientos a partir de síntesis
históricas, monumentos o biografías de héroes, que aunque tienen valor, sentido y significado,
en poco o nada colaboran con la práctica de una convivencia armónica.
Nos referiremos al civismo que propicia que niños, adolescentes y jóvenes construyan relaciones
con sus familias, con los adultos, con el resto de los habitantes de sus comunidades y países,
basadas en el respeto y la equidad, en la disciplina, pero también en la necesidad de participar
en un mundo que cada vez es más fácil recorrer, real o virtualmente.
Desde su raíz etimológica, el civismo necesariamente orienta al concepto de ciudadano, motivo
por el cual se iniciará con esta definición.
Ciudadano-ciudadana. Más allá de ser una condición jurídico-política que se aplica a las
personas que alcanzan la mayoría de edad, que supone la adquisición de determinados
derechos y obligaciones y el sometimiento pleno a las leyes, “…ser ciudadano es tener
desarrollado el sentido de identidad y pertenencia al lugar donde se interactúa socialmente”. El
término, además, involucra que los individuos se desenvuelvan con responsabilidad mientras
1
ejercitan sus derechos y obligaciones .
Garantizar el ejercicio responsable de derechos y obligaciones, implica que los ciudadanos sean
respetuosos de las leyes, tolerantes, éticos, autónomos, capaces de analizar su realidad y de
resolver los problemas que les presenta; los sentidos de identidad y pertenencia conllevan que
participen activamente en la satisfacción de las necesidades de su comunidad, que actúen en la
superación de los desafíos comunes y que se comprometan con los valores de la sociedad en la
que se desempeñan.
Es evidente que el concepto involucra nuevas exigencias. Ahora, es necesario que los
2
ciudadanos adquieran una conciencia global y la disposición para convivir pacíficamente,
1
Cano Zárate José Carlos, Ciudadanía, Participemos activamente, SEP, INEA, México 2007, mencionado en
http://www.impulsociudadano.com.ar/?page_id=42. Asociación Civil Impuso Ciudadano, “Concepto de ciudadanía”.
2
La conciencia global es aquélla que propicia aprender a trabajar colaborativamente, con la capacidad de incorporar
personas de diversas culturas y dentro de marcos de respeto mutuo; este concepto responde a la necesidad de que los
individuos reaccionen adecuadamente a los desafíos que la globalización marca. “LOGROS INDISPENSABLES PARA
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condiciones que deben desarrollarse durante la educación básica, a través de la transmisión de
conocimientos significativos y la reflexión, de tal manera que se apoye el despliegue de todas las
características enunciadas antes.
El concepto de ciudadanía, entonces, se refiere a una cualidad de los ciudadanos que
implica el derecho y la disposición de participar en su comunidad de manera autoregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bien público.
Dentro de este contexto, el civismo es una disciplina de las ciencias sociales que colabora en la
formación de la personalidad moral de los ciudadanos fijando pautas mínimas de
comportamiento social que les permiten convivir en colectividad.
El civismo se entiende como la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y teniendo
consideración al resto de los individuos que la componen, al entorno natural y a los objetos
públicos, siguiendo normas conductuales y de educación que si bien varían según la cultura,
responden a los intereses del colectivo en cuestión.
Con el objeto de garantizar la formación moral de los ciudadanos, así como de capacitarlos para
vivir en sociedad, la educación cívica se plantea:
-
fortalecer la identificación de niños y jóvenes con los valores, principios y
tradiciones que caracterizan a nuestro país
-
propiciar que desarrollen habilidades sociales basadas en el respeto a la
diversidad cultural de la humanidad
-
capacitarlos para que sean capaces de analizar y comprender las diversas
manifestaciones del pensamiento y la acción humanas.
La educación cívica es actualmente un constante recorrido entre la teoría y la práctica que
posibilita el ejercicio de las virtudes cívicas y el desarrollo de competencias cívicas.
Una virtud es una disposición aprendida que corrige tanto una tentación que es necesario resistir
como una falta de motivación que requiere ser compensada. La virtud cívica es aquella
disposición correctiva aprendida que modifica las motivaciones que podrían ofrecerse como
motores de la acción, en menoscabo de los intereses privados y en beneficio de lo que
LOS ESTUDIANTES DEL SIGLO XXI”, traducción realizada por EDUTEKA de partes del documento “21st Century
Student Outcomes”, publicado por el Consorcio de Habilidades Indispensables para el siglo XXI, en
www.21scentiryskills.org , consultado en www.eduteka.org/SeisElementros.php el 21 de septiembre de 2009.
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constituye el bien público ; es una forma de reaccionar que obedece a los intereses
fundamentales de la sociedad en su conjunto y deja de lado el interés individual.
Las virtudes cívicas son un producto cultural de las diferentes sociedades, son las creencias, las
convicciones, los deseos, los ideales y las esperanzas que, en un tiempo y espacio específico,
4
tienen los grupos sociales .
Las virtudes cívicas son un componente deseable para organizar la vida común en un marco de
libertad y justicia ya que su correcto ejercicio redunda en la libertad individual y garantiza el
funcionamiento adecuado del estado, protegiendo a las sociedades de la corrupción, la
supremacía de los intereses individuales o de la élite por sobre los intereses colectivos.
Las competencias cívicas incluyen el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que
permiten que una persona ejerza su ciudadanía y actúe con base en los principios concertados
por una sociedad y validados universalmente. Se relacionan con los medios de regulación del
comportamiento y permiten al individuo asumir comportamientos adecuados según la situación y
el interlocutor, respetar las normas y procedimientos, ser crítico y reflexivo ante los problemas,
resolver conflictos y buscar la armonía en la relación con los demás, cumplir los compromisos,
participar activamente y generar sentido de pertenencia con su comunidad.
Hasta aquí, es posible concluir que la educación cívica dota a los estudiantes de valores,
principios, hábitos y actitudes que al apoyarse en la corresponsabilidad de los miembros de una
comunidad, sus creencias, convicciones y deseos, estructuran el concepto cultura cívica.
La cultura cívica es una estructura ética ampliamente socializada que se define por el contenido
de virtudes ciudadanas y que a través del desarrollo de habilidades (también llamadas
competencias) orienta la acción cotidiana de los miembros de una comunidad.
En el marco de lo cotidiano, puede parecer que la cultura cívica es un concepto simple que si
bien garantiza la convivencia pacífica y respetuosa de los miembros de una sociedad, tiene más
que ver con la solidaridad y la “buena voluntad” que con el respeto al Derecho. No es así, el
objetivo final de la cultura cívica es la convivencia pacífica de los miembros de una sociedad y
ésta se sustenta en el respeto al Estado de Derecho.
3
Philippa Foot, 1994, citada por Ana María Salmerón en “ENTRE LIBERALISMO Y REPUBLICANISMO”, El lugar de la
virtud cívica en el ordenamiento social y educativo, Revista Trayectorias, Año VIII, Núm. 22, septiembre-diciembre de
2006.
4
Las virtudes cívicas son: la honestidad, la tolerancia, la democracia, el diálogo, la solidaridad, la libertad, la fraternidad,
la igualdad, la equidad, la justicia, la responsabilidad, la empatía, el respeto a la dignidad humana y el aprecio y respeto
por la diversidad cultural y natural; es evidente que su ejercicio se encuentra estrechamente vinculado a los valores.
Concebir a las virtudes cívicas como un producto social histórica y geográficamente delimitado facilita explicar que
cambien en la jerarquía de los individuos hasta el punto de originar, como en nuestro país, la percepción de que los
valores son actualmente inexistentes.
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El Estado de Derecho es un sistema donde la ley protege las garantías de todos los miembros
de la sociedad, además de que facilita su participación y protección y garantiza la equidad entre
ellos. El Estado de Derecho es el único sistema político que garantiza los mecanismos mediante
los cuales todo ciudadano puede asegurar sus derechos y perseguir sus intereses. Este sistema
se basa en al menos cuatro criterios:
1. Todo miembro de la sociedad tiene la oportunidad de participar en la
formulación, cambio y vigilancia de la implementación de las leyes
2. Todos están obligados por estas leyes, incluyendo al gobernante y al
gobierno en turno
3. Las leyes protegen los derechos de todo individuo al igual que el interés
público de la sociedad y
4. Las leyes prevén medios formales para su cumplimiento y para
