Vida / Julio Édgar Ruiz Monroy

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Vida / Julio Édgar Ruiz Monroy
…Soy esto y nada más. Importo en el trasiego de la noche, en el fluir de horas matutinas, donde todos quieren respirar lo
que secreto, lo que lanzo.   Y mientras en un solo sitio, sin moverme, como una esfinge o una pirámide alta, frondosa,
de verdes adornos, románticos vienen y se besan, se recuestan en mÃ-, se gozan, me veo como lo que soy: un simple
objeto para ellos (no tengo más quehacer que sentir el viento acariciar mi rugosa piel). Otros beben licores (los pruebo y
me inflaman la imaginación, me fluye la melancolÃ-a). (Una vez posé desnudo para la cámara de un hombre).   Ahora
es: quedarme varado, en la misma isla de tierra continua. Mi territorio es el mismo: no hay frontera ni fin, más que
perseguir la luz en lo alto, en el horizonte bajo; mirar mi sombra alargarse y desaparecer por noches (centinela). Soy un
viaje que no avanza, algo que se cuenta y dibuja, del que hablan y al que queman, talan y deshojan, al que se comen de
a poco. Pero mis ramas vuelan, los pájaros me habitan, soy hogar del tiempo. En mis entrañas las vetas me fingen ser
mueble, mas soy alma blanca como las hojas donde escribes. De mÃ-: la tinta, la madera que empujas con la mano
hasta siluetearme. Una vez, un dÃ-a lluvioso, mientras comÃ-a del suelo, vi una serpiente alimentándose, al tiempo que
una liebre escapaba confundida en el verano. Otros dÃ-as – no cuento lo salvaje y lo horrible–, personas vienen, me
visitan, se van y me dejan regalos que no comparto. Las luciérnagas (un verano también) me hicieron divertido el
nocturno: vi al Cisne y a Orión en el mismo lugar, la estrella polar flotaba por entre los pinos. Mi pasaporte sólo tiene
un sello: estadÃ-a obligatoria. Mientras damas me besan, hombres me abrazan. Noche y dÃ-a tienen su diferencia lúdica:
de dÃ-a los papalotes, los juegos, los niños y familias; de noche el humo a yerba que se levanta y me fumiga. (Imagino
cosas. Imagino cosas.) Mi amigo, al lado: mi vecino en sÃ-: fue muerto y acomodado en el piso de una casa; eso dijo un
ingeniero (casco naranja), con muchos lacayos y máquinas que rugÃ-an. Miro la luna y al sol, ellos comparten mi letargo.
PerdÃ- la cuenta, o más bien la extravié a los sesenta años.    He visto todo lo que un árbol mira en un bosque:
comprendÃ- al cielo y a las aves, que cantan sonetos o poesÃ-as; creé un poema: una flor (un ave me ayudó a
construirla, era roja y la llamé: “Luz: canta belleza―). AsÃ- cuento mi historia (pequeña). Qué larga ha sido mi vida: se
extiende como este suelo: este mÃ-nimo que ya queda (según rumores, es mordido por el concreto). Hoy están aquÃpersonas con casco amarillo, traen palas y nos sacan tierra; otros corren y se internan (buscan algo), con herramientas
que nunca he visto, vÃ-boras blancas, larguÃ-simas, no alcanzo a ver su principio porque el humo no me deja…
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Generado: 19 November, 2016, 11:21
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