Lenin, en Inglaterra

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Lenin, en Inglaterra
(26-03-2011 a las 07:09:59) - Contributed by Mario Tronti - Last Updated ()
Lenin, en Inglaterra
Una nueva época de la lucha de clases está a punto de inaugurarse. Los obreros se la han impuesto a los capitalistas
con la violencia objetiva de su fuerza de fábrica organizada. El equilibrio de poder parece sólido; la relación de fuerzas
es desfavorable. No obstante, ahÃ- donde más potente es el dominio del capital, más profunda se insinúa la amenaza
obrera. Es fácil no ver. Es preciso mirar a largo plazo y en lo profundo de la situación de clase de la clase obrera. La
sociedad capitalista tiene sus leyes de desarrollo: los economistas las han inventado, los gobernantes las han aplicado
y los obreros las han sufrido. Pero, ¿quién descubrirá las leyes de desarrollo de la clase obrera? El capital tiene su
historia y sus historiadores la escriben. Pero, ¿quién escribirá la historia de la clase obrera? Han sido muchas las
formas de dominio polÃ-tico de la explotación capitalista. Pero, ¿cómo se llegará a la próxima forma de dictadura de
los obreros, organizados en clase dominante? Es necesario trabajar con paciencia, en el punto crucial, desde el interior,
sobre este explosivo material social.
También nosotros hemos visto, primero, el desarrollo capitalista, después las luchas obreras. Es preciso transformar
radicalmente el problema, cambiar el signo, recomenzar desde el principio: y el principio es la lucha de clases obrera.
Desde la perspectiva del capital socialmente desarrollado, el desarrollo capitalista se halla subordinado a las luchas
obreras, viene tras ellas y a ellas debe hacer que corresponda el mecanismo polÃ-tico de la propia producción. No se
trata de un hallazgo retórico y no sirve para recuperar la confianza. Es cierto: hoy es urgente quitarse de encima este
aire de derrota obrera que envuelve desde hace décadas al que ha nacido como el único movimiento revolucionario, yÂ
no sólo de nuestra época. Una urgencia práctica, sin embargo, nunca es suficiente para sostener una tesis cientÃ-fica:
ésta debe sostenerse por sus propios medios sobre un cúmulo histórico de hechos materiales. Ahora bien todos
deberÃ-an saber que al menos desde aquel junio de 1848, mil veces maldito por los burgueses, los obreros han subido
a la escena y ya no la han abandonado jamás- han elegido voluntariamente, en cada ocasión, presentarse en papeles
diversos, como actores, como apuntadores, como técnicos, como trabajadores, en espera de bajar al patio de butacas a
agredir a los espectadores. ¿Cómo se presentan hoy sobre los escenarios modernos?
El punto de partida del nuevo discurso nos dice que, a escala nacional e internacional, la particular situación polÃ-tica
actual de la clase obrera guÃ-a e impone un cierto tipo de desarrollo del capital. Se trata de comprender de nuevo a la
luz de este principio la totalidad de la red mundial de relaciones sociales. Tomemos de ésta el dato material
fundamental, que es la recomposición de un mercado mundial como proceso macroscópicamente en curso desde el
momento en que se ha eliminado el obstáculo estaliniano al desarrollo. SerÃ-a fácil encontrar una explicación
economicista y ponerse a reconsiderar matemáticamente el problema de los mercados en la producción capitalista. El
punto de vista obrero, sin embargo, pretende una explicación polÃ-tica. Mercado único mundial significa hoy control
internacional de la fuerza de trabajo social. La producción de mercancÃ-as puede organizarse, trabajosamente, en una
zona, aunque sea restringida, de libre cambio. Los movimientos de la clase obrera, no. La fuerza de trabajo obrera
nace ya históricamente homogénea en el plano internacional y obliga al capital, a lo largo de un dilatado perÃ-odo
histórico, a homogeneizarse a su vez en igual medida. Y hoy es precisamente la unidad de movimiento de la clase
obrera a escala mundial la que impone al capital una rápida recuperación de su respuesta unitaria.
Pero esta unidad en los movimientos de la clase obrera, ¿cómo es posible captarla? Los ámbitos institucionales del
movimiento obrero dividen todo; las estructuras capitalistas unifican todo, pero en su propio exclusivo interés. Tampoco
puede someterse a una verificación empÃ-rica un acto de lucha polÃ-tica. El único modo de verificar esta unidad es
pasar a organizarÃ-a. Entonces se descubrirá que la forma nueva de la unidad de clase se halla totalmente implÃ-cita en
las nuevas formas de lucha obrera y que el nuevo terreno de éstas se halla en el escenario del capital social
internacional. En este escenario, la situación polÃ-tica obrera nunca ha sido más clara: allÃ- donde históricamente se
concentra una masa social de fuerza de trabajo industrial deviene posible descubrir a simple vista las mismas actitudes
colectivas, las mismas opciones prácticas de fondo, un tipo único de crecimiento polÃ-tico. No colaboración
programática, pasividad organizada, espera polémica, rechazo polÃ-tico, continuidad de luchas permanentes, son las
formas históricas especÃ-ficas en las que se generaliza hoy la lucha de clases obrera.
