La Guerra Civil Española ( 1936-1939)

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La Guerra Civil Española ( 1936-1939)
Título: La Guerra Civil Española ( 1936-1939). Target: 2º de Bachillerato. Asignatura: Historia de España. Autor: María
Almudena Suañez Redondo, Licenciada en Geografía e Historia.Especializada en Antropología. Doctora en Patrimonio
Histórico y Artístico., Profesora de CC.SS. Educación Secundaria en la Comunidad Foral de Navarra.
INTRODUCCIÓN
Las palabras pronunciadas en el entierro de Calvo Sotelo- “imitar tu ejemplo, vengar tu muerte,
salvar a España”- parecían la consigna para el alzamiento iniciado en Melilla dos días después, en la
noche del 17 al 18 de julio. El 18 de el golpe trató de imponerse en todas las divisiones y unidades
militares de la península, triunfando allí donde los generales y jefes que estaban a favor de la trama
movilizaron a toda la fuerza siguiendo la cadena de mando, y también allí, donde habiéndose
manifestado leal a la República, el jefe de la unidad fue desarmado y arrestado por uno o más
subordinados, o por otros venidos de fuera; quiere decirse que, en algunos casos, el triunfo del golpe
fue el resultado de un reto de pistolas, de una violencia de despacho. Mientras tanto, en muchos
lugares, donde no había guarnición, como nos describe Hug Thomas:” la Guardia Civil, la Falange y las
personas de derechas actuaban por si mismas” (Thomas, 1962). Pero no en toda España iba a triunfar
el golpe, y desde luego no en la parte política y económicamente más activa. En especial fue
significativa su derrota en Madrid y Barcelona, así que el alzamiento ni triunfó ni fracasó
rotundamente.
El éxito en unos sitios y el fracaso en otros dividió España en dos zonas, hecho que convirtió el
alzamiento en guerra. Además de en Canarias, Baleares (excepto Menorca), Ceuta, Melilla y el
Protectorado de Marruecos, en la península los insurgentes se afianzaron solidamente al norte del
Sistema Central, por medio del ejército comandado por el general Mola: en Galicia, Castilla- León,
Álava y Navarra, la mitad occidental de Aragón (en sus tres capitales) y en Cáceres y parte de
Andalucía (Cádiz, Jerez, Sevilla, Córdoba y Granada), con el ejército de África mandado por Franco.
La República conservó en principio la zona centro-oriental, con Madrid, Castilla- La Mancha,
Cataluña, Valencia, Murcia, más Badajoz en Extremadura, Málaga, Almería , parte de Granada y Jaén
en Andalucía. También Asturias, Santander, Bizkaia y Gipuzkoa en el norte y Menorca en Baleares
quedaron republicanas. En definitiva casi la totalidad de la España industrial o de mayor y más
diversificada producción agraria, mas todos los órganos de la administración del Estado, los recursos
financieros y según el general Salas Larrazábal, la mitad de los medios militares de superficie, tres
cuartas partes de los aéreos y prácticamente la totalidad de los navales.
Del lado franquista estaban la regiones agrícolas de secano, el ejército de África, ½ de los órganos
de seguridad, 3 divisiones de aviones, armas y combatientes y, sobre todo, la ingente ayuda militar
aérea y terrestre de italianos y alemanes.
El alzamiento duró cuatro días, del 17 al 20 de julio, al cabo de los cuales, como señala G. Jackson,
Franco y Mola tenían claro que solo había triunfado en zonas limitadas y que solo podría extenderse
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al resto del país por medio de una guerra de conquista. Desde el principio ambos bandos recabaron,
con muy desigual resultado, la ayuda extranjera, porque como nos vuelve a señalar Jackson, ninguno
de los dos estaba equipado para llevar a cabo “ ni siquiera una guerra breve”. En pocas semanas para
todas las potencias se habían definido sobre la guerra de España: Italia y Alemania ayudaron a los
insurgentes.
Francia, Inglaterra, Estados Unidos y la URSS- aunque esta vendería pronto su ayuda a precio de oto
y con el coste de la exclusión de una parte de los republicanos- pese a su simpatía por la causa de la
República, negaron a esta su apoyo para evitar la confrontación con Alemania. La Sociedad de
Naciones aplicó una política de no intervención, prohibiendo la venta de armas.
