CONTEXTO DE MARÍA ZAMBRANO (1904-1991) La vida de esta malagueña se superpone y se enlaza, con firmeza y tragedia, al desarrollo del siglo XX, su contexto histórico, uno de los siglos más paradójicos de la historia, en la que los rasgos de la civilización y la barbarie se han entrelazado de una manera que se dan en el seno de los mismos países, incluso de las mismas personas. Nació con los albores del siglo y vivió en su adolescencia la crisis, sobre todo cultural, que la pérdida de las últimas colonias produjo en España, con la generación del 98. La 1ª Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la Dictadura de Primo de Rivera en España fueron otras hecatombes políticas, económicas y militares que vivió, hasta que llegó la gran esperanza política en España con el advenimiento de la República que, sin embargo, también desembocó en una guerra, la Guerra Civil, tras el alzamiento del general Franco contra la República, y que provocó en ella un exilio que había de marcarla de por vida (y que ella sabría convertir en categoría filosófica). No acabaron aquí los tumultos político- militares que afectaron a la vida de esta mujer, ya que inmediatamente posterior a la guerra civil, y con el frágil estatuto de exiliada y refugiada política a su espalda vivió el estallido y posterior desarrollo de la 2ª Guerra Mundial ya en América del Sur. Más tarde, el establecimiento de la Guerra Fría entre el bloque comunista y el bloque capitalista. Sólo al final de su vida, y tras el establecimiento en España de la Monarquía Parlamentaria, pudo vivir un período democrático en el que le fueron reconocidos sus méritos filosóficos y culturales con el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Cervantes. En el campo filosófico su encuentro determinante fue con Ortega y Gasset, el gran filósofo madrileño que dominaba el panorama filosófico español, en contraposición al también gran filósofo vasco Miguel de Unamuno, con su filosofía Racio-vitalista, heredera del vitalismo de Nietzsche, marcará el sendero que seguirá María Zambrano a partir de convertirse en su discípula en la Universidad de Madrid, aunque posteriormente se separará gradualmente de su maestro al interpretar el raciovitalismo desde una perspectiva poética, que ella llamará por ello Razón Poética, en contraposición a la Razón Histórica de Ortega. Y fue en la poesía donde ella cosechó también parte de su inspiración filosófica, una poesía entendida en sentido amplio como manifestación de una dimensión espiritual del ser humano manifestada a través de una lucha creadora del lenguaje, que incorpora tanto a Cervantes como a Quevedo. María Zambrano fue amiga de grandes poetas como Alberti, Lezama Lima o José Ángel Valente que la ilustraron sobre el modo de comprender poético sobre el que reflexionará durante toda su vida en obras como “El hombre y lo divino” o “Persona y Democracia”. En el campo cultural María Zambrano vivió un periodo de fuerte agitación, en el que las vanguardias se sucedían a ritmo vertiginoso. Ella no fue ajena a estas transformaciones y las vivió muy de cerca, sobre todo en lo que tenía que ver con la poesía, como hemos visto antes, pero también a medios de expresión nuevos, como el cinematógrafo, del que fue firme defensora cuando apenas se consideraba en muchos círculos todavía un espectáculo de feria. Al mismo tiempo, sin embargo, comprendió la necesidad de preservar la tradición, aunque viviéndola desde parámetros modernos, de ahí su lectura apasionada de los grandes místicos españoles como San Juan de la Cruz o Miguel de Molinos, que también comparten con ella su condición de perseguidos. Actualmente su pensamiento está plenamente vigente en cuanto que incorpora un pensamiento abierto a las diferencias, tanto culturales como políticas, por lo que es especialmente interesante en los tiempos de multiculturalismo en los que vivimos. Asimismo fue una abanderada de la capacidad de las mujeres para realizar filosofía en una época en que aún se negaba a las mujeres la independencia, su mismo maestro Ortega era escéptico con respecto a esto. Por lo que su ejemplo de elegante heterodoxia y su valentía vital de enfrentarse al odio y al desprecio con una altiva entereza puede servir para unos tiempos como los nuestros en los que la liberación femenina aún no se ha conseguido.