FRAY LUIS DE LEÓN: "EL CUAL CAMINO QUISE YO ABRIR" (EL N Ú M E R O EN L A PROSA) L a crítica está acorde en que la historia de la prosa e s p a ñ o l a alcanza u n p u n t o c u l m i n a n t e en l a obra de Fray L u i s de L e ó n . C r i s t ó b a l Cuevas, en el p r ó l o g o de su excelente e d i c i ó n de Los nombres de Cristo \ ha r e u n i d o numerosos testimonios, antiguos y modernos, que conceden al agustino tan verdadero y obvio m é r i t o ; él mismo, por otra parte, n o vacilaba en a t r i b u í r s e l o . Los estudiosos de su estilo suelen recordar la " D e d i c a t o r i a " del l i b r o tercero de aquella obra maestra, en que, tras propugnar el empleo del castellano para materias graves y de afirmar el escaso valor de l o escrito hasta entonces en nuestra lengua, declara cuáles son sus aspiraciones de artista, y ofrece detalles m u y valiosos sobre sus pro¬ pios procedimientos de escritor. Se trata de unas precisiones m u y conocidas, m u y citadas, y que, sin embargo, nos parecen a ú n pendientes de una ú l t i m a e l u c i d a c i ó n . Este trabajo pretende contrib u i r a ella. E n 1585, a ñ o en que l a tercera parte de Los nombres de Cristo ve la luz en Salamanca, p u b l i c a t a m b i é n allí A m b r o s i o de Morales su Discurso de la lengua castellana , incorporado a las obras de su t í o F e r n á n P é r e z de Oliva. Las relaciones que hay entre esa disert a c i ó n y la " D e d i c a t o r i a " luisiana son tantas, que d i f í c i l m e n t e pueden atribuirse a coincidencia casual. Morales se lamenta, por ejemplo, de "que basta ser u n l i b r o en castellano para n o ser t e n i d o en nada". Se queja de quienes creen que el romance n o puede ser objeto de cuidados formales, como el l a t í n o el griego, y " t i e n e n por vicioso y afectado todo l o que sale de l o c o m ú n y o r d i n a r i o " , por l o cual " q u i e r e n condenar nuestra lengua a u n e x t r a ñ o a b a t i m i e n t o [ . . . ] , o d e s c o n f í a n que n o es para parecer, 2 1 Madrid, 1977, pp. 61-63. Citamos por ella, modernizando la ortografía. 2 E l texto fue incluido por G . Bleiberg en su Antología de elogios de la lengua española, Madrid, 1951. pp. 47 ss., por donde citamos. NRFH, XXIX " E L CUAL CAMINO QUISE yo ABRIR" 263 y esta es ignorancia, o n o la q u i e r e n adornar como deben, y esta es m a l d a d " (Fray L u i s hablaba de " v i c i o " y " e n g a ñ o " ) . N o hay, efectivamente, se dice en el Discurso, buenas escrituras en E s p a ñ a : " ¿ Q u i é n p o d r í a señalar muchos libros castellanos con confianza que, leídos e imitados, se a l c a n z a r í a p e r f e c c i ó n , o s e ñ a l a d a y conocida m e j o r í a en el uso de nuestra lengua?" Y ello n o se debe a la naturaleza del idioma, que es ó p t i m a , sino a los "viles usos" a que se aplica (Fray L u i s : el a b a t i m i e n t o "ha nascido de l o m a l que usamos de nuestra lengua, n o la empleando sino en cosas sin s e r " ) . H a y u n mismo tono de queja en ambos humanistas, y una coincidencia casi absoluta en l o esencial. ¿ Q u é remedios vislumbra A m b r o s i o de Morales? Proceder como los latinos, como T u l i o especialmente, el cual, empleando con sel e c c i ó n los vocablos m á s comunes, los c o m b i n a con la ayuda del arte, que le p e r m i t í a "saberlos escoger y j u n t a r l o s con m á s gracia en el o r d e n y en la c o m p o s i c i ó n , en la variedad de las figuras, en el b u e n aire de las cláusulas, en la conveniente j u n t u r a de sus partes, en la m e l o d í a y dulzura c o n que suenan las palabras. . . " M u y probablemente, cuando el maestro L e ó n estaba preparando la seg u n d a e d i c i ó n de su obra, llegó a sus manos el Discurso del salm a n