Auxiliar de enfermería y Celador Casos prácticos consentimiento

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Consentimiento informado. Consentimiento por representación
_Un niño de 13 años insiste en no recibir una transfusión sanguínea
necesaria para mantenerle con vida, según la tradición de los testigos
de Jehová.27
ii.
_Una adolescente incapacitada se niega a recibir la vacuna de la
rubéola porque tiene grave pánico a las agujas. Tras varios intentos de
vacunarla, se revuelve y autolesiona, y llega incluso a desmayarse por
la tensión nerviosa.
iii.
_Un anciano enfermo de Alzheimer, con un cáncer en un estado
sumamente avanzado, puede ser sometido a una intervención que en
buenas condiciones podría prolongar su vida hasta un año; sin embargo,
la operación comporta no pocos riesgos, y su estado es tan frágil que
no es seguro que pueda superarla. Su nieta y única pariente cercana
(y también única heredera) insiste en que no hay que alterar a su abuelo
durante sus últimas semanas de vida.
iv.
_Un paciente adulto e inconsciente requiere urgentemente una
transfusión sanguínea. Su esposa y otro acompañante requieren al médico
para que no la realice, pues es testigo de Jehová. No existe más prueba
de ello que el testimonio de la mujer y del otro acompañante.
v.
_Los padres de un joven de 27 años con un profundo déficit
intelectual y una edad mental de 6 años, quieren que éste done un riñón a
su hermano, de 28 años, urgentemente necesitado de un riñón. La
donación de un riñón reducirá tanto su calidad de vida como sus
expectativas vitales; pero la muerte de su hermano también le afectaría
muy negativamente.
¿Cuál es el interés del paciente en estos supuestos? ¿El tratamiento
indicado por la lex artis o el respeto a la opción religiosa del paciente (y,
desde su propia óptica, la evitación de perjuicios de carácter trascendente o
espiritual)?
¿El beneficio preventivo de una vacunación o la evitación de un auténtico
tormento que supone para la paciente la inyección? ¿Ganar unos meses de
vida o evitar una operación arriesgada para un paciente muy frágil que
puede arruinar sus últimos días? ¿Preservar la calidad de vida o evitar a
alguien con la edad mental de 6 años el trauma de la muerte de un
hermano? Poder evaluar y controlar estas cuestiones es un problema del
más alto rango; máxime, cuando los llamados a sustituir la voluntad del
paciente incapaz o inconsciente son con frecuencia sus herederos, es decir,
personas que podrían tener incentivos económicos perversos a la hora de
tomar decisiones sobre el final de la vida de dicho paciente.
Para analizar estas cuestiones, la actuación en beneficio del paciente
puede ser evaluada por el tercero sustituto de tres modos distintos:
1- conforme a las valoraciones subjetivas del tercero decisor;
2- conforme a una ponderación objetiva de las opciones médicamente
indicadas para la vida y la salud del paciente (en la jurisprudencia
1
anglosajona, criterio del «best interest» o «superior interés» del
paciente);
o
3- conforme a lo que el paciente habría decidido en caso de poder
formular su decisión (en la jurisprudencia anglosajona, criterio del
«substitute judgement»).
En la mayoría de los supuestos «normales», estos tres criterios
coincidirán.
Sin embargo, dado que el ámbito de las decisiones médicas —en
especial, las que se toman al final de la vida— es un terreno
especialmente delicado donde las concepciones éticas, sociales y
religiosas de los ciudadanos divergen notablemente, debe subrayarse
que ni los tres criterios alcanzarán siempre las mismas soluciones... ni
todos ellos son igualmente legítimos.
La importancia de este criterio es fundamental, ya que en la actualidad son
muy pocas las personas que firman documentos de instrucciones previas del
art. 11 LAP (que constituyen el medio más fiable de prueba de la voluntad
anticipada). Por ello, si de algún modo alternativo puede hacerse constar la
voluntad del paciente, ello permitiría salvaguardar en mayor medida su autonomía.
Ésta es la causa por la que en la mayoría de los documentos internacionales
se considera que el criterio de la voluntad hipotética del paciente ha
de primar sobre la concepción más objetiva del «best interest».37


Eutanasia directa: Adelantar la hora de la muerte en caso de una enfermedad
incurable. Esta a su vez posee dos formas:
o Activa: Consiste en provocar la muerte de modo directo. Puede
recurrirse a fármacos que en sobredosis generan efectos mortíferos.
o Pasiva: Se omite o se suspende el tratamiento de un proceso nosológico
determinado (por ejemplo una bronconeumonía), o la alimentación por
cualquier vía, con lo cual se precipita el término de la vida. Es una
muerte por omisión.
