El azúcar americano en la Europa del siglo XVIII

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El azúcar americano en la Europa del siglo XVIII
Por Josef Opatrny
Todos los trabajos sobre el Nuevo Mundo refieren por lo menos
muy en breve el hecho1 al que los coetáneos de Colón o Vespucio
probablemente no adjudicaban especial importancia2: ya durante la
segunda expedición del Almirante del Mar Océano los colonos llevaban
con el destino a la Española plantones de la caña de azúcar. La
asombrosa riqueza de la naturaleza subtropical que impresionó tanto
a Colón y su gente y que, evidentemente, inspiró las palabras del
Almirante sobre el paraíso terrenal, convenció por lo visto a los
españoles de que este paraíso sería un terreno suficientemente apropiado
para cultivar la planta que en Europa, ya desde hace siglos, daba altas
ganancias a los comerciantes mediterráneos y, luego, también a los
portugueses y españoles, quienes cultivaban la planta termòfila en las
regiones más meridionales de la Península Ibérica, en las Azores y las
Canarias.
No obstante, en aquel entonces el azúcar de caña o la sal de India
era aún una mercancía de lujo, y debió de serlo todavía durante largos
decenios. Eso no significa, naturalmente, que las casas comerciales de
Europa occidental no se hubieran interesado por ese artículo, todo lo
contrario. No obstante, ni en la economía de los países coloniales, ni
en el mercado internacional de aquel entonces, pudo tener la misma
importancia que unos doscientos años más tarde, hecho que muchos
autores omiten buscando los principios de la producción de la caña de
1
Compare p.ej. Lyle N. MacAlister, Spain, and Portugal in the New World J4921700 (Oxford 1984).
2
Más detalladamente ante todo Antonello Gerbi, Nature in the New World. From
Christopher Columbus to Gonzalo Fernández de Oviedo (University of Pittsburgh Press
1985).
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azúcar en las colonias españolas del Nuevo Mundo, sin tener en cuenta
el hecho de que el azúcar desempeñaba en la economía de Cuba, La
Española, Nueva España o Perú del siglo XVI un papel diferente que en
el siglo XVin. Es más evidente en el caso de Cuba, en menor medida
también en el de La Española, donde a principios de la colonización
surgían rápidamente las plantaciones, aunque a menudo desaparecían
poco después.3 Es elocuente el hecho de que apenas a comienzos del
siglo XVIII iban difundiéndose tanto los cañaverales en las colonias
españolas, que esa gran potencia colonial pudo dejar de cubrir, por lo
menos parcialmente, su consumo de azúcar por la importación de sus
competidores, o hasta enemigos coloniales4, quienes a comienzos del
siglo XVI importaban el azúcar de España.
Desde comienzos de la colonización europea del Nuevo Mundo hubo
otra situación en el Brasil, donde los portugueses iban aprovechándose
no solamente de sus experiencias de Sao Tomé y Madeira, sino también
de las posibilidades de la importación de la mano de obra barata
de África. Así pués, ya la Real Cédula de D. Manuel del año 1516
menciona la necesidad de mandar al Brasil gente capaz de dirigir allí
la producción de azúcar y proveerse del material para la edificación de
los ingenios fundados en las nacientes plantaciones.5 En el mismo año
se fundó también el primer cañaveral en Pernambuco, seguido luego
por otras fincas, así que J. H. Parry pudo hacer constar:
"....pronto se desarrolló alrededor de Bahía y Pernambuco una economía próspera de
plantación en gran escala. En la primera mitad del siglo XVII, Brasil fue la principa]
fuente mundial de azúcar y alcanzó la cima de la prosperidad cuando el resto del
imperio portugués decaía bajo el dominio español." 6
Ya durante la segunda mitad del siglo XVI, el número de los ingenios
y de los cañaverales en el Brasil se multiplicó. Säo Vicente, Olinda y
otras poblaciones de Pernambuco y de las demás partes de la colonia
portuguesa suministraban azúcar vía Lisboa a la ciudad de Amberes
que sustituyó a Venecia como suministrador europeo de azúcar más
3
Acerca de este problema en Cuba véase particularmente Lévi Marrero, Cuba:
economía y sociedad, vol. 1-4 (Madrid 1972-1977).
4
Compare John Robert McNeil, Atlantic Empires of France and Spain. Louisbourg
and Havana 1700-1763 (The University of North Carolina Press 1985), p. I62ss.
5
Acerca de ello compare, entre otro, The Cambridge History of Latin America, vol. 1
(Cambridge 1984), p.253ss.; Noel Deer, The History of Sugar, vol. 1 (London 1949),
p. 102; losé A. Benítez, Las Antillas: Colonización, azúcar e imperialismo (La Habana
1976), p. 33ss.
6
J.H. Parry, Europa y la expansión del mundo (México 1962), p. 151s.
