Revista de Libros DOMINGO 2 DE JUNIO DE 2013 ARTES Y LETRAS E 15 Historia del dinero PÁG INA AB IE R TA ALAN PAULS EDITORIAL ANAGRAMA, BARCELONA, 2013, 208 PÁGINAS, $15.570. La columna de Óscar Hahn Shakespeare enamorado, ¿de quién? Un crítico inglés sostiene que Shakespeare tenía “una sexualidad flexible”. Sabemos que de los 154 sonetos que publicó, del número 1 al 126 están dirigidos a una figura masculina. ro 20. Parafrasear versos del Bardo en pobre prosa es un sacrilegio, pero lo voy a cometer de todos modos (mis excusas) para mayor claridad del lector. El soneto, que elogia la belleza de un joven, dice: “Tienes un rostro de mujer, pintado por la mano de la Naturaleza, amo-ama de mi pasión. Tienes un gentil corazón femenino, pero no eres voluble como las engañadoras mujeres. Tus ojos son más brillantes que los de ellas y menos recelosos, e iluminan los objetos sobre los cuales se posan. Eres un hombre en forma y figura, y tienes bajo tu control a todos los varones. Tú atraes las miradas de los hombres y embelesas el alma de las mujeres. Originalmente ibas a ser mujer, pero la Naturaleza cometió un error al crearte; y al dotarte con algo extra me fastidió, ALFREDO CACERES ¿Son biográficos los sonetos amorosos de William Shakespeare o solo son fantasías literarias? Y si reflejan su vida real, ¿qué experiencias concretas del autor describen? ¿Era heterosexual, homosexual, bisexual? Este es uno de los tantos misterios que rodean su biografía. La interrogante no se basa en una chismografía gratuita o en la tendencia farandulera de nuestros días, sino en sus propios poemas. Un crítico inglés sostiene que Shakespeare tenía “una sexualidad flexible”. Sabemos que de los 154 sonetos que publicó, del número 1 al 126 están dirigidos a una figura masculina. Del número 127 al 152 fueron inspirados por una mujer, quizás una prostituta, conocida como “the Dark Lady”. La explicación más corriente era que la voz que hablaba en los sonetos no era la de Shakespeare, sino la de un personaje inventado por él, como Hamlet o Romeo. Esto, que es entendible tratándose del teatro o de la narrativa, no lo es tanto si se aplica a la poesía lírica. Cuando en un poema se utiliza la primera persona, es muy difícil no asociarla con el autor real. El lector corriente supone que cuando Neruda dice: “Me gustas cuando callas, porque estás como ausente”, no es un personaje imaginario el que está hablando, sino el mismo Neruda. Distinto es cuando se trata de un soliloquio en el que se menciona explícitamente el nombre del sujeto que lo emite, como en los monólogos dramáticos de Browning o en el “Poema conjetural” de Borges, cuya voz lírica es la de un antepasado suyo. De los sonetos que podrían indicar una preferencia homosexual, el más citado es el que lleva el núme- al agregar una cosa más impidió que te tuviera plenamente. Y ya que te dio un pene para satisfacer a las mujeres, yo me quedo con tu amor y que ellas se queden con tu cuerpo”. Es un poema bastante complejo. El poeta le declara su amor a un doncel, que es una especie de andrógino. Es un hombre, claro, pero también tiene atributos femeninos. Para algunos, hay pasajes del soneto que podrían ser casi emblemáticos de lo que es la bisexualidad. Los investigadores piensan que el mancebo en cuestión era Henry Wriothesley, tercer conde de Southampton, que fue mecenas de Shakespeare y a quien le dedicó el poema “Venus y Adonis”. Existen varias pinturas de la época que retratan al conde. Hay una en particular que llama la atención, porque la verdad es que si no supiéramos la identidad del modelo, creeríamos que es una mujer. Esa misma ambigüedad es evidente desde el principio del soneto, cuando el poeta lo llama de manera equívoca “amo-ama de mi pasión”. Pero las interpretaciones de los especialistas están trifurcadas. Por una parte tenemos a los que piensan que el soneto 20 muestra clara y abiertamente una relación entre Shakespeare y su amante gay; por otra están los que sostienen que solo se trataría de una amistad entrañable entre varones, muy común en la época isabelina (un sentimiento semejante al que los griegos llamaban phileo), y en tercer lugar, que expresaría el amor romántico de un hombre hacia otro, pero que sería una relación platónica. Estos últimos se fundan en el verso que dice que la naturaleza “te dio un pene para satisfacer a las mujeres”. “A las mujeres”, subraya, pero no al poeta. Quizás nunca sepamos cuál de estas explicaciones es la verdadera. Lo