Abro los ojos perezosamente y bostezo. La luz del atardecer ha

Anuncio
1
Abro los ojos perezosamente y bostezo.
La luz del atardecer ha teñido el cielo de naranja y rosa.
Observo la cala, “Cala Essenza”, cuya agua es tan cristalina que, en mi opinión,
puedes contar cada grano de arena del fondo. Me encanta esa playa, pero especialmente, el lugar del que nos hemos adueñado nosotros siete. Se accede pasando las rocas del lado derecho de la cala grande, después, hay que caminar un poco
entre una senda de arbustos y árboles y finalmente llegas a una playita pequeña
pero encantadora. La arena es blanca y fina y el agua, totalmente transparente y
azul, te invita a darte un chapuzón quieras o no. En el centro hay un gran pedrusco
desde el que todos nos tiramos.
En mi BlackBerry acaba de empezar la canción Forever Young y decido no quitarla. Subo un poco el volumen.
Suspiro profundamente y me estiro, ya que tengo los huesos algo entumecidos.
Entonces me doycuenta de que tengo el brazo de David encima de mi cadera.
Doy media vuelta y sonrío con ternura al ver que está dormido. Acaricio su mejilla y recorro sus facciones con el dedo índice. Él emite un pequeño gruñido, pero
no se despierta.
Esto parece un sueño. Los dos estamos tumbados sobre las toallas de lirios
blancos. En un principio sólo nos habíamos sentado a hablar, pero después de
bañarnos en el mar y merendar nos entró sueño y nos acurrucamos sobre las
toallas.
Le beso en la frente. Retiro el brazo musculoso con cautela para no despertarle
y me levanto. Me froto los ojos, dispuesta a darme un chapuzón bajo el cielo anaranjado del atardecer, ya que me encanta hacer esto.
Me quito el vestido blanco, dejando ver así mi bikini azul oscuro y lo dejo sobre
una roca próxima.
1
Avanzo a tientas para no hacer mucho ruido. Justo cuando estoya punto de saltar hacia la arena, la voz de David me sobresalta:
-¿No vas a despedirte de mí, princesa?
Sonrío de buena gana. No quiero admitirlo, pero me gusta ese mote.
-Mmm no sé, ¿qué me das a cambio?- Respondo divertida.
Se levanta y camina somnoliento hasta que está cerca de mí y me agarra la mano. Después, roza la palma de ésta con los labios y me mira con sus ojos verdes
seductores.
-Entonces… ¿No quieres decirme adiós?
-Exacto-, articulo nerviosa antes de echar a reír.
-Pues, eso tenemos que solucionarlo.
De repente, me coge por las caderas y me carga a la espalda como si fuese un
saco de patatas. Empiezo a moverme para que me suelte, dándole pequeños
puñetazos en su espalda musculosa y propinándole algún que otrorodillazo en los
abdominales, pero no me hace caso.
Veo que se acerca con decisión al agua y le suplico que para, aunque en el fondo sé que mis esfuerzos son en vano.
Entonces el ríe y mueve la cabeza de un lado a otro.
-No nono, Julietta, sabes de sobra que las cosas no funcionan así. Te dije que
deberías haberte despedido de mí.
A pesar de que no puedo verle la cara, sé que está sonriendo. Me encanta su
sonrisa. Me encanta su cuerpo fuerte y seguro y su pelo rubio. En definitiva, me
encanta él, en todos los aspectos.
La orilla está cada vez más cerca y acabo por desistir; no queda nada por hacer,
así que me limito a contar los segundos que faltan para la inmersión.
Diez, nueve, ocho, siete, seis…
Cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Tomo aire y cierro los ojos.
El agua está más caliente de lo que yo esperaba. Salgo a la superficie lo más
rápido que puedo y respiro profundamente. Me dirijo hacia David.
-¡Te voy a matar!-Digo entre risas dirigiéndome hacia él. Le salpico con las manos.
2
Justo cuando estoy a su lado me abraza por sorpresa y me besa.
-Feliz aniversario Julietta. Te quiero.
Yo le devuelvo el beso. Hoy hacemos un año.Él, es lo mejor que me ha pasado
en la vida desde que mis padres se divorciaron. Cariñoso, guapo, trabajador…
Todos los adjetivos que utilizo para describirle me parecen poco.
Me separo un poco de él y le susurro al oído:
-Eres la persona a la que más quiero. No sé qué haría sin ti- realizo una breve
pausa- feliz aniversario. De verdad, te amo.
Allí, en mitad del atardecer y del mar, permanecemos un buen rato.
Entonces, aparece Carlo, un chico de nuestra pandilla. Es castaño, bromista,
alegre; un chico que derrocha energía y el mejor amigo de David.
