Mi país no es un país, es un boliche

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El Clarí-n de Chile
Mi país no es un país, es un boliche
autor Rafael Luís Gumucio Rivas
2010-08-27 12:42:57
Desde el 11 de septiembre de 1973 Chile dejó de ser una república para convertirse en un almacén: todo se compra y
se vende, todo tiene un precio. Es cierto que el espÃ-ritu de almacenero nos viene de los vascos, que llegaron a Chile en
el siglo XVIII, “virtud― que se ha prolongado hasta nuestros dÃ-as.
Nuestros aristócratas compraban los tÃ-tulos de nobleza en la penÃ-nsula para ostentar esos escudos en sus casas
solariegas. Nuestra primera autoridad fue, nada menos, que don Mateo de Toro y Zambrano, Conde de la conquista; de
ahÃ- para adelante el deporte de comprar tÃ-tulos se fue haciendo común. El novelesco “Cuevitas― se compró el de
Marqués con el dinero de su mujer, la hija de Rockefeller; el conservador Manuel José Yrarrázabal era el marqués de
Pica, dueño de la provincia de Petorca. Santiago Arcos se reÃ-a de la aristocracia sosteniendo que cada uno de sus
miembros poseÃ-a su propio feudo. Cuando se aburrieron de comprar tÃ-tulos de nobleza se dedicaron a alquilar y
sortear tÃ-tulos de senadores y de diputados.
Todas estas lindezas parecen formar parte de nuestra historia oligárquica, sin embargo, bajo otras formas, ocurre lo
mismo en el gris Chile de la “transacción―. En el pasado, al menos podÃ-an brillar algunos intelectuales – en el Parlame
el liberal José Victorino Lastarria podÃ-a afirmar, con toda autoridad, “tengo talento y lo luzco― – hoy es difÃ-cil encont
diputado o senador capaz de sostener una pieza oratoria, y sólo se habla de dinero, de negocios, de cómo voy yo en
la parada; ya no hay intelectuales que no sean panegiristas de los ricos, ni curas que se dedican a los pobres y no a
negocios inmobiliarios y otros asuntos que no vale la pena recordar – véase, a modo de ejemplo, el caso Karadima -.
Los empresarios constituyen el arquetipo de nuestro boliche. Si usted quiere saber de polÃ-tica tiene que dirigir sus
pasos a la rueda de la Bolsa de Comercio, donde ocurren todos los hechos importantes – un dÃ-a se venden las acciones
de la CompañÃ-a LAN, que pertenecÃ-an a su Excelencia; al siguiente, las de Blanco y Negro, de Ruiz Tagle, dueño del
deporte chileno- y, al final de todos estos procesos de compra y venta, todo queda en familia – el 25,5% de las acciones
de Colo Colo pasan al consuegro del Presidente, Hernán Levy y el 13% quedan en manos de Sebastián Piñera; Azul
es propiedad de un destacado empresario de la UDI-. A diferencia de comienzos del siglo XX, hoy los más ricos no se
contentan con ser propietarios de carreras, sino que también se convierten en dueños de Clubes de fútbol, donde se
puede apostar “cuál de los jinetes va a ganar―.
Las castas chilenas ostentan el récord de la hipocresÃ-a: pretenden defender la libertad de Prensa en Argentina cuando
la familia las emprende contra el grupo ClarÃ-n y La Nación, como si en Chile existiera libertad de Prensa. Todos los
canales de televisión son feudos de grandes empresarios – la iglesia católica vendió el Canal 13 por “un plato de
lentejas― a la familia Luksic – nada muy distinto a las antiguas ventas de indulgencias que llenaban las arcas de la Santa
Madre, en el Renacimiento. En estos dÃ-as, en un acto heroico, el primer mandatario vendió ChileVisión a la empresa
transnacional Time Warner para completar el cuadro del dominio total de la comunicación, en manos de grandes
grupos empresariales. A esta realidad debemos sumar los medios de Prensa escrita y las radioemisoras que, desde
tiempos inmemoriales pertenecen a las grandes familias, dueñas de nuestro Chile bolichazo.
A raÃ-z de la catástrofe de la mina San José ha salido a luz pública la tremenda irresponsabilidad de muchos de estos
supuestos “héroes nacionales― que pretenden ser los empresarios; cada dÃ-a está más claro que el Estado debe cum
la función de fiscalizar los abusos que se cometen a diario contra los trabajadores y, para lograr este objetivo, mi paÃ-s
debe dejar de ser un boliche y convertirse en una república, donde los ciudadanos verdaderamente los protagonistas de
la historia, y no como en la actualidad, unos simples ilotas que deben dejar su salud, su seguridad y su dignidad en
manos de los dueños del mercado que, dueños del poder, hacen lo que quieren.
Rafael LuÃ-s Gumucio Rivas
26/08/10 Â Â
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