la portadora del graal

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LA PORTADORA DEL GRAAL
(Digitalizado por http://www.soriaymas.com)
Transcrito del libro
LA LEYENDA DEL GRAAL
Y TEMAS ÉPICOS MEDIEVALES
MARTÍN DE RIQUER
Editorial Prensa Española, 1968
Nota previa: Li Contes del Graal está dedicada por su autor, Chretién de Troyes, a Phelipe de Flanders
(Felipe de Alsacia), y debió escribirse, como muy tarde, en 1190. Sobre el relato de la “procesión del graal”
en Li Contes del Graal, versa este capítulo.
A la interpretación cristiana del cortejo del graal se han hecho dos graves
objeciones, que se pueden resumir del siguiente modo: es chocante que un
viático, en vez de ir encabezado por una cruz procesional, lo vaya por la lanza que
sangra, y es a todas luces irregular que un vaso sagrado conteniendo la
Eucaristía sea llevado por una mujer. Es cierto que a esta última objeción se
había respondido aduciendo una serie de textos concluyentes y significativos de
autores eclesiásticos y de actas conciliares que reprueban el abuso consistente en
viáticos en los que mujeres llevaban el cuerpo de Nuestro Señor. Claro está que
tal abuso se daba en casos extraordinarios y precisamente cuando faltaba un
sacerdote para hacerlo, y no cabe duda que poco le hubiera costado a Chrétien
hacer que el graal fuera llevado por un clérigo, del mismo modo que la lanza era
empuñada por un avaslet». Pero aquellas dos objeciones han quedado
definitivamente superadas gracias a haber encontrado Mario Roques el tema
cristiano que indiscutiblemente sugirió a Chrétien de Troyes las figuras y los
objetos principales del cortejo del graal.
Se halla dicho tema en representaciones iconográficas en las que aparecen, en
la crucifixión y a la derecha de Jesús, el ciego Longinos que acaba de hincar la
lanza en el costado del Salvador, y una mujer joven y hermosa, generalmente
coronada, que recoge en un vaso de aspecto de cáliz la sangre que, como un
chorro, brota de la herida. A la izquierda, en adecuada simetría con estos dos
personajes, se encuentran Estefatón, con la caña en cuyo extremo está sujeta la
esponja de agua con vinagre, y una mujer, por lo general vieja, abatida y con los
ojos tapados con una venda. La mujer de la derecha es la Iglesia de la Nueva Ley,
y la de la izquierda es la Sinagoga. También suele haber, a la derecha de Cristo,
el buen ladrón, y el malo a la izquierda; la Iglesia va algunas veces montada en el
animal tetramorfos, que simboliza los cuatro Evangelios, y la Sinagoga en una
asna, que simboliza el pueblo judío. Todos estos elementos se encuentran, por
ejemplo, en el famoso Hortus deliciarum, que se fecha en 1175 y 1195, o sea,
contemporáneamente a Li contes del Graal; pero hay manifestaciones artísticas de
esta escena bastante anteriores, como cierta cubierta de marfil de unos
Evangelios del siglo X (Bibliothéque Nationale de París, ms. lat. 9454). La idea de
esta escena es posible que proceda del divulgadísimo Sermo contra paganos, judaeos et arrianos atribuido a San Agustín.
Ya sabíamos que la lanza que sangra era indiscutiblemente la de Longinos, sin
mezcla ni influencia de ninguna arma arrojadiza de la mitología céltica, pues esto
último tenía como único apoyo la rara alusión a la lanza maléfica que tenía que
destruir el reino de Logres que se halla en unos versos que no pertenecen a
episodios que tienen por héroe a Psrceval. Ahora sabemos más: que la
«dameisele... bale et jante et bien acesmee» está inspirada en las representaciones
de la Iglesia personificada, representaciones iconográficas que, a su vez, explican
el nexo entre una mujer joven que lleva un vaso sagrada y la lanza de Longinos. Y
con ello queda eliminada la objeción que se hacía a la. interpretación cristiana
basada en la incongruencia de que un vaso sagrado fuera llevado por una mujer.
Como acertadamente afirmó Mario Roques: «Il est bien clair que ce qui peut étre
inter.dit aux femmes par 1'Eglise ne saurait étre interdit á 1'Eglise, méme sous
1'apparence d'une femme» El malogrado romanista István Frank, en un trabajo
que dejó inédito al morir, escribió sobre la portadora del Graal: « Silhouette silencíeuse, comme dépersonnalisée, bele et jante et bien acesmée, dit le vers 3189,
certes, mais qui emprunte tout son étre au Graat qu'elle porte: ce n'est pas elle
qui marche, c'est le Graal qui passe; ce n'est pas elle qui en distribue les
bienfaits, comme en sait, car le service du Graal est impersannel, al'on en sert».
Camment 1'auteur a dü regretter, sur ce point, 1'absence, dans sa syntaxe, d'une
co:nstruction correspondant á la voix passive du latín. La demoiselle, une fois
décrite, da.ns 1'unique vers que je viens de citer, décrite mais non déterminée,
disparait sous la lumiére aveuglante qui jaillit du fardeau dont elle est chargée.
Ce n'est pas une personne physique, elle n'a pas d'activité humaine. Si ce n'est
pas un ange porteur d'objets sacrés, c'est un personnage allégorique: l'Ecclesia,
dans le sens oú elle est sculptée sur la Cathédrale de Strasbourg».
No pretendo, por ahora, indagar el simbolismo del cortejo del graal a base de su
vinculación a las representaciones iconográficas de la crucifixión, pues por el
momento lo fundamental y básico es aclarar la matiére del episodio y no su sans.
Mario Raques y Myrrha Lot-Borodine han expuesto sus opiniones sobre esto
último. Lo importante es que ya tenemos explicados todos los elementos
fundamentales del impresionante episodio central de la obra de Chrétien. La
mitología céltica jamás ha ofrecido, reunidos en un mismo tema y relacionados
entre sí, elementos que tengan tan exacta correspondencia con los del cortejo del
graal como nos presenta ahora el arte cristiano occidental de la misma época de
Clirétien.
Las dificultades que se han puesto a la tesis de Mario Roques no tienen, por
ahora, fuerza suficiente para destruirla. Que la Iglesia, en la miniatura del Hortus
deliciarum, coja el cáliz con una sola mana, vaya coronada y sostenga el
estandarte crucífero son detalles que no minimizan en nada la identificación
propuesta, pues sería pueril exigir a Chrétien de Troyas una especie de «fotografía
literaria» de aquella miniatura. El novelista ha seleccionado los detalles que le
interesaban y ha evitado aquellos que, como la corona y el estandarte crucífero,
hubieran hecho recognoscible a primera vista la figura de la Iglesia, que pretendía
mantener en una especie de incógnito hasta que al final del roman se aclarara su
intrigante personalidad. Y no olvidemos que cuando Chrétien, en el Erec,
describió las ropas del protagonista hizo aparecer bordadas en ellas las cuatro
alegorías da las artes del quadrivium, pero liniit.ando sus atributos clásicos a los
elementos que le parecieron suficientes, pues, cmo escribe Reto R. Bezzola, “la
description proprement dite est reduite absolument vux traits essentielas.
Comme un peintre primitif de 1'époque, Chrétien no décrit en somme pas. Il se
contento d'indiquer á peine un ou deux traits qui caracteSrisent chaque portrait».
Se ha objetado también que Chrétien llama a la portadora del graal dameisele,
siendo así que a la Iglesia le correspondía el título de dame por tratarse de la
esposa de Jesucristo. Repitamos, una vez más, que en el episodio en cuestión
Chrétien describe lo que ve Perceval, y éste ve que el graal es llevado por una mujer joven; y la Iglesia, en las representaciones iconográficas aludidas es siempre
joven, al paso que la Sinagoga es muchas veces una mujer vieja, ya que la primera representa la Nueva Ley y la segunda la Antigua Ley o Viejo Testamento. No
creo admisible negar a Chrétien de Troyes la facultad de trasladar a sus romans
personificaciones y alegorías de tipo cristiano y reprocharle por haber llamado a
la Iglesia dameisele, y encontrar factible, en cambio, que la portadora del graal
pueda ser nada menos que la «Scuveraineté d'Irlande», que sería una
personificación mucho más acusada y que además era una diosa llamada Anu
que, por ser madre de los Tu.-.tha De Dannarín, merecía ser denominada con el
título de dame, si nos empeñamos en que Chrétien tenía que ser tan severo y
puntilloso en los tratamientos de sus personajes alegóricos. Y aun a pesar de
todo, la objeción carece de fundamento si reparamos en que desde los primeros
exégetas cristianos la Iglesia, esposa de Cristo, es llamada Virgen.
Es oportuno recordar que, también desde los primeros exégetas cristianos, la
Virgen María es la hipóstasis de la Iglesia. « La personificación de la Iglesia -y
personificación femenina precisamente- no es una pura ficción, ni se limita tan
sólo a una personalidad moral o jurídica. Antes por el contrario se funda en el
hecho de las hipóstasis humanas que la forman y, concretamente, en la persona
de la Santísima Virgen; la única en quien recaen, con plenitud de significado, todos los principales atributos adjudicados a la Iglesia»"'.
Conociendo esta identificación María-Ecclesia -vigente aún en tiempos de
Chrétien de Troyes-, no será inútil que nos fijemos en algunas representaciones
de la Virgen en el siglo XII -siempre anteriores a Li contes- precisamente en las
tierras donde por vez primera se documenta la palabra graal, o sea, en Cataluña.