Formas transitorias de una situación transitoria, cuando los obreros ya se encuentran socialmente más allá de las
viejas organizaciones y todavÃ-a más acá de una organización nueva: en realidad, sin organización polÃ-tica, ni
reformista, ni revolucionaria. Es preciso captar a fondo y comprender en sus resultados este periodo de interregno de
la historia obrera: las consecuencias polÃ-ticas serán decisivas.
No resulta casual, como primera consecuencia, que encontremos una dificultad: la de captar los movimientos
materiales de la clase a falta de los correspondientes ámbitos institucionales, del ámbito en el que normalmente se
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expresa la conciencia de clase. De ahÃ-, el esfuerzo teórico, tremendo y más abstracto, que se nos exige, pero al
mismo tiempo también su más clara funcionalidad práctica, que nos aferra al análisis de la clase obrera
independientemente del movimiento obrero. Y como segunda consecuencia encontramos contradicciones e
incertidumbres aparentes en los movimientos de la clase. Si la clase obrera poseyese una organización polÃ-tica
revolucionaria es evidente que intentarÃ-a en todas partes instrumentalizar el punto más alto del reformismo capitalista.
El proceso de composición unitaria del capital a escala internacional puede convertirse en la base material de
recomposición polÃ-tica de la clase obrera, y en este sentido en momento estratégico positivo para la revolución,
únicamente si es acompañado por un crecimiento revolucionario, no sólo de la clase, sino de la organización de
clase. En ausencia de este elemento, la totalidad del proceso vive en función del capital, momento táctico de
estabilización unilateral del sistema y de aparente integración, en su interior, de la clase obrera en cuanto tal. La
operación histórica del capitalismo italiano, el acuerdo polÃ-tico orgánico entre católicos y socialistas, puede reabrir en
realidad un modelo clásico de proceso revolucionario, si llega a restituir a los obreros italianos un partido obrero,
obligado en lo sucesivo a oponerse directamente al sistema capitalista, en la fase de desarrollo democrático de su
dictadura de clase. Sin esta legÃ-tima restitución, el dominio de la explotación capitalista se hará provisoriamente más
sólido y los obreros serán obligados a buscar otras vÃ-as para su revolución. Si es cierto que la clase obrera impone
objetivamente opciones precisas al capital, es cierto también que el capital materializa después estas opciones en
clave anti-obrera. El capital, en este momento, se halla más organizado que la clase obrera: las opciones que ésta
impone al capital corren el riesgo de reforzarlo. De ahÃ-, el interés inmediato de la clase obrera en contrastar estas
opciones.
La perspectiva estratégica obrera es hoy tan clara que hacer pensar que tan sólo comienza ahora la estación de su
espléndida madurez. Ha descubierto o redescubierto el verdadero secreto que condenará a muerte violenta a su
enemigo de clase: la capacidad polÃ-tica de imponer hábilmente el reformismo al capital y de utilizarlo rudamente para
la revolución obrera. Sin embargo, la posición táctica actual de la clase obrera, clase sin organización de clase, es y
debe ser necesariamente menos clara e incluso, digámoslo asÃ-, más sutilmente ambigua. Se halla obligada a utilizar
todavÃ-a las contradicciones que provoca la crisis del reformismo capitalista, a exasperar los elementos que operan
como freno de su proceso de desarrollo, porque sabe, siente, que la vÃ-a libre a la operación reformista del capital, en
ausencia de una organización polÃ-tica de clase de los obreros, supone el cierre, durante un largo periodo, de todo el
proceso revolucionario, al igual que la presencia de esta organización supondrÃ-a su apertura inmediata. AsÃ-, los dos
reformismos, el del capital y el del movimiento obrero, deberán ciertamente encontrarse, pero por iniciativa
directamente obrera; cuando la iniciativa, como hoy, es toda ella capitalista, el interés obrero inmediato radica en
mantenerlos divididos. Es justo también tácticamente que se encuentren cuando tras la clase obrera existen, ya no
únicamente experiencias de lucha, sino de lucha revolucionaria y, dentro de ésta, modelos de organización alternativa.
