La Constitución de 2008 también realiza una definición de desarrollo sustentable en el numeral 1 de su artículo 395 que contiene los principios ambientales: El Estado garantizará un modelo sustentable de desarrollo, ambientalmente equilibrado y respetuoso de la diversidad cultural, que conserve la biodiversidad y la capacidad de regeneración natural de los ecosistemas, y asegure la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes y futuras. No obstante, para Sen, las libertades humanas comprenden la satisfacción de las necesidades y el estándar de vida pero, más allá de ellas, los seres humanos también tienen valores y “aprecian su capacidad de razonar, evaluar, elegir, participar y actuar”. Los seres humanos pueden valorar el cuidado del medioambiente, independientemente de cómo ello afecta directa o indirectamente sus propias necesidades o su estándar de vida, y emprender acciones que lo preserven y mejoren. Sen concibe el desarrollo como un proceso de expansión de las libertades y capacidades humanas, y lo integra con la idea de la sostenibilidad. Las reflexiones de Sen y Nussbaum siguen poniendo a los seres humanos como referente central respecto de la relación con la naturaleza, algo similar al amor a la naturaleza que propone Ramírez. La siguiente idea de Sen aclara la centralidad de los seres humanos en su relación con la naturaleza: El impacto del medio ambiente en las vidas humanas debe ser una de las principales consideraciones en la evaluación del valor del medio ambiente. Para tomar un ejemplo extremo, en la comprensión de por qué la erradicación de la viruela no es vista como un empobrecimiento de la naturaleza (no tendemos a lamentar: ‘el medio ambiente es más pobre ya que el virus de la viruela ha desaparecido’), en la forma, por ejemplo, que la destrucción de los bosques de importancia ecológica parece ser, la conexión con las vidas en general y las vidas humanas, en particular, tiene que ser tomada en consideración (Sen, 2009, pág. 251). Curiosamente este argumento filosófico de Sen tiene relación con el que, desde una perspectiva jurídica, habría realizado, en julio de 2008, Alexis Mera, Secretario Jurídico de la Presidencia de la República del Ecuador desde 2007, en carta enviada a Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente, durante el debate sobre los derechos de la naturaleza en dicho organismo: (…) La diferencia consiste en que el Derecho se dirige a regular las relaciones humanas, como centro del desarrollo social que debe darse, a no dudarlo, en armonía con la naturaleza. Por eso, sólo las personas pueden adquirir derechos y contraer obligaciones. Si la naturaleza es sujeto de derecho, significa que debe ser representada por alguien, lo cual es estúpido y, además, ese alguien podría oponerse a la acción del hombre. Esto no sólo se aplica a la biodiversidad, sino inclusive a las moscas y cucarachas, que deberán ser representadas. ¿Por quién? ¿Y las bacterias, los virus? Correspondería que demandemos a la OMS por erradicar la viruela, ya que el virus es parte de la naturaleza también y hemos extinguido esa ‘valiosa’ especie (Acosta, 2011, págs. 341-342). Estas reflexiones muestran la importancia de debatir el alcance de la armonía con la naturaleza y los derechos de la naturaleza para el Buen Vivir en el país, así como la relación entre Buen Vivir, desarrollo humano y desarrollo sostenible, y la relación entre capacidades, necesidades y estándar de vida. Por último, una discusión no cerrada es la relación entre Buen Vivir, desarrollo y crecimiento económico (Unceta, 2014). Las tres corrientes de pensamiento sobre el Buen Vivir critican la acumulación perpetua, el crecimiento económico ilimitado y el concepto de desarrollo. Sin embargo, como se evidenció antes, por ejemplo, la corriente socialista está influenciada por la propuesta conceptual de desarrollo como expansión de libertades de Amartya Sen. Desde la perspectiva de la construcción de nuevas métricas del Buen Vivir, la crítica al crecimiento económico conlleva también la crítica al producto interno bruto (PIB) como medida de bienestar, algo que requiere ser explicitado y mejor argumentado. 3.4Conclusiones El Buen Vivir es un concepto en construcción y no existe una definición compartida entre las distintas corrientes de pensamiento en el Ecuador lo que dificulta la elaboración de un constructo que permita su medición. Por lo tanto, la construcción de nuevas métricas del Buen Vivir también debe ser un proceso dinámico y cambiante, de revisión de indicadores existentes y creación de nuevos. El concepto del Buen Vivir, independientemente de la corriente de que se trate, tiene aún muchas áreas grises que requieren ser discutidas y desarrolladas para lo cual es necesario un mayor diálogo entre las tres corrientes de pensamiento y superar el “diálogo de sordos” al que hacen referencia Hidalgo y Cubillo (Hidalgo & Cubillo, 2014, pág. 26). Respecto a qué es el Buen Vivir, se encuentra que se comparte entre las distintas corrientes la noción de que es vida 48