t i n o , con el que c o n v e n í a en quejas y soluciones. Sólo que él ya h a b í a realizado l o que Morales propugnaba: allí estaba aquel l i b r o en el cual, sin e x p l í c i t a d e c l a r a c i ó n por su parte hasta entonces, h a b í a empleado el romance con la p r e t e n s i ó n de tratarlo como C i c e r ó n el l a t í n . E l Discurso de Morales va a ser l e í d o p o r todo el m u n d o y va a sentarse como verdad inconcusa la inexistencia de obras castellanas escritas sin arte. É l cree que n o las ha habido hasta entonces; n i siquiera hace las salvedades que se p e r m i t i ó su a n t i g u o colega de Alcalá ( H e r n a n d o del Pulgar, el Boscán de El cortesano Garcilaso Veneras Frav l u i s de Granada P é r e z de Oli¬ v a ) , porque desde s'us supuestos, que ahora examinaremos, n o eran tales excepciones. Y ello con toda p r o b a b i l i d a d aprovecha la o c a s i ó n de la nueva " D e d i c a t o r i a " a d o n Pedro Portocarrero (a quien i b a n dedicadas las dos partes anteriores^ sumarse a las opiniones del prestigioso Morales v a la vez ofrecerse como e x c e p c i ó n y justificarla frente a sus detractores. E s t á con él total¬ mente de acuerdo la verdadera e l o c u c i ó n r e t ó r i c a . . .se ocupa en elegir las palabras y mezclarlas con tal concierto en lo que se dice, que se les a ñ a d a mucho de eficacia, así para representar las cosas que quieren darse a entender, como para que con mayor deleite se escuchen... [A los vocablos h a b r á que] escogerlos, apropiarlos, repartirlos, y suavemente y con diversidad mezclarlos, para que resulte toda la composición extremada, natural, llena, copiosa, bien dispuesta y situada' (p. 55). 264 FERNANDO LAZARO CARRETER Fray Luis, quizá i n d u c i d o por este p á r r a f o Discurso, claro) se apresura a declarar: NRFH, XXIX (y por el resto d e l Pongo en las palabras concierto y las escojo y les doy su lugar [ . . . ] ; el bien hablar no es común, sino negocio de particular juicio, ansí en lo que se dice como en la manera como se dice, y negocio que, de las palabras que todos hablan, elige las que convienen, y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa y las mide y las compone, para que no solamente digan con claridad lo que se pretende decir, sino también con armonía y dulzura. Pero esto resultaba a ú n demasiado impreciso, y en e l p á r r a f o siguiente se confiesa con total claridad, para que n o quede duda sobre c ó m o procede. P a r a d ó j i c a m e n t e , esa neta confesión iba a resultar la m á s e n i g m á t i c a para toda la c r í t i c a posterior. Dice así: Yo confieso que es nuevo y camino no usado por los que escriben en esta lengua poner en ella número, levantándola del descaimiento ordinario. El cual camino quise yo abrir, no por la presunción que tengo de m i - q u e sé bien la pequenez de mis fuerzas-, sino para los que las tienen se animen a tratar de aquí adelante su lengua como los sabios y elocuentes pasados, cuyas obras por tantos siglos viven, trataron las suyas, y para que la igualen, en esta parte que le falta, con las lenguas mejores, a las cuales, según m i juicio, vence ella en otras muchas virtudes (pp. 497-498). Afirmamos que esta d e c l a r a c i ó n , s e g ú n la cual se proclama nuestro poeta el p r i m e r i n t r o d u c t o r del n ú m e r o en la prosa castellana, ha resultado misteriosa, a juzgar por los comentarios que ha suscitado. Es casi seguro que M a y á n s , perfecto conocedor de la trad i c i ó n r e t ó r i c a , supiera con exactitud a q u é se refería el Padre Maestro cuando afirma de él: " L a lengua castellana le debe una singular prerrogativa, y es haber sido el p r i m e r o que p r o c u r ó i n t r o d u c i r en ella la a r m o n í a del n