el trabajo doméstico desde la perspectiva de Christine Delphy

Anuncio
Fa HCE | UNLP
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género Un legado beauvoiriano:
El trabajo doméstico desde la perspectiva de Christine Delphy
Lic. Mariana Smaldone
UBA-CINIG-CONICET
En el marco general de las investigaciones sobre la recepción de Le deuxième sexe (1949) 1 , abordamos
el análisis de Christine Delphy sobre el trabajo doméstico, en tanto pone de manifiesto la renovación
del impacto del pensamiento de Simone de Beauvoir. Precisamente, hacia la década del ´70, la
socióloga y pensadora francesa Christine Delphy reactualiza la indagación acerca de la cuestión de las
mujeres trabajadoras, avanzando en su perspectiva de análisis del feminismo materialista y
focalizándose en un problema clave para el feminismo y las luchas de las mujeres: el trabajo
doméstico, que entiende como trabajo no remunerado. Consideramos que esta reactualización continúa
la línea teórica en la que Beauvoir plantea la “cuestión de la mujer”, en sentido ético, político y
epistémico, sentando precedentes para el desarrollo del pensamiento contemporáneo y la praxis
feminista.
Delphy continúa la línea beauvoiriana de la desnaturalización de las concepciones habituales
de “mujer”, justamente para retomar las críticas al marxismo clásico, en tanto que no da cuenta de
modo preciso de las condiciones reales de opresión y de explotación que viven las mujeres. Desde su
posición como feminista materialista, Delphy aborda y analiza el modo en que la explotación
patriarcal conforma la base para la opresión de las mujeres. Este análisis lo hallamos en una de sus
1
Se trata de una versión abreviada de un trabajo más extenso, que forma parte del Proyecto de investigación:
“Conciencia y concienciación en Simone de Beauvoir. Recepción y análisis de los entrecruzamientos de género y
clase en la construcción del nosotras” (UBA-CONICET), dirigido por la Dra. Beatriz Emilce Cagnolati (UNLP) y la
Dra. María Luisa Femenías (UNLP-UBA)
1 primeras obras: L´ennemi principal; 2 en todo caso, en obras más reciente reconfigura la explicación de
su análisis materialista acerca de la división y las jerarquías sociales en torno a cuestiones de género,
clase y etnia. 3
De este modo, con el fin de abordar el tema del trabajo doméstico en la perspectiva del
feminismo materialista de Christine Delphy, en el marco general de la recepción del pensamiento
beauvoiriano, propongo el siguiente recorrido: explicitar la revisión crítica que realiza Beauvoir del
marxismo clásico en referencia al planteo de la cuestión de la mujer (la división y la jerarquización de
sexos, el patriarcado, la opresión y la función de la reproducción) (sección I); comparar los métodos y
las perspectivas de Delphy y Beauvoir, en particular hacia un análisis de la cuestión de las mujeres
trabajadoras (sección II). De tal modo, a partir de las obras Le deuxième sexe (1949) de Beauvoir y L`
ennemi principal de Delphy, por un lado, consideramos el legado beauvoiriano en la perspectiva del
feminismo materialista que presenta esta última en el análisis de las “labores domésticas” como
trabajo no remunerado. Asimismo, sobre esta base, estimamos el actual tratamiento delphyano acerca
de la división y la jerarquización social. Por otro lado, situamos estos temas y su tratamiento desde el
feminismo materialista en algunos estudios latinoamericanos. En la actualidad, el emergente de la
ocupación masiva de las mujeres pobres, generalmente migrantes, en el “servicio doméstico”, ligado a
la segregación y la feminización de la pobreza (Lerussi, 2007, 2014; Hidalgo Xirinachs, 2011),
certifica que aunque se trata de un trabajo remunerado subsiste la división y la jerarquización social,
sobre todo sexual, en detrimento de las mujeres. De tal modo, observamos cómo el análisis de la
cuestión de las mujeres trabajadoras se recepciona desde diferentes enfoques siguiendo la perspectiva
del feminismo materialista. Actualmente, estos estudios profundizan su tratamiento desde la
intersección de género, clase y etnorraza, entre otras variables (sección III).
I. Beauvoir: las críticas al marxismo y la cuestión de la mujer
Si bien Beauvoir no se define feminista al publicar Le deuxième sexe (Collin, 2006: 172; 2010: 71), su
propuesta de “desbordar al materialismo histórico” (Beauvoir, 2007:59) es significada décadas
después desde diferentes perspectivas feministas. Estos feminismos muestran la especificidad de
determinados problemas y sostienen que su análisis no se agota en la concepción de la lucha de clases.
