el Gran Nayar

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Los
-JESUITAS TRATABAN DE INVENTAR UN MODELO DE EVANGELIZACiÓN ADAPTADO A CA-
DA CIRCUNSTANCIA. ¿CUÁLES ERAN LOS ALCANCES Y LIMITACIONES DE ESE IMPULSO?
UNA MIRADA PENETRANTE AL CASO NAYARITA NOS PERMITE PERCIBIR LA COMPLEJIDAD
DE LA EMPRESA CUANDO ERA REALIZADA EN EL MARCO DE UN PROYECTO IMPERIAL Y
BAJO LA PROTECCiÓN DE UNA CORONA. POR OTRA PARTE , ¿CÓMO GARANTIZAR EL RES-
PETO A LAS CREENCIAS EXTRAÑAS MIENTRAS CONTINUABA EN VIGOR LA TENDENCIA A
PERCIBIRLAS COMO EXPRESIONES IDOLÁTRICAS?
LA FÓRMULA DE LA MISiÓN CHINA , BA-
SADA EN EL RECONOCIMIENTO DE LA GRANDEZA AJENA, PODíA DIFíCILMENTE FUNCIO-
NAR ANTE ESAS SOCIEDADES EXIGUAS Y VULNERABLES; SIN EMBARGO , ESTA REDUC-
CIÓN SEPTENTRIONAL CAUTIVÓ LA INTELIGENCIA Y EL CORAZÓN DE UNOS HOMBRES DE
Jean Nl ey el'
ALTA CULTURA QUE DEJARON AHí UNA PRESENC IA TODAVíA VIVA.
E
LlI"''' :''I'''' 1·:1. 11 <;.'"
turales a lo largo de los dos siglos de contac-
El sig lo
aunque breve, fue un siglo glo-
to
con el mundo novohispano circunvecino.
rioso para la Compañía de Jesús en México.
'H,
No todos los jesuitas actuaron de la mis-
XVIII ,
Misiones relativa mente antiguas y otras nue-
ma manera a lo largo de los años compren-
vas floreci eron en California
didos entre
(1697),
Coahui-
172 2
y
1767;
en esas diferencias
la, Sonora, la Ta ra humara y Na y arit (17 22),
intervini eron las personalidades de cada uno,
justo cua ndo ll egaban a su clímax las misio-
pero también el tiempo: impaciencia y pa-
nes del hemi s ferio sur, pero cuando la Com-
ciencia, esperanza y desaliento, pesimismo y
pa ñía perdí a e n Rom a la larga batall a de los
coraje. En general, no dejaron de perseguir su
ritos chin os y mal abares.
meta de transformar a los nayaritas en bue-
'H' En el siglo
XVIII,
los j esuitas llevaron a cabo
en el Gra n Nayar otro "rudo ensayo " para lo-
nos cristianos; todo lo demás eran medios
para conseguir lo deseado.
gra r la tra nsic ión de la idolatría al catolicis-
'H' Hombres de acción, hombres de campo,
mo . No ca be dud a que se pueden encontrar
capaces de aguantar situaciones extre mas ,
elementos utópi cos en esa tentativa religiosa,
formados para adaptar las enseñanzas teo-
a la vez, socia l, económica, demográfica y
lógicas a las realidades concretas -¿será es-
tecnológ ica : e n efecto, las misiones todas
to un elemento de su famoso "laxismo"?-,
empeza ron con una revolución en el hábitat,
no tardaron en toparse con las mismas au-
un a redi stribución y concentración de la po-
toridades que les habían entregado la "re-
blación en sitios escogidos, tanto para desa-
ducción y pacificación", que no conquista,
rra iga r a los nayaritas de sus implantaciones
del Gran Nayar: siete misioneros,
.4rriba y)uíyiJ/1I
ante riores (o sea borrar su geografía religio-
dos y
arlltr;Qr:
sa), como pa ra crear un nuevo tipo de hom-
Siglo de las Luces, al perseguir la conver-
bre, ci ertamente cristi a no, más agricultor,
sión de los indios, no quisieron entregar una
más sedentario, más pueblerino, es decir,
mano de obra dócil a los mineros y a los
agrupado en unidades demográficas mayo-
colonos, tampoco permitirles a esos "vecinos"
res y en familias monógamas; todo ello con
el acceso al Gran Nayar, a sus tierras, pastos,
Misión de .'\,111111
'j', ' ff',"1I
Naya ril.