ú m e r o " . D e s p u é s , olvidada esa t r a d i c i ó n , los comentaristas de t a l d e c l a r a c i ó n , a u n entendiendo, como es lógico, l o sustancial, n o han dado, s e g ú n creemos, con la clave exacta de su i n t e r p r e t a c i ó n . D o n R a m ó n M e n é n d e z Pidal, la glosa así: " É l mismo declara t a m b i é n que su e m p e ñ o principal fue poner en el habla del v u l g o n ú m e r o , abundancia, e n t o n a c i ó n y a r m o n í a . Sin embargo, a veces usa p e r í o d o s defectuosos. . . " • ' E n su famoso ensayo sobre " E l lenguaje del siglo x v i " , se muestra igualmente reticente: "Quiere [Fray L u i s ] poner en la e l o c u c i ó n número o r i t m o , « l e v a n t á n d o l a de su decaimiento o r d i n a r i o » , y 8 3 Apud C . Cuevas, ed. cit., p. 61. i Antología de prosistas españoles, 6? ed., Madrid, 1951, p. 125. NRFH, X X I X II. C.VAI CAMINO Qt.'ISI'. U) ABRIR afirma que es éste un camino nuevo que él abre a los demás, con l o cual implícitamente condena [ . . ] toda la literatura anterior, incluso la prosa de Fray Luis de Granada, como descuidada en la armoniosa cadencia. Nos consta que él admiraba a algunos escritores, por ejemplo, a Santa Teresa [ . . . ] ; pero no quiere que baste sólo la inspiración, sino que ha de intervenir, además, un arte muy exigente y meditado. Así da en el terreno de la selección u n paso de gigante, y puede permitirse la creencia de que él es quien empieza a tratar la lengua española como una lengua clásica" \ M u c h o más sutil se muestra Rafael Lapesa: "Su innovación, por él mismo advertida, consiste en «poner número» en la prosa, esto es, dotarla de musicalidad mediante la hábil disposición de ritmos y melodías tonales"". Los efectos son, claramente, los que percibe nuestro maestro y amigo, pero, como veremos en seguida, número tenía en la intención de Fray Luis u n significado técnico preciso. Hellen. D i l l Goode está cerca de dar con él, cuando afirma que la declaración "parece referirse al r i t m o de la oratoria al que aspiraban los griegos y romanos antiguos" ; pero no acierta, al identificar tal r i t m o con "la disposición de la estructura periódica en una cadencia rítmica al fin de la. frase". Y cae en el dislate cuando asegura que la cadencia más usada, en tales finales, es el cursus plauus, descrito por ella como una secuencia silábico-acentual del tipo cuando tal fórmula, cuya rudeza medieval n i de lejos podía tentar al fino espíritu del conquense, consistía en una paroxítona seguida de una trisílaba también l l a n a " . Por ú l t i m o , Cristóbal Cuevas, tan excelente conocedor de los recursos prosísticos renacentistas, anota el p u n t o en que el escritor se refiere al número: •'Determinada medida proporcional o cadencia, que hace armoniosos los períodos músicos, y los de poesía y retórica, y por eso agradables y gustosos al o í d o " (p. 4 9 7 ) ; es la definición d e l ' D i c c i o n a r i o académico. Hemos sugerido antes que la " D e d i c a t o r i a " fue inducida por el Discurso de Ambrosio Morales; pero aquélla le daba pie también para repetir, respecto del castellano, la a c t i t u d o, mejor, algunas actitudes que, con relación al latín, había sustentado Cicerón. La deten7 •-• La lengua de Cristóbal Colón, Madrid, 1942, p. 93. E l subrayado es nuestro. « Historia de la lengua española, 8* éd., Madrid, 1980, p. 323. • La prosa retórica"de Fray Luis de León en "Los nombres de Cristo", Madrid, 1969, p. 27. 8 Cf. M A T I H E U G. NICOLAÜ, L'origine du "cursus" rythmique el les debuts de l'accent d'intensité en lalin, París, 1930, p. 125. Por lo demás, la precisión de que todas las variedades del cursus acaben en palabras trisílabas o tetrasílabas, la describen los manuales más corrientes; cf. L . NOUGARET, Traite de métrique latine classique, Paris, 1956, p. 126. 