Desde las rocas, sin vergüenza alguna, empieza a gritarnos:
-¡Eh! ¡Romeo y Julietta! ¿Os venís a la plaza? ¡No sé si recordáis que hoy empiezan las fiestas del pueblo!
David suspira y sonríe con simpatía.
-A ver aguafiestas, voy en quince minutos y nos cambiamos, ¿vale?
Carlo asiente y esta vez se dirige a mí:
- Julietta vigila que no se me distraiga ehh- añade con picardía. Después, me
guiña un ojo.
-Vale vale, en quince minutos le tienes allí-, respondo ignorando su broma.
Se despide con la mano y se va como había venido: saltando de una piedra a
otra. Todos le tenemos mucho cariño.
Cuando ya se ha ido, David posa su mirada en mí y me agarra de la mano,
guiándome fuera del agua, hacia donde están nuestras toallas.
-Tengo que enseñarte algo-, dice con cierto brillo en los ojos.
Una vez allí, nos sentamos. Yo estoy nerviosa, ¿qué me querrá enseñar?
Además de eso, yo le he comprado por nuestro aniversario un portátil negro nuevo
de última generación, el que él ha querido durante meses y para el que yo he
estado ahorrando. En la esquina derecha de la tapadera he mandado grabar una D
de color azul oscuro, su favorito.
3
Junto con el ordenador hay unos cascos de música que te aíslan de los sonidos
del mundo exterior, de modo que sólo se oye lo que estás escuchando con una
calidad de sonido bastante alta.
Me he gastado todo el dinero de mi hucha y le he tenido que pedir un poco a mi
madre, pero David lo merece todo y más.Miro de reojo hacia mi bolsa de playa,
donde está el regalo.
La canción de antes ha acabado y ahora suena La tormenta de arena, de Dorian.
Entonces mi novio se levanta y se dirige hacia la cesta donde hemos metido la
comida. Como si fuese un truco de magia, saca de ella una caja rectangular envuelta en papel de regalo y algo que parece un sobre grande de color dorado.
-Te dije que no quería que me comprases nada David.
Ignorándome, se sienta de nuevo a mi lado y me tiende la caja rectangular:
-Toma, ábrelo-, dice flamante.
Yo obedezco resignada, sé que va a ser imposible llevarle la contraria.
Nunca he sido muy delicada al abrir regalos, así que arranco, literalmente, el
envoltorio.
No me puedo creer lo que tengo ante mis ojos.
El iPhone 5.Y de 64 GB.
Dejo la caja en el suelo y me tiro a sus brazos, emocionada.
-¡Gracias! ¡Gracias, gracias, gracias! Te adoro. Te quiero. Te quiero. Te quiero.
Me inclino y le beso en los labios. Es un beso corto, fugaz, pero lleno de cariño.
-De nada, sabes que yo haría cualquier cosa por ti…Pero, antes de que te dé un
ataque, quiero que leas esto.
Extiende la mano y me da el sobre dorado. El corazón me late muy rápido y tengo la respiración algo entrecortada. Con la mano temblorosa y los dedos tensos,
despliego la solapa.
Dentro hay un sobre azul más pequeño (esto parece una de esas muñequitas
rusas que abres y dentro hay otra muñeca, sólo que de tamaño más pequeño, y así
sucesivamente) y un papel blanco doblado a la mitad que huele como él.
4
Optopor coger primero éste último. En la parte superior está escrito “Julietta” con
una caligrafía pulcra y cursiva.Antes de ver qué pone, respiro profundamente y miro
a David soñadora.Desdoblo la hojita y comienzo a leer:
Julietta:
Te voy a ser sincero: por ti siento algo increíble y podría redactarlo
de mil maneras diferentes o gritarlo desde donde fuese. Pero ahora,frente al papel vacío, las palabras no me salen. Lo único que se
escucha aquí, en las ruinas del castillo que tenemos en las afueras del
pueblo, donde te escribo esta carta, es el sonido del botoncito de mi
bolígrafo. Arriba, abajo, arriba, abajo. Escribo, rectifico, borro, pienso.
No quiero ser el típico novio que le escribe cartas a su pareja diciéndole “te quiero” o “nunca nos separaremos”. Yo no sé qué va a pasar
mañana: no se si nos pelearemos y cada uno tomará un rumbo diferente en el gran barco que es la vida. Por eso, te voy a intentar escribir lo
que siento por ti, aquí y ahora, como tú me enseñaste.
Cuando era pequeño, yo solía decir que me enamoraría de una princesa como la Bella Durmiente o alguna de esas. Yo sería el príncipe
que derrotaría a los dragones y mataría a la bruja, como fantasean
todos los niños en su infancia. Yo sería el que despertase a la princesa
con un beso, o el que consiguiese sacar la dura espada de la roca.