5 000
25
solda-
(¿o más?) indios. Losjesuitas del
Páginas 58 rtrrilm !I .i ,!I:
fines educativos y de policía (en el sentido
bosques y posibles minas. Poco a poco, el
MisiÓ11 de /a ,\11"'11 ti'"
mayúsculo de la pa labra).
Estado les retiró su apoyo y se identificó, a
Nayar. .\'ay/l ril.
IH'
Páginll 58. aoajo:
No parece haber sido la intención de los
través de sus funcionarios , con los intereses
jesuitas hacer de este hombre nuevo un
de mineros y colonos. Vemos a los coman-
hombre hispánico. Tal estrategia era, por lo
dantes adquirir ranchos y minas, y moles-
Misi<Íll de D%ff'.,
menos, revolucionaria, aunque los recién
tarse porque los misioneros no les dejaban
OtuIjchájllplla.
dominados nayaritas ya hubiesen incorpo-
sacar cuadrillas de trabajadores. Eso explica
Nayaril.
rado muchas novedades tecnológicas y cul-
las críticas muy severas y hasta violentas,
.j ;
IAI.< 1// /1,110.< rI" 1ft
l orlo, l lf' rOl/O
(' , I'(' I /f ...¡i I'U }1}f· u f f ,f' JI
,{,' I/I/ O ".'':fWi"r{o, ,1
/, II/jilo ",, /6Iito ..-III;
para no decir subversivas, qu e los jesuitas
expresan en su correspondenci a interna:
'"' "Los capitanes de ella [vuelvo a decir] olvidados o haciéndose olvidadizos del fin primari o a qu e el Rey nuestro seño r, les tiene
/ ,,¡'/,' I/ { i UO, (( I(' /(/ I(f
1"..,; ('I' }'I' IJl O llio..,.;
rI" ,W' rflJ l/o l/
SI
('(JI!
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IJff ,.,.w',) r! ,,/ ... iylo
,Y I 111 / JI' I'II/ O JI (
t'(
11.
(' II/o/ il/ ..;oil l ur!(l l'if/
j ilfll{I(UI.'OIJlljlll
r iJl('U!W / O((
f'/f! ,j( ' { fJ I /(( 8,
puesta la espada en la mano, en vez de empl ea rl a en servicio de las dos Majestades, derribando ídolos al lado de los padres Mision eros, se han dado tal maña, qu e han hecho de
la espada, ga rabato, co nque a título de Capitanes, y aga rran a los soldados la mayo r
parte de los sueldos y aga rran a los indi os lo
qu e pueden ; aga rran a los españo les lo que
se les antoja, y porque a nosotros no tienen
que aga rrarnos, nos agarran de la sota na y la
desga rran. Porque nos miran como fiscales
de sus accion es y como a los únicos de quienes se debe recelar; por eso no dejan piedra
por mover en contra de nosotros: incitan a
los indios para que formen qu~as supu estas
contra sus Padres Misioneros ; los Capitanes
mismos fingen otras que les salen a la cara,
[como en esta carta habrá re fl~ ado VR] y
mi entras dura esta música desconcertada, está boya nte la idol atría : bailan los indios en
las barrancas sus mitotes gentílicos, a los que
as iste muchas veces el diablo visiblemente,
como los mismos idólatras han declarado ".
'"' Qui zá valga la pena mencionar co mo factor de la inconformidad, además de la auto-
nomía tradicional , el reclutamiento cosmopolita (el P. Jacomo Doye, el P. Bartolomé
Wolf yen otras partes los Pfefferko rn, Link,
Nentw ig, Neumann y tantos germanos, checos, hún ga ros).
