Libro segundo Un Enigma bajo el suelo Soledad Martel Suárez 1 Avancé con di!cultad contra el viento que soplaba poderoso e indiferente. El oleaje se deshizo en espuma y me cegó. La barandilla que ahora era de frío metal desapareció bajo la mano. Un golpe húmedo y certero me arrastró hacia el mar, me hundió hasta el suelo arenoso y azul. Girando sobre mi misma escuché el rugido blanco del agua. Mantuve los ojos abiertos mientras el mundo era un torbellino, y, entonces, lo vi. Allí estaba, grande, brillante bajo la pesada masa oscura y turquesa del océano. Allí estaba con su cola de pez, con su rostro de hombre bellísimo… ¡Way" «No podemos seguir viéndonos así…», pensé sobresaltada a la vez que me despertaba de golpe. Cuando abrí los ojos había otro hombre a mi lado, uno al que amo profundamente, uno cuyo lazo conmigo se pierde en el alba de los tiempos, en el lugar legendario donde todo comenzó, donde nuestra historia comenzó… Hacía meses que mi existencia había cambiado. Estaba feliz, serena. Parecía que al !n me podía permitir el tener un «respiro», un poco de sosiego, de paz… Atrás habían quedado las ansiedades, el pensamiento torturado, el miedo atenazando mi corazón… Sí, todo eso pertenecía al pasado. Ahora era la estación del descanso y del disfrute, la estación de la cosecha, de la con!anza, del amor… 11 La mayoría del tiempo Maximilian y yo, sí, Max y yo, vivíamos en el barco, en «La Nube Siete». Unas veces fondeados, otras tantas atracados, íbamos allá donde las ganas y el viento nos llevaban, allá donde algo despertaba nuestro interés o nuestra curiosidad. Hacíamos una vida sencilla pero intensa, llena de momentos mágicos, de gozos cercanos, puros. Gozos que, tal vez, nunca antes habíamos disfrutado juntos, nunca antes de esta manera… Por las tardes solíamos salir a ver el ocaso y yo miraba el sol mientras se ocultaba por el oeste, lo miraba en el iris transparente y cálido de sus ojos… Sí, siempre allí, por donde su alma parecía rebosarse a los días y a las horas… Sin apenas darnos cuenta, el mundo se había ido simpli!cando, solucionando. Las cosas ya no parecían tan difíciles, se aligeraban, #uían suaves, vivas, amables… Mi libro, «El viajero del !n del mundo», estaba ya en el mercado y en un tiempo record, se había convertido en todo un éxito de ventas, un fenómeno sin precedentes en el territorio nacional. Todo iba bien, más que bien y yo estaba contenta, emocionada, llena de gratitud… Sin embargo, un par de semanas atrás, Way había comenzado a aparecer en mis sueños. Primero no le di importancia, pero algo me resultaba profundamente desconcertante e inexplicable. Y, ese algo extraño y sobrecogedor, empezó a preocuparme… Way era un ser entrañable con quien había creado un lazo sólido y hermoso. Entonces,… ¿por qué esta inquietud?La pregunta me rondaba en la cabeza mientras una sensación de alarma crecía silenciosa en mi interior… 12 2 Istanbul Atrás quedó Santa Sofía con toda su historia, con su cúpula imponente, con el silencioso orgullo de ser un monumento vivo a tantos credos distintos que han dejado su huella entre sus bellísimos muros. Sandy y Joe viajaban con sus hijos gemelos de tres años, Lucas y Peter. A la salida de lo que hoy es el Museo de Santa Sofía se sentaron para descansar un rato tomando un delicado té de manzana. Los niños pidieron refrescos y corretearon incansables junto a las mesas dispuestas sobre la amplia acera. Siempre había gente allí y era un buen sitio para quedar o hacer un alto en el camino antes de continuar con la visita turística al corazón del viejo Estambul. $Es fascinante estar aquí, en el antiguo Bizancio, en Constantinopla, donde tantas cosas sucedieron… $suspiró Sandy emocionada. Su pasión por el arte en general y por el arte antiguo en particular, la hacían vivir estos momentos, en que todo lo que había estudiado en libros de texto se presentaba allí real ante ella, con una excitación que la sonrojaba haciéndola parecer una niña llena de regalos… $¡Vamos" $le dijo Joe que disfrutaba viendo tan feliz a la mujer que amaba$, esto no ha hecho más que empezar… 13 Aunque viajando con niños las visitas y los itinerarios tenían que ser más #exibles y relajados, ya habían estado también en la Mezquita