A medida que fui creciendo, las princesas desparecieron de mi vida.
Ariel se fue a su palacio, Blancanieves también, y la Bella Durmiente se
quedó bailando allá por las nubes.
El caso es que el otro día, pensando en ti y en que se acercaba
nuestro aniversario, me di cuenta de que sí he encontrado a mi princesa, ¿nunca te has planteado por qué te llamo así?
Sé que no tienes un reino, ni una madrastra pérfida que desea tu
muerte, pero recuerda que me tienes ahí, a tu príncipe al lado. Recuerda que te quiero, que te quiero incluso demasiado. Recuerda que eres
guapa, que tienes una mirada increíble, como tú. Que eres lista, alegre,
cariñosa… Se me agotan los adjetivos para describir el efecto que
causas en mí.
Recuerda que eres la persona a la que más quiero en el Universo
entero, por encima de la Luna, por encima de las estrellas.
5
David
Cuando termino de leer tengo los ojos vidriosos y el corazón me late desenfrenadamente. Abro la boca para decir algo, algo coherente; sin embargo, de mis
labios solamente sale un “Yo…” tembloroso. La carta es preciosa.
Él debe entender mi emoción, y para mi sorpresa, extiende los brazos y me
abraza, como sólo lo sabe hacer él. Yo le beso en los labios y luego acerco éstos a
su oído.
-Gra-gracias…- es lo único que consigo articular.
Él me abraza con más fuerza. Me siento como una idiota, totalmente. David me
regala un iPhone 5, y no sólo eso, también me escribe una carta perfecta y emotiva, y yo monto una escenita y soy incapaz de articular palabra. Entonces me
acuerdo del sobre azul y me aparto de mi novio en busca de él.
Lo cojo con delicadeza y miedo a la vez, como el que está a punto de abrir la
caja de Pandora y no tiene ni idea de lo que le espera dentro. Cruzo las piernas
como los indios y desdoblo la solapa, aunque sorprendentemente ya está abierta,
cosa que me extraña, y el sobre, vacío.
El chico me mira confundido, como si desconociese la procedencia de aquel sobre. Yo todavía estoy algo conmocionada y no me doy cuenta del gesto.
< ¿Qué narices hace ese sobre allí?>
Mi confusión es cada vez mayor y empiezo a hacer memoria.
Ayer por la tarde, a la hora de dejar todo listo, envolví el paquete del iPhone y
metí la carta en el sobre. Después- me concentro más para recordar- bajé a la
cocina y merendé. Acto seguido salí al jardín y, por orden de mi madre, recogí
todas las cosas que había dejado por ahí tiradas, limpié la piscina y aproveché para
darme un baño en ella. Cuando terminé me sequé, subí a mi habitación, me cambié
y cerré por fin el sobre, dejándolo encima de la caja del móvil y olvidándome de
ello.
Claro, debió de colarse entre las miles de cosas que tengo en mi cuarto, eso tiene más sentido. Creo que esa era la respuesta, obvio el problema.
Lo que todavía yo no sé es que me he olvidado de los ruidos que oí esa tarde y
a los que no les di importancia, que ese sobre no se ha colado allí por casualidad y
que alguien a quién yo conozco muy bien está detrás de todo aquello.
6
2
-¡Carol! ¡Para, para, para!- digo nerviosa mientras intento zafarme de mi amiga,
que pretende pintarme con un pintalabios.
Me levanto de la silla y empiezo a correr por la habitación, huyendo de Carolina.
Ella es la típica chica extrovertida y desvergonzada, que va de dura y no quiere
admitir que en fondo quiere y siente como una adolescente normal.
-Julietta Julietta, has intentado decirle a Carlo que me gusta, y eso merece una
digna venganza al “estilo Carol”.
Valen y Dani nos miran divertidas y expectantes, como si fuesen los tres últimos
minutos de partido y los dos equipos fuesen empatados. Paso veloz por encima de
mi cama, con mi “amiga”, si es que así se puede decir, pisándome los talones
cuando de repente me fijo en la foto enmarcada que está encima de mi mesita de
noche. En ella salen mis padres, jóvenes y felices, conmigo en brazos recién
nacida.
Son unas milésimas de segundo en las que me distraigo, pero letales. Carol me
empuja, haciéndome caer al suelo de espaldas. Se sienta encima de mí y me
agarra por las muñecas para inmovilizarme.
-Y, ahora, serás castigada y torturada- añade mientras me acerca el pintalabios.
Yo me resisto y me muevo, pero es inevitable. La pintura llega a mi cara y dibuja
un bonito círculo color carmesí alrededor de mi boca.
