Lo Real De La Letra Y Del Tiempo - Escuela Freudiana de Buenos

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"Lo Real De La Letra Y Del Tiempo"
(*) Elsa Coriat: Lo Real De La Letra Y El Tiempo, En El Juego En Los Límites, Norma Bruner (coordinadora), Eudeba, Buenos
Aires, 2012. [presentado En La Reunión Lacanoamericana De Montevideo, 8 A 10 De Noviembre De 2007, Montevideo,
Uruguay].
Elsa Coriat
Humpty Dumpty sat on a wall
Humpty Dumpty had a great fall
All the king's horses and all the king's men
Couldn't put Humpty together again
Autor anónimo – Acertijo londinense de 1810
Me llamaban para decirme que los chicos estaban en la plaza, ...y era muy tarde.
Habían hecho la excursión planificada pero, inexplicablemente, no habíamos arreglado de qué
manera cada uno volvía de la plaza a su casa. Como en los tiempos de la represión, casi
nadie sabía los domicilios de los chicos. Solo yo.
Los chicos estaban en la plaza, era muy tarde e iba a tener que trasladarme para ocuparme
de eso.
Yo no quería, estaba en otra cosa. No quería dejar lo que estaba haciendo. No quería que los
chicos estuvieran en la plaza.
Fugazmente, intentaba hacerlos desaparecer con el pensamiento, suponer que eso no había
acontecido, que no era así ...pero no había nada que hacerle: los chicos estaban ahí, era
tarde e iba a tener que ocuparme aunque no quisiera ni tampoco fuera mi responsabilidad.
Al mismo tiempo, intentaba borrar un archivo en mi PC y no lo conseguía. Lo deleteaba y
volvía a aparecer. Lo deleteaba, y el archivo estaba ahí. No conseguía que el archivo
desapareciera.
En el semidespertar, inmersa todavía en la elaboración secundaria, me preguntaba: ¿Estaba
intentando borrar un archivo en mi PC o esa permanente reaparición era lo mismo que mi
imposibilidad de impedir que los chicos estuvieran ahí, en la plaza, reclamándome?
Tuve este sueño una noche de octubre. No me había sido fácil dormirme porque comenzaba a
invadirme una preocupación: ¿cómo encarar el trabajo que pensaba llevar al Lacano? Ya no
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me sobraba el tiempo, y aunque tenía pensado desde hace mucho escribir sobre lo real de la
letra y el tiempo, había comenzado a sospechar que, si quería llegar a algún lado, antes que
la letra o el tiempo, primero tendría que ocuparme de aclarar de qué manera ubico lo real. Y
mi sueño me traía la solución.
Antes de continuar con el camino que tenía previsto, permítanme adentrarme apenas un
poquito en un campo que linda con lo real maravilloso. ¿A qué le llamo lo real maravilloso? A
esos pequeños lapsos de tiempo – apenas de uno o dos días – en que los significantes o las
ideas por los que uno está tomado se aparecen entrelazados con elementos que provienen de
los más diversos campos de la realidad. Las coincidencias son casi alucinantes, es la
experiencia poética misma haciéndose presente desde lo real.
Una semana después de mi sueño, todavía conmocionada por haber encontrado en él una
respuesta a mi dilema, en un suplemento que Clarín saca los sábados – una selección
semanal de artículos extraídos del The New York Times – me encuentro con un título que
dice: Soñar, esa lección desconcertante, y un subtítulo: Al dormir, el cerebro procesa lo
aprendido. Leo el artículo y llego a una conclusión: ¡Los yankis son maravillosos! Tan sólo un
siglo después que Freud, acaban de descubrir que si bien antes se consideraba el cerebro,
durante el sueño, como una pantalla vacía, una metáfora de la muerte, ahora se lo ve como
una máquina activa, una inteligencia secreta que juega –y trabaja– por las noches, durante los
períodos de sueño.
