Unidad 1 • FILOSOFÍA Y DERECHO Filosofía. Los principios de ésta son la razón en sí misma o el sentimiento. Las Leyes científicas son el resultado, el producto, de las ciencias. Así pues, los prin- cipios de la filosofía son la razón y el sentimiento; los de la ciencia, las leyes filosóficas. Los resultados de filosofía son estas mismas leyes, y los de la ciencia, las “leyes naturales”. LOS GRANDES TEMAS DE LA FILOSOFÍA EN GENERAL Hemos dicho que tres son las preguntas cuyas respuestas, a nuestro parecer, agotarían quizás no sólo el conocimiento de la filosofía, sino todo conocimiento. A la primera (¿qué es el ser?) Contesta la llamada ontología, que es parte de la metafísica; a la segunda (¿qué valor tiene?), La axiología o estimativa, y en cuanto a la tercera (¿cuál es su causa y su fin?), Consideramos que no hay una rama de la filosofía con denominación especial que se ocupe de ellas, aunque hay la teleología que estudia los fines. Estos tres grandes temas de la filosofía enfocan el ser en forma general, absoluta. Cuando el conocimiento filosófico se dirige a un ser especifico, concreto, toma entonces diferentes nombres y da lugar a otras ramas menores; por ejemplo, a la ética, la estética, la lógica, la filosofía de la religión, la filosofía de la economía, la filosofía del derecho, etc., que estudian respectivamente la esencia y el valor de lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo santo, lo útil, lo justo. Al estudiar estos valores, es claro que tendrá que ocuparse también, de manera respectiva, de los no-valores o contravalores: de lo malo, lo feo, lo falso, lo profano, lo inútil y lo injusto. APLICACIÓN A LA FILOSOFÍA DEL DERECHO La filosofía del derecho no solamente estudia la esencia y el valor-no valor de lo justo-injusto, sino también, y principalmente, la esencia o el ser del derecho mismo. Esto ha hecho decir a Del Vecchino: la definizione del diritto in genere é una indagine che trascende la competenza di ornisingola scienza guiridica; Ed é invece il primo compito della filosofía del diritto.i La definición del derecho in genere es una indagación que trasciende la competencia de todo ciencia jurídica particular; Y es, en cambio, la primera tarea de la filosofía del derecho. Su estudio no corresponde, pues, contrariamente a lo que afirman Johann K. Bluntschli y Karl Bergbohm, a la jurispruencia entendida como ciencia del derecho, sino a la filosofía de éste. Es por ello que primeramente abordaremos el tema relacionado a la esencia del derecho, o sea, lo que también se podría llamar ontología jurídica. En relación con el concepto del derecho, el mencionado Leopoldo Baeza, en sus referidas clases, decía que no hay preguntas más terrible que se le pueda hacer a un estudiante del derecho, que, precisamente, ésta: “¿Y qué es el derecho?” El jurista que la quisiera contestar sin acudir a las leyes positivas de un país y un tiempo determinado, dice Immanuel Kant, se podría encontrar tan embarazado como el lógico antes esta otra: “¿Qué es la verdad?”.ii Es de suponerse que una persona dedicada al estudio de la disciplina del derecho, ya sea como abogado postulante o como investigador teórico, sabe, o cuando menos debe saber, qué es, en esencia, lo que constituye el principal objeto de su actividad, o sea, el derecho. Pero se encuentra uno con la novedad de que esa persona puede estar muy versada en muchos aspectos de éste: puede tener amplios conocimientos de derecho civil, gran erudición en derecho penal, extensa preparación en derecho procesal, etc., y, sin embargo, tan pronto como se le pregunta qué es, en sí, el derecho, quedarse perpleja y confusa. Cierto es que la principal respuesta que vendría a su mente sería la de un conjunto de normas impuestas en forma coactiva por un poder estatal. Inútil sería decir que éste es sólo uno de los aspectos bajo los cuales se presenta el derecho, mas no abarca la totalidad de ellos, y, por tanto, no puede constituir un concepto único que defina la naturaleza y la esencia de éste. De manera, pues, que nuestro estudio se encaminará a tratar de encontrar una fórmula, una definición que llene el requisito apuntado, y nos dé, al menos, una noción de lo que, en esencia, sea el derecho. ¿ES CIENCIA LA JURISPRUDENCIA? Se ha planteado la pregunta sobre si el derecho puede ser objeto de estudio de una disciplina científica, y, por tanto, sin la jurisprudencia es una verdadera ciencia. A esta cuestión han respondido dos corrientes vigorosas de doctrina: una que sostiene la calidad científica de la jurisprudencia, y otra, que la niega. Entre los sostenedores actuales de la primera tesis, encontramos a Hans Kelsen, el fundador de la llamada escuela vienesa. De los autores contemporáneos, acaso ninguno como él ha dado mayor impulso al carácter científico de la jurisprudencia, al fundar su “teoría pura del derecho”, que no es otra cosa que la purificación de la llamada “ciencia del derecho”. Entre los partidarios de la segunda tesis, encontramos a Julius Hermann Von Kirchmann, uno de los más fervientes críticos de la cientificidad del derecho. Nos referiremos brevemente a las posturas de estos autores. Tesis de Kelsen Señala el autor vienés la necesidad de delimitar el campo del derecho, eliminando todo lo que no corresponda a su investigación (elementos naturales, morales, políticos, psicológicos, etc.), y al hacer esto, pretende “elevar a la jurisprudencia, que abierta u ocultamente disolviese casi por completo en el razonamiento jurídico-político, a la altura de una ciencia auténtica, de una ciencia del espíritu”.iii La ciencia del derecho, o “teoría pura del derecho” como él la llama, debe tener como objeto de estudio único y exclusivamente el derecho positivo a secas, no un derecho positivo determinado. “Procurase respónder a las preguntas sobre qué es y cómo es el derecho, pero no a la cuestión de cómo debe ser o cómo debe elaborárselo.”iv Opinamos que la frase qué es que utiliza en este caso Kelsen, se refiere a la realidad del derecho positivo, al ser del derecho, pero tomada la palabra ser en el sentido de realidad y no de esencia o naturaleza íntima;v Es decir, la “teoría pura del derecho” estudia al derecho positivo en general, tal como se presenta en la realidad, sin preocuparse de valores, de indagar si es justo o injusto. Esta teoría “basta describir la naturaleza del derecho mismo, determinar su estructura y sus formas típicas, independientes del contenido variable que presenta en las diferentes épocas y en los distintos pueblos”.vi Pero el fundador de la escuela vienesa no nos dice de qué manera se va proceder a esto, de qué modo se va a determinar la estructura y las formas constantes del derecho. ¿Haciendo una comparación de los diversos derechos positivos? Estaríamos en el campo del derecho comparado. ¿Empleando únicamente la razón? Entonces su teoría sería más bien filosófica que científica. Tesis de Kirchmann En 1847, Julius Hermann von Kirchmann pronunció una breve conferencia, que no por breve dejó de causar gran revuelo; Fue publicada después con él titulo: Die wertlosigkeit der jurisprudenz als wissenschaft. La falta de valor de la jurisprudencia como ciencia. En ella sostenía, como aparece en su enunciado, que la llamada “ciencia del derecho” no es, en realidad, una ciencia. ¿Pero qué tiene de nuevo esta afirmación? ¿No se había emitido desde mucho antes opiniones parecidas? ¿Por qué, pues, la conmoción que causó dicha conferencia? Esto se debió a que quizá ninguno como Kirchmann había planteado y resuelto antes la cuestión de una manera tan contundente, tan drástica, tan terminante. ¿Y en qué se basa el jurista alemán para negarle todo valor científico a la jurisprudencia? Tratemos de sintetizar los argumentos que esgrime: a) en tanto que el objeto de toda ciencia es inmutable, el de la jurisprudencia, que es el derecho, cambia con el tiempo y el lugar. “La rosa sigue floreciendo como en el paraíso terrenal; los árboles crecen y los animales viven como en tiempos de pleno.”vii El derecho, en cambio, se ha ido transformando; ha ido “evolucionando progresivamente”. Pero esta “evolución” es sólo aparente, pues las instituciones jurídicas de cierta época conservan y mantienen obstinadamente los moldes antiguos. Se trata más bien de un simple cambio que en lugar de beneficiar a un posible conocimiento científico, resulta contraproducente y un obstáculo para su progreso, pues las soluciones y los conceptos encontrados para una institución jurídica cualquiera son siempre tardío, ya que, al ser alcanzados, esta institución se ha trasformado o ha descrecido para dar lugar a una nueva. Esto precisamente provoca el carácter tradicional de la jurisprudencia: Se aplican a instituciones actuales formas o conceptos que corresponden a otras de épocas pasadas, no solamente por ser más cómodo, sino porque no hay otro remedio es, quizas, lo que quiso decir Johann Wolfgang Goethe por boca de su Mefistófeles “leyes y derechos se trasmiten de modo hereditario como de su enfermedad perenne;”viii b) el sentido no se mezcla para nada en el objeto de las ciencias. En el derecho, en cambio, antes de que la razón haya tomado alguna determinación, el sentimiento ya tomó partido. Esto redunda en perjuicio de la investigación jurídica. “El sentimiento no es nunca, ni en ninguna parte, criterio de verdad.”ix Por tal motivo, es necesario que el tiempo surta su efecto moderador, para que la verdad en el derecho resplandezca, aun cuando, por desgracia, casi siempre demasiado tarde; c) “toda las ciencias tienen leyes, y las leyes son su finalidad suprema.”x Pero en tanto que la falsedad de las leyes científicas en nada influye en el objeto de su estudio, la de las leyes jurídicas no solamente influye en este objeto, sino que ella misma es objeto principal de estudio. En efecto aunque Ptolomeo haya afirmado como ley que el sol gira alrededor de la tierra, ésta siguió girando alrededor de aquel. En las leyes jurídicas, por el contrario, puede suceder una de dos cosas: o que la ley sea verdadera, y entonces la jurisprudencia se limitará a explicarla o aclararla, o que sea falsa, y en tal caso es misión de la jurisprudencia buscar la verdadera. Para esto último, deberá nutrirse de todas las lagunas, de todos los errores, de todas las contradicciones, de todas las arbitrariedades de las leyes positivas. De este modo, “ los juristas se han convertido en gusanos que sólo viven de la madera podrida.”xi Y al tomar a jurisprudencia como objeto de estudio todas estas cosas contingentes, ella misma adapta este carácter. Célebre es la frase de Kirchmann a este respecto: “ Tres palabras rectificadoras del legislador convierten bibliotecas enteras en basura.”xii Ya Blaise Pascal había dicho también: “tríos degrés d´elévation du pôle renversent toute la jurisprudencia.”xiii Tres grados de elevación del polo derrumban toda la jurisprudencia. Y Michel Eyquem de Motaigne expresaba idea semejante. Gustavo Radbruch, sin embargo, opina que “esta variedad del objeto de la ciencia del derecho, según su lugar y tiempo, no es, por todo lo dicho, una prueba definitiva contra su carácter científico con igual derecho habría de negarse el carácter científico de la historia.”xiv