266 FERNANDO LAZARO CARRETER NRFH, XXIX sa que, de su p r o p i a lengua, h a b í a hecho en Tuscul., 2, 15, 35, en De natura deorum, 1, 4, 8, y, sobre todo, en las p á g i n a s iniciales del De finibus, n o era olvidada p o r los castellanizantes hispanos, como A l e j o Venegas , el p r o p i o Morales , y, menos que por nadie, por nuestro escritor. E n el ú l t i m o de los tratados mencionados, T u l i o empieza l a m e n t á n d o s e de quienes le reprochan su a p l i c a c i ó n a materias - l a f i l o s o f í a - impropias de su persona y d i g n i d a d ; y de que l o haga en l a t í n , ya que prefieren leerlas en griego ( 1 , 1 ) . Es t a m b i é n el comienzo de la "Dedicatoria": "Unos se m a r a v i l l a n que u n t e ó l o g o [. . . ] haya salido a l a f i n con u n l i b r o romance [. . . ] ; y otros hay que n o los h a n q u e r i d o leer porque e s t á n en su lengua, y dicen que, si estuvieran en l a t í n , los leyeran [ . . . ] . Y porque j u n t a m e n t e con estos libros p u b l i q u é [. . . ] La perfecta casada, n o ha faltado q u i e n diga que n o era de m i persona n i de m i p r o f e s i ó n decirles a las mujeres casadas l o que deben hacer". "Contra quos o m n í s d i c e n d u m breviter existimo", prosigue T u l i o ; y el maestro L e ó n : " A los cuales todos r e s p o n d e r é " . E l r o m a n o defiende la necesidad de los estudios filosóficos; el e s p a ñ o l diserta sobre su m o d o de aplicarse a la T e o l o g í a . Y ambos recaen seguidamente en una defensa de la lengua p r o p i a para tratar tales disciplinas, censurando a quienes la d e s d e ñ a n . Sin duda, dice T u l i o , aborrecen el l a t í n p o r q u e h a n c a í d o en sus manos obras escritas en u n estilo r u d o y d e s m a ñ a d o ("ut abhorreant a Latinis, q u o d i n c i d e r i n t i n i n c u l t a quaedam et h ó r r i d a " , 3, 8) ; el que algo semejante piensen los e s p a ñ o l e s de su lengua, "ha nascido de l o m a l que usamos de nuestra lengua n o l a empleando sino en cosas sin ser, o de l o poco que entendemos de ella creyendo que n o es capaz de l o que es de i m p o r t a n c i a " , afirma p o r su parte el agustino. Se pregunta el p r i mero con e x t r a ñ e z a en De finibus, de d ó n d e viene este h a s t í o tan insolente p o r las cosas propias (3, 1 0 ) ; y u n lamento parecido brota en la " D e d i c a t o r i a " : " A los que dicen q u e n o leen aquestos mis libros por estar en romance, y que en l a t í n los leyeren, se les responde que les debe poco su lengua, pues p o r ella aborrescen l o que, si estuviera en otra, t u v i e r a n por bueno. Y n o sé de d ó n d e les nasce el estar con ella tan m a l " . A c t ú a n , pues, sobre esas p á g i n a s luisianas la probable necesidad 9 1 0 » "Con mucha razón reprehende Marco Tulio (Lib. I De finibus) a los romanos porque menospreciaban su propia lengua latina, y no querían leer libro que no fuese escripto en la griega, como si tanto fuera mayor la esciencia cuanto menos se entendiera la lengua en que se encerraba", Breve declaración de las sentencias y vocablos obscuros que en el libro del "Tránsito de la muerte" se hallan, NBAE, t. 16, p. 260. io "¿Qué cosa quedó buena en la filosofía griega que no la pusiese [Cicerón] en latín? ¿Cuánto se gloría y alaba de haber sido el primero que hizo hablar en latín a los filósofos griegos? p. 50. L a alusión al De finibus es obvia. NRFH, XXIX " E L CUAL CAMINO QUISE YO ABRIR" 267 de coincidir con A m b r o s i o de Morales para declarar ya logrado l o que el c é l e b r e historiador demandaba; y el excelso ejemplo de C i c e r ó n e n De finibus, que les presta el tono r e f u t