Es probable que durante el sueño REM, sostienen algunos científicos, el cerebro proceda a
mezclar, comparar y combinar los recuerdos que preservó, en busca de relaciones ocultas
que contribuyan a dar sentido al mundo. La experiencia de la vida se reordena, se filtra y se
vuelve a combinar. Ese proceso podría explicar las escenas extravagantes y desarticuladas
que tienen lugar durante los sueños. También podría explicar ese don que suele atribuirse a
una noche de sueño: la inspiración.(1)
En el artículo se mencionan algunos descubrimientos famosos, el de Mendeleyev, por
ejemplo, que a partir de un sueño pudo completar la formulación la tabla periódica de los
elementos. Hubiera correspondido que en esa lista incluyeran también el sueño de la
inyección de Irma, pero bueno, se ve que ellos, o no visitaron Bellevue y no leyeron la placa
de mármol, o estaban interesados en ver de qué manera los sueños contribuyen a darle
sentido al mundo, antes que en descubrir cual era la solución del enigma de los sueños.
Por un lado o por otro, mi sueño de octubre me aportaba la solución en relación a qué
dimensión de lo real me interesaba hacer presente en la letra y el tiempo, aunque todavía no
dije por qué.
En el mundo lacaniano de hoy día, decir “real” viene pegado – casi diría que holofraseado – a
“goce” y a “imposible”. Cada tanto se escucha también que “lo real es la angustia”, pero ya
no con la frecuencia de hace unos pocos años; pero lo que hace mucho que no escucho – tal
vez porque no me dirija a los lugares adecuados – es aquello que se repetía cuando, todavía
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en la década del 70, en los comienzos de la introducción de Lacan en Buenos Aires, nos
preguntábamos acerca de qué era lo real (2).
“Lo real es aquello acerca de lo cual no se puede decir nada”, se nos decía lacónicamente a
quienes estábamos entonces en posición de aprendientes y, acorde con el enunciado
proferido, no se nos decía nada más; a veces se agregaba: “Lo real es lo que está ahí. Es lo
que siempre se encuentra en el mismo lugar. Es lo que ex-siste”, y se aclaraba “El ex implica
que lo real está por fuera, por fuera de lo simbólico y lo imaginario”.
Eran enunciados acordes con los que Lacan utiliza en la clase del Seminario 2 que ha sido
titulada Introducción al Gran Otro y que, por su contenido, también hubiera podido titularse
“Introducción a lo real”.
Para quienes piensan que lo que dijo Lacan en los primeros tiempos de su enseñanza ha sido
superado por lo que dijo después, creo que conviene recordar que cuando se construye un
edificio y se están colocando las tejas en el techo, no conviene menospreciar el papel de los
cimientos en el equilibrio del conjunto. Los cimientos no están a la vista, pero no por eso están
menos presentes.
En relación al tema que me interesa recortar es el propio Lacan quien se ocupa de decirnos
que al respecto, ya hacia los finales de su enseñanza, sigue pensando lo mismo que en esos
primeros tiempos. En una de las últimas clases del Seminario 21 (Les non dupes errent), dice
así: Todo lo que tenemos de real así sea un poco seguro, comprendidos nuestros relojes, es
únicamente algo descendido del cielo. Si no fue de allí que se partió para lo que vuelve
siempre al mismo lugar, definición que doy de lo real, hoy no tendríamos ni reloj ni televisión ni
todas esas cosas encantadoras gracias a las cuales ustedes son no sólo cronometrados
(minutés) sino me atrevo a decir "secundados" (secondés). (3)
“Algo descendido del cielo” porque su definición de lo real – y Lacan vuelve siempre al mismo
lugar – parte de la astronomía. Histórica y empíricamente parte de la astronomía, pero se
extiende al conjunto de la ciencia. Lo que vuelve siempre al mismo lugar, lo que siempre está
ahí, lo que en este sentido se repite, es del orden de lo real, pero imposible sería reconocerlo
como repitiente si no fuera desde lo simbólico. Así nace la ciencia moderna, no sólo la
astronomía, sino que cada disciplina científica surge a partir del recorte de un objeto en lo real,
pero el objeto mismo es recortado a partir del encuentro con determinada repetición. Cada
disciplina científica es, en suma, la acumulación del saber articulado acerca de alguna de las
caras con las que se presenta lo real.
