¿A dónde irá Brasil?

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¿A dónde irá Brasil?
Extraído de Viento Sur
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Tras el "golpe blando"
¿A dónde irá Brasil?
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Viernes 13 de mayo de 2016
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¿A dónde irá Brasil?
Brasil acaba de poner su futuro entre paréntesis. El impeachment ha triunfado, la presidenta Rousseff ha sido
separada de su cargo por 180 días y la
suplantará el vicepresidente Temer, antiguo aliado devenido en feroz opositor. El país ingresa en un período de
fuerte inestabilidad política y de alta
conflictividad social.
El impeachment no es un golpe en sí mismo, está incluido en la constitución de Brasil y se lleva adelante a
condición de comprobarse un "crimen de
responsabilidad". Así fue en 1992 con el juicio político y la destitución de Collor de Melo acusado de múltiples casos
de corrupción, lo que fue percibido
como un fortalecimiento del régimen democrático. Nada de esto está sucediendo ahora. El juicio político contra
Dilma Rousseff no tiene bases jurídicas, son
los poderes económico, mediático y judicial los que han urdido esta acción destituyente que viabilizan a través del
poder judicial. Se trata entonces de lo
que se conoce como un golpe "blando", que no recurre a la fuerza militar como en otras épocas sino a una
maniobra política-institucional que busca la
destitución presidencial, no en un acto sino en un proceso ya que el régimen de la democracia burguesa, no
obstante la pérdida de credibilidad de las
instituciones, sigue funcionando.
La situación abierta profundiza aún más la regresión de los gobiernos progresistas en la región y no debe verse solo
como producto de las contradicciones
internas en Brasil, sino también como un eslabón más de la ofensiva de las corporaciones y los países centrales,
que el imperialismo ya experimentó en
Honduras y Paraguay.
Un trasfondo económico
Seguramente si la crisis económica no tuviera la profundidad y gravedad que si tiene -el PBI cayó 3.8 el año pasado
y se estima volverá a caer este añoesta crisis política que inició en 2013, se profundizó en 2015 con las evidencias del "lava jato" (lavado rápido) que
llevó a la cárcel a muchos de los
principales empresarios del país y que alcanzó su clímax en estos días, no se hubiera alcanzado.
Se trata de la peor recesión económica en casi nueve décadas, motorizada por la debilidad del crecimiento global,
la caída de los precios internacionales y
las políticas de ajuste del gobierno Rousseff. Se caracteriza por un alto nivel de endeudamiento público cuyos
intereses constituyen una fuerte carga sobre
el presupuesto anual; un elevado déficit fiscal; una seria desindustrialización del país; una tasa de inflación superior
al 9%; la caída de los salarios
reales y una desocupación que ha trepado al 10.2%. En el año 2015 se perdieron 1.5 millón de puestos de trabajo,
en un país que ya tiene 11 millones de
desocupados.
La contrapartida de este cuadro económico es la dramática crisis política-institucional derivada de la embestida
derechista por remover a la presidenta y
el creciente malhumor social por el deterioro de las condiciones de vida y la corruptela generalizada.
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La doble moral de la derecha
"La criminalidad y la indecencia deben ser juzgadas desde la decencia y la probidad republicana y acá se está
dando al revés" sentenció Luis Almagro,
Secretario General de la OEA. Es conocido que Brasil muestra una corrupción estructural que desde hace años
corroe todas las instituciones del Estado y que
alcanza a todos los partidos sin excepción -más del 50 por ciento de los senadores y diputados de la Nación están
alcanzados por denuncias de corrupción y
muchos comparecen ante la justicia-. Pero no es por un hecho de esta naturaleza por la que está siendo juzgada la
presidenta Rousseff -no se la ha podido
vincular a hecho alguno de corrupción- sino por las llamadas "pedaleadas fiscales".
No es por un caso legal concreto sino por uno político. Operaciones financieras entre ministerios, empresas
estatales y otras áreas gubernamentales,
atrasando pagos a la banca para reasignar recursos y mantener planes sociales y subsidios a la agricultura en un
período de ajuste. Estas operaciones no
constituyen un delito en sí mismas, se trata de decisiones políticas que pueden ser juzgadas de una u otra forma
pero no más que eso.
"Ella no robó nada, pero está siendo juzgada por una banda de ladrones" (New York Times del 15 de abril) esta
sentencia periodística sintetiza
magníficamente lo que hemos visto por TV cuando la votación en la cámara baja. Gran parte de los diputados ni
siquiera se refirieron al famoso "pedaleo",
por el contrario encabezados por Eduardo Cunha, hoy separado como presidente de la cámara de diputados
-investigado en el caso Petrobras por tener millones
no declarados en Suiza y un altísimo nivel de vida- invocaron a dios, a los militares golpistas del '64, a la
insatisfacción social generalizada, a la
corrupción, al desempleo, pero no a lo que estaba en discusión. Dejando en claro así que la acusación era
jurídicamente inconsistente y que se trataba de
aprovechar la crisis económica y la impopularidad de la presidenta para removerla del cargo que ganara en
elecciones poco tiempo atrás.
¿Adónde irá Brasil?
Todo indica que la crisis económica seguirá su curso o se profundizará aún más, afectando a otros países de
América latina, particularmente a la Argentina.
Las instituciones de la democracia representativas están totalmente degradas mientras que el gobierno provisorio
-que ya anunció un duro ajuste fiscal
junto con reformas laborales y a la seguridad social- está teñido de ilegitimidad. No sería errado pensar que será un
gobierno débil en el marco de una
fuerte inestabilidad política y de movilizaciones sociales crecientes.
Lo más probable es el fin del ciclo de los gobiernos del PT, al menos como los hemos conocido hasta ahora,
sustentados por alianzas a derecha y la compra
de apoyos legislativos como forma de sostener la gobernabilidad. Pero esto no implica descartar a priori un nuevo
triunfo si hubiera elecciones anticipadas
y Lula fuera candidato. Pero esto implicaría depurar al partido de las múltiples formas de corrupción que también lo
corroen, de que ponga fin a sus
relaciones privilegiadas con los capitales del agronegocio y el sector financiero y que logre reenlazar la relación con
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los sindicatos y los movimientos
sociales, que coyunturalmente lo apoyan contra el golpe.
Dilemas de la izquierda
Rechazar el golpe blando es una obligación política de primer orden, pero esto no implica en forma automática
defender a un gobierno que es poco
defendible. Un gobierno de origen popular que ha concluido aplicando un ajuste duro que la derecha considera
insuficiente, que ha hundido al país en la
peor recesión en décadas, que se ha aliado con las grandes corporaciones y la banca y que terminó abriendo el
camino para el embate de las fuerzas más
conservadoras y reaccionarias del país. En este dilema se debate hoy la izquierda brasileña, que repercute también
entre nosotros.
Unir todas las fuerzas sociales y políticas para enfrentar las políticas de austeridad, defender los derechos sociales
conquistados, luchar contra la
violencia represiva y exigir el inmediato llamado elecciones o a una Asamblea Constituyente parece ser para la
izquierda anticapitalista un camino
independiente de las fuerzas políticas dominantes, mientras se apuesta a un cambio favorable en la relación de
fuerzas.
Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI -Economistas de Izquierda- de Argentina
13/5/2016
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