¿Cuál es tu hijo favorito?

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¿Cuál es tu hijo favorito?
Lic. Vivian Saade
Cuando decidimos casarnos, aunque no hayamos hablado específicamente de tener hijos, en la
mayoría de las parejas existe el anhelo de formar una familia. La imagen de armonía en la que padres
pasean con sus hijos, es frecuente, pero… ¿Y si esto no sucede así?
Quiero tocar el tema de la relación entre los hermanos. Obviamente, al pasar de ser pareja a ser
padres, la vida da un giro inmenso; pero lo sigue dando al tener al segundo, tercero, cuarto hijo,
etcétera, y cada vez diferente. La dinámica se vuelve en ocasiones complicada y aunque como padres
intentamos “querer” y “educar” a todos los hijos por igual, la realidad es que esto no siempre
funciona. Cada hijo nace con un temperamento diferente y en un momento de nuestra vida también
distinto, por lo que no podemos reaccionar igual ni siquiera en situaciones parecidas, lo que puede
generar problemas en casa y rivalidad entre los hermanos.
La llegada de un hermano puede provocar rechazo en algunos casos, por ejemplo: que el hijo
grande tenga retrocesos en su comportamiento ya que, en su mente, “ser chiquito” es igual a “me hacen
caso todo el tiempo” (se orinan de nuevo en los pantalones, hacen muchos berrinches), o pueden
presentar alguna enfermedad transitoria porque les resulta insoportable pensar que van a tener que
compartir ese amor y atención con otro.
Alguna vez escuché la analogía de que, la mamá explicando a su niño que va a tener un hermano
“nuevo” sería como un esposo explicándole a su pareja que va a traer a vivir a la casa a otra mujer: eso
no significa que él va a quererla menos, ni que va a dejar de prestarle atención, pero sí que va a tener
que compartir todo lo que tiene con ella y que además, es un hecho que debe aceptar.
Siempre aconsejo a los padres que dejen al niño decir lo que lleva dentro. Los celos son un
sentimiento tan natural, que habría que preocuparse más por los niños que no manifiestan ninguna
agresividad hacia lo que les molesta, que por los que la expresan abiertamente.
Los niños tienen varios roles dentro de sus familias: el de hijos, hermanos, nietos, sobrinos, etcétera, y
tienen que aprender cómo comportarse en cada uno de manera particular. La ventaja (o desventaja) de
ser el hijo mayor es que de alguna manera “elige” las características o habilidades que va a desarrollar,
y el papel que va a jugar en el entorno familiar: estudioso, bromista, responsable, intrépido, reflexivo,
despistado, juguetón o cualquier otro. Y los demás hermanos van a ir tomando aquello que él o los
grandes no son, es por esto que generalmente en cada familia cada quien juega un papel específico,
consciente o inconscientemente.
El rol que adquirirá cada niño depende también del sexo y el número de hermanos que componen la
familia, la constitución y el temperamento de cada uno (sano o enfermo, tímido o iracundo,
emprendedor o seguidor). También entra en juego la idea que se forman los padres de cada uno de
sus hijos y del funcionamiento de cómo debe ser la relación entre los hermanos, así como sus
proyecciones de identificación y sus exigencias para el futuro.
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Pensemos en nosotros cuando aún vivíamos con nuestros padres y hermanos y en el papel tan
diferente que cada uno jugaba; tanto en la relación de hermanos como en la de nuestros padres. Y
reflexionemos en cómo, aún en la edad adulta, a veces también llegamos a luchar por tener el “rol”
que otro de los hermanos ya juega, generando fricciones o rivalidad.
Un poco de competencia no es mala, ya que puede fomentar que uno de los hermanos quiera ser mejor
en algún aspecto en el que sobresale el otro, sin embargo, la clave es que los padres no hagan
comparaciones que incomoden o desvirtúen a ninguno de los dos, y que los motiven siempre para
desarrollar sus habilidades y trabajar por sus metas.
Aunque es totalmente normal que entre hermanos haya pequeños pleitos o discusiones, se debe
procurar que los hijos eviten engancharse en las peleas pidiéndoles que “cuenten hasta 10”,
enseñándolos a reflexionar que la mayoría de los problemas tienen dos responsables, que los golpes no
solucionan sino agravan las discusiones, y lo más importante: estar atentos como padres para detectar
si el tono de los pleitos sobrepasa a los insultos y las descalificaciones, y considerar la posibilidad de
ofrecerles intervención ya sea de parte de los padres mismos o de un profesional. "A veces hablar sobre
un problema es el paso más importante para solucionarlo”.
Las situaciones y el poder de los vínculos que unen a los hermanos varían de familia en familia, pero lo
que sí une a los hermanos es la fuerza de los recuerdos (las vivencias que tuvieron durante la infancia y
juventud). Los hermanos viven separados cuando dejan la casa de los padres, y sin embargo cada uno
conserva de este periodo un recuerdo propio, aunque esté construido sobre las mismas vivencias. El
vínculo queda en la mente a pesar del tiempo. Generalmente las personas son durante más tiempo
hermanos que hijos y es en casa en donde ensayan comportamientos que después repetirán en
el mundo exterior.
A través del tiempo las relaciones entre hermanos pueden o no fortalecerse. Pero pensándolo bien, la
relación de amor con un hermano en comparación con la de un padre puede ser más intensa ya
que, llegar a ser amigo del hermano representa la evolución ideal de una relación familiar, porque los
amigos se eligen mientras que los familiares son impuestos.
La fuerza del vínculo entre hermanos en la edad adulta estará determinada por la calidad de las
relaciones que se tuvieron en el pasado, en ello radica la importancia de que los padres fomenten el
amor y respeto entre los hermanos, que respeten sus individualidades, fomenten su crecimiento
personal y celebren juntos los triunfos que vayan cosechando.
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