1 Comentarios al libro Mujeres, maquila y embarazo* Adriana Carolina Vargas Ojeda** Ante todo, mi agradecimiento a los organizadores de esta extraordinaria feria internacional por invitarme a participar en esta presentación del libro Mujeres, Maquila y Embarazo. Prácticas de atención de madres-trabajadoras en Nogales, Sonora, México, cuya autora es una gran investigadora mexicana, con un curriculum impresionante y reconocida por el Sistema Nacional de Investigadores con un nivel III: doctora Catalina A. Denman. Para empezar, Catalina tuvo la audacia de captar nuestra atención desde la portada misma, con un título que evidencia una problemática común a muchas de las ciudades del país que comparten como fuente de trabajo a la industria maquiladora, y lo encierra en un marco de lo que –creo– son mariposas en movimiento, que con su suave aleteo semejan la laboriosidad de las mujeres trabajadoras de la maquila. Continúa después con una introducción que es una verdadera revisión sistemática que nos va conduciendo con toda precisión por la historia laboral de la maquila en México y nos ubica perfectamente en un marco teórico que da sustento científico al desarrollo metodológico de la investigación de corte etnográfico realizada por la autora en la ciudad de Nogales, Sonora, en relación a la salud reproductiva de la mujer trabajadora. La investigación se centra en las implicaciones de la cultura de salud de las mujeres trabajadoras y en la revisión de las principales investigaciones realizadas sobre el tema de salud en la industria maquiladora de exportación en la frontera norte de México. Se resaltan las diferencias sustanciales entre los trabajadores de la maquila bajo la óptica de género. Se enfatizan las razones de la preferencia de emplear mujeres en la industria maquiladora por las características “propias de su sexo” como sus habilidades finas para el trabajo manual, mayor docilidad para la sujeción a las normas de trabajo, su disposición a seguir instrucciones, la aceptación de las condiciones de trabajo en la maquila –como sería el recibir menor salario–, una menor resistencia a cumplir con los estándares y niveles de productividad, así como un menor interés en impulsar sindicatos. Captó mi atención la magistral conceptualización que hace la autora sobre la salud, con una visión holística que va más allá de la tradicional definición que durante muchas décadas hemos manejado los médicos y que emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice: “la salud no es sólo la ausencia de enfermedad sino un perfecto estado de bienestar biopsico-social”. De tal manera que la autora se refiere a la salud desde un punto de vista dinámico, realista y más integrador, como un “proceso sociocultural basado en saberes y prácticas sociales e individuales que se construyen en torno a las capacidades y alcances del cuerpo psico-biológico”. Partiendo de esta brillante y operativa definición antropológica de salud, nos narra, entre representaciones y prácticas, la historia de 14 mujeres migrantes, en edad reproductiva, que, viven en la incertidumbre de un abanico de ejercicios médicos tradicionales, alternativos, biomédicos, públicos, privados y familiares, y además, en un entorno laboral difícil, con una dinámica familiar en ocasiones poco saludable y un macroambiente cuya hostilidad se manifiesta de manera cotidiana. Estas mujeres pasan de ser amas de casa a convertirse en mujeres trabajadoras que se enfrentan a tres situaciones álgidas que no habían sido abordadas previamente con la apertura que requieren estos temas: me refiero al embarazo, el trabajo de parto y el puerperio, entidades clínicas que sumergen a las mujeres en un mar de incógnitas a 2 las que tienen que dar respuestas a corto plazo para la toma de decisiones que trascienden e impactan en su salud reproductiva. Recurriendo a la etnografía como vía metodológica, se desarrolla la investigación en una Planta de la ciudad de Nogales, Sonora, en donde más del 75 por ciento de las obreras son migrantes y, por primera vez en su vida, con acceso a los servicios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Mediante entrevistas y observaciones directas de sus hogares, con lujo de detalles la autora describe el entorno que cobija las vivencias de las actoras: el largo caminar de las mujeres por estrechos y larguísimos escalones para poder llegar, después de una agotadora jornada, a sus espacios íntimos familiares y continuar ahí con sus labores domésticas, tolerar el calor infernal de verano o el frío insoportable de invierno, escuchar diariamente el clamor del niño que demanda atención y subir un cerro con un niño en cada brazo para llevarlos a la guardería. Todos estos momentos