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importante. Las refinerías de la materia prima dulce trabajaban con tal
eficiencia, que significaban un acertado obstáculo a los esfuerzos que
individuos emprendedores en los países vecinos realizaban por fundar
sus propios talleres, como lo podemos observar a mediados del siglo
XVI en Inglaterra, donde John Gardiner y sus socios intentaban sin
éxito debilitar las posiciones de los exportadores de Amberes.
Tan sólo el decaimiento del poder de las casas comerciales de esa
ciudad, junto con los cambios políticos en los Países Bajos, abrió
paso a fines del siglo XVI al auge de la refinación de azúcar en
Inglaterra que unos decenios más tarde pasó a ser uno de los mediadores
más importantes del comercio del azúcar americano en Europa. Lo
favorecieron también los éxitos que consiguieron Inglaterra y otros
países europeos que a partir del siglo XVI se habían esforzado por
participar en la división del Nuevo Mundo. En el segundo cuarto del
siglo XVII, los Países Bajos se apoderaron del control de Pernambuco,
consiguiendo Amsterdan en el Norte de Europa, si bien solamente
por un breve período, aquella posición en el comercio de azúcar que
hacía cien años había tenido Amberes. Sin la mediación de Lisboa, los
holandeses transportaban a la Alemania septentrional, a Escandinavia
y Polonia el producto que, es verdad, aún no competía con el antiguo
edulcorante de las amplias capas de consumidores - la miel - , no
obstante, pasaba a ser imprescindible en las mesas de las capas
acaudaladas, figurando como parte de las comidas y pasteles, como
medio de escarchar o de otra manera aderezar la fruta local o exótica,
guindas, fresas, naranjas, etc., o de preparar diferentes objetos, castillos,
naves, etc., o figuritas como decoración de las mesas puestas. El intento
del gobierno portugués de liquidar las posiciones de los holandeses
en el comercio del azúcar brasileño desterrando a los comerciantes y
plantadores holandeses de la colonia en el año de 1655, significó tan
sólo la dislocación de su actividad a las Islas del Caribe: Curaçao,
Bonaire, Aruba y San Eustaquio no ofrecían posibilidades tan amplias
del cultivo de la caña como las regiones azucareras del Brasil. No
obstante, el control ejercido sobre estas islas dió a los holandeses
la posibilidad de participar en el comercio internacional de azúcar,
pasando, sin embargo, Inglaterra y Francia a ocupar un lugar decisivo
como suministradores del mercado europeo.
El inicio de todo esto se data ya de 1625, cuando Inglaterra y Francia
habían ocupado el islote de St. Christoph en el Mar Caribe. Así, en este
siglo de guerras, los dos países podían ir ensanchando sus dominios en
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el Caribe, por supuesto en menoscabo de España. Dos años más tarde,
los ingleses se apoderaron de Barbados, y a mediados de los años treinta
siguió el ataque de los franceses contra Guadaloupe y Martinique.
Durante los años cuarenta, los esclavos ya recogían la primera caña
en los territorios coloniales de los ingleses y franceses y a pesar de
que el primer azúcar de las Antillas inglesas y francesas no pudo
competir en Europa con el azúcar neerlandés, vista su mala calidad,7 era
tan sólo cuestión del tiempo que el interés común de los políticos de
Londres y París, y de los plantadores coloniales de las dichas metrópolis
en la zona del Caribe, fuera capaz de proporcionar el oro blanco de
los cañaverales, en tal calidad y a tal precio, que derrumbarían las
posiciones de los holandeses. A esa evolución contribuyó también
el éxodo de los plantadores holandeses en el Brasil, quienes iban
poblando no solamente las Antillas holandesas, sino también las islas
pertenecientes a las grandes potencias competidoras.8
De esta forma, a partir de mediados de los años cincuenta, se
inició un rápido desarrollo de los cañaverales en Jamaica, Martinica,
Guadalupe y Barbados apoyado fuertemente desde las metrópolis tanto
por medios económicos como políticos.9 Así que, mientras en el año
de 1656 hubo en Jamaica tan sólo tres pequeños ingenios de azúcar,
en 1670 aumentó su número a 75 y, a fines del siglo, el azúcar
representaba el artículo de exportación más importante de la isla. Aún
más marcado era este proceso en las colonias francesas donde Colbert,
por medidas arancelarias, apoyó la producción de azúcar crudo, siendo
éste refinado luego hasta en Francia, eventualmente reexportado a otros
países europeos en la medida que convirtió ante todo a Saint Domingue
en la famosa azucarera de Europa. El comercio de azúcar en el siglo
XVIII suele considerarse uno de los ramos más lucrativos del comercio
colonial.10
7
Edmund O. von Lipmann, Geschichte des Zuckers, seiner Darstellung und Verwendung, seit den ältesten Zeiten bis zum Beginne der Rübenzuckerfabrikation (Leipzig
1890), p. 302.