que es indudable e irrefutable es que, cualquiera sea el tipo de amor que revelan sus estrofas, los sonetos de Shakespeare son joyas de la poesía universal. En el Cusco el Rey BARTOLOMÉ LEAL ESPORA, SANTIAGO, 2013, 348 PÁGINAS. NOVELA por José Promis LADRONES EN EL INCARIO Bajo el seudónimo de Bartolomé Leal se oculta el nombre del escritor chileno José Leal Rodríguez, nacido en Santiago en 1946, columnista del periódico Opinión de Cochabamba y autor de numerosos relatos de corte policial, de los que recuerdo dos: Linchamiento de negro (1994) y Morir en La Paz (2003). Escribiendo asimismo a cuatro manos ha publicado con Eugenio Díaz Leighton varias novelas firmadas con el seudónimo de Mauro Yberra: La que murió en Papudo (1993), ¡Mataron al Don Juan de Cachagua! (1999) o Ahumada Blues (2002). Pero el libro que comento ahora pertenece solamente al primero. En el Cusco el Rey apareció originalmende la te en Cochabamba en 2007 y este año ha sido reeditado en Chile con un prólogo de Ramón Díaz Eterovic. Feliz circunstancia que despertará el entusiasmo de muchos adeptos a la nueva novela policial latinoamericana: es un relato que satisface con creces las exigencias narrativas de este género en lo que al desarrollo de la acción se refiere, a la vez que también reacciona contra sus frecuentes atmósferas opresivas y sus desencantados detectives arquetípicos. En el Cusco el Rey responde, por el contrario, a las notas de identidad y renovación que Leal y Díaz Leighton habían ensayado antes en sus novelas a cuatro manos y que diseñaron a dúo en el encuentro de novela policial que tuvo lugar en Santiago en el 2002. situaciones y atar cabos sueltos, para terminar cerrándolo con los avatares de la persecución que lleva a cabo, acompañado de dos novicios jesuitas, con el objeto de capturar al único delincuente que ha conseguido huir hacia La Paz con las pinturas robadas. Los méritos que exhibe la novela de Bartolomé Leal no nacen, pues, ni de la complejidad de la trama ni del carácter engañoso de sus supuestas evidencias. En esta novela el lector no es enfrentado a situaciones ciegas o a personajes de ambiguo comportamiento con el propósito de manipular su credibilidad o su buena fe. no nacen ni de la complejidad El motivo del inevitable castigo del crimen cumple trama ni del carácter engañoso de sus objetivos más trascendensupuestas evidencias. tes que despertar la admiración por la destreza o el ingenio del sabueso. El relato que escribe para desentrañar el misterio. Sus pesquiJosé Leal Cocharcas quiere abrir los ojos sas se centran principalmente en esta del lector al mundo andino que rodea el ciudad y en el pueblo cercano de Andadesarrollo de la intriga, es decir, a las huaylillas, cuya parroquia es conocida condiciones de vida y a los dramas de los como la Capilla Sixtina del Ande. La inseres humanos que lo habitan, blancos, vestigación no ofrece mayores complicaindios y mestizos; a su belleza natural, a ciones. José descubre muy pronto que una los avatares de su historia y, sobre todo, a banda de malandrines se dedica a suplanla híbrida riqueza de su arte y de su cultutar cuadros religiosos coloniales con cora coloniales. Y lo consigue a cabalidad. pias de excelente factura artística para Sin duda alguna, En el Cusco el Rey no luego vender los originales en el mercado negro. De igual manera, la identidad de los sólo constituye uno de los mejores ejemplos del neo-policial latinoamericano. Es integrantes de la banda queda prácticatambién una meritoria novela sin apellidos mente establecida al promediar la mitad ni etiquetas, bien construida, interesante y de la narración. José dedica, pues, la entretenida. segunda mitad de su texto a redondear En el Cusco el Rey desarrolla una intriga ingeniosa y atractiva que podríamos caracterizar como lineal, sencilla y de ritmo ágil y envolvente. Su protagonista y después redactor de las peripecias vividas, el limeño José Leal Cocharcas, profesor e investigador de arte andino, recibe una llamada de auxilio de su amigo Doménico Giglio, sacerdote franciscano del Cusco, a causa de las frecuentes desapariciones de pinturas coloniales que se han descubierto en los templos y conventos de la ciudad imperial de los incas. José parte al Cusco Los méritos que exhibe la novela de Bartolomé Leal EN 20 0 PA L ABRAS LA SOMBRA DEL GIGANTE ORSON SCOTT CARD TRAD. DE RAFAEL MARÍN T. EDICIONES B, BARCELONA, 2012, 353 PÁGINAS, $ 7.500. NOVELA AUTOR ARGUMENTO JUICIO Orson Scott