V I DA E L NORT E - Domingo 12 de Mayo del 2013 Editora: Rosa Linda González Por décadas, Rebeca Ramírez ha estado dedicada a la defensa de causas sociales. Hoy, su lucha es por su pueblo: Anáhuac Daniel de la Fuente L a primera vez que Rebeca Ramírez escuchó hablar de lo que para ella es la sentencia de muerte de Anáhuac fue hace casi 60 años, cuando daba clases en una escuela rural de este municipio. La mujer, hoy de 75 años, recuerda que junto a sus alumnos se acercó a la ventana para mirar el ir y venir de trabajadores de PEMEX, quienes empeVideo zaron a perforar elNorte.CoM zonas cercanas al plantel, el segundo en el que daba clases, dado que el primero fue uno que construyó gente como su padre, Roberto Ramírez Rea, un jalisciense que fue de los fundadores de este municipio, el último en conformarse en Nuevo León, en 1933. Los niños le empezaron a preguntar a Rebeca por el trabajo de aquellas brigadas y la razón por la que estaban dinamitando en ciertas áreas, a fin de tumbar cercas y abrir brechas. Un ingeniero se acercó y, con simpatía, aceptó darles información. No era petróleo lo que buscaban, les aclaró. “Estamos viendo a qué nivel está el gas”, les dijo, aunque la maestra no quedó conforme. “¿Cómo es posible que haya gas aquí?”, preguntó. “Usted está muy joven, pero seguro va a vivir muchos años y va a poder ver un día lo que va a dar el yacimiento que hay aquí abajo y que abarca desde Texas hasta Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y el Golfo de México”. La Cuenca de Burgos. “¡Están sentados sobre un tesoro!”, exclamó el especialista. Con los ojos muy abiertos, la maestra escuchó la explicación del hombre, pero éste percibió una ligera inquietud en ella. “Oiga, ¿y el pueblo?”, preguntó Rebeca, “¿qué va a ser de él”. “Este pueblo, sus campos, están condenados, maestra”, contestó. “Para explotar el yacimiento se necesita que no haya gente”. Agregó: “Con el tiempo se va a dar cuenta cómo van a intentar sacar a la población… Seguro empezarán por el agua”. Rebeca, quien durante su niñez vivió duras temporadas de sequía, regresó al aula rodeada de sus alumnos, pero dice que ya no era la misma. Algo había quedado sembrado en ella. Sería el desasosiego, el mismo que la ha acompañado a lo largo de su vida y que la ha llevado a la defensa de los otros. Por esta razón, en breve CADHAC la reconocerá dentro de sus actividades por su vigésimo aniversario. s Rebeca habla con frases largas y hace pausas para abundar en anécdotas de su vida comprometida que, de alguna manera, es la historia de su pueblo. Cuenta que después de trabajar de bracero, su padre llegó a Torreón, donde conoció a la que sería su esposa, originaria de La Fama, y el tiempo lo llevó a la construcción de la Carretera a Saltillo. Eran los años 30. Luego, el General Pedro Rodríguez Triana, quien los conocía, les dijo a él y a los otros trabajadores que se estaba fundando una colonia agrícola, al norte de Nuevo León, y que si llegaba un “compadre” a la Presidencia –Lázaro Cárdenas– él sería Gobernador de Coahuila y ellos obten- perfIlesehIstorIAs [email protected] causas Rebeca Las de Francisco Bustos 16 d En su taller de costura enclavado en el corazón de Anáhuac, Rebeca Ramírez atiende a campesinos que se quejan del despojo de su agua y de tierras, las cuales, afirma, terminan en las manos de unos cuantos. drían tierras en aquella naciente región, conformada con tierras de Lampazos y Vallecillo. En Anáhuac crecería Rebeca, la segunda de cinco hermanos, nacida el 13 de diciembre del año de la expropiación petrolera, 1938. Hoy, esta mujer de grandes gafas, pelo entrecano y de memoria privilegiada vive su madurez en el taller de costura en el que confecciona vestidos para fiestas, y en el que entran y salen mujeres con sus niñas preguntando por las prendas. “Mucho de mi trabajo lo vendo en Nuevo Laredo y Monterrey”, dice sin dejar de mover la máquina heredada por su madre. También ingresan quienes vienen a asesorarse para una demanda por robo de tierras, por la venta de una joven por su padre (literal) o para informarse a fin de acceder a recursos federales. Dedicada muchos años a la docencia rural, ella estudió Derecho ya en la madurez, pero interrumpió la