algunos aspectos de la participación de méxico en la sociedad de

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ALGUNOS ASPECTOS DE L A
PARTICIPACIÓN DE MÉXICO
E N L A SOCIEDAD DE LAS
NACIONES
MANUEL
TELLO,
del Senado M e x i c a n o
I
P O R U N A D E E S A S paradojas tan corrientes en l a v i d a h u m a n a
— y l a v i d a de los Estados no es sino u n a transplantación de
aquélla a planos superiores— uno de los miembros más fieles
de l a extinta Sociedad de las Naciones: México, no fue i n v i t a d o
originalmente a compartir los azares de su v i d a .
N o se nos invitó debido a las supuestas condiciones de nuestra situación interna, violándose así su pacto constitutivo que
claramente excluye de l a competencia de l a L i g a las cuestiones
que son del d o m i n i o interno de los Estados miembros.
Sin embargo, justo es reconocer que no bien se había cometido ese error cuando ya se lamentaba. F u e r o n muchas, en efecto, las gestiones que se hicieron p a r a que México ingresara a l a
Sociedad, pero nuestro G o b i e r n o las rechazó cortesmente en espera de que se nos d i e r a l a satisfacción que nuestra d i g n i d a d
reclamaba.
Esta satisfacción llegó a l f i n , después de u n a serie de negociaciones, el 7 de septiembre de 1931, cuando los representantes
de A l e m a n i a , el R e i n o U n i d o de l a G r a n Bretaña e I r l a n d a del
N o r t e , España, F r a n c i a , I t a l i a y el Japón presentaron a l a A s a m blea u n proyecto de resolución que parece necesario citar in
e x t e n s o , no sólo porque m a r c a el p r i n c i p i o de nuestra p a r t i c i pación en l a política ginebrina, sino porque rompió con las normas establecidas, dio a m p l i a satisfacción a M é x i c o y constituye
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u n a página de l a historia de l a L i g a que no llegó a repetirse.
Este proyecto —unánimemente adoptado por l a Asamblea
e n su sesión de 8 de septiembre de 1931, después de calurosos
discursos— dice textualmente:
L a s delegaciones alemana, británica, española, francesa
i t a l i a n a y japonesa:
Considerando que México no figura c u el A n e x o del P a c to, donde están enumerados los países que fueron invitados
a suscribirlo;
Considerando que es de toda justicia que l a Sociedad de
las Naciones repare esta omisión tan c o n t r a r i a a l espíritu
m i s m o de l a Sociedad;
Propone a la A s a m b l e a que México sea invitado a adherirse a l Pacto y a aportar a l a Sociedad su preciosa colaboración, como si hubiese sido invitado desde su origen.
P
1
A las elocuentes palabras de bienvenida de Nicolás T i t u lesco, en aquel tiempo Presidente de l a A s a m b l e a y Secretario
de Relaciones Exteriores de R u m a n i a , contestó nuestro primer
representante, el licenciado don E m i l i o Portes G i l , asegurando
que " M é x i c o ingresaba con ánimo levantado y sereno, persuad i d o de que su leal esfuerzo puede contribuir a facilitar l a enoi
m e tarea que l a Sociedad de las Naciones se h a i m p u e s t o " .
2
I n i c i a d a en esta f o r m a tan satisfactoria p a r a México su p a r ticipación en l a obra de l a L i g a , cabe preguntar si fue u n
acierto o u n error haber aceptado l a invitación que se nos hizo.
Contestar esta pregunta con u n criterio actual, sería a n t i científico e injusto. E n l a época de nuestro ingreso, l a Sociedad
de las Naciones distaba mucho de ser el organismo atacado de
parálisis que fue impotente p a r a evitar l a segunda guerra m u n d i a l . P o r el contrario, n i n g u n a institución internacional present a b a l a p u j a n z a y daba tales señales de v i d a como l a Sociedad
de las Naciones. Ñ o me refiero, claro está, a l aspecto puramente
f o r m a l y decorativo de las sesiones del Consejo o l a Asamblea,
con l a imponente teoría de jefes y secretarios de Estado, e m b a jadores, expertos de f a m a m u n d i a l , políticos sagaces y elocuentes
oradores. T o d o esto, con ser sintomático, era lo de menos.
L o p r i n c i p a l , lo que realmente daba fuerza y prestigio a l
organismo ginebrino, era su intención, hasta entonces no m a l o -
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grada, de servir como instrumento moderador de l a v i d a internacional.
E n unos cuantos años, a pesar de lo desesperadamente lento
que es avanzar en el terreno internacional, se habían e m p r e n dido laudables iniciativas y obtenido positivos éxitos, como l a
integración de l a C o r t e Permanente de Justicia Internacional,
l a creación del Instituto Internacional de Cooperación Intelect u a l , l a celebración de diversas conferencias, l a conclusión de los
protocolos relativos a l a reconstrucción financiera de A u s t r i a
y de Hungría, v l a aprobación de múltiples instrumentos internacionales, entre los que se destacan los arreglos de límites entre
diversos Estados europeos.
C i e r t o que l a solución de algunos de estos conflictos no fue
e n todos los casos obra directa de l a Sociedad de las Naciones, n i
dio siempre satisfacción completa a todas las Partes interesadas,
pero de cualquier modo, y a u n considerando el arreglo pacífico
de esas diferencias como u n a liquidación de los problemas de l a
postguerra, lo cierto es que l a L i g a no había registrado ningún
fracaso serio, y que, por el contrario, aparecía como l a única
esperanza de que l a convivencia internacional se desenvolviera
armónicamente por el sendero difícil, estrecho y casi inexplor a d o de u n a a m p l i a colaboración internacional.
C u a n d o México ingresó a l a Sociedad
de las Naciones, el
Pacto de L o c a r n o era u n a viviente realidad y todavía se record a b a n , en las calles de G i n e b r a y en los restaurantes de l a A l t a
Savoya y del J u r a francés, l a fructífera amistad de los p r i n c i pales estadistas europeos. Todavía resonaban los proyectos i d e a listas de B r i a n d - u t ó p i c o s y ciegos los h a n llamado los profetas
a p o s t e r i o r ! - proclamando
l a necesidad de crear los Estados
U n i d o s de E u r o p a . L a Comisión Preparatoria de l a Conferencia
de Desarme, venciendo miles de obstáculos, era como u n a promesa de que l a paz a r m a d a — s i m p l e tregua preñada de i n c o n fesos proyectos de r e v a n c h a — sería substituida por u n régimen
de confiante seguridad y de franca colaboración. E l articulo 19
del Pacto —válvula de escape que n u n c a fue u t i l i z a d a — ofrecía
l a posibilidad de l i q u i d a r pacíficamente las asperezas de ciertas
situaciones.
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A n t e este p a n o r a m a , no era n i lógico n i conveniente que
siguiéramos ejerciendo el egoísta derecho de permanecer aislados. L a interdependencia de los Estados nos empujaba forzosamente hacia l a Sociedad y las gestiones que desde 1920 i n i c i a r o n
los Estados latinoamericanos p a r a que ingresáramos a l a L i g a ,
e r a n cada vez más efusivas y apremiantes, a l grado que p l a n teaban casi u n problema de solidaridad latinoamericana.
R e p a r a d o el error, que con eufemismo se calificara de o m i sión, nuestro sitio estaba en l a Sociedad de las Naciones, y aún
a h o r a , a pesar de sus repetidos fracasos, creo que hicimos bien
en ingresar a ella. E l prestigio internacional de México se r o busteció con nuestra actuación.
