El Consejo General del Poder Judicial La elección de los Vocales […] La última secuencia de la disputa política en torno al sistema de elección de los vocales del CGPJ se abre con la aprobación de la LO 4/2013, de 28 de junio, de reforma del CGPJ, por la que se modifica la LOPJ de 1985, que además de reformar a fondo la estructura y funcionamiento del órgano de gobierno del Poder Judicial, ha introducido algunos cambios en la elección de los vocales de procedencia judicial. Se mantiene su designación por las dos Cámaras, con la novedad de que pueden presentar su candidatura a vocal todos los jueces y magistrados en activo que reúnan el aval de 25 miembros de la carrera judicial en activo o el de una asociación judicial legalmente constituida. Cada juez o asociación podrá avalar hasta un máximo de 12 candidatos. Una vez proclamados los candidatos se remitirán las candidaturas definitivamente admitidas a los Presidentes del Congreso y del Senado, a fin de que ambas Cámaras procedan a la designación de los Vocales del turno judicial, tomando en consideración –es el término que emplea el nuevo 578.2 LOPJ- el número de Jueces y Magistrados no afiliados y de afiliados a cada una de las distintas asociaciones judiciales y respetando una determinada proporción por categorías judiciales: tres magistrados del TS, tres magistrados con más de 25 años de antigüedad en la carrera judicial y seis jueces o magistrados sin esa antigüedad. El nuevo sistema amplía las posibilidades de participación de los jueces no asociados (la mitad de los 5000 en activo), en detrimento de las asociaciones (se rebaja el número de avales de 100 a 25). Aunque en la práctica no ha surtido demasiado efecto, puesto que en la reciente renovación de 2013 sólo han sido elegidos tres vocales no asociados. Por lo que respecta a la elección de los ocho vocales que han de ser escogidos entre juristas de reconocida competencia con más de quince años de ejercicio profesional, la novedad aplicada en las últimas renovaciones (desde el año 2000) consiste en que los candidatos seleccionados por los grupos parlamentarios han de comparecer ante las Comisiones consultivas de Nombramientos del Congreso de los Diputados y del Senado, si bien todos sin excepción vienen siendo declarados idóneos para el cargo. El nudo gordiano del sistema de elección sigue siendo el reparto por cuotas entre los principales partidos. Y el sectarismo de los vocales que se prestan a ese juego, que siguen dócil y disciplinadamente las instrucciones del grupo que les propuso, de forma que el Pleno se divide en bloques monolíticos. El amplio pacto alcanzado en noviembre de 2013 (con la excepción de UPyD) ha alumbrado un Consejo de mayoría conservadora (10 vocales más el presidente). Presuntamente al menos. En cuanto a la elección del Presidente, ya vimos que el Presidente del Tribunal Supremo, que es quien preside el Consejo, será nombrado por el Rey a propuesta del CGPJ (art. 123.2 CE) con el mismo mandato de cinco años. La LOPJ dispone que tal propuesta se hará por mayoría de tres quintos del Pleno (mínimo de 12 votos) en primera votación y por mayoría simple en segunda (entre los 2 candidatos más votados en la primera). Hasta la fecha, la elección no ha recaído en ningún Vocal. Aunque nada lo prohíbe, se ha impuesto la práctica de escoger a un miembro de la carrera judicial o a un jurista de reconocida competencia con más de 15 años de experiencia profesional (únicos requisitos que exigía la LOPJ) que no reúna la condición de vocal [casi siempre Magistrados del Tribunal Supremo (4), salvo el primer presidente, A. Hernández Gil, catedrático de Derecho Civil, presidente de las Cortes constituyentes y del Consejo de Estado, y el elegido en 2008, Carlos Divar, que era presidente de la Audiencia Nacional). En el supuesto de que, rompiendo esa regla no escrita, se propusiera para la presidencia a uno de los veinte vocales, una vez efectuado el nombramiento, sería necesario que la Cámara correspondiente eligiera a un nuevo vocal. Tras la reforma de 2013, la LOPJ exige que el Presidente sea miembro de la carrera judicial con la categoría de magistrado del TS o bien un jurista de reconocida competencia con más de 25 años de antigüedad en el ejercicio de su profesión. Y podrá ser reelegido para un segundo mandato. Por lo que se refiere al Vicepresidente, la LOPJ (artículo 124) determinaba que sería elegido por el Pleno, entre los Vocales, por mayoría de tres quintos. Ahora, a tenor de lo previsto en el nuevo artículo 589 LOPJ, será elegido por el Pleno del Consejo por mayoría absoluta a propuesta del Presidente y deberá ser magistrado del TS. El vicepresidente del Consejo reúne además la condición de vicepresidente del TS. Su principal función es sustituir al Presidente del Consejo en los casos de vacante, ausencia, enfermedad u otro motivo