LA GRAN SORPRESA Cuento ganador del PRIMER

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LA GRAN SORPRESA
Cuento ganador del PRIMER LUGAR
escrito por BRENDA GUADALUPE ORTEGA RAMÍREZ
“ROXANA ESTEFANÍA” de San Gabriel, Jalisco.
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Un día en un pueblecillo muy alejado de la ciudad, (la ciudad más cercana estaba a
cinco horas de allí), en el que aproximadamente vivían unas quince familias, en una de
ellas nació una niña a la cual le dieron por nombre Micaela. Pero Micaela no vivió gran
tiempo en ese pueblecito, pues sus padres, buscando una mejor calidad de vida para su
hijita, la llevaron a vivir a la ciudad a una edad muy temprana.
Micaela vivió diecinueve años muy feliz con sus padres en la ciudad, hasta que su
padre y su madre fallecieron a causa de un terrible accidente. Cuando esto sucedió ella
tomó la difícil decisión de vender la casa que sus padres le habían heredado en la ciudad,
vendió la casa a un hombre llamado Candelario que apenas había llegado a la colonia
donde ella vivía.
Al vender la casa a don Candelario, y puesto que no tenía ningún otro familiar,
Micaela se dirigió al pueblo de sus orígenes llamado “Los Olvidos”. Al llegar a su pueblo
como ya era de noche, y estaba cansada por el largo camino de cinco horas de la ciudad
al pueblo, buscó a alguien que le ayudara a llegar a la casa, que desde antes le había
dicho su madre; pasadas un par de horas, buscando sin encontrar a nadie, decidió
descansar un poco sobre una roca que estaba al borde de un pequeño río de aguas
cristalinas; de repente vio que se acercaba una anciana, fatigada por el peso de dos
costales llenos de ropa que parecía acababa de lavar en el rio.
Micaela, triste, al ver el rostro cansado de la mujer y esperando que la ayudara a
encontrar la casa, se acercó a ella y le dijo:
-
Buenas noches señora, permítame ayudarle con esa ropa que parece estar muy
pesada.
-
Gracias muchachita – respondió la anciana con su voz temblorosa y una sonrisa en
el rostro.
Ambas caminaron en silencio durante unos cuantos minutos, al no parecerle
familiar el rostro de la joven la anciana le pregunto:
-
¿Usted no ha de ser de por aquí, verdad señorita? ¿Acaso viene de la ciudad?
Micaela le respondió amablemente:
-
Si señora, de allá vengo.
Al llegar a la casa de la anciana, sopló una brisa de aire muy frío que hizo temblar a
Micaela, al ver esto la señora le dijo:
-
Jovencita, ha de tener mucho frio, ¿Por qué no pasa y se toma un tecesito de
manzanilla calientito?.. porque por estos rumbos la noche se pone muy fría.
-
Gracias señora, pero tengo prisa, pues estoy buscando a una mujer llamada Julia
Flores Vázquez, porque según mi madre ella siempre me estaría esperando, tal
vez usted la conozca.
La señora al oír esto, la abrazo y le dijo:
-
Muchísimo gusto, yo soy Julia Flores Vázquez, y sin duda tú debes de ser Micaela,
hija de Rita Valente, o ¿Te estoy confundiendo, tú dime?
-
No señora, no me confunde yo soy Micaela y mi madre si se llamaba Rita Valente,
y mi Padre Francisco, los cuales hace poco fallecieron. Mis padres hace ya tiempo,
vivían aquí, no sé si se acuerde de ellos. ¿Pero, usted sabe por qué mi madre
decía que si llegaba a venir al pueblo tenía que venir específicamente con usted?
-
Sí, me encontré con ella, hace apenas unos días, y entregándome una carta para ti
me dijo, que uno de estos días vendrías para acá, además me dijo que esa carta te
la tengo que dar hasta el 23 de mayo, y especificó que al siguiente día tendrías que
hacer lo que allí dice, y por ningún motivo la tienes que abrir antes de esa fecha y
debes de estar completamente sola cuando la leas.
Al escuchar esto Micaela se quedó sorprendida, y le dijo a doña Julia:
-
¡Pero doña Julia, mi madre murió hace ya tres largos meses, así que no puede ser
posible que ella le haya dado esa carta!
-
No lo sé Micaela, solo sé que si me la trajo a mí, es porque en ella dice algo muy
importante, y quiere que tú lo sepas...
Micaela interrumpiendo a doña Julia le dijo gritando:
-
¡Pero doña Julia, apenas estamos a 15 de Marzo falta muchísimo para que llegue
ese día, y además si fuera tan urgente lo que dice la carta, la podría abrir ahora
mismo!
-
No insistas, la carta te la entregaré hasta esa fecha, para que no estés tentada a
abrirla.
Con estas palabras la charla terminó, y doña Julia llevó a Micaela a su habitación y
en una de las camas que había allí, le permitió dormir.
A partir de ese día ambas convivieron y se llevaron muy bien en el solitario pueblo,
hasta el punto que Micaela olvidó el asunto de la carta.