LA DEFENSA DE LA REPÚBLICA: GUERRA O REVOLUCIÓN
Las primeras medidas del gobierno de la República para financiarla guerra fueron recurrir al
endeudamiento por medio de los anticipos a cuenta del Tesoro y no a través de la emisión de Deuda y
poner a salvo el oro del Banco de España. La primera medida, al aumentar la circulación fiduciaria,
provocó un fuerte aumento de la inflación. En cuanto al oro, depositado en Francia (en Mont de
Marsan, por valor de unos 260 millones de pesetas) o enviado a Rusia (510 toneladas equivalentes a
unos 1.600 millones de pesetas), se trataba no solo de preservarlo sino de hacer uso de él si las
condiciones lo requiriesen. Y, en efecto, fue con estos depósitos como la URSS se cobró los
suministros de armas a la República. Pero una cosa es lo que hacia el gobierno y otra lo que sucedía
en las calles. En la España republicana se produjo una revolución en medio de la guerra como
respuesta inmediata a la rebelión militar.
En los primeros meses, allí donde el gobierno repartió armas entre los sindicatos y partidos obreros,
el poder real estuvo en manos de estos, organizados en comités que se apoyaban tanto en el
gobierno como en las milicias populares, y con frecuencia ejercieron la represión vengativa sobre
sectores de población identificados con la derechas sobre todo eclesiásticos, en lo que la prensa
burguesa llamó el “terror rojo”.
Pero esta revolución dentro de la guerra tenía más propósito que el simplemente represivo. Se
trataba en definitiva de defender la República extendiendo y afianzando sus conquistas sociales en
todo el territorio controlado por esta. Fue una revolución social dirigida al control obrero de los
medios de producción (fábricas y tierras de labor). El control de la fabricas se hizo por incautación o
por intervención mediante representantes obreros; dos formas jurídicas que como han señalado
Broué y Témime: “realizaban la vieja aspiración a la conquista de los medios de producción por los
trabajadores y que originaron dos tipos de empresas diferentes: colectivizadas (o sindicalizadas) y
nacionalizadas.” (Broué y Témime, 1977).
La situación varió por regiones y sectores productivos, según los partidos y sindicatos dominantes, y
según se hiciese sentir más o menos la autoridad del gobierno de la República. En Madrid y Asturias,
donde predominaba el socialismo del PSOE y la UGT se prodigó la intervención, que alcanzó a casi
toda la industria y el comercio en Asturias; en Madrid no pasó del 30% de las empresas, aunque las
más importantes, bajo la doble intervención del gobierno y del movimiento obrero. En Cataluña y
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Levante, donde prevalecía el anarquismo de la CNT, las incautaciones llegaron al 70 y 50% de las
empresas respectivamente. La industria vasca, en cambio, escapó a toda clase de control obrero.
En la agricultura y la industria ligera o de fácil distribución predominó la colectivización; en la
minería, la industria pesada y las finanzas, donde las dificultades técnicas o de distribución eran
mayores predominó la intervención.
A su vez en el campo, y siguiendo la consigna “la tierra para el que la trabaja” se extendieron las
colectivizaciones, sobre todo las de los anarquistas en Aragón y parte de Valencia. Era la forma
voluntaria, ejemplar y, a su modo, ética de propagar y consolidar la revolución como condición
necesaria para ganar la guerra antifascista.
Los comunistas, en cambio, volcados en el objetivo de ganar la guerra primero y dejar para después
la revolución, coincidieron con los republicanos en la crítica acerba de estos a las colectivizacionesimpuestas según ellos por la fuerza o bajo el terror de las milicias ácratas- y trataron de
contrarrestarlas desactivando su potencial revolucionario y reactivando la reforma agraria mediante
la modificación del régimen de tenencia de la tierra, la legalización de la ocupaciones y la
expropiación sin indemnización.
