“He abierto ante ti una puerta, que nadie puede cerrar” (Ap 3, 8) “Acércate a esa nueva puerta con gran confianza en tu corazón, porque tienes mucho que ofrecer. Abre cada nueva puerta con ánimo, teniendo tus sueños muy presentes… Sabiendo que el país donde vas está esperando la fecundidad y el amor que llevas contigo”. (J.Rupp. Abre la puerta. Introspección en el verdadero yo. Sal Terre, Santander 2008, p.211) l Próximo 24 ODN Anuario 2013 Ámbito milenaria, esta realidad tan compleja, vale la pena compartir las vivencias ricas de humanidad, de hermandad, donde es posible partir el pan y repartirlo sin distinción. Esta es mi experiencia en el Alto Egipto (El Said): Llevaba cuatro años en El Cairo, haciendo comunidad y estudiando el árabe. Para profundizar el idioma, en 2009, di el salto a El Minia, fui acogida por las hermanas de San José de Lyon, todas egipcias. ¡Qué riqueza y que descubrimiento al asomarme al Alto Egipto a través de esta ciudad…! Con la hermana enfermera, Imen, la recorríamos entera y también los pueblos vecinos para visitar a la gente; ella hacia algún tratamiento, aplicaba inyecciones, o sencillamente estábamos ahí, visitándoles, escuchándoles… la sonrisa y otros gestos hablaban más que las palabras. Fue ahí donde iente A Or de travesar océanos y continentes desde América latina a este Próximo Oriente es una osada y linda aventura, empezando por el idioma, el árabe, totalmente distinto a nuestras raíces latinas. Poco a poco voy conociendo y haciendo mío este país, aunque ¡cuánto habrá por conocer! Este mundo islámico, tan desconocido para nosotros, con una minoría (10%) cristiana: coptos, ortodoxos católicos… Un mundo que atrae, asombra, cuestiona, y que el hecho de ser mujer a veces duele. Aunque la realidad de hoy, envuelta en la primavera árabe, lanzó gritos de liberación que abrieron caminos de esperanza y desataron desafíos, es un camino que aún hay que andar y no será fácil. Los frutos de justicia y libertad hay que conquistarlos y eso es lo que está pasando con el pueblo egipcio. Y en medio de estos mundos, esta cultura empecé a sentir de corazón un entusiasmo por esta región. Los caminos andados, la cercanía con los campesinos, su acogida, su alegría, sus insistentes invitaciones a entrar en sus casas, me animaba a salir e ir al encuentro de este mundo tan nuevo para mí. Por esos caminos, a pie o en Toyota, algo estaba sucediendo; ver, conocer, escuchar, aplicando todos los sentidos para contemplar y descubrir ese lenguaje simple y a la vez misterioso de Dios… El tiempo iba pasando y no solo fue El Minia, sino Assiut, El Wasta… lugares que me invitaban a descalzarme para entrar en tierra sagrada; costumbre viva en esta tierra, tanto para los musulmanes como para los cristianos coptos, cuando van a entrar a una mezquita o a una iglesia. Regresaba con el corazón lleno de vida, de experiencia, de gente que me hablaba de no dejar apagar esa “pequeña llama” que se encendió por el Alto Egipto. Volví a El Cairo a continuar allí la misión, habían pasado dos años de mi aventura por tierras del Said, pero como los caminos del Señor no son los nuestros y su Espíritu sopla donde quiere y como quiere, de nuevo volvimos la mirada al Alto Egipto, esta vez con la intención de realizar una búsqueda seria, un discernimiento que se nos pedía desde la Compañía para ver si podíamos iniciar una presencia en esas tierras. Han pasado tres años de haber lanzado las redes hacia el Said y un año de vivir inmersas en esta región de una riqueza desbordante a diferentes niveles: cultural, humano, religioso… En colaboración con los padres Jesuitas, quienes nos han acogido a la manera del Said, con generosidad y alegría, trabajamos en la asociación “Llave de la Vida”, en el jardín infantil, y promoción humana, especialmente con la mujer. Ser comunidad en misión y para la misión, nos invita siempre a tener la puerta abierta para recibir a nuestros hermanos y hermanas que quieren compartir su tiempo y su cariño con nosotras… y nos invita también a entrar dentro de sus casas, a valorar su acogida, su permitirnos entrar; es crear juntos espacios propicios para reír y llorar, para aprender del otro, para acoger y ser acogidas, para amar y ser amadas… espacios para la solidaridad con el que sufre, con el que vive en soledad, y espacios también para disfrutar de lo sencillo, para alegrarnos con quien celebra la vida, para alabar bendecir y agradecer… He aquí mi experiencia vivida de la mano con el Dios de los pobres, con el Dios de Jesús que nos abraza y nos ama a todos. Agradezco al Señor esta posibilidad de soñar que se nos ha brindado como comunidad, y soñar desde nuestra pequeñez y fragilidad. A Él, al Señor de la Vida, le confiamos nuestra semilla, la que vamos sembrando en este Próximo Oriente, en el Alto Egipto (El Said). Cuando se escucha la voz de Dios, siempre hay una puerta que se abre. ◆ Sandra Botina ODN EGIPTO ES UN DON DEL NILO (Herodoto 480 a.c.) ODN Anuario 2013 25