2
Se trata de una recopilación de artículos publicados a comienzos de la década del ’70, reunidos en dos volúmenes:
L`ennemi principal 1. Économie politique du patriarcat, L` ennemi principal 2. Penser le genre y publicados en 2001.
Algunos están traducidos al castellano con el título Por un feminismo materialista. El enemigo principal y otros textos,
Barcelona, LaSal-Edicions de les dones, 1985.
3
Cf. Classer, dominer. Qui sont les « autres » ? (2008). No hay traducción castellana, la traducción de las citas es propia. 2 En verdad, a partir de las revisiones críticas que Beauvoir hace del marxismo, el aporte reside en
repensar las condiciones materiales y las situaciones concretas desde las cuales se llega a “ser mujer”.
Además del modo de producción como basamento de las condiciones reales de existencia, la
reproducción –como de algún modo lo había detectado Engels al estudiar la división sexual del
trabajo– representa una de las claves para entender la explotación de las mujeres. De allí que Beauvoir
centra sus análisis de la situación y las condiciones de las mujeres en el entrecruzamiento de las
variables de “familia, clase, medio y raza”. (Beauvoir, 2007: 514) Como lo hemos señalado, la
opresión de las mujeres y el control de la reproducción, no se agota meramente con la trasformación
de un sistema económico y el ingreso de las mujeres al ámbito de la producción. La opresión es
cultural, y las soluciones deben comprender este aspecto estructural. Beauvoir pone en evidencia y
analiza el ámbito de la producción como público y social y el ámbito doméstico para el trabajo
femenino. Sin lugar a dudas, el análisis beauvoiriano y el horizonte de recepción que se configuró
entonces, resulta central para el desarrollo de la teoría y de la praxis feminista.
Precisamente, Christine Delphy es quien inicia ese tipo de análisis (Portolés, 2005:110) 4 y
expone en términos materialistas el problema del trabajo doméstico no remunerado, clave en el
desarrollo de la cuestión de las mujeres trabajadoras.
II. Las trabajadoras y el legado beauvoiriano en el pensamiento materialista de Delphy
Para plantear quién es y cómo funciona este Enemigo principal, Delphy retoma la propuesta de
Beauvoir y avanza en el proyecto metodológico de “desbordar al materialismo histórico”.
Consideramos que, una de las claves en el despliegue analítico de la “cuestión de la mujer” reside en la
propuesta metodológica de Beauvoir, que atiende al entrecruzamiento de las variables de “familia,
clase, medio y raza” para situar a las mujeres más allá de la lectura del patriarcado- capitalista y
heterosexual, entendido como sistema hegemónico. Desde su posición, Delphy vincula el análisis de
clases con el análisis de las relaciones específicas de las mujeres con la producción (Delphy, 1985: 1112). Delphy reconoce la existencia de un modo peculiar de producción, en el sentido marxista, que es
el “doméstico”: este modo de producción coexiste con el patriarcado, a lo largo de toda la historia, y
con el capitalista.
4
En su artículo “La teoría de las mujeres como clase social”, Asunción Oliva Portolés, destaca que Delphy se sitúa dentro
del “paradigma marxista”, aunque se autodenomina materialista puesto que rechaza algunas ideas del pensamiento de Marx
y del “marxismo ortodoxo”. Portolés remite a las afirmaciones de Delphy, en el contexto de los artículos que integran L`
ennemi principal 2. Penser le genre.
3 Si Beauvoir se refiere a los “males reales” que viven las mujeres, Christine Delphy identifica
como uno de esos “males” precisamente al trabajo doméstico: base de la explotación de las mujeres.
En el mismo sentido, si Beauvoir advierte sobre el problema del no-reconocimiento de las mujeres,
Delphy ilumina uno de los puntos nodales del problema del reconocimiento de las mujeres, en el no
reconocimiento histórico de su trabajo cotidiano. El trabajo doméstico no tiene el mismo estatus que
las actividades que identifican a la clase trabajadora o proletaria; ni siquiera se lo remunera e incluso
quien trabaja en él carece de los beneficios legales de los que goza la clase obrera.
Delphy examina algunos artículos donde se aborda el problema del trabajo doméstico, para
concluir que si bien lo consideran trabajo productivo, declaran que su “no-valor”, su “noremuneración” son la consecuencia de la propia naturaleza de tales servicios. 5 Para Delphy, en
cambio, en esos estudios subsistes residuos de la ideología patriarcal dominante, y en consecuencia a
sus autoras se les oculta que las mismas relaciones de producción son las que excluyen de “valor” a las
“labores domésticas”. Dicho en términos de la autora:
/…/ lejos de ser la naturaleza de los trabajos realizados por las mujeres la que explica sus
relaciones de producción, son estas relaciones de producción las que explican que sus
trabajos se vean excluidos del mundo del valor. Quienes se ven excluidas del mercado (y del
intercambio) son las mujeres en tanto que agentes económicos, y no su producción (Delphy,
1985:14).
