AGUJEROS BLANCOS. Según la teoría, cualquier cosa que pueda devorar un agujero negro, la puede escupir un agujero blanco. Si un agujero negro puede tragarse un Mercedes Benz, un agujero blanco podría con toda certeza expulsar un coche idéntico. Sin embargo, como la mayoría de las cosas que un agujero negro engulle sería en forma de radiación cósmica y polvo interestelar, es muy probable que la mayoría de las cosas que escupa un agujero blanco sea también en forma de radiación y polvo. La razón de esta extraña simetría está relacionada con los orígenes de la teoría del agujero blanco. El concepto agujero blanco procede de la idea primitiva de la relatividad general de que dado que la solución de Schwarzschild posee una singularidad futura, debe poseer asimismo una singularidad pasada. Si se representa gráficamente el diagrama espacio-temporal completo de un objeto de Schwarzschild, se observa que una sección que contuviera una singularidad pasada es una extensión natural del modelo. Mientras que la singularidad futura está situada en la mitad superior del diagrama o “avance en el tiempo”, la singularidad pasada está en la mitad inferior del mismo o “retroceso en el tiempo”. Si se identifica la parte superior del gráfico con la singularidad del centro del agujero negro que lo consume todo, también se puede asignar la parte inferior a la singularidad del centro de un agujero blanco que se dedica a escupir todo. De este modo, de acuerdo con esta aproximación, los agujeros blancos son las imágenes invertidas en el tiempo de los agujeros negros. Si un agujero negro hace una cosa, un agujero blanco hace lo contrario e invertido en el tiempo. Se podría considerar este fenómeno en términos cinematográficos. Imaginemos una película cobre un coche que se está hundiendo en unas extensas arenas movedizas. Ahora supongamos que esta misma película se proyecta al revés: parecería que el coche se mueve hacia arriba y sale intacto de la ciénaga. De modo similar, una versión hacia atrás de una película que muestra u objeto que cae dentro de la singularidad de un agujero negro presentaría al mismo objeto saliendo de la singularidad, o sea, de un agujero blanco. Las singularidades a tiempo invertido no se encuentran sólo en la solución de Schwarzschild de las ecuaciones de Einstein. La solución de Kerr, que contiene singularidades futuras de “tipo agujero negro”, incluyen también singularidades del pasado. Es evidente que la representación completa del fenómeno gravitatorio debe incluir una referencia a los objetos blancos y no sólo a los negros. ¿Dónde se pueden encontrar las singularidades de tiempo invertido? Una opción obvia señala hacia el agujero blanco definitivo: el origen del universo mediante el Big Bang. Una de las predicciones de la teoría de la relatividad general de Einstein, comprobada experimentalmente, es que el universo se expande; sus racimos galácticos de estrellas se van alejando gradualmente cada vez más unos de otros. Estudiando esta expansión hasta sus mismos orígenes, los científicos han llegado a la conclusión de que el universo físico se formó tras una gran explosión hace unos quince mil millones de años. Se puede decir que toda la materia y la energía que existe en la actualidad tuvo sus orígenes en esta explosión. Es extraordinario cuánto se parecería una película de la explosión del big bang a tiempo invertido al colapso gravitatorio instantáneo de una bola de fuego. O, a la inversa, cuánto se parecería una imagen sucediendo hacia atrás en el tiempo de la descomposición de la energía de la singularidad de un agujero negro a una película hacia delante en el tiempo sobre la creación de la energía a partir del big bang. No es de extrañar que la mayoría de los físicos se refieran a la creación del universo como la singularidad inicial. A partir de esta singularidad del pasado, se cree que todo el contenido en energía y materia del cosmos salió a chorro en un único estallido. Sin embargo, ¿por qué únicamente un estallido? ¿Por qué no ha habido muchas explosiones similares en el pasado? Es evidente que durante los últimos quince mil millones de años no puede haber habido más