a t o r i o contra quienes reprochan al autor la materia y el uso de su lengua, y m ú l t i p l e s argumentos para la réplica. Pero hay u n p u n t o m á s concreto y m á s directamente atingente a nuestro problema, en que Fray L u i s cree r e p r o d u c i r el magno papel ciceroniano en el tratamiento de la prosa. E l gran orador se h a b í a declarado abundantes veces renovador de la elocuencia romana, al haber adoptado en su lengua el m é t o d o consagrado entre los griegos por Isócrates ( " q u i . . . l a u d a t u r semper a nobis", Brutus, 13, 4 0 ) . É l fue, dice ya en su p r i m e r a gran obra r e t ó r i c a (De oratore, 44, 173 y ss.) q u i e n s o m e t i ó a número (griego pu9u.ó ) la prosa, d o t á n d o l a de ciertas cualidades armoniosas que, hasta entonces, h a b í a n sido consideradas exclusivas de la poesía. Puesto que el verso las c o n s e g u í a mediante u n a c o m b i n a c i ó n regular de sílabas breves y largas organizadas en pies, éstos eran las unidades generadoras del r i t m o . s Isócrates h a b í a codificado a la p e r f e c c i ó n los esfuerzos de algunos precursores para i n t r o d u c i r tales unidades en la prosa: tarea magna, por cuanto una regularidad en el empleo de los pies m é t r i c o s conv e r t i r í a el discurso oratorio en verso, y, desde A r i s t ó t e l e s (Ret, 3, 8, 8 ) , g r a m á t i c o s y r é t o r e s n o h a b í a n cesado de proscribir tal posibilidad. C i c e r ó n hizo suyas estas preocupaciones de los griegos, teorizó sobre ellas ampliamente y b u s c ó la c o n s e c u c i ó n del numerus en sus discursos y tratados, es decir, esa cualidad que, d o t á n d o l o s de u n cierto t i p o de musicalidad, los alejase tanto de la regularidad del verso como del lenguaje a r r í t m i c o o r d i n a r i o . L a prosa ("oratio soluta") es m á s l i b r e que el verso, y como su n o m b r e indica ("sol u t a " ) , l i b r e de constricciones; pero n o tanto que corra sin c o n t r o l : aquella que " i t p o l i t a atque facta q u o d a m modo, n o n astricte sed remissius r erosam esse oportere" (De oratore, 47, 184). N o es tarea fáci tar al discurso de n ú m e r o ; el poeta cuenta con la ayuda de .orma m é t r i c a , que le garantiza la musicalidad y el r i t mo. E l pi ita, por el contrario, necesita darse su p r o p i a norma: ha de procurarse aquel p u n t o de justeza en que las cadencias gratas al o í d o del oyente o del lector n o se transformen en verso. C i c e r ó n , que h a b í a esbozado la doctrina en ese tratado, volvió a ella con mucha mayor a m p l i t u d - y n o siempre con la necesaria c l a r i d a d en el Orator, donde d e s a r r o l l ó la doctrina del n ú m e r o oratorio en docenas de p á g i n a s . Si n o nos e n g a ñ a m o s , en muchos momentos parece esforzarse por racionalizar los resultados del f l u j o espontáneo de su discurso, con explicaciones y cuasi-preceptos que difí- 268 FERNANDO LÁZARO CARRETER NRFH, XXIX cilmente convienen a los casos concretos a que los aplica. Pero, en cualquier caso, no a h o r r ó trabajo para sintetizar las teorías griegas sobre el r i t m o , en especial las isocráticas, y en enriquecerlas con su p r o p i a i n v e n c i ó n y experiencia. E n sustancia —porque n o es o p o r t u n o entrar a q u í en mayores d e t a l l e s - el n ú m e r o consiste en tejer la prosa con pies m é t r i c o s , que pueden repetirse hasta que el t i e n t o del escritor o el orador le advierta que roza la regularidad del verso. E l o í d o será su centinela para conjurar tal peligro. E l discurso, por otra parte, h a b r á de estar d i s t r i b u i d o en ámbitos o periodos, para que el efecto rítm i c o pueda percibirse; ya h a b í a advertido en De oratore, 48, 186, que