" Al mejoramiento de la calidad del azúcar de Barbados contribuyó, pues, un fugitivo
del Brasil que enseñó a los plantadores locales una manera más apropiada para la
fabricación. De modo similar, al desarrollo de la producción de azúcar en Martinica
contribuyó otro emigrado del Brasil, Benjamín Dacosta.
9
Recordemos tan sólo la política de Cromwell de las deportaciones de los cautivos y
adversarios políticos irlandeses a los pueblos caribeños donde trabajaban como esclavos
en los cañaverales.
10
Si no el comercio que mayor ganancia procuraba, véase p. ej. Benítez, op. cit.,
p. 43.
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No obstante, no fueron tan sólo las medidas adoptadas por las
metrópolis las que lo convirtieron en un artículo de tanta demanda,
sino que influyó mucho la popularidad creciente de nuevas comidas
y bebidas originarias del Oriente y del Nuevo Mundo. No tenían
ninguna repercusión las advertencias de los médicos quienes en el
siglo XVII sostuvieron una discusión docta acerca de lo nocivo o
benigno del azúcar. Varias autoridades como Boyle, Kunckel, Willis
o Lémery proclamaban que el azúcar no es ni una golosina, ni un
simple producto alimenticio, sino un veneno, una sustancia nociva a la
salud humana. A pesar de que según su opinión el azúcar causaba gota,
tumores malignos, enfermedades de pulmón e hígados, deterioraba los
dientes, etc.11, hubo en toda Europa ciudades famosas por sus maestros
reposteros y sus productos de azúcar como p.ej. Nuremberg o París
que, como en el caso de la moda, dictaban el tono también en el campo
de la alimentación. La Corte de Versailles, en cuyas mesas aparecían
imágenes complicadas de bolitas de azúcar de diversos colores, fue
seguida por la nobleza del Viejo Mundo, cuyas costumbres y hábitos
pasaban a ser ejemplo también para la burguesía. Guisante tierno con
azúcar seguro era una golosina transitoria, igual que diferentes artes
de especias con baño de azúcar. No obstante, más duradera que estas
delicadezas fue la afición al café, té y chocolate.
Igual que en el caso del azúcar, Europa ya había conocido antes
estas bebidas, considerándolas, no obstante, por mucho tiempo medicamentos, eventualmente venenos que encontraban aplicación tan sólo
en las farmacias. Fue ya Cortés quien mandó a la Corte española el
cacao.12 No obstante, ni allí, ni en otro lugar del Viejo Mundo, la mezcla
de agua y cacao en polvo despertó afición alguna. No se sabe hasta
qué medida ayudara la fama de ser una bebida nociva, sin embargo,
es notorio que a comienzos del siglo XVII empezó a difundirse de
Florencia a Europa central y occidental la costumbre de tomar chocolate
caliente. Aproximadamente al mismo tiempo iba creciendo la afición
a chocolate también en InglateiTa y los Países Bajos, de manera que
11
Por otra parte, el azúcar tenía defensores igualmente apasionados entre los médicos
que lo consideraban un excelente tranquilizante, un remedio contra las enfermedades del
estómago e hígado, para la curación de heridas y antipirético. Había médicos que lo
recomendaban como protección contra la peste aplicando medicamentos con azúcar allí
donde los demás no habían demostrado resultados positivos.
12
Sobre la divulgación del cacao en Europa compare p. ej. Murdo MacLeod, Spanish
Central America. A Socioeconomic History, 1520-1720 (University of California Press
1 9 7 3 ) , p. 235SS.
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ya antes de mediados del siglo comenzó a cultivarse el cacao en las
islas inglesas del Caribe, abriéndose en 1657 en Londres un negocio
especial donde se servía chocolate. En la segunda mitad del siglo,
Francia ya importaba "su" cacao de las plantaciones de Martinica al que
se añadía azúcar procedente de las colonias caribeñas. En el transcurso
del siglo XVIII, el chocolate penetró también en Escandinavia y Rusia
propiciando el consiguiente aumento del consumo de azúcar.
Aproximadamente al mismo tiempo que el chocolate, comenzó a
difundirse en Europa también la costumbre de tomar té. Su popularidad
la fomentaron probablemente los juicios de los médicos holandeses
Bonteko y Tulpio van Craanen, quienes recomendaban té como un
excelente medio contra las enfermedades acompañadas de fiebre. El tomarse unos 40 hasta 50 tazas pudo quizás - según las recomendaciones
de los médicos - bajar cualquier fiebre. En cualquier caso, su consumo
en tal medida debió de asegurar a la Compañía de Indias Orientales
una salida suficiente de la mercancía, dado que el té se transportaba,
aún en 1630, en cantidades limitadas.
