¿Una grieta en la filosofía moral de Kant?

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NOTAS Y DISCUSIONES
¿Una grieta en la filosofía moral de Kant? (A propósito del imperativo categórico como mandato divino)
JOSÉ MANUEL PAVEA MÁRQUEZ Universidad de Sevilla
El problema del bien supremo en Kant ce de la alquimia filosófica: la necesidad
d e s e m p e ñ a u n i m p o r t a n t e p a p e l d e n t r o q u e t e n e m o s d e c o m p r e n d e r -a u n q u e
de la justificación de su filosofía moral. sea mínimamente- aquello que somos
El formalismo kantiano, su versión del y hacemos. Y Kant, como nosotros,
imperativo categórico como universali- también era humano; tras la sólida ar
zación de la conducta moral, parece in- quitectura conceptual con la que trazó
suficiente a la hora de afrontar no sólo su sistema filosófico, seguía estando el
el problema ético del discernimiento, hombre, y, por tanto, esa imperiosa ne
sino también el problema de la realiza- cesidad de justificar la propia vida. Y
bilidad del proyecto ético, de su ejecu- eso fue lo que escondía su afán de ela
ción. La reformulación del imperativo borar un proyecto ético coherente.
categórico, a la manera (gleich als) de Pero si irrenunciable es la compren
mandato divino, nos exige una reflexión sión del sentido de lo que queremos y
sobre su génesis y alcance en el proyec- hacemos, igualmente lo será, para Kant,
to kantiano de una moral fundada sólo tanto la aspiración humana a la felici
en la pura razón. dad -i n d e p e n d i e n t e m e n t e d e c u á l s e a
s u c o n t e n i d o -, c u a n t o l a n e c e s i d a d d e
* * * conducirnos mediante fines.' Y Kant,
nuevamente, sigue siendo un hombre y,
J u s t i f i c a r l a p r o p i a v i d a, querer aquello por tanto, no puede renunciar a la feli
que hacemos, y comprender el sentido cidad ni a la exigencia de fines prácticos
de lo hecho, tal vez aquí se encierre el para la conducta. Claro que, en su pre
más profundo significado de la libertad. tensión de dar cumplimiento al impera
Porque estamos acostumbrados, quizás tivo de la Aufklürung de servirse de la
por deformación profesional, a vislum- propia razón,z así como de atreverse a
tirar los problemas filosóficos con la caminar y valerse por sí mismo, sin la
frialdad analítica y diseccionadora que ayuda de nadie, sin amuletos ni mule
igualmente emplearíamos al desmontar tas, tampoco podía hacer depender el
un artilugio mecánico, seguramente ha- universo moral de una dama tan capri
bremos imaginado al filósofo de Kó- chosa, cambiante3 y seductora como la
nigsberg en su «laboratorio», puliendo felicidad. A la vez que abrir la puerta a
conceptos, realizando mezclas cuidado- la felicidad en el terreno moral4 implica
sas, separando y distinguiendo para ba dejar pasar elementos empíricos he
ofrecernos un producto filosófico depu- terónomos en la determinación del
rado. El formalismo kantiano, su rigo- obrar, cuando lo que se pretende es,
r i s m o y e s c r u p u l o s i d a d m o r a l , d e l q u e j u s t a m e n t e , h u i r d e toda heteronomía,
tanto se ha hablado, tal vez ha tejido un ser uno mismo en el sentido de ser «ra
`velo de ignorancia' que, en su idealidad, cionalmente autónomos». Pero con este
ha ocultado el fondo, el verdadero artífi- p o r t a z o , l a f e l i c i d a d n o e s e x p u l s a d a d e l
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ámbito moral, antes al contrario, la feli- tegórico; y difícil, porque se presenta
cidad y sus nupcias con la moralidad como una tarea escabrosa para un cora
propician ese enlace perfecto entre el zón en el que existe una mezcla de bien
reino de la naturaleza y el reino de la y de mal. Por esta razón, Kant no duda
libertad, enlace que Kant no duda en rá en llegar a la conclusión de que es
considerar como el bien supremo, y que necesario que la voluntad quiera como
s e r á e l o b j e t o y m e t a final de la razón querría un ser moralmente irreprochable,
práctica pura, y, por tanto, el objeto úl- o, como dirá el propio Kant: lograr el
timo de toda conducta.' máximo bien posible, que es para mí el
Nunca exageraremos al destacar la objeto último de toda conducta, no será
importancia del bien supremo en la filo- posible a menos que mi voluntad llegue
sofía moral de Kant. En primer lugar, si a coincidir con la de un autor santo y
aquél fuera sólo una quimera, toda es- bondadoso del mundo.'° Expresado en
peranza utópica de lograr un progreso otros términos, será necesario que nues
moral en la historia sería vana por im- tra voluntad adopte «el punto de vista»
posible .6 Pero la idea del bien supremo de un ser absolutamente bueno, porque,