Card (1951) es uno de los nombres más importantes de la literatura de ciencia ficción anglosajona. La saga de Ender es una obra ineludible del género. El juego de Ender obtuvo los premios Nebula (1985) y Hugo (1986). Con su secuela, La voz de los muertos, repitió la hazaña. Le siguieron Ender, el Xenocida e Hijos de la mente. Luego inició una nueva saga paralela a la de Ender. Gracias a Ender y sus compañeros de la Escuela de Batalla, la Tierra ha logrado derrotar a los Insectores, la temible raza de alienígenas telépatas que intentó destruir a la Humanidad. Pero Bean, lugarteniente y mejor amigo de Ender, está muriendo. Precisamente cuando Peter, el hermano de Ender —junto a los niños de la Escuela— intenta crear un gobierno mundial que imponga la paz. La sombra del gigante es el cuarto título de la saga centrada en Bean —paralela a la de Ender—, precedido por La sombra de Ender (1999), La sombra del Hegemón (2001) y Marionetas de la Sombra (2002). Una historia que mantiene la complejidad de las anteriores, pero que se enfoca en la humanidad de su protagonista. Su éxito se prolongó con Sombras en fuga (2012). | Alberto Rojas por Camilo Marks EL GOCE MASOQUISTA DE LA RUINA hipótesis sobre el destino de esa plata Cuando una obra o el conjunto de una ilegal se disparan: ¿era un soborno, un carrera literaria vienen precedidos por compromiso con los dirigentes sindicales salvas de aplausos, estruendosas aclamao se trataba de financiar la feroz repreciones, gozosos cánticos de la crítica, es sión que se desencadenaría sobre el inevitable esperar textos sobresalientes. O, movimiento obrero para diezmarlo? por el contrario, tal como están las cosas, En todo caso, a Pauls no le interesan también resulta legítimo abrigar sospechas las grandes o pequeñas tragedias con y poner en cuestión la seriedad de quienes repercusiones sociales, sino el destino de se suman a tanta alabanza. Porque a estas un héroe que, desde la infancia a la maalturas a nadie le caben dudas de que durez, está obsesionado por el papel que muchos comentaristas podrían trabajar de las transacciones monetarias juegan acuerdo con las editoriales y, si no es así, dentro de su vida. Los billetes van campasan por una fase en la que encuentran biando de mano en mano y revelan las todo bueno o excelente. Sea como fuere, el argentino Alan Pauls (1959) ha sido trata- vicisitudes familiares del innominado protagonista: su padre es un especulador do por sus colegas como “inigualable, y, a la vez, ludópata compulsivo que pasa único, excepcional” (Vila-Matas) y en noches enteras en casinos, derrochando el cuanto a las reseñas provenientes de su patrimonio familiar a manos llenas o país y del resto del mundo, los columnistas exhibiendo fajos de libras, marcos, francompiten en extáticos arrebatos: “una cos suizos y toda clase de denominaciones escritura inquietante… con unas claves monetarias que provienen de su trabajo políticas y morales sobrecogedoras”, en una agencia de viajes. Y la madre, que “rabiosamente contemporánea”, “plástico, vuelve a casarse, dilapida la fortuna que irónico, genial”, etc. hereda en compras injustificadas, negoLa mayoría de estas citas provienen de reacciones frente a su premiada novela El pasado, una historia interminable, con que no va a ninguna parte y demanda esfuerzos sin repercusiones sociales, sino el destino recompensa. El resto se refiere a la trilogía sobre los de un héroe que, desde la infancia a la años 70 en la nación tramadurez, está obsesionado por el sandina, que comenzó con papel que las transacciones monetarias Historia del llanto, tuvo su juegan dentro de su vida. continuación en Historia del pelo y ahora culmina con Historia del dinero. La verdad es que cios absurdos y una casa veraniega que se amplía sin medida y se traga lo que resta en ninguna de ellas Pauls demuestra un de los bienes que deberían haber pasado ápice del talento que se le atribuye, al al hijo. insistir en la repetición de recursos que Lo mejor de Historia del dinero reside agotan desde la primera a la última página en la descripción de este frenesí del y que se traducen en una prosa sobrecargada, tan circular que se hace difícil creer- dispendio, este delirio de la prodigalidad que no tiene principio, fin ni tampoco lo; mal que mal, el autor es inteligente y, fundamento alguno; es, en última instansin embargo, se muestra incapaz de darse cia, el goce masoquista de la ruina, la cuenta de que escribir en forma sencilla o