-Yo… te…mato…- digo furiosa. Me había costado mucho maquillarme, y como
no suelo hacerlo, este esfuerzo se multiplica por tres. Trazo una nueva estrategia
de combate y hago lo posible para que no se noten mis intenciones.
7
-Pero si te queda genial el maquillaje de payaso, admítelo…-responde ella
mirándome con desconfianza, se huele algo.
Aprovecho ese instante en el que baja la guardia para atacar. Es el momento.
-¿Qué hago? No se lo puedo decir…-me suelta ella con lágrimas en los ojos.
-Eh, tranquila, todo saldrá bien tía-respondo intentando calmarla, aunque en verdad con esas palabras de consuelo también intento darme ánimos a mí misma-.
Ven aquí anda.
Me acerco a ella, la abrazo y le doy un sonoro beso en la mejilla. Después, cojo
un pañuelo de mi bolso y se lo ofrezco.
-Es que… por qué yo…
-Shh, todo irá bien, hazme caso-le digo, e intento sacar la mejor de mis sonrisas.
-No… esta vez no… he metido la pata hasta el fondo…
Suspira profundamente y se esfuerza por no romper a llorar. Se me agotan las
ideas para animarla, así que guardo ese silencio tan especial que sólo saben
guardar las amigas y seguimos caminando hacia la entrada del descampado donde
se van a montar los chiringuitos, el escenario y las atracciones de las fiestas de
“Cala Essenza”, lugar donde hemos quedado con el resto del grupo.
-Yo no le veo la gracia chicas…-resopla Carol mientras quita las última manchas
de pintalabios de su cara. Las demás reímos a carcajadas.
-Pero, reconócelo, si te queda genial el maquillaje de gatito- digo poniendo voz
aguda con intención de imitar a mi amiga-. Miau miau-, bromeo.
Ella hace ademán de perseguirme y me mira con cara de asesina, pero yo hago
como si no la viese. Valentina y Dani tienen que parar de caminar porque no pueden parar de reírse.
Después de que Carol me pintase una “bonita boquita de payaso”, como dice
ella, conseguí quitármela de encima e invertir los papeles: esta vez estaría debajo y
yo le dibujaría unos preciosos bigotes de gato en la cara. Costó lo suyo pero conseguí mi objetivo y con creces.
-Si si, tú ignórame y verás- se queja.
Antes de que nos demos cuenta ya hemos llegado a la entrada de este año recinto ferial. Como de costumbre, David, Carlo y Leo todavía no han llegado.
8
-Luego andan diciendo que las chicas somos unas tardonas eh- dice Valen molestacuando mira la hora en el móvil-. Ya son las nueve y por aquí no está ninguno.
Las otras tres asentimos impacientes. ¿Dónde se habrán metido esta vez?
-¡Carlooo! ¿Bajas ya o qué?
-¡Os he dicho que vayáis yendo si queréis, pesados!
Leo suspira y se echa el pelo castaño, casi negro, hacia atrás. Desde que éramos pequeños hace eso. Me apoyo en la pared con los brazos cruzados y miro
hacia las fotos de la pared de enfrente, me las sé de memoria: Carlo con sus dos
hermanos pequeños en la playa, después en su habitación entre su padre y su
madre; y por último con su abuela el día de Navidad. Todas tienen marcos de color
verde pistacho y están colgadas formando un triángulo.
-¡Carlo!-digo esperando verle en breves instantes bajando por la escalera.
No hay respuesta. Leo y yo sabemos de sobra que nos ha oído pero que no
quiere contestarnos. Mi amigo se apoya también contra la pared, a mi lado; los dos
nos preparamos para más minutos de espera. Empezamos a hablar de kick-boxing
y de windsurf, deportes que practicamos, para matar el tiempo.
Entonces aparece nuestro querido Carlo bajando las escaleras mientras se
abrocha el reloj en la muñeca izquierda. No se ha dado cuenta de que lleva la
bragueta sin abrochar y los otros dos reímos con disimulo.
-Hombree, ¡aleluya tío!- soltamos a la vez.
Después, continúo yo:
-¿Se puede saber qué hacías estabas haciendo para tardar tanto?
-Sois unos exagerados, tampoco he tardado tanto-se queja mientras nosotros
ponemos cara de incredulidad-. Estaba buscando mi móvil, no lo encontraba.
Nos encaminamos hacia la puerta y salimos a la calle. Hace más calor de lo
normal-típico en un día de julio- y ya casi es de noche. Olvidamos lo que ha pasado
con Carlo, sin darnos cuenta de que nos ha mentido y en realidad no había perdido
su móvil como él decía.