carrera cuando su esposo, Raymundo Orihuela Díaz, sufrió una embolia. A él lo conoció en Guerrero a los 19 años, cuando ella llegó para dar clases en un internado indígena, y aquél, también maestro, trabajaba en la zona para la CFE. El internado se ubica en Atenango del Río, una institución modelo donde los niños aprendían no sólo sus materias escolares sino actividades productivas, además de que hacían su propio mobiliario y uniformes. “Era un lugar que llenaba mis aspiraciones”, dice Rebeca, quien se interesó por la explotación en la comunidad de bentonita, arcilla que era vendida a la trasnacional Colgate-Palmolive y por cuya extracción –manejada por autoridades– les pagaban a los cam- pesinos 2 mil pesos al año, cuando se sacaba un equivalente a 50 mil pesos diarios. Ella, inspirada en el liderazgo de su padre, convocó a reuniones con campesinos para combatir el abuso y que la extracción fuera manejada por los lugareños. “Hicimos reuniones con la gente y les enseñamos a defenderse. Como era un pueblo precortesiano, sumido en el atraso por la autoridad, las juntas eran con lamparitas, porque no había luz, agua, teléfono o carretera”. La maestra se las arregló para enterar a Eva Sámano, oriunda del estado, docente como ella y esposa del Presidente Adolfo López Mateos, y la explotación quedó en manos del pueblo, el cual, dice Rebeca, “se fue para arriba”. A partir de ahí, la presencia de Rebeca fue más notoria. Más tarde se enteró de que la autoridad del pueblo estaba construyendo un puente colgante sobre el Río Amacuzac, pero que no había contratado al especialista para tender los cables, a fin de quedarse con el dinero. El puente, a punto de ser inaugurado, se vino abajo y la profesora encontró la coyuntura para criticar el fraude, en un evento del internado, dedicando versos chuscos a los responsables de aquel escándalo. Por perturbar la paz pública, así le dijeron, Rebeca fue llevada a la cárcel del pueblo. “Sólo estuve horas, porque alguien dijo que me querían dañar y me sacaron a escondidas”, sonríe. Más tarde sería de nuevo encarcelada por el mismo delito, en Iguala, pero también quedó libre. Más autosuficiente, esa comunidad indígena no volvió a ser la misma tras el paso de Rebeca, cuyo trabajo la llevaría a Morelos y a Guanajuato. Años antes también estuvo en la Tarahumara. Emma Orihuela, una de los cinco hijos que Rebeca tuvo con Raymundo, quien murió en 1983, describe a su mamá como una mujer intensa cuya vida ha sido un compromiso total en favor de los desposeídos y sobre todo de las comunidades indígenas. “Tiene un carácter fuerte”, ríe. “Ella era la que regañaba, de mucha disciplina, pero su compromiso por los demás es total. Le ofenden mucho las injusticias. “Fue un excelente ‘padre’, porque papá estaba más con nosotros, apoyando sus causas. Ella siempre fue muy fuerte, audaz”. De hecho, uno de los momentos difíciles en los que Rebeca participó fue en una manifestación magisterial frente al Palacio de Gobierno de Cuernavaca, en protesta por abusos y la corrupción de maestros que se negaban a la transparencia del sindicato. Rebeca, quien entonces recibía tratamiento contra el cáncer, participó en una huelga de hambre que duró 12 días. “Pesaba 44 kilos, estaba desahuciada y los compañeros no querían que yo participara, pero un médico dijo que si pasaba las 72 horas sin problemas podía participar. Así fue”. La protesta, acompañada por un festival cultural en el que participaron Viola y Guadalupe Trigo, entre otros artistas, fue objeto de un documental denominado Una lección de dignidad, con la imagen de la delgadísima Rebeca resistiendo. Al final doblegaron al grupo corrupto y pudieron participar en la organización magisterial, abriendo cuentas y desapareciendo a los aviadores. A lo largo de los años, Rebeca dejó en cuanta comunidad pisó todo un sistema de enseñanza que promovía cooperativas, organización de grupos y una formación viva: para saber de biología, invitaba a los alumnos a estar en contacto con la naturaleza, y si la clase era de algún grano, llevaba a los estudiantes para que vieran, por ejemplo, cómo se puede sacar el precio de una tonelada. Una enseñanza que, en todo momento, promovía la autosuficiencia y exigía cuentas a la autoridad. Emma habla de que a lo largo de los años, y pese a las presiones y persecuciones, su mamá nunca se “cuarteó”. “Nunca retrocedió, es firme en sus propósitos, en la lucha por el pueblo. La ‘lucha’ fue su segundo marido, el bienestar de los que estaban a su alrededor”. De hecho, de jovencita, Rebeca quería ser doctora, pero la convencieron de que fuera maestra para que se mantuviera en el pueblo y ayudara a sacar adelante a sus hermanos, lo que así hizo. La mujer pudo seguir itinerando por el País, pero la enfermedad de su esposo la llevó a volver a Anáhuac, en 1982, interrumpiendo su carrera de Derecho. “¿Por qué te quieres especializar en Derecho Agrario?”, le preguntaba la gran figura del amparo Ignacio Burgoa Orihuela, parien- te lejano de su esposo y asesor en su lucha en las comunidades. “Te vas a morir de hambre defendiendo campesinos”. Rebeca sonreía. “No estudio para ganar dinero”, le decía “estudio para defender a mi gente”. s La activista regresó a Anáhuac y participó en la formación de la Asociación de Ciudadanos en Defensa de los Derechos Humanos en el Norte de Nuevo León, que trabajó sobre todo contra el despojo de tierras, el pan diario en aquellas zonas. Más tarde, se adheriría a CADHAC, que dirige Consuelo Morales, quien habla sobre Rebeca. “La maestra tiene años apoyando a su comunidad. Aunque no es abogada, tiene amplios conocimientos de Derecho Agrario, por lo que con frecuencia defiende a personas que tienen problemas de tenencia de la tierra. “Es una mujer íntegra, además de que no se ha dejado comprar por nadie ni admite pago por su trabajo de defensora”. De hecho, Rebeca tiene libros inéditos sobre sus causas: Bajo el Cielo de Guerrero, Primero es el Pueblo, y uno más que repasará la historia de Anáhuac: Radiografía de un Asesinato. En él revisará cómo las tierras comunales pasaron a lo largo de los años a manos de unos cuantos, lo mismo que los recursos federales, como los últimos del FONDEN luego de la inundación del municipio. También explicará la estrategia que ha habido de compra a los campesinos a precios ínfimos tierras y agua para que otros se queden con predios que, al iniciar los trabajos de la Cuenca de Burgos, tendrán un costo mucho mayor. El abogado Adolfo Guajardo acompaña a Rebeca en esta lucha contra la “optimización” del agua, que consiste en impedir que el agua sea aprovechada para consumo humano, agrícola y ganadero, lo que está causando una tragedia similar a la del sur del Estado. Es decir, confirma, la sequía en el Estado también es por corrupción, no sólo por causas naturales. “La finalidad es la Cuenca”, advierte el abogado, quien no cobra honorarios al igual que Rebeca. “El peor escenario es el que está sucediendo: la destrucción de la sociedad rural, lo mismo que pasó antes de la Revolución. “Anáhuac puede darle de comer al Estado, pero están tirando el agua, negándosela a los campesinos, y acaparándola unos cuantos, lo mismo que las tierras”. Ambos han interpuesto denuncias e interpondrán cientos de amparos para impedir ilegalidades y que el agua vuelva a quienes más la necesitan. Una lucha larga. A Rebeca, quien ha participado por años en la batalla por el agua a través de marchas y plantones en presas de la región para evitar trasvases que afectan a Anáhuac, le queda clara la estrategia que, afirma, se cuece en el norte del Estado: cerrarle el agua a la gente y sepultarla en la realidad que ella vivió cuando era niña y debía sacar el agua de charcas. Por ello, siempre ha tenido presente el dicho de aquel ingeniero de PEMEX: empezarán por el agua. El tiempo le dio la razón, por lo que persistirá en defender las tierras y agua de su gente. Adolfo describe a Rebeca, quien militó años en el PRD. “Es una luchadora social por excelencia, una activista natural que tiene una gran admiración de su pueblo. Su vida merece difusión, y su lucha, unión, porque no es posible todo lo que están haciendo contra los campesinos”. Seria, Rebeca escucha las palabras de su joven aliado: son las mismas que pronuncian decenas de labriegos a los que se está condenando a la sed y al éxodo. “Quiero que la gente despierte, eso es todo”, afirma, lo que sin duda es la mayor de todas sus causas.