El caballero de la torre Tajamar

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El Clarí-n de Chile
El caballero de la torre Tajamar
autor Godosky
2010-09-21 21:42:15
El caballero nació en una torre abandonada y, al crecer, se hizo llamar el caballero de la torre Tajamar. Era analfabeto.
Su profesión, peluquero callejero, mejor dicho, en la cárcel aprendió a usar las tijeras.  Trapicheaba hasta con el
viento, era bestial y, a veces, sensible. En las poblaciones pobres afeitaba hasta a los perros con tiña.Â
"El barbero de la muerte" lo llamaban porque él nunca se enfermaba o se infectaba. Una tarde, en la calle la Feria, fue a
cortarle el pelo a un vendedor de calugas de las micros de la ciudad. El charro, - hombre pequeño, cuerpo de prÃ-ncipe
y bailador seco porque no bebÃ-a en las fiestas y sólo tomaba agüita -, lograba vender cientos de calugas al dÃ-a
gracias a su potente oración frente a los pasajeros.
Un orador de las micros, un poeta de las calugas porque valorizaba su trabajo y hasta los comparaba con un boabad,
cosa que los pasajeros no entendÃ-an pero el charro explicaba con pelos y señales;  les decÃ-a que las calugas para
los regalones fueron vendidas por un hombre con la fuerza de un árbol africano, por eso, lo del boabad, aunque el
vendedor de calugas era más chileno que los porotos y nunca habÃ-a visto un boabad.
Mientras el caballero de la Torre afeitaba al charro llegó el indio, un muchacho que vendÃ-a sapolio en las poblaciones.
Tres hombres chilenos con tres historias diversas. El caballero de la Torre, lo sabemos, nació en el techo de las torres
de Tajamar. Su madre, una mujer sureña, al quedar embarazada por el señorito, hijo de la patrona pues, a los nueve
meses de embarazo, se le ocurrió matarse. Fue la subida por las escalas que le aceleraron el parto porque pensaba
tirarse de la torre y, ¡ a la mierda el mundo!, ¡a la cresta el señorito!, ¡a la ñoña la patrona! Tan cuica y más cochina
que chanchito en barro. ¡Adiós Santiago querido!, ¡a la cresta los planchados con planchita a carbón!; ¡adiós al
lavado de sábanas con aguas frÃ-as y manos entumidas!; ¡adiós a las reparaciones del water que siempre se tapaba
por culpa de la cochina de la patrona porque botaba todo en la taza y no sacaba la basura a la calle!; ¡adiós, tiki-tiki-tiki
de la cueca picante, porque el sur no es más sur sino que es de señoritos amariconados y de habla rara..!, ¡adiós
mamita y papito!, me mato, no por causas de mi embarazo sino por la forma que tuve mi embarazo.
Y bueno..., puro canto nomás porque su bebé se le adelantó y evitó que se matara. AhÃ-, al centro del techo de la
torre, vomitó a su hijo. Era lindo el guacho. Cabecita negra, (muchos escritores, los mas acolizados, dan a los
señoritos de rubios y ojos azules... un clásico añejo... pues hoy los cabezas negras también pueden ser señoritos: sé
qué más de uno dirá que estoy encajonando los homos... no, no... son la realidad y ella no la escondo) ojitos medios
chinos y cuerpo de monito. Era lindo verlo llorar. !Puta que lloraba! parecÃ-a pedir socorro porque se daba cuenta que su
madre andaba en la onda suicida. Al centro del techo de la torre un pozo de sangre. Un helicóptero que pasaba por
ahÃ-, al ver a la mujer tirada en el centro del techo y llena de sangre al lado de  su crÃ-o entre las piernas, dio la alarma.
!Puta la güeaaa! la mujer no sabÃ-a ni su apellido. "Me llamo como me puso el cura" respondÃ-a, en el hospital. Su
patrona negó que la mujer trabajaba en su casa y dijo que nunca la habÃ-a visto. En fin, sin nombre ni apellido, pues en
el hospital la llamaron "Madam Tajamar". Al hijo, bueno, lo bautizaron como, "Torre Tajamar". El tiempo de recupero fue
corto y la, Madam Tajamar, fue dada de alta. Sin casa ni cama, dormÃ-a a orillas del Mapocho. Una noche, mientras
pedÃ-a limosnas en el barrio chino, un hombre, piadoso, se la llevó a su casa. Era un inspector de policÃ-a. Hombre del
sur, agradable con los honrados y cruel con los malvados. Un Zorro en todos los casos. Torre Tajamar no se
comprometió en nada y menos con las letras. Se enzarzaba con su propia confusión. Creció rebelde. Se comportaba
mal. Era atrevido con el inspector. Al crecer, eso se comprobó, fue cómplice de una asalto a una fuente de soda de la
ciudad y, por tonto, fue mandado a la cárcel. En el penal se dio cuenta que habÃ-a cometido un error. En la cárcel habló
con sus amigos de celda y les pidió que se dejaran cortar el pelo con sus tijeras, ahÃ- pudo seguir cortando pelucas a
Pedro Juan y Diego.