En la segunda mitad del siglo, la costumbre de tomar té ya se hizo
común no solamente en los Países Bajos, sino también en Francia,
Alemania, Inglaterra y Rusia. También en el Nuevo Mundo, donde en
la segunda mitad del siglo XVIII las potencias coloniales intentaban
cultivar una nueva planta cuyos frutos prometían proporcionar, no
solamente grandes ganancias, sino que al mismo tiempo significaban
un auge notable del consumo de azúcar. Los europeos conocieron el
café, al igual que el azúcar de caña, por medio de los árabes, tan
adictos al café ya en el siglo XVI, que solamente en El Cairo existieron
a comienzos del siglo XVII supuestamente alrededor de mil cafés cuando en Europa los granos del café los había tan sólo en las farmacias.
No obstante, poco a poco, primero ante todo en Italia, comenzaba a
tomarse esa bebida dulce y caliente. En el año de 1645 se abrió el primer
café en Italia, en Francia lo precedió un año antes un café en Marsella
y siete años más tarde lo siguió otro en Londres. Tanto en el Imperio de
Luis XIV como en Inglaterra, los cafés se difundían tanto más cuanto
mayor renombre ganaba el café como bebida predilecta en la Corte
del Rey Sol.13 Como en el caso del cacao cien años atrás, también
13
Acerca del consumo de las bebidas "exóticas" en la Francia de la transición de los
siglos XVII y XVIII véase p. ej. la carta de la princesa del Palatinado citada en: E.O.
Lipmann, op. cit., p. 347s.
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el café tuvo sus críticos que advertían de las consecuencias negativas
que para la salud tenía el tomar la bebida en boga, recomendando al
mismo tiempo el azúcar como recurso que contrarrestaba las dichas
consecuencias nocivas.
No sorprende que de la importación del café a Europa se encargaran
las compañías de Indias Orientales que originalmente traían el café
árabe. No obstante, en vista de la oferta limitada y del factor financiero
del negocio, comenzaban a pensar en fundar sus propios cafetales. Ya a
fines del siglo XVII, los holandeses fundaron los primeros cafetales en
Batavia. A comienzos del siglo XVIII siguieron otras islas del Asia
oriental y luego surgió la iniciativa de los portugueses, españoles,
franceses e ingleses en el Brasil, en Martinica, Guadalupe, Cuba y
otras islas e islotes, compitiendo el cafetal con la caña de azúcar
como planta que proporcionaba la posibilidad de altas ganancias en
los mercados del Viejo Mundo. 14 En comparación con la caña, el
cafetal presentaba ciertas ventajas: su cultivo no exigía tantos gastos
y, sobre todo, tanta mano de obra que era un factor limitador de la
difusión de los cañaverales, por lo menos en lo que se refiere a uno
de los importantes centros de producción: Cuba.' 5 Merced a esto, en la
segunda mitad del siglo XVIII iba creciendo el número de los cafetales
en todo el Caribe con mucha mayor velocidad que los cañaverales.
Así, a principios del siglo XVIII no hubo en todo el Caribe ni un solo
cafetal, mientras que en Santo Domingo en los años veinte estaban
en marcha ya alrededor de 200 ingenios de azúcar, que producían
aproximadamente 10000 toneladas de azúcar al año;16 en Jamaica
eran en los años treinta 429 los ingenios, habiéndose exportado en
1739 unas 19 641 toneladas de azúcar.17 Entretanto, todas las cifras
referentes a Cuba no son más que jneros cálculos.18 A fines del siglo,
en el año 1788, hubo en Santo Domingo 3.5 veces más cañaverales que
cafetales 19 rindiendo, sin embargo, menos de la mitad de la producción
14
Esta competición culminaba a fines del siglo XVIII cuando el número de los
cafetales superaba al de los cañaverales, sin embargo, habiéndose especializado más
tarde las diferentes regiones y cediendo el café su posición al azúcar, por lo menos
relativamente y salvo excepciones.
15
Acerca de ello compare A. von Humboldt, Ensayo político sobre la isla de Cuba
(La Habana 1960), p.204ss,
1S
Véase J.A. Benítez, op. cit., p. 56.
17
Ν. Deer, op. cit., vol. 1, p. 176.
15
Compare p. ej. J.R. McNeil, op. cit., p. 164.
" Véase L. Marrero, op. cit., vol. 9, p. 141.