En lo político, la defensa de la República, fue indecisa. Nada más producirse la sublevación, Azaña
propuso un gobierno de concentración nacional que fue vetado por el PSOE, UGT y CNT; la misma
noche del 18 de julio dimitió Casares Quiroga como Presidente del Consejo, encargándose a José
Giral, del partido de Azaña, la formación de un gabinete enteramente republicano. Este gobierno tuvo
corta vida y casi nula autoridad. Partidos obreros y sindicatos los toleraron porque representaba,
junto con Azaña en la jefatura del Estado, la componente burguesa y menos inquietante de la
República ante las democracias. Pero el poder político efectivo, la autoridad de haber derrotado a la
rebelión en Madrid, Barcelona y el resto de la España republicana era de los obreros armados y
organizados en milicias.
Sin embargo, a primeros de septiembre de 1936, cuando ya era evidente que la insurgencia había
degenerado en una guerra que se auguraba larga y difícil, se hizo preciso un gobierno que recuperase
la autoridad u organizase la defensa ordenada de la República, un gobierno de concentración dirigido
por Largo Caballero y que reunió a todas las fuerza republicanas: socialistas, comunistas, izquierda
burguesa y enseguida, nacionalistas vascos y anarquistas con Federica Monseny como Ministra de
Sanidad y Asuntos Sociales. Realizaron significativas reformas como transformar a la Guardia Civil en
Guardia Nacional Republicana, incautación de industrias y tierras abandonas por sus dueños y
nacionalización de las líneas férreas, compañias eléctricas, CAMPSA y algunos bancos. Pero la CNT, al
margen de estas reformas inició una revolución social expropiando y colectivizando tierras e
industrias sin, la mayor parte de las veces, autorización del gobierno. Y los comunistas, más por ayuda
militar soviética que por su mínima participación en el gobierno, trataron de imponer sus directrices y
manejar el poder. No iban a tardar en producirse tensiones entre el socialista Largo Caballero y los
comunistas, pues, contra el puntilloso afán del primero por controlarlo todo, eran éstos los que
realmente dirigían el gobierno a través de Julio Álvarez del Vayo, Ministro de Asuntos Exteriores y
Juan Negrín, Ministro de Hacienda, que además presionaban a Largo Caballero para que facilitase la
unificación de socialistas y comunistas. Largo no sólo se opuso a esto, sino que propendió al
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entendimiento con los anarquistas de la CNT-FAI y al respeto a los trotskistas del POUM, la primera y
la ultima de las bestias negras marcadas por los comunistas dentro del movimiento obrero.
La confrontación entre troskistas, ácratas y comunistas desembocó en los sucesos de mayo de
1937, una verdadera guerra civil dentro de la Guerra Civil, resuelta a tiros en las calles de Barcelona y
que como señalan Broué y Témime, iba a suponer la agonía de la revolución, la derrota política para
todos los republicanos y la muerte para algunos dirigentes revolucionarios como Andréu Nin.
Posiblemente, Nin fue asesinado el 22 de junio, por orden del general Orlov, que actuaba a las
órdenes de Stalin. El lugar elegido para su ejecución (Alcalá de Henares) era una base importante de
los soviéticos en la España republicana, por lo que ofrecía garantías de seguridad. Restablecido el
orden, los comunistas exigieron a Largo Caballero la ilegalización y disolución del POUM, a lo que éste
se negó, para luego, perdido el apoyo, incluso de su partido, dimitir.
El 17 de mayo, Azaña, encargó formar gobierno al doctor Negrín, candidato del ala socialista afín a
Indalecio Prieto, de los comunistas y de los republicanos de izquierda. El socialista Prieto se encargó
del Ministerio de Guerra y de dar a la guerra prioridad absoluta con la ayuda de la URSS, cortando
todo brote revolucionario para disciplinar por completo al ejército y ganarse la confianza de la
pequeña burguesía comercial e industrial y de los pequeños propietarios agrícolas. A la postre,
empero, el intervencionismo de los comunistas por medio de sus comisarios políticos adscritos a las
unidades militares y dirigido al control de ejército republicano iba a chocar con Prieto, que, a pesar
de su eficacia y de sus relativos éxitos militares, prefirió dimitir a primeros de abril de 1938. Se había
hartado de soportar el control de los comunistas, así como – en sus propias palabras- de la
“protección descarada, injusta y peligrosísima” de Negrín al Partido Comunista.
