LOS PADRES DE LA IGLESIA San Gregorio de Nisa - Mosaico del siglo XI Catedral de santa Sofía de Nóvgorod, Federación Rusa F a s c í c u l o X X I V L o s P a d r e s C a p a d o c i o s : S a n G r e g o r i o d e N i s a Parroquia Inmaculada Concepción Monte Grande www.inmaculadamg.org.ar 1 Biografía Gregorio nació en torno al año 335 en la ciudad de Cesarea de Capadocia, siendo el hermano menor de san Basilio (379). Su formación cristiana fue atendida particularmente por su hermano Basilio, definido por él “padre y maestro” (Epístola 13, 4), y por su hermana Macrina. En sus estudios, le gustaba particularmente la filosofía y la retórica. En un primer momento se dedicó a la enseñanza de la retórica y se casó. Después, como su hermano y su hermana, se dedicó totalmente a la vida ascética y al estudio de la teología, retirándose al monasterio de Iris, en el Ponto. En el año 371 fue consagrado obispo de Nisa por su hermano Basilio. Aunque recibió la consagración episcopal contra su voluntad, no defraudó las esperanzas de Basilio, convirtiéndose en pastor celoso y conquistando la estima de la comunidad. Por su fidelidad al Concilio de Nicea, fue depuesto por un sínodo de obispos arrianos en el año 376, celebrado en su ausencia con la ayuda del gobernador del Ponto. En dicho sínodo se justificó la medida acusándolo de malversaciones económicas e irregularidades canónicas en su elección. A raíz de ello, tuvo que abandonar brevemente su sede episcopal; sin embargo, en el año 378, cuando fallece el emperador Valente, regresó triunfalmente a su sede (Cf. Epístola 6), y siguió comprometiéndose en la lucha por defender la auténtica fe. Gregorio de Nisa Fresco bizantino del siglo XIV. Museo Kariye de la Iglesia san Salvador de Chora, Estambul, Turquía. En el año 379 asistió a un sínodo de Antioquía que adoptó un símbolo que reconocía la única divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Posteriormente, viajó al Ponto, para asistir en su muerte a su hermana Macrina. En el año 380, tras la muerte del semi-arriano Eustacio, fue elegido arzobispo de Sebaste1 (metrópolis de Armenia Primera) y, pese a su disgusto, se vio precisado a administrar aquella diócesis durante algunos meses. Ese mismo año el emperador Teodosio I el Grande había proclamado al cristianismo con el “Edicto de Tesalónica”, religión oficial del Estado. Esto registró así un salto de cualidad respecto del reconocimiento de la libertad de la Iglesia por Constantino en el año 313. Desde ese momento la Iglesia es “Iglesia del Estado”. Pero esta oficialización del culto cristiano agudizó el problema del 1 Actualmente esta ciudad se llama Sivas y está ubicada en Turquía. 2 “cesaropapismo” que había comenzado con Constantino, lo cual significaba el incremento de la injerencia del César sobre la soberanía de la Iglesia. El Arzobispo de Milán, san Ambrosio (397), niega la entrada en la Iglesia al Emperador Teodosio. Autor: Antonio van Dyck Fecha: 1619-20 Ubicación: Galería Nacional de Londres. Corría el año 381 cuando Gregorio de Nisa tomó parte muy activa —junto a San Gregorio Nacianceno— en el segundo Concilio Ecuménico llevado a cabo en la ciudad de Constantinopla (allí Gregorio Niceno fue llamado “columna de la ortodoxia”), en el cual se resolvió definitivamente la cuestión arriana, reafirmando la fe de Nicea y exponiendo la divinidad y consustancialidad del Espíritu Santo. El arrianismo sobrevivirá solamente entre los bárbaros (godos2) pues habían sido evangelizados por el obispo arriano Ulfila (311-383). Cuando los godos invadieron las provincias occidentales del imperio (410), reaparece el arrianismo y se necesitarían un par de siglos para que desaparezca definitivamente. Luego recibe encargos oficiales de responsabilidad (por ejemplo, hacer cumplir los decretos del emperador en el Ponto, pronunciar los discursos fúnebres a la muerte de la esposa y la hija de Teodosio, etc.). Tras el triunfo de la ortodoxia en Constantinopla, la sede de Sebaste fue ocupada por el hermano de Gregorio, Pedro de Sebaste ( circa 391). En sus últimos años, Gregorio redactó los escritos más memorables de su doctrina espiritual, hasta su fallecimiento en el 394. San Gregorio de Nisa, hombre de carácter meditativo, con gran capacidad de reflexión y una inteligencia despierta, abierta a la cultura de su tiempo, se convirtió así en un pensador original y profundo de la historia del cristianismo. 