Minutos antes
9
Tiene que ser esta noche, más bien debe ser esta noche, pienso. Llevo media
hora delante del espejo y David y Leo están abajo esperando a que baje. Me
llaman por milésima vez, pero paso de responderles.
Me arreglo el pelo castaño varias veces de formas diferentes, pero desisto: me lo
dejo como siempre, con una cresta. Estoy bastante nervioso, así que me lavo la
cara y la nucacon agua fría otra vez.
Salgo rápido del baño (sin darme cuenta de que tengo la bragueta bajada), cojo
mis llaves, el móvil, dinero y bajo las escaleras.
Cuando me preguntan que porqué he tardado tanto, me invento una excusa
rápida.
Digo que estaba buscando mi móvil, en vez de decir que esta noche me voy a
declarar.
-¡Les veo! ¡Ya vienen!
-¡Por fin!
Están a unos cincuenta metros de nosotras, los tres. Hoy poca gente va muy
arreglada, ya que el primer día de las fiestas es costumbre que los chicos y chicas
de entre quince y diecisiete años jueguen a “En la boca del lobo”. Este juego consiste en esconderse por el bosque en grupos de seis o siete personas con linternas
y encontrarse unos a otros. El grupo que resulte vencedor tiene derecho a dos
comidas gratis en los chiringuitos que elija, aunque yo creo que la gente juega
porque resulta realmente excitante y divertido.
Yo nunca he participado; este es el primer año, ya que hace dos (cuando tenía
quince años) llegué al pueblo en septiembre, cuando ya habían acabado las fiestas
y el pasado tuve que ir a ver a mi abuela a Cerdeña y me perdí los dos primeros
días.
Tengo que reconocerlo: estoy nerviosa. Por seguridad me he comprado una linterna esta mañana en un centro comercial de la ciudad, con Dani. Ella comprende
mi miedo. Lo comprende todo. Es la chica más sonriente que he visto en mi vida y
fue la primera amiga que hice al llegar a “Cala Essenza”. Nos llevamos genial.
Estoy sentada en la plaza, leyendo “La maldición del príncipe”, un best-seller que
han sacado hace poco, cuando una mano me toca el hombro. Me doy la vuelta
para ver quién es.
10
-Oye, ¿tú eres nueva aquí verdad?-Me pregunta una chica de pelo color castaño
rojizo y ojos azules. Tiene una nariz pequeña, al igual que su boca, y pecas por las
mejillas. No es muy alta, y tampoco muy atractiva, pero hay que admitir que tiene
una sonrisa preciosa.
-Sí, llegué hace dos días-respondo tímidamente.
-Ah bueno, pues encantada- me dice sonriente con su voz aguda y cantarina- yo
soy Dani.
-Yo soy Julietta-, respondo devolviéndole la sonrisa mientras me pongo de pie.
-¡Ala! ¡Me encanta tu nombre!-Dice maravillada.
Nos damos dos besos en las mejillas y se forma un silencio un poco incómodo
entre nosotras.
De repente abre mucho los ojos, como si se le hubiese ocurrido algo, y me dice:
-¿Tienes amigos aquí?
-Pues lo verdad es que no…-respondo bajando la vista-.No se me da muy bien
hacer amigos, la verdad.
-Entonces ven, que te voy a presentar a los míos. Ya verás que son majísimospropone mientras hecha a caminar. Después, continúa con picardía-. Además, dos
están solteros.
La sigo en silencio, para conocer a los que se convertirán en unos compañeros
indispensables para el resto de mi vida.
El abrazo que me da David por la espalda me saca de mis pensamientos,
además de darme un buen susto, cosa que hace que me sobresalte y que él ría.
-Perdón por llegar tan tarde.
-No pasa nada- respondo dándome la vuelta y mirándole a la cara.
Él sonríe y me da un beso en la frente. Yo también sonrío, hasta que los demás
se quejan de que tardamos mucho y nos separamos. Me dice “te quiero” moviendo
los labios y le respondo de la misma manera “yo también”.
Me junto un poco más con el resto y pienso en los siete: Carlo, Leo, David, Valen
Carol, Dani, y yo. Estamos pensando un nombre para el grupo, pero a ninguno se
le ocurre nada decente. Ni siquiera a Valentina, que suele ser la más original y
espontánea para estas cosas.
11
Juntos, entramos en el gran descampado que hace de recinto ferial cada año.
Miramos impresionados la gran e iluminada noria, que es nueva y se ha sustituido
por varias atracciones que ya no se usaban y estaban llenas de grafitis. Al lado de
ella todo parece diminuto: los chiringuitos y bares, el escenario y las demás diversiones. Me fijo en el bosque, que está al fondo a la izquierda, y suspiro.