Tras la salida de Prieto en 1938, Negrín reajustó el gobierno en el sentido más autoritario y con el
apoyo incondicional de los comunistas; pero quedaba ya poco margen de maniobra a la República.
El 15 de abril de 1938 llegaba el ejército franquista al Mediterráneo a la altura de Vinaroz,
separando Cataluña del resto de la España republicana. El 28 de septiembre de 1938, el Pacto de
Munich, al que se avinieron la Inglaterra de Chamberlain y la Francia de Daladier con Italia y Alemania,
permitiendo a ésta ocupar Chequia con tal de conservar la paz, terminó con las esperanzas
diplomáticas de la República, que habría formado parte de los aliados si la guerra hubiese estallado
entonces en Europa. Aún así, en noviembre de ese año, el gobierno de la República decidió disolver
las Brigadas Internacionales en un último intento de ganarse el favor de las potencias de cara a forzar
a Franco a la negociación de la paz. No se consiguió nada. En noviembre de 1938, la derrota del Ebro,
dejó Cataluña a merced del ejército de Franco. A primeros de febrero de 1939 Azaña, Negrín,
Companys, Aguirre y Martínez Barrio salían de Barcelona. Para colmo de infortunios, la avería de uno
de los dos coches en que viajaban los obligó a cruzar la frontera a pies, tal y como había vaticinado
Azaña. Éste, una vez en el exilio, renunció a la presidencia de la República el 28 de febrero de 1939.
LA ESPAÑA FRANQUISTA
En lo económico, el gobierno franquista de la Junta de Burgos tuvo que hacer frente a dos
problemas: la financiación de la guerra y una ordenación monetaria. El estampillado de papel moneda
y las posteriores acuñaciones independizaron la peseta “nacional” de la republicana, desconectando
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las dos zonas y bloqueándose las cuentas bancarias posteriores al comienzo de la guerra. En cuanto a
la financiación se recurrió a los ingresos fiscales que al ser deficitarios obligaron a tomar medidas
inflacionistas, También se recurrió a las incautaciones y requisas, a las distintas formas de
suscripciones y a créditos comerciales y sobretodo a la ingente ayuda de Italia y Alemania, esta
principalmente a cambio de su participación mayoritaria en la explotación minera, en especial del
wolframio.
En lo social, la guerra del bando franquista fue de claro propósito reaccionario. Conforme se
ocupaban territorios se derogaba la legislación laica de la República, imponiéndose en los más
variados aspectos de la vida pública y privada los principios de la moral católica, lo que la Iglesia
agradeció a su vez consagrando el levantamiento como cruzada nacional (contra la masonería y el
comunismo ateo, al modo de las cruzadas medievales contra los infieles). Asimismo se “decretó” el fin
de la lucha de clases, quedando encuadrados los trabajadores y los patronos en un solo sindicato,
llamado por eso vertical. Y sobre todo se procedió a la sistemática eliminación- endurecida si cabe
tras el fin de la guerra- de los elementos sospechosos de republicanismo, obrerismo o simple
desafección al régimen de Franco.
En el campo, se suspendió la reforma agraria (decreto de 28 de agosto de 1936) y se devolvió las
fincas a sus antiguos propietarios, anulando la ejecución de la ley de 24 de agosto de 1932 por la que
se habían confiscado las tierras de los implicados en la “sanjurjada”. Para encargarse de la
concentración parcelaria y facilitar el acceso a la propiedad de la tierra y de toda clase de medidas en
relación con la agricultura cerraron en 1938 el Servicio Nacional de Reforma Económica y Social de la
Tierra, cuya real tarea sin embargo, consistió en devolver las fincas ocupadas durante la guerra a sus
antiguos propietarios.
Finalmente,, en octubre de 1939, se creó el Instituto Nacional de Colonización, que sustituyó al
Servicio Nacional y sirvió para organizar los planes de colonización agraria que pretendían ser, junto
con la extensión del regadío, la base de la política agraria de la nueva dictadura.