no sólo colma una aspiración utópica para no errar en la moralidad de nues
de la humanidad en su conjunto, sino tra acción, no bastará que podamos
que también proporciona un punto de universalizar nuestra voluntad, ni que
referencia de la unión de todos los fi- desliguemos nuestra acción de toda ins
nes,' lo cual, a su vez, satisface la ne- trumentalzación de nuestra persona o
c e s i d a d s u b j e t i v a d e o b r a r c o n s e n o - de la de cualquier hombre. En efecto, el
do,e pues sin relación de fin la voluntad imperativo categórico nos dicta la pauta
del hombre es incapaz de autodetermi- de cómo debemos obrar. Pero no sólo es
narse.9 importante saber cómo obrar, sino eje
Pero es a partir del reconocimiento cutar la acción, y más aún; no errar en
d e l a i m p o r t a n c i a y d e l a n e c e s i d a d d e e l m ó v i l -p u e s s ó l o d e a q u í p u e d e p r o
postular la aspiración a conquistar ese ceder la depravación de la voluntad o
m a x i m u m d e f e l i c i d a d y m o r a l i d a d , p e r - d e l c o r a z ó n -, " y p a r a e l l o e s p r e c i s o
fectamente enlazados, y que Kant lla- que nuestra voluntad, en un esfuerzo de
maná bien supremo, cuando el proyecto imaginación ética, sea capaz de querer
de una (filosofía) moral autónoma em- como si fuéramos Dios; querer como si
pieza a plantear serios problemas. Y lo ordenado por nuestra propia razón
Kant, por supuesto, es el primero en fuera ordenado por un ser santo y bon
darse cuenta de que el sueño de una ín- lodoso del mundo. Y, en este contexto
sola moral, en la que el sujeto conserva es, precisamente, en el que surge la re
toda su autonomía no es tan fácilmente formulación o la reconsideración del
realizable. Kant conoce bien el corazón imperativo categórico como mandato di
del hombre, conoce su inestabilidad y vino.'2 Pero, a nuestro juicio, el trata
sabe que es imprevisible lo que hará. miento del imperativo categórico como
Por consiguiente Kant quiere garantizar mandato divino persigue en Kant dos
a l m á x i m o l a r e a l i z a b i l i d a d d e l i m p e r a - objetivos: por una parte, garantizar la
tivo categórico, sin el que no hay mora- moralidad de nuestras acciones, aseme
lidad posible. El problema de fondo es, fiando nuestra voluntad a la de un ser
pues, sencillo y difícil a un tiempo; sen- absolutamente bueno (así aparece en la
cipo porque lo que debe hacerse ya lo Kritik der praktischen Vernunft (KpV) y
sabemos: obrar lo más ajustadamente en las Lecciones de Ética); por otra, ga
posíble a lo que dicta el imperativo ca- rantízar la realizabilidad o ejeeutabili
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dad del imperativo moral (Ak., vol. VI, esfuerza una y otra vez en subrayar que
p p . 4 3 8 -4 4 0 ; O p u s p o s t u m u m , p . 5 9 1 ) . D i o s n o e s u n a s u b s t a n c i a e x t e r i o r a m í
Así pues, Kant, que quiere curarse en (sino que se trata de un Deus in nobis,'6
salud, ha delimitado tajantemente el cuya realidad es sólo práctica), aun
plano del discernimiento y el de la ejecu- siendo todo ello así, Kant ha iniciado
ción,'3 distinguiendo lo que es pauta y lo un camino sin retorno, en cuyo desplie
gue es móvil. Pero tal distinción, que gue acabará reconociendo, coherente
teóricamente no puede ser más nítida, mente con sus propias tesis, que la Mo
en la práctica concreta, en la vida real, ral se abre ineludiblemente a la Reli
q u e e s d o n d e r e a l m e n t e n o s e n f r e n t a - gión. " La Moral -a t r a v é s d e l a n e c e s i
mos ante la necesidad de tomar decisio- dad de un concepto como el del bien
n e s e n u n s e n t i d o o e n o t r o , t a l j o r i s m ó s s u p r e m o - termina engendrando a
no resulta tan claro, pues el propio aquélla;'8 la Religión no es el fundamen
Kant está admitiendo, de algún modo, to de la Moral, sino al revés, pero esto
que el límite entre la pauta-d i s c e r - n o d e b e s e r , a n u e s t r o j u i c i o , n i n g ú n
n i m i e n t o y e l m ó v i l -e j e c u c i ó n n o e s u n c o n s u e l o p a r a u n a M o r a l q u e a s p i r a a l a
territorio p e r f e c t a m e n t e c e r c a d o , s i n o a u t o n o m í a y q u e , s i n e m b a r g o , d e s p u é s
m á s b i e n r e s b a l a d i z o , e n l o q u e a t a ñ e a l d e c r e a r -postular a Dios no puede pres
papel que en tales ámbitos jugaría un cindir de él, no ya sólo en el terreno del
Dios postulado sólo a efectos prácticos, discernimiento (aunque Kant no lo
con independencia de su existencia. En aceptaría o se resistiría a ello), sino
efecto, el imperativo categórico como también en el plano de la ejecución.