Delphy remarca la función de la familia como el centro de explotación de las mujeres, comparando los
resultados de diversos estudios. Además de las investigaciones de Margaret Benson y Suzie Olah, en
el contexto norteamericano, y de algunos artículos publicados en Cuba por Isabel Larguía, Delphy se
refiere también a otro artículo y a un Manifiesto franceses (Delphy, 1985:12-13). Para Delphy, en
tanto que las tareas domésticas, la crianza y educación de los niños son mandatos sociales cuya
responsabilidad recae sobre las mujeres, y como además son tareas no remuneradas, deben ser
examinadas como formas específicas de relaciones de producción.
Sobre esa base, Delphy señala que es preciso: 1- Analizar las relaciones existentes entre la
naturaleza de los bienes, el trabajo doméstico y el modo de producción de esos bienes y “servicios”; 2Analizar en qué consiste la clase de las mujeres y 3- Esbozar (a grandes rasgos) las perspectivas
políticas del movimiento de mujeres en términos de objetivos, movilización y alianzas políticas.
(Delphy, 1985:13)
5
Delphy se refiere a M. Benson: “La economía política de la liberación de la mujer” y S. Olah: “The Economic Function
of the Opression of Women” y “Contra el trabajo invisible” en Hacia una conciencia de la liberación de la mujer de J.
Dumoulin, e I. Larguía, (Barcelona, Anagrama, 1976); remite también a un Manifiesto de origen francés del grupo F.M.A.
4 I- A partir de una serie de ejemplos que recorren diferentes momentos históricos y sus
contextos culturales, Delphy destaca que en el ámbito de la familia, las mujeres además de ser
reproductoras crean bienes materiales particulares procedentes del trabajo doméstico. Lo particular de
este modo de trabajo es que no es reconocido como productivo y, por ende, carece de un valor de
cambio. Para su análisis, Delphy toma en cuenta las relaciones existentes, no solo entre proletariado y
burguesía, sino fundamentalmente entre mujeres y varones, poniendo en evidencia el vínculo entre
estas relaciones, la división sexual del trabajo y la producción de bienes en el “ámbito doméstico”. Al
centrarse en las relaciones de producción del trabajo doméstico, su naturaleza y la finalidad del
producto, destaca que además de estar destinados para consumo de la familia, su excedente abastece al
mercado, p.e. en las familias campesinas, donde dedican un promedio de 4 horas diarias a los trabajos
agrícolas (Delphy, 1985:14-15). Claramente, estos bienes producidos en el ámbito de la familia,
mediante el trabajo doméstico, además de un valor de uso, tienen un valor de cambio que tampoco es
reconocido. Delphy muestra las limitaciones del marxismo al no reconocer que el trabajo doméstico
realizado por las mujeres, a lo largo de la historia, ha producido valor de cambio (Portolés, 2005: 112113). A partir de este análisis, Delphy identifica “el modo de producción doméstico” como base de la
explotación de las mujeres a las que define, en consecuencia, como clase social: la clase de las
mujeres. Los índices de feminización de la pobreza refuerzan actualmente su tesis.
2- Desde el feminismo materialista, Delphy retoma un conjunto de tópicos que le permiten
analizar a las mujeres como “clase”. Al evaluar su trabajo, en tanto que doméstico, no calificado y
supuestamente improductivo, se genera una dinámica de no-reconocimiento, que en palabras de
Beauvoir es “el drama de la mujer”: no ser reconocidas como sujeto, base de la opresión de las
mujeres. En todo caso, según el lugar que ocupan en la jerarquía social, sus situaciones presentan
algunas variaciones aunque siempre están supeditadas a la jerarquización naturalizada de los sexos.
3-Ahora bien, si tenemos en cuenta el análisis de la opresión de las mujeres en el contexto de
explotación patriarcal capitalista, la necesidad de la praxis feminista se articula en el movimiento de
mujeres a partir de una dinámica de exigencia de reconocimiento. El análisis de Delphy favorece ese
proceso en tanto toma de conciencia o de concienciación, basada en la autopercepción y la percepción
colectiva en tanto que “nosotras” las mujeres trabajadoras.