'"' El Gran Naya r se enco ntraba en la fron tera de las altas culturas prehispáni cas, agrícolas y urbanas. Era como un baluarte de rústico "desorden". Sus tribus, algo nómad as y
bastante bélicas, siguieron amenazando las
campiñas vec in as hasta 1722 cuando los jesuitas enfrentaron el reto mayo r, ya conocid o
en otras partes, de transformar a esos hombres bárbaros pero perfectibles. Los obstáculos era n muchos: además de la geografía, del
clima y de las pl agas, la dificultad de lenguas
múltipl es y la capac id ad proteica de res istencia de pueblos tan desconfiados como valientes,
'"' Los j esu itas se lanzaron a la obra giga ntesca de enseñarles a vivir en una sociedad
agrícola, de pueblos, con una casa para cada
familia: lo que implicaba destnlir los clanes
y dividirl os en familias mononucleares y monogámicas y agnlp ar a esas familias en pueblos. Esa labor era un a parte esencial de su
proyecto reli gioso.
IH' Hoy toco una parte, para nosotros más
espectacular: la extirpación de las idol atría s,
porque nos es cultural mente, psicológicam ente alejada, di fíci l de entender, poco "raciona\"'
para la "rac ion alidad" de nuestras menta lidades, Pero insisto, la otra parte fue también
revolucionaria y, posiblemente, en su tiempo,
más espectacular, más asombrosa, para los
nayaritas.
EL )[ÉTODO
En su época, Miguel Caldera, el famoso "Capitán mestizo", puso fin a la guerra chichimeca con un a política de conciliación que combinaba amn istía, sobornos y evangelización,
lo que Powellllamó con tino un "cristianismo de granos". Parece que en aquel enton -
Thomas de Solchaga, S.J. había señalado,
ces los jesuitas criticaron su manera blanda
IH'
de convertir a los chichimecas; por lo menos
en
eso se puede leer en Alegre, Francisco de
apóstatas, qu ienes "para conservar la libertad
Florencia y Andrés Pérez de Rivas.
de concienci a, los inducen a qu e no se co n-
IH'
Más de un sig lo despu és, los indios fron-
terizos recordaban al "Cap itán mestizo " y los
17 16,
el obstáculo que sign ificaron los
viertan':
IH'
Después de la breve ca mp aña militar de
jesuitas, sin perder sus afanes apostó licos,
1722,
había n ap ren did o a lgo de su método.
ni zación o su sustitución apareció como un a
IH<
En la red ucción -que no conq uista- del
la destrucción de los objetos, su cristia-
primera etapa, pronta y fácil. Resultó des-
Naya r, después de la man ifestac ión de fueíLa
pués qu e se trataba de una e mpresa nunca
inicial ( 1722) se utilizaron métodos no violen-
te rmin ada, de un asunto recurrente a l cual se
tos, pero siemp re teni endo a la mano algun os
le podía dar más o menos importancia según
so ldados, po r lo menos. Mota Padilla
(1 724)
las ci rcu nsta nci as, según los temperamentos
escribió que en el Nayar, "alb ergue de la
a la rmistas u optimistas de los padres.
gentilidad [era] difícil la red ucc ión po r la
IH<
predica ción, porque no eran só lo los indios
Nayar fu e aco mp añada de la destrucción por
Simbólicamente, la toma de la Mesa del
ge ntil es sino apóstatas, y por eso más obsti-
fuego del "a doratorio del Sol y a lg unos ido-
nados". Concl uyó que "só lo lo con quistado
Iill os más", así co mo de "un cuero ma ncha-
co n mano fuerte se conserva", y "que con
do de sa ngre en que sacrificab a n a los ni-
mano fu erte se le haga a la ge ntilidad rebel-
ños matando un a criatura cada mes pa ra
de dobl a r la cerviz y oír dicha predicación".