Al salir de la cárcel no encontró a su madre: ella y el inspector se habÃ-an ido al sur. Torre Tajamar conoció al
vendedor de caluga en la micro, Recoleta Lira. Le compró un par de calugas y le dijo que si querÃ-a le cortaba el pelo
en la misma micro nomás. El vendedor aceptó y, manos a la obra. Nunca se habÃ-a visto cortar el pelo en pleno
recorrido de la Recoleta Lira. El pasajero santiaguino, cagao de la risa en la micro, aplaudÃ-a la idea. Se hicieron
amigos. Torre Tajamar dormÃ-a en una hospederÃ-a de la calle Copiapo. El vendedor de caluga en una casita de tabla
de la Avenida La Feria.
Poco a poco el Torre Tajamar se hizo de un capital. Compró tablas, fonolas y puertas y armó su casa a los pies de una
muralla de un sitio abandonado en lo Valledor. No fue una toma de sitio ni nada..., "Si nacÃ- en una torre, pues ahora
moriré en un corral", decÃ-a a sus clientes. El terreno nunca tuvo dueño, o lo tuvo pero no se supo. Torre Tajamar
arrendó parte del sitio y al poco tiempo habÃ-an doce casitas de tabla en el barrio. Callampas del Caballero de la Torre,
decÃ-an los picaos. Arriendo a la chilena. Corriente gratis y agua gratis. AhÃ- o allá se colgaban de los cables públicos y
el agua llegaba de un grifo de los bomberos. !Water dobles! Na de uno solo. Water mellizos, los llamaban. Dos water en
un uno. Se podÃ-a cagar dos veces en una vez. Â A gusto del ser con ganas de abortar: en el casi lleno o en el casi
rebasado.
 En el sitio del Torre Tajamar, se creó la secta, “revolución apostólica―. Sepa Dios que cresta era esa secta, pero
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bueno, nunca hicieron nada, y tampoco hubo teologÃ-a y estudios de materialismo o de una obra romántica..., en fin, la
secta era una güevada sin patas..., y  el capricho de Torres Tajamar era la de ser el pipa de la oración pero no tenÃ-a
dedos pal´piano.
Fue el vendedor de calugas que lo aterrizó. “Para vender credos, Torres Tajamar, debes hacerlo como yo lo hago con
las calugas. Ser irreal, incierto, cachiporro, superficial y también aparente. En la vida hay que ser gallo; seccionar el
problema, escindir el desmoronamiento de la sociedad, cachai?―
Torres Tajamar no cachó una.
"Puta que hablai difÃ-cil, calugero".
"Monseur, Torre Tajamar, vendo calugas es verdad, pero me he leÃ-do las mejores obras clásicas del mundo...,
Stendhal, Sartre, Moliere, VÃ-ctor Hugo, Tolstoi, Gogol, Puskin, Dante, Manzoni, Calvino, Pirandello y hasta Manuel
Rojas... otros autores no los digo pa´que no crea que soy cachiporro..."
"Por suerte no andaÃ- vendiendo chocolates sino que wea leerÃ-as. Fuera del güeveo, no temÃ- que te llegue un
derrame cerebral de tanta güevada que leÃ-?, porque cacha, un cliente de la calle Yarur quiso freÃ-r un huevo con puro
mirarlo nomás... estuvo algo de tres horas mirando fijamente el sartén y al final se le reventaron los ojos y quedó ciego
de puro gueón nomás..."
"Eso se te lo has inventado, Torres Tajamar, pero te voy a enseñar a leer..., será mi tarea de caluguero y saldrás de mi
piojera convertido en un ejemplar peluquero andante que corta el pelo y al mismo tiempo educa la plebe pa´qué no se
diga que los rotos somos ignorantes. Empezaremos con el romance de Dostojewski, "El idiota".
"Momento, tan güeón no soy;pero no creo que un analfabeto aprenda a leer con un libro de ése gallo...? Cómo cresta
se llama?
"Dostojewski".
" ¿ Es árabe―?
“No, Torre Tajamar, él es un escritor ruso―
“Comunista ¿Come cauros chicos?―
“Dime una guevada, Torre Tajamar, si tú tuvieraÃ- tanta hambre no te comerÃ-as el hijo menor de un viviente?―
“!Puta, no poh!, pobre pero digno poh gueón―.
“Tu mollera, Torre Tajamar, es la de un inculto. Sabis cosas pero no sabÃ-s de qué cosa. Piensa en los vivientes, Torre
Tajamar... piensa en el becerro y la vaca―.
“!Ahhh! me estaÃ- camelleando!―.
“No, Torre Tajamar, te estoy dando lecciones de cultura. Eres pobre pero digno, de acuerdo, pero comes carne de
becerro pero no sabes que te has comido el  hijo menor de un viviente―.