III. De las “labores domésticas” al “servicio doméstico”
Como se ha señalado, para Delphy, las “labores domésticas” como trabajo no remunerado constituyen
5 una explotación patriarcal. En la actualidad, complejiza esa tesis desde las variables de clase y
etnorraza. En una de sus obras más recientes: Classer, dominer. Qui sont les « autres » ? amplía su
indagación materialista acerca de la división sexual, las jerarquías sociales y su intersección con la
etnorraza. Pero nos interesa revisar también los estudios de Romina Lerussi, (2007; 2014) y de Roxana
Hidalgo Xirinachs (2011) quienes tienen en cuenta el análisis materialista delphyano. Aunque en el
caso del “servicio doméstico” nos referimos a un trabajo remunerado, continúan operando en él
mecanismos similares a los de las tareas domésticas, que realizan las esposas. Los estudios
latinoamericanos dan cuenta además del rol de las mujeres migrantes, como mano de obra “destinada”
al “servicio doméstico” ya sea en países hegemónicos o en las clases altas de los no hegemónicos.
1- Las “labores domésticas” como trabajo no remunerado y las variables de género, clase y etnia
En L´ ennemi principal, Delphy centra su examen en el modo en que el control de la reproducción y la
explotación sexual conforman la base de la opresión de las mujeres. En esa misma línea, ilumina la
situación de las mujeres trabajadoras y en lo referente al “trabajo doméstico”, entendido como el
trabajo del “ama de casa”, clasificado como “no-valor”; esto es, como hemos visto, no reconocido
como trabajo a lo largo de la historia. (Delphy, 1985:13-14). A partir de ese análisis, nos centramos,
en la definición de opresión, puesto que la consideramos clave en el debate en torno a la pregunta “en
qué consiste la opresión de las mujeres”. En ese debate, propio de los años 70’, Delphy presenta el
problema como de carácter estructural.
El control de la reproducción y la explotación sexual ponen en evidencia cómo bajo contrato
matrimonial en el ámbito familiar, a criterio de Delphy, se lleva a cabo la explotación patriarcal, en
forma de opresión i) común, ii) específica y iii) principal de las mujeres. Ahora bien, es común porque
afecta a todas las mujeres casadas; es específica porque se le impone a las mujeres la obligación de
prestar trabajos domésticos gratuitos; y es principal porque aunque la mujer trabaje fuera del hogar,
debe además realizar las tareas domésticas, realizando así una ‘doble jornada”. Es decir, su pertenencia
de clase está dada por su explotación en tanto que mujeres (Delphy, 1985: 27).
Respecto al trabajo “fuera de casa”, Delphy observa que operan ciertas “tácticas de
segregación”. Esas tácticas adquieren dos formas: discriminación vertical y horizontal. La vertical se
refiere a que las mujeres generalmente ocupan las posiciones más bajas en cada categoría socioprofesional. En cuanto a la horizontal, se observa que subsisten ramas de la producción en las que solo
se encuentran mujeres y que sus salarios son más bajos (Delphy, 2001, II: 300-302; Portolés,
6 2005:116). En ese marco, el “servicio doméstico” es una forma particular de segregación horizontal.
Según el análisis de Delphy, la opresión común, específica y principal de las mujeres, se produce
como efecto de la explotación patriarcal. Así como Beauvoir afirmara el carácter cultural de la
opresión de las mujeres, siguiendo la línea marxista, Delphy pone en evidencia el carácter económico
de la opresión de las mujeres, en términos de “explotación”, lo que merece un tratamiento de clase
aunque Delphy para el caso de las mujeres no basa su análisis de la relación antagónica del
proletariado y la burguesía. Sin embargo, la idea marxista de una clase homogénea, como el
proletariado, se derrumba al pensar en la situación de las mujeres explotadas, precisamente en su
condición de mujeres, dentro mismo de las clases proletarias (o más aún en ellas). En este punto, es
evidente que las clases, tal como Marx las entendió, están atravesadas por cuestiones de sexo-género.
Respecto de “en qué consiste la opresión de las mujeres” queda claro que en el “trabajo doméstico”,
considerado naturalmente como “no-remunerado”. Por eso, Delphy concluye que el modo en que se
nombran las mujeres, se vincula directamente a su situación de opresión. En este sentido, describe la
lucha de las mujeres como una lucha específica en primera persona:
Los grupos de extrema izquierda luchan por la liberación y la llegada al poder de un
proletariado del que no forman parte, por unas personas que no son ellos. Las
contradicciones que resultan de esta situación, de entrada son desconocidas para las
feministas: nosotras no luchamos para otros, sino para nosotras mismas; nosotras y no otros,
somos las víctimas de la opresión que denunciamos y combatimos. Y cuando hablamos, no
lo hacemos en nombre ni en lugar de otros, sino en nuestro nombre y en nuestro lugar
(Delphy, 1985:120).