Al llegar el 23 de mayo, despertó Micaela muy temprano por la mañana y en la
mesita que se encontraba al lado de su cama encontró un pequeño sobre que contenía la
carta que su madre la había dejado, al tomarlo vio que en el sobre estaba escrito:
“DE: RITA
PARA: MICAELA”
Antes de abrir el sobre Micaela buscó por toda la casa a doña Julia para que la
acompañara a leerla, al no encontrarla recordó, que su madre quería que estuviese sola
cuando la leyera; Micaela se sentó en su cama, con manos temblorosas y los ojos llenos
de lágrimas, abrió el sobre y encontró la carta que decía:
“Queridísima hija:
Cuando estés leyendo esta carta, es porque has llegado al pueblo donde
naciste, y claramente has encontrado a mi buena amiga Julia, y te estarás
preguntando por qué exactamente hoy tenías que leer esta carta, pues te diré:
quiero que con el dinero que te dieron por la casa de la ciudad, compres una
pala, para que derribes los muros de la hacienda vieja del pueblo, pues
encontrarás algo que te ayudará a recuperar nuestra casa en la ciudad.
Recuerda siempre que si alguien te necesita, por más insignificante que sea
su necesidad, ayúdalo y no lo dejes desamparado, que Dios te recompensará
tus buenas obras hasta por triplicado”.
Al acabar de leer la carta, Micaela con varias lágrimas derramadas, dobló
nuevamente la carta, y al terminar de guardarla en el sobre, se dio cuenta que ya no
estaba sentada en la cama de la casa de doña Julia, sino en una gran roca en medio de
un cementerio. Y sorprendida bajó de un salto de aquella roca, y se dio cuenta que en el
lugar donde debería de estar la cama de doña Julia se encontraba una lápida que decía
con letras grabadas:
“Descanse en paz Julia Flores Vázquez”.
Al ver todo esto Micaela asombrada salió corriendo, y tras varios tropiezos llegó a
la puerta del cementerio, y siguió su camino hasta llegar a la hacienda del pueblo.
Cansada de tanto correr se recostó en una de las esquinas de la vieja hacienda,
donde se quedó dormida. Al salir el Sol Micaela vio con gran asombro una pala que se
encontraba recargada en una de las paredes y una bolsa de manta, las tomó y con la pala
comenzó a derribar los muros, cuando ya solo le faltaba un muro de derribar, ella ya se
encontraba cansada y triste al no encontrar nada. Pero no se dio por vencida porque
recordó las palabras que su madre seguido le repetía, “Dios te socorrerá”, y con las pocas
fuerzas que le quedaban comenzó a derribar el último muro, pero cuál fue su gran
sorpresa, que al golpear aquel muro, comenzaron a brotar monedas de oro y conforme
derribaba más, era mayor la cantidad de monedas que salían; cuando las monedas
terminaron de salir, Micaela las recogió y las guardó en la bolsa de manta para llevárselas
a la ciudad y recuperar su casa.
Durante casi una hora caminó arrastrando la bolsa de manta, pues estaba muy
pesada, fue descansando cada quince minutos, hasta que por el camino en el que ella
iba, pasó un hombre en un automóvil que llevaba a su esposa y a una niña pequeña que
al parecer era su hija, el hombre extrañado de verla en ese camino tan poco transitado y
al notar que estaba sola se detuvo y le preguntó:
-
¿Para dónde va señorita, por este camino tan más solo?
A lo que Micaela le respondió:
-
Voy para la ciudad pero ya voy demasiado agotada.
-
Pues entonces súbase, yo la llevo, nosotros también vamos para allá, y además a
mi esposa y a mi hija no les importa que la ayudemos, que para eso estamos.
Micaela subió al auto y durante el camino fue platicando con la buena familia que la
había ayudado, al llegar a la antigua casa de Micaela, bajaron todos del auto y se pararon
afuera de su casa.
Micaela le dijo al hombre:
-
Gracias buen hombre, pero disculpe que le pregunte esto: ¿Para dónde se dirige
usted?
-
Mire señorita, nosotros, ni para un lugar ni para otro, pues no tenemos una casa fija
para vivir, pues yo me la paso haciendo uno que otro trabajito que se me presenta
en los pueblos que pasamos, y así he mantenido a mi familia porque la verdad la
economía ahorita está muy difícil.
Micaela al escuchar esto, les propuso que se quedaran a vivir allí con ella, pues
ella no tenía familia y esa casa era demasiado grande para ella sola, y no sería mala
idea que ellos se quedaran a acompañarla, pero que primero ella tenía que buscar a
don Candelario pues a él le había vendido su casa, ahora venía decidida a
comprársela. La familia alegremente aceptó y le dijeron que ellos le ayudarían a
buscar a don Candelario para que recuperara su casa; en ese momento, salió una
vecina que le dijo:
-
Micaela qué gusto de verte pensé que ya no te volvería a ver, pues tú eso me
dijiste que ibas a buscar a una tal doña Julia del pueblo “Los Olvidos”…
Micaela, interrumpiendo a su vecina, le preguntó:
-
Doña Rosa, perdón que la interrumpa pero de casualidad ¿No sabe dónde pueda
encontrar a don Candelario?, porque vengo muy decidida a comprarle esta casa
que yo le había vendido hace unos meses, y no importa que duplique el precio que
yo se lo pagaré.
-
Pero Miquita, esta casa siempre ha sido tuya, y además yo no conozco a ningún
don Candelario, y que raro es que me estés preguntando eso.
Al escuchar esto de parte de doña Rosa, Micaela se quedó totalmente sorprendida
y comenzó a llorar pensando:
“Mi madre tenía razón”.
“AYUDA A QUIEN MÁS LO NECESITA Y DIOS TE SOCORRERÁ HASTA POR
TRIPLICADO”.
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