Pero, en efecto, nosotros negamos, con Aristóteles, Arthur Schopenhauer y Antonio Caso, todo carácter científico a los estudios históricos, si aceptamos que no hay ciencia de lo singular y particular como singular y particular, yxv d) por último, señala Kirchmann como argumento contra el carácter científico de la jurisprudencia, los resultados a que llega ésta. ¿Cuáles son? Resultados negativos: por un lado, la destrucción de su objeto; trata de conocer el derecho, y termina por no conocerlo con el cúmulo de disquisiciones, comentarios, exégesis, disertaciones, sutileza y erudiciones que en torno a él se elaboran. Por el otro, su inutilidad: las grandes reformas jurídico-políticas no han sido propuestas por la jurisprudencia, ni ésta ha resultado tampoco los problemas de aquellas; no es sino hasta después de concluida la obra cuando los juristas “acuden como los cuervos, a millares, se meten en todos los rincones y miden los límites y dimensiones por pulgadas y líneas, y pintan y adoran el noble edificio hasta el punto de que ni el príncipe ni el pueblo reconocen ya apenas su propia obra”.xvi Contrariamente a Kelsen, Kirchmann opina que es lamentable que jurisprudencia excluya de su estudio a la política. Estos son, a grandes rasgos, los puntos de vista que Kirchmann sostiene para negar carácter científico a la jurisprudencia. Salvo quizás el último inciso señalado, compartimos los restantes. Consideramos, en efecto, que todo los intentos que se han hecho para sostener y mantener en equilibrio el tambaleante edificio del derecho como ciencia, han resultado fallido. Los que han propuesto que la ciencia jurídica estudie no ya el inconstante y cambiable derecho positivo, sino los principios universales y eternos del derecho natural, no han hecho otra cosa que proponer la invasión de terrenos propios de la filosofía del derecho.xvii Los que han pretendido que la jurisprudencia. Los que opinan que la ciencia del derecho debe estudiar no ya el contenido de los derechos positivos, sino, por medio de una comparación, los problemas constantes que éstos intentan solucionar y que se presentan a través de su desarrollo histórico, confunden a la jurisprudencia, propiamente tal, con el derecho comparado. Para evitar las criticas que se hacen al carácter científico de la jurisprudencia, se ha tratado de cambiar su objeto de estudio: el derecho positivo, y con esto lo único que se ha hecho es invadir las esferas propias de otras actividades intelectuales. Tesis de Rickert Mas no tardó en manifestarse la corriente contraria, es decir, la que afirma el carácter científico de la jurisprudencia. Entre los sostenedores de esta tesis, encontramos a Heinrich Rickert quien, con su teoría en torno al carácter metodológico de las “ciencias culturales históricas”, viene a inyectar nuevas savia y nueva vida al árbol ya casi caduco del conocimiento cultural como ciencia, declarando con énfasis que este conocimiento si es también científico; que no tiene razón la lógica tradicional de Aristóteles al concluir que no puede haber “ciencia de lo singular y particular como singular y particular”.xviii Al expresar esto Rickert, viene a sostener la posibilidad de que el derecho sea estudiado como ciencia, pues siendo éste uno de los valores, implícitamente está afirmando la cientificidad del derecho, de la jurisprudencia. ¿En qué se basa Rickert para sostener esto? Veamos brevemente algunos de sus razonamientos: La realidad –dice el otrora profesor de la Universidad Heidelberg- no puede ser conocida en su totalidad por el hombre. Sin embargo, ciertas partes de ella, que pueden ser aprehendidas por el conocimiento humano, son estudiadas por dos clases de ciencias: las naturaleza y las culturas o históricas. Las primeras captan de los objetos reales lo que estos tienen de común, de semejante, de homogéneo, de uniforme, y ya con este resultado formulan leyes o principios universales aplicables en todo tiempo y lugar. Mas el conocimiento de la realidad no se agota con sólo esto, sino que aún queda por conocer lo que las cosas tienen de individual, de particular, de peculiar, de heterogéneo. Es, precisamente, de esto último, de lo que se ocupan las ciencias culturales históricas. Pero es imposible que estas ciencias abarquen todas las individualidades y peculiares de las cosas, pues, si tal sucediera, habría necesidad de conocer la historia de todos lo seres, por muy insignificantes que fueren, lo cual seria absurdo e inútil. ¿De qué criterio se servirá entonces el historiador para seleccionar los hechos, sucesos o cosas que van a ser objeto de su estudio? El historia –contesta Rickert- sólo debe ocuparse de aquellos hechos, acontecimientos u objetos que encarnen un valor cultural o se relacionen con él. ¿De manera que el historiador ha de convertirse en un filósofo valorador de la realidad?; ¿ha de discernir cuándo un hecho o una cosa “valen” efectivamente o no? Rickert niega: el historiador sólo avalora en teoría, sólo relata aquellos hechos (por lo regular, de hombres) en los que, según la opinión general de los cultos o civilizados, se cristalizan valores culturales, o se halla una relación con estos valores. Mas también “lo que cohíbe o impide los bienes culturales” interesa históricamente.xix En una palabra: al historiador “sólo le toca exponer lo importante, lo significativo, lo interesante, o como quiera que lo llame”.xx Ahora plantearemos el problema con las mismas palabras de Rickert: “Si la historia ha de exponer lo singular, lo particular, lo individual, ¿cómo puede ser una ciencia?”xxi ¿Es que puede haber ciencia de