Entonces el encuentro histórico del reformismo capitalista con el reformismo del movimiento obrero señalará
verdaderamente la apertura del proceso revolucionario. La situación de hoy no es ésta: la prepara y la precede. De
ahÃ- el apoyo estratégico por parte de la clase obrera al desarrollo genérico del capital y la oposición táctica a los
modos particulares de este desarrollo. Táctica y estrategia, hoy, en la clase obrera, se contradicen.
Se contradicen, pues, el momento polÃ-tico de la táctica y el momento teórico de la estrategia en una relación
compleja y muy mediada entre organización revolucionaria y ciencia obrera. En el plano teórico, el punto de vista
obrero hoy no debe tener lÃ-mites, no debe erigir ante sÃ- barreras, debe saltar hacia delante, superando y negando
todas las pruebas de los hechos que continuamente le son propuestas por la bellaquerÃ-a intelectual del
pequeñoburgués. Para el pensamiento obrero ha retornado el momento del descubrimiento. El tiempo de la
sistematización, de la repetición, de la vulgaridad convertida en discurso sistemático, se ha cerrado definitivamente:
lo que se precisa de nuevo, desde un principio, es una férrea lógica de parte, coraje comprometido para sÃ- e ironÃ-a
desinteresada hacia los otros. El error que hay que evitar es confundir todo esto con un programa polÃ-tico; la
tentación que debe combatirse es la de transponer de modo inmediato esta actitud teórica en la lucha polÃ-tica, lucha
articulada en virtud de precisas indicaciones de contenido, que en algunos casos llegan justamente a contradecir la
forma de las aserciones teóricas. La respuesta práctica a los problemas prácticos, de lucha inmediata, de
organización inmediata, de inmediata intervención en una situación de clase, todo esto debe medirse, desde un
punto de vista obrero, en virtud de las necesidades objetivas de desarrollo del movimiento y, sólo en segunda
instancia, verificarse en la lÃ-nea general que subjetivamente lo impone al enemigo de clase.
Pero la disociación entre teorÃ-a y polÃ-tica es únicamente la consecuencia de la contradicción entre estrategia y
táctica. Una y otra encuentran su base material en el todavÃ-a lento proceso en curso de división, primero, y de
contraposición, después, entre clase y organizaciones históricas de la clase, entre «clase obrera» y «movimiento
obrero». ¿Qué quiere decir este discurso concretamente y adonde quiere llegar? Conviene decir rápido y claro que el
objetivo que se desea alcanzar es la recomposición sólida de una relación polÃ-ticamente correcta entre ambos
momentos: no debe teorizarse ninguna división entre ellos, no debe practicarse ninguna contraposición, en ningún
punto, ni siquiera de modo provisorio. Si una parte del movimiento obrero vuelve a encontrar la vÃ-a de la revolución
señalada por la propia clase, el proceso de reunificación será más rápido, más fácil, directo y seguro; en el caso
contrario, este mismo proceso será igualmente seguro, pero menos claro, menos decidido, más largo, más dramático.
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Es fácil ver la obra de mistificación que las viejas organizaciones hacen de las nuevas luchas obreras. Resulta más
difÃ-cil captar la continua y consciente instrumentalización obrera de aquello que todavÃ-a aparece al capitalista como
el movimiento de los obreros organizados.
En particular, la clase obrera ha abandonado en manos de sus organizaciones tradicionales todos los problemas de
táctica, para reservarse una visión estratégica autónoma, libre de impedimentos y sin compromisos. De nuevo, con
este resultado provisional: una estrategia revolucionaria y una táctica reformista. Y ello aunque parezca, como de
costumbre, exactamente lo contrario. Parece que los obreros se hallen ahora en perspectiva de acuerdo con el sistema
y tan sólo ocasionalmente en fricción con el mismo: pero se trata de la apariencia «burguesa» de la relación social
capitalista. La verdad es que incluso las escaramuzas sindicales son polÃ-ticamente para los obreros ejercicios
académicos en su lucha por el poder: y como tales las asumen, las utilizan y asÃ- utilizadas, las regalan al patrón. Es
cierto que todavÃ-a vive en el mundo obrero la tesis marxista clásica: al sindicato el momento táctico, al partido el
momento estratégico. Precisamente por esto, si existe todavÃ-a una ligazón entre clase obrera y sindicato, ya no existe
la misma ligazón entre clase obrera y partido. De ahÃ- la liberación de la perspectiva estratégica de las tareas
organizativas inmediatas, la escisión transitoria entre lucha de clases y organización de clase, entre momento
permanente de la lucha y formas organizativas provisorias, consecuencia de un fracaso histórico del reformismo
socialista y premisa de un desarrollo polÃ-tico de la revolución obrera.
La atención de la investigación teórica y del trabajo práctico debe sentirse violentamente atraÃ-da por este
mecanismo de desarrollo, no ya del capitalismo sino de la revolución. No existen modelos. La historia de las
experiencias pasadas nos sirve para liberarnos de ellos. Debemos confiar todo a un nuevo tipo de previsión cientÃ-fica.