y muchos más fueron experimentados por la investigadora con la distancia que exige la etnografía; pero también hubo instantes en donde gozaron de la informal charla amena y del robusto café disfrutado entre emociones compartidas. Además, para darle mayor sustento a la investigación, el trabajo etnográfico también se realizó en el Hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social, viviendo las largas colas para obtener una ficha, las sillas incómodas y frías, las largas esperas para recibir la atención, las actitudes de médicos y enfermeras hacia las pacientes. Y como buena investigadora, fue más allá y dedicó tiempo extra para entrevistar a médicos del IMSS, a los responsables de la atención prenatal en la maquiladora, a varios gerentes de la misma, a la directora de la guardería y a algunas trabajadoras sociales. El concepto central alrededor del cual giró la investigación fue el de la “salud positiva”, entendiendo por salud positiva al ¨conjunto de prácticas cotidianas de cuidado de la salud que sirven más para evitar, prevenir y construir condiciones de salud, que para corregir daños y enfermedad¨. Es decir, el interés de la autora radicaba más en entender mejor qué hacían las trabajadoras para cuidar y construir su salud en vez de investigar exclusivamente cómo reparaban y curaban los daños; para, con esta perspectiva, transformar la cultura de la salud y mejorar el cuidado de la misma entre trabajadoras de la maquila, específicamente en tres estadios importantes para la mujer mexicana: el embarazo, el trabajo de parto y el puerperio, estadios inherentes a la salud reproductiva que le permiten a la mujer llevar a cabo de manera más o menos hábil, negociaciones con los diferentes actores que giran en torno a su existencia como ser humano femenino, trabajadora, migrante y con vida sexual activa. Esto dicho en unas cuantas palabras, representa la culminación de un análisis exhaustivo de gran trascendencia e impacto para la salud pública, ya que los resultados de esta investigación, permiten mostrar con mayor claridad la necesidad de que los programas de salud sean más integradores, exaltando la prioridad de comprender sobretodo las prácticas de autocuidado que la mujer lleva a cabo, por sentirse directamente responsable de la salud de su familia. Sacar adelante a sus hijos es su máxima preocupación y por ello el dolor secundario a vicios posturales durante el trabajo, las pequeñas lesiones por riesgos laborales o algunas molestias durante el embarazo, tienen que racionalizarlos, procesarlos como “normales”, y seguir adelante en ausencia de otra forma de resolverlos; ya que los servicios médicos no les brindan satisfactores inmediatos a sus necesidades. 3 Sin embargo, aún cuando la calidad de la atención por parte del IMSS es criticada por ellas, el seguro médico se constituye en un ancla que no les permite renunciar con facilidad ante circunstancias que van en contra de su integridad física y moral. A esto la autora le llama la “paradoja del Seguro Social”. La lectura de cada una de las entrevistas realizadas a las mujeres trabajadoras nos hace reflexionar, como acertadamente concluye la autora, en la necesidad de considerar en el diseño de los programas de salud, tanto la vida laboral como el entorno familiar; de tal manera que esta experiencia investigativa debe de incidir en las políticas de salud para que realmente ocurra un cambio positivo que aborde integral e inteligentemente la salud de las mujeres trabajadoras. Parecería como si el oficio de ser hombres y mujeres nunca hubiese sido tan arduo como lo es en la actualidad, pero esta complejidad se vuelve todavía más notoria en el caso de las mujeres que viven, como nos evidencia la lectura del libro, en la zozobra diaria de cultivar la salud personal y familiar, en un micromundo necesariamente dicotomizado en donde el binomio salud-enfermedad determina la generación de políticas y programas de salud limitados por la ausencia de sensibilidad hacia la consideración de una visión más inclusiva de todos los potenciales elementos y estímulos que determinan la existencia feliz o adversa de mujeres trabajadoras de la maquila ante una situación de embarazo. Felicitaciones a la doctora Catalina Denman. Este libro debe ser una lectura obligada dentro de los programas de Salud Pública y de otras disciplinas y me ha permitido, en lo personal, transpolar los conceptos de salud positiva y de autocuidado al ejercicio de mi profesión como Médico Pediatra. Nuevamente, Gracias Catalina y gracias a ustedes por su atención. *Coordinadora de Posgrado e Investigación de la Facultad de Medicina y Psicología Campus Tijuana de la Universidad Autónoma de Baja California, [email protected]