lo particular como particular, lo cual negaba Aristóteles? Ricket considera que sí: el error está, dice, en haber creído la lógica tradicional que las ciencias sólo trabajan con conceptos generales; la verdad es que existe un aspecto de la realidad que sólo puede ser aprehendido con conceptos individuales por las ciencias culturales históricas. Así pues, las ciencias naturales estudian la realidad por concepto generales; las “culturas históricas” por “conceptos individuales”. “Como ciencia culturales, trata de los objetos que son referidos a los valores culturales universales; Como ciencias históricas, exponen la evolución singular de esos objetos en su particularidad e individualidad.”xxii El problema, como se ve, se traslada a este otro: ¿puede hablar conceptos individuales? Para responder a esta pregunta debemos, primeramente, saber qué es un concepto. El propio Rickert dice a este propósito: “Entendemos por concepto, en correspondencia con nuestra posición del problema, los productos de la ciencia, y contra esta aceptación no cabe levantar objetos.”xxiii Nos permitimos contradecir a Rickert: a nuestro parecer, esta definición resulta incompleta, ya que los conceptos no son únicamente los “productos de la ciencia”, sino que también pueden ser los productos de la filosofía o de cualquiera otra disciplina intelectual. Así podemos hablar del concepto de la materia, del concepto de la verdad, del concepto del bien, hasta del concepto de una silla, de una mesa, etc. Y es que “todo concepto se refiere a un objeto, si por tal entendemos lo que es susceptible de recibir una determinación cualquiera. Los conceptos son, pues, significaciones elementales, referidas a objetos”.xxiv Pero estas significaciones son, a diferencia de las de los juicios lógicos, no judicativas, es decir, no son ni verdaderas ni falsas.xxv De estos conceptos elementales o simples, como el mismo Rickert dice, se pasa a otras nociones más complejas, hasta alcanzar su definición correcta por medio de un juicio explícito.xxvi Por otra parte, si los conceptos son “producto de la ciencia”, ¿cómo va ésta a trabajar por medio de ellos si son precisamente el resultado que obtiene de su investigación? Rickert se apresura a decir: “Pero al mismo tiempo, también al conjunto de todo aquello que la ciencia aprehende de una realidad, para concebirla, lo llamamos el concepto de esa realidad.”xxvii Nuestra crítica sigue en pie: no sólo lo que la ciencia aprehende de la realidad es un concepto, sino también lo que la filosofía y, en general, la razón capta de esa realidad. La única diferencia estribaría en que la ciencia forma sus conceptos últimos (pues los primeros nos los da el lenguaje como precientificos, usando el término de Rickert) de manera sistemática y experimental, y su contenido es determinado por juicios que son leyes naturales o que las implican. De acuerdo con todo lo dicho, podemos concluir que si puede haber conceptos de las cosas individuales, pero los conceptos mismos son generales. Además, para que éstos sean científicos (ya hemos visto que no sólo las ciencias trabajan por conceptos), es necesario que haya sido asociados, aglutinados, trasformados, pasando a constituir un concepto más universal y relativamente último, que es lo que se conoce como ley natural. Por lo demás, Rickert da por sabido lo que se trata de saber: considera a la historia como ciencia, cuando, precisamente, se trata de averiguar si en realidad lo es o no lo es. Pero aun suponiendo que el derecho, como valor cultural, es estudiar científicamente por la historia, resta por saber si la jurisprudencia, que no estudia el pasado primordialmente, sino el derecho positivo, es una ciencia o no. Desde este punto de vista, consideramos que ni de acuerdo con el concepto tradicional, ni de acuerdo con el cultural-histórico de ciencia, lo es. De otro modo, cada región y cada época tendría una “ciencia jurídica” especial que cambiaria con el trascurso del tiempo, según cambiase el derecho positivo, aun cuando guardara semejanzas con otra anterior del mismo país o de otro. De manera que lo que ahora es “ciencia jurídica”, mañana pasaría a ser una ciencia del pasado, historica, una ciencia que fue y que entonces yacería empolvada y en el olvido. Esto será historia del derecho, pero no, con propiedad, jurisprudencia. No alargaremos más estas consideraciones sobre la cientificidad o nocientificidad del derecho, pues nos desviaremos de nuestro tema principal. Diremos solamente, para terminar, que debe el momento en que la jurisprudencia tiene como objeto de estudio el derecho positivo vigente en una época y en un país determinados, no puede ser una disciplina científica; y siendo filosófico nuestro presente ensayo, y no jurisprudencial, es claro que no abordaremos en él ningún derecho positivo en particular. EL DERECHO Y OTRAS RAMAS HUMANÍSTICAS DEL CONOCIMIENTO Derecho e historia Sin entrar nuevamente a discutir si la historia es ciencia o no, diremos que esta disciplina, como narración de hechos importantes del pasado, puede tener también como objeto de estudio al derecho. Pero en virtud de que lo que nos interesa es conocer lo que el derecho es, y no de hacer un relato de cómo éste ha nacido, cómo ha ido evolucionando en las distintas etapas del tiempo, cuáles han sido sus vicisitudes, cuál es su grado de desarrollo, etc., no nos ocuparemos de él desde el punto de vista histórico. Si en ocasiones llegamos a hacerlo, será simplemente para aclarar ideas y para un mejor entendimiento de lo que se expone, pero sin profundizar sobre este tema. Tampoco intentamos hacer historia