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del azúcar.20 Proporciones similares se pueden observar también en
cuanto a Cuba 21 , siendo posible hacer constar que el auge extraordinario
de la producción del café - a pesar de no haberse producido nada
para la exportación en el Santo Domingo insurrecto las colonias y,
sobre todo, sus metrópolis iban ensanchando con la producción del
café también las posibilidades del cultivo de la caña, de la producción
de azúcar y de su venta en el mercado universal - en aquel entonces
principalmente europeo. Para todos esos casos es válida la conclusión
de Moreno Fraginals:
"Iniciando una tradición que ha de mantenerse hasta hoy, los productores azucareros
contaban con dos posibles mercados compradores: el interno de la propia metrópoli,
y el constituido por las naciones europeas sin colonias azucareras en América." 22
Los españoles, franceses, ingleses y portugueses negociando con
los productos coloniales procedían de la misma manera: no permitían
un comercio directo de las colonias con el mercado universal, sino
que actuaban como intermediarios también en esa área obstaculizando,
además, durante largos períodos también la elaboración del producto
final en las colonias. El azúcar americano solía importarse a Europa
crudo o en forma de jarabe y fue refinado luego en las metrópolis, si
bien ya en el siglo XVI iban surgiendo en varias ciudades europeas sin
contacto directo con los puertos americanos, talleres para la refinación
de la materia prima llevada de América. En el curso del siglo XVIII
resultan siempre más frecuentes los intentos de los importadores de ese
artículo de gran demanda de eliminar la dependencia en la importación
del producto final, prefiriendo comprar el semiproducto más barato.
En vista de la desproporción de fuerzas entre la marina mercante y la
armada con la que la metrópoli defendía sus intereses en las colonias,
las compras directas en ultramar quedaron tan sólo ideadas. 23 Por eso
el mayor suministrador de azúcar para Europa central, la ciudad de
Hamburgo, con una multitud de refinerías, compraba el azúcar crudo
20
Ibidem.
A. von Humboldt, op. cit., p. 204ss., compare también H.E. Friedlaender, Historia
económica de Cuba (La Habana 1944), p. 524.
12
Moreno Fraginals, op. cit., vol. 1, p. 22.
23
Semejantes esfuerzos surgían también en los países de Europa Central que tenían
tan sólo un acceso limitado a la costa, compárese p. ej. los planes de Carlos VI de
importar la mercancía colonial sin la mediación de las potencias coloniales. Más detalladamente acerca de ello véase Victor Hofmann, Beiträge zur neueren österreichischen
Wirtschaftsgeschichte, Teil 3, Die Anfänge der Zuckerindustrie in Österreich und Ungarn
(Wien 1932) (=Archiv für österreichische Geschichte, Bd 112, 1), p. 13ss.
21
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ante todo en Nantes y Burdeos, pero también en Inglaterra y los Países
Bajos; mientras que las refinerías sudeuropeas realizaban sus compras
en Lisboa.
La única excepción de esta regla representaba en el siglo XVIII
el azúcar cubano que contaba con una posición particular en el
mercado mundial. Lo específico se basaba en la política de la Corona
española que durante largos decenios consideraba a Cuba no como un
óptimo productor del oro blanco,24 sino como exportador de tabaco,
otro artículo de gran demanda en el mercado mundial. Mientras que
Inglaterra, Francia y los Países Bajos fomentaban en sus colonias por
todos los medios la fundación de los cañaverales, la Corona española
defendía los intereses de los vegueros, cultivadores de tabaco, cediendo
la producción de azúcar a la iniciativa de los hacendados criollos. No
les impedía ni la fabricación del producto final, lo que daba a los
plantadores cubanos grandes oportunidades de venta independiente del
control de la administración española. Es verdad que según las reglas
todo el azúcar cubano debía pasar a España, cuyo consumo - muy
bajo en comparación con otros países de Europa occidental - no pudo
ser cubierto por Cuba y las demás colonias durante mucho tiempo,
a pesar de que en la isla seguramente había numerosos cañaverales
que suministraban cantidades de mercancía de buena calidad.25 La
explicación estriba en la existencia de un comercio clandestino de
diferentes productos practicado en las aguas de la Isla ya desde
el siglo XVII. De tal manera, a fines del siglo XVII apareció el
azúcar cubano en Amsterdan26y no hay por qué suponer que eso,
más tarde, no sucediera con regularidad.27 La costa de la isla fue
seguramente visitada también por los navios ingleses y franceses. Una
parte del azúcar cubano fue destinada legalmente a los compradores
europeos siendo reexportada vía Sevilla o Cádiz. A pesar de todas
las restricciones aduaneras impuestas por las principales metrópolis
europeas poseedoras de colonias azucareras, el azúcar cubano no tenía
por qué temer la competición. Su calidad era, por lo menos, equiparable
24
A diferencia de la política española del siglo XIX y de los botánicos quienes
subrayaban las condiciones extraordinariamente favorables para el cultivo de la caña de
azúcar en Cuba, compárese p. ej. R.P. Humbert, El cultivo de la caña de azúcar (México
1974), ante todo p. 13ss.