“No... poh gueón... me estaÃ- cargando el hijo de la vaca.. al final voy a terminar vegetariano por tu culpa poh―.
El caluguero, parecido a un sabio medieval, a veces era como un niño que se emocionaba al jugar con los cabros
chicos del barrio. Se vestÃ-a de guagua, se ponÃ-a pañales y salÃ-a gateando a las reuniones de la junta de vecinos. Era
para hacer feliz al proletariado, decÃ-a. Era la pesadilla de los profesores de las escuelas públicas porque acompañaba
a las madres a las reuniones de apoderados y dejaba en tensión hasta al directores de los establecimientos
educacionales.
Era culto. Muchas veces demasiado culto para Chile. Era notable. No tenÃ-a necesidad de ir buscando caminos para
encontrarse porque, al parecer, buceaba en el exterior de su alma y no al interior. Odiaba la meditación. Peligrosa para
el alma rebelde y droga para el cobarde. El caluguero era de origen nortino. Sus padres fueron mineros. Llegó a
Santiago en el tiempo de la explosión de las callampas en la capital. La Legua fue su primera cuna.
Luego, sus estudios, más tarde su rechazo al consumo y, después, chileno independiente sin partido ni religiones. Su
nombre: Dagoberto más conocido como el caluguero. Nunca se casó. Abandonó el liceo. Un genio en todos los casos.
Daba literatura a los estudiantes de su barrio. Dejaba como estuco a los entendidos y educaba hasta a los candidatos
para alcaldes. Una vez una cuica le dijo en la micro: “caluguero de mierda― En Chile se sintió un estruendo, la luz del dÃpareció estrujar su claridad y desembocó la noche..., eran recién las nueve de la mañana y era noche... Las dos
clases de Chile. Pobres y ricos. Ignorantes y sabios. El caluguero no fue desleal con los ignorantes. Tampoco
estrambótico, como decÃ-a en las clases de literatura. Estrechó la mano de la cuica. Ella, habÃ-a quedado como
muerta. El caluguero le dejó dos calugas en el bolsillo de su chaqueta y siguió su camino. Cierto, otro, digo un culto, la
habrÃ-a empapelado a chuchadas. Â La mujer tartamudeaba, su boca se habÃ-a averiado, se habÃ-a roto, y era ruidosa.
Nada de magias... fue la mano del caluguero que la agitó. Dicen que la mujer tuvo que dejar la micro para ser llevada a
un hospital en  ambulancia. Es raro, pero no es una fábula lo que se decÃ-a, sucedió de verdad. En otra micro... un
“pacobinero―, como solÃ-a llamarlos, le quitó sus calugas y le hizo una multa por no andar con permiso.
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“Señor pacobinero, ¿a usted quién le ha dado el permiso de multar un hombre trabajador?― “Primero no soy paco
roto de mierda, sino que carabinero. Segundo, piojoso, te puedo hasta meter preso por rebelde. Tercero, por mal criado
te hago dos multas―.
En la micro los pasajeros se rebelaron y el pacobinero tuvo que romper las dos multas, devolver las calugas y bajarse a
toda carrera porque, quiera o no se quiera señores en el tiempo de las micros habÃ-a solidaridad de pueblo.
El caballero de las Torres de Tajamar aprendió a leer con unas revistas de comanches porque salÃ-an con dibujos y le
era fácil entender el significado de las palabras. Muchas veces que se emborrachaba hablaba de sioux de mohicanos
pero nunca de los libros que andaba leyendo a escondidas... Una tarde se descubrió una obra que andaba trayendo
en un bolsillo de su pantalón: Lucio Anneo Séneca  . Fue en un mes de enero -de no sé qué año- cuando El cabal
de las torres, mientras cortaba los cabellos a su plebe, comenzó sus oraciones: “ El pobre carece de muchas cosas,
pero el avaro carece de todo―. Andaba predicando lo de Séneca. Todos aplaudieron sus frases... nunca se burlaron de él
aunque una tarde, producto de tanto copete... se lo llevó la pelá y se le encontró abrazado a una foto del Filósofo
latino.
El cabellero de las Torres de Tajamar nunca quiso ser famoso... pero en su funeral... grano a grano de tierra que iban
botando los presentes... iban formando una estatua en su ataúd y lo bautizaba como el Séneca chileno que cortaba el
pelo por solo dos gambitas nomás.
El vendedor de calugas... su mejor maestro... hablWó en nombre de los vecinos que pagaban arriendo al Caballero de
las Torres y, de paso, regaló el terreno a cada arrendatario... como último deseo del finado...
Todo a la chilena... señores.. todo un colobacilo del momento en el cual llegará lal hora, -esperamos tarde sea-... será
escrito en la historia como un microbio que se tomó las tierras de un Estafilococo apoyado por sus dinosaurios
millonarios que se reparten la tierra chilena.
Todos los poetas de las micros venden poesÃ-as... dijo el vendedor antes de abandonar Santiago y emigrar al olvido.
Godosky
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