sólo l o que experimenta interrupciones p e r m i t e advertir tal efecto: el curso de u n r í o carece de r i t m o , pero l o poseen las gotas que caen. E l n ú m e r o se p e r c i b i r á dentro de cada p e r í o d o y en la sucesión de los p e r í o d o s , por la r e p e t i c i ó n y r e a p a r i c i ó n de los pies, y por las rupturas y c r e a c i ó n de otros ritmos cuando los anteriores conduzcan a la m o n o t o n í a o a la regularidad. Por otra parte, los p e r í o d o s - s u b d i v i d i d o s a su vez en miembros, preferentemente c u a t r o - , para ser notados como tales, h a b r á n de llevar señales demarcativas claras: ellos y, en su caso, los miembros, t e r m i n a r á n en cláusulas m é t r i c a m e n t e reconocibles, constituidas al menos por dos pies; C i c e r ó n hallaba especialmente felices los remates con el dicoreo, compuesto de dos troqueos (Oratoi, 63, 2 1 2 ) . P e r í o d o , miembros y n ú m e r o son, pues, hechos solidarios; de a h í que el tratadista los estudie conjuntamente. Los pies que se u t i l i c e n determin a r á n la calidad del m o v i m i e n t o de cada á m b i t o , hasta que llega a su p u n t o f i n a l ; y ello sin exhibirse al oyente o a l lector, vertebrando la prosa como alma que la anima, pero sin dejarse ver como artificio. Si el n ú m e r o , esto es, los pies m é t r i c o s deben actuar especialmente en el f i n a l de los p e r í o d o s , por la f u n c i ó n demarcativa que les está asignada, n o hemos de pensar que se les reserva sólo esa p o s i c i ó n : si locus [quaeritur], in omni parte verborum (ibid., 58, 253). T o d o el discurso ha de estar, pues, sometido a medida, porque todo él ha de ser melodioso, y la c l á u s u l a f i n a l no es sino el desenlace n o r m a l del m o v i m i e n t o anterior y, a la vez, el cierre que le confiere sentido y u n i d a d . Todas las palabras sin e x c e p c i ó n h a b r á n sido elegidas, consideradas en cuanto a l sonido, contadas sus letras como aseguraba el Maestro L e ó n , pesadas, medidas y compuestas, "para que n o solamente digan con c l a r i d a d l o que se pretende, sino t a m b i é n con a r m o n í a y d u l z u r a " . Porque es esta la clave, si n o nos e n g a ñ a m o s , del p r o b l e m á t i c o pasaje de Los nombres de Cristo en que su autor se declara i n t r o ductor d e l n ú m e r o en la prosa castellana. Sin demasiada d i f i c u l t a d , NRFH, XXIX 269 " E L CUAL CAMINO QUISE YO ABRIR" cabe suponerlo perfectamente familiarizado con los tratados r e t ó ricos de C i c e r ó n y de Q u i n t i l i a n o , que t a m b i é n se o c u p ó de la c u e s t i ó n , siguiendo e x p l í c i t a m e n t e a T u l i o (Instit., l i b r o I X , 4). Como l o estaban, por otra parte, todos los humanistas de su tiempo. A l e j o Venegas, por ejemplo, explicando el t é r m i n o cláusula, dice: " Q u i e r e decir cerramiento, porque es u n razonamiento en que se encierra una sentencia perfecta; que aunque la prosa no tenga ciertos pies como el verso, no carece de pies como l o escribe M . T u l i o en el l i b r o De oratore perfecto y Q u i n t i l i a n o " . Sólo faltaba el paso de probarlo; l o d i o Fray L u i s de L e ó n en su prop ó s i t o de alzar e l castellano a la d i g n i d a d del l a t í n . Y si la verdadera prosa consistía en eso, en poseer n ú m e r o , esto es, pies m é t r i c o s -forzosamente acentuales en castellano- entretejidos, n o es mucho que el agustino manifestara su arrogante descalificación de cuanto se h a b í a escrito hasta entonces en nuestra lengua: nadie h a b í a dado antes en el q u i d . u N o es que n o se h u b i e r a n intentado otras f ó r m u l a s para conseguir una prosa artística, en especial, por parte de