25
Compare L. Marrero, op. cit., vol. 6 - 8 y J.R. McNeil, op. cit.
26
Véase J.J. Reesse, De Suikerhandel van Amsterdam, van her begin der J 7 de eeuw
tot 1813 (Haarlem 1908),
27
J.R. McNeil, op. cit., p. 162ss.
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a la del azúcar de Jamaica o Santo Domingo. Además, el efecto de
las medidas arancelarias lo frenaba hasta cierto punto el hecho de
que para la producción de una tonelada de azúcar refinado de más
alta calidad se necesitaban hasta 2.5 toneladas del mascabado. Los
costos del transporte de dicha cantidad a través del Atlántico igualaban
prácticamente las medidas proteccionistas, pudiendo los productores
cubanos beneficiarse al enviar a Europa el azúcar refinado. 28
No obstante, el azúcar cubano en aquel entonces no tenía - de
ningún modo - la posición que tendría unos cien años más tarde en
el mercado. La importación de azúcar de América a Europa durante el
siglo XVIII, igual que en el período anterior, sufrió diversos cambios.
Es verdad que la producción iba en aumento casi incesante en todas las
áreas de producción, pero este auge no se produjo proporcionalmente,
lo que tuvo como consecuencia cambios del suministrador principal
del mercado europeo. A principios del siglo, aproximadamente en los
años de 1725 a 1735, las colonias británicas, ante todo Jamaica, fueron
dejadas atrás por las colonias francesas, particularmente por Santo
Domingo. Durante unos pocos años, la producción de los cañaverales
y de los ingenios de Saint Domingue iba creciendo con progresión
geométrica y, a pesar de que aumentaba también la producción en
Jamaica, a comienzos de los años cuarenta la exportación del principal
productor francés de azúcar crudo representaba el doble de la de su
rival inglés. En los decenios siguientes, esta diferencia disminuyó
sustancialmente, no obstante Francia mantuvo su preeminencia hasta
principios de los años noventa.
En el año 1760, los ingleses exportaron de Jamaica 39 841 toneladas de la materia prima, otras 9000 toneladas de St. Kitts, 7 589
toneladas de Barbados y otros millares de toneladas de las islas de
menor importancia productora. De todo el Caribe en general fueron
exportados 70593 toneladas. Santo Domingo exportó en el mismo
año 56646 toneladas Martinica 17 000 toneladas y todas las colonias
francesas del Caribe en total 80 646 toneladas. Los demás países
europeos importaban de sus colonias americanas tan sólo una mínima
parte de esas cantidades, con excepción de Portugal. Las islas danesas
suministraban a Europa 4 545 toneladas, las colonias holandesas 10
070 toneladas, las portuguesas 34 000 toneladas y las españolas 5 500
28
Véase Moreno Fraginals, op. cit., vol. 1, p. 26.
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toneladas. En el año de 1791, las cantidades correspondientes eran marcadamente más altas, salvo excepciones: Jamaica 60 900 toneladas, St.
Kitts 7 127, Barbados 7 105, las colonias británicas en total 106 195 toneladas; Santo Domingo 78696 toneladas, Martinica 10000 toneladas,
las colonias francesas en total 98 741 toneladas; las colonias danesas
9 429 toneladas; las colonias holandesas 13 550 toneladas; las colonias
portuguesas 21000 toneladas y Cuba 16 731.29 En el año siguiente, a
consecuencia de los acontecimientos en Santo Domingo, la exportación
de azúcar de esa colonia se derrumbó absolutamente, sin que los demás
productores lograran sustituirla en un período tan breve. Por eso, en
cuanto al mercado europeo, con una demanda siempre creciente, la
desproporción se elevó repentinamente, abriéndose posibilidades nunca
vistas para aquellos productores y exportadores, quienes hasta aquel
entonces estaban a la sombra de las casas comerciales francesas.
Comparando los datos mencionados llegamos a la conclusión de
que Francia e Inglaterra importaban de sus colonias casi un 80 % de
la importación total europea de América. No obstante, mientras que
Inglaterra a comienzos de los años noventa del siglo XVIII consumía
la mayor parte del azúcar de sus colonias, más del 80 %, reexportando
menos del 20 %, el caso de Francia era precisamente el contrario: el
18 % para el consumo propio y el 82 % para reexportación.30 En el caso
de Santo Domingo, la pérdida de un 30 % de la producción mundial
significó al mismo tiempo la disminución de aproximadamente el 50 %
en el mercado de azúcar universal para el año de 1792.31 Uno de los tres
mercados más importantes de azúcar colonial en Europa - la ciudad
francesa de Nantes - prácticamente dejó de existir, y los otros dos
centros - Londres y Amsterdan - no lograron dominar la situación y
los precios aumentaron rápidamente. 32
2
' Ibidem, p. 41.
Ibidem, p. 43.