Hasta aquí, siguiendo nuestra lectura de Lacan, venimos hablando de un real muy cercano a
aquel que define la lengua (4) y del que se ocupa la ciencia pero, en tanto implicado desde el
vamos en la articulación R.S.I., se trata de un real definido y articulado dentro del campo del
psicoanálisis, que no es lo mismo que decir que sería el real del que se ocupa el psicoanálisis
en su práctica específica.
Mientras que lo real de la ciencia es compartido como tal por el conjunto de la comunidad
científica y sus extensiones en la cultura, lo real del psicoanálisis es exclusivamente singular.
En los dos casos lo real “es lo que vuelve siempre al mismo lugar, lo que está ahí”, pero
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mientras que en el caso de la ciencia se remite a un objeto supuestamente “objetivo”, en el
caso del psicoanálisis se trata de la paradojal “objetividad” del objeto a.
Lo que de ninguna manera quiere decir que al psicoanalista le sea indiferente, en todos sus
planos, lo real en su dimensión objetiva – vg. la muerte, el dinero, lo efectivamente dicho, la
posición en el diván ...
Voy por la mitad de lo que me propuse escribir y me falta mucho. ¿Adónde apunto? Hago mía
esta pregunta de Lacan: El problema es la entrada del significante en lo real y ver cómo de
esto nace el sujeto, (...) qué permite encarnarse a ese significante, a la cual el propio Lacan
responde: lo que se lo permite es, desde luego, aquello que tenemos para presentificarnos los
unos a los otros, nuestro cuerpo (5) y también: es en la repetición de lo aparentemente
idéntico que se crea (...) lo que denomino (...) la entrada en lo real como significante inscripto
– y es eso lo que quiere decir ‘primacía de la escritura’. La entrada en lo real es la forma de
ese rasgo repetido por el cazador primitivo (...). (6)
En este mismo párrafo, Lacan hace equivaler los palotes del cazador con la función del rasgo
unario, punto de inseminación, entonces, de lo simbólico en lo real, cuyo destino, si todo va
bien, será posibilitar el nacimiento de un sujeto.
Hace tiempo, escribí: “Me interesa que reparemos en que el significante escrito [es decir, la
letra], cual-quiera sea la condición particular de su escritura, desde el punto de vista de su
materiali-dad física, presenta una diferencia radical con el signifi-cante hablado: mientras que
a las ondas sonoras se las lleva el viento —siempre y cuando no queden registradas, escritas,
en un grabador o en un cerebro— la escri-tura se caracte-riza por implicar una modificación
permanente en la materia ‘tangible’. Cuando esa modificación en la materia deja de
permane-cer, ya nada queda escrito, se ha borrado.
Me refiero a la materialidad concreta de la tinta que se distribu-ye sobre el papel, a las
concavidades que quedan en el granito cuando en él se han tallado las letras, a las crestas y
valles del surco de la placa discográ-fica que lee la púa, al ordena-miento espa-cial en la
secuencia de distribu-ción del genoma (...). Ya sea discurso impreso por el hombre, ya sea
marca en la lanza del cazador, ya sea código impreso en lo real por la naturaleza y leído como
tal por el hombre, en la lengua no hay extensión posible de la palabra “escrito” que no
implique una modificación dife-rencial sobre alguna de las formas en que se presenta la
materia física.” (7)
Las letras del origen se inscriben en función de la manipulación del Otro real sobre el cuerpo
del infans – por supuesto que hay un goce en juego –; pero qué es lo que resulta
efectivamente escrito no depende sólo del Otro, depende también de la materialidad biológica
del papel. Lo real – lo real de la biología – posibilita la encarnadura de lo simbólico, pero
también le pone ciertos límites; de todas formas, la clínica y las transformaciones sociales han
demostrado que esos límites se encuentran mucho más lejos que donde se los suponía
tiempo atrás.