De acuerdo con Víctor Pérez Varela, «la eutanasia pasiva puede revestir
dos formas: la abstención terapéutica y la suspensión terapéutica. En el
primer caso no se inicia el tratamiento y en el segundo se suspende el ya
iniciado ya que se considera que más que prolongar el vivir, prolonga el
morir».6
Debe resaltarse que en este tipo de eutanasia no se abandona en ningún
momento al enfermo.
Eutanasia indirecta: es la que se verifica cuando se efectúan, con intención
terapéutica, procedimientos que pueden producir la muerte como efecto
secundario. Por ejemplo, la administración de analgésicos narcóticos para
calmar los dolores. Los mismos, como efecto indirecto y no buscado, provocan
disminución del estado de conciencia y posible abreviación del período de
sobrevida. Aquí la intención, sin duda, no es acortar la vida sino aliviar el
2
sufrimiento, y lo otro es una consecuencia previsible pero no perseguida. Entra
así en lo que desde Tomás de Aquino se llama un problema de doble efecto.
Modificaciones ley 41/2002
Art. 9
4. La práctica de ensayos clínicos y de técnicas de reproducción humana asistida se rige por lo
establecido con carácter general sobre la mayoría de edad y por las disposiciones especiales de
aplicación.
Número 4 del artículo 9 redactado por la disposición final segunda de la L.O. 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual
y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo («B.O.E.» 4 marzo).Vigencia: 5 julio 2010
5. La prestación del consentimiento por representación será adecuada a las circunstancias y
proporcionada a las necesidades que haya que atender, siempre en favor del paciente y con
respeto a su dignidad personal. El paciente participará en la medida de lo posible en la toma de
decisiones a lo largo del proceso sanitario. Si el paciente es una persona con discapacidad, se le
ofrecerán las medidas de apoyo pertinentes, incluida la información en formatos adecuados,
siguiendo las reglas marcadas por el principio del diseño para todos de manera que resulten
accesibles y comprensibles a las personas con discapacidad, para favorecer que pueda prestar
por sí su consentimiento.
Número 5 del artículo 9 redactado por el artículo 7 de la Ley 26/2011, de 1 de agosto, de adaptación normativa a la
Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad («B.O.E.» 2 agosto).Vigencia: 3
agosto 2011
Art. 16
3. El acceso a la historia clínica con fines judiciales, epidemiológicos, de salud pública, de
investigación o de docencia, se rige por lo dispuesto en la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre , de Protección de Datos de Carácter Personal, y en la Ley 14/1986, de 25 de abril ,
General de Sanidad, y demás normas de aplicación en cada caso. El acceso a la historia clínica
con estos fines obliga a preservar los datos de identificación personal del paciente, separados
de los de carácter clínicoasistencial, de manera que, como regla general, quede asegurado el
anonimato, salvo que el propio paciente haya dado su consentimiento para no separarlos.
Se exceptúan los supuestos de investigación de la autoridad judicial en los que se considere
imprescindible la unificación de los datos identificativos con los clínicoasistenciales, en los
cuales se estará a lo que dispongan los jueces y tribunales en el proceso correspondiente. El
acceso a los datos y documentos de la historia clínica queda limitado estrictamente a los fines
específicos de cada caso.
Cuando ello sea necesario para la prevención de un riesgo o peligro grave para la salud de la
población, las Administraciones sanitarias a las que se refiere la Ley 33/2011 , General de
Salud Pública, podrán acceder a los datos identificativos de los pacientes por razones
epidemiológicas o de protección de la salud pública. El acceso habrá de realizarse, en todo
caso, por un profesional sanitario sujeto al secreto profesional o por otra persona sujeta,
asimismo, a una obligación equivalente de secreto, previa motivación por parte de la
Administración que solicitase el acceso a los datos.
Número 3 del artículo 16 redactado por la disposición final tercera de la Ley 33/2011, de 4 de
octubre, General de Salud Pública («B.O.E.» 5 octubre).Vigencia: 6 octubre 2011
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