http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo-276749-necesitaba-vermi-victimario 11-06-11 Judicial |11 Jun 2011 - 10:00 pm "Necesitaba ver a mi victimario" Por: Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador La periodista Jineth Bedoya, secuestrada y violada cuando cayó en el año 2000 en una trampa, cuenta qué sintió hace un mes, cuando fue a ver al hombre que la engañó en aquella época. Foto: Luis Ángel - El Espectador "Extrañamente a quien se acerca a mi caso, algo le pasa", dice la periodista Jineth Bedoya. Refiere la extraña condición siquiátrica en que encontró a un testigo que le contó quiénes participaron en el ilícito, y el exilio de dos de los investigadores del caso. Y asegura que como no se ha hecho justicia en su caso, tuvo que demandar al Estado en la CIDH. Cecilia Orozco Tascón.- Varias fundaciones presentaron a nombre de ellas y suyo una demanda contra el Estado colombiano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por lo que le ocurrió a usted hace 11 años ¿Por qué entabló demanda supranacional? Jineth Bedoya Lima.- La lentitud o mejor, el olvido en que la justicia ha tenido la investigación sobre mi secuestro y violación, es evidente. Los primeros 9 años decidí estar al margen del tema judicial pero cuando empezó la campaña Saquen mi Cuerpo de la Guerra, tomé la decisión de ser su vocera. La FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa) se interesó en revisar de nuevo mi caso y me sugirió contratar a un abogado. Así nos hicimos parte en el proceso. C.O.T.- ¿Qué encontraron? J.B.L.- Cuando el abogado revisó lo sucedido en el proceso se dio cuenta de que la inoperancia de la Fiscalía ha sido casi total: no ordenó la práctica de pruebas; no llamó a declarar a testigos clave del proceso. Ni siquiera le pidió que declarara a quien puso la denuncia sobre mi secuestro. Por eso llevamos el caso ante la CIDH. C.O.T.- ¿Por qué la Comisión Interamericana recibió la demanda? Y.B.L.- Una de las condiciones para que ese organismo reciba una demanda es que hayan pasado 5 años de inoperancia de la justicia en el país demandado. Hay razones suficientes para que la Comisión admita el mío que lleva más del doble del tiempo requerido. C.O.T.- Usted acaba de ser invitada a Londres ¿Cuál fue el motivo? J.B.L.- La universidad de Londres organizó una conferencia con la Corte Penal Internacional sobre Colombia y las víctimas. Expuse la situación que están viviendo las mujeres abusadas en el marco del conflicto armado. Fue realmente triste darme cuenta de que este tema ni siquiera se conoce. Los organismos internacionales solo saben de las amenazas contra los sindicalistas, de las masacres y de los desplazamientos. Pero no tienen idea de la magnitud y el impacto de la violencia sexual. Como había representantes de la CPI, ellos tomaron atenta nota de la situación que expuse. C.O.T.- ¿Por qué en estos años no ha habido casi ningún avance en la investigación? J.B.L.- Cada vez que me citan a la Fiscalía y llego a la puerta del búnker me pregunto: ¿Por qué estoy aquí cuando hace muchos años que las cosas están tan claras? El fiscal del caso, en cambio, siempre argumenta que todo es gaseoso. En su opinión, no hay sustento jurídico sólido. Yo creo que es imposible que no hayan encontrado alguna pista. Solo hasta el año pasado, cuando se cumplieron 10 años de mi secuestro, el fiscal ordenó practicar pruebas que se debieron haber hecho al día siguiente. C.O.T.- ¿Cree que en la Fiscalía no habido interés en su caso? J.B.L.- No ha habido interés. El fiscal actual no muestra ninguna actividad. Además hay que decir que es el mismo que tiene las otras investigaciones sobre periodistas asesinados o amenazados. Hace dos meses dejó prescribir el proceso por el asesinato del periodista Julio Chaparro y el fotógrafo Jorge Torres, de El Espectador, asesinados hace 20 años en Segovia, Antioquia adonde habían ido en misión periodística. El fiscal dijo que ellos “no fueron asesinado en razón de su oficio” ¿Cómo sabe si no investigó? Este caso también va a terminar en la CIDH. C.O.T.- ¿Ha presentado queja ante los cuatro fiscales generales que le ha correspondido desde cuando la secuestraron? En últimas, ellos son responsables políticos. J.B.L.- Los he visto desfilar y con todos hablé. Solo me han dado palmaditas en el hombro. El único periodo en que sentí que hubo interés investigativo fue en el de Alfonso Gómez Méndez. Su funcionario Pablo Elías González fue quien me ayudó a volver con vida. C.O.T.- Llegó por primera vez una mujer a la Fiscalía General ¿Tiene alguna esperanza en que ella sea más sensible a su tema? J.B.L.- Sí. Tengo una gran esperanza. Quisiera que se pusiera en mi lugar y pensara por lo que he pasado. Y no solo por ser mujer. Es porque la Fiscalía debería considerar que lo que me sucedió no fue como simple ciudadana. Fue como una venganza por mi actividad periodística y fue un intento de acallar o amedrentar a quienes ejercían la profesión. C.O.T.- ¿No pedirá cambio del fiscal del caso dado el desinterés que usted dice que él muestra y el antecedente de la prescripción del proceso por los homicidios de los dos reporteros de El Espectador? J.B.L.- Precisamente la semana pasada mi abogado presentó un documento a la Fiscal Morales solicitándole el cambio. Ya el documento está radicado y esperamos que ella en su sabiduría, resuelva lo que sea necesario y determinante para poder mover el proceso. C.O.T.- ¿Cómo se llama el fiscal del caso? J.B.L.- Gustavo Reyes, de la Unidad Sexta de Derechos Humanos. Él, en su despacho, tiene otros procesos a punto de prescripción. Y tuvo la primera etapa de investigación del caso por el crimen de Jaime Garzón. En total, son alrededor de siete procesos de periodistas que no se han movido. C.O.T.- Usted habló hace poco con uno de los hombres que participó en la planeación de su secuestro ¿Quién es y cómo lo encontró? J.B.L.- Hace un mes estaba en El Tiempo, donde trabajo ahora, cuando recibí una llamada. Me dijo que hablaba con Mario Jaimes, el mismo alias “el panadero” que me había puesto la cita para que yo fuera a la cárcel el día en que me estaban esperando mis secuestradores. Imagínese mi impresión: después de 11 años este hombre reaparece y me dice que quiere hablar conmigo. C.O.T.- Para el momento en que la llamó ¿Ya usted había establecido el grado de participación de él en su secuestro? J.B.L.- No, pero sí estoy segura de que sabe quiénes son y por qué me hicieron lo que me hicieron. Por eso accedí a ir a la cita en la cárcel de Bucaramanga. Necesitaba verlo y oírlo para sanar parcialmente mis heridas. C.O.T.- ¿No le dio temor que le volviera a ocurrir algo similar a lo de hace 11 años? J.B.L.- Claro que sí. Sentí mucho miedo de no regresar más. Pero también tenía temor de enfrentar mis fantasmas, de ver a este hombre y revivir los hechos que partieron mi vida en dos. Tenía muchas dudas pero creo que, en últimas, era algo que llevaba esperando todos estos años: alguien que me diera explicaciones. Pero esta vez fui a la cita con las medidas de seguridad que debí haber tomado la primera vez. Contacté al general Naranjo y él me proporcionó acompañamiento permanente. C.O.T.- Ver a uno de sus victimarios tuvo que ser muy traumático. J.B.L.- Sentí que me partía en mil pedazos. Tuve que respirar lento para no desmayarme delante de ese hombre. Temblaba y el pecho me dolía. Pero ya estaba ahí y no me iba a echar para atrás. Le dije: “usted me llamó ¿Qué me quiere decir?” Empezamos una conversación delante de un oficial de Policía y cuyo contenido se conocerá en su momento. C.O.T.- ¿Qué fue lo peor de ese encuentro? J.B.L.- Lo más duro fue escuchar de “el panadero”, quien me hablaba con absoluta frialdad, los nombres de las personas que ordenaron y participaron en mi secuestro. En esa charla reviví todos los sentimientos que me han atormentado estos años. C.O.T.- Pese a que su caso se ha contado, el detalle de lo sucedido solo lo conoce usted y desde luego, sus victimarios ¿Lo que él le dijo es preciso o hay mentiras e imprecisiones? J.B.L.- Lo que me dijo es la verdad parcial pero no porque esté mezclada con mentiras sino porque no me hizo la revelación completa. Hay nombres que nunca me dirá ni a mí ni a los los jueces. C.O.T.- ¿Por qué? J.B.L.- Por temor a las represalias contra él o contra su familia. Saber solo la mitad de la verdad es doloroso pero conocer aunque sea una parte, alivia el peso que llevo dentro. Espero que cuando él se siente en la audiencia que tiene programada para los próximos días, cuente lo que sabe de mí, cumpla la promesa que me hizo y repita todo lo que me dijo. Y ojalá que también se decidiera a revelar lo que le faltó decirme. C.O.T.- ¿La versión que usted escuchó de él, coincide con lo que usted había oído en estos años de otras personas? J.B.L.- Sí. Ya había escuchado algunos de los nombres que él mencionó pero nadie me lo había asegurado ni me lo habían dicho con tanta precisión. Es la primera vez que oigo en detalle una parte de lo que pasó ese día. C.O.T.- ¿Había arrepentimiento en él o cree que fingía cuando le pidió perdón? J.B.L.- Cuando me saludó, lo hizo como si nos conociéramos. Yo no quería ni mirarlo. Tenía una expresión fría y no había ninguna emoción en él. Lo primero que me dijo fue que si había sido capaz de confesar los muertos de las masacres de Barranca por qué no iba a ser capaz de hablar de mí. Y empezó su relato. Cuando me pidió perdón, me derrumbé. No supe qué decirle. Simplemente le pasé la mano porque no podía hablar. Entienda que para una víctima es muy difícil escuchar a su victimario. C.O.T.- ¿Implicó él en su secuestro y violación a funcionarios del Estado? J.B.L.- Sí. Para mí fue la ratificación del resultado de mis conclusiones. C.O.T.- ¿Este es el mayor acercamiento que usted ha tenido con la verdad de su caso? J.B.L.- Otras fuentes me han contado algunas cosas. Lamentablemente nunca han querido rendir testimonio en la Fiscalía por el temor que generan algunos integrantes de la fuerza pública. Pero nunca había sabido tanto del plan y de lo que se programó antes de mi secuestro como cuando hablé con Jaimes. C.O.T.- ¿Por qué y para cuándo quiere guardar el relato que ‘el panadero’ le hizo? J.B.L.- Me reservo su versión para proteger judicialmente su declaración. Cuando su testimonio esté formalizado ante la justicia, yo podré hablar en público. Después de la cita conmigo, la Fiscalía lo llamó a declarar el 23 de mayo pasado. Mi abogado se presentó pero él solo contestó dos preguntas y dijo que no podía continuar porque no tenía garantías. C.O.T.- ¿Cree que manipula la situación? J.B.L.- Sí, es posible pero también sé que están involucradas muchas personas de varios niveles. Aceptó el perdón que me pidió al final pero no puedo ignorar que debe manipular la situación buscando su beneficio. En Justicia y Paz es habitual que los paramilitares jueguen con el dolor de las víctimas porque saben que nosotros seríamos capaces de cualquier cosa con tal de saber la verdad. C.O.T.- ¿Recuerda a los hombres que la violentaron? J.B.L.- Nunca podré olvidar la cara y las expresiones de los tres hombres que me violaron. No sé si están vivos o muertos ni si eran de la fuerza pública, paramilitares o sicarios contratados. Ése es uno de los enigmas que espero poder descifrar algún día. En cuanto a los nombres de los autores intelectuales, hay muchos que me han mencionado pero no quiero juzgar. No me corresponde y prefiero que sea la Fiscalía o las instancias internacionales las que lleguen a ellos. C.O.T.- No puedo dejar de preguntarle por el general ® Gallego de la Policía cuyo nombre ha sido mencionado varias veces en su caso ¿Es cierto que él tuvo algún grado de participación en estos hechos? J.B.L.- Muchas personas me han hablado sobre el general Gallego y entre ellas no hay ninguna relación. He tenido que aferrarme mucho a Dios para pensar que lo que me han dicho sobre él no es cierto porque me dolería en el alma que una persona tan importante hubiera tenido que ver algo con mi secuestro. C.O.T.- Sí, él era en su época uno de los hombres más apreciados de la Policía Nacional. J.B.L.- Él fue insignia de la Policía Antinarcóticos. Cuando me secuestraron, él era el director de la DIJIN (Dirección de Policía Judicial) Y después fue director del Gaula antisecuestro. Le repito que el dolor más grande para mí, sería saber que alguien de la policía de ese nivel tuvo que ver con lo que me hicieron. C.O.T.- ¿El general Gallego fue fuente suya antes de que sucediera su secuestro y violación? J.B.L.- Sí, fue mi fuente. Nunca tuve cercanía con él como con otros oficiales de la Policía y del Ejército, pero sí lo consulté algunas veces pues él tenía que ver con temas que yo cubría, precisamente de las cárceles, en una época en que la DIJIN manejaba esos temas porque en el año 2000 había unas mafias impresionantes en las prisiones. C.O.T.- Alguna vez leí que un sicario también la había contactado para contarle algo sobre su caso ¿Es cierto? J.B.L.- Es cierto. Ocurrió en 2002. Me llamó desde la cárcel de Valledupar y su nombre es Mauricio Tarazona. Supe que ya estaba condenado a 45 años. Y como él mismo me dijo después, ya no tenía nada qué perder. Quería contarme quiénes habían participado en mi secuestro. Fui hasta la cárcel. Hablé con él y después le pedí a la Fiscalía que le tomaran la declaración. Pero la Fiscalía tardó mucho en hacerlo. Sin embargo, él dio los nombres tanto de autores materiales como intelectuales. Pensé que con la declaración se iba a resolver la investigación. Nunca pasó nada. C.O.T.- ¿Volvió a hablar después con el declarante? J.B.L.- Le perdí la pista por ocho años y cuál no sería mi sorpresa cuando me lo volví a encontrar por pura casualidad el año pasado en el anexo psiquiátrico de la cárcel la Modelo, donde había ido para escribir un artículo. Para mí fue terrible darme cuenta de que después de que él entrego su declaración sobre mi caso, empezaron a darle sistemáticamente droga siquiátrica. Ahora está prácticamente loco. C.O.T.- Pero cuando usted lo conoció y declaró ante la Fiscalía ¿Estaba cuerdo? J.B.L- Cuando lo conocí era un criminal condenado, como le dije, pero totalmente cuerdo. Quiero establecer su historia clínica porque nos parece muy raro que después de que entregara su declaración, empezaran a darle droga siquiátrica como si quisieran quitarle credibilidad a su testimonio. C.O.T.- ¿Cuánto se demoraron en buscarlo para que declarara en el momento en que quiso hacerlo? J.B.L.- Intenté preguntarle eso al fiscal porque él tardó casi seis meses antes de llamarlo. La respuesta que me dio fue que ese testimonio no era muy sólido porque habían buscado a algunas de las personas de las que él mencionaba y ellas decían que no tenían que nada que ver. Hágame el favor: por supuesto ¿quién se va a incriminar? C.O.T.- ¿Su conclusión es que la Fiscalía no quiere encontrar a los culpables? J.B.L.- Eso es precisamente lo que he sentido cada vez que aparece alguna revelación. En 2002, por ejemplo, dos investigadores del CTI que tenían el caso, hablaron conmigo y me dijeron que tenían una hipótesis que apuntaba a integrantes de la fuerza pública. Ellos estaban averiguando la identidad de los que podrían estar involucrados. De un momento a otro ambos tuvieron que exiliarse y hoy todavía viven en el exterior. Extrañamente a quien se acerca a mi caso, algo le pasa. Nunca he podido saber por qué. Un “cuerpo que metieron en la guerra” En el año 2000 ocurrió una masacre en la Cárcel Modelo de Bogotá cuando presos paramilitares se enfrentaron con un grupo de delincuentes comunes. Hubo más de 25 muertos y múltiples heridos y destrozos. Jineth Bedoya cubrió esa historia y otra que implicaba abuso de las autoridades policiales contra reclusos que no habían tenido que ver con la revuelta. Por esos días empezó a recibir amenazas junto con sus compañeros de la sección judicial Jorge Cardona, Ignacio “Nacho” Gómez y Hollman Morris. Jineth acudió a una cita en la cárcel, puesta por el paramilitar conocido con el alias de “el panadero”. Era una trampa. A la entrada, un hombre la encañonó y la obligó a subir a un vehículo. Se la llevaron casi hasta Villavicencio y en un paraje desolado la golpearon a puños y patadas y tres hombres la violaron. Al parecer, el acoso de las autoridades que la estaban buscando, obligó a los delincuentes a irse rápidamente y por eso tuvieron que abandonarla en vez de matarla. Desde entonces Jineth lucha para que se haga justicia pero todo ha sido en vano. Ella y sus colegas Cardona, Gómez y Morris nunca pudieron dejar de vivir escoltados y han tenido que vivir fuera del país con frecuencia. Jineth se niega a irse. El drama que Jineth nunca olvidará Cecilia Orozco.- ¿En qué momento se supo de su secuestro? Jinet Bedoya.- Mi jefe en El Espectador, donde yo trabajaba en ese momento era el periodista Jorge Cardona (actual editor general). El día en que me secuestraron, fui con él a ver a un jefe paramilitar en la Modelo. Jorge me acompañó hasta la puerta del penal. Él tuvo que alejarse para ir a buscar el fotógrafo y yo me quedé esperando. De pronto se me acercaron una mujer y un hombre. Ella me botó algo, como humo en la cara que me mareó, y él me puso una pistola en la cintura. Me obligó a caminar hasta una bodega. De allí me sacaron en un carro. Después, tres hombres me agredieron a puños y patadas, me amenazaron varias horas con matarme poniéndome el arma en la cara, y me violaron. C.O.- ¿Por qué Cardona supo que usted había desaparecido y no que había entrado a la cárcel? J.B.- Cuando él volvió, sí creyó que yo había ingresado. Pero después de unas horas se preocupó. Preguntó por mí y le mintieron diciendo que yo había entrado. En vista de que no salía, decidió llamar al director del CTI Pablo Elías González y él ordenó rastrear mi celular. Fue así como localizaron el sitio donde estaba. Para entonces, mis secuestradores ya me habían abandonado.