de un gran estallido colosal; no existe absolutamente ninguna prueba de que se hayan producido explosiones adicionales de magnitud universal. No obstante, en la historia del cosmos probablemente haya habido una serie de “pequeños estallidos”: explosiones que afectaban a regiones pequeñas del universo. Como en el caso del big bang propiamente dicho, esta diminutas fuentes de energía representarían auténticas singularidades del pasado: versiones de agujeros negros a tiempo invertido escupiendo con rapidez. En otras palabras: agujeros blancos. En 1965, el científico soviético Igor Novikov y el físico israelí (y posterior ministro de la Ciencia) Yuval Ne´eman desarrollaron independientemente la primera teoría extensa sobre los agujeros blancos, a los cuales Novikov se refirió como “núcleos rezagados”. La base de la obra teórica de estos científicos es la idea de que en la creación del universo pude haber habido un proceso que constó de varias etapas. De acuerdo con este punto de vista, la mayor parte del cosmos surgió de la explosión del big bang inicial, pero con el tiempo han continuado surgiendo fragmentos de considerable tamaño de energía y materia de las regiones rezagadas del estallido. Uno podría preguntarse por qué se ha producido este retraso: ¿qué pudo impedir que el universo se creara todo de una vez? En realidad, no hay nada que pueda haber obligado a que se produjeran retrasos en determinadas zonas de la creación, pero tampoco hay nada que pueda haberlos descartado. Puede que en realidad haya habido retrasos de tiempo en la formación del universo físico y puede que no; Novikov y Ne´eman se limitaron simplemente a instar a otros teóricos a no descartar la posibilidad de que hayan podido producirse “pequeños estallidos” después del gran estallido inicial. Varios años después que Novikov y Ne´eman propusieron sus teorías acerca del “núcleo rezagado”, los astrónomos empezaron a buscar con empeño estos objetos. Exploraron meticulosamente el firmamento en busca de señales de cuerpos celestes que emitieran grandes cantidades de radiaciones intensas. Pretendían encontrar en especial objetos que produjeran energía luminosa en dosis esporádicas, pensando que esto proporcionaría pruebas concluyentes de que eran surtidores cósmicos. Después de que John Wheeler acuñase el término agujero negro, se desterró la expresión “núcleo rezagado” del argot astrofísico y se sustituyó por el vocablo que se usa hoy en día; aunque suene a ironía, el término agujero blanco es una manera más imaginativa de designar a estos surtidores. La observación, a mediados de los años setenta, de los candidatos a agujero negro tales como el Cygnus X-1, solamente contribuyó a acelerar la búsqueda intensiva de sus antagonistas que parecían estar invertidos en el tiempo. Los competidores de los agujeros blancos durante los años setenta eran cuerpos celestes extraordinariamente distantes y brillantes conocidos como objetos cuasiestelares (quásares). Los quásares se descubrieron a principios de los años sesenta gracias a datos obtenidos mediante el empleo de radiotelescopios. Se vio que emitían corrientes continuas de radiación intensa, mucho más que la producida por cualquier otro cuerpo celeste conocido de tamaño similar. Una posible explicación a la fuente de energía del quásar que adelantaron los físicos tales como Novikov era que contenía una singularidad central de agujero blanco que emitía un torrente incesante de energía luminosa. Sin embargo, la labor teórica detallada que se llevó a cabo a finales de los años setenta demostró que los agujeros blancos eran demasiado inestables para dar lugar a quásares. Pronto se encontraron otras explicaciones relativas a los quásares, lo cual redujo mucho el ímpetu a la hora de investigar los agujeros blancos. No obstante, incluso hoy en día, muchos astrofísicos continúan afirmando que han descubierto candidatos viables para ser agujeros blancos. Pero aún no está del todo claro si estos objetos son entidades físicas reales o meras abstracciones matemáticas. Hoy por hoy son meras abstracciones matemáticas, todo lo contrario que los agujeros negros que son una realidad.