II
C o m o confirmación de l a leyenda de que los hermanos necesitan recurrir, de vez en cuando, a fraternas disputas que estimulen su cariño, a principios de 1933 estalló u n conflicto, a p r o pósito del territorio conocido con el nombre de " T r a p e c i o de
L e t i c i a " que f o r m a b a parte de C o l o m b i a , en v i r t u d del T r a t a d o
Salomón-Lozano, y sobre el c u a l el G o b i e r n o del Perú consideraba tener justificados derechos.
R e q u e r i d o por el G o b i e r n o de C o l o m b i a , el Consejo de l a
Sociedad de las Naciones, del que formábamos y a parte, se a v o có el estudio y solución d e l p r o b l e m a , creando, p a r a el caso, u n
Comité compuesto de trece miembros, entre los que se destacó,
no solamente como su Presidente sino como u n hábil y c o n v i n cente negociador, nuestro representante el doctor Francisco C a s tillo Nájera.
3
Gracias a los esfuerzos de este Comité y a l a buena v o l u n t a d
y madurez política que demostraron los Gobiernos de C o l o m b i a v
el Perú, se llegó a u n acuerdo que, junto con los representantes
de las Partes, firmó el doctor Castillo Nájera en nombre del
Consejo de l a Sociedad de las N a c i o n e s .
4
C o m o consecuencia de ello, no sólo cesaron las hostilidades,
sino que se confió a u n a Comisión de l a L i g a l a administración
t e m p o r a l , . e n nombre de C o l o m b i a , del territorio en d i s p u t a .
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quedando así demostrada l a posibilidad de que el organismo
ginebrino interpusiera su influencia pacificadora sin otras miras
que las de liquidar u n conflicto y p e r m i t i r que las relaciones
entre dos países hermanos pudiesen continuar, ya sin obstáculos
n i resquemores, sobre las bases del buen entendimiento, del respeto m u t u o y de u n a franca amistad.
E s t a Comisión de l a Sociedad de las Naciones (que no tenía
precedentes en l a v i d a internacional) terminó su mandato el
1 9 de j u l i o de 1934, como resultado del A c u e r d o de R í o de J a neiro, y el territorio de L e t i c i a fue devuelto a C o l o m b i a .
E l que relate en términos sencillos y esquemáticos l a solución de este conflicto, no quiere decir —lejos de eso— que las
negociaciones no fueran difíciles n i delicadas. Por el contrario,
h u b o momentos en que l a conciliación parecía punto menos que
imposible, y en que se llegaron a abrigar justificados temores
de que el conflicto asumiera proporciones insospechadas.
A f o r t u n a d a m e n t e el doctor Castillo Nájera — d e cuyas preocupaciones f u i testigo— no se desanimó ante los obstáculos n i
se dejó influenciar por el pesimismo de los unos n i por l a i m p a c i e n c i a de los otros. C o n p r u d e n c i a n u n c a desmentida y con
tenacidad infatigable dirigió las negociaciones, y tanto en el seno
del Consejo, como en las reuniones menos aparatosas pero singularmente más eficaces del Comité, y hasta en las conversaciones privadas, fue inculcando el convencimiento de que era
indispensable, p a r a el prestigio de América y como lógica consecuencia de l a h e r m a n d a d de los dos pueblos, que el conflicto
fuese solucionado pacíficamente, según los dictados de l a justicia.
III
T r a t a de resumir en unas cuantas palabras no solamente l a
historia del sangriento conflicto del C h a c o , latente en aquella
parte de América desde principios del siglo pasado, sino también
las múltiples gestiones que emprendió l a Sociedad para lograr
que cesaran las hostilidades y B o l i v i a y Paraguay llegasen a u n
acuerdo equitativo y justo, sería materialmente imposible dentro
de los límites forzosamente restringidos de u n artículo.
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N o solamente, como lo decía el doctor Castillo Nájera, era
difícil decir cuál de los dos Estados tenía l a razón, puesto que
los dos tenían razones, sino que, p a r a usar los conceptos de otro
d e nuestros representantes, el ingeniero M a r t e R . Gómez, " p r e cisar en algunas s e s i o n e s . . . de qué lado se encuentra l a respons a b i l i d a d de l a guerra del C h a c o sería u n a empresa d i g n a de
Salomón . . . "
5
Básteme decir, como prueba de los incansables esfuerzos
de
l a Sociedad de las Naciones, que el Consejo se ocupó del p r o b l e m a en diecisiete de sus sesiones; que l a A s a m b l e a también
l o estudió en dos sesiones ordinarias y en u n a e x t r a o r d i n a r i a , y
q u e los Comités y Comisiones, que c o n todo empeño trataron
de solucionarlo, f o r m a n u n a lista t a n impresionante como i m posible de justificar sin u n claro conocimiento del mecanismo
ginebrino.
L o que i m p o r t a en este caso, es explicar c o n cuánto empeño,
c o n cuánta devoción p a r a l a causa de l a paz y cuánta sincera
a m i s t a d p a r a bolivianos y paraguayos, nuestros diversos representantes u n i e r o n sus esfuerzos a l esfuerzo común a f i n de que
— p a r a usar las palabras del doctor Castillo Nájera—
v i e r a esa carnicería cuyas
consecuencias
se d e t u -
inmediatas y lejanas
a l c a n z a n las proporciones de u n desastre incalculable, pues " l a
triste y dolorosa llaga abierta en las carnes de B o l i v i a y del
P a r a g u a y lastima e i n q u i e t a a toda l a h u m a n i d a d que siente
c o m o si u n a úlcera l o c a l envenenara el conjunto de l a f a m i l i a
de los hombres . . .»•
L a solución del conflicto del C h a c o interesaba a México en
su doble título de m i e m b r o de l a Sociedad de las Naciones y
de m i e m b r o de l a c o m u n i d a d americana, y de ahí que nuestros
delegados, p r i n c i p a l m e n t e el doctor Castillo Nájera, no escatim a r a n ningún esfuerzo.
P r i m e r o colaboraron tesoneramente en encontrar u n a fórmul a c o n c i l i a t o r i a ; luego contribuyeron no sólo a fijar las bases
de l a Comisión del C h a c o sino que se empeñaron en que las
recomendaciones
de ésta fuesen
aceptadas y sirviesen de
base
a u n arreglo definitivo entre las Partes y, por último, se mostra7
r o n siempre dispuestos a estudiar todas las iniciativas y a presentar
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MANUEL
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TELLO
todos los proyectos que fuesen susceptibles de poner f i n a l a
guerra.
Sinceramente convencidos de que poniendo f i n a l a efusión
de sangre se serenarían las pasiones, colaboraron p a r a que el
embargo sobre armas y m a t e r i a l de guerra destinados a los b e l i gerantes fuese tan efectivo como las circunstancias lo p e r m i t i e sen; pero a f i n de que B o l i v i a o Paraguay no pudiesen considerar que se trataba de u n a sanción o de u n a advertencia, el
doctor J . M . P u i g Casauranc, entonces Secretario de Relaciones
Exteriores, se dirigió a los dos Gobiernos instándoles p a r a que
h i c i e r a n u n supremo esfuerzo con objeto de tener u n arreglo
directo e inmediato.
Desgraciadamente, n i este ofrecimiento n i las tentativas a n teriores dieron resultados tangibles, por lo que nuestros delegados, convencidos de que las gestiones simultáneas o paralelas
retardarían l a liquidación del conflicto — y nadie podría f u n d a damente asegurar que no estaban en lo j u s t o — pugnamos porque
l a Sociedad de las Naciones fuese l a última y definitiva instancia.