31
Ibidem.
3Î
Sobre los precios de azúcar compare p. ej. E. Lipmann, op. cit., p. 449ss. ο Ν. Deer,
op. cit., vol. 2, p. 530ss. Para todo el siglo se advierte por una parte la dependencia de la
producción de azúcar, y, por otra, de los acontecimientos bélicos y cambios políticos
que influían en la fluidez de las comunicaciones de transporte en el Atlántico. Los
precios subieron durante las guerras de sucesión austríaca, durante la guerra de los siete
años, durante la revolución norteamericana y, por supuesto, la francesa. N o obstante,
en términos absolutos los precios de azúcar en el mercado europeo no iban cambiando
mucho y, a pesar del aumento a principios de los años noventa, alcanzaron a ñnes del
siglo generalmente un nivel tan sólo un poco más alto que los precios de la época en
torno a 1700, tanto en lo que se refiere al azúcar crudo, como al refinado. En lo referente
30
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Estos acontecimientos desencadenaron, por supuesto, los esfuerzos
por difundir la producción del azúcar de caña también a las demás islas
del Caribe, y a favorecer, por otra parte, tanto en Europa como en los
EE.UU., la producción de edulcorantes tradicionales, principalmente el
azúcar de arce.33 También fueron notables los esfuerzos por aprovechar
fuentes nuevas, o hasta aquel entonces no utilizadas, entre las cuales
destacó la remolacha azucarera. En Europa del Sur se volvió a cultivar
la caña en aquellas regiones donde en los decenios anteriores había
disminuido su producción bajo la presión de la importación americana,
e incluso allí donde dejó de cultivarse en absoluto. En España fueron
renovados los cañaverales en Andalucía y Valencia,34 en Italia trataban
de reactivar la producción del azúcar de caña en Sicilia. Pero, por
otra parte, los cambios de las entregas del azúcar de caña crudo para
Europa significaron la ruina de varios emprendedores, quienes dada
la creciente demanda de azúcar en el mercado europeo en los años
anteriores, esperaban conseguir altas ganancias pero no pudieron luego
hacer frente al aumento de los precios de la materia prima.
Como ejemplo puede servir la industria azucarera en los países
hereditarios de los Habsburgos, donde durante todo el siglo XVIII se
produjeron repetidos intentos para evitar la dependencia de la importación del azúcar de caña refinado del extranjero. La administración
vienesa, influida por las ideas del mercantilismo, trató de cubrir el
limitado consumo de ese producto exótico, considerado en Viena aún,
en la segunda mitad del siglo XVIII, como una mercancía de lujo,
de ningún modo indispensable en el mercado austríaco.35 La mayor
parte del azúcar consumido hasta aquel entonces en los países de la
monarquía habsburga procedía de Hamburgo, a través de las casas
comerciales de Nuremberg, Regensburgo, etc., y tan sólo una pequeña
al origen del azúcar en el mercado europeo de aquel entonces compárese p. ej. J.H.
Galloway, The Sugar Cane Industry. Art Historical Geography from its Origins to 1914
(Cambridge 1989), pp. 84—119. Del problema del consumo de azúcar se ocupó entre otros
S.W. Mintz, Sweetness and Power. The Place of Sugar in Modern History (New York
1985), pp. 74-150.
33
Igual sucedía también p. ej. en los países checos, véase K.C. Neumann, Nástin
dejin cukrovarnického prumyslu ν Cechách 1. 1787-1830. [Compendio de la historia de
la industria azucarera en Bohemia 1. 1787-1830] (Praha 1891).
34
Compare Memoria de la Real Sociedad de Amigos del País de Valencia sobre la
restauración de la cosecha de la caña dulce y de los ingenios de azúcar de este Reyno
(Valencia 1793).
33
Véanse los juicios de Karl Zinzendorf en lo relativo a la Compañía de Fiume en:
V. Hofmann, op. cit., p. 9.
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El azúcar americano en la Europa del siglo XVIII
227
parte se importaba directamente de los Países Bajos vía Trieste. Ya
el Consejero del Colegio de Comercio de la Corte vienesa, Johann
Joachim Becher, proponía fundar tanto La Compañía de Indias Occidentales como Orientales, a fin de liquidar el monopolio extranjero
de la importación de la mercancía colonial a Europa Central. A sus
proyectos volvió un medio siglo más tarde Carlos VI, fundando la
Compañía Oriental en Ostende, a la que en 1722 concedió el monopolio
exclusivo para fundar una refinería de azúcar en sus países. Antes de
que se consolidara dicho monopolio, el esfuerzo de la administración
vienesa para que se confirmase la Sanción Pragmática por parte de
Inglaterra y los Países Bajos, obligó en 1731 a disolver la Compañía
Oriental como un potencial competidor de las semejantes instituciones
inglesas y holandesas. Los ingleses, mediante negociaciones en Viena,
consiguieron más tarde un acuerdo por el que María Teresa les permitía
fundar refinerías en la costa adriática que estaba bajo el control de
Viena, concretamente èn los puertos de Trieste, Fiume, Porto Ré y
Buccari. 36
No obstante, igual que la Compañía Oriental, los ingleses no
accedieron a abrir refinerías en Trieste o Fiume, así que la primera
refinería de Austria no se puso en marcha hasta mediados del siglo
XVIII, o sea casi doscientos años después de que se comenzó a refinar
azúcar en la ciudad alemana de Augsburgo. Se lo había merecido en
gran medida el Presidente del Directorio Comercial de Viena, el conde
Rudolf Chotek, convencido de la suma importancia del comercio para
la riqueza del Estado. En la fundación de la compañía comercial de
Fiume participaba en gran medida también la casa Proli-Amoldt de
Amberes, cuyo capital realmente ayudó a inaugurar las refinerías que
durante un cuarto de siglo monopolizaron la producción de azúcar en
esa paite de Europa. La materia prima se conseguía originalmente
principalmente en Nantes y Burdeos, en menor medida en Marsella
y Le Havre. Excepcionalmente, los representantes de la compañía
realizaban sus compras del azúcar crudo también en Inglaterra, en
Londres y Liverpool, o en Venecia. A pesar de la cercanía geográfica,
la refinería prácticamente no procesaba la materia prima de Egipto. Con
el tiempo los suministradores fueron cambiando. Primero dominaba el
azúcar de Lisboa, más tarde se impuso Londres. La mayor parte de
la carga se transportaba de allí directamente a Trieste, pero de vez en
36
Compare J. Baxa, Die Zuckererzeugung
1600-1850
(Jena 1937), p. 26.
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228
Josef Opatrny
cuando las remesas se enviaban a través de Hamburgo. Sin embargo,
al no disponer de suficientes navios, la compañía tuvo que servirse de
capitanes holandeses, ingleses, daneses y suecos.
Los extranjeros estaban al servicio también de otras tareas. Los
maestros procedían durante largos períodos ante todo de los Países
Bajos y de Hamburgo; casi la mitad de los empleados de mejor
calificación se vinieron de los grandes centros de la producción de
azúcar de Europa occidental. Por supuesto, más tarde se emplearon
también los originarios del país, una vez conseguida la educación en
el ramo. No obstante los extranjeros no faltaron nunca. La compañía
comercial a la que pertenecían ¡as refinerías, buscaba la venta para su
producto también fuera del Imperio Habsburgo, y no solamente en el
caso de azúcar,37 sino también en el de otros productos ligados a la
producción del azúcar crudo. Licores y ron, por ejemplo, encontraron
salida en Amsterdan y en el mercado italiano, entre otros. Por otra
parte, la compañía importaba mercancías que ayudaban al consumo de
azúcar, principalmente en Viena: principalmente café y té procedente de
los almacenes de Nantes, Burdeos y Amsterdan. Sin embargo, a pesar
del gran esfuerzo de la dirección de la compañía, los representantes de
los comerciantes austríacos no lograron penetrar en el Nuevo Mundo,
y fracasaron sus intentos de conseguir contactos directos con las islas
caribeñas y con las casas comerciales de Filadelfia. Las ganancias de
la compañía de Fiume incitaron pronto a otros emprendedores a pedir
a las autoridades la autorización para la fundación de nuevas refinerías.
En el año de 1769 fue Herzl Kuh quien intentó conseguir el privilegio
de refinar azúcar en los países checos y en Silesia, pero su proyecto
hubo de enfrentar la actitud negativa de la administración de Viena.
En los años ochenta llegaron a realizarse algunas de las ideas. El
más exitoso fue el esfuerzo de Josef Sauvaigne. Este oriundo de los
Países Bajos participaba en la fundación de la refinería en Klostemeuburg en las cercanías de Viena, y también en el surgimiento de una
sociedad anónima que en 1787 demostró interés por el edificio del
ex-convento cisterciense en Zbraslav, cerca de Praga. En él pensaron
instalar una gran empresa que cubriera no solamente el consumo de
azúcar en Bohemia, sino que produjera también para la exportación
a Hungría. Las exigencias de la protección arancelaria de la nueva
refinería retrasaron un poco la realización del proyecto. No obstante,
37
Comerciaba entre otros también con Rusia, véase V. Hofmann, op. cit., p. 179.
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El azúcar americano en la Europa del siglo XVIII
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ya en 1787, los maestros de Hamburgo pudieron mostrar a los empleados locales de la firma la primera porción de azúcar fabricada
de la materia prima importada de Francia y Hamburgo. 38 Si bien en
los años posteriores la competición del azúcar de Hamburgo, