superyo | vínculo fraterno Con los hermanos se escenifican los primeros juegos de asignación de roles y se sientan las bases de la socialización, aun antes del ingreso al colegio Vínculo fraterno Desafío emocional Si bien el nexo entre hermanos genera una red afectiva de lazos profundos, también despierta celos y competencia. Los padres deben reconocer las conductas conflictivas e impedir que la rivalidad se instale en sus hijos como una forma de relacionarse / ELIZABETH LEVY SAD LOS VÍNCULOS QUE SE DESARROLLAN en la infancia y en la adolescencia con los hermanos configuran y moldean las futuras relaciones sociales. La forma en que se ha experimentado el nexo fraternal influye notablemente en cómo se afrontarán las relaciones en la vida adulta con quienes se comparte, coopera, disfruta, negocia o disputa un espacio de la vida cotidiana: compañeros de trabajo, colegas, amigos… Con frecuencia se piensa que los traumas psíquicos de una persona están exclusivamente relacionados con sus padres, pero los especialistas advierten que los vínculos entre hermanos también son decisivos, porque nunca son del todo fáciles y pueden ser complejos y traumáticos. Si a ver vamos, es el primer escenario competitivo que se le plantea al ser humano. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, precisó que todo primogénito experimenta una “severa amargura” con la llegada de su hermano, a quien 64+SALUD sentirá como un rival porque le hace perder el privilegio de la exclusividad familiar. Sin tener conciencia de ello, los hermanos compiten sin cesar por el afecto de los padres. Cuando esta matriz de competencia es muy agresiva y perturbadora y no se hace consciente (y en consecuencia no se resuelve) puede generar tensiones psicológicas que alteran el desarrollo de otras relaciones afectivas en la vida adulta. Aprender a vivir Julio Moscón, psiquiatra y psicoanalista, explica las causas psicológicas de la rivalidad en las relaciones fraternas: “la presencia de un hermano desafía la ilusión de exclusividad (todo hijo fantasea inconscientemente con ser el único que acapara el afecto de los padres) y hackea la fantasía del ‘amor total’. Con la llegada de un hermano se pone a prueba la capacidad de soportar la parcialidad y los límites de los afectos”. vínculo fraterno | superyo Sin embargo, a pesar del desafío emocional que plantea, el nexo entre hermanos también estimula y ejercita aptitudes fundamentales en la vida adulta: • CAPACIDAD DE COMPARTIR. Los vínculos fraternos hacen posible “el desarrollo de habilidades sociales tempranas entre los niños de una misma familia, como aprender a ser generoso, reconocer al otro, entablar interacciones a través del juego y el trabajo en equipo”, explica Fabiana Isa, psicóloga y psicoanalista. También potencian el desarrollo de ciertas habilidades emocionales: el saber esperar, la camaradería y la empatía. • HABILIDAD NEGOCIADORA. Todo lo que el niño desea –desde el derecho a usar los juguetes hasta la permanencia en los espacios comunes de la casa– tendrá que aprender a negociarlo de una u otra forma con sus hermanos. En ese sentido, es muy importante que los padres estimulen la capacidad de llegar a un acuerdo entre sus hijos y los inciten a establecer y acatar sus propias reglas. Cuando un padre resuelve por su cuenta –y arbitrariamente– todos los conflictos entre los hermanos, impidiendo la interacción entre ellos, anula la potencial capacidad de negociación de los niños, considerada uno de los grandes ejes de la salud emocional del adulto. • RETROALIMENTACIÓN DEL APRENDIZAJE. A través de la imitación de sus hermanos mayores, los menores suelen progresar en el manejo del FRENTE AL ABUSO En las familias en las que los padres ejercen la autoridad de manera despótica o abusiva, la relación entre los hermanos constituye el principal pilar afectivo de los hijos, quienes suelen establecer un código de lealtad para enfrentar los embates de los adultos. 65+SALUD superyo | vínculo fraterno Los padres deben saber distinguir entre la cuota de conflictividad sana inherente a los primeros años de vida y la violencia como forma de vínculo lenguaje y otras habilidades; a su vez, el mayor aprende a desarrollar destrezas de cuidado y protección, imitando la actitud de los padres. El vínculo fraterno siempre amplía las fronteras de la inteligencia emocional y la capacidad intelectual de los niños y los adolescentes. • TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN. Quienes no pueden soportar la más mínima molestia o demora en la satisfacción de sus deseos, ni logran aceptar ninguna circunstancia desagradable, experimentan una baja tolerancia a la frustración. Precisamente, el vínculo con los hermanos pone en juego el desarrollo de la tolerancia, una capacidad que resultará clave en la vida adulta, en particular en el ámbito del trabajo. Pero el solo hecho de tener hermanos no es suficiente para cultivarla: la actitud de los padres es fundamental. Los adultos deben evitar las situaciones en las que “compensan” a uno de los hijos para que no se enfrente a la frustración MÁS ALLÁ DE LOS GENES Aunque a través de la historia, y por distintos motivos, el vínculo entre hermanos ha sido idealizado y sacralizado (se supone que el afecto fraterno es indestructible e irremplazable), hoy se reconoce que la hermandad es un lazo que excede lo biológico: las vivencias compartidas y la historia en común unen más que la carga genética. Así lo demuestran los estrechos lazos que se establecen con frecuencia entre hermanos adoptivos, que superan en afecto y lealtad a muchos vínculos de sangre. Algo similar ocurre con los amigos, esos hermanos que la vida permite elegir. 66+SALUD del protagonismo del otro. Un ejemplo clásico: comprar regalos no sólo al niño que cumple años, sino también al otro hermano, para que no sienta celos. Rol de padres “Como en todo vínculo primario, los hermanos experimentan sentimientos de mucha ambivalencia afectiva: egoísmo, competitividad y celos”, aclara Isa. Pero son los padres quienes –a través de distintas conductas– fomentan rivalidades muy ásperas entre los hijos. “Los niños, particularmente los más pequeños, incorporan automáticamente gestos, actitudes y comentarios de los padres y, sobre todo, imitan vínculos. Así se van formando. De nada sirve, entonces, que un padre le diga a su hijo que tiene que ser compañero y tratar a su hermano con cariño y respeto, si su relación con su propio hermano es conflictiva o violenta”, advierte Carolina Duek, psicóloga y especialista en clínica psicoanalítica con niños y adolescentes. Los niños absorben todo del mundo que los rodea, por eso es indispensable acompañar lo que se dice con lo que se hace. Además, los padres deben saber distinguir entre una cuota de conflictividad sana inherente a los primeros años de vida y la violencia como forma de vínculo. Hay determinadas etapas de la niñez, explica Duek, en las que la rivalidad es característica. Cuando los niños comienzan a relacionarse con sus pares (una habilidad que no es innata) es natural que surja la competencia y la agresión mutua. Es precisamente allí cuando las palabras y demostraciones de los referentes vínculo fraterno | superyo adultos son importantes para que esa rivalidad no se instale como modelo de relación. En muchos casos, los niños apelan a sus propios recursos para competir con sus hermanos y activan mecanismos inconscientes que se “disparan” cuando desean monopolizar el afecto de los padres (se enferman, sufren regresiones, se tornan inapetentes). Nuevamente le toca a los adultos estar alerta. Es frecuente que los hijos sigan compitiendo en la vida adulta sin darse cuenta. Por ejemplo, cuando uno de ellos asume el rol de hijo modelo y el otro el de hijo marginado, rebelde o invisible. Incluso, a veces el hermano menos favorecido por los padres durante la infancia es el que se hace cargo de cuidarlos en la vejez, como un mecanismo inconsciente para recuperar ese lugar preferencial que siente que antes le fue negado. Diferencias innegables Aunque es muy duro de aceptar, los padres deberían reconocer –sin temor– que no se trata a todos los hijos por igual. Cada niño llega en un momento diferente de la historia familiar. En consecuencia, la forma en que los padres cuidan, entienden y estimulan a los hijos es muy distinta en cada caso. La relación singular que se establece con cada niño también responde a situaciones imaginarias e inconscientes que se generan en los padres con EL HERMANO MAYOR Históricamente el primogénito ha sido el depositario exclusivo de los privilegios familiares. Hoy, por lo general, carga con mayores obligaciones y niveles de exigencia: los padres esperan más de él. En muchos casos, el hermano mayor no puede desobedecer los mandatos familiares en la vida adulta y, en consecuencia, es frecuente que establezca una rivalidad fuerte con los menores. la llegada de los hijos: cada uno ocupa un lugar distinto y, aunque no se quiera establecer diferencias, es innegable que existen y que desatan resentimientos entre los hermanos. Para Moscón, más que hijos preferidos “hay siempre preferencias respecto a ciertas cualidades de cada hijo. Y esas preferencias suelen estar motivadas por las fantasías incumplidas de los padres”. Por ejemplo, si un padre es un abogado frustrado y uno de los hijos se muestra obediente ante el deseo paterno de estudiar esa carrera, puede producirse un motivo de competencia con el otro hermano, que pasa a posicionarse como “el que no se hace cargo del deseo familiar”. Los padres también establecen preferencias por identificación narcisista (cuando el hijo se parece de algún modo a uno de ellos) o por la mayor dependencia afectiva o física de uno de los hijos. • F U E N T E S C O N S U LTA D A S º Carolina Duek, psicóloga. Especialista en clínica psicoanalítica con niños y adolescentes (Argentina). º Fabiana Alejandra Isa, psicóloga y psicoanalista. Docente de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). º Julio Moscón, psiquiatra y psicoanalista. Jefe de Guardia del Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear de Buenos Aires (Argentina). 67+SALUD