8
9
N o había en esta a c t i t u d — c l a r o está— n i u n apego académ i c o a l a Sociedad de las Naciones n i p a r c i a l i d a d p a r a u n o u
otro de los dos países, pues, por el contrario, "ambos cuentan
— c o m o indicó en u n a ocasión el doctor Castillo Nájera— con
l a simpatía sincera, real y desinteresada de México y puedo
asegurar que . . . cuando en nuestro país leemos en los periódicos que uno u otro h a n obtenido u n a v i c t o r i a , l a consideramos
c o m o u n a d e n o t a de l a gran f a m i l i a iberoamericana. D e allí
que en nombre de esa f a m i l i a — c o n t i n u a b a nuestro delegado—
e n nombre de l a simpatía p a r t i c u l a r que México siente p o r ustedes, les roguemos que hagan toda clase de esfuerzos para aceptar el informe que les h a sido s o m e t i d o . "
O t r o de nuestros representantes, el doctor Pedro de A l b a ,
aclaraba en cierta ocasión que " e l persistente interés que l a delegación mexicana h a demostrado porque se llegue a u n arreglo
pacífico del conflicto del C h a c o , no representa u n a simple actit u d personal de sus delegados en G i n e b r a , sino que se inspira
e n el sentimiento n a c i o n a l de nuestro propio país".
10
11
Q u e nuestra aspiración suprema en este caso era l a reconciliación de las dos repúblicas hermanas, queda claramente ex-
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puesto en las palabras con que el doctor Castillo Nájera dio
p o r terminados los trabajos de l a asamblea extraordinaria que
presidió por elección unánime — ú n i c o caso en l a historia de l a
L i g a — de todos los Estados allí representados: " H a g o votos
— d i j o — porque a l reunimos nuevamente lo hagamos para festejar l a v i c t o r i a de l a paz contra l a g u e r r a " .
12
E s t a a c t i t u d fue ratificada, posteriormente, por el ingeniero
M a r t e R . Gómez, quien además de i n d i c a r que " l a posición
de M é x i c o e n este conflicto no puede ser n i más c l a r a n i más
s i n c e r a : se traduce por u n sentimiento de c o r d i a l i d a d p a r a los
dos países",
resumió en estas palabras lo que consideraba l a
p r i n c i p a l misión de l a L i g a en aquel t i e m p o :
13
"Hacérselo comprender —decía refiriéndose a l Paraguay que
había dado el aviso de r e t i r o — invitarlo a que tome nuevamente
e l sitio que le corresponde en l a Sociedad de las Naciones . . .
m e parece u n a empresa particularmente d i g n a de ser intentada
p o r las naciones hispanoamericanas aquí r e u n i d a s " . "
Pero todas estas laudables intenciones no dieron resultados,
y c u a n d o el asunto parecía estar en peligro de ser examinado a
l a l u z del artículo 1 6 , los representantes de l a A r g e n t i n a y de
C h i l e a n u n c i a r o n l a constitución de u n a conferencia mediadora.
A n t e esta perspectiva inesperada y a pesar de que México
no fue i n c l u i d o en el número de los mediadores, nuestros delegados h i c i e r o n votos sinceros por su éxito f i n a l . L o único que
nos interesaba — p a r a emplear las propias palabras que en aquel l a ocasión usó Salvador de M a d a r i a g a , Delegado Permanente
de España— es que se realizara el m i l a g r o aunque fuese el d i a blo el que lo hiciera.
A f o r t u n a d a m e n t e no fue el diablo, sino l a alta autoridad
m o r a l de diversos países de nuestro C o n t i n e n t e l a que, después
de u n a serie de conversaciones, logró que se f i r m a r a n , el 12 de
j u n i o de 1935, los dos Protocolos de Buenos A i r e s que poniendo
f i n a las hostilidades permitieron l a convocación de u n a Confe¬
rencia de Paz cuyo resultado final fue l a conclusión, el 21 de
j u l i o de 1938, de u n tratado de paz, amistad y límites entre
los dos países.
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MANUEL
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IV
D e todos los problemas que ocuparon l a atención de l a Sociedad de las Naciones durante su corta y azarosa v i d a , n i n g u n o
tuvo tal trascendencia internacional n i perfiles tan dramáticos
como el conflicto ítalo-etíope.
N o sólo lo tuvieron e l fondo mismo del injustificable a t e n tado y el examen del mismo dentro del Consejo, en l a A s a m b l e a
y en el Comité de Coordinación, sino que hubo incidentes c o m o
el patético discurso que pronunció u n emperador destronado y el
suicidio de uno de los espectadores, en l a Asamblea de j u l i o
de 1936, que arrojaron u n velo de tragedia sobre las deliberaciones de los Delegados.
Iniciado este conflicto con el incidente de U a l - U a l , en d i ciembre de 1934, el Consejo se ocupó de encontrar u n a solución
aceptable p a r a las dos Partes. T o d o s los recursos pacíficos fuer o n intentados: negociaciones diplomáticas directas, Comisión
de Conciliación y A r b i t r a j e , Comisiones y Comités especiales del
Consejo, reuniones de este alto organismo en las primeras horas
de l a m a d r u g a d a , gestiones amistosas de los Gobiernos europeos, todo se hizo pero todo fue inútil, hasta que llegó el m o mento — 7 de octubre de 1935— en que los miembros del C o n sejo y no el Consejo como tal —distinción sutil que no viene
a l caso e x a m i n a r — reconocieron que se había producido u n a
guerra e m p r e n d i d a en contra de las estipulaciones del artículo
12, y "que las obligaciones que i n c u m b e n a los miembros, en
v i r t u d del artículo 16, se desprenden directamente del Pacto y
su aplicación resulta de l a fe que *e debe a los tratados".
M i e n t r a s se desenvolvió el procedimiento conciliatorio, nuestro representante, el ingeniero M a r t e R . Gómez, unió su esfuerzo a l de los demás miembros del Consejo, pero como el
resultado negativo parecía cada vez más evidente, hizo notar
que nuestro G o b i e r n o " . . . no piensa que l a seguridad colectiva
pueda mantenerse mediante disposiciones aplicables a u n solo
Continente o a u n a sola raza, pues todo lo que p u d i e r a ser interpretado por los débiles c o m o u n a distinción en favor de l a v o l u n t a d de los fuertes, resulta en contradicción notoria con el
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p r i n c i p i o de l a i g u a l d a d internacional invocado por los pueblos
c u a n d o se constituyó l a Sociedad de las N a c i o n e s " .
15
Estas palabras, pronunciadas el 6 de septiembre de 1 9 3 5 ,
cuando
nos
encontrábamos
en
vísperas
de
cumplir
nuestro
m a n d a t o c o m o miembros d e l Consejo, tuvieron — d e s g r a c i a d a m e n t e — que ser completadas por otras en octubre del m i s m o
año, cuando nuestro representante, a l hacer suya, en
nombre
de nuestro gobierno, l a declaración de los miembros del C o n sejo, en l a que se reconocía l a agresión de I t a l i a en contra de
E t i o p i a , indicó que " . . . México,
consecuente
con
el espíritu
de justicia y de colaboración internacionales en que se inspiró
a l ingresar a l a Sociedad de las Naciones, no se sustraerá a las
responsabilidades que se desprenden de las obligaciones
seña-
ladas por el P a c t o . . . " , pero hizo votos porque l a acción colect i v a pusiese f i n a l conflicto " s i posible por l a vía de l a c o n c i liación, que deseamos por e n c i m a de todo desde lo más p r o f u n d o
de nuestros corazones".
16
C o n s t i t u i d o el Comité de Coordinación, cuyo objeto era est u d i a r cuáles sanciones, de las previstas por el artículo 1 6 , deberían ser aplicadas, M é x i c o fue invitado a f o r m a r parte de él.
Desde su p r i m e r a reunión se v i o claramente que unos Estados
no aplicarían las sanciones y otros harían todo lo posible porque
fuesen lo suficientemente inocuas p a r a ser ineficaces.
E s t a política, que forzosamente tenía que crear u n p r o f u n d o
resentimiento en I t a l i a sin salvar a Etiopía, a u n c u a n d o algunos
d u d a r a n lo p r i m e r o y creyeran lo segundo, estaba destinada a
m i n a r irreparablemente el prestigio de l a Sociedad de las N a ciones.
T a l no fue l a política de México. N o solamente aprobó t o das las medidas dictadas, y las aplicó lealmente sin l a m e n o r
hostilidad p a r a I t a l i a , sino que, tanto en el Comité de C o o r d i nación como en el Comité de los Dieciocho y en los numerosos
Subcomités que se crearon, colaboró abierta y sinceramente p o r que se adoptasen medidas capaces de detener el c o n f l i c t o .
S i dentro de l a Sociedad de las Naciones había
17
elementos
interesados en el fracaso d e l mecanismo de l a seguridad colect i v a , también f u e r a de ella se hacían gestiones porque el c o n -
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MANUEL
FI
TELLO
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flicto ítalo-etíope saliese de l a órbita ginebrina y fuese resuelto
a base de consideraciones políticas.
C u a n d o se habló de uno de esos proyectos, nuestro delegado,
el ingeniero M a r t e R . Gómez, indicó q u e : " P a r a conseguir u n a
paz duradera, t a l como México l a concibe y tal c o m o l a concibe
e l Pacto, hay que prever u n a solución equitativa, equitativa a u n
p a r a el Estado que h a roto el Pacto, pero equitativa sobre todo
p a r a l a víctima de l a agresión, pues u n a solución que no fuese
libremente aceptada por Etiopía le parece a m i G o b i e r n o i n compatible con el espíritu del P a c t o " .
18
Fracasado este proyecto, y ante l a seguridad de que sólo
determinadas sanciones podrían salvar a Etiopía y con ella a
l a Sociedad de las Naciones, se creó u n Comité especial p a r a
que estudiase l a posibilidad de i m p o n e r u n embargo sobre las
exportaciones de petróleo destinadas a I t a l i a . Nuestro delegado,
el ingeniero Gómez, fue n o m b r a d o Presidente del C o m i t é cuyos
trabajos y deliberaciones fueron arduos y delicados. S i , por u n
lado, los estudios técnicos demostraban l a posibilidad de i m p o ner d i c h a sanción y l a eficacia que tendría, por el otro l a posición adoptada por ciertos gobiernos no permitía concebir g r a n des ilusiones respecto a l resultado final de esta tentativa.
E n efecto, l a política de apaciguamiento, cuyos resultados
eran evidentes y c o n cuya responsabilidad México se negó a
solidarizarse — e n este caso concreto mediante u n a n o t a
que
nuestro delegado, el licenciado Narciso Bassols, envió a l Presidente del Comité de Coordinación— seguía su c a m i n o a r r o l l a dora y ciegamente, cobrando nuevos bríos debido a l a situación
europea, que por aquellos primeros días de m a r z o de 1936,
revistió caracteres de suma gravedad.
19
20
L a labor subterránea contra las sanciones se hizo cada vez
más fuerte. A los Estados que desde u n p r i n c i p i o se negaron
a aplicarlas y a los que las habían adoptado de m a l a gana se
fueron u n i e n d o muchos otros, hasta que llegó u n momento en
que toda l a estructura de l a seguridad colectiva no era sino
u n armazón desvencijado que amenazaba derrumbarse estrepitosamente.
E n esta situación, se reunió l a Asamblea el 15 de j u l i o de
1936 con el ostensible objeto de levantar las sanciones.
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Nuestro primer delegado — e l licenciado Bassols— analizó
claramente en su discurso l a evolución del conflicto ítalo-etíope
y l a situación que, dentro de él, había guardado el G o b i e r n o
de México, e hizo notar "las preocupaciones que nos asaltan
sobre el porvenir de l a r u d i m e n t a r i a máquina de l a paz que
t r a b a j a en G i n e b r a " .
2 1
E x a m i n a n d o las intervenciones de los otros delegados, en
las que se achacaba el fracaso de las sanciones a l a inexperienc i a , p o r u n lado, y a l a gravedad de l a situación m u n d i a l , p o r
e l otro, y en las que se hacían honorables propósitos de e n m i e n d a , d i j o que "frente a esa solución se levantan dos voces: l a m u y
c o n c r e t a y dramática de los etíopes, que presentes en l a A s a m blea o no, allí estarán como espectro llamado a perturbar l a
c o n c i e n c i a ginebrina, y que sufrirán, c o n el estoicismo de las
razas explotadas secularmente, u n a afrenta más en el curso
d e su historia; pero además hay l a voz respetable también y
d i g n a de atención de quienes no solamente consideran el caso
p a r t i c u l a r que h a m o t i v a d o esta reunión de l a Asamblea, sino
q u e ven con incertidumbre y desconfianza l a tentativa bien i n tencionada de reconstruir u n sistema de principios jurídicos
internacionales, precisamente sobre las ruinas humeantes de u n
fracaso, pues creen que el inmediato antecedente por fuerza
h a de influir como germen destructor de los empeños futuros
y c o m o íntima contradicción ineludible, que más o menos pronto
arruinará l a v i d a toda del s i s t e m a " .
22
A l día siguiente, si m i m e m o r i a no me es infiel, se reunió
l a M e s a D i r e c t i v a de l a A s a m b l e a c o n l a precisa y única f i n a l i d a d de proponer el levantamiento de las sanciones. Nuestro
delegado, el licenciado Bassols, envió u n a nota a l Presidente
de l a M e s a D i r e c t i v a — d e l a que éramos m i e m b r o s — y de l a
A s a m b l e a informándole que l a Delegación de México
"inspi-
rándose en l a actitud general de su país en el conflicto ítaloetíope y dándose cuenta de las decisiones y propósitos de l a gran
mayoría de los países reunidos en l a presente sesión de l a A s a m blea . . . no participaría en los trabajos y votaciones de l a Sociedad, en cuanto a l conflicto ítalo-etíope se refiere y durante
el tiempo que así lo estime c o n v e n i e n t e " .
23
370
MANUEL
TELLO
F I V I - 2 , 3=
E l 4 de julio, como si l a historia se empeñase en deslucir u n
glorioso aniversario, l a Asamblea recomendó l a abrogación de
las sanciones. Nuestro G o b i e r n o , a su vez, las levantó por decreto
del 20 de julio de 1936, ya que, como lo decía el Presidente de
l a República, general Lázaro Cárdenas, en su mensaje a l C o n greso de l a Unión, "sólo tenían sentido y justificación en tanto
que conservaran su carácter de medidas aplicadas universalmente p o r los países agrupados en l a Sociedad de las N a c i o nes . . . "
2 4
E n r e a l i d a d , el conflicto ítalo-etíope seguía jurídicamente
en pie. D u r a n t e l a Asamblea o r d i n a r i a de 1936 los delegados
etíopes fueron recibidos gozando del beneficio de l a d u d a , pero
más tarde, a l reunirse u n a Asamblea extraordinaria p a r a a d m i tir a E g i p t o en l a Sociedad de las Naciones (26 de mayo de
1937), h u b o u n intento de l i q u i d a r éste, p a r a algunos, estorboso
p r o b l e m a . Nuestro representante, el licenciado Isidro Fabela,
ante esta acometida inesperada en contra de los ausentes delegados de A b i s i n i a , declaró que se opondría a cualquier m a n i o b r a
que tuviese por objeto preparar l a exclusión de los representantes de u n Estado M i e m b r o .