Ninguno sabe que esos cuatro días que dura la feria cambiarán nuestras vidas
para siempre.
12
3
Nos dirigimos hacia el bar “La Tappia”, nuestro preferido, cuando Leo se toca los
bolsillos preocupado y dice:
-Tíos, no encuentro mi móvil.
-¿Estás seguro de haberlo traído?-contesto yo.
-Sí, creo que sí. Jod…
-¿Y si se te ha caído?
-Es posible. Puede que me lo hayan robado- responde cada vez más nervioso.
-Tranquilo, Carlo y yo vamos contigo a buscarlo-propone David-. ¿Nos esperáis
aquí chicas?
Las cuatro asentimos.
-Pues entonces, vamos. No tardamos nada, hasta luego.
Se alejan a paso rápido mientras miran por el suelo para ver si lo encuentran.
-De verdad… -dice Valen cuando los chicos ya están lejos.
-Menudos despistados son-continúa Dani divertida y preocupada a la vez.
-¿Qué opináis de la noria?-Salta Carol, que hasta entonces había estado algo
ensimismada.
-Demasiado alta- contesto yo alzando la cabeza.
Estoy observando la gran atracción, cuando oigo dos monopatines acercándose
por detrás y me temo lo peor. Deseo con todas mis fuerzas que esos dos no sean
13
Marc y Luigi, los dos chicos más idiotas y egocéntricos que puedan existir, pero mis
esperanzas se acaban cuando oigo una voz ronca que me habla:
-Hombree, pero a quién tenemos aquí-suelta Marc, el más alto de las dos. Su
pelo es rubio y liso y sus ojos castaño oscuro, como los de un tiburón que busca su
presa-. A la gran Julietta y a sus amigas las Barbies.
-Ni te atrevas a meterte con ellas-digo en tono desafiante mientras me doy la
vuelta-. Gilipollas.
Por una extraña razón que no comprendo, parece que le divierte que le insulte.
-Cuidado eh, que me ha insultado-, dice entornando los ojos. Se acerca a mí y
me coge la barbilla con los dedos, haciendo que suba la cabeza
Entonces salta Carol:
-Dejal…
-Tú te callas- le espeta Marc-. Luigi, encárgate de que no se muevan de ahí.
Su compañero, alto y grande, obedece y se pone delante de ellas. Después, el
rubio continúa hablando. Todavía no me ha soltado la barbilla y acerca su cara a la
mía:
-¿A ti no te ha dicho tu papá que no se le dicen cosas feas a los demás?-el
aliento le huele a tabaco y el tono con el que dice “papá” me resulta tan molesto
que hace que me enfade por momentos.
No veo a mi padre desde hace años, y él lo sabe. Respiro profundamente y la
gente de alrededor se fija en nosotros. Marc ríe como una rata apestosa.
Sin que él se lo espere, levanto el puño y le doy en la cara. Descargo toda mi
fuerza en el golpe, y su rostro cambia por completo. Me ha soltado la barbilla y
parece enfadado. Se le hincha la vena de la frente.
Los que han visto la pelea están expectantes y miran descaradamente. Valen,
Carol y Dani están alucinadas y hacen lo que pueden por intentar librarse de Luigi.
-Niñata estúpida-, me suelta.
Con un movimiento rápido y ágil, me roba el bolso. Yo intento cogerlo, pero es
demasiado tarde. Lo abre y saca lo primero que encuentra: la linterna.
Parece ser que no le interesa nada más del contenido y lo tira con desprecio al
suelo. Lo recojo y miro si hay algo roto.
-Con que te crees muy lista, ¿no?
-Más que tú, sí.
14
Él hace caso omiso de mis palabras y juguetea con la linterna en las manos.
-Dámela-le digo.
-En tus sueños Hello Kity.
Delante de mis narices, lanza el objeto con fuerza contra el suelo y empieza a
saltar sobre él, una y otra vez, hasta que se queda reducido a un montón de trozos
y cristales rotos sin forma.
Cuando ha terminado, les da una patada con desagrado y me mira victorioso.
-Y ahora dile a tu guardaespaldas David que he roto tu juguetito. Que venga a
por mí si se atreve.
Se va en su monopatín riéndose. Luigi también se va y la gente de alrededor se
dispersa.
En breves minutos estamos las cuatro solas de nuevo, pero yo sigo quieta y callada mirando la que hace unos instantes era mi linterna nueva. Estoy roja. Decido
agacharme e ir retirando los fragmentos, pero son demasiados y desisto.
Las chicas se acercan a mí y me dan un abrazo.
-Es un cabrón…-dice Carol mirándome a los ojos.