de la filosofía del derecho, por lo que no relataremos en forma cronológica las diversas teorías jurídico-filosóficas que se han expuesto, ni los distintos autores que las han emitido. Sociología y derecho El derecho puede ser también estudiado por la llamada sociología, palabra híbrida creada por Auguste Comte en su Cour de philosophie. Acerca de la psicología, cabria preguntar, en primer lugar, si es en realidad una ciencia. Nosotros, al negar un carácter científico a las disciplinas culturales-históricas, estamos negado igualmente tal carácter a toda investigación que se refiera a lo social. En segundo lugar, cabria preguntar cuál es su objeto de estudio. Si, como decía Comte, la psicología tiene como mira estudiar en forma positiva las relaciones, las concatenaciones, las influencias, de los fenómenos sociales entre sí, para descubrir sus leyes fundamentales de vida y desarrollo, habría que afirmar que la misma carece de objeto de estudio propio, pues todas estas interdependencias y principios explicativos son ya materia de otras disciplinas intelectuales como la historia, la filosofía de la historia, la filosofía del derecho, etc. Esto ha hecho decir a Del Vecchio: no obstante gli sforzi del Comte e dei suoi seguaci, la cosi detta socialidia e tutora una raccolta e uno studio di fatti che sono gia patrimonio di altre scienze.xxviii [No obstante los esfuerzos de Comte y de sus secuaces, la llamada sociología es aún una recolección y un estudio de hecho que son ya patrimonio de otras ciencias.] de todas maneras, sea ciencia o no, sea útil o inútil esta materia, nosotros sólo aludiremos a ella en cuanto verse su estudio sobre el derecho como producto social. Derecho y política La política, como tercia, debe estudiar, a nuestro modo de ver, las mejores formas de organización gubernamental para el mejor servicio a la sociedad. Como práctica, debe tender igualmente a estos fines, si el que la ejercita no quiere caer en la llamada “politiquería” que no es otra cosa que el elogio y halago servil al poderoso, para obtener, en provecho e interés propios, una situación lucrativa y privilegiada. Sólo nos ocupamos de la política cuando ésta toma al derecho como bandera de una ideología por la cual lucha o aparentemente combate. La política no pudo ignorare la filosofía del diritto, sotto pena di cadere nell´emprismo (per mancaza di principio directtivi); la filosofía del diritto non puo ignorare i datti della scienza política, soto pena di cadere nell´utopia (per mancaza di riferimento alla realta di fatto).xxix La política no puede ignorar a la filosofía del derecho, bajo pena de caer en el empirismo (por falta de principios directivos); la filosofía del derecho no puede ignorar los datos de la ciencia política, so pena de caer en la utopía (por falta de referencia a la realidad de hechos). Derecho comparado Por último, diremos que el derecho puede ser estudiado también por el derecho comparado. Esta disciplina, como su nombre lo indica, tiene por objeto cotejar comparativamente los distintos derechos positivos, nacionales o extranjeros, vigentes o abrogados, modernos o antiguos, para dilucidar qué instituciones jurídicas prevalecen, a través del tiempo, qué problemas presentan, cómo ha sido esto resulto, y tomar las soluciones más adecuadas y mejor adaptables al medio jurídico en que se vive actualmente. De todo esto no nos ocuparemos y si lo llegáramos a hacer, será sólo a título de ejemplo. Situado y delimitado así nuestro tema, pasemos ahora a su desarrollo. ALGUNAS PALABRAS ACERCA DEL MÉTODO A SEGUIR Conviene previamente, sin embargo, decir dos o tres palabras en torno al método que pensamos seguir en el desenvolvimiento de nuestro trabajo. Una de las mayores dificultades con que tropieza el que intenta definir el concepto del derecho es la de la gran variedad de elementos y particularidades que éste presenta. De ahí también la multiplicidad de definiciones que han dado de él, sin que los autores hayan podido ponerse de acuerdo sobre una fórmula única que los contenga a todos. Pero esto no se debe a falta de precisión y síntesis lógica, sino a la naturaleza misma del objeto que se trata de definir. El problema consiste, pues, en encontrar una definición única, concisa y clara, que abarque todas las diversas manifestaciones en que se puede presentar el derecho.xxx De acuerdo con esto, es necesario abordar el estudio de estas distintas manifestaciones, las principales al menos, para descubrir cuáles son los elementos y las características comunes que poseen, y poder reunir después estos en una fórmula única y total. Pero para estudiar la esencia del derecho es necesario abordar también el problema de su valor y el e sus fines. UBICACIÓN DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO teniendo en cuenta su denominación, desde luego la filosofía del derecho se ubica dentro del campo de la filosofía en general, aunque es una rama independiente de ésta, es decir, no queda incluida dentro de la ética o moral, como antes se hacía. Es por ello que antes de dar un concepto o una definición de la filosofía del derecho, es necesario determinar qué se entiende por filosofía en general. Pero esta filosofía está íntimamente vinculada a la ciencia en general, no sólo desde el punto de vista de su evolución, sino también de su concepto. Por tanto, es necesario examinarlas conjuntamente, y señalar sus diferencias. a) Luis Legaz y Lacambra señalan las siguientes: 1ª . La ciencia tiene un objeto determinado. De antemano sabe cuál es su objeto a investigar, aunque no sepa cómo es. En cambio, la filosofía va constituyendo intelectualmente su propio objeto de estudio en forma progresiva, y 2ª. La ciencia tiene conocimiento seguros, pero con resultados a veces contradictorios. La filosofía es un saber que prolonga las conclusiones de la ciencia, va más lejos que éstas y resuelve las diferentes de la confrontación entre ellas.xxxi La filosofía nace con la reflexión del hombre sobre sí mismo, y toma éste conciencia de sí mismo. La filosofía no es obrar, sino saber obrar; no es conocer, sino saber conocer. En el pensar y en el obrar hay que buscar el apoyo de una certidumbre que sea autónoma y pantónoma o universal. Esta es proporcionada por la filosofía. José Ortega y Gasset hablan también de estos principios de conceptuación de la filosofía que son autonomia y la pantomia.xxxii Hasta el siglo XVIII, la ciencia y la filosofía habían estado íntimamente unidas, y b) por su parte, Eduardo García Máynez afirma que si bien es cierto que la ciencia y la filosofía tienen una coincidencia fundamental en cuanto a su último finalidad que es la de aspirar al descubrimiento de lo verdadero, también es cierto que tienen diferencias: 1ª. La diversa extensión de sus respectivas objetos: las ciencias buscan una explicación parcial de lo existente; buscan verdades aisladas, en relación con aspectos especiales de lo real. En cambio, la filosofía busca una explicación exhaustiva del mundo, del hombre y de la actividad humana; busca la vedad completa, el conocimiento último y definitivo, síntesis de todas las verdades. Y cita la frase de Herbert Spencer: la ciencia es un conocimiento parcialmente unificado, y la filosofía un saber totalmente unificado; 2ª. El conocimiento científico es explicativo, investiga lo que es. El hombre de ciencia demuestra o explica, no hace juicios de valor. La especulación filosófica es normativa, investiga lo que debe ser, y 3ª. La ciencia estudia únicamente fenómenos y relaciones, sin inquirir la esencia de lo real. La filosofía se pregunta, además, cuál es el substratum de lo existente.xxxiii Recaséns Siches sintetiza la opinión de Radbruch sobre los fines de la filosofía, en los siguientes términos: La filosofía en aspecto más importante, según Radbruch, persigue no el conocimiento del ser, sino el del deber ser; no el de la realidad, sino el del valor; no el conocimiento de las causas, sino el de los fines, no el de la naturaleza, sino el del sentido de todas las cosas.xxxiv Según Mario Bunge, el modo de proceder del científico es el siguiente: Comienza por los hechos, luego los describe y más tarde formula hipótesis y construye teorías para explicarlos; después deducen ellas conclusiones particulares verificables, recurre eventualmente a nuevas observaciones o a nuevos cálculos, y contrasta sus conclusiones con estos resultados; y finalmente, si lo halla necesario, corrige sus conjeturas sin compasión.xxxv Después de haber visto las diferencias entre la filosofía y la ciencia en general, apliquemos lo expuesto a la filosofía del derecho y a la ciencia del derecho en particular. Utilizamos la palabra ciencia, aplicada al derecho, por seguir la tradición, aunque ya expusimos nuestro punto de vista al respecto. a) la filosofía del derecho se caracteriza por investigar los fines que éste persigue, y por la forma en que los persigue. Entre los temas fundamentales que estudian, está el de cómo debe ser el derecho; pero para poder llevar a cabo este estudio, es necesario que averigüen previamente los valores jurídicos. Y tanto uno como otro tema los estudios en forma exhaustiva, total, completa, no refiriéndose a cada rama del derecho en especial, y b) la ciencia del derecho, en cambio, tiene un campo limitado cuando examina cómo es la relidad del derecho. Dice Radbruch que la ciencia jurídica en sentido estricto, dogmática y temática, “puede definirse como la ciencia que se ocupa del sentido objetivo de una ordenación jurídica positiva; como lo cual se caracteriza perfectamente su particular situación frente a las otras ciencias del derecho”. xxxvi De manera que la ciencia del derecho trata del derecho positivo. Y esto es lo que la diferencia –continúa Radbruch- de la filosofía del derecho y de la política jurídica. La primera trata del valor del derecho, y la segunda, de los medios que sirven para la realización de este valor. En cuanto al sentido objetivo del derecho positivo, esto diferencia a la ciencia jurídica, de la historia del derecho y de la ciencia del derecho comparado, de la sociología y la psicologia jurídicas, las cuales versan todas ellas sobre la existencia del derecho y sobre los hechos de la vida jurídica.xxxvii Escribe Radbruch textualmente, en relación con la ciencia jurídica: 1 su objeto lo forman ordenaciones jurídicas positivas. Es una ciencia del derecho vigente, no del derecho justo; del derecho que es, no del debe ser. Se separa, pues, de aquellas ciencias del derecho cuyo objeto es el derecho que debe ser: la filosofía del derecho, como ciencia de los fines jurídicos y la política del derecho, como ciencia de los medios para el logro de estos fines; 2 la ciencia del derecho en sentido estricto trata de ordenaciones jurídicas, no de la vida del derecho, de normas jurídicas y no de hechos, y 3 la ciencia del derecho es la ciencia del sentido objetivo y no del subjetivo del derecho.xxxviii La ciencia del derecho en sentido estricto no trata del ser del derecho, de los pensamientos que sus autores quisieron fuera portador, y de los que suscitaron realmente en el intérprete, es decir, del derecho como hecho causado y productor todavía de ulteriores hechos; Esto son tratados por la “teoría social del derecho”: Historia del derecho, derecho comparado y sociología del derecho. La tarea de la jurídica –sigue diciendo Radbruch- se realiza en tres fases: interpretación, construcción y sistema. La interpelación jurídica se dirige al sentido objetivamente válido del precepto jurídico. No son los legisladores los autores de la ley; la voluntad del legislador no es la voluntad colectiva de los que participan en la legislación, sino más bien la voluntad del estado. Construcción es la doble elaboración de su materia: Una elaboración categoría que exponga al derecho como realización del concepto del derecho y de las categorías en él contenidas, y una elaboración teleológica que describa al derecho como un intento de realización de la idea del derecho. Sistema, cuando la construcción no queda limitada a una sola instancia jurídica, sino que se refiere a todo el orden jurídico.xxxix El hombre se comporta en sociedad en forma egoísta; cuando menos, en principio. Tiende a satisfacer sus propias necesidades y las de su familia. Y como los demás individuos que viven en la misma sociedad que él, tiende a hacer lo mismo, cuando los satisfactores de esas necesidades no son suficientes para todos, surge las luchas entre esos individuos, para obtenerlos. Esta situación se ve con más claridad en el llamado estado de naturaleza en que vivía el hombre, según algunos filósofos, antes de que constituyera con sus semejantes una comunidad jurídica-política donde vivir. Ahora bien, en relación con este estado de naturaleza hay dos opiniones divergentes: Una, sostenida principalmente por Jean- Jacques Rousseau, que considera que en ese estado el individuo vivía tranquilamente con sus semejantes, porque la naturaleza les daba todo lo que les era necesario para satisfacer sus necesidades; los bienes eran comunes para todos. Era un estado paradisíaco, de felicidad, de paz. Pero este estado se rompió con el surgimiento de la propiedad privada y de la domesticación de los animales. Entonces comenzó una lucha entre los que tenían y los que no tenían. Para evitar esta situación, hubo necesidad de que los hombres celebraran un contrato social en el que se establecieran ciertas normas que rigieran su conducta. Otra opinión, sostenida principalmente por Thomas Hobbes, es la que considera que el hombre en el estado de naturaleza vivía en permanente lucha con sus semejantes, era un estado de guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes). La única ley que prevalecía entonces era la del más fuerte. Es por ello que los individuos en este estado vivían en un temor constante, el cual los indujo a celebrar un pacto social para evitar la violencia. Como se ve, siempre ha sido una situación de lucha la que ha conducido a los hombres a formar una sociedad jurídica-política, en la que se establecieron normas de derecho que vinieron a regular, a limitar, la conducta de los individuos. Pero, como ha dicho Del Vecchio, las normas jurídicas son insuficientes para refutar la vida de los hombres. De ahí que sean necesarias otras clases de normas como son las morales, las de trato social e, inclusive, las religiosas. Las ramas de la filosofía del derecho se determinan tenido en cuenta los temas que abordan y desarrollan. Las ramas de la filosofía del derecho, según Eduardo García Máynez, son dos, principalmente. La teoría fundamental del derecho y la axiología jurídica. La primera se subdivide en ontología formal del derecho y lógica jurídica. La ontología del derecho es el estudio sistemático de las conexiones esenciales de carácter formal entre las diversas manifestaciones de la conducta jurídicamente regulada, como son lo prohibido, lo permitido, lo obligatorio y lo potestativo. Sus principales temas de estudio son la definición del derecho (¿qué es el derecho?) Y los conceptos jurídicos básicos (¿qué son y cuáles son los conceptos jurídicos básicos?), Esencialmente, o categóricamente jurídicos como son el supuesto jurídico, el derecho subjetivo, el deber jurídico y el sujeto de derecho. La lógica jurídica es el estudio sistemático de la forma de los juicios, los conceptos y los raciocinios jurídicos. La axiología jurídica (o teoría del derecho justo, doctrina de los valores jurídicos y estimativa jurídica) estudia los valores a cuya realización debe tender el derecho positivo (doctrina del deber ser del derecho), como son la justicia, el bien común, la seguridad pública, la paz social y el orden jurídico. Esto se relaciona con el problema de la validez del derecho, que es eje de la polémica entre el positivismo jurídico y el ius naturale. Pero García Máynez agrega otra rama más: La de la técnica jurídica que estudia los problemas relacionados con los procedimientos de interpretación, observancia y aplicación de las normas jurídicas (hermenéutica, integración de lagunas del derecho y solución de antinomias).xl En relación con los diversos niveles del conocimiento, Idilio Van dice lo siguiente: Conocer una cosa significa distinguirla de todas aquellas que se perciben como distintas, y al mismo tiempo relacionarla con las que se consideran semejantes. Esta naturaleza y este proceso de nuestro conocimiento implica que pasa por una serie de grados ascendentes; cada grado de esta serie representa un proceso de generalización cada vez más alto; es decir, que nuestro conocimiento es tanto más elevado cuanto mayor es el número de las cosas que comprendemos en él. Así, atravesando grados diversos, se pasa de lo particular a lo universal, del conocimiento empírico o vulgar al científico, y de éste al filosófico. El