2 5
N a d i e insistió y l a situación de Etiopía dentro de l a L i g a ,
n u n c a volvió a tratarse n i en u n sentido n i en otro.
¿Por qué —preguntarán a l g u n o s — México no siguió en
este caso l a cómoda política de secundar a las mayorías, dej a n d o que Etiopía se defendiera sola en l a tribuna de l a L i g a ,
c o m o sola lo había hecho en los campos de batalla?
A esta pregunta contestó el licenciado Ramón Beteta, e n tonces Subsecretario de Relaciones Exteriores, en discurso que
pronunció el 17 de julio de 1940:
Frente a las agresiones de los poderosos, l a política de
nuestro G o b i e r n o h a sido c l a r a : se h a colocado del lado
de las víctimas. Todavía recuerdo las censuras que se hicieron a nuestro G o b i e r n o cuando en el caso de Etiopía p r o testó enérgicamente contra l a conquista de ese pueblo, llegando hasta sostener l a necesidad de imponer sanciones más
enérgicas a l invasor. Se nos censuró entonces porque tomábamos el lado de u n pueblo con el que no teníamos relaciones diplomáticas y criticábamos a nuestro amigo por cosas
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MÉXICO E N LA LIGA DE NACIONES
371
que, se decía, a nosotros no nos afectaban. ¡ Q u é miopes
resultan a h o r a tales críticas a l a luz de los últimos acontecimientos: qué fácil le fue a México, desde entonces, ver con
c l a r i d a d en esta contienda, a pesar de sus complicaciones.
F u e desde entonces posible vaticinar que l a destrucción de
los principios jurídicos y su sustitución por l a fuerza, había
de acabar uno por u n o con los pueblos militarmente débiles de E u r o p a !
2 6
V
L a última iniciativa de reformar a l Pacto fue lanzada en e l
C o n s e j o de l a Sociedad de las Naciones, el 23 de j u n i o de 1936,
y recogida unos cuantos días después, por l a Asamblea, como
u n expediente p a r a l i q u i d a r las sanciones que se habían i m puesto a I t a l i a .
Urgía explicar a l a opinión pública el fracaso de l a L i g a
(fracaso que se debió, más que a los principios mismos en que
reposaba, a l a f o r m a en que fueron aplicados: simples piquetes
de alfiler sin otro resultado que el de exasperar a u n a gran
p o t e n c i a ) , y como y a se había venido hablando de l a necesidad
de reformar el Pacto, se recurrió a t a l expediente con l a esper a n z a de contentar a tirios y troyanos. A unos con l a promesa
de que se evitarían en lo sucesivo nuevos fracasos; y a otros
ofreciéndoles l a posibilidad, más teórica que real, de destruir
l a L i g a o de l i m i t a r su c a m p o de acción a l .estudio de problemas de t a n apremiante urgencia p a r a el bienestar de l a h u m a n i d a d c o m o l a r e f o r m a d e l calendario. ( D u r a n t e los siete años
y m e d i o que estuve en G i n e b r a este t e m a figuraba inexorablemente en l a agenda de c a d a A s a m b l e a , l a que naturalmente
no hacía n a d a a l respecto).
E n r e a l i d a d , l a reforma d e l Pacto no era, n i m u c h o menos,
u n p r o b l e m a académico que p u d i e r a resolverse de acuerdo con
los principios más o menos precisos y universales del derecho
internacional. L a Sociedad de las Naciones era, como actualmente lo es su sucesora l a O N U , u n organismo esencialmente
político y todas las medidas que allí se adoptaban, por inocuas
que parezcan, se inspiran casi totalmente en consideraciones de
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MANUEL
TELLO
F I VI-2, 3
esta naturaleza. Recuerdo que L i t v i n o f f o u n miembro de l a D e legación soviética sostuvo en u n a ocasión que inclusive en los
asuntos llamados técnicos no podía p r e s c i n d i l e de las consideraciones políticas por ser éstas las que regulan l a v i d a de r e l a ción de los Estados. ( E n m i concepto tenía fundamentalmente
razón).
A h o r a bien, si l a reforma del Pacto en épocas normales,
c o m o se v i o en 1921, era u n a cuestión sumamente i n t r i n c a d a ,
e n aquellos días, es decir en 1936, y con tendencias tan e n c o n tradas resultaba punto menos que imposible de resolver. A este
respecto, y refiriéndome a l mismo asunto decía yo, el 22 de
agosto de 1937 en m i carácter de E n c a r g a d o de Negocios a d ínterim de nuestra Delegación Permanente, lo que sigue:
¿Acaso l a situación m u n d i a l permite que se e m p r e n d a
esta tarea? Plantear el p r o b l e m a es resolverlo. L a v i d a i n t e r nacional n u n c a había estado, después de l a gran guerra,
preñada de tantos elementos de conflicto como ahora. E l
panorama m u n d i a l es desconsolador, angustioso. L a guerra,
que el Pacto quiso l i m i t a r y el T r a t a d o de París s u p r i m i r ,
existe en E u r o p a y en el E x t r e m o O r i e n t e : guerra i i t e r n a :
cional disfrazada de c i v i l en el V i e j o M u n d o y agresiva en
los confines de A s i a . L o s armamentos se a m o n t o n a n ; l a r a dio sirve p a r a que los Daíses se insulten los unos a los otros;
el lenguaje diplomático h a descendido a u n nivel inadmisi¬
ble en 'las simples relaciones personales; el terreno económico
es u n campo de A g r a m a n t e ; el Pacto no se cumple, no se
h a c u m p l i d o integralmente n u n c a n i h a habido l a i n t e n ción de hacerlo, y hasta l a p r o p i a tribuna de l a A s a m b l e a
- c o l m o de los c o l m o s - se aprovecha para denunciar u n i lateralmente los tratados internacionales . .
A u n q u e nos percatábamos de que l a reforma del Pacto de
l a Sociedad de las Naciones era imposible, no quisimos obst r u i r t a l propósito, pero a f i n de no pasar a l a historia c o m o
carentes de visión política, claramente señalamos las maniobras
que existían y p a r a l i z a b a n las mejores intenciones.
Conviene, sobre el p a r t i c u l a r , reproducir parte del discurso
del licenciado N a r c i s o Bassols en l a Asamblea de 1936:
E n m i país nos damos cuenta de las pugnas de intereses
nacionales que p a r a l i z a n , en l a Sociedad d e ì a s Naciones, las
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373
tendencias encaminadas a u n a reestructuración eficaz de
este organismo. N o s percatamos que no solamente hay d i v e r g e n c i a ! fundamentales en cuanto a las fórmulas concretas
que habrían de adoptarse como resultado de u n estudio c o mún, sino que h a n llegado a tal p u n t o los antagonismos,
que n i siquiera parece probable que se llegue a iniciar u n
examen fructífero de los problemas esenciales, pues se e m plean los más sutiles y abundantes recursos dialécticos p a r a
conseguir que en medio de largas discusiones los verdaderos
problemas de l a paz, duro es decirlo, no se discutan al f i nal.M á s adelante señalaba que,
E l p r o b l e m a está listo p a r a ser estudiado en toda su a m p l i t u d y complejidad y no obstante que lo único que n o
puede hacerse es no hacer n a d a , l a Delegación m e x i c a n a
ve con preocupación, deseando equivocarse, síntomas peligrosos de u n aplazamiento indefinido de l a cuestión.
A pesar de esto, nuestro delegado aseguró que e l G o b i e r n o
de M é x i c o siempre estaría dispuesto a colaborar en l a obra de
vigorización de l a Sociedad p a r a el futuro.