Por eso, Delphy observa que todas las sociedades, incluso las que adoptaron un modelo económico y
político socialista, se basan en el trabajo gratuito de las mujeres. Tanto las consideradas “labores
domésticas” como las de cuidado, son concebidas como responsabilidad exclusiva de las mujeres y por
ende tareas gratuitas, basando parte de su análisis en El origen de la familia, de la propiedad y del
Estado (1884) de Engels, quién define “histórica y etimológicamente, [que] la familia es una unidad de
producción” (Delphy, 1985:15). Es decir, por un lado, la familia basada en el matrimonio garantiza un
modo de “explotación sexual”, en detrimento de las mujeres y, por otro, una unidad de producción y
consumo. En todo caso, el ámbito de la producción, como público y social, complejiza la cuestión del
trabajo doméstico femenino. En todo caso, Delphy examina el recorte que realiza Engels del valor del
“trabajo productivo social” y distintivamente del trabajo doméstico como un trabajo privado. Esto
resulta clave para la distinción valorativa del ámbito privado y del ámbito público para varones y
mujeres, y por ello el lema “lo privado es político” adquiere un sentido emblemático para el feminismo
7 radical. 6 Siguiendo esta línea, Kate Millet en Sexual Politics (1968) amplía la revisión crítica de la
tesis engelsiana centrándose en la condición de reproductora de las mujeres, especificando el concepto
de patriarcado y conjugando en su análisis las variantes de género, clase y la cuestión “racial”. 7
Las investigaciones actuales de Christine Delphy se centran en una Francia habitada por
migrantes pertenecientes a una amplia diversidad étnica, social y religiosa, extremadamente excluidos,
donde las mujeres se ven atrapadas por estructuras patriarcales occidentales y de origen. Precisamente
en Classer, dominer. Qui sont les « autres »? (2008), se refiere a las cuestiones étnicas, de clase y de
género, pero también a las problemas religiosos e incluso de castas. Si bien continúa sus líneas de
análisis, la intersección con la problemática de las etnias es inevitable. Así, Delphy presenta sus
análisis en contextos diferentes a los de los setenta sin abandonar el tratamiento materialista de la
opresión, la marginación, así como también de la dominación y de la “normalidad” con que se
refuerzan las diferencias y las jerarquías sociales. En este sentido, Delphy afirma que la división entre
mujeres y varones se construye al mismo tiempo que su jerarquización; no antes. Es decir,
simultáneamente, por el mismo movimiento, se dispone una “clasificación” social entre proletarios/as
y capitalistas, blancos y no-blancos, heterosexuales y homosexuales, fundándose al mismo tiempo la
jerarquía superior – inferior, de modo excluyente. (Delphy, 2008:7)
Con mirada retrospectiva, Delphy concluye que desde 1975 ―momento en que escribió Pour
un féminisme matérialiste―, se opuso a todas las “explicaciones” idealistas y monocausales de la
opresión de las mujeres, sosteniendo siempre una perspectiva materialista. Del mismo modo, considera
que la tesis de que los seres humanos no son “diferentes” es una tesis esencialista, y por lo tanto
idealista, que hay que rechazar. Por ello, en Classer, dominer. Qui sont les « autres » ?, siguiendo su
perspectiva materialista, Delphy no se limita al análisis de la opresión de las mujeres, sino que trata
también la opresión de los no-blancos y de los y las no-heterosexuales. Las tres opresiones tienen en
común la capacidad de dividir al conjunto de la sociedad en dos categorías o en dos campos
excluyentes. Pero cada una, crea su propia línea divisoria y distribuye a la misma población de manera
diferente. Esto hace que cada persona sea necesariamente clasificada como varón o mujer, pero
también y necesariamente como blanco o negro; heterosexual o no, donde ambos disyuntos se
jerarquizan y se excluyen. Así, se puede identificar un grupo dominante u otro dominado según cada
una de las variables; es decir, podemos ser dominados en algunas y dominantes en otras o dominados
6
7
Frase atribuida a Carol Hanisch, miembro de dos grupos feministas radicales, Cf. “The Personal is Political” (1969).