sancionar a los infractores con castigos previamente establecidos
A pesar de su organización, las entidades de gobierno no pueden por sí solas, garantizar el
Estado de Derecho; para ello se necesita una cultura de legalidad, es decir, una cultura donde la
gran mayoría de personas están convencidas que sí se puede alcanzar el Estado de Derecho y
se comprometen a vivir en conformidad con él, motivo por el que respetan los derechos
protegidos por la ley y cumplen su deber, ya que consideran que es la mejor forma de servir al
interés público, con el que asegurarán tanto la vigencia de sus garantías individuales como la
consecución, a largo plazo, de sus metas personales.
Lo contrario al Estado de Derecho es vivir sin leyes, lo que equivale a estar en una sociedad
caótica, en la que la convivencia deja de ser pacífica y respetuosa. El desarrollo de la economía
y del bienestar de todos se ve bloqueado por mafias que controlan la economía informal. La falta
de respeto hacia las normas y leyes empobrece los valores y la cultura de la sociedad, y este
debilitamiento provoca que la criminalidad encuentre espacios para tergiversar los valores
culturales tradicionalmente aceptados, propiciando que la población tolere a los criminales e
incluso sea el caldo de cultivo que necesitan para renovar sus miembros, por lo que es necesario
5
que los ciudadanos entiendan que la legalidad es conveniente .
5
Leoluca Orlando, ex alcalde de Palermo, Italia, responsable de haber transformado a esa ciudad, de un centro de
operaciones de la mafia, a un lugar seguro para las familias, en entrevista con la periodista Carmen Aristegui el 3 de
febrero de 2010 expresó: “…cuando se habla de criminalidad debe distinguirse a la que tergiversa los valores culturales.
En Palermo, por ejemplo, los mafiosos mataban en nombre de la familia. En México, lo hacen en nombre del progreso,
de la realización individual y comunitaria a través de la ilegalidad, del principio “el que no tranza no avanza”… La
aversión ciudadana fue el arma más potente contra los mafiosos armados. ¿Y cómo lograrlo? Fomentando el orgullo por
los valores originales de la sociedad mexicana, blindándolos de la perversión que buscan los narcotraficantes. Un
maestro en lugar de un policía, sería el principio. Se necesita que los ciudadanos entiendan que la legalidad es
conveniente…”. En “JUÁREZ. YA BASTA”, Editorial, El universal, 5 de febrero de 2010, en www.eluniversal.com.mx
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Aprender la conveniencia de la legalidad, además de suponer la participación de todos los
ciudadanos, supone conocer y practicar actitudes y habilidades cívicas desde la más temprana
edad.
Supone por tanto, un proceso de enseñanza-aprendizaje del civismo que ejercido desde la
educación básica, propicia avanzar y fomentar el apoyo social al Estado de Derecho; es decir,
que sin la educación, la legalidad es imposible.
En el caso de nuestro país, como se detallará a lo largo del siguiente capítulo, el proceso de
enseñanza-aprendizaje del civismo ha tenido un desarrollo irregular, lo que ha ocasionado que
los espacios y procesos de ilegalidad aumenten día con día.
4.
La educación cívica en nuestro país
En la historia moderna de México, se ha presentado a la educación como la condición básica
para que los individuos alcancen la igualdad de oportunidades y la justicia social; sin embargo, la
política educativa ha debido responder, también, a los requisitos del desarrollo, motivo por el cual
las diferentes corrientes del pensamiento social, económico y político han marcado diversas
pautas a los objetivos de la educación, que si bien han aportado a la formación de una cultura
cívica, han ido cambiando en cada una de las etapas históricas de nuestro país.
Hasta los años 40’s, con la escuela rural y la educación socialista que entonces era prioritaria, la
instrucción proporcionada por las escuelas estuvo dirigida hacia la construcción de la democracia
política y económica: la escuela era el espacio para que el maestro, en su calidad de agente de
transformación social, impulsara el desarrollo de las habilidades necesarias para el
fortalecimiento de la identidad nacional en un Estado, entonces emergente que, a través de la
reconstrucción social y económica, buscaba superar los efectos de la larga dictadura porfirista y
de los años de la revolución. Buscando formar ciudadanos, se hizo de la historia el principal
medio para la construcción de la idea de “Nación” y de “unidad”. La familia asumió el
compromiso de ser el principal apoyo en la educación formal de los hijos.
En 1946, la reforma al artículo 3º de la Constitución, otorgó a la educación la obligación de dirigir
el desarrollo integral de los educandos e introdujo el concepto de democracia como forma de
vida y proceso permanente de mejoramiento social y económico; con esto, la misión de la
escuela de formar individuos con conciencia social y compromiso de participación perdió
vigencia y adquirió la responsabilidad de contribuir en la construcción de condiciones de vida y
convivencia sustentadas en la justicia social y la democracia. Sin embargo, estos objetivos
cambiaron en el corto plazo, cuando sobrevinieron cambios en el proceso de producción.
En la década de los 50’s, con el desarrollo industrializador, se transformaron los procesos de
producción, así como las condiciones económicas y políticas del desarrollo económico. Se
aceleró la generación de empleos industriales, crecieron los centros de población urbana y
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disminuyó la importancia del sector agrícola, emergieron los medios de comunicación y, sobre
todo, la mujer irrumpió en el mercado de trabajo. Como consecuencia, los roles de la escuela, de
los maestros y de la familia cambiaron, convirtiendo a la educación en un medio para la
transmisión de conocimientos novedosos y útiles para el cambio industrializador, al maestro en
un emisor activo de conocimientos y a los educandos en receptores pasivos, mientras que a las
familias, que se incorporaron a las fábricas y empresas, se les excluyó, dejando la
responsabilidad educativa a la escuela.
Durante casi treinta años, se transitó de la educación popular a la profesionalizada, de la
educación formadora a la informativa. En las escuelas se privilegió la actividad cognitiva,
mientras se dejó de lado el desarrollo de las competencias básicas para la vida social, de tal
forma que los individuos dejaron de contribuir a la construcción de la convivencia armónica y a la
búsqueda de una mejor sociedad y se dedicaron a perseguir el desarrollo, a salir airosos de la
competencia que el sistema les imponía.
Durante esta etapa, el civismo se incorporó al currículo de la educación básica como asignatura
ligada a la historia, adquirió un carácter más formal y dogmático y aisló sus objetivos de los del
resto de las asignaturas, e incluso, de los objetivos de la educación básica, de tal manera que la
formación de profesionistas y técnicos dejó de tener relación con su comportamiento, con sus
formas de interactuar y con su contribución a la solución de conflictos, el ejercicio del derecho y
la libertad. Los vínculos entre educación y ciudadanía y entre educación y civilidad,
desaparecieron, lo que ocasionó que se diluyera la identificación de los profesionales con una
singular forma de presentarse o de actuar, con determinadas capacidades propias de su
profesión (conocimientos técnicos y humanísticos), con su comportamiento ciudadano y
civilizado, con sus demostraciones de respeto hacia los demás e incluso con la forma en que se
integraban al quehacer que les demandaba la sociedad, resultando un evidente deterioro de las
relaciones interpersonales.
Finalmente, en los años 70´s, al pensarse erróneamente que el desarrollo del intelecto era por sí
mismo garantía para el ejercicio pleno de la ciudadanía y de la capacidad de los hombres para
convivir, la formación cívica desapareció durante casi veinte años del currículo y objetivos de la
educación básica. Se gestó entonces un deterioro de la convivencia armónica y civilizada, y esta
fue la condición previa para que de manera cotidiana se produjeran actos u omisiones lesivos de
la dignidad, la tranquilidad y la seguridad de los individuos, lo que aunado al transtorno del medio
y el entorno urbano, al continuo desgaste de la vida social y económica, colocaron al país en la
situación actual.
Aproximadamente en 1993, el civismo es retomado por la educación básica en todo el país; para
entonces, la idea principal de los educadores era que la condición para el desarrollo social y de
la humanidad en general, dependía de la capacidad de los ciudadanos para establecer
consensos, acuerdos y procesos de convivencia en torno a intereses comunes, capacidad para
la tolerancia, para respetar la diferencia, para admitir la diversidad y para construir, en y a pesar
de estas dos últimas, visiones del futuro compatibles con una amplia gama de culturas, intereses
