/Nacionales p.3 | Muchos ejemplares viveN en el manglar de Guacalillo. DOMINGO 19 SETIEMBRE DEL 2010. Lapas rojas cortejan al Pacífico Central A sólo una hora de la capital se puede ver la exuberante belleza de la guacamaya y explorar su hábitat Estas aves sólo tienen una pareja en su vida y siempre vuelan juntas. Fotos: José Rivera. Este es un chocuaco ubicado entre la vegetación aledaña a la desembocadura del río Grande de Tárcoles. Este mono cariblanco busca comida en los árboles del manglar de Guacalillo, en Puntarenas. Se ven varios de ejemplares allí. Uno de los cocodrilos que habitan el río Tárcoles. Son un gran atractivo para turistas, pero soportan la contaminación. Un pizote nos recibió a la entrada del parque. Su comportamiento es tranquilo en las ramas. Esta pareja de lapas rojas vuelan en dirección del Parque Nacional Carara. Esta reserva tiene 4.700 hectáreas. José Rivera. La hermosa garza blanca es otras de las especies que adorna las orillas del río Grande de Tárcoles. El Ara macao (nombre cintífico) tiene una longitud aproximada a los 85 cm y una cola que llega a medir y 52 cm de largo. J. Rivera. Aparte de rojo, también tiene azul, amarillo y verde. J. Rivera. Evelyn Fernández Mora [email protected] Puntarenas.- Su elegancia se nota a lo lejos. A las 5:30 a.m., ellas vuelan de dos en dos desde el puente sobre el río Grande de Tárcoles, cuando apenas inician su desplazamiento hacia el Parque Nacional Carara en busca de su alimento. Se ven también en tríos cuando se elevan por el sector del manglar de Guacalillo, donde gran parte de la población de lapas de la zona suele dormir y adonde nos dirigimos con la intención de apreciarlas más de cerca. “Si pasan dos son una hembra y un macho y si pasan tres es la pareja con su pichón”, comenta Roberto Molina, coordinador del programa de Protección y Conservación de la Lapa Roja del Área de Conservación del Pacífico Central, mientras nos trasladamos 16 kilómetros para llegar al manglar. El mal olor que nos recibe en playa Guacalillo es lamentable. Sobresalen sobre la arena las montañitas de botellas que se recolectaron hasta ese jueves en los alrededores de la costa. La guacamaya no sólo tiene que luchar contra los depredadores naturales para evitar su extinción sino contra el ser humano. “De diciembre a mayo en su época de reproducción, con los pocos recursos que tenemos hacemos patrullaje para evitar el robo de pichones que los cazadores negocian. Además, su hábitat se afecta con toda la basura que llega a la desembocadura del Tárcoles”, comenta el funcionario. Nos adentramos en el canal a eso de las 6:15 a.m. -¡Miren el primero, los más fáciles de ver!-, dice Junior Agüero, capitán del bote de tours Eco Jungle Cruises Quintana del Monte, una de las cinco empresas que realiza los recorridos en el majestuoso manglar. Al mirar a la derecha, sobresalen los colmillos blancos de un sigiloso cocodrilo que se confunde con el color oscuro verdoso del agua, uno de los ocho que vimos en el río. Tras dos horas de recorrido, y luego de atravesar la desembocadura del Tárcoles dos veces, el lente de la cámara había captado chocuacos, cocodrilos, garzas y monos cariblanco, pero ninguna lapa roja (ara macao). “¡Óiganlas y véanlas! ¡Allá hay dos!”, dice el capitán. Los rayos del sol, que se colaban entre la copa de los árboles, resaltaban su rojo escarlata y su singular sonido nos ayudó a ubicarlas más fácilmente entre el tupido follaje. “Están en época de cortejo. Ahora andan cuidando sus nidos, buscando uno nuevo o a su primera y única pareja”, resalta Agüero, quien anda sobre esas aguas desde niño, mientras a cada minuto se veían y se oían más lapas rojas, soberanas de la zona. Desde otro punto A eso de las 12:30 m.d. llegamos a Nativa Resort, lugar con una vista estratégica en el que, aparte del puente sobre el río Tárcoles, la Asociación para Protección de Psitácidos (Lappa) y otros colaboradores determinaron mediante el conteo que este año la población de lapas rojas de la zona ronda los 430 individuos. Con un panorama espectacular donde se aprecia el mar y el manglar de Guacalillo, se ven las lapas que vuelan y se posan entre una copa de árbol y otra. El sonido de una sola sobresale entre el susurro del mar. Podría ser que haya muerto su pareja o se trate de un nuevo adulto que anda en busca de compañía. El alimento “Ese es un pizote y el fuerte sonido son las chicharras”, dice el guardaparques del Parque Nacional Carara, Gabriel Solís, tras enseñarnos al animal que andaba cerca de una iguana que se confundía entre unas hojas secas. “Aquí la lapa roja es el símbolo y muchos turistas vienen a verla. “Se escuchan mucho por la mañana cuando vienen a comer almendro, jabillo y otros árboles frutales”, explica Solís. “Yo creo que deben haber más lapas en Jacó, Turrubares y otras zonas del Área de Conservación del Pacífico Central que no se cuentan en ese monitoreo, porque es muy difícil determinar la población real”, agrega, poco antes de iniciar un recorrido por algunos senderos del bosque. Se respira un aire puro y varias largatijas se atraviesan en el camino. “Si aparece una terciopelo no se asusten”, alerta el guardaparques. Tras 40 minutos de caminar, al llegar a Quebrada Bonita -por la que a veces intentan ingresar en lancha cazadores furtivos- no se ven en el follaje más lapas. Conforme se acababa el recorrido, a eso de las 3:30 p.m. la mayoría de los también conocidos como papagayos del lugar, podrían andar buscando más bien el manglar para pasar la noche. El sonido de algunos relámpagos y la aparición de los zancudos, avisan que es tiempo de regresar. Ellas seguirán haciendo de Carara un paraíso. Visítelas 1 A una hora de San José se encuentra el Parque Nacional Carara, en Puntarenas. Su entrada se ubica a 2 kilómetros del puente sobre el río Grande de Tárcoles camino a playa Jacó. 2 La entrada a Carara tiene un costo de ¢1.000 para nacionales de 8 a.m. a 4 p.m. 3 Un tour Con Eco Jungle Cruises sobre el manglar y el río Tárcoles a 16 km del parque vale $55 por persona.