los autores espirituales: a h í estaban, entre otros, los metricismos de Bernar¬ d i n o de Laredo o l a severidad precursora de Fray Francisco de Osuna. Pero n o eran t é c n i c a m e n t e ciceronianos. N o estaba tampoco lejano el t r i u n f o e s p a ñ o l y europeo de Fray A n t o n i o de Guevara, que Fray L u i s c o n o c i ó en su adolescencia y j u v e n t u d . N o puedo probarlo, pero a m í n o me cabe duda de que fue su p u n t o p r i n c i p a l de referencia (como Garcilaso, el o t r o triunfador, lo h a b í a sido en el verso). Si, como he sostenido en o t r o lugar , al afrontar el estudio de u n artista debemos preguntarnos, en p r i m e r t é r m i n o , q u é se propuso superar, con q u i é n quiso medirse para afirmar su p r o p i a personalidad, hemos de pensar en Guevara como el antagonista a r t í s t i c o del maestro salmantino. L a d e s c r i p c i ó n de su estilo, que ha a t r a í d o la a t e n c i ó n de tantos investigadores , necesita a ú n algunas precisiones, que nos proponemos hacer en breve. A u n q u e tenga concomitancias con cierta prosa medieval, apunta a una i n t e n c i ó n renacentista, i n f l u i d o por la concinnitas, tal como, sobre los modelos de T r a s í m a c o y Gorgias, h a b í a sido expuesta t a m b i é n por C i c e r ó n . E l c é l e b r e obispo llevó a colmo tal artificio, cuya a n t í t e s i s v e n í a a ser, justamente, el numerus, m u c h o m á s sutil, y precisado de una sensibilidad p o é t i c a que Gue1 2 1 3 14 « Breve declaración, ed. cit., p. 294. 12 Cf. el excelente libro de CRISTÓBAL CUEVAS, La prosa métrica. Teoría. Fray Bernardino de Laredo, Universidad de Granada, 1972. is "Consideraciones sobre la historia de la lengua literaria", en Actas del II Simposio internacional de la lengua española (1981), Las Palmas de Gran Canaria (en prensa) . 14 Véase la bibliografía reunida por R . LAPESA, op. cit., p. 308, nota 23. 270 FERNANDO LÁZARO CARRETER NRFH, XXIX vara n o t e n í a : eran incomparablemente m á s fáciles de alcanzar los geometrismos gorgianos. Fray L u i s de L e ó n , si n o nos e n g a ñ a m o s , o p t ó por el segundo procedimiento, entre otras razones, para forjar u n t i p o de prosa polarmente opuesto al de su famoso predecesor. Resuelto, creemos, e l sencillo problema del sentido preciso que nuestro escritor quiso dar a la d e c l a r a c i ó n de l o que juzgaba ser su a p o r t a c i ó n a la prosa literaria, queda ahora por afrontar el m á s arduo: el de c ó m o d o t ó a sus escritos de n ú m e r o . N i de lejos podemos d i l u c i d a r l o e n este trabajo, ya que ello d e s b o r d a r í a sus límites prudentes. Podemos adelantar, tan sólo, que, al menos en Los nombres de Cristo, l o a p l i c ó con todo rigor. I m p o r t a t a m b i é n aver i g u a r q u é huellas d e j ó su ejemplo; hay una, sin embargo^ que no precisa averiguaciones; con su arte impar, sometido sin violencias al canon r e t ó r i c o , l o g r ó dar con u n modelo de e x p r e s i ó n artística perfectamente p l á s t i c o a las necesidades d e l alma. T a l vez h u b o u n m o m e n t o en que tuvo que esforzarse por someter el discurso a los rigores de los pies acentuales; m á s tarde, ese r i g o r se le hizo naturaleza, y la oratio soluta, suelta y libre como C i c e r ó n q u e r í a , b r o t ó ya de su p l u m a con n o r m a l i d a d , porque r i t m o y escritura se le c o n f u n d í a n . Es ese m o v i m i e n t o d ú c t i l el que legó a la poster i d a d , el que ya, probablemente, sin sometimiento a precepto alguno, aprendieron en él sus sucesores. Pero su esfuerzo y su genio obligan a otorgar a Fray L u i s el dictado de padre de la prosa castellana. FERNANDO LÁZARO CARRETER Universidad Complutense, Madrid