Hay traducción castellana en Madrid, Cátedra, 1995. 8 o dominantes en todas ellas. (Delphy, 2008:8-9) Ahora bien, para Delphy, desde su perspectiva
materialista, el género es un producto de la opresión y, en todo caso, un como constructor del sexo. 8
En términos de Delphy, la jerarquía entre varones y mujeres es anterior a la división técnica del
trabajo, crea los roles sexuales, el género, y por consiguiente, el género es el que “crea” el sexo. En
términos de Delphy:
Nosotras pensamos por el contrario que es la opresión la que crea el género; que la jerarquía
de la división del trabajo es anterior, desde un punto de vista lógico, a la división técnica del
trabajo y crea esta última; esto es, crea los roles sexuales, lo que llamamos género; y que el
género a su vez crea el sexo anatómico, en el sentido de que esta petición jerárquica de la
humanidad en dos transforma en distinción pertinente para la práctica social una diferencia
anatómica en sí misma desprovista de implicaciones sociales; que la práctica social, y sólo
ésta, transforma en categoría de pensamiento un hecho físico en sí mismo desprovisto de
sentido, como todos los hechos físicos. Esto evidentemente es una hipótesis cuya demostración
requerirá años, pues va contracorriente de lo que hoy nos parece una evidencia inevitable.
(Delphy, 1985:118)
De tal modo, Delphy reflexiona sobre la doble exigencia ―teórica y política― que enfrenta el
movimiento de mujeres, e intenta proporcionar fundamentos sólidos para un análisis materialista de su
opresión, al tiempo que se opone a las “explicaciones idealistas” y las simplificaciones.
2. Algunas reflexiones sobre el “servicio doméstico” remunerado: “jerarquías sociales y de
sexos”
Nos interesa vincular ahora el tratamiento materialista delphyano sobre la explotación de las mujeres
en el trabajo doméstico con análisis más recientes sobre el “servicio doméstico”, sobre todo en algunos
estudios latinoamericanos. Consideramos que la ocupación masiva de las mujeres en el “servicio
doméstico” como un emergente ligado a la segregación y a la feminización de la pobreza (Lerussi,
2007; 2014; Hidalgo Xirinachs, 2011; Pautassi, 2013). En esas investigaciones se muestra además que
las mujeres pobres y en condición de migrantes son las que abastecen el mercado laboral que demanda
mano de obra para el “servicio doméstico”, por ejemplo desde países hegemónicos, pero también de
los no hegemónicos con una clase alta económicamente significativa. En este sentido, reflexionamos
sobre la mano de obra femenina “destinada” al “servicio doméstico”, como otro ejemplo donde se
8
Cf. «Le patriarcat, le féminisme et leurs intellectuelles ». Hay traducción castellana.
9 fusionan la explotación patriarcal y la capitalista, produciendo otros mecanismos de segregación de las
mujeres.
En primer lugar nos referimos al artículo de Roxana Hidalgo Xirinachs, “El trabajo doméstico
remunerado y las luchas feministas en Costa Rica” (2011). La autora resalta que, si bien en las tres o
cuatro últimas décadas las mujeres se incorporaron a diferentes niveles educativos, es decir, se
profesionalizaron y ocuparon lugares y cargos en trabajos antes considerados sólo masculinos, aún se
registran importantes formas de desigualdad en el mercado laboral. 9 Por un lado, las diferencias se
establecen con respecto de la remuneración por igual trabajo realizado, que no solo marca la brecha
entre pobres y ricos, sino entre “los sexos”. Como observa Hidalgo Xirinachs, hay una marcada
diferencia entre los ingresos salariales de varones y mujeres, siendo inferiores los de las mujeres. Ante
esta situación, se produce una segregación de las mujeres, ya sea por grupos ocupacionales, como por
lugar jerárquico en la estructura laboral, con abierto subempleo, aumentando lo que se denomina la
“feminización de la pobreza”. Estas características se acrecientan en los hogares pobres con jefatura
femenina. Hidalgo Xirinachs muestra además que la mayoría de las mujeres que se desempeñan en
trabajo doméstico remunerado o “servicio doméstico” son migrantes, lo que hace que su condición de
vida sea más precaria aumentando su vulnerabilidad. Entre las perspectivas teóricos-conceptuales en
las que se basa, nos interesa tomar la de la investigadora argentina Romina Lerussi, quién se centra en
la función de la “esfera privada-doméstica”. 10 Es precisamente ahí donde se reproducen las relaciones
de poder que deben abordarse en la intersección de género, clase y cultura. Estas cuestiones implican
dimensiones políticas que, en términos de Lerussi, deben ser reconocidas, cuestionadas y subvertidas.
