45 SynthesiS PUNTO DE VISTA PUNTO DE VISTA ARTE Y COTIDIANIDAD VÍCT OR MANUEL CÓRDOVA PEREYRA Facultad de Filosofía y Letras/Universidad Autónoma de Chihuahua L as múltiples razones que aducimos generalmente para justificar nuestra postura ante una u otra situación varían en función de nuestros pleja y verdaderamente difícil, sobre todo cuando hemos hecho de la cotidianidad el eterno ritual donde celebramos el gozo de la reiteración mecánica e infinita de las banalidades, entendidas estas como el objetivo propios intereses y objetivos. Los distintos tipos de razonamientos que utilizamos para estos menesteres van desde los más simples y elementales hasta los más complejos y existenciales. Una sensación constante y muy actual que se experimenta al contacto y en el trato con la mayoría de la gente es aquella que sugiere que hemos supeditado nuestra vida en general al fenómeno de la inmediatez, fenómeno ligado al hecho de vivir en un periodo en que la rapidez con la que suceden los cambios (rapidez impuesta principalmente por el vertiginoso desarrollo de la tecnología) nos lleva a la valoración efímera y elemental de la existencia con que definimos nuestros actos hoy día. Sin pretender, acaso, que adoptemos de manera permanente una falsa y excesiva actitud protocolaria y solemne, es obvio que una de las necesidades urgentes en nuestro tiempo es la de volver a ponderar cada aspecto de la vida en su dimensión más justa posible, es decir, la de considerar la importancia y la trascendencia de todo cuanto compone el contexto general en el que estamos inmersos; tarea esta que se antoja comENERO-MARZO 2008 1 PUNTO DE VISTA común y el fin supremo de nuestro paso por este mundo. Superar la condición de vivir sobreviviendo, en espera del descanso dosificado por una jornada de semana inglesa, sin necesidad de rasgar el velo de la cotidianidad para explicar la vida en un sentido estrictamente denso y filosófico, puede ser algo menos cansado y distante de lo que parece; por el contrario, tiende a resultar algo verdaderamente satisfactorio. Pienso, sobre todo, en dos términos que, al cabo de su aplicación y utilización diferidas a través del tiempo, han sido estigmatizados como perniciosos y negativos sin posibilidad de réplica alguna a su favor; me refiero a las palabras “ocio” y “contemplación”. La primera, de acuerdo con su acepción original, hace referencia al tiempo libre que podamos dedicar a enriquecer nuestra formación y nuestro acervo; lapso en el que nos es factible, mediante una valoración distinta a la ordinaria, humanizar más nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos; así, el segundo término se complementa con este, pues de la contemplación inherente al ocio nace el aprendizaje y el diálogo con el entorno, aprendizaje y diálogo que nos ayudan a redescubrir aspectos que, tras el aje- SynthesiS 45 treo de las necesidades diarias, se han ocultado al campo visual de nuestra percepción intelectual, afectiva, emocional o de cualquier otro tipo. Probablemente, de entre todas las actividades humanas, el arte sea el medio idóneo para alcanzar, a través de la contemplación y el ocio, este grado óptimo de relación con el contexto, superando esa concepción artificial que, a manera de necesidad no real, se ha gestado en las sociedades modernas: la de aplicar la inmediatez como forma única de llevar la vida, pues, como un paradigma actual, la idea de llevar el pragmatismo hasta sus últimas consecuencias, aplicándolo en todo momento y en todo lugar, como si fuese siempre acertado, ha generado un estadio de vida, justificado por los razonamientos más elementales y cuestionables, en el que situaciones como detenerse a disfrutar de un atardecer, degustar visual y culinariamente un platillo que de tradicional tenga ya solo el nombre y el recuerdo, detenerse a elegir –mediante un gusto y un instinto cultivados, aunque sea de manera autodidacta– un cuadro para decorar la sala o el comedor del hogar, son tareas relegadas a un nivel más ínfimo que secundario. Más allá de las rigurosas necesidades que se desprenden de un contexto determinado, existe la capacidad humana –casi ilimitada, parece ser– para evolucionar en función de su adaptabilidad, la que no siempre significa sujeción al entorno, sino también adecuación de las características de este a las limitaciones, capacidades y objetivos de las personas. Quizá pensar en las pinturas rupestres de Altamira resulte muy arriesgado, tomando en cuenta la edad que tienen, pero me parece un ejemplo muy ilustrativo en relación al asunto aquí tratado, pues sería insulso pensar que, independientemente del objetivo específico con que fueron realizadas, su finalidad primordial hubiese sido algo inmediato y superfluo como abatir el aburrimiento o cubrir de la superficie pintada algún detalle desagradable de la roca. Sin olvidar que obviamente tuvieron también un fin práctico, es de subrayarse el hecho de que probablemente dieron a su difícil cotidianidad otra óptica de la vida, hecho que me sugiere una metáfora contundente con la que me quedo: Del escarpado y pétreo transcurrir el tiempo Donde ahora moramos A la ígnea luz que ostentan las teas Conjurando tinieblas y agrupando sombras En los convexos muros de la era primera Intrépida y salvaje se dibuja la vida Y me llama romper esta quietud de piedra. S 2 ENERO-MARZO 2008