En la Carta 52 Freud nos presenta varios sistemas de letras, cada uno con sus propias leyes
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y sus propias relaciones entre sus elementos. El primer sistema de inscripciones, el de los
signos de percepción – donde podríamos reconocer lo que más adelante Freud denominó el
Ello – se ocupa de cifrar el modo en que lo real golpea al organismo vivo, convirtiéndolo en
huella mnémica, S1, enjambre de S1 agolpados en una ilegible sincronía. El segundo sistema
de inscripciones, el inconsciente, se ocupa de descifrar las marcas anteriores: al contar con la
diacronía es capaz de otorgarles un sentido; máquina productora de sueños que podremos
leer desde la vigilia. Cuando se trata de lo Real, se trata de algo que se escribe, algo que se
escribe que se trata de leer, de leer descifrándolo (8), dice Lacan.
Lo que aprés-coup a la lectura se transforma en letra primera, S1, son las transformaciones
en lo real – anatómicas, fisiológicas, metabólicas – que sobre la sustancia viva imprime el
contacto con el Otro. No es la neurología la que tiene la más mínima posibilidad de acceder a
esta lectura o a una operación de escritura propiciatoria, pero sí corre por su cuenta
diagnosticar y posibilitar la adecuación de las condiciones del “papel”. Lamentablemente, son
muchos los neurólogos que no son capaces de discriminar el papel de lo que en el papel es
necesario escribir para el nacimiento, en lo real, de un sujeto. No procedamos en espejo,
afirmando que el papel no tiene la más mínima importancia para lo que está en juego o que el
papel no existe.
¿Y qué de lo real del tiempo?
El propio Albert Einstein ha dicho alguna vez: Pasado, presente y futuro son sólo ilusiones,
aunque sean ilusiones pertinaces. (9) Sin embargo, no es ilusión comprobar que se puede
convertir un huevo en omelette, pero no una omelette en huevo. (10) ¿Qué tendría esto que
ver con el tiempo? Que el tiempo es irreversible, que el tiempo está en estrecha relación con
la segunda ley de la termodinámica, esa que dice que, en un sistema cerrado, la entropía
tiende a incrementarse con el tiempo, hasta alcanzar un valor máximo.
¿Qué es la entropía? La cantidad de energía que NO puede ser utilizada para producir
trabajo. Un ejemplo clásico y entendible: si se ponen en contacto dos trozos de metal con
distinta temperatura, el trozo caliente se enfriará, y el trozo frío se calentará, logrando al final
una temperatura uniforme. Sin embargo, el proceso inverso, un trozo calentándose y el otro
enfriándose es muy improbable, a pesar de que se conserva la misma cantidad energía. Un
sistema donde la energía se encuentre distribuida al azar, es decir, aleatoriamente, tiene una
alta entropía, ...y ninguna capacidad de trabajo.
¿Les resulta familiar la expresión de “flecha del tiempo”? Yo suponía que era una antigua
figura de la lengua, así que me sorprendí al encontrar que se trata de un concepto con autor y
precisa fecha de invención: 1927. Su autor es – no casualmente, para lo real de este escrito –
un astrónomo británico, Arthur Eddington. La “flecha del tiempo” se refiere a la dirección que
el tiempo registra y que discurre sin interrupción desde el pasado hasta el futuro, pasando por
el presente, con la importante característica de su irreversibilidad, es decir, que entre futuro y
pasado se muestra una neta asimetría (el pasado, que es inmutable, se distingue claramente
del incierto futuro).