medianamente accesible no es sinónimo de imprevisión y el fracaso. Si el relato no estuviese compuesto en escribir mal, sino de cierta consideración hacia el lector. Tanto es así que uno llega a una sintaxis enrevesada, dislocada e incoherente y si los personajes hubieran preguntarse si Pauls, en realidad, piensa del mismo modo pomposo que refleja en su sido seres de carne y hueso y no entes abstractos que se debaten entre frases estilo, donde la naturalidad parece pecado que deben seguirse de atrás para adelanmortal. te, o sobre las que hay que volver muchas Historia del dinero transcurre alterveces para entender el sentido, tal vez nadamente en Mar del Plata y Buenos estaríamos frente a una metáfora de lo Aires, centrándose en un episodio que que, en el presente, es el caos que prevaparece accidente, aunque podría ser una lece en el país vecino. conspiración: un alto ejecutivo de la Definitivamente, este narrador ve la industria siderúrgica muere al caer en el realidad con los ojos nublados de una delta del Tigre el helicóptero que lo facundia que para muchos es fascinante; conducía a la fábrica. Los buzos de la por desgracia, esa visión se distorsiona en Prefectura encuentran el cadáver, el una catarata de palabras que terminan artefacto aéreo y los efectos personales por ser ininteligibles. del occiso, menos la maleta repleta de dólares que portaba consigo. Nunca se Comente en: blogs.elmercurio.com/cultura sabrá si fue desperfecto o atentado y las A Pauls no le interesan las grandes o pequeñas tragedias D I AR I O D E L ECT UR A por Roberto Merino Repeticiones Sería entretenido hacer un recuento de los sinónimos y expresiones sustitutas que se utilizan en los textos para eludir las repeticiones de palabras. En los talleres de redacción y en la prensa, este escrúpulo tiene carácter normativo. Lo curioso es que no está muy claro por qué uno no debería emplear dos o tres veces una misma palabra en el curso de un párrafo. ¿Por cumplir con el criterio de la eufonía? ¿Por hacerle una venia a la superstición de la riqueza de la lengua? No lo sé, pero ya ven: puse utilizar y después emplear. Bioy Casares, en el prólogo a su Diccionario del argentino exquisito, da algunos ejemplos de los esfuerzos verbales que ha merecido la necesidad de no insistir en el nombre de Homero: bardo ciego, padre de la épica, autor de la Ilíada, rapsoda numeroso, ocasional dormilón. “El culto de la riqueza de vocabulario —argumenta— va acompañado por el temor, generalmente ridículo, de repetir palabras. En trance de evitar repeticiones sometemos al lector a un régimen de sobresaltos, como si destapáramos monigotes de resorte”. Este es el motivo por el cual los médicos son también facultativos o galenos y a los perros se les llama ejemplares y colegiados a los abogados, tal como se habla de instituto emisor por no decir Banco Central y de cuadro albo para no repetir Colo Colo. En los relatos de fútbol, a propósito —género de barrocas elevaciones— se cambian las palabras con demasiada frecuencia. El antiguo precalentamiento se ha convertido hoy en ejercicios precom- petitivos. El lineman de antes, que después fue guardalíneas, es hoy juez asistente. Recuerdo que de niño me molestaba mucho —quizás porque estaba en la etapa inicial de la relación entre las palabras y las cosas— cuando alguien llamaba a algún objeto de un modo distinto al que yo había aprendido: lentes por anteojos, correa por cinturón, cotona por overol, ave por pollo, cuarto por pieza, cena por comida. Me pregunto cómo habría que llamar a Mario Levrero para no repetir su nombre: ¿el genial escritor uruguayo, el quietista charrúa o —de manera alevosa— el Kafka del Plata? Como fuere, el hecho es que Levrero hace observaciones interesantes sobre el tema: dice que si en un texto ha escrito cuatro veces la palabra casa y luego pone la palabra morada, significa que la cosa está “de décima”; o sea, muy mal. A su modo de ver, “el uso de sinónimos para encubrir la falta de elaboración es la máxima torpeza”. Esto está en Conversaciones con Mario Levrero, de Pablo Silva Olazábal, un libro que hace pensar, al repaso de las páginas: por fin aparece algo donde se habla de la literatura desde la experiencia de quien la escribe. El libro fue inicialmente publicado en Uruguay, y hoy lo reedita Mansalva en Argentina. La edición chilena es de Lolita Editores, e incluye textos muy aclaradores de Álvaro Matus y de Ignacio Echevarría. Comente en: blogs.elmercurio.com/cultura