Políticamente la dictadura franquista reestableció en tres fases. Primero, por decreto de 24 de julio
de 1936, se creó una Junta de Defensa Nacional presidida por le general Cabanellas, que asumía todos
los poderes del Estado y representa legítimamente al país ante las potencias extranjeras”. En la
segunda fase, por decreto de 29 de septiembre de 1936, se concentró el mando político y militar de la
guerra en Franco, que fue nombrado Jefe del Gobierno del Estado español y Generalísimo de los
Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, creándose por ley de 1 de octubre de ese año una Junta Técnica deL
Estado “para el desenvolvimiento de las diversas actividades del país”. En la tercera fase, a partir de la
ley de 30 de enero de 1938, se constituyó ya un gobierno propiamente dicho, en sustitución de la
Junta Técnica de Estado y con sede en Burgos.
Empero, entre la segunda y la tercera fase de esta concienzuda acumulación de poder por Franco,
fue de vital importancia para la perpetuación de su dictadura el Decreto de unificación de milicias de
19 de abril de 1937, por el cual, so capa de unificación de los grupos políticos implicados en el
alzamiento- Ceda, monárquicos, carlistas, Falange y Ejército-, lo que se hacia en realidad era
desactivarlos ideológicamente, limitando las muchas posibilidades de disensión entre ellos y
disolviendo toda posibilidad de disidencia en el llamado Movimiento Nacional, bajo las siglas FET (
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Falange España Tradicionalista) de las JONS ( Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), un partido a la
medida de Franco, su jefe supremo.
EVOLUCIÓN DE LOS FRENTES: EL CERCO A LA REPÚBLICA
1ª Fase (julio 1936- primavera 1937)
Entre finales de julio y primeros de agosto de 1936, el ejército de África (La Legión con tropas
indígenas marroquíes) fue aerotransportado con ayuda de la aviación italiana, ocupando Andalucía
occidental. El objetivo de los sublevados era caer sobre Madrid desde el sur con las tropas de Franco
y desde el norte con las de Mola. El ejercito de Mola tomo Irún y San Sebastián, cerrando por ahí la
frontera con Francia y aislando la cornisa cantábrica.
En Aragón se estabilizó el frente entre los llamados por ellos “nacionales” y los anarcosindicalistas
de Durruti y en dirección a Madrid, el ejército del norte hubo de enfrentarse a las milicias
republicanas en los pasos de la Cordillera Central.
Por el sur, Yagüe, con tropas alemanas e italianas ocupó en agosto Mérida y Badajoz,
masacrándolas luego de una dura represión y uniendo Extremadura las zonas rebeldes. Tajo arriba, se
dirigió a Madrid, tomando Talavera de la Reina el 3 de septiembre; el 27 del mismo mes, el general
Varela entraba en Toledo, liberando el Alcázar en donde resistía el coronel Moscardó desde el
comienzo de la guerra.
En Gredos entraron en contacto los ejércitos del norte y del sur y organizaron el asedio de Madrid,
cuya defensa, tras la pérdida de la mayor parte de Andalucía, venía preparando el gobierno
republicano con la ayuda de los tanques rusos. En los últimos días de octubre comenzaron los
ataques. La aviación de Franco bombardeó la ciudad en contra de lo prometido. Se esperaba causar
el desaliento de la población y, con el apoyo de lo que Mola llamó la “quinta columna”, obtener una
pronta rendición.
Varela y Yagüe, bajo el mando supremo de Mola, retrasaron el gran ataque hasta el 7 de
noviembre. El día 6 el gobierno de Largo Caballero decidió trasladarse a Valencia, encomendando la
defensa Madrid al general Miaja al frente de una Junta de Defensa con representación de las fuerzas
políticas del Frente Popular. El 8 de noviembre llegaban las primeras unidades de las Brigadas
Intencionales. Éstas junto con el Quinto Regimiento, formado por los comunistas detuvieron el
avance.
En febrero de 1937 y con la participación activa de las fuerzas italianas de Roatta se tomó Málaga,
defendida por el coronel Villalba; tras de lo cual se desencadenó una crudelísima represión, mientras
que miles de fugitivos cañoneados desde el mar trataba de huir por la carretera de la costa en
dirección a Almería.