conocimiento se transforma en científico cuando consiste en un conocimiento sistemático de los hechos y de los fenómenos, poniendo en relación unos con otros, de manera que pueda descubrirse su uniformidad y determinar sus leyes. Así, pues, el conocimiento científico significa el conocimiento de las relaciones, de la uniformidad y de las leyes.xli Pero todas las ciencias consideran siempre un orden particular de hecho y de relaciones, que nos representamos como el último grado a que puede llegar nuestro saber (fragmentario). La filosofía tiene un objeto especifico, un contenido propio que es la totalidad de las cosas, lo universal. No toma como son los resultados de las ciencias particulares, sino que los somete a una valuación y prueba. Elabora ulteriormente tales resultados, unificándolos en un principio primo. Es como si se tratase de una filosofía científica.xlii NOTAS i Del Vecchio, op. Cit., introduzione, p. 2. KANT, Emmananuel, principios metaficos del derecho (introducción a la teoría del derecho), Américalee, Buenos Aires, 1943, s B, p. 45. iii KELSEN, Hans, la teoría pura del derecho (introducción a la problemática científica del derecho), 2ª. Ed., trad. Jorge G. Tijerina, Losada, B uenos Aires, 1946, prefacio, p. 17. iv Ibidem, i, núm. 1, p. 25 in medio; También “la tercia pura del derecho y la jurisprudencia analitica”, tad. Eduardo A. Coghlan, en la idea del derecho natural y otros ensayos, Losada, Buenos Aires, 1946, i, p. 209. v Véase KELSEN, La teoría pura del derecho, op. Cit., III, núm. 17, p. 67. vi KELSEN, “La teoría pura del derecho y la jurisprudencia analítica”, op. Cit. I, p. 209. vii KIRCHMANN, J. H. von, la jurisprudencia no es ciencia, instituto el estudio político, Madrid, 1949, pp. 39-40. viii GOETHE., J. W., “Fausto”, obras selectas, El Ateismo, Buenos Aires, 1958, 1a. Parte, p. 76. ix KIRCHMANN, op. Cit., p. 47. x Ibidem, p. 49. xi Ibidem, p. 54. véase también: RECASENS SICHES, Luis Estudio de filosofía del derecho, Bosch, Barcelona, 1936, i, núm. I, 3, p. 20; LEGAZ Y LACAMBRA, Luis, introducción a la ciencia del derecho, Bosch, Barcelona, 1943, 1ª. Parte, cap. III, 3, núm. 1, p. 135. xii KIRCHMANN, op. Cit., p. 54. Véase también: RADBRUCH, Gustavo, filosofía del derecho, 3ª. Ed., Revista de Derecho Privado, Madrid, 1952, s 15, pp. 160-161; RECASÉNS SICHES, op. Cit., i, núms.. 1 y 3, p. 20; LEGAZ Y LACAMBRA, op. Cit., 1ª. Parte, cap. III, 3, núm. I, p. 136. xiii PASCAL, Blaise, pensées, Éditions Garnier Freres, Paris, 1960, núm. 294, p. 151. xiv RADBRUCH, op. cit., s 15, p. 161. xv Véase CASO, Antonio, El concepto de la historia universal., op cit., caps. III-IV, VI, núms. 24-35, 51-59, pp. 45-72 y 87-94. xvi KIRCHMANN, op. cit., pp. 82-83. xvii La jurisprudencia no es una parte de la Filosofia, a pesar de que Georg Wihelm Friedrich Hegel afirme lo contrario. Si, como el mismo Hegel escribe, “La jurisprudencia positiva. Lo que pretende preferentemente es exponer qué sea derecho positivo en un momento histórico, determinado, es decir, cuáles son las disposiciones legales singulares”, no nos explicamos por qué va a ser una parte de la filosofía, si ésta no se ocupa de ese tema (HEGEL, Llinea fundamentales de la filosofía del derecho, trad. F. E. G. Vicent, Revista de Occidente, Madrid, 1935, introducción, s 2, pp. 2-3. xviii RICKERT, H., Ciencia cultural y científica natural, trad. Manuel G. Morente, Eapasa-Calpe, Buenos Aires, 1943, VI, p. 76; ARISTÓTELES, op. Cit., libro VI y XI, núms.. 2 y 8; Moral a Nicómaco, trad. Patricio de Azcárate, 2ª. Ed., Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1946, libro VI, cap. II. xix RICKERT, op. cit., X, p. 147. xx Ibidem, p. 143. xxi Ibidem, IX in fine, p. 132. xxii Ibidem, X, p. 162. xxiii Ibidem, V, p. 72. xxiv GARCIA MÁYNEZ, Eduardo, Lógica del concepto jurídico, Fondo de cultura económica, México, 1959, cap. I, núm. 7, p. 23. xxv Ibidem, loc. Cit. xxvi ibidem, pp. 24 y siguientes. xxvii RICKERT, op. cit., V, p. 72. xxviii DEL VECCHIO, Lezioni., op. Cit., introduzione, p. 10. ii xxix Ibidem, p. 12. Véase VOLANSKY, Alexandre AL., Essai d´une définition expressive du droit basée sur i´idée de bonne foi (Étude de doctrine juridique), Librairie de jurisprudencia ancienne & moderne Édouard Duchemin, París, 1930, 1ª. Parte, chap. II, sec. 1ª., s 1, núms. 29 y ss., pp. 65 y siguientes. xxxi LEGAZ Y LACAMBRA, Luis, filosofía del derecho, 3ª. Ed., Bosch, Barcelona, 1972, primera parte, cap. I, núm. 1, II, pp. 12-13. xxxii ORTENGA Y GASSET, José, ¿qué es la filosofía?, Porrúa, México, 1986, cap. V, pp. 45-46. xxxiii GARCIA MÁYEZ, Eduardo, introducción al estudio del derecho, 19ª. Ed., Porrúa, México, 1971, pp. 116-117. xxxiv RECASÉNS SICHES, Luis, panorama del pensamiento jurídico en el siglo XX, t. 1, Porrúa, México, 1963, cap. 12, letra c), núm. 1, p. 228. xxxv BUNGE, Mario, la ciencia, su método y su filosofía, siglo XX, Buenos Aires, 1980, pp. 89-90. xxxvi RADBRUCH, Gustavo, filosofía del derecho, 3ª. Ed., revista de derecho privado, Madrid, 1952, s 15, p. 145; introducción a la filosofía del derecho, trad. Wenceslao Roces, fondo de cultura económica, México, 1985, i, s 1, núm. I, p. 9. xxxvii RADBRUCH, introducción., op. Cit., p. 9. xxxviii RADBRUCH, Filosofía del derecho, op. Cit., s, p. 146. xxxix Ibidem, pp. 146-147 y 155. xl GARCIA MÁYNEZ, Filosofía del derecho, porrúa, México, 1947, núm. 3, p. 15; introducción., op cit., pp. 119-120. xli VANN, Icilio, filosofía del derecho, trad. Y prólogo por Rafael Urbano y Francisco Beltrán, librería Española y Extranjera, Madrid, 1922, pp. 13-14. xlii Ibidem, pp. 15-17. xxx