á VOCES Á á El resplandor de la gracia El comité organizador del XII Festival Internacional de Poesía de Granada, que preside el admirable poeta granadino y nacional Francisco de Asís Fernández (“Chichi”), informó el miércoles de esta semana que ese gran evento cultural anual se realizará en la semana del 14 al 20 de febrero entrante. El Festival Internacional de Poesía de Granada, que ya es patrimonio cultural de Granada, Nicaragua y el mundo, se celebrará este año “en el marco del centenario del paso a la inmortalidad de Rubén Darío, en homenaje al poeta (nicaragüense) Ernesto Mejía Sánchez y en memoria al poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón”. De Ernesto Mejía Sánchez (nacido en Masaya el 6 de julio de 1923 y fallecido en Mérida, Yucatán, el 1 de noviembre de 1985) dice Jorge Eduardo Arellano en su Diccionario de Autores Centroamericanos, que fue “quizás el hombre de letras más completo de Nicaragua”. Pero además proyectó “una dimensión política efectiva que va desde el testimonio de la lucha de su pueblo por su liberación política, hasta el cuestionamiento de los regímenes totalitarios, confirmando la libertad creadora más allá de las ideologías y defendiendo siempre lo humano”. Por otra parte, el poeta y ensayista guatemalteco Luis Cardoza y Aragón (1901-1992) es considerado “uno de los intelectuales más importantes del siglo XX en Guatemala”. Comprometido con la lucha revolucionaria en su país, Cardoza trascendió la estrecha dimensión de la política y, como lo reconociera Octavio Paz, se le oyó “defender a la poesía no como una actividad al servicio de la revolución, sino como la expresión de la perpetua subversión humana”. Es, pues, a dos grandes exponentes del talento y la creación literaria en Centroamérica que el XII Festival Internacional de Poesía de Granada rendirá homenaje, en el contexto majestuoso de la celebración del centenario de la muerte de Rubén Darío. Este festival internacional de poesía, que de manera exitosa se ha celebrado ya durante 11 años continuos, le ha dado a la ciudad de Granada una gran honra cultural pero también ha hecho y sigue haciendo una significativa contribución a su desarrollo turístico y progreso económico. Y de la misma manera prestigia a Nicaragua y hace más meritorio su orgullo de ser la cuna de Rubén Darío. Por todo eso y más el Festival Internacional de Poesía de Granada merece el apoyo que le brindan la sociedad granadina, la intelectualidad nacional, la empresa privada y la comunidad internacional por medio de España y la Unión Europea. Pero también y ante todo el Festival debe ser apoyado por las autoridades de gobierno, tanto las municipales como las nacionales. De allí que haya sido muy penosa y lamentable, la ausencia absoluta en la conferencia de prensa del martes pasado —en la cual se anunció la celebración del Festival y se dio a conocer su programa de eventos—, de las autoridades municipales y representantes de las instituciones pertinentes del gobierno nacional. Esperamos que estas autoridades rectifiquen, que sean iluminadas por “el esplendor de la gracia” que emana de los poetas y de la poesía, según dijera Ernesto Mejía Sánchez, y cumplan su deber de respaldar sin mezquindad de ninguna clase el XII Festival Internacional de Poesía de Granada. é ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! uando el Señor Jesucristo se encontró con la mujer samaritana en el pozo de la ciudad de Sicar, justo al mediodía, Él tenía un objetivo específico con ella, anunciarle la Buena Nueva de Salvación e invitarla a disfrutar de ella. “El agua que yo le daré se convertirá en él en un chorro que salta hasta la vida eterna”, dijo Jesús a aquella mujer. El Hijo Único de Dios vino a revelar y cumplir con el propósito del Padre para la humanidad. Jesús implantó el Reino de Dios en la tierra, reservado para aquellos que lo reconozcan como su Salvador. En su paso por la tierra trajo sanación, liberación y salvación. Este propósito se hace vivo en la vida de la persona, cuando conoce de Él y le entrega su vida. Como la samaritana habemos muchos en el mundo, que en su momento tuvimos una vida complicada, alejada de la voluntad y de los planes de Dios, tiempos donde seguramente cometimos grandes errores y no tuvimos la voluntad de reconocerlos, pero al encontrarnos con ese mismo hombre maravilloso con el que se encontró también aquella mujer de Samaria, nuestra vida dio un giro, apartándose de aquellos tiempo de oscuridad y maldad, para disfrutar del reinado de Jesús. Cuando una humanidad perdida, enferma y oprimida por la oscuridad del pecado se encuentra con ese hombre que irradia C Los caballos de Aquiles n la columna de la semana pasada, Dolón el infiltrado, mencioné a los caballos de Aquiles. Aquiles era un semidiós, un héroe, como se llamaba a los hijos de un dios o diosa y una persona humana y mortal. La diferencia entre los dioses y los héroes es que los primeros son inmortales y los segundos mueren. Pero a Aquiles solo podía morir si era herido en el único punto vulnerable de su cuerpo, que era el talón derecho. Cuando Aquiles fue con sus mirmidones (hombres hormiga) a la guerra de Troya llevó a sus dos caballo inmortales: Janto y Balio. Los caballos de Aquiles eran inmortales porque habían sido engendrados por Céfiro, dios del viento, y concebidos y