Azul esa misma mañana. Sandy no pudo contener las lágrimas en esa ocasión, mientras observaba maravillada la sobrecogedora belleza de su cúpula, de las imponentes columnas que la soportan, de sus paredes policromadas… Joe reunió a los chiquitines, se los cargó a la espalda para cruzar la calle y se dirigieron hacia la entrada de la Cisterna de la Basílica a escasos metros de Santa Sofía. «Yerebatan Sarayi», así se llama en turco este lugar que signi!ca «Palacio Sumergido», y, en verdad, eso es lo que parece… Un espacio mágico bajo el suelo de la ciudad, aunque, en realidad, su uso era bastante más prosaico;se construyó como depósito donde guardar las aguas traídas desde los bosques de Belgrado para garantizar el abastecimiento del Palacio Topkapi en caso de asedio a la ciudad. Sin embargo, la belleza de sus columnas con capiteles de todos los estilos, la perfecta alineación de las mismas, las cabezas de Medusa extrañamente colocadas, la paz entre sus muros, todo ello lo convierten en un sitio extraordinario y único, medio escondido entre sombras discretamente inquietantes… Cuando Sandy, Joe y los niños descendieron por las escaleras los sonidos parecieron desvanecerse. Las luces, iluminando desde abajo, daban a la atmosfera un tono cálido y envolvente. Llegaron a la altura de las pasarelas que recorren el espacio interior a muy poca distancia sobre el nivel del agua. Lucas y Peter se alongaron para ver los peces encantados que habitan este palacio oculto de la luz del sol y del azul del cielo… Avanzando bajo los capiteles dóricos, jónicos y corintios llegados de distintos templos paganos de Anatolia muchos siglos atrás, Sandy comenzó a sentirse transportada a otro tiempo, a otra realidad… Joe la vio coger a los niños de la mano sin mirarlos 14 mientras una sombra se interponía entre ambos, una sombra salida de las aguas que volvió a desaparecer en ellas sin dejar rastro… 15 3 Si ntr a Cuando pasaron frente a la entrada del Palacio de Setais, Manuel vio el rostro de su mujer girarse casi con emoción, en busca, tal vez, de alguna pareja en coche de caballos llegando al hermoso hotel para vivir unos días románticos e inolvidables. Ella no se imaginaba que su marido ya tenía todo preparado para que esa pareja fuesen ellos… Veintitantos años atrás habían descubierto, de pasada, este lugar de ensueño, y ella siempre anheló secretamente, volver. Pero Manuel conocía muy bien a Isabel y estos detalles no se le pasaban por alto. Aunque le costó un verdadero esfuerzo no decir nada mientras circulaban frente al hotel, se controló, puso cara de póker y no estropeó la sorpresa. Estaban en Portugal visitando a su hija que vivía en Estoril. Como Lord Byron o Mary Shelley en otro tiempo, ellos quedaron cautivados por Sintra desde el primer día. Durante la mañana habían estado en el Palacio de Pena. Aun siendo verano, la niebla lo envolvía como años atrás. Era un lugar inquietante y fantástico, una extravagancia genial, un sitio para visitar, y por eso habían decidido llevar a su nieta Belén con ellos. Por eso y porque la echaban mucho de menos… Los jóvenes abuelos estaban deseando pasar más tiempo con la pequeña que era dulce e ingeniosa y crecía muy deprisa. 16 Belén a pesar de su corta edad también se quedó seducida por el lugar. $¿Estamos en un cuento, abuela?$preguntó con los ojos muy abiertos. Isabel se rió en silencio porque ella en realidad se preguntaba lo mismo. A medio día habían comido en un coqueto restaurante con una larga escalinata blanca. El bacalao estaba exquisito, ¡tendrían que volver…" Para la tarde dejaron el Palacio de Monserrate que es una perfecta muestra del gusto romántico por lo exótico. Como iban con su nieta, Manuel e Isabel, pensaron que un paseo por los jardines llenos de plantas de lugares remotos y rincones perdidos, pondría el perfecto broche !nal a la jornada en Sintra. Belén correteaba incansable por la pradera de césped y por los innumerables senderos preguntando a sus abuelos sobre todas las #ores que le llamaban la atención por su forma extraordinaria, por su color o por su belleza. Había jardines de esbeltos bambús, un camino perfumado con glicinias y jazmines, bosques de helechos gigantes o palmeras de tierras lejanas… También encontró lugares mágicos con piedras de aspecto prehistórico pobladas de musgos y de líquenes… Pero lo más que atrajo su atención, es, tal vez, el lugar más misterioso de todo el parque… Silenciosa, secreta, como tragada por la propia naturaleza, se ocultan las ruinas inquietantes de una antigua capilla… Un inmenso árbol venido del otro lado del mundo parece intentar engullirla. Belén se acercó con cautela al umbral, miró hacia arriba, hacia el bello arco con forma de ojiva que aún permanece casi intacto. Isabel se aproximó también sin quitar la vista de su interior. Manuel 17 notó frío mientras le pareció que una sombra salía de la pequeña fuente rodeada de piedras en el suelo de la capilla. La sombra creció negra y profunda hasta que no se veía nada. Luego se disolvió. En unos segundos, todo había acabado… 18 4 Las Palmas deGr an Canar i a La tarde era radiante, una tarde de principios de noviembre con el cielo diáfano y azul, con pequeñas nubes grises acurrucadas al oeste, esperando pacientes al sol… Dejé el todoterreno en el aparcamiento del Mercado, cerca del Teatro Pérez Galdós, en el hermoso Barrio de Vegueta, donde la ciudad nació. Me adentré por las callejuelas adoquinadas e irregulares casi todas convertidas en zona peatonal. Las casas se sucedían una tras otra con sus puertas y ventanas enmarcadas en piedra de cantería gris, con sus celosías artísticamente entretejidas, herencia árabe y testigos discretos de otro tiempo, de otras proezas, de un mundo que aún no era tan grande ni tan redondo… ¡Oh, sí", por allí había pasado el mismísimo Cristóbal Colón en su viaje hacia las Indias, en su particular viaje al !n del mundo, al !n de aquel mundo plano… Pero lo que yo buscaba aquella tarde no era el lugar donde Colón estuvo antes de que cambiase la faz de la tierra y dejásemos de ser cuadrados para ser esféricos, ¡no" Aquella tarde, que se llenó de sombras tan pronto, que se hizo negra antes de que llegase la hora de encender los faroles de las esquinas… Esa tarde, yo sólo había quedado con una amiga para ver su nuevo despacho, y, eso intentaba hacer cuando una oscuridad 20 siniestra me envolvió por completo impidiéndome ver más allá de unos pocos centímetros… Sentí miedo porque no entendía lo que estaba pasando. Lo último que recordaba haber visto minutos antes fue la Ermita de San Antonio Abad coquetamente situada en una esquina de la encrucijada de pasajes y callejuelas, frente a los muros honorables de la Casa Museo del navegante genovés, de Colón, por supuesto. Palpé la pared con la mano derecha, reconocí la forma triangular apuntando al cielo, al in!erno también… Pasados los primeros segundos de desconcierto, continué siguiendo el recorrido en zigzag bajo la punta de los dedos como única referencia, hasta que, de un tropezón, fui a dar contra una puerta robusta que se abrió al impactar mi cuerpo sobre ella. Caí de bruces. Tampoco allí se veía nada. Olía a humedad, pero también olía a óleo y a trementina. Una !gura cruzó ante mí y fue a ocultarse en las sombras. La llamé mientras trataba de recomponerme. De algún lugar escondido a la derecha llegaba una luz tenue. Me pareció reconocer el hueco de una puerta. La atravesé. Estiré el brazo que fue a parar sobre la pared de roca desnuda. Sentí el agua escurriendo en su super!cie áspera. Unos escalones irregulares descendían entre tinieblas… Yo no quería, no quería bajar, ¿qué estaba haciendo?Luché contra la fuerza que tiraba de mí con una intensidad imposible de resistir. La luz se iba abriendo paso ante mis ojos a la vez que el mundo parecía cerrarse detrás. El corazón me llegó hasta la garganta. La luz, ahora más intensa, me cegó. Una imagen que me había llenado de miedo cuando apenas era una niña, cuando no llegaba a los tres años, apareció ante mí con absoluta nitidez. Mirando hacia el cielo, las bolas inmensas del Atomium1, (1)Atomium. Monumento al átomo en Bruselas, construido con motivo de la Exposición Universal de 1958. 21 metálicas, brillantes, extraordinariamente grandes y amenazadoras parecían suspendidas sobre mi cabeza, sobre mi in!nita pequeñez… Me sentía totalmente vulnerable y desprotegida, estaba paralizada, tenía vértigo y nauseas. Luego me desvanecí. 22