Al mismo tiempo que la operación de Málaga, se desarrolló la ofensiva franquista en el sudeste de
Madrid conocida como la Batalla del Jarama. Iniciada el 6 de febrero al objeto de cortar las
comunicaciones entre Madrid Valencia, terminó fijando el frente sin conseguir el objetivo. Entonces,
para cerrar el cerco sobre la capital, los italianos atacaron por el este con una poderosa fuerza
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mecanizada que fue destruida por los republicanos dirigidos por el general Vicente Rojo, en la Batalla
de Guadalajara (marzo de 1937). Madrid se demostraba una vez más inexpugnable, por lo que Franco
dio prioridad a otros frentes.
2º Fase ( primavera 1937- primavera 1938)
Fue entonces cuando se desarrolló la campaña del Norte, con los bombardeos de Durango y
Gernika en marzo de 1937 por los alemanes de la “Legión Condor” y se produce la toma de Bilbao en
junio al pasar Goikoetxea- Oriol los planos de su defensa. Santander caía en agosto y Gijón en octubre,
con lo que toda la Cornisa Cantábrica quedaba incorporada a la España rebelde.
En Madrid , en julio de ese mismo año de 1937, para aminorar la presión sobre la capital, el general
Miaja dirigió una gran operación con el objeto de envolver Brunete al ejercito franquista en un rápido
avance hacia el norte y el oeste, buscando la espalda del enemigo; pero tras el éxito inicial, producto
de la sorpresa, los republicanos fueron repelidos, llegándose a otra situación de equilibrio semejante
a la que siguió a la Batalla del Jarama, aunque con tantas perdidas republicanas que puede
considerarse como una derrota. En agosto, una nueva ofensiva republicana en el frente de Aragón a
las órdenes del ex guardia civil y nuevo general Pozas tenía la doble finalidad de distraer a los
nacionales de su avance por el norte y reconquistar Zaragoza. También resultó un fracaso en cuanto a
resultados prácticos: en la Batalla de Belchite (agosto-septiembre de 1937) el renovado ejército de la
Republica fue rechazado sin ganar Zaragoza ni salvar el norte.
3º Fase (primavera 1938- noviembre 1938)
Fue el año decisivo, endureciéndose la guerra de desgaste en el frente del este en torno a dos
puntos: Teruel y la Batalla del Ebro. La primera fue atacada y conquistada por los republicanos al
mando de Hernández Sarabia con el propósito de detener al operación franquista de avance hasta el
Mediterráneo.
Franco, por su parte, buscando achicar la crecida moral de victoria republicana, se empeñó en
reconquistarla trabajosamente (enero-febrero de 1938), con una decisión de guerra larga de desgaste
sin tener en cuenta la población, es la llamada “Guerra de Tierra Quemada”, antes de que, en abril,
sus generales Alonso Vega y Martín Alonso alcanzasen el Mediterráneo a la altura de Vinaroz y
Benicarló, cortando en dos el territorio de la República. En marzo, una nueva ofensiva del franquista
Dávila en Aragón rompía este frente por varios puntos, permitiendo avanzar hacia el este a las tropas
al norte del Ebro hasta rebasar al línea del Segre. Aragón había caído; solo quedaba Cataluña, aislada
del resto de la República.
Para detener la penetración de los franquistas en el Maestrazgo y volver a conectar Cataluña con la
zona centro, el mando republicano afrontó su definitiva y mas sangrienta batalla, escogiendo la curva
del río Ebro entre Fayón y Benifallet, zona defendida por tan solo una división franquista y contra la
que se lanzaron en la noche del 24 al 25 de julio unos cien mil hombres comandados por el coronel
Modesto- bajo la dirección permanente del general Vicente Rojo- y encuadrados en el V cuerpo del
ejército de Lister, el XV de Tagüeña y el XVII de Vega, que quedaba de reserva. El paso del Ebro fue un
éxito pero con la frontera francesa cerrada, con escaso material y sin suministros, los republicanos no
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pudieron pasar de la línea de Gandesa, donde se desarrolló durante tres días la tremenda Batalla del
Ebro, que terminaría el 18 de noviembre con la derrota de los republicanos (casi 70.000 bajas) y el
repaso del río. Cataluña iba a caer rápidamente en poder de Franco.
4º Fase (noviembre 1938-abril 1939)
Cae Barcelona en manos franquistas para en fechas sucesivas avanzar hacia la frontera francesa
ocupando los pasos de Puigcerdá a Port Bou
(Girona). Por último, quedaba por quebrantar las posiciones republicanas todavía pendientes,
situadas en la zona centro-sur.
En el centro, Negrín, tras haber intentado a primeros de febrero una paz sin represalias que Franco
no concedió se lo jugó todo en la defensa a ultranza (26 de febrero) con el solo apoyo de los
comunistas y contra la opinión de los militares de carrera leales al República (los generales Matallana,
Escobar y Menéndez y el coronel Casado), esperando el comienzo inminente de la guerra mundial y el
consiguiente alineamiento de la Republica con los aliados. Todo fue inútil. El 5 de marzo, en un golpe
de Estado contra Negrín, se hizo cargo del poder la Junta de Defensa organizada en Madrid por el
coronel Segismundo Casado y el socialista Julián Besteiro para poner fin a la guerra y de la que
formaban parte prácticamente todos los elementos no comunistas del Frente Popular, y
singularmente Julián Besteiro como Ministro de Estado. Negrín no reacciono inmediatamente al
golpe. Las tropas del anarquista Cipriano Mera en Madrid y las del general Escobar en Ciudad Real
reprimieron duramente la sublevación de las fuerzas comunistas contra Casado. El 28 de marzo
Franco ocupó la capital. El 1 de abril, firmaba el último parte de guerra y declaró que la guerra había
acabado.
En esta última fase se reorganizó el ejército republicano, pero su capacidad de combatir ya estaba
por debajo del 50%. Las tropas republicanas se encontraban constantemente en un proceso de
organización, su técnica era incompleta y sus medios no eran suficientes. Los cazas rusos no tenían
capacidad para llegar a la costa desde sus bases con un radio de acción muy pequeño y los tanques
soviéticos estaban obsoletos. Además, el cansancio de la Guerra y el aislamiento internacional de la
República, las tensiones políticas en el bando republicano y la falta de unidad en el aparato militar, no
lograron organizar un sistema que hubiera podido aguantar una guerra larga. En cambio, el ejército
franquista era extremadamente disciplinado, disponían de un Estado militarizado, y su aviación y
artillería eran claramente superiores a las del enemigo.
BALANCE Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
La Guerra Civil selló un fracaso del reformismo modernizador “europeizante”. En la zona de los
sublevados se pretendía la vuelta a las estructuras de dominio ideológico y social de la época de la
Restauración, acabar con la revolución republicana y eliminar el legado de la tradición liberal.
Las consecuencias de la guerra fueron catastróficas en todos los sentidos. A su término el país era
un territorio destruido totalmente. La principal consecuencia fue la gran cantidad de pérdidas
humanas. No todas las muertes son atribuibles a las acciones propiamente bélicas, sino que muchas
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de ellas están relacionadas con la violenta represión ejercida o consentida por ambos bandos, entre
las que se pueden incluir también las muertes producidas por los bombardeos sobre poblaciones
civiles. Aunque el número exacto de los muertos es hasta hoy uno de los problemas mas discutidos en
la historiografía sobre le conflicto, lo más penoso, es que se siguió matando después de acabar la
guerra. Como defiende Sánchez Albornoz: “La autoridad de Franco se basa en la muerte, el castigo y la
corrupción” (Sánchez- Albornoz, 2012). “Muchos más murieron de hambre y enfermedades en las
prisiones y los campos de concentración donde se hacinaban en condiciones infrahumanas. Otros
sucumbieron a las condiciones esclavistas de los batallones de trabajo” (Preston, 2012)
En otro nivel, otra consecuencia fue el exilio que tuvieron que sufrir medio millón de personas,
acabando muchos de ellos en los campos de internamiento franceses y otros miles en los campos de
exterminio nazis después de haber participado en la Resistencia Francesa. Muchos miles de
republicanos resistieron en España como maquis pereciendo en el intento.
En el aspecto económico la consecuencia principal fue la destrucción de la mayor parte de las
plantas de producción: perdida de reservas, disminución de la población activa, destrucción de
infraestructuras, fábricas y viviendas. Todo ello provocó una disminución de la producción agraria e
industrial, un hundimiento del nivel de renta. Se volvió a una economía de subsistencia gracias a la
autarquía de los años venideros y no solo durante la contienda, si no que después de esta en las
décadas de los años 40 y 50, los efectos del racionamiento y privación de bienes de consumo fue
generalizado entre las clases populares.
Las consecuencias psicológicas fueron también muy fuertes. El legado más importante de la guerra
fue la división resultante de la sociedad española en dos bandos: el de los vencedores y los vencidos.
Respecto a muertes por hambre y “desaparecidos” no existen aun cifras fiables; sin embargo muchos
informes documentan las condiciones de vida inconcebibles de los presos y de sus familiares, su
postergación sistemática y la humillaciones constantes, su miedo permanente a ser perseguidos,
torturados, encarcelados. La consecuencia de esta mentalidad de vencedor se hizo sentir durante
todo el franquismo. Para muchos españoles, la guerra civil, declarada oficialmente como terminada
en 1939, duró hasta 1975, año de la muerte del dictador. Solo entonces, a la antaño vencida
“izquierda” se le concedió el derecho a existir y la igualdad de derechos en una España democrática.
Ahora solo queda la recuperación de los muertos, su devolución a la familia y su reconocimiento.
Las consecuencias ideológicas son muy serias pues desacostumbró a la población a la democracia, a
defender sus derechos, ya que solo estaban obligados a obedecer y tener miedo.
Es una guerra llena de paradojas y difícil de clasificar. Es atípica porque conviven una guerra cruenta
(por le número de muertos) y por otro lado es una guerra chapucera ya que no hay grandes recursos
armamentísticos. Cuando la guerra se internacionaliza seguirá siendo chapucera en la zona
republicana, con armamento obsoleto y defectuoso enviado por Stalin y en cambio se convierte en
guerra novedosa y sofisticada en el otro bando ya que los alemanes utilizan la península como banco
de ensayo y campo de pruebas de métodos (bombardeos a la población civil, campos de trabajo y de
exterminio…) así como de armamento (tanques, aviones…) que harán efectivos en la 2ª Guerra
Mundial.
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El hecho de que el bando franquista recibiera envíos constantes de armas y hombres por parte de
Italia y Alemania, mientras que el bando republicano solo pudo continuar la guerra dignamente
gracias a las Brigadas Internacionales y al viejo material ruso explica la victoria de los rebeldes de
forma decisiva.
Y es una guerra de exterminio, llevada hasta el final ya que en ningún momento Franco quiso llegar
a un pacto y utilizó la estrategia de “Tierra Quemada” para doblegar a la población totalmente. Es una
Guerra Nacional porque los del otro bando “no son españoles, son enemigos de la patria, quieren
destruir España” como dirá el propio Franco, salvador de España.
Es triste observar como los republicanos de un estado democrático se convertirán en “rojos
subversivos” y los sublevados en “nacionales”, adjetivo acuñado gracias a los consejos de los nazis
alemanes.
Realmente, para concluir decir que es una guerra entre hermanos, pues eso es, en definitiva, una
guerra civil. Confiemos que dentro de poco se curen todas las grandes heridas que ha supuesto esta
masacre indigna y las palabras de Manuel Azaña se cumplan de una vez por todas: “… la lección de
los que murieron valientemente en la batalla, luchando generosamente por un gran ideal y que ahora,
protegidos por su suelo materno, ya no sienten odio ni rencor, y nos envían con el centelleo de su luz
tranquila y lejana como la de una estrella, el mensaje de la patria. ●
Bibliografía
Broué, P y Témine, E: La revolución y la guerra en España, II vols, México, FCE, 1977.
Domingo, Carmen: La fuga, Barcelona, Ediciones B, 2011.
Galán, Juan Eslava: Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie Barcelona, Planeta, 2005.
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Preston, Paul: El holocausto español Barcelona, Debate, 2011.
Ruiz, Julius: “El terror rojo” Madrid, Espasa, 2012.
Sánchez Albornoz, Nicolás: Cárceles y exilio. Barcelona, Anagrama, 2012.
Thomas, Hug: La guerra civil española, Paris, Ruedo Ibérico, 1962.
PublicacionesDidacticas.com | Nº 26 Junio 2012
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