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Eddington utilizó esta expresión en su libro The Nature of the Physical World [La naturaleza
del mundo físico (o material)], donde escribió: Dibujemos una flecha del tiempo
arbitrariamente. Si al seguir su curso encontramos más y más elementos aleatorios en el
estado del universo, en tal caso la flecha está apuntando al futuro; si, por el contrario, el
elemento aleatorio disminuye, la flecha apuntará al pasado.
Reconocerán en las palabras de esta cita lo que acabamos de decir en relación a la entropía
y la segunda ley de la termodinámica.
Eddington continua: He aquí la única distinción admitida por la física. Esto se sigue
necesariamente de nuestra argumentación principal: la introducción de aleatoriedad es la
única cosa que no puede ser deshecha. Emplearé la expresión “flecha del tiempo” para
describir esta propiedad unidireccional del tiempo que no tiene su par en el espacio. (11)
Se refiere a que en el espacio se puede ir y volver, simétricamente. La recta del espacio es
claramente bidireccional, pero no ocurre lo mismo con la del tiempo.
Volvamos a leer una de las frases que acabamos de citar: la introducción de aleatoriedad es la
única cosa que no puede ser deshecha. ¿No es equivalente a decir que el azar es del orden
de lo real, lo real en tanto imposible?
Vale la pena cotejarlo con esta otra cita de Lacan: ¿Qué es el azar?. El azar se refiere
esencialmente a la concepción de lo real en tanto que imposible, dije. ¿Imposible de qué? –
completaría hoy –, imposible de interrogar. Imposible de interrogar porque responde al azar.
(12)
Ha quedado ubicado, creo yo, que el tiempo no es reversible: si un vaso se cae y se rompe en
mil pedazos, estos no vuelven para atrás, rearmando el vaso; si hacemos un huevo, este no
retoma su estado original. Después de su famosa caída, sólo podemos ver entero a Humpty
Dumpty en los dibujitos animados, no en lo real.
Un último comentario acerca de lo real del tiempo pensado desde el mundo de la física.
Algunos de los significantes en juego y algunos de los personajes que intervienen en lo que
sigue, cada tanto circulan con profusión por los circuitos de nuestra cultura. Me refiero al
principio de incertidumbre, de Werner Heisenberg, y a la interpretación de Copenhague, de
Niels Bohr, con ayuda del mismísimo Werner Heisenberg y de Max Born (entre otros).
El principio de incertidumbre establece que no se puede conocer simultáneamente con
absoluta precisión la posición y la cantidad de movimiento (el momento) de una partícula. La
interpretación de Copenhague, a su vez, señala el hecho de que el principio de incertidumbre
no opera en el mismo sentido hacia atrás y hacia delante en el tiempo. Muy pocos hechos en
física tienen en cuenta la forma en que fluye el tiempo, y este es uno de los problemas
fundamentales del Universo donde ciertamente hay una distinción entre el pasado y futuro.
Como consecuencia del principio de incertidumbre no es posible predecir el futuro ya que, en
palabras de Heisenberg, no podemos conocer, por principio, el presente en todos sus detalles;
pero, de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica es posible conocer cual era la
posición y la cantidad de movimiento de una partícula en un momento del pasado. El futuro es
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esencialmente impredecible e incierto mientras que el pasado completamente definido. Nos
movemos de un pasado definido a un futuro incierto. (13)
Cualquiera de nosotros, psicoanalistas, empezando por mí, podría decir: “¡Je! ¡No conocen el
poder del psicoanálisis! ¡Nosotros nos dedicamos a cambiar el pasado...!”, pero convendría
que tengamos en cuenta que lo que modificamos aprés coup, es la historia, es decir, lo
simbólico y lo imaginario de lo acontecido, no lo real del pasado. Eso sí, si efectivamente
logramos que se reconstruya la historia, otorgándole a ciertos hechos una significación
diferente, muy posiblemente estaremos tocando un algo de lo real del presente y, en
consecuencia, del futuro.