Ambas autoras subrayan que en América Latina quienes se emplean en el “servicio doméstico”
son en su mayor parte mujeres racializadas (indígenas, “negras”, mestizas, mulatas), lo que subraya un
aspecto simbólico de la explotación material que padecen. Hidalgo Xirinachs hace hincapié en que,
pese a que se observan cambios respecto a las oportunidades de las mujeres en materia de educación y
labor, sin embargo las pobres integran la “mano de obra barata” destinada al trabajo doméstico
remunerado o “servicio doméstico”. Esto muestra una brecha entre las mujeres de los países
latinoamericanos, desigualdad que se acrecienta si tenemos en cuenta su lugar como migrantes en los
países hegemónicos. Como señala Hidalgo Xirinachs:
9
Hidalgo Xirinachs analiza el caso de Costa Rica. Señala que en materia educativa, la población femenina supera el 50%
de la matrícula en todos los niveles, incluyendo la técnica y la universitaria; en el campo laboral participan en todo tipo de
actividades.
10
Otras investigadoras en las que se basa Hidalgo Xirinachs son Nancy Fraser, Carole Pateman, Arlie Hochschild, Cristina
Carrasco, Gisela Bock, Saskia Sassen, Elizabeth Kusnesof, Celia Amorós, Rosa Cobo y María Luisa Femenías.
10 La salida masiva de las mujeres de clase media, media alta, e incluso baja, a trabajar en el
espacio público, asociada con los cambios en el lugar social de las mujeres producidos a partir
de la segunda mitad del siglo XX, ha provocado una demanda creciente de trabajadoras
domésticas en particular en Europa y Norteamérica, pero también en una gran cantidad de los
países del resto del mundo, como, por ejemplo, Costa Rica. Esta demanda, acompañada de la
oferta también masiva de mujeres migrantes en el nivel transfronterizo y transnacional,
producto de la crisis económica en México y Centroamérica (Hidalgo Xirinachs, 2011, en
Labrys, 20)
El estudio de Roxana Hidalgo Xirinachs y las investigaciones de Romina Lerussi muestran que el
“servicio doméstico”, aunque remunerado, es otro ejemplo de la explotación de las mujeres y de las
modalidades de segregación que se generan en el patriarcado, tal como Delphy señalaba.
Notablemente, las mujeres pobres y migrantes son las que se ocupan del “servicio doméstico”; un
trabajo de menor consideración entre las ocupaciones socio-profesionales. Como lo explicita Roxana
Hidalgo Xirinachs, en EEUU y Europa, el trabajo doméstico pago lo llevan a cabo mujeres
latinoamericanas migrantes, oferta masiva a nivel transfronterizo y transnacional. Cuando Hidalgo
Xirinachs subraya los vínculos del “servicio doméstico” a una dinámica de segregación y a la
feminización de la pobreza, volvemos una vez más sobre las “tácticas de la segregación” que explicita
Delphy. Claramente, el “servicio doméstico” es una de las ramas laborales menos calificadas, en la
que se emplean mayormente mujeres que reciben los salarios globalmente más bajos (Delphy, 2001,
II: 300-302; Portolés, 2005:116). Esto certifica que en tales casos, el acceso al trabajo y a una
remuneración no remedia el problema de división y jerarquización social en detrimento de las mujeres,
profundizando esa brecha desde la intersección de género, clase y etnia, como las variables
fundamentales.
Por su parte, Lerussi (2014) prefiere utilizar otra terminología para referirse al problema. En
efecto, le interesa distinguir entre trabajo y empleo como categorías distintas que, a pesar de haber
sido ensambladas bajo determinadas condiciones históricas dentro una red de significantes articulados
en lo que llamamos retórica de la domesticidad moderna, no deberían ser confundidas, aunque
usualmente lo son. Sin embargo, los estudios sobre el trabajo, y particularmente los de Economía,
cuando se refieren al trabajo lo hacen exclusivamente en referencia al empleo (remunerado). Se dejan
de lado otras las tareas por ser no-remuneradas, que quedan simbólicamente asociadas al no-trabajo y,
en consecuencia, excluidas de su campo analítico. Esto guarda estrecha relación con la denominada
“división sexual del trabajo” y con el modo en que, desde la economía teórica, se ha definido al
trabajo en términos de lo que se entiende por producción y productivo. La tarea feminista ha sido
poner en duda esta supuestamente necesaria articulación entre trabajo – empleo – salario –productivo
11 – mercado - economía. Esto compete especialmente al trabajo doméstico, realizado mayoritariamente
por mujeres, lo que a su vez impide el desarrollo de enfoques globales que consideren a la sociedad
como un todo y analicen las interrelaciones entre la actividad familiar y el trabajo del mercado. En
suma, como sostiene Lerussi, la identificación del trabajo doméstico con lo no-económico y lo nomercantil no ha sido un proceso sexualmente neutro, sino que ha generado dicotomías consideradas
fundacionales (economía / no-economía; trabajo / no-trabajo; monetizado / no-monetizado; productivo
/ reproductivo) que es necesario cuestionar. Aún más, como el concepto de trabajo es polisémico,
ambivalente y ambiguo es objeto de debate y disputa por su definición, sus sentidos y alcances. Por lo
tanto, Lerussi sostiene que el término trabajo se refiere a todos los tipos de trabajos sean remunerados
(TR) o no remunerados (TNR). Es decir, donde media un salario como forma de retribución
monetizada o en especie. Reserva, en cambio la palabra empleo para designar, en un sentido general,
el trabajo mercantil remunerado, es decir, asalariado. El concepto de trabajo es, por lo tanto, más
amplio que el de empleo, que queda englobado dentro de aquel. En el sentido de los estudios de
Delphy, el concepto de “familia” se fue complejizando, entendiéndose la como unidad de producción,
no sólo de consumo y/o de oferta de trabajo. Esta brecha produjo un quiebre teórico importante en el
interior de los análisis económicos y de los debates entorno al trabajo doméstico que comienza a
configurarse como un objeto específico de análisis desde perspectivas cada vez más centradas en las
prácticas del trabajo de las mujeres dentro de las familias, junto con las transformaciones que se fueron
dando en todos los ámbitos de sus vidas a partir de la década de los sesenta. Lerussi, 2014) Incluso, las
nuevas dimensiones del trabajo doméstico que se investigan trascienden incluso el valor de mercado.
En suma, el trabajo iniciado por Christine Delphy en la década de los setenta, a partir de
algunas observaciones de Beauvoir, sigue dando sus frutos.
Bibliografía
Collin, Françoise (2006), Praxis de la diferencia. Liberación y libertad, Icaria, Barcelona.
---. (2010), “No se nace mujer y se nace mujer. Las ambigüedades de Simone de Beauvoir” en
Cagnolati, B. y Femenías, M. L. (comp.), Las encrucijadas de “el otro sexo”, La Plata, Edulp.
de Beauvoir, Simone (1949), Le deuxième sexe, Paris, Gallimard y reediciones, 2 vol.
---. El segundo sexo (1999), Buenos Aires, Sudamericana.
12 Delphy, Christine (1985): Por un feminismo materialista. El enemigo principal y otros textos,
Barcelona, LaSal-Edicions de les dones.
---. (1981) «Le patriarcat, le féminisme et leurs intellectuelles» en Nouvelles Questions Féministes &
Questions Féministes, No. 2,
---. (1981) « Féminisme : quelles politiques ? » (Octubre), pp. 58-74. Disponible en
http://ressourcesfeministes.files.wordpress.com/2000/01/christine-delphy-le-patriarcat-lefc3a9minisme-et-leurs-intellectuelles.pdf
---. (2001), L` ennemi principal 1. Économie politique du patriarcat, Syllepse, Collection Nouvelles
Questions Féministes, Paris.
---. (2001), L` ennemi principal 2. Penser le genre, Syllepse, Paris, Collection Nouvelles Questions
Féministes.
---. (2008), Classer, dominer. Qui sont les « autres » ?, Paris, La fabrique.
Engels, F. (2007), El origen de la familia, de la propiedad y del Estado, Luxemburgo, Buenos Aires.
Hidalgo Xirinachs, R. (2011), “El trabajo doméstico remunerado y las luchas feministas en Costa
Rica” en “Panorama del feminismo en América Latina”, M. L. Femenías (coordinadora), Labrys
études féministes/ estudos feministas, n° 20, Universidade de Brasilía, julho-dezembro. Disponible en:
http://www.tanianavarroswain.com.br/labrys/labrys20/AL/roxana.htm
Lerussi, R. (2007) Trabajadoras domésticas nicaragüenses en Costa Rica. Memorias de investigación,
San José de Costa Rica, Cefemina (Mimeografiado), s/f.
---. (2014) La retórica de la domesticidad, La Plata, EDULP, Colección Biblioteca Crítica de
Feminismos y Género.
Marx, K. (2011), El Capital, Buenos Aires, Siglo XXI.
Millet, K. (1993), Sexual Politics, London, Virago. [Hay traducción castellana]
Pautassi, L. y Zibecchi, C. lãs fronteras Del ciudadno, Buenos Aires, Biblos-ELA, 2013.
Portolés, A. O. (2005), “La teoría de las mujeres como clase social” en C. Amorós y A. de Miguel
(Eds), Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. Del feminismo liberal a la
posmodernidad, Madrid, Minerva. Vol. 3.
13 
Descargar