En los frescos de las iglesias catalanas del XII los historiadores del arte han
registrado el detalle de que la Virgen aparece «sosteniendo el misterioso grial a
copa de luz, que la acompaña casi siempre en las pinturas murales románicas»,
según Coock y Gudiol (1950).
Veamos la evolución de este elemento y procuremos indagar hasta qué punto
es adecuada esta denominación de «grial» dada tan decididamente por los
historiadores del arte. La más antigua y más característica de todas estas representaciones es la de la Virgen en la decoración del ábside de la iglesia de San
Clemente de Tahull, que se fecha en el año 1123.
En la mano izquierda, cubierta por el velo, María sostiene un recipiente sin pie
alguno y que tiene forma de plato, cuenco, lebrillo o escudilla, que corresponde a
la de las vasijas que en catalán actual reciben el nombre de greal, grasal, grasala,
grela, etc., como vimos antes, y que es, precisamente, una “scutella lata et
aliquantuium profunda», como decía Helinando del graalz.
El motivo iconográfico se repite en el ábside de la ermita de San Román de les
Bons (Encamp, Andorra), cuyo fresco es del año 1163; la Virgen (que está al lado
de San Pedro, lo que intensifica su hipóstasis con la Iglesia) sostiene de la misma
manera un recipiente que tiene la forma de los cálices o copones actuales, o sea,
es una copa con pie.
En la pintura mural de Anyós (lámina III), el vaso es muy similar al de San
Román; y en la del ábside de la iglesia de Ginestarre de Cardós tiene la misma
forma, pero va provisto de dos asas (véase nuestra lámina IV). Estas dos pinturas
murales son de mediados del siglo XII, y aunque su fecha no puede ser precisada
más, son indiscutiblemente anteriores a la época en que Chrétien de Troyes
escribía Li contes del Graal.
Del interior del recipiente que sostiene la Virgen en el fresco de Tahull, que es el
más antiguo y tiene forma de plato o escudilla, salen unos rayos de luz. Ello
indica bien a las ciaras que allí se contiene la Eucaristía; el recipiente, como el
graal de Chrétien, derrama una “granz clartez» (verso 3226). En los vasos de los
frescos de San Román, de Anyós y de Ginestarre, falta esta irradiación luminosa,
sin duda porque ya no hacía falta, dada su forma de píxide-cáliz, recurrir a aquel
procedimiento para que los fieles supieran que en ellos estaba el Corpus Domini.
Si los fieles catalanes que entraban en la iglesia de San Clemente de Tahull hacia
1123 identificaban el recipiente que sostiene María en la mano izquierda con las
vasijas que denominan gradals (como en el testamento de Ermengarda de Barcelona, de 1030), no cabe duda alguna que también deberían dar este nombre,
unos cuarenta años más tarde, a las píxides que sostiene la Virgen en San
Román de les Bons, en Anyós y en Ginestarre.
Corroboramos con todo ello que el graal de Chrétien de Troyes es una píxide o
copón, seguramente con pie, y que es natural y perfectamente lógico que lo lleve
la Iglesia, hipóstasis de María.
CONCLUSIONES
Creo prudente llegar a la consecuencia final de que el episodio de Perceval en el
castillo del Rico Rey Pescador con el cortejo de la lanza y el graal se deba a la
sugestión ejercida sobre Chrétien de Troyes por dos cosas distintas: la ceremonia
judía del Pésaj y las representaciones gráficas de la crucificación con las figuras
de la Iglesia y de Longinos.
El Pésaj hubiera proporcionado al escritor una especie de escenario novelesco,
en el que un jefe de familia llamado rey come reclinado ante una rica bandeja, en
la que figura la preciosa copa de Eliahu y espera las cuatro preguntas del más
joven de su linaje, sin la formulación de las cuales la ceremonia quedaría
truncada. Las representaciones de la crucifixión le hubieran sugerido a Chrétien
el nexo entre la lanza de Longinos y la Iglesia, mujer joven portadora del graal. Y
esto último es lo más importante, pues la lanza que empuña el “vaslet» es
precisamente la de Longinos y la «dameisele» portadora del graal es la Iglesia
misma.
Entra en el terreno de las hipótesis peligrosas el indagar cómo hubiera acabado
Li contes del Graal si Chrétien lo hubiese concluido. Lo único que parece totalmente cierto, en lo que afecta a las aventuras de Perceval, es que éste debía
encontrar nuevamente al Rico Rey Pescador, curarlo y devolverle el dominio de
sus posesiones formulando las preguntas y debía volver al lado de Blancheflor.
Ello supone una segunda visita de Perceval al castillo del Graal y sus bodas con
Blancheflor, todo lo cual cabía perfectamente en los 1800 versos que poco más o
menos le faltaban por escribir al novelista cuando le sorprendió la muerte.
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