2 Los godos eran una de las muchas tribus del otro lado de la frontera oriental a las que los romanos llamaban bárbaras o germánicas. 3 Obras Gregorio expresa con claridad la finalidad de sus estudios, objetivo supremo al que dedica su trabajo teológico: no entregar la vida a cosas banales, sino encontrar la luz que permita discernir lo que es verdaderamente útil (Cf. «In Ecclesiasten hom.» 1). Encontró este bien supremo en el cristianismo, gracias al cual es posible “la imitación de la naturaleza divina” («De professione christiana»). Con su aguda inteligencia y sus amplios conocimientos filosóficos y teológicos, defendió la fe cristiana contra los herejes, que negaban la divinidad del Espíritu Santo (como Eunomio y los macedonios), o ponían en tela de juicio la perfecta humanidad de Cristo (como Apolinar). Comentó la Sagrada Escritura, meditando en la creación del hombre. La creación era para él un tema central. Veía en la criatura un reflejo del Creador y a partir de aquí encontraba el camino hacia Dios. La «Vida de Macrina» es un escrito en el que Gregorio propone la “vida filosófica” de su hermana como un ideal al que ella arrastra con su ejemplo y su palabra. También escribió un importante libro sobre la «vida de Moisés», a quien presenta como hombre en camino hacia Dios: esta ascensión hacia el Monte Sinaí se convierte para él en una imagen de nuestra ascensión en la vida humana hacia la verdadera vida, hacia el encuentro con Dios. Interpretó además la oración del Señor, el Padrenuestro y las Bienaventuranzas. En su «Gran discurso catequístico» («Oratio catechetica magna»), expuso las líneas fundamentales de la teología, no de una teología académica, cerrada en sí misma, sino que ofreció a los catequistas un sistema de referencia para sus enseñanzas, como una especie de marco en el que se mueve después la interpretación pedagógica de la fe. Su obra titulada «La creación del hombre» pertenece al género exegético, y la escribió a instancias de su hermano Pedro, obispo de Sebaste, con el fin de completar las homilías de san Basilio sobre los seis días de la creación, que narra el Génesis. El texto que se recoge es un comentario a la creación del hombre, hecho por Dios a su imagen y semejanza, lo que constituye su mayor dignidad y su máxima excelencia sobre las demás criaturas terrenas. Cristo: Camino, Verdad y Vida Mosaico del siglo VI, el cual alude al Salmo 91 (90) 13. Oratorio de Sant' Andrea. Ravena. Italia. 4 Su diálogo «Sobre el alma y la resurrección», que Gregorio entabló con su hermana Macrina, es una réplica de “El Fedón” de Platón, el cual trata sobre la inmortalidad del alma. La conversación tuvo lugar en el año 379, poco después de la muerte de su hermano Basilio, cuando Gregorio, de vuelta de un sínodo en Antioquía, visitó a su hermana, que a la sazón era superiora de un convento a la orilla del Iris, en el Ponto, y la encontró moribunda. Macrina murió al día siguiente, y Gregorio debió de componer este diálogo inmediatamente después. Las opiniones sobre el alma, la muerte, la resurrección y la restauración final de todas las cosas (apocatástasis), que Gregorio pone en boca de su hermana, son, naturalmente, sus propias ideas. Doctrina y pensamientos Cristológicamente: diferencia con claridad las dos naturalezas de Cristo, verdadero Hombre y verdadero Dios. Para Gregorio la unión de las dos naturalezas en Cristo es tan fuerte que se puede hablar tranquilamente de un hombre omnipotente o de que Dios fue crucificado. Mariológicamente: emplea el título de “Theotokos” (Madre de Dios) para referirse a María, a la vez que afirma su virginidad también durante el parto. Escatológicamente: acusa la huella errónea de Orígenes (253) en su afirmación que las penas del infierno no son eternas sino temporales, con una finalidad correctora. Cree, asimismo, en la restauración universal de todo al fin de los tiempos (doctrina de la “apocatástasis”, del griego apokatastasi = restauración del estado original). Exaltó la virginidad consagrada («De virginitate»), y propuso un modelo insigne en la vida de su hermana Macrina, quien fue para él siempre una guía y un ejemplo (Cf. «Vita Macrinae»). Pronunció varios discursos y homilías, además de escribir numerosas cartas comentando la creación del hombre. Gregorio subraya que Dios, “el mejor de los artistas, forja nuestra naturaleza de manera que sea capaz del ejercicio de la realeza. A causa de la superioridad del alma, y gracias a la misma conformación del cuerpo, hace que el hombre sea realmente idóneo para desempeñar el poder regio” («De hominis opificio» 4). Pero vemos cómo el hombre, en la red de los pecados, con frecuencia abusa de la creación y no ejerce la verdadera realeza. Por este motivo, para desempeñar una verdadera responsabilidad ante las criaturas, tiene que ser penetrado por Dios y vivir en su luz. Gregorio afirmaba que en la creación no existe nada más grande y bello que el ser humano, creado por Dios como reflejo de la belleza divina. El hombre, purificando su corazón, puede volver a ser, como al principio, una limpia imagen de Dios. Enseñaba que la persona humana tiene como fin la contemplación de Dios, que se puede anticipar ya en este mundo a través de una vida espiritual cada vez más perfecta. Ésta es la lección más importante de san Gregorio Niceno: la plenitud del hombre consiste en la santidad. Dignidad del ser humano Gregorio manifiesta una concepción muy elevada de la dignidad del hombre. El fin del hombre, dice el santo obispo, es el de hacerse semejante a Dios, y este fin lo alcanza sobre todo a través del amor, del conocimiento y de la práctica de las virtudes, “rayos luminosos que descienden de la naturaleza divina” («De beatitudinibus» 6), con un movimiento perpetuo de adhesión al bien, como el corredor que tiende hacia delante. Gregorio utiliza en este sentido una imagen eficaz, que ya estaba presente en la carta de Pablo a los Filipenses: “tendiéndome” hacia lo que es más grande, hacia la verdad y el amor. Esta expresión plástica indica una realidad profunda: la perfección que queremos encontrar no es algo que se conquista para siempre; perfección es seguir en camino, es una continua disponibilidad para seguir adelante, pues nunca se alcanza la plena semejanza con Dios; siempre estamos en camino (Cf. «Homilia in Canticum 12»). Gregorio aclara: “No es obra nuestra, y no es tampoco el éxito de una potencia humana el llegar a ser semejantes a la Divinidad, sino el resultado de la generosidad de Dios, que desde su origen ofreció a nuestra naturaleza la gracia de la semejanza con Él” («De virginitate 12», 2). Para el alma, por tanto, “no se trata de conocer algo de Dios, sino de tener a Dios en sí” («De beatitudinibus 6»). De hecho, constata agudamente Gregorio, “la divinidad es pureza, es liberación de las pasiones y remoción de todo mal: si todo esto está en ti, Dios realmente está en ti” (Ibídem). En este camino de ascenso espiritual, Cristo es el modelo y el maestro, que nos permite ver la bella imagen de Dios (Cf. «De perfectione christiana»). Ahora bien, Cristo, recuerda Gregorio, está presente también en los pobres, de manera que no tienen que ser nunca ultrajados: “No desprecies a quienes están postrados, como si por este motivo no 5 valieran nada. Considera quiénes son y descubrirás cuál es su dignidad: representan a la Persona del Salvador. Y así es, pues el Señor, en su bondad, les prestó su misma Persona para que, a través de ella, tengan compasión por quienes son duros de corazón y enemigos de los pobres” («De pauperibus amandis»). Gregorio, como decíamos, habla de una ascensión: ascensión a Dios en la oración a través de la pureza de corazón; pero ascensión a Dios también mediante el amor al prójimo. El amor es la escalera que lleva a Dios. Por tanto, el Padre de Nisa exhorta vivamente a quienes le escuchaban: “Sé generoso con estos hermanos, víctimas de la desventura. Da al hambriento lo que le quitas a tu estómago” (Ibídem). La oración Concluyamos nuestra catequesis sobre este gran padre de Capadocia recordando un aspecto importante de la doctrina espiritual de Gregorio de Nisa, que es la oración. Para avanzar en el camino hacia la perfección y acoger en sí a Dios, llevando en sí al Espíritu de Dios, el amor de Dios, el hombre tiene que dirigirse con confianza a Él en la oración: “A través de la oración logramos estar con Dios. Pero, quien está con Dios, está lejos del enemigo. La oración es apoyo y defensa de la castidad, freno de la ira, sosiego y dominio de la soberbia. La oración es custodia de la virginidad, protección de la fidelidad en el matrimonio, esperanza para quienes velan, abundancia de frutos para los agricultores, seguridad para los navegantes” («De oratione dominica 1»). Esta enseñanza de san Gregorio sigue siendo válida siempre: no hay que hablar sólo de Dios, sino llevar a Dios en sí mismo. Lo hacemos con el compromiso de la oración y viviendo en el espíritu de amor por todos nuestros hermanos. 6