Adonde en definitiva me interesa llegar en este escrito es a que la materia viva padece en lo
real del transcurrir del tiempo. Todo ser vivo que se precie de tal, nace, vive su vida y muere.
La materia biológica tiene una única forma de desplazarse por la recta unidireccional de un
tiempo irreversible. En este desplazamiento, se va transformando. Hasta en el tiempo mismo
en que la vida florece la muerte va mordiendo su pequeño pedazo antes de su entrada
definitiva.
En la especie homo sapiens, la masilla que se muestra eficaz para la inscripción adecuada de
las letras fundantes, se va secando con el tiempo y, en lo real, sus propiedades cambian.
Los niños están ahí, en la plaza, plaza que se ha convertido en un mercado donde, desde
instituciones escolares hasta profesionales que se presentan como idóneos y/o laboratorios
que se prometen eficaces, disputan su tenencia. Las ofertas que se están imponiendo en
estos días no son necesariamente las mejores...
Un tiempo que necesita del juego pero en el que no se puede jugar en la vereda porque es
peligroso...
¿Qué letras son las que la cultura nos propone escribir en la infancia al día de hoy? ¿Cuáles
las que efectivamente se están escribiendo en lo real?
Y si la ética es de lo real, ¿cuánto vale, para un niño y sus padres, perder el tiempo con un
psicoanalista?
Eso... ¡no tiene precio!
NOTAS:
(1) Benedict Carey: Soñar, esa lección desconcertante, publicado en el Diario Clarín, edición
del 27 de octubre de 2007, suplemento de la selección semanal de The New York Times.
(2) En honor a la verdad y como parte de lo real maravilloso en que estuve tomada en esos
días debo decir que, el último viernes antes del Lacano, habiendo escrito ya este párrafo y
algunos de los que le siguen, concurro en la EFBA, a una clase del seminario “Sentido,
verdad y real en la dirección de la cura”, de Isidoro Vegh en la que, a continuación de la
pregunta “¿Qué es lo real?”, escucho, una tras otra, varias de las definiciones que siguen y
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que acabo de decir que “hace mucho que no escucho”.
(3) Jacques Lacan: Seminario 21: Les non dupes errent (Los desengañados se engañan),
inédito, traducción de Irene Agoff de Ramos, Escuela Freudiana de Buenos Aires, Clase del
23 de abril de 1974
(4) El Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española dice así: Real: Que
tiene existencia verdadera y efectiva.
(5) Jacques Lacan: Seminario X: La angustia, clase del 9 de enero de 1963, inédito, versión
existente en la biblioteca de la EFBA.
(6) Jacques Lacan: Seminario IX: La identificación, inédito, clase del 28 de febrero de 1962,
inédito, versión exis-tente en la biblioteca de la EFBA.
(7) Elsa Coriat: Proyecto de neurología para psicoanalistas, presentado en la Reunión
Lacanoamericana de Porto Alegre, 1993; publicado en El psicoanálisis en la clínica de bebés y
niños pequeños, Ed. De la Campana, Buenos Aires, 1996
(8) Jacques Lacan: Seminario 21: Les non dupes errent (Los desengañados se engañan),
inédito, traducción de Irene Agoff de Ramos, Escuela Freudiana de Buenos Aires, Clase del
12 de febrero de 1974.
(9) Extraído de Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Flecha_del_tiempo, en octubre de 2007.
(10) Esta aserción pertenece a Sean Carroll, Profesor Asistente en Física, de la Universidad
de Chicago.
Extraído de http://www.hispamp3.com/noticias/noticia.php?noticia=20041102095359, en
octubre de 2007.
(11) Extraído de Wikipedia, ibid Nota al pie N° 9.
(12) Jacques Lacan: Seminario 13: El objeto del psicoanálisis, inédito, versión comparada de
Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina, Clase del 2 de febrero de 1966
(13) Extraído de Wikipedia, ibid Nota al pie N° 9 y 11.
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