darle de comer al so l". Empezó en seguida
estos indios más adelantados en la fe, aún no
teni e ndo 7 años de su conversión, que muchos pueblos cristianos con cas i 200 años de
reducidos". Pero si la "n ac ión nayarítica es
dócil y ca riñosa", si man ifi esta "ve neración
y amor a los misioneros"; los apóstatas son
malos, se queja el P. Cristóbal Lauria. Denuncia también muy duramente la calamidad de los so ldados y apunta que "los naturales pasan la mayor parte del año en las
barrancas, en borracheras, en idolatrías y
otras maldades" (17 27).
IH'
En 1729 y en 1730 los misioneros organi-
zaro n varias expediciones para descubrir y
quemar "adoratorios falsos", "más de 60 gentílicos ado rato rios", poco a poco señalados
"por medio de los indios más fieles". En marzo de 1730 el P. José de Ortega, buen conocedor del idioma cara, denunciaba "los progresos de la
idolatría'~
En noviembre se
felicitó de haber quemado con sus colegas
"los pajizos adoratorios que el demonio con
sus emb ustes tenía como hipoteca de la ruila congregación de la población y la funda-
na total de los nayaritas". El P. J. X. García
ción de pueblos y se bauti zó a la gente.
señaló entonces que los indios fronterizos
El P. Antonio Arias, S.J., después de que-
(es decir los no pertenecientes a las misiones)
mar "todos sus encantos y jacales", mandó
de San Diego le "tienen odio porque nunca
a México el esqueleto del Gran Nayar, "el
les he consentido sus maldades" y que "tie-
indio grande por quien se dirigían por arte
nen adoratorio".
diabólico", y la piedra del Sol, "a quien te-
IH'
nían por su dios".
mación, la tropa fue víctima de una embos-
IH'
. 1n i/uf:
.1/i..;¡, jlf d" .h',,;'; ..; .1I"rí".
IH'
cada; todos los so ld ados resultaron heridos,
arzobispo de México intentó un proceso al
pero los asaltantes, tecoalmes de San Pedro
"ídolo del Gran Nayar" (1722-1723 ), a l térmi-
lzcatán, sufrieron 15 bajas. Ortega comentó
no del cual el esqueleto resultó condenado
el 12 de diciembre de 1730: "Saltó aquella chis-
y quemado el primero de enero ide 1723! [... ]
pa que yo temía [... ] porque el demonio ex-
Al principio reinó el optimismo. Según el
perimenta cada día más ultrajes en la des-
P. Arias "los muchachos son docilísimos,
trucción de sus pajizos adoratorios". A paso
iasí fueran los v iejos! " El leva ntamiento de
acelerado destruyeron "ídolos" en Santa Te-
IH,
¡ ·¡¡.l .... fl.....
En México, el provisor de naturales del
Unos días después, al volver de una cre-
enero de 1724 fue atribuido por los jesuitas a
resa, Dolores, El Rosario, San Pedro ... o sea
la codicia de los soldados, protestaron con-
en todas partes.
tra la represión, ape laron a la clemencia del
IH'
virrey y le presentaron las "justas quejas de
parece hacerlo de manera retórica, parece
los indios" de once pueblos, "casi todos bau-
convencido. Claro, para é l y sus colegas, los
tizados".
Cuando Ortega menciona al diablo no
ídolos tienen una existencia puramente ma-
Oficialmente siguió la eufo ria: en 1729,
terial y pueden destruirse; pero teme la efi-
cuando el arzobispo de Guadalajara, Gómez
cacia simbólica que t ienen para los indios.