paridos por la harpía Podarga. Zeus obsequió esos caballos al mortal Peleo, padre de Aquiles, como regalo de bodas, cuando se casó con la diosa marina Tetis. Y algún tiempo después Peleo se los dio a Aquiles. En la Guerra de Troya, cuando Patroclo enfrenta al jefe militar troyano Héctor en combate personal, haciéndose pasar por Aquiles, no solo viste la armadura y el casco del héroe sino que también usa sus armas y el carro de combate que era tirado por los caballos inmortales Janto y Balio. Héctor mata a Patroclo creyendo que mataba a Aquiles y en ese momento Janto y Balio lloran por no haber podido salvar al amigo íntimo de su amo. Entonces, Aquiles, furioso y adolorido por la muerte de su entrañable amigo, va en busca de Héctor para matarlo en combate. Pero antes reprocha a sus caballos que no impidieron la muerte de Patroclo. Según relata Homero en el Canto XIX de La Ilíada, Aquiles dijo a los caballos: —¡Janto y Balio, ilustres hijos de Podarga! Cuidad de traer salvo al que hoy os guía, cuando nos hayamos saciado de combatir, y no le dejéis muerto allá como a Patroclo. Janto y Balio no podían hablar. Eran caballos divinos pero no tenían la facultad de la palabra, que es propia de los dioses y las criaturas humanas. Sin embargo, la diosa Hera, esposa de Zeus, dotó de voz a Janto y el caballo divino dijo a Aquiles que no fue por culpa de ellos que murió Patroclo, sino porque así lo habían dispuesto los dioses. Pero además Janto le predice a Aquiles que él también va a morir, diciéndole: —Hoy te salvaremos, impetuoso Aquiles… pero también tú estás condenado a sucumbir a manos de un dios y de un hombre”. Y cuando terminó de decir estas palabras, las Erinias (diosas de la venganza) le cortaron la voz a Janto. Sigue relatando Homero que Aquiles se indigna ante lo dicho por su caballo inmortal y le reclama: —¡Janto! ¿Por qué me vaticinas la muerte? Ninguna necesidad tienes de hacerlo. Ya sé que mi destino es perecer aquí, lejos de mi padre y de mi madre; mas con todo eso, no he de descansar hasta que harte de combate a los troyanos. Y dicho eso Aquiles conduce a sus caballos inmortales a las primeras filas del combate. Hay un hermoso poema del gran poeta griego Constantino Cavafis (1863-1933), titulado precisamente Los caballos de Aquiles, que copio aquí para que lo disfruten: “Cuando vieron muerto a Patroclo, que era tan valeroso, y fuerte, y joven, los caballos de Aquiles comenzaron a llorar; sus naturalezas inmortales se indignaban por esta obra de la muerte que contemplaban. Sacudían sus cabezas y agitaban sus largas crines, golpeaban la tierra con las patas, y lloraban a Patroclo al que sentían inanimado —destruido— una carne ahora mísera —su espíritu desaparecido— indefenso —sin aliento— devuelto desde la vida a la gran Nada. Las lágrimas vio Zeus de los inmortales caballos y apenose. ‘En las bodas de Peleo’ dijo ‘no debí así irreflexivamente actuar; ¡mejor que no os hubiéramos dado caballos míos desdichados! Qué buscabais allí abajo entre la mísera humanidad que es juego del destino. A vosotros que no la muerte acecha, ni la vejez y efímeras desgracias os atormentan. En sus padecimientos os mezclaron los humanos’. Pero sus lágrimas seguían derramando los dos nobles animales por la desgracia sin fin de la muerte”. E misericordia, amor y perdón, no le queda más que reaccionar con el mismo amor y entusiasmo con el que reaccionó la mujer samaritana, pues al descubrir a Jesús como su Señor, anunció a todo el pueblo que el Mesías había llegado. “Muchos samaritanos, de aquel pueblo, creyeron en él por las palabras de la mujer”. Juan 4: 39. El caso de la samaritana nos ilustra el papel que nos corresponde como cristianos, necesitamos dar a conocer a aquel hombre divino que vino a entregarnos la salvación. Ha llegado el momento en nuestras vidas en el cual no podemos seguir callando, si la salvación a llegado a nuestra vida y a nuestra casa, debemos anunciar, como la samaritana, que Jesús vive y quiere acogerlos con su amor. Los laicos no podemos seguir reservándonos el mensaje de Jesús, es momento que asumamos el compromiso y colaboremos, junto a los líderes de la iglesia, en anunciar que el reino de Dios se puede vivir en esta tierra cuando hacemos con amor la voluntad del Padre. Eso es evangelizar, es llevar la salvación y el reinado de Jesús, donde no se le conoce. Evangelizar es comunicarle al mundo con amor, fe y esperanza que deben dejar su vida pasada, renunciar a todos los errores que los han alejado de Dios. Evangelizar es hablar con la verdad y decir que Dios es amor y siempre está dispuesto a perdonarnos, sin importar cuál ha sido nuestro error. Evangelizar es presentar a Jesucristo como la única solución a nuestros problemas, como la luz que nos permite ver con claridad el camino que debemos seguir. Evangelizar es proclamar la fe en Jesús, para provocar fe en los que no le conocen. Los laicos debemos avivar en nuestro interior el deseo de hablar de Jesús con pasión y constancia, no podemos seguir sentados en la banca de la iglesia, en cambio, nuestro trabajo debe ser colaborar y apoyar a la iglesia en la obra de la evangelización. Mi oración por nuestro pueblo es que en la medida que más nos acerquemos al camino de Jesucristo, también podamos decir como Pablo: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! Ó Ú Á