y puntos de vista.
La formación cívica se sustentó en una educación ética y responsable impartida desde la
escuela, pero también en la necesidad de reinsertar a la familia en la educación de sus propios
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hijos y en la participación de la comunidad y de todos los actores del proceso educativo en la
vida social.
Con base en lo anterior se sucedieron una serie de reformas, políticas y programas educativos
que buscaban satisfacer la exigencia de formar una sociedad democrática, justa, sin violencia y
tolerante, así como personas capaces de convivir de manera solidaria, pacífica y respetuosa con
los demás.
A partir del presente siglo, las autoridades educativas - preocupadas por el paulatino deterioro
social, producto de fenómenos como la corrupción, la delincuencia y el crimen organizado y
conocedoras de la experiencia en diversas ciudades del planeta en las cuales la promoción de la
cultura de la legalidad en la ciudadanía había determinado cambios importantes en los índices
de inseguridad- establecieron el Programa Nacional de Educación 2001-2006, mismo que
retomó la formación cívica a través de dos asignaturas “Formación Cívica y Ética” y “Formación
Ciudadana Hacia una Cultura del la Legalidad”, con las cuales se incorporó el concepto
‘ciudadanía competente y comprometida’ a los propósitos de la educación básica, convirtiéndose
la formación de ciudadanos en uno de los principales intereses del Programa Nacional de
6
Educación .
La política educativa del periodo reconocía la necesidad de llevar a cabo acciones que
favorecieran la gobernabilidad y el desarrollo de nuestro país, así como advertía que las
escuelas debían constituirse en espacios propicios para el desarrollo del potencial humano de
los niños y para la adquisición de competencias para la vida.
Se pretendía llevar a cabo cambios que favorecieran la formación ciudadana y la educación de
los jóvenes en la prevención de la delincuencia y la corrupción. Para ello, se planeó que, desde
7
la escuela, niños, adolescentes y jóvenes :
• Se identificaran con los valores, principios y tradiciones que caracterizan a nuestro país
• Adquirieran competencias que les permitieran analizar y comprender la diversidad
cultural de la humanidad y respetar las diversas manifestaciones del pensamiento y la
acción humana
• Construyeran conocimientos, adquirieran habilidades y desarrollaran actitudes que
propiciaran su participación voluntaria en la promoción de la cultura de la legalidad
• Reconocieran aquellas conductas que dañan su integridad física, mental y emocional
• Reflexionaran sobre el ejercicio responsable de su libertad
• Entendieran cómo delincuencia y corrupción afectan a la convivencia social y a las
instituciones del Estado
6
“Formación cívica y ética” , Reforma de la Educación Secundaria. Programas de Estudio 2006. Secretaría de Educación
Pública, 2007., pág. 5 a 8. http://www.reformasecundaria.sep.gob.mx/doc/programas/civicayetica.pdf
7
Idem.
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• Comprendieran y explicaran la importancia de desarrollar y mantener una cultura de la
legalidad
• Desplegaran competencias que les permitieran ofrecer resistencia a la delincuencia y a
la corrupción
• Identificaran que en sus interacciones con otras personas, deberían conducirse bajo
principios y procedimientos de la democracia y
• Conocieran y defendieran la vigencia de los diferentes derechos humanos
Los programas de las asignaturas encargadas de la formación cívica, estaban destinados a
propiciar cambios en la realidad nacional, por este motivo, no sólo contemplaban el desempeño
de niños y adolescentes tanto al interior de las escuelas, sino que también permitían retomar su
experiencia cotidiana; con lo que se pretendía sentar las bases de una cultura cívica.
Además de la multiplicidad de objetivos, otros obstáculos en la implementación del Programa se
encontraron al momento de transformar el ambiente escolar: algunos docentes asumieron el
papel de coordinadores limitando la crítica, el análisis y la reflexión necesarias para que sus
alumnos comprendieran su entorno social, mientras que otros no aprendieron nuevas estrategias
educativas que establecieran en los salones de clase modelos de interacción basados en el
respeto, la tolerancia, la igualdad y la justicia.
Pero sin duda el mayor impedimento fue no lograr que la escuela, los padres de familia y el
entorno social funcionaran como una comunidad educativa que ofreciera experiencias cotidianas
favorables al desarrollo del juicio y la acción moral de los niños y niñas y que fomentaran
actividades precursoras de una cultura de la legalidad.
Respecto de los obstáculos encontrados para el logro de los objetivos planteados, es oportuno el
comentario que Silvia Conde hizo a la periodista Claudia Herrera Beltrán: “el establecimiento de
la asignatura de Formación Cívica y Ética sólo para el 3º de secundaria, es decir a alumnos de
14 y 15 años de edad, es una política criticable porque no hay tiempo suficiente para formar una
ciudadanía…; las materias formativas no deben impartirse como ’cursos intensivos’, porque en
estos casos sí importa el tiempo en que los alumnos tarden en procesar valores, competencias y
habilidades conforme van madurando; (estudiar) estos temas hasta tercero, cuando los
adolescentes ya pasaron la crisis: la escuela no se puede dar el lujo de esperar tanto tiempo
para atender a los alumnos, se deja desprotegida a una buena parte de la adolescencia, la que
no recibirá la formación, haciendo de entre ellos, más vulnerables a los adolescentes en riesgo
8
social o en desventaja económica” .
Para el periodo 2006-2012, buscando responder a los retos de una sociedad que demanda de
sus integrantes la capacidad para participar en el fortalecimiento de la convivencia democrática y
de las condiciones que favorecen el ejercicio de los derechos humanos, se elaboró el Programa
8
“El proyecto de reforma de la SEP prevé impartirla sólo en tercero de secundaria. Inadecuado, estudiar solamente un
año la materia formación cívica y ética: Conde”. CLAUDIA Herrera Beltrán, 9 de julio de 2004,
http://www.jornada.unam.mx/2004/07/09/047n1soc.php?printver=1&fly=1
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Integral de Formación Cívica y Ética (PIFCyE) para la educación primaria, y se llevó a cabo la
Reforma Educativa para Secundaria (RES), sentando así las bases para impulsar en los
alumnos el desarrollo de competencias para actuar y responder a situaciones de la vida personal
y social en las que requieren tomar decisiones que involucran una toma de postura ética o la
formulación de juicios de valor.
Por primera vez, se planteó que la escuela y los docentes desarrollaran una experiencia de
aprendizaje que al incorporar un ambiente escolar satisfactorio, la experiencia cotidiana de los
estudiantes y el conocimiento transversal de todas las materias que comprenden el currículo,
propiciara que niños y adolescentes adquirieran una perspectiva amplia sobre las formas de
convivencia basadas en el respeto a la dignidad humana, la igualdad de derechos, la solidaridad
y el rechazo a la discriminación, pero sobre todo, desarrollaran competencias que les permitieran
formular juicios éticos sobre acciones y situaciones diversas, además de apoyar la adopción de
compromisos personales tendientes a desplegar una vida personal plena y una personalidad
responsable, autónoma y competente para la vida ciudadana.
La formación cívica y ética fue concebida como un proceso que permitiría llevar a los niños de la
reflexión y el análisis críticos de su persona y su entorno, a la promoción de competencias que
les permitirían el desarrollo de su potencial personal de manera sana, placentera y responsable,
libre de violencia y adicciones y dirigido hacia la realización de un proyecto de vida basado en el
mejoramiento de la vida social, el aprecio a la diversidad y el desarrollo de entornos
sustentables, con lo que se esperaría el desarrollo de un profundo sentimiento de pertenencia
basado en el interés y la participación colectivos, así como el restablecimiento de la cohesión
necesaria para regenerar el tejido social.
Dentro de este marco, los principios y valores que la humanidad ha forjado, tales como el
respeto a la dignidad humana, la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la
responsabilidad, la tolerancia, la honestidad y el aprecio y respeto por la diversidad cultural y
natural, son referencia necesaria para que los alumnos de educación básica formen su propia
opinión sobre su vida personal y las condiciones sociales, así como para que elijan condiciones
de vida alejadas de la inseguridad, la delincuencia, la corrupción y el crimen.
Se espera que el enfoque por competencias adoptado por la educación básica permita que los
estudiantes integren los conocimientos aportados por las diferentes asignaturas que conforman
el currículo con objeto de que:

Abandonen el papel de simples receptores de información y ocupen una posición
activa dentro del proceso escolar

Inicien procesos de autoconocimiento y autoevaluación a partir de los cuales sean
capaces de elaborar un proyecto de vida personal viable y acorde con sus
potencialidades y limitaciones

Se comprometan con hacer del aprendizaje un proceso permanente que
paulatinamente los dirija hacia la consecución de un proyecto de vida acorde con los
valores y normas sociales y culturales, con la democracia, la libertad, la paz y el
respeto a la legalidad y los derechos humanos
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
Participen en la construcción de nuevos conocimientos y basen esta edificación en la
observación y la reflexión sobre los hechos cotidianos de su entorno, de tal manera
que conozcan y comprendan su realidad y sean capaces de analizarla críticamente,
así como de llevar a cabo los juicios necesarios que les permitan tomar decisiones
éticas acordes con la convivencia pacífica y la cultura de la legalidad

Aprendan y practiquen diferentes métodos de construcción del conocimiento, de tal
forma que sean capaces de aplicarlos en cualquier momento de su vida,
garantizando su beneficio a través de la participación de la revolución tecnológica y
científica que marca la modernidad

Identifiquen la importancia de los valores, costumbres y tradiciones familiares,
comunitarias y nacionales a fin de que desplieguen el sentido de pertenencia
necesario para garantizar una identidad personal y social acorde con las normas
sociales y culturales tradicionalmente aceptadas y favorecedoras de la convivencia
pacífica y el respeto de los derechos humanos y

Desarrollen conciencia ecológica
Cumplir con esta serie de objetivos requiere de alumnos, profesores y sociedad en general un
esfuerzo que incluye concebir a la formación cívica como el producto de dos fuentes principales:
9
una formal, constituida por la escuela, y otra informal, integrada principalmente por la familia y
que se acepte la corresponsabilidad de todos estos entornos en la formación de una cultura
cívica, de tal forma que se restituya a la base de la sociedad su responsabilidad en la
reproducción de las normas de convivencia y en la formación de una cultura cívica.
Por parte del Estado, calificado como responsable de la instrucción del civismo, es necesario
que se comprometa con la continuidad de los programas educativos, de tal manera que los
10
avances logrados en la delimitación de la estructura cívica y ética construida a lo largo de los
últimos setenta años, se socialice adecuadamente y contribuya a la creación de un nuevo tipo de
ciudadano: más participativo, preocupado por la vigencia de los derechos humanos, por la
vigencia de la legalidad, ocupado en su propio desarrollo, el de su familia y comunidad, más
respetuoso de las instituciones, atento al cumplimiento de sus derechos y obligaciones, etc.
Es importante, también, que la asignatura se imparta en el marco de una pedagogía democrática
que eduque en la deliberación, en la autonomía, en el análisis constante de conflictos, así como
que incorpore los conocimientos de las diferentes asignaturas que conforman el currículo en
cada uno de los tres niveles de la educación básica, de tal manera que mientras unas colaboran
con el “saber conocer” de los alumnos (como es el caso de las matemáticas, el español, la
literatura y las ciencias), el civismo colabore en el ”saber hacer”, el “saber decidir” y el “saber
comunicar”, a partir del desarrollo de competencias cívicas.
9
Pero también por el grupo de amigos, la comunidad y el entorno en general.
Esta estructura se encuentra formada por las virtudes y habilidades susceptibles de orientar la acción de los individuos
en un marco de legalidad y respeto de los derechos humanos
10
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Página 14
5.
Las Competencias Cívicas
La realidad de las sociedades es diversa y cambiante, además de que se interconecta con la de
otras regiones del mundo; en tales circunstancias, los individuos requieren dominar destrezas y
conocimientos que les permitan llevar a cabo tareas diversas de forma tal que respondan a las
complejas demandas de la actual vida moderna y globalizada; a estas destrezas y conocimientos
se les llama competencias.
Los objetivos de la educación básica se expresan actualmente como competencias a desarrollar
en los estudiantes.
Una competencia se integra por la articulación de habilidades, destrezas, conocimientos,
actitudes y valores, entre otros procesos, que las personas aplican para actuar de manera
11
eficiente y responsable en una situación determinada . Las competencias se construyen, son el
resultado de la combinación pertinente de los recursos potenciales de los individuos, la
experiencia escolar y la práctica cotidiana.
Las competencias en el ámbito escolar, implican:

Saber conocer

Saber hacer

Saber decidir

Saber comunicar
Incorporan conocimientos, procedimientos y actitudes; tienen una construcción histórica y su
ámbito es la experiencia vital, por lo que incluyen y superan al aprendizaje escolar, son
aplicables en múltiples ámbitos y escenarios y son síntesis del conocimiento, pero permiten la
adquisición autónoma de nuevos aprendizajes.
En este contexto, ser competente es ser capaz de interpretar conceptos, pensamientos, hechos
y opiniones que se han escuchado o leído y expresarlos, de manera oral o escrita, de tal forma
que se interactúe adecuada y creativamente en todos los posibles contextos sociales y
culturales, como la educación y la formación, la vida privada y profesional y el ocio.
11
“EDUCACIÓN BASADA EN EL ENFOQUE DE COMPETENCIAS”, Posibilidades y desafíos, Silvia Conde, Albanta,
Colectivo para el desarrollo educativo, www.albanta.org.mx (la página cambió su configuración)
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Existen competencias básicas, generales y específicas; de acuerdo con el objetivo del presente
12
estudio, sólo se detallará en qué consisten las competencias básicas .
Las competencias básicas son una vía para lograr que el conocimiento adquirido en los niveles
básicos de la educación se use de forma eficaz; incluyen aprendizajes esenciales e
irremplazables, susceptibles de aplicarse a los contextos más relevantes de la vida de la
persona, de tal suerte que son fundamentales para que los individuos logren el aprendizaje
permanente, el manejo de la información, el manejo de situaciones y una adecuada convivencia
en sociedad.
Las competencias cívicas son el conjunto de conocimientos y de habilidades cognitivas,
emocionales y comunicativas que, articulados entre sí, hacen posible que el ciudadano actúe en
la sociedad valorando la democracia y el pluralismo y favoreciendo la convivencia afable tanto en
su entorno cercano, como en su comunidad como en su país.
Las competencias cívicas tienen una conexión íntima con la vida cotidiana, se relacionan con las
formas de actuación social que se aprenden en la familia, en la escuela, en la calle, en los
13
medios de comunicación y en cualquier situación comunitaria ; en este contexto, formar para la
ciudadanía, es decir, desarrollar en los individuos competencias cívicas que favorezcan una
actuación social constructiva, supone un trabajo en equipo en el que todos estos actores sociales
coincidan en el conjunto de conocimientos, aptitudes cognitivas, habilidades emocionales,
capacidades comunicativas y valores a reproducir, de tal manera que no exista posibilidad de
14
confusión .
Para la mayoría de los especialistas queda claro que la familia y la escuela deben ser los ejes
15
rectores de la formación cívica ; que este proceso, que aseguraría la formación de una cultura
cívica basada en el respeto a las leyes, normas y costumbres social y tradicionalmente
aceptadas; el fortalecimiento del estado de derecho; el establecimiento, desarrollo y vigencia de
una cultura de la legalidad y, finalmente, la reconstrucción del entramado social que garantice la
convivencia pacífica, ha tenido diferentes obstáculos, siendo uno de ellos que sólo hasta hace 15
años se dio merecida importancia tanto a la participación familiar como al desarrollo de
competencias cívicas, así como que estas han cambiado por lo menos en dos oportunidades, lo
que ha ocasionado confusión respecto de las que es preciso desarrollar en la educación básica.
Por este motivo, diversos especialistas han propuesto listas de competencias cívicas a desplegar
en los alumnos de educación básica.
12
Competencias generales son necesarias para llevar a cabo actividades como la gestión de recursos, la resolución de
problemas y la planificación y se desarrollan en ámbitos comunes a varias disciplinas. Las competencias específicas son
propias de una materia, un nivel educativo o profesión, razón por la que involucran un alto grado de especialización.
13
Tal vez por este motivo es que se ha pensado que los individuos son capaces de desplegarlas de manera espontánea,
lo que a su vez propició que el civismo fuera suprimido del currículo de la educación básica impartida en México.
14
En nuestro país, los espacios que deberían estar construyendo una cultura cívica parecen responder a intereses
diferentes: algunos (como los medios masivos de comunicación) parecen responder a objetivos consumistas; otros
(como la escuela tradicional) a la instauración de la competición como única forma de sobresalir y otros más al
derrocamiento de la idea de democracia como forma de vida; por tal motivo se hace necesario que uno, o algunos de
éstos espacios, se constituyan en ejes de la formación cívica.
15
“…así como desarrollan competencias para el lenguaje o para la resolución de problemas, la familia y la escuela,
desde la primera infancia, deben promover entre los niños el desarrollo de competencias cívicas y el análisis reflexivo de
los mensajes transmitidos por el resto de los actores de la formación cívica, de tal manera que se reduzca su influencia
negativa…”María de los Ángeles Alba Olvera, “EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA EN EL MARCO DE LA FORMACIÓN
EN VALORES DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS”, Foro de Educación Cívica y Cultura Política Democrática,
en www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/foro_de_educación_civica.pdf
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Al confrontar estas ideas con lo establecido en los planes y programas nacionales de educación
y con la necesidad de que en México se garanticen la convivencia pacífica y segura de los
ciudadanos, el respeto al Estado de Derecho y la vigencia de la cultura de la legalidad, ha
surgido una lista de competencias cívicas a desarrollar en los estudiantes de educación básica,
misma que se expone a continuación.
6.
Competencias Cívicas a desarrollar en Estudiantes de Educación Básica
La propuesta se basa en el establecimiento de un sistema de competencias ordenadas en tres
grupos:
1. Convivencia y paz: se basan en la consideración de los demás y, especialmente, en la
consideración de cada persona como ser humano
2. Participación social y responsabilidad democrática: se orientan hacia la toma de
decisiones en diversos contextos, teniendo en cuenta que las mismas deben respetar,
tanto los derechos fundamentales de los individuos, como los acuerdos, las normas y las
leyes
3. Pluralidad y valoración de las diferencias: parten del reconocimiento y el disfrute de la
enorme diversidad humana y tienen, a la vez como límite, los derechos de los demás.
Cada grupo representa una dimensión para el desarrollo de cultura cívica y cada dimensión
aglutina una serie de competencias. Grupos, dimensiones y competencias, en la medida en que
se alcancen, paso a paso, en la constante interacción de la escuela y la vida cotidiana
garantizarán la cultura de la legalidad.
Las dimensiones que abarca cada uno de los grupos son las siguientes:

Convivencia y paz

Conocimiento y cuidado de sí mismo. Hace referencia al reconocimiento de las propias
capacidades y la identificación de limitaciones tanto personales como de los demás. Implica que
los alumnos tomen conciencia de sí mismos y del valor que tienen como personas, de forma tal
que sean capaces de convivir y aportar a los demás de acuerdo con su propio criterio y en
relación con su comunidad o sociedad, además de reconocerse como sujetos de derecho.

Autorregulación y ejercicio responsable de la libertad. Implica la posibilidad de actuar
con autodeterminación; se orienta a que los jóvenes desarrollen la capacidad de gobernarse a sí
mismos, usando responsablemente la libertad y decidiendo acciones a partir de criterios basados
en el razonamiento y la reflexión. Por otra parte, supone la aceptación y aprobación de las
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normas y convenciones establecidas de una sociedad, así como la adscripción a estas por
propia voluntad, reconociendo que es importante para la convivencia en sociedad.

Sentido de pertenencia a la familia, a la comunidad, a la nación y a la humanidad.
Remite al reconocimiento de los diversos grupos a los que pertenece el niño o adolescente: la
familia, el grupo de pares, la comunidad, el país, así como la influencia que estos grupos tienen
en la conformación de su identidad. Implica también desarrollar capacidad para comprender lo
que ocurre en el entorno cercano y lejano, de entender lo que les pasa a otros seres humanos,
de desarrollar acciones que lo beneficien a sí mismo y a los demás; de formar una conciencia del
bien común, la responsabilidad colectiva y la generación del compromiso cívico en favor de la
cultura de la legalidad.

Manejo y resolución de conflictos. A través de la ponderación de la negociación y el
diálogo, el autocontrol de las emociones y la adopción de actitudes que eviten la delincuencia y
la corrupción, esta dimensión busca desarrollar en los adolescentes disposición para resolver
conflictos cotidianos de manera pacífica, promover que cuestionen agentes y situaciones que
motivan la violencia, así como propiciar que proyecten alternativas no violentas de solución de
los conflictos sociales que ocurren a nivel local y nacional.

Apego a la legalidad y sentido de justicia. Se refiere al conocimiento, cumplimiento y
respeto de las leyes por convicción, reconociendo que aseguran el bienestar de la sociedad.
Esta dimensión pondera especialmente la legalidad, que se encuentra estrechamente vinculada
a la justicia, que tiene como finalidad resguardar los derechos y garantizar las libertades de cada
persona. Ambas nociones sirven para regular la convivencia en sociedad y dan sustento al
Estado de Derecho.

Participación social y responsabilidad democrática.

Participación social y política. La participación es una condición necesaria para la
existencia de la democracia y no sólo involucra a las instituciones gubernamentales o a los
partidos políticos, sino también a los ciudadanos.
Esta dimensión supone que los alumnos se reconozcan como actores de los procesos sociales y
analicen cómo dichos procesos impactan en la propia vida, lo cual implica el interés de intervenir
e involucrarse en asuntos que los afectan directamente, así como aquellos que tienen un
impacto social. La adquisición de las competencias de esta dimensión se manifiestan al
intervenir en la organización del trabajo en equipo, expresar opiniones sobre asuntos de interés
común, colaborar con organizaciones y grupos sociales de la comunidad e instituciones de
gobierno y aplicar procedimientos democráticos que garanticen el apego al Estado de derecho.

Comprensión y aprecio por la democracia. La democracia no sólo es una forma de
gobierno sino también una forma de convivencia social, un estilo de vida que se construye a
través de valores y prácticas que garantizan la participación ciudadana en la toma de decisiones.
La comprensión y aprecio por la democracia se orienta a que niños y adolescentes descubran en
la vida cotidiana las ventajas de vivir en un contexto democrático, a través del aprendizaje de
reglas construidas por medio del diálogo y el consenso para resolver aspectos de la convivencia
en sociedad. Además, precisa que comprendan los principios éticos que le dan origen, tales
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como la libertad, la igualdad, la legalidad, la justicia y la necesidad de preservar el Estado de
Derecho como un instrumento que permite respaldar a la democracia.