legítimo. Organización El Consejo es un órgano colegiado. El Presidente dispone de voto de calidad en el caso de empate, además de las facultades relacionadas con la convocatoria de las sesiones, la dirección de los debates, la representación del Consejo y la administración interna. Pero sigue siendo un primus inter pares en todo lo demás (no un superior jerárquico). De ahí que sea el Pleno el órgano que se identifica con la institución y al que corresponde, en principio, ejercer todas sus atribuciones. No obstante, por razones de eficacia, el Consejo cuenta con una serie de órganos que preparan las decisiones del Pleno o le descargan de parte de las tareas que le corresponden, bien por previsión de la Ley o del Reglamento, bien por delegación del propio Pleno. Así, la LOPJ preveía hasta la reforma de 2013 tres Comisiones: la Permanente, la Comisión Disciplinaria y la Comisión de Calificación. Luego, el propio Consejo fue creando por medio de sus reglamentos otras (Comisión de Estudios e Informes, la Comisión de Escuela Judicial y la Comisión Presupuestaria). Todas ellas estaban formadas por Vocales y correspondía al Pleno designar anualmente los que componían cada una de ellas. La Comisión Permanente era hasta ahora la que se encargaba de atender todas las cuestiones urgentes que se suscitasen, sin perjuicio de la resolución definitiva que adoptase el Pleno. Además se ocupaba de resolver todos los asuntos que éste le delegase. Tras la reforma de 2013 se potencia su papel: asume las funciones de la Comisión de Calificación (que desaparece) y le corresponderán además todas las atribuciones que no estén expresamente reservadas al Pleno o a alguna de las Comisiones legalmente establecidas. Estará compuesta por el Presidente y cinco vocales (tres del turno judicial y dos del de juristas de reconocida competencia), que serán los únicos que desempeñarán su cargo en régimen de dedicación exclusiva (y percibirán la correspondiente retribución). Sensu contrario, los vocales del Consejo que no formen parte de la Comisión Permanente permanecerán en servicio activo si pertenecen a la carrera judicial o a algún cuerpo de funcionarios, y seguirán desempeñando su actividad profesional si son abogados, procuradores o ejercen cualquier otra profesión liberal (percibirán dietas por asistencia). Se procurará, eso sí, la renovación o rotación anual en todas las Comisiones, salvo los miembros de la Comisión Disciplinaria (art. 601.2). En la nueva regulación se prevén 4 Comisiones: Permanente, Disciplinaria, de Asuntos Económicos y de Igualdad. La Comisión Disciplinaria estará compuesta por 7 Vocales, elegidos por el Pleno con un mandato de cinco años. Le compete resolver los expedientes disciplinarios incoados por infracciones graves y muy graves e imponer, en su caso, las sanciones que correspondan a Jueces y Magistrados, excepto si la sanción propuesta fuese de separación del servicio. Los acuerdos sancionadores de la Comisión Disciplinaria serán recurribles en alzada ante el Pleno. Se modifica también el procedimiento: ya no se atribuye, como sucedía hasta ahora, a un mismo órgano (la Comisión Disciplinaria) la potestad de decidir la incoación del procedimiento, la designación del instructor y la resolución, sino que a partir de ahora la incoación e instrucción del procedimiento y la formulación del pliego de cargos se encomienda a un nuevo órgano, el Promotor de la Acción Disciplinaria. Este órgano, que recaerá en un miembro experimentado de la carrera judicial (un magistrado del TS o con más de 25 años de antigüedad), asumirá de forma permanente la tarea de investigar las infracciones y sostener la acusación. Hasta ahora, dicha labor –la instrucción del expediente- se encomendaba, caso por caso, a magistrados que la compaginaban con el ejercicio de su actividad judicial ordinaria. Se vienen encomendando a los Vocales responsabilidades concretas relacionadas con ámbitos territoriales determinados o con materias específicas, si bien eso no supone ninguna capacidad de decisión especial, sino solamente la asignación de tareas de información y propuesta a los órganos del Consejo. Así se atribuye a uno o a varios Vocales el seguimiento de la situación de la carrera judicial y de la Administración de Justicia en una determinada Comunidad Autónoma. Competencias El Consejo tiene la competencia exclusiva --y la responsabilidad-- de tomar todas las decisiones (de carácter administrativo) relativas al estatuto y a la carrera profesional de los jueces que antes estaban en manos del Gobierno, en el marco siempre de la LOPJ: la selección, nombramiento y formación de los jueces (todo lo relativo a las oposiciones y la Escuela Judicial), los destinos, los ascensos [con un régimen reglado basado en el escalafón, en la antigüedad, en los primeros tramos, pero no en la cúpula: en el nombramiento de los magistrados