-Pasa de él Julietta-intenta consolarme Dani.
-Ojalá se caiga de ese monopatín y…-exclama Valen con los puños apretados.
Mi cara vuelve a su color normal y nos sentamos en un banco mientras esperamos a los chicos, que no tardan mucho en llegar. Ninguna habla.
Cuando David ve los trozos rotos en el suelo y mi expresión de enfado, se acerca a mí tenso.
-Donde está, dime dónde está.
-Se ha ido hace un rato-respondo sin mirarle a los ojos.
Los otros dos miran entre la multitud, pero es imposible encontrar a Marc y Luigi
en ese griterío de gente.
De momento, el resto de la noche transcurre con normalidad. A todos se les va
pasando el enfado poco a poco, menos a David y a mí, que nos dura un poco más.
Todos aplauden el puñetazo que le he dado al chico. La verdad, aunque me cueste
admitirlo, me he quedado muy a gusto.
15
Después de tomar algo en “La Tappia”, damos un paseo para bajar la comida.
Contamos historias de cuando éramos pequeños y nos reímos escuchando las
travesuras que hicimos.
-Pues yo-, dice Carlo- una vez me perdí en un supermercado y cuando mi madre
me encontró, estaba intentando hacer malabares con dos huevos, llevaba puesto
un sujetador en la cabeza y cantaba la canción de los Tele-Tubbies.
La simple idea de imaginar a nuestro amigo de pequeño con un sujetador en la
cabeza hace que lloremos de risa. Cuando se nos pasa el ataque, Leo propone que
vayamos a “La olla”. Es una atracción con forma de sartén gigante que da vueltas y
botes. Puedes ir agarrado en los laterales o en la colchoneta que hay en el centro.
Después de “La olla” nos montamos en “El barco”, “La cárcel”, “Los coches de
choque” y algunos más.
La tranquilidad de la noche se esfuma cuando Carol quiere probar suerte en uno
de estos chiringuitos donde tienes tres oportunidades para meter un aro en una
botella a un par de metros de distancia.
La estructura es de madera y tiene un toldo verde y blanco plegado que parece
que lleva sin usarse décadas.Es un espacio pequeño, que huele a algo que no se
identificar pero que me encanta y parece que a los demás también.
-¿No huele genial?-comenta Dani.
-Síii-responde Carlo aspirando por la nariz.
Estamos todos callados hasta que Valen dice:
-Oye… en seguida vuelvo…-parece mareada- no hace falta… que me esperéis…
Dani es rápida y le pasa un brazo por encima para que no se caiga:
-¿Estas bien?-digo yo.
-Bueno, algo mareada-, responde llevándose la mano a la frente
-Te acompaño al baño para que te refresques un poco, ¿ok? Y si no te encuentras bien te vas a casa-propone Dani.
-Vale, vamos.
Las dos se alejan poco a poco hacia los baños. Nosotros, algo sorprendidos, nos
damos la vuelta ya que un señor viejo y desaliñado nos está hablando:
16
-¿Queréis jugar o no?-nos suelta. Le faltan un par de dientes y tiene el pelo grasiento. A pesar de la suciedad general, tiene una mirada feroz y viva, y parece una
persona de carácter fuerte.
Carol le dice que sí y el señor se da la vuelta.
-¡Carter! ¡Ven aquí a atender a estos chicos!-Grita hacia la parte trasera de la
tienda.
-Ya voy señor Omar-responde una voz algo grave y dulce.
Pasan un par de minutos y el supuesto Carter no aparece.
-¡Vamos chaval! ¡No tengo todo el…!
Justo antes de acabar la frase, un chico castaño de piel y ojos marrones y dorados entra por la puerta lateral. Es de estatura media y tiene unos músculos bien
marcados. El pelo oscuro le cae sobre la frente sin llegar a taparle los ojos y tiene
una dentadura blanca, aunque con un colmillo que no está en su sitio. La verdad,
hay que admitirlo, no está nada mal.
-Atiende a estos chicos mientras yo me siento un rato anda-, masculla.
Nuestras miradas se cruzan un instante, pero yo la aparto primero. Sé que él
sigue observándome, pero hago que miro hacia otro lado.
Yo no me quiero dar cuenta, pero ese chico ha despertado algo muy especial en
mí.
Estoy recogiendo toda la basura que hay por aquí detrás por orden de don
Omar, cuando él me llama:
-¡Carter! ¡Ven aquí a atender a estos chicos!
Suspiro y le digo que enseguida voy. Termino rápidamente de recoger todo. No
me queda otra que obedecerle y así ganarme la vida. Desde que murieron mi
madre y mi hermana y mi padre me dejó abandonado en la calle en pijama con
siete años, vivo con el señor Omar. Es exigente y me hace trabajar duro, pero por
lo menos me da un techo para dormir y algo que llevarme a la boca hasta que
cumpla los dieciocho años y ya me marche por mi cuenta.