Pluralidad y valoración de las diferencias

Respeto y valoración de la diversidad. Incluye analizar y comprender las diversas
manifestaciones del pensamiento y la acción humanas; sentir aprecio y respeto por la diversidad
cultural y natural y ser capaz de construir, basada en ella, una visión del futuro compatible con
una amplia gama de culturas, intereses y puntos de vista.
Cada dimensión agrupa una serie de competencias que deben alcanzarse paulatinamente; al
desarrollar las primeras, los alumnos sustentarán las siguientes, de mayor envergadura. Debido
a esta condición, la adquisición de competencias cívicas debería ser un proceso continuo que
16
alcance todos los cursos de la educación básica .
Las competencias se definen en primera persona para asumir la perspectiva de cada niño o
adolescente y que de esa forma se comprometan no sólo a conocer, sino también a “saber
hacer”.
COMPETENCIAS CIVICAS
17
Conocimiento y cuidado de sí mismo
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17
Me conozco, me quiero, valoro mi dignidad, tengo claros mis valores, mis ideas y
sentimientos.
Me cuido, evito riesgos, respeto mi cuerpo.
Comprendo que todos los niños y niñas tenemos derecho a recibir buen trato, cuidado y
amor.
Reconozco las emociones básicas (alegría, tristeza, rabia, temor) en mí y en las otras
personas.
Identifico las situaciones de maltrato que se dan en mi entorno (conmigo y con otras
personas) y sé a quiénes acudir para pedir ayuda y protección.
Puedo diferenciar las expresiones verdaderas de cariño de aquellas que pueden
maltratarme.
Pido a los adultos que me enseñen a diferenciar las muestras verdaderamente cariñosas
de las de abuso sexual o físico y que podamos hablar de ello, en casa y en el salón de
clase.
Es decir, preescolar, primaria y secundaria.
Las competencias enlistadas son producto del análisis de los documentos registrados en la bibliografía.
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Identifico cómo me siento o cómo se sienten las personas cercanas cuando no recibimos
buen trato y expreso empatía, es decir, sentimientos parecidos o compatibles con los de
otros.
Comprendo la importancia de valores básicos como el cuidado y el respeto por mí
mismo y por los demás, y los practico dondequiera que esté (hogar, salón de
clase, recreo, etc.).
Autorregulación y ejercicio responsable de la libertad
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Reconozco que las acciones se relacionan con las emociones y que puedo aprender a
manejar mis emociones para no hacer daño a otras personas.
Comprendo que mis acciones pueden afectar a la gente cercana y que las acciones de
la gente cercana pueden afectarme a mí.
Comprendo que nada justifica el maltrato de niñas y niños y que todo maltrato se puede
evitar.
Hago cosas que ayuden a aliviar el malestar de personas cercanas; manifiesto
satisfacción al preocuparme por sus necesidades.
Comprendo que las normas ayudan a promover el buen trato y evitar el maltrato en el
juego y en la vida escolar.
Conozco y respeto las reglas básicas del diálogo, como el uso de la palabra y el respeto
por la palabra de la otra persona.
Conozco y uso estrategias sencillas de resolución pacífica de conflictos.
Conozco las señales y las normas básicas de tránsito para desplazarme con seguridad.
Me preocupo porque los animales, las plantas y los recursos del medio ambiente reciban
buen trato.
Conozco mis límites, soy responsable, respeto a los demás, respeto las reglas, me
comprometo conmigo misma (mismo), organizo mi tiempo y cumplo mis planes.
Comprendo la importancia de valores básicos de la convivencia ciudadana como
la solidaridad y el buen trato y los practico dondequiera que esté (hogar, salón de
clase, recreo, etc.)
Sentido de pertenencia a la comunidad, a la nación y a la humanidad
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Soy mexicano, conozco mi entorno social, me comprometo con mi comunidad, soy
solidario, me indigna la injusticia social, me preocupan los problemas sociales, colaboro
para que todos vivamos de manera digna.
Reconozco que pertenezco a diversos grupos (familia, colegio, colonia, región, país, etc.)
y entiendo que eso es parte de mi identidad.
Entiendo la importancia de mantener expresiones de afecto y cuidado mutuo con mis
familiares y amigos, a pesar de las diferencias o disgustos.
Comprendo que los conflictos ocurren en las relaciones y que se pueden manejar de
manera constructiva si nos escuchamos y comprendemos los puntos de vista del otro.
Identifico y supero emociones, como el resentimiento y el odio, para poder perdonar y
reconciliarme con quienes he tenido conflictos.
Construyo, celebro, mantengo y reparo acuerdos entre grupos.
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Comprendo que la apariencia física, la expresión artística y verbal y tantas otras son
formas diversas de expresar la identidad.
Construyo relaciones pacíficas que contribuyen a la convivencia cotidiana en mi
comunidad y municipio.
Manejo y resolución de conflictos
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Se que los conflictos se resuelven de manera pacífica, mediante la negociación o el
diálogo.
Conozco procesos y técnicas de mediación de conflictos.
Sirvo de mediador en conflictos entre compañeros y compañeras, cuando me autorizan,
fomentando el diálogo y el entendimiento.
Consulto a mis profesores, si considero que necesito ayuda para resolver conflictos.
Reconozco el conflicto como una oportunidad para aprender y fortalecer nuestras
relaciones.
Identifico las necesidades y los puntos de vista de personas o grupos en una situación
de conflicto, en la que no estoy involucrado.
Comprendo que las intenciones de la gente, muchas veces, son mejores de lo que yo
inicialmente pensaba; también veo que hay situaciones en las que alguien puede
hacerme daño sin intención.
Comprendo que el engaño afecta la confianza entre las personas y reconozco la
importancia de recuperar la certidumbre cuando se ha perdido.
Comprendo la importancia de brindar apoyo a la gente que está en una situación difícil.
Cuestiono los programas de TV que promueven la violencia.
Conozco y respeto las reglas básicas del diálogo, como el uso de la palabra y el respeto
por la palabra de la otra persona.
Conozco y uso estrategias sencillas de resolución pacífica de conflictos.
Utilizo mecanismos constructivos para encauzar mi rabia y enfrentar mis conflictos.
Preveo las consecuencias a corto y largo plazo, de mis acciones y evito aquellas que
pueden causarme sufrimiento o hacérselo a otras personas, cercanas o lejanas.
Conozco y utilizo estrategias creativas para solucionar conflictos.
Analizo críticamente los conflictos entre grupos, en mi colonia, municipio o país.
Analizo de manera crítica los discursos que legitiman la violencia.
Identifico dilemas de la vida, en los que distintos derechos o distintos valores entran en
conflicto y analizo posibles opciones de solución, considerando los aspectos positivos y
negativos de cada una.
Argumento y debato sobre cuestiones de la vida cotidiana en los que distintos derechos
o distintos valores entran en conflicto; reconozco los mejores argumentos, así no
coincidan con los míos.
Participo constructivamente en iniciativas o proyectos a favor de la no-violencia
en el nivel local o global.
Apego a la legalidad y sentido de justicia
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Conozco y respeto las normas y las leyes de mi entorno social.
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Participo en la elaboración de las normas escolares y vigilo su cumplimiento.
Me indigno ante los actos injustos, cuestiono las violaciones a las leyes y a los derechos
humanos.
Valoro y respeto la existencia de autoridades.
Comprendo que todas las familias tienen derecho al trabajo, la salud, la vivienda, la
propiedad, la educación y la recreación.
Reflexiono sobre el uso del poder y la autoridad en mi entorno y expreso pacíficamente
mi desacuerdo cuando considero que hay injusticias.
Comprendo la importancia de los derechos sexuales y reproductivos y analizo sus
implicaciones en mi vida.
Promuevo el respeto a la vida.
Frente a riesgos como ignorar señales de tránsito, portar armas, conducir a alta
velocidad o conducir un vehículo después de haber consumido alcohol; sé que medidas
tomar para actuar con responsabilidad.
Comprendo que el espacio público es patrimonio de todos y todas y por eso lo cuido y
respeto.
Reconozco que los seres vivos y el medio ambiente son un recurso único e irrepetible
que merece mi respeto y consideración.
Asumo, de manera pacífica y constructiva, los conflictos cotidianos en mi vida
escolar y familiar y contribuyo de manera constructiva a la convivencia pacífica en
mi entorno.
Colaboro a la protección de los derechos de las niñas y los niños.
Participación social y política
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Me involucro en la solución de los asuntos que me afectan, me organizo, trabajo en
equipo, expreso mi opinión sobre asuntos de interés común, colaboro con las