TS o presidentes de TSJ o Audiencias, el margen de discrecionalidad es mayor; en última reforma se suprime por cierto la exigencia de mayoría cualificada de 3/5 para estos nombramientos introducida en 2004 para volver a la mayoría simple), las situaciones administrativas (excedencias, licencias y permisos), las prohibiciones e incompatibilidades, el nombramiento de jueces sustitutos y magistrados suplentes, la inspección (el Consejo vigila el funcionamiento de los órganos judiciales mediante su propio servicio de Inspección que visita los juzgados y tribunales in situ y comprueba las denuncias, quejas y reclamaciones que se dirijan al Consejo sobre su funcionamiento y sobre el cumplimiento de sus deberes por parte de todo el personal judicial –nunca sobre el contenido de las resoluciones judiciales) y el régimen disciplinario. Carece, en cambio, de competencias sobre dotación y gestión de medios materiales y personales (la oficina judicial: el soporte administrativo y logístico), que corresponden al Ministerio Justicia o a las Comunidades Autónomas que han asumido esa competencia en sus Estatutos. Participa asimismo en la elección de los titulares de otros órganos constitucionales: designa en concreto a dos magistrados del TC (artículo 159.1 CE). A este contenido mínimo, la LOPJ ha añadido otras atribuciones. Por un lado, se le reconoce una amplia potestad reglamentaria tanto en lo referente a su organización y funcionamiento interno como al desarrollo y concreción (en aspectos accesorios o secundarios) de la previsiones de la LOPJ relativas a la carrera judicial, a los órganos de gobierno o los procedimientos judiciales: sobre el sistema de ingreso y promoción en la Carrera Judicial, sobre el funcionamiento de la Escuela Judicial y otras actividades de formación y especialización, sobre la provisión de plazas vacantes y desiertas, sobre el tiempo mínimo de permanencia en el destino de los jueces y magistrados, sobre situaciones administrativas y régimen de licencias y permisos, sustituciones o incompatibilidades, sobre tramitación de quejas y denuncias, sobre normas de reparto de asuntos y ponencias, sobre criterios para medir carga de trabajo de los órganos judiciales… Por otro, ejerce funciones consultivas, que han adquirido cada vez más importancia: el Consejo expresa su parecer, su cualificada opinión, sobre los anteproyectos de leyes y disposiciones generales que deben ser sometidos a su dictamen (informe previo preceptivo, pero no vinculante): todos los que afecten al ordenamiento judicial, a los procesos judiciales, a las leyes penales, al régimen penitenciario y, en general, a la protección de los derechos fundamentales (art. 108 LOPJ). Aunque no es una competencia expresamente prevista, el Consejo viene formulando también sugerencias o propuestas a los otros poderes del Estado. Carece de iniciativa legislativa, pero puede instar al Parlamento, al Gobierno o las Comunidades Autónomas para que adopten aquellas medidas que considere necesarias para el adecuado funcionamiento de los órganos judiciales. Así lo viene haciendo en la Memoria que eleva anualmente a las Cortes Generales. Y lo ha hecho incluso cuando ha detectado cualquier problema cuya solución requiere la actuación de esos poderes públicos. En algún caso, ha estimado necesario contribuir a la reflexión y al debate con un análisis sobre la situación de la Justicia en España. La iniciativa más significativa en este campo fue el Libro Blanco de la Justicia, aprobado por unanimidad en 1997 y las 107 Propuestas para la reforma de la Justicia que, a partir de aquél, aprobó el Consejo en el año 2000. Otra faceta de la actividad del Consejo que ha tenido bastante repercusión en la opinión pública es su papel como instancia que vela por la independencia judicial frente a cualquier amenaza o intromisión. Por ejemplo, frente a las posibles presiones ejercidas por medios de comunicación o formaciones políticas en contra de un determinado juez o tribunal (tratando de crear un clima de opinión hostil). En algunos casos, puede resultar necesario contrarrestar esas campañas de hostigamiento y descrédito, mediante una intervención pública del Consejo acordada de oficio o bien a solicitud del Juez afectado, cuando se sienta inquietado o perturbado en su independencia (art. 14.1 LOPJ). En diversas ocasiones, los jueces han puesto en conocimiento del Consejo esa situación y han pedido su amparo (frente a resoluciones de otros compañeros, escritos de las partes, artículos periodísticos, declaraciones de un cargo público). Pese a que no se especifican en la ley las medidas concretas que pueden ser adoptadas, si el CGPJ decide amparar al juez, lo que ha hecho en la práctica (en muy pocas ocasiones) es aprobar una declaración institucional que constata la existencia de una perturbación en la independencia judicial.