-¡Vamos chaval! ¡No tengo todo el…!
Entro antes de que termine de hablar, y me dice que atienda a un grupo de amigos que quiere probar suerte. Son tres chicos y cuatro chicas (dos de ellas acaban
de unirse al grupo ahora mismo), la típica pandilla. Seguramente tendrán algún
17
nombre y lo pondrán en su grupo de WhatsApp. No puedo evitar sentir cierta
envidia.
Entonces me fijo en una de las chicas del grupo. Es morena y no muy alta, tiene
los ojos azules y la cara cuadrada. Su pelo es castaño, largo y ondulado. Hay que
admitir que es muy guapa.
Nos miramos unos instantes, hasta que ella baja la mirada y finge mirar hacia
otro lado. ¿Por qué lo hace? La sigo observando, hasta que una de sus amigas me
pregunta cuánto cuesta una partida.
Yo, sin saber porqué, sigo pensando en la chica de ojos azules.
Ha oscurecido lo suficiente. Nos dirigimos hacia las ruinas del castillo, lugar donde se forman los grupos y se empieza “En la boca del lobo”, ya que está al lado del
bosque. Estoy muy nerviosa y desconozco la causa. Hasta me tiemblan un poco
las piernas. David me pregunta si estoy bien, y yo asiento, intentando aparentar
que estoy tranquila.
Llegamos al punto de encuentro y veo que solo faltan Marc y Luigi, que deben
estar al caer. Un chico enciende la hoguera del centro y se sube a una roca grande
para que todos le escuchen. Supongo que este año le ha tocado ser el “hablante”,
que dicta las normas y da la salida.
Se aclara la voz y empieza a hablar lo más alto que puede:
-Bienvenidos a “En la boca del lobo”. Este año dicto yo las reglas y doy la salida.
Empecemos. Primero: está prohibido pasar del río. Segundo: los grupos deben de
estar formados por un mínimo de cinco personas y…
Dejo de escucharle. Miro a mi izquierda y veo a los dos chicos que faltaban.
Marc tiene los brazos cruzados y mira desafiante hacia delante. No alcanzo a ver la
mejilla en la que le he dado el golpe, pero supongo que estará algo hinchada. A su
lado distingo a Virginia y a Helena, las pijas del pueblo.
¡El chico del chiringuito! ¡Carter! ¿Pero qué hace aquí? Mi corazón empieza a
latir cada vez más rápido. Está detrás de las chicas de antes, con las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros y la mirada clavada en la hoguera. Qué guapo
es…
Oigo un fuerte pitido que me saca de mis pensamientos y observo que todos se
juntan en grupos. No hace falta que busque uno, ya que voy con mis amigos. He
perdido de vista a Carter.
18
Ha sido una estupidez venir hasta aquí sólo para encontrar a la chica de ojos
azules. Ni siquiera sé su nombre y puede que no haya venido. Con lo que me ha
costado convencer al señor Omar…
No he estado muy atento a las explicaciones y no sé que hay que hacer cuando
suena un pitido. Veo que la gente se concentra en pandillas, así que hago lo mismo
y me uno a cuatro chavales que me han preguntado si quería ir con ellos en el
juego.
Son dos chicos y dos chicas. Ellos tienen pinta de chulos y ellas llevan encima
kilos de maquillaje. Miro a mi alrededor y veo a un montón de gente.
Pero no la veo a ella.
Cuando ya está toda la gente en conjuntos, el “hablante” baja de la roca y empieza a poner números a los grupos. He oído que esto se hace para cuadrar la
salida. Cada uno sale con una diferencia de cinco minutos, y así todos tienen
tiempo para esconderse. En el momento en el que ya han partido todos los equipos, se hace sonar una sirena tres veces, de manera que empieza el juego.
Nosotros somos los penúltimos, el grupo cinco.
Nos sentamos a esperar en unos escombros. Parece ser que Valen ya se encuentra mejor, hasta sonríe. Seguramente le dio un bajón de azúcar o algo por el
estilo.
-¡Que salga el grupo uno!-anuncian.
Cinco minutos después se adentra en el bosque el grupo dos. Cada vez hay
menos gente. Se va el equipo tres y luego el cuatro.
Me tranquilizo un poco al encontrar a Carter. Sus compañeros son… ¡Marc, Luigi, Virginia y Helena! ¡No!
¿Y si no es tan buen chico como yo creía?
-¡Grupo cinco! ¡Vuestro turno!
19
20
Descargar