organizaciones y grupos sociales de mi comunidad.
Expreso mis ideas, sentimientos e intereses en el salón y escucho respetuosamente los
de los demás miembros del grupo.
Manifiesto mi punto de vista cuando se toman decisiones colectivas en casa y en la vida
escolar.
Reconozco que emociones como el temor o la rabia pueden afectar mi participación en
clase, en casa, con mi grupo de amigos, etc.
Manifiesto desagrado cuando a mí o a alguien del salón no nos escuchan o no nos
toman en cuenta y lo expreso sin agredir.
Comprendo qué es una norma y qué es un acuerdo.
Entiendo el sentido de las acciones reparadoras, es decir de las acciones que buscan
enmendar el daño causado cuando incumplo normas o acuerdos.
Colaboro activamente para el logro de metas comunes en mi salón y reconozco la
importancia que tienen las normas para lograr esas metas.
Participo en los procesos de elección de representantes estudiantiles, conociendo bien
cada propuesta antes de elegir.
Conozco y sé usar los mecanismos de participación estudiantil de mi medio escolar.
Expreso en forma asertiva mis puntos de vista e intereses en las discusiones grupales.
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Identifico y manejo mis emociones, como el temor a participar o la rabia, durante las
discusiones grupales. Propongo distintas opciones cuando tomamos decisiones en el
salón de clase y en la vida escolar.
Coopero y muestro solidaridad con mis compañeros y mis compañeras; trabajo
constructivamente en equipo.
Participo con mis profesores, compañeros y compañeras en proyectos colectivos
orientados al bien común y a la solidaridad.
Participo, en mi contexto cercano (con mi familia y compañeros), en la
construcción de acuerdos básicos sobre normas para el logro de metas comunes
y las cumplo.
Participo constructivamente en procesos democráticos en mi salón y en el medio
escolar.
Conozco y sé usar los mecanismos constitucionales de participación que permiten
expresar mis opiniones y ser parte activa en la toma de decisiones políticas tanto
a nivel local como a nivel nacional.
Comprensión y aprecio por la democracia
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Conozco el gobierno de mi país, defiendo la democracia, cuestiono los gobiernos
autoritarios, ejerzo mi ciudadanía, participo en elecciones escolares, practico los valores
democráticos en mi familia y en la escuela, dialogo, soy tolerante.
Conozco la Declaración Universal de los Derechos Humanos y su relación con los
derechos fundamentales enunciados en la Constitución.
Conozco los mecanismos constitucionales que protegen los derechos fundamentales y
comprendo cómo se aplican.
Analizo el manual de convivencia y las normas de mi institución; las cumplo
voluntariamente y participo de manera pacífica en su transformación cuando las
considero injustas.
Exijo el cumplimiento de las normas y los acuerdos por parte de las autoridades, de mis
compañeros y de mí mismo.
Manifiesto rechazo, dolor y/o rabia cuando se vulneran las libertades de las personas y
acudo a las autoridades apropiadas.
Analizo cómo mis pensamientos y emociones influyen en mi participación en las
decisiones colectivas.
Identifico decisiones colectivas en las que intereses de diferentes personas están en
conflicto y propongo alternativas de solución que tengan en cuenta esos intereses.
Preveo las consecuencias que pueden tener, sobre mí y sobre los demás, las diversas
alternativas de acción propuestas frente a una decisión colectiva.
Escucho y expreso con mis propias palabras, las razones de mis compañeros durante
discusiones grupales, incluso cuando no estoy de acuerdo.
Uso mi libertad de expresión y respeto las opiniones ajenas.
Comprendo que el no estar de acuerdo y la discusión constructiva contribuyen al
progreso del grupo.
Comprendo las características del Estado de Derecho y su importancia para garantizar
los derechos ciudadanos.
Identifico y analizo las situaciones en las que se vulneran los derechos civiles.
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Conozco, analizo y uso los mecanismos de participación ciudadana.
Identifico los sentimientos, necesidades y puntos de vista de aquellos a los que se les
han violado derechos civiles y políticos y propongo acciones no violentas para impedirlo.
Analizo críticamente mi participación en situaciones en las que se vulneran o respetan
los derechos e identifico cómo dicha participación contribuye a mejorar o empeorar la
situación.
Cuestiono y analizo los argumentos de quienes limitan las libertades de las personas.
Analizo críticamente la información de los medios de comunicación.
Hago seguimiento a las acciones que desarrollan los representantes escolares y protesto
pacíficamente cuando no cumplen sus funciones o abusan de su poder.
Comprendo que los mecanismos de participación permiten decisiones y, aunque no esté
de acuerdo con ellas, sé que me rigen.
Conozco y uso estrategias creativas para generar opciones frente a decisiones
colectivas.
Participo en la planeación y ejecución de acciones que contribuyen a aliviar la situación
de personas en desventaja.
Identifico y rechazo las situaciones en las que se vulneran los derechos
fundamentales y utilizo formas y mecanismos de participación democrática en mi
medio escolar.
Participo o lidero iniciativas democráticas en mi medio escolar o en mi comunidad,
con criterios de justicia, solidaridad y equidad, y en defensa de los derechos
civiles y políticos.
Reconozco que la democracia es un sistema de vida en el que todos debemos
colaborar.
Respeto y valoración de la diversidad
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Identifico las diferencias y semejanzas de género, aspectos físicos, grupo étnico, origen
social, costumbres, gustos, ideas y tantas otras que hay entre las demás personas y yo y
valoro tanto estas diferencias como las semejanzas.
Reconozco que las diferencias entre las personas son oportunidades para construir
nuevos conocimientos y relaciones y hacer que la vida sea más interesante y divertida.
Identifico mi origen cultural y reconozco y respeto las semejanzas y diferencias con el
origen cultural de otras personas.
Reconozco que los derechos se basan en la igualdad de los seres humanos, aunque
cada uno sea, se exprese y viva de manera diferente.
Reconozco que todos los niños y las niñas somos personas con el mismo valor y los
mismos derechos, así como que tenemos derecho a no ser discriminados.
Identifico las ocasiones en que mis amigos/as o yo hemos hecho sentir mal a alguien
excluyéndolo, burlándonos o poniéndole apodos ofensivos.
Manifiesto desagrado cuando me excluyen o excluyen a alguien por su género, etnia,
condición social y características físicas, y lo digo respetuosamente.
Comparo cómo me siento cuando me discriminan o me excluyen y cómo, cuando me
aceptan. Así puedo explicar por qué es importante aceptar a las personas.
Identifico algunas formas de discriminación en mi escuela y colaboro con acciones,
normas o acuerdos para evitarlas.
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Expreso empatía hacia las personas excluidas o discriminadas.
Identifico y reflexiono acerca de las consecuencias de la discriminación en las personas
y en la convivencia escolar.
Comprendo que cuando las personas son discriminadas, su autoestima y sus relaciones
con los demás se ven afectadas.
Identifico mis emociones ante personas o grupos que tienen intereses o gustos distintos
a los míos y pienso cómo eso influye en mi trato hacia ellos.
Analizo de manera crítica mis pensamientos y acciones cuando estoy en una situación
de discriminación y establezco si estoy apoyando o impidiendo dicha situación con mis
acciones u omisiones.
Actúo con independencia frente a situaciones en las que favorecer a personas excluidas
puede afectar mi imagen ante el grupo.
Comprendo el significado y la importancia de vivir en una nación multiétnica y
pluricultural.
Comprendo los conceptos de prejuicio y estereotipo y su relación con la exclusión, la
discriminación y la intolerancia a la diferencia.
Comprendo que la discriminación y la exclusión pueden tener consecuencias sociales
negativas como la desintegración de las relaciones entre personas o grupos, la pobreza
o la violencia.
Respeto propuestas éticas y políticas de diferentes culturas, grupos sociales y políticos,
y comprendo que es legítimo disentir.
Conozco y respeto los derechos de aquellos grupos a los que históricamente se les han
vulnerado (mujeres, grupos étnicos minoritarios, homosexuales, etc.)
Comprendo que la orientación sexual hace parte del libre desarrollo de la personalidad y
rechazo cualquier discriminación al respecto.
Identifico dilemas relacionados con problemas de exclusión y analizo alternativas de
solución, considerando los aspectos positivos y negativos de cada opción.
Argumento y debato dilemas relacionados con exclusión y reconozco los mejores
argumentos, así no coincidan con los míos.
Estas competencias dirigen a niños y adolescentes al desarrollo de competencias, que se
expresan así:






Identifico y respeto las diferencias y semejanzas entre los demás y yo, y rechazo
situaciones de exclusión o discriminación en mi familia, con mis amigos y en mi
salón.
Reconozco y rechazo las situaciones de exclusión o discriminación en mi medio
escolar.
Reconozco que los niños, las niñas, los ancianos y las personas discapacitadas
merecen cuidado especial, tanto en espacios públicos como privados.
Analizo críticamente las razones que pueden favorecer la discriminación y las
evito.
Rechazo las situaciones de discriminación y exclusión social en el país;
comprendo sus posibles causas y las consecuencias negativas para la sociedad.
Expreso rechazo ante toda forma de discriminación o exclusión social y hago uso
de los mecanismos democráticos para la superación de la discriminación y el
respeto a la diversidad.
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Las competencias básicas para el establecimiento de la cultura de la legalidad se expresan de
esta manera:
Comprendo la importancia de valores básicos como el cuidado y el respeto
por mí mismo y por los demás, y los practico donde quiera que esté (hogar,
salón de clase, recreo, etc.).
Comprendo la importancia de valores básicos de la convivencia ciudadana
como la solidaridad y el buen trato y los practico en mi contexto cercano
(hogar, salón de clase, recreo, etc.).
Construyo relaciones pacíficas que contribuyen a la convivencia cotidiana en
mi comunidad y municipio.
Participo constructivamente en iniciativas o proyectos a favor de la noviolencia en el nivel local o global.
Asumo, de manera pacífica y constructiva, los conflictos cotidianos en mi
vida escolar y familiar y contribuyo de manera constructiva a la convivencia
pacífica en mi entorno.
Colaboro a la protección de los derechos de las niñas y los niños.
Participo, en mi contexto cercano (con mi familia y compañeros), en la
construcción de acuerdos básicos sobre normas para el logro de metas
comunes y las cumplo.
Participo constructivamente en procesos democráticos en mi salón y en el
medio escolar. Conozco y sé usar los mecanismos constitucionales de
participación que permiten expresar mis opiniones y participar en la toma de
decisiones políticas tanto a nivel local como a nivel nacional.
Identifico y rechazo las situaciones en las que se vulneran los derechos
fundamentales y utilizo formas y mecanismos de participación democrática
en mi medio escolar.
Participo o lidero iniciativas democráticas en mi medio escolar o en mi
comunidad, con criterios de justicia, solidaridad y equidad y en defensa de
los derechos civiles y políticos. Reconozco que la democracia es un sistema
de vida en el que todos debemos colaborar.
Identifico y respeto las diferencias y semejanzas entre los demás y yo, y
rechazo situaciones de exclusión o discriminación en mi familia, con mis
amigos y en mi salón.
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Reconozco y rechazo las situaciones de exclusión o discriminación en mi
medio escolar.
Reconozco que los niños, las niñas, los ancianos y las personas
discapacitadas merecen cuidado especial, tanto en espacios públicos como
privados.
Analizo críticamente las razones que pueden favorecer la discriminación y
las evito. Rechazo las situaciones de discriminación y exclusión social en el
país; comprendo sus posibles causas y las consecuencias negativas para la
sociedad.
Expreso rechazo ante toda forma de discriminación o exclusión social y hago
uso de los mecanismos democráticos para la superación de la
discriminación y el respeto a la diversidad.
Su despliegue, por parte de los estudiantes de educación básica será resultado de un largo
proceso, de manera tal que niños y adolescentes las introyecten hasta el punto de dirigir su
conducta para entender, respetar y practicar diariamente la cultura de la legalidad.
Así formaremos ciudadanos:
-
Comprometidos con su comunidad de calle.
-
Conscientes de que su bienestar personal no puede prosperar sin el de la comunidad.
-
Deseosos de contribuir al bien común, confiados en las habilidades de que disponen y
pueden ejercer, siendo persistentes en la consecución de metas valiosas y mostrando
carácter para luchar por sus convicciones.
-
Dispuestos a sacrificar algunas satisfacciones privadas en aras de la viabilidad de algún
propósito público.
-
Deseosos de mantener objetividad ante la realidad, por encima de subjetividades.
-
Responsables en su libre expresión.
-
Con voluntad de ejercer tanto autocontrol sobre sus acciones como responsabilidad
personal.
-
Exentos de complejos que limiten su potencial.
-
Emprendedores en el área en la que desarrollan sus actividades.
-
Conscientes de que el logro de objetivos individuales y colectivos requiere de la
participación de los ciudadanos en el proceso político nacional, estatal o municipal para
monitorear las decisiones gubernamentales e influir en ellas.
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-
Comprometidos con el ser humano, su dignidad, libertad, igualdad y bienestar,
especialmente en relación con los más necesitados.
-
Deseosos de hacer valer sus derechos y cumplir sus obligaciones.
-
Con capacidad de indignación y proclives a combatir las injusticias.
-
Comprometidos con el ejercicio y respeto de los derechos de los demás.
-
Tolerantes en la diversidad de pensamientos, ideas, planteamientos y acciones
resultantes de una sociedad plural, a sí como de la promoción que otros lleven a cabo de
los mismos.
-
Identificados con México (más conocedores de su historia, su cultura y sus tradiciones,
así como más conscientes de los desafíos que el país enfrenta).
-
Comprometidos con los valores y principios contenidos en la Constitución Política.
-
Convencidos de los valores de la democracia.
-
Convencidos de la importancia que tiene el cumplimiento universal de la ley y de que
cuándo no se está de acuerdo con ciertas disposiciones o leyes, lo que procede es
proponer ajustes a las leyes.
-
Deseosos de mantenerse informados acerca de lo que ocurre en su comunidad y
atentos respecto de los asuntos públicos.
-
Conscientes de los dilemas prácticos y éticos que los líderes políticos enfrentan y de las
contribuciones que hacen a la comunidad quienes se dedican al servicio público.
-
Deseosos de exigir cuentas a los gobernantes en relación con su gestión y de valorar la
propia aportación a la comunidad.
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Conclusiones
La formación cívica, en tanto es capaz de propiciar el desarrollo de competencias varias, es
trascendental en el desarrollo de la cultura de la legalidad; por este motivo, es necesario hacer
de su instrucción una política de aplicación nacional que inicie en la escuela pero que involucre
tanto a las familias como al resto de los actores que colaboran en el establecimiento de pautas
de actuación social.
Es deseable que el Estado se comprometa con el mejoramiento y la continuidad de los
programas educativos planteados y que asuma en ellos la necesidad de desarrollar
competencias cívicas en los adolescentes de tal manera que puedan asumir oportunamente la
18
responsabilidad cívica que conlleva la vida adulta .
A partir de diferentes planes y programas, entre los que se encuentran los educativos, el Estado
debe propiciar que las diversas estructuras sociales que participan en la formación de cultura
cívica lo hagan desde una perspectiva de búsqueda del bien común. Así mismo, es
indispensable asegurar el fortalecimiento de las instituciones jurídicas del país: entendiendo por
lo anterior garantizar la participación democrática e interesada de todos los individuos, quienes
además deberán convencerse de las ventajas de respetar el Estado de Derecho.
Finalmente, que el Estado elabore una política que permita socializar las virtudes y habilidades
que orientan la acción de los individuos en marcos de legalidad y respeto de los derechos
humanos haciendo coincidir en ella los intereses de los diferentes actores participantes en la
formación de una cultura cívica.
Todos los actores sociales se han visto afectados por la presencia de la inseguridad, el desorden
y el trastocamiento de las normas de convivencia; por tal motivo deben asumirse como
corresponsables en la vigencia del Estado de Derecho y en el establecimiento de la cultura de la
legalidad y comprometerse para llevar a cabo un proceso formativo que garantice su práctica
cotidiana.
Una respuesta a la problemática, que tenga un enfoque social sustentado en una mayor
participación ciudadana, necesariamente deberá incorporar al la familia al proceso de formación
cívica iniciado en la educación básica.
18
Diversos autores coinciden en afirmar que entre los diez y los once años de edad, los adolescentes desarrollan el
pensamiento lógico, que les permitirá hacer análisis de su realidad, pero que no es hasta los 16 años cuando se
encontrarán capacitados para evaluar riesgos y asumir cualquier responsabilidad ética; de lo anterior se deduce que al
término de la educación básica, en la mayoría de los casos, también se termina la posibilidad de colaborar con la
formación ética de los individuos.
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En este enfoque, es preciso se elaboren políticas públicas que favorezcan espacios que
permitan que la familia retome el papel de ser el principal soporte, agente reproductor y vigilante
de la formación cívica; pero, sobre todo, que se convierta en su principal referente.
Cuando la familia es referente de la formación cívica, se asegura que retome sus funciones
formativas tradicionales logrando con ello la reproducción de las tradiciones y valores que
sustentan tanto la estructura ética (formada por las virtudes y habilidades que orientan la acción
de los individuos en un marco de legalidad y respeto de los derechos humanos) como el
entramado social ampliamente vulnerado en la actualidad.
Es necesario crear una sociedad proactiva, que desarrolle estrategias que le permitan regular la
participación de cada uno de los miembros de la sociedad en la construcción de la cultura de la
legalidad, de tal manera que cada individuo enfrente al reto de cambiar la propia actuación cívica
hasta convertirse en un ciudadano alfabeta de la legalidad.
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“Competencias Cívicas y Cultura de la Legalidad” es un documento elaborado por personal
de la Dirección de Estudios y Diagnósticos adscrito a la Dirección General de Prevención del
Delito y Participación Ciudadana de la SSP.
Grupo de investigación y redacción: Angélica Lozano F.
Patricia Margarita Torres Fernández.
Ma. Luisa Olivas Caro.
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