mandato divino presenta también ese Porque resulta que aunque Dios no sea
rostro de Jano que mira en dos direc- más que una ficción práctica, si el impe
ciones: por una parte viene a completar rativo categórico a la manera de (gleich
o a r e l l e n a r e l f o r m a l i s m o d e u n a v o l u n - a l s ) m a n d a t o d i v i n o c o b r a u n p a p e l tan
tad universalizable, al ponernos en la te- importante y, extrañamente tan silen
situra de cuestionarnos si tal conducta ciado- en el proyecto ético kantiano,
sería querida por una voluntad absolu- me atrevería a sugerir si no es ésta una
tameme buena y bondadosa'4 (mandato grieta necesaria y profunda, en su siste
divino). Pero, por otra parte, nos obliga ma moral, consecuencia, sin duda, de la
a acatar la ley moral como inviolable coherencia y radicalidad con la que ha
(mandato divino). 15 desplegado su pensamiento, evidencian
P o r t o d o e l l o , a u n c u a n d o K a n t n o s d o l o s p r o b l e m a s -y e s t a s e r í a l a g r a n
advierta de que Dios, cuya necesidad deza de Kant- con los que acaba to
práctica en la filosofía moral lcantiana pándose la razón pura práctica cuando
entendemos ahora perfectamente, es un al querer valerse sólo de sí misma, fiel
postulado de la razón pura práctica; al lema de la Aufldárurtg, termina re
aun cuando Kant, con una insistencia nunciando a todo lo que no es ella; es
que se nos muestra ahora diáfana, se decir, a todo, salvo a sus ficciones.
NOTAS
1. Edición de la Akademia (Ak.), vol. VI, p, 4, pues, como el propio Kant advierte, en determina
2. Ak., VIII, 35. das ocasiones, hasta puede ser un deber cuidar de
3 . E n t a n t o i d e a l d e l a i m a g i n a c i ó n . Cf. Ak., IV, la propia felicidad, precisamente para no poner en
418. peligro el deber. Cf. Ak, V, 93.
4. Por lo que respecta a su fundamentación, 5. Ak., V, 129.
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6. Sobre el concepto de bien supremo y su ra (Santiago de Compostela), 7, 145-158 (1988),
i m p o r t a n c i a e n l a f i l o s o f í a k a n t i a n a d e l a h i s t o r i a , 1 5 5 -157.
cf. R. Rodríguez Aramayo: «El bien supremo y 14. Vendría, así, a colaborar en esa int r o s p e c
sus postulados (Del formalismo ético a la fe ratio- ción o vigilancia moralis de nuestros actos, para
nal)», Revista de Filosoffa (Madrid), 7, 87-118 velar por la pureza moral. Cf. Lecciones op. cit.,
(1984), 112-115. p. 165, Ak., XXVILI, 348.
7. Ak., VI, 5. 15. Un texto esclarecedor en extremo podría ser
8. O, como dirá Kant, «[ ] esta idea (considera- é s t e , y q u e l e e m o s e n s u O p u s p o s t u m u m : « E l i m da prácticamente) no es vacía, pues pone remedio perativo categórico representa todos los deberes del
a nuestra natural necesidad de pensar en algún fin hombre como mandatos divinos, no históricamen
último que pueda ser justificado por la Razón para te; no como si hubiera alguna vez ordenado ciertos
todo nuestro hacer y dejar tomado en su todo, ne- mandatos a los hombres, sino tal como la razón
c e s i d a d q u e d e o t r o m o d o s e r í a u n o b s t á c u l o p a r a -e n v i r t u d d e l p o d e r s u p r e m o d e l i m p e r a t i v o c a t e
la decisión moral». Cf. I. Kant: La Religión dentro de górico, como si se tratara de una persona divina
los limites de la mera Razón, F. Martínez Marzoa pueda prescribírselos a sí misma para someter
(ed.), Madrid, Alianza Editorial, p. 21 (el subrayado se estrictamente a aquel». Ibid., p. 591, Ak., XXII,