.I IIII'ri'·II" Il/di"".
de Cervantes, visitó las misiones, la crónica
Por eso se toman la molestia de buscarlos pa-
8' I ,i l¡" ~·'¡II¡" 1 1
jesuítica le hace exclamar: "Dios sabe el con-
ra destruirlos, por eso la "extirpación es indis-
111 ..;11111111/11.
suelo que ha tenido mi corazón, viendo a
pe ns ab le", por eso persiguen con tanta obs-
IH'
li t
tinación a los "sefiores idolos", esq ueletos,
en su vo lun tad de co nvertir a los naturales;
en sus cuevas. A su manera to man en cuenta
la realidad del "otro" y en serio la "verdad del
gentil ". [... ]
España; mientras, no se les ex igió dar prioridad a la exp lotación de los recursos natu -
I ' II\I' IX ~ I II\
l·>
En sus misiones naya ritas, los j esuitas vo l-
fueron serv id ores de los inte reses del rey de
rales y de l trabajo de los indi os. Se nega ron
a castell an iza rl os y a permitir la entrada de
vieron a enco ntrarse con la ex istenc ia de un
"prójimo" radicalm ente diferente, más dife-
los no indios a las misiones. Paradój icamente, a 23 años de la ex pulsión de los jesu itas,
el joven oficia l Calleja propondria como so-
rente de ellos que el judío, el mu sulmán , el
lución, precisa mente, la castellanización y la
chino incluso. No se trataba de expulsa rlo como, en otras épocas, se hizo con los judíos
milias espa ñolas en cada misión .
o los moros, tampoco 10 podían procl amar
"anatema " como hizo Israel con Canaán; tenían que convertir a su fe cristiana al indio,
sujeto libre y protegido por la ley. Al igua l
que dos siglos antes, "la conquista espiri-
mezcl a biológica, con la instalación de faIH' La inquebrantable co nfianza de los misioneros descansaba posiblemente en su conocimiento de la ge nte, de su idiom a, del
país, y en 10 qu e ll ama remos una verdade-
tu al" se realizó y enco ntró sus límites. Con
ra vocación. Pocos hombres (seis o siete a la
vez) pasaro n cas i toda su vi da en el noroes-
una diferencia: dos siglos había n pasa do y
en el noroeste de México los jesuitas hab ían
te y entre di ez y 30 años en el Nayar: F. X.
González, Bartholomé Wolf, Francisco de
aprend ido mucho de cu lturas que no tenían
Isasi, Josep h García, Jacomo Doyce (en
nada que ver con las civili zaciones del Al-
en la Tarahumara, y de 1729 hasta su muerte
en 1749. en el Nayar), Jo ach in de Pozo, Jo-
tiplano . Sus "adoratorios pajizos" distaban
mucho del Templo Mayor. ¿Cómo "civiliza r"
y cristianizar a la vez a esos "bárb aros"? Una
vez más, ¿có mo conciliar el pasa do prehispánico con el catoli cismo? [...]
IH' En el Nayar los jesuitas "triun faro n" sobre un a tierra hostil , considerada inconq ui stable, y de hecho in co nquista da durante
dos siglos. Por lo mismo, se sintiero n favorecidos por el cielo y no desmayaron en un a
labor de Sísifo. El optimismo de los primeros años no aca bó en desilusión. Siguieron
l '·)
,-
1714
seph Rin có n, José Ortega, realiza ron lo que
hoy en día se ll ama un a "e norm e in versión
perso nal". Todos aqu ell os hab laba n mex icano y cara (por no mencionar las lenguas de
las Pimerías, de la Tarahum ara, etcétera).
IH'
Una excepc ión es el P. José de Abarca
quien duró poco en Gu aynamota . Se
(1 750),
quejaba de "las fieras y [d e] los indi os brutos a ellas semej antes". Pidi eron su relevo y
comentaron que "no tiene ge ni o para indios, no ha podido aprend er ni un vocab lo".
Jh ... iólI dt: ¡I..,!mila
Sayari!.
Ortega, nacido en Tlaxcala en 1700 y que
las grandes preguntas que plantearían más
"creyendo que había de tener la gloria de
adelante las cienc ias socia les, preguntas qu e
morir entre mis indios, hij os de mis dulces
nos seguimos planteando y que son las de
trabajos", moriria en un puerto español tras
la antropo logía, en el sentido más amp li o,
IH'
ti/mio:
la expulsión, llegó al Nayar casi al principio.
que va de la teo logía a la política, que in-
.rI ttónimo.
En
cluye la inserción del hombre en el cosmos,
baulizando. s. / f.
1729
había publicado ya un vocabu lario
ca ra. Se quedó más de 20 años y firmaba "su
las relaciones entre individuo y colectividad,
indi o Ortega". En sus cartas abundan las ex-
el orden social, la cultura, etcétera. Perse-
Óleo ,o{¡re le/a.
presiones como : "Indios h ay yeso basta pa-
guían la salvación de las alm as y abrazaron
PrrwNü111f'ia:mi.r.;üJlI de
ra vivir alegre': En 1745, cuando un visitador
todo eso .
quiso desplazarlo de su querido Jesús María,
IH'
se defendió en los términos de la acusación
tora de su empresa (y también denunciar la
presentada por el visitador según la cual "los
misma dimensión en los intern ados indige-
padres pegan al corazón a sus indi os ":
Podemos denuncia r la dimensión destruc-
nistas del siglo xx ). Yo no uso los términos
"Pues yo digo de mí -escribe Ortega-
"etnocidi o cultural" pero se entiende lo que
que me handen quitando porque esponiéndo-
condenan. Ahora bi en, esos "energúm enos
me con indios los meto dentro de mi cora-
demol edores" si bien destruye ron mucho,
IH'
zón. Acuérdome que el venerabl e P. Zapa
también salvaron mucho . Sus inform es, sus
que murió en San Grega rio , suplicándo le a
descripciones, nos dej an una aportación do-
la virgen que hablaba con el padre y que
cumental inmensa. Se apasionaro n por el ad-
por esto le tie nen especial veneración los
ve rsario, lo estu d iaro n y en buena parte lo
pa dres de San Gregario, que le manifestara
entendieron mejor que nosotros. Hi cieron
su gusto y lo que quería de él, le respondió
labor de a rqu eólogos, etnólogos y lingüistas
la santa, que te aind ies".
y sus escri tos pueden aportar mucho a esas
IH'
¿Qué j uicio podemos emitir sobre la ob ra
disciplinas.
de aquellos hombres? ¿Su emp resa fue no-
IH'
Me gustaría comp a rar la posición de la
ble o ilegítima? ¿Utópica o realista? ¿Mala o
Compañía frente a esos indi os y su posición
buena? ¿Tiene caso hacer esas pregun tas?
frente a los in d ios de la Indi a y a los ch i-
¿Se va le? Nuestros misioneros en frentaron
nos. Claro , los jesuitas admiraban las altas
civilizaciones china e india, por eso se hicieron chinos con los chinos y respetaron sus
costumbres, pa ra mayor indignac ión de muchos cristianos europeos (171 5, 1742); mientras
que en el Nay a r no podían admirar nada,
sino al indio como criatura de Di os. Se lanzaro n al "rudo ensayo " y algu nos qui sieron
a ese "prójimo" hasta "a indi arse". Tomado de
la intro du cción de Jean Meyer a Visita de las mision es
del Naya rit
(A-IN!, 1993.
1768- 1769
de José Antonio Buga ri n,
CEM-
1H S
JEAN MEYER es doctor en histo ria por la Uni versidad de
París. Fundó el Insti tuto de Estudios Mex icanos en
Francia; ha sid o director del Centro Francés de Estudios
Mex ica nos y Centroa mericanos, y desde
gador del ClDE. Es auto r de La cristiada
toria de la Revolu ción mexicana.
yarir
(1983) ,
1993
es investi-
(1 973- 1975),
1924-1929 (1 978),
HisNa-
El Gran Naya r. Colección de docum entos
para la historia de Nayarit flI
cristian os en A mérica La tina
(1989)
( 1989) ,
e Historia de los
entre otros títu los.
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