L a s pugnas que paralizaban todo intento serio en este sent i d o , se t r a d u j e r o n , desde luego, en u n a controversia, sobre si era
conveniente o no invitar a los Estados no miembros a que p a r t i c i p a r a n a l estudio de l a reforma del Pacto. Nuestra tesis a este
respecto, fue expuesta por nuestro delegado permanente, el l i cenciado Isidro Fabela, en los siguientes términos:
P o r lo que respecta a l a u n i v e r s a l i d a d , . . . México l a desea
vivamente, pero a condición de conseguirla sin sacrificar
los p r i n c i p i o s fundamentales del Pacto. E n t r e las dos tendencias opuestas, es decir, l a de u n a Sociedad coercitiva pero
no universal, y l a de u n a Sociedad no coercitiva pero u n i versal, m i G o b i e r n o acepta desde luego l a p r i m e r a , porque,
de hecho, l a segunda no sería sino u n aereópago impotente
p o r su p r o p i a naturaleza p a r a garantizar l a seguridad v perpetuar l a p a z . . . '
P
E n r e a l i d a d , e l tan discutido problema de l a universalidad no
era sino u n síntoma del descorazonamiento, de l a indiferencia,
de l a inercia y de los antagonismos que existían en E u r o p a y
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MANUEL
que, lógicamente,
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se reflejaban en l a Sociedad de las N a c i o -
nes.
Más que reformas de procedimiento lo que se requería era
l a firme v o l u n t a d de defender los principios de l a seguridad colectiva, y así lo expuso el licenciado Isidro F a b e l a , a l i n d i c a r
que " . . . si a l producirse las tres crisis fundamentales de l a Soc i e d a d de las Naciones el Pacto se h u b i e r a respetado y aplicado
estrictamente, las violaciones de que h a sido objeto se habrían
evitado y l a paz sería u n hecho. S i n embargo, aún es tiempo
de prevenir mayores males agrupándonos alrededor de nuestra
ley constitucional, no con l a idea de reformarla sino con el ánim o de c u m p l i r l a " .
3 0
A pesar de que l a idea de convertir a l a Sociedad de las N a ciones en u n organismo no coercitivo o condicionalmente coercitivo no tenía n i n g u n a posibilidad de traducirse en u n a r e a l i dad
jurídica, todavia en l a A s a m b l e a de 1938 se presentó u n
proyecto e n cuya v i r t u d l a aplicación del artículo 16 resultaba
c o n d i c i o n a l . México no aceptó tan arbitraria interpretación del
Pacto y nuestro delegado, el licenciado P r i m o V i l l a M i c h e l , expuso l a posición de nuestro Gobierno en los términos siguientes:
M é x i c o no p u g n a por conservar fórmulas que se acomoden
a sus intereses o a sus problemas propios, actuales o f u t u r o s . . . Más que reclamar el mantenimiento de u n derecho
reconocemos nuestras obligaciones solidarias en el concierto
de l a v i d a i n t e r n a c i o n a l . . . T a m p o c o somos insensibles a l a
presente gravedad de los problemas europeos, n i desestimamos l a ansiedad justificada que su evolución suscita en todos
los Gobiernos. L a comprendemos. L a compartimos, pero no
estamos convencidos de que el solo hecho de mantener el
Pacto agrave esos problemas n i que el debilitamiento orgánico
de l a L i g a llegue a resolverlos.No
sólo los acontecimientos inmediatos posteriores nos die-
r o n l a razón, sino que también, en cierta f o r m a , nos l a d a l a
actual estructura jurídica en que se basan las Naciones U n i d a s ,
•en lo relacionado a l sistema de l a seguridad colectiva, que aun
cuando n o es igual a l que figuraba en el Pacto sí tiene muchos
puntos de
contacto.
Oct
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V I
Paso a h o r a a reseñar sucintamente nuestra actuación e n el
caso de España, en el que nos encontramos casi solos (no solos
c o m o exageradamente se h a d i c h o ) , en defensa de los legítimos intereses del Gobierno Republicano.
F u e tan grande l a hostilidad p a r a los que despectivamente
eran llamados "los rojos", que muchos se negaron a admitir
que l a sublevación m i l i t a r española tenía implicaciones, y no
solamente ideológicas, que l a hacían caer claramente dentro
del d o m i n i o de l a política internacional y, por lo tanto, dentro
de l a jurisdicción de l a Sociedad de las Naciones.
F u e inútil que nuestro primer delegado a l a A s a m b l e a ord i n a r i a de 1936, el licenciado Narciso Bassols, hiciera notar
que respecto a l caso de España "como tratándose de los conflictos directos de dos Estados entre sí, las normas internacionales deben ser observadas escrupulosamente bajo l a vigilancia
activa y certera de este organismo regulador de l a convivencia
m u n d i a l , pues de otra suerte, o se cae en l a solución injusta
de privar de medios de defensa legítimos a u n gobierno que
súbitamente se ve combatido en su propio suelo por fuerzas
que se oponen con las armas a l desenvolvimiento n o r m a l de
las aspiraciones populares, y esto solamente p a r a evitar posibles complicaciones de orden i n t e r n a c i o n a l ; o ante l a falta de
principios y límites comunes a todos los países, se deja l a puerta abierta u n a perniciosa desnaturalización de l a l u c h a c i v i l . . , "
32
F u e inútil que el ingeniero E d u a r d o Flay, entonces titular
de nuestra Cancillería enviara u n a nota a l Secretario G e n e r a l de
l a Sociedad de las Naciones señalando:
México estima, asimismo, que l a n e u t r a l i d a d i n v o c a d a con
motivo del conflicto español debe interpretarse conforme a
los nobles principios establecidos por l a L i g a en su Pacto
constitutivo y que procede hacer extensiva a casos de rebelión, como el de España, l a clara separación que existe entre
los Gobiernos agredidos. . . y los grupos agresores. . . pues
es a todas luces Inconveniente que u n gobierno constituido,
cualesquiera que sean sus características — s i por sus orígenes
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•
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representa legítimamente l a v o l u n t a d n a c i o n a l — quede a
merced de u n a facción apoyáda por elementos extraños a l a
v i d a nacional y las tradiciones políticas del país.
Respecto a l a política l l a m a d a de no intervención, l a misma
nota indicaba
. . . q u e l a forma y el tiempo en que se h a intentado ponerla en práctica. . . no h a n tenido otra consecuencia que
l a de restar a España u n a ayuda que, conforme al Derecho
Internacional, el Gobierno legítimo de dicho país lógicamente podría esperar de aquellos que cultivan con él relaciones diplomáticas n o r m a l e s F u e inútil también, que nuestro representante en l a Asamblea
d e 1937, el licenciado Fabela, subrayara l a improcedencia de
considerar el conflicto de España como u n incidente de política
i n t e r n a y de substraerlo por lo tanto, a l a jurisdicción de l a
L i g a . A los que pretendían que l a Sociedad de las Naciones debería abstenerse p a r a no convertirlo en u n a hecatombe de p r o porciones mundiales, les contestaba lo siguiente: " E n primer
lugar, creemos que si, al iniciarse l a intervención extranjera en
España, en vez de ignorarse l a realidad se acepta con l a consecuencia lógica e inmediata de l a aplicación rigurosa del Pacto,
l a intervención extranjera habría cesado y l a " Sociedad de las
Naciones a l defender los principios del derecho de gentes h a bría alcanzado u n resonado triunfo. E n segundo lugar, en vez de
decir que se h a evitado l a guerra ¿ no sería más justo afirmar
que se prolongó en España"y se aplazó en E u r o p a ?
3 4
E n el discurso que pronunció en l a Sexta Comisión de esa
m i s m a A s a m b l e a se refirió con evidencia apodíctica a l a intervención de esos "elementos extraños a l a v i d a nacional y a las
tradiciones políticas del país" mencionados en l a nota de l a
Secretaría dé Relaciones Exteriores. H i z o u n cerrado análisis j u rídico del caso e indicó que " s i n que pueda contradecírsenos
seriamente podemos asegurar que existe en España u n ejército
extranjero perfectamente organizado, c o n sus jefes respectivos,
también e x t r a n j e r o s . . . " ; y a los que tratando de cubrir l a
realidad c o n ficciones, afirmaban que eran voluntarios, les recordaba la n o r m a consagrada en el T r a t a d o de Londres según la
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c u a l es u n hecho constitutivo de l a agresión " e l apoyo d a d o a
bandas armadas, que formadas en territorio extranjero, i n v a d e n el territorio de otro E s t a d o " .
C i t a n d o exclusivamente a tratadistas italianos demostró l a
responsabilidad en que había i n c u r r i d o el gobierno de M u s s o l i n i
a l intervenir en l a l u c h a c i v i l española, y con u n claro apoyo
en el Pacto de l a Sociedad de las Naciones, en el tratado B r y a n d K e l l o g y en otros instrumentos internacionales, sin o m i t i r l a
Convención sobre Deberes y Derechos de los Estados en Casos
de L u c h a s Civiles, suscrita en L a H a b a n a el 20 de febrero de
1928, subrayó l a injusticia que se cometía con el G o b i e r n o R e publicano español a l p r i v a r l o de los medios de legítima defensa.
F u e inútil también que, posteriormente, en l a asamblea de
1938, el licenciado P r i m o V i l l a M i c h e l , a l referirse a l a solicit u d española que se l i m i t a b a a que l a l l a m a d a política de no
intervención fuese a p l i c a d a conforme a los principios del D e recho Internacional, h i c i e r a notar que " u n a reivindicación tan
justa, que se impone por sí sola y que sorprende por modesta,
h a sido invariablemente postergada p a r a confiar a los azares de
u n a política ineficaz, colocada fuera de l a L i g a , l a suerte de
u n Estado m i e m b r o y los destinos de l a seguridad c o l e c t i v a . . . "
D e nada sirvió que todos nuestros delegados — i n c l u s i v e el
autor de estas líneas— señalasen el peligro que para l a paz del
m u n d o significaba el caso de España. C o m o si los dioses se h u bieran propuesto perder a las democracias europeas, no se quiso
reconocer que el conflicto era el prólogo de l a Segunda G u e r r a
M u n d i a l , o mejor dicho el p r i m e r incidente de ella.
E n los debates de l a A s a m b l e a y de l a Sexta Comisión estuvimos acompañados por u n pequeñísimo número de delegaciones que sustentaban el mismo criterio que el nuestro; pero no
puede decirse que hayamos sido derrotados, pues n u n c a se destruyeron los argumentos de todos aquellos que defendíamos l a
causa de l a República Española, no tanto por sus incuestionables
orígenes democráticos, sino porque atentaban en contra de ella
fuerzas extranjeras. E n otras palabras condenábamos l a intervención y en esto no hacíamos sino seguir l a t r a d i c i o n a l p o l i tica de México. Desgraciadamente el caso de España, dentro
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d e l a L i g a , estaba perdido desde el primer momento. L o advertimos claramente, pero estimábamos que l a lucha por el triunfo
d e l derecho y l a justicia tenía u n valor intrínseco, independiente del resultado que imponían contingencias políticas que a n a die escapaban.
V I I
C o n l a m i s m a lógica con que u n cuerpo de bomberos se abstendría de acudir rápidamente a extinguir u n incendio ante el
temor de las llamas, l a A s a m b l e a o r d i n a r i a de 1939 que debería
haberse celebrado durante el mes de septiembre, se aplazó i n d e finidamente debido a l a guerra, y sólo se reunió, el 11 de d i ciembre, como consecuencia de l a agresión de l a Unión Soviét i c a en contra de F i n l a n d i a , pero sin que de sus deliberaciones
se desprendiese que el m u n d o era víctima de otra conflagración
más vasta.
Solamente l a m u d a presencia de Paderewski era como u n a
vigorosa acusación en contra de l a L i g a por no haber salvado a
su patria de l a agresión hitleriana.
L a clamorosa protesta que suscitó el ataque de l a U R S S en
contra de F i n l a n d i a se reflejó claramente en l a actitud de las
delegaciones. P o r lo que atañe a l a de México — q u e tuve l a
h o n r a de p r e s i d i r — resultaba congruente no solamente c o n los
elementos de j u i c i o que teníamos a nuestra disposición, sino
también con l a postura que habíamos asumido en casos anteriores y, más concretamente, c o n las palabras del señor Presidente d o n Lázaro Cárdenas de las cuales me parece indispensable citar las siguientes: " E s ilógico y contrario a l a d i g n i d a d
h u m a n a que países de esta c a l i d a d superior no p u e d a n disfrutar pacíficamente de los beneficios de su adelanto y de su a m o r
a la libertad".
R e u n i d a a solicitud del G o b i e r n o finlandés, que i n v o c a b a
los artículos 11 y 15 del Pacto, l a A s a m b l e a de l a Sociedad de
las Naciones, que en conflictos anteriores había tardado meses
en pasar de u n párrafo a otro de u n m i s m o artículo de su ley
constitutiva, en esta ocasión procedió c o n u n a rapidez que n o
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puede decirse, sobre todo en vista de acontecimientos posteriores, que h a y a sido de lo más afortunada.
E n el caso de F i n l a n d i a — t a n diáfano v puro de por sí
m i s m o — se movieron intereses y pasiones ajenos por completo
a l fondo mismo del problema y ajenos también a l a v e r d a d e r a causa de F i n l a n d i a , que invocaba l a conciliación como
el mejor expediente p a r a resolver u n conflicto que aislada no
podía afrontar, pese a l a heroicidad de sus hijos y l a justicia de
su causa. N o tan solo antes y durante los debates de l a A s a m b l e a
los delegados finlandeses pugnaban porque se encontrase u n a
fórmula conciliatoria, sino que, además de abstenerse de votar
l a exclusión de l a Unión Soviética, después de que ésta se c o n sumó, el M i n i s t r o de Relaciones Exteriores de F i n l a n d i a se d i rigió por radio a l señor M o l o t o v preguntándole: "¿Está usted
dispuesto a reanudar las negociaciones? L e suplico me conteste
p o r el mismo medio de que yo me sirvo. . . "
L a s negociaciones que deseaban los finlandeses, y que se h u biesen podido emprender dentro del marco de l a Sociedad de
las Naciones, eran ya imposibles pues l a Unión Soviética había
sido excluida de l a L i g a , a pesar de las abstenciones de B u l g a r i a ,
C h i n a , D i n a m a r c a , Estonia, F i n l a n d i a , G r e c i a , L e t o n i a , Lituán i a , N o r u e g a , Suecia, Suiza y Y u g o s l a v i a .
Por lo que atañe a México indiqué textualmente:
"Consideramos que l a convivencia internacional, mientras l a
h u m a n i d a d no llegue a e l i m i n a r las causas profundas que hacen
posibles las guerras, sólo se logrará mediante l a observación est r i c t a de las normas del Derecho Internacional depuradas a t r a vés de los siglos. E n el presente caso — c o n t i n u a b a más adelant e — México h a pesado serenamente todos los elementos d e l
conflicto sin más pasión que l a que le inspira el principio básico intangible del respeto a l a soberanía y a l a integridad territorial de los Estados." Y luego, después de citar los instrumentos internacionales que habían sido violados, i n d i c a b a que "más
que u n caso jurídico es p a r a nosotros u n caso de conciencia",
pues " s i los países débiles, que lejos de ser u n a amenaza para
l a t r a n q u i l i d a d internacional son, por sus instituciones interiores,
fuente de estabilidad y de progreso, se v e n constantemente amenazados en su independencia política y en su integridad terri-
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t o r i a l , no solamente l a Sociedad de las Naciones perderá su p r i m o r d i a l razón de ser, sino que las bases mismas de la, civilización
m o d e r n a quedarán irremediablemente c o m p r o m e t i d a s " .
38
E n nombre del Gobierno de México reiteré nuestra c o m pleta simpatía por l a causa de F i n l a n d i a ; hice votos porque
se le diese toda l a ayuda a que tenía derecho; y aseguré que
"siempre que México, como miembro de l a c o m u n i d a d internacional, se vea en el penoso deber de juzgar los desbordamientos abusivos de l a fuerza, tendrá l a m i s m a a c t i t u d y será
tanto más categórico cuanto mayor sea l a desproporción de
los Estados en conflicto."
Respecto a l problema de l a exclusión, indiqué que era u n
atributo exclusivo del Consejo, pero añadí que " n o habiendo n i
siquiera considerado l a exclusión en ocasiones anteriores, n o
podría, p o r su parte, aprobar esta sanción extrema que suprime, además, toda posibilidad de encontrar, dentro de l a Socied a d de las Naciones, u n a solución pacífica favorable a F i n landia".
Resumiendo l a actitud de México en este conflicto, puedo
asegurar que se inspiró exclusivamente en u n deseo de ser útil
a l a causa de F i n l a n d i a , por estar plenamente convencidos de
que l a Sociedad de las Naciones se creó, más que p a r a castigar
a l agresor p a r a ayudar a su víctima.
L a s numerosísimas abstenciones registradas en l a Asamblea
y los acontecimientos posteriores demuestran que, en esta vez
como en las anteriores, l a razón estaba de parte nuestra.
A l señalar como acabo de hacerlo los principales aspectos
de nuestra política dentro de l a Sociedad de . las Naciones, más
que u n análisis de aquélla he preferido deliberadamente extractar constantemente los discursos de nuestros delegados, ya que
e n esta f o r m a queda demostrado, en m i concepto, có mo a pesar de las diferencias de sus temperamentos respectivos, se p r o siguió siempre l a m i s m a línea de c o n d u c t a : l a política de M é xico, invariable en las directivas que le inspiran los principios
permanentes de nuestra conducta internacional.
Consciente de su responsabilidad histórica, el Gobierno de
México se negó sistemáticamente, como m i e m b r o de l a Sociedad de las Naciones, a considerar como casos de especie, y
Oct
6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA LIGA DE NACIONES
381
a aplicarles distinto criterio, a los problemas cuyo estudio y
solución fueron del dominio del Consejo o l a Asamblea, sin
que se debiera esta actitud a u n desconocimiento de los vicios,
debilidades y limitaciones del organismo ginebrino, sino a l conv e n c i m i e n t o profundo de que l a política de compromisos, de
e q u i l i b r i o de fuerzas, de hábiles componendas y de punibles
abstenciones desencadenaría fatalmente l a gravísima tormenta
que se i n c u b a b a en E u r o p a .
S i n ningún interés p a r t i c u l a r que defender, sin ambiciones
políticas o territoriales que le restasen valor a su actuación,
e l G o b i e r n o de México, m i r a n d o siempre por el bien común,
se inspiró en u n a interpretación h o n r a d a de las obligaciones
que voluntariamente había a d q u i r i d o .
A u n cuando se daba cuenta de que l a actitud de l a Socied a d de las Naciones i b a lenta pero irremediablemente forjando
su propio debilitamiento, el G o b i e r n o de México no quiso adoptar u n a a c t i t u d de indiferencia y concretarse a l a solución de
sus problemas directos, sino que, por el contrario, n i rehuyó responsabilidades n i se unió a las voces egoístas que aconsejaban
u n a política de silencio ante las constantes violaciones dél derecho.
N o fue, claro está, u n optimismo irreflexivo n i u n apego
académico a fórmulas jurídicas los que d i c t a r o n nuestra conducta. F u e nuestro amor a l a paz, a l a solución pacífica de los conflictos entre los Estados, a l a necesidad de establecer l a c o n v i v e n c i a internacional sobre bases de respeto m u t u o y de franca
y leal colaboración las que tuvimos siempre en cuenta.
E s reconfortante pensar que esta política — l a política de
M é x i c o — sigue siendo l a n o r m a de nuestra actitud en el organ i s m o cuya C a r t a concertamos en San F r a n c i s c o : las Naciones
Unidas.
N O T A S
1
SOCIETÉ
ro 93. Genève,
DES N A T I O N S ,
2 SOCIETÉ
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Journal
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Officiel.
Supplément Spécial, numé¬
1931.
1931.
MANUEL
382
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TELLO
* C o n este motivo nuestro representante, el señor doctor Francisco Cast i l l o N á j e r a , pronunció un discurso cuyo texto figura en el D i a r i o Oficial
de Sociedad de las Naciones correspondiente al mes de julio de 1932.
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ro 13-1
DES N A T I O N S ,
Journal
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Officiel.
« U n a v o z d e México
e n e lExtranjero.
doctor Francisco Castillo N á j e r a .
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SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
Journal
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SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
Journal
Officiel,
Discursos
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Juillet 1934.
Juillet 1934.
» O p . cit.
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SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
«
SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
Journal
J u i n 1933.
Officiel,
Journal
Supplément Spécial, numé-
Officiel.
ro 132.
i2
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DES N A T I O N S ,
NATIONS.
Journal
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SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
Journal
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Op.
cit.
ro 140.
.
M
ro 134.
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SOCIÉTÉ
«
SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
DES N A T I O N S ,
Journal
Journal
Noviembre 1935.
Officiel,
Supplément Spécial, numé-
Officiel.
ro. 161.
«
V e r los suplementos especiales números 145, 146, 147 y 150 del
D i a r i o O f i c i a l .de l a Sociedad de las Naciones.
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SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
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Especial número 14S del V i a r i o
1934-1935
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O f i c i a l d e la S o c i e d a d
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SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
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1936-1937.
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ro 166
*« Version taquigráfica de E l N a c i o n a l ,
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Mexico, D . F
sobre l aReforma
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d elas Naciones.
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SOCIETE
DES NATIONS,
Journal
Officiel.
Supplément Spécial, numé-
ro 155.
2
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9
SOCIEDAD
DE LAS NACIONES,
Documento
o f i c i a l número A . 7. 1938.
Oct
65-Mar
30
66
SOCIEDAD
MÉXICO E N L A LIGA DE NACIONES
DE LAS NACIONES,
Documento
o f i c i a l número A . 7.
383
1938.
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si
ro
183.
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155.
™
SOCIÉTÉ
DES NATIONS,
Journal
Officiel.
Supplément Spécial, numé-
SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
Journal
Officiel.
Supplément Spécial, numé-
33 M e m o r i a
34
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169.
ro
175.
35
d e l a Secretaria
d eRelaciones Exteriores,
1936-1937.
SOCIÉTÉ
DES NATIONS,
Journal
Officiel.
Supplément Spécial, numé-
SOCIÉTÉ
DES N A T I O N S ,
Journal
Officiel.
Supplément Spécial, numé-
3« S O C I É T É D E S N A T I O N S , A c t e s d e l a Vingtième
l'Assamblée,
Genève
1940.
Session
Ordinaire d e
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