es nuestro); Ak., VI, 5. 52. Cf. un poco más adelante, Ibid., p. 594, Ak.,
9. Ak VI, 4. XXII, 53.
10. AL, V, 129. 16. Cf. Opus postumum, p. 615, Ak., XXII, 130.
11. Cf. LKant: Lecciones de Ética, R. Rodríguez Cabría establecer la hipótesis de que la insistencia
Aramayo y C. Roldán Panadero (eds.), Barcelona, de ICant en el Op. sobre el carácter inmanente de
GrijalbolCrítica, 1988, p. 84; Ak., XXVII.1, 279. Dios tendría una clara conexión con la también rei
12. La idea la encontramos ya apuntada en las terada insistencia en dichos escritas de considerar
Lecciones de Ética, cuando escribe: «Una acción al imperativo categórico como mandato divino. Así,
q u e t i e n e l u g a r c o n f o r m e a l a m o r a l i d a d e s l a m a - al inmanentizar a Dios en la razón práctica, tal re
y o r c o i n c i d e n c i a c o n l a v o l u n t a d d i v i n a . D e e s t e f o r m u l a c i ó n d e l i m perativo categórico contrarresta
modo consideramos a Dios no como un legisla- ría toda posible sospecha de heteronomía. Para el
dor pragmático, sino como un legislador moral», tema de Dios en Kant, cf. A. Cortina: Dios en la
I. Kant, ¡bid, p. 91, AL, XXVILI., 284. De un modo filosofía trascendental de Kant, Salamanca, Univeisi
más explícito lo encontramos en Ak., V, 129; Alc, dad Pontificia, 1981.
VI, 440, 487. Pero donde la formulación del impe- 17. Ak., VI, 6.
r a t i v o c a t e g ó r i c o c o m o m a n d a t o d i v i n o a d q u i ere 18. Quisiera hacer una advertencia, para ahorrar
verdadera intensidad es en el Opus pastumum, un malentendidos, que el imperativo categórico como
imperativo que, pese a la ficción práctica que mandato divino implica la adopción de un punto de
incorpora, p u e s e l a g e n t e m o r a l s e p o n e e n e l l u g a r v i s t a m o r a l y n o l a a d o p c i ó n d e n o r m a s d i c t a d a s
de Dios, no deja de ser un imperativo racional. por un ser divino. La otra función que atribuimos a
Cf. I. Kant: Transición de los principios metaffsi- l a a d o p c i ó n d e e s t e p u n t o d e v i s t a e s e l d e c o n s i d e
cos de la ciencia natural a la física (Opus pos- rarlo como un mandato de inexorable cumplimien
tumum), F. Duque (ed.), Madrid, Editora Nacio- t o , c o m o u n a l i m i t a c i ó n , p u e s , d e l c a p r i c h o ( c f .
nal, 1983, p. 596; Ak., XXII, 56. En una de sus múl- Op., p. 604, Ak., XXII, 64). Pero en ningún modo
tiples referencias que en esta obra encontramos, hay que pensar que con tal reformulación del im
n o s d i c e K a n t : « E l c o n c e p t o -o m á s b i e n l a i d e a - p e r a t i v o K a n t n o s e s t é h a b l a n d o d e m a n d a t o d e u n
de Dios es el pensamiento de un ser ante el cual ser superior (Dios), porque, por una parte, el Dios
todos los deberes humanos son válidos al mismo kantiano es inmanente a la razón práctica (ens ra
t i e m p o c o m o m a n d a t o s s u y o s » , ¡ b i d . , p . 598; Ak., tionis, se dice muy a propósito en Op., p. 612, Ak.,
XXII, 58. XXII, 126), y, por otra parte, la aceptación de man
13. Cf. Lecciones de Ética, p. 75, Ak., XXVILI, datos divinos como tales iría contra el dictado de la
2 7 5 y t a m b i é n e l a r t i c u l o d e R. Rodríguez Ara- l e y m o r a l , s e g ú n e l c u a l , t o d o s e r r a c i o n a l , e n t a n t o
mayo: «La presencia de la "Crítica de la razón fin en sí, no puede ser utilizado sólo como medio
práctica" en las Lecciones de Ética de Kant», Alto- por nadie, ni siquiera por Dios. Cf. Ak, V, 131.
182 ISEGORÍA/7 (1993)
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