Sabemos que la totalidad del proceso de desarrollo se encarna materialmente en el nuevo nivel de las luchas obreras.
El punto de partida se halla, por consiguiente, en el descubrimiento de ciertas formas de lucha de los obreros que
provocan un cierto tipo de desarrollo capitalista que va en la dirección de la revolución. De aquÃ- pasar a articular
estas experiencias, escogiendo subjetivamente los puntos neurálgicos en los que es posible golpear la relación de
producción capitalista. Y a partir de ello, probando una y otra vez, volver a plantear el problema de cómo hacer
corresponder de modo permanente una organización nueva a estas nuevas luchas. Entonces, tal vez se descubrirá
que ya se han producido «milagros de organización» y que éstos se producen siempre en el interior de estas luchas
milagrosas de la clase obrera, que nadie conoce, que nadie quiere conocer, pero que por sÃ- solas han hecho y hacen
más historia revolucionaria que todas las revoluciones de todos los pueblos coloniales puestas juntas.
Sin embargo, este trabajo práctico, articulado en la realidad de la fábrica, para funcionar en el terreno de la relación
social de producción, tiene necesidad de ser continuamente juzgado y mediado por un nivel polÃ-tico que lo generalice.
En este escenario polÃ-tico de tipo nuevo debe investigarse y organizarse una .. nueva forma de periódico obrero: éste
no debe inmediatamente repetir y reflejar todas las experiencias particulares, sino concentrarlas en un discurso polÃ-tico
general. El periódico es en este sentido el punto de control o, mejor, de autocontrol sobre la validez estratégica de las
experiencias de lucha individuales. Se transforma drásticamente el procedimiento formal de la verificación. El discurso
polÃ-tico es el que debe verificar la corrección de las experiencias particulares: y no a la inversa. Porque el discurso
polÃ-tico es, de acuerdo con este criterio, el punto de vista total de la clase y, por consiguiente, el verdadero dato
material y el proceso real mismo. Es fácil observar cómo nos alejamos, por esta vÃ-a, de la concepción leninista del
periódico obrero: organizador colectivo a partir o en previsión de una organización bolchevique de la clase y del
partido. Objetivos para nosotros improponibles en la fase actual de la lucha de clases: cuando es preciso partir del
descubrimiento de una organización polÃ-tica, no de vanguardias avanzadas, sino de la totalidad de la masa social
compacta en que se ha convertido, en el perÃ-odo de su madurez histórica, la clase obrera: precisamente por éstos
caracteres, la única fuerza revolucionaria que controla, amenazante y terrible, el orden presente.
Nosotros lo sabemos. Y antes de nosotros lo sabÃ-a Lenin. Y antes de Lenin, Marx habÃ-a descubierto, por su propia
experiencia humana, que el punto más difÃ-cil radica en el paso a la organización. La continuidad de la lucha es simple:
los obreros tienen necesidad únicamente de sÃ- mismos y del patrón frente a ellos. La continuidad de la organización,
sin embargo, es una cosa extraña y compleja: apenas se institucionaliza en una forma es utilizada rápidamente por el
capitalismo o por el movimiento obrero en nombre del capitalismo. De ahÃ-, la rapidez con la que pasivamente los
obreros rechazan formas organizativas que apenas han conquistado. Y con la lucha permanente en la fábrica, en
formas siempre nuevas que únicamente la fantasÃ-a intelectual del trabajo productivo logra descubrir, sustituyen el
vacÃ-o burocrático de una organización polÃ-tica general. Sin que se haga general una organización polÃ-tica
directamente obrera, no se abrirá el proceso revolucionario: los obreros lo saben y por ello no los encontraréis
dispuestos hoy a cantar, en las iglesias de partido, las letanÃ-as democráticas de la revolución. La realidad de la clase
obrera se halla ligada de modo definitivo al nombre de Marx. La necesidad de su organización polÃ-tica se halla ligada
de modo igualmente definitivo al nombre de Lenin. La estrategia leninista, con un golpe magistral, llevó a Marx a
Petrogrado: únicamente el punto de vista obrero podÃ-a ser capaz de una tal audacia revolucionaria. Intentemos
efectuar el camino inverso, con el mismo espÃ-ritu cientÃ-fico de venturoso descubrimiento polÃ-tico. Lenin en Inglaterra
es la investigación de una nueva práctica marxista del partido obrero: el tema de la lucha y de la organización al más
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alto nivel de desarrollo polÃ-tico de la clase obrera. A este nivel, vale la pena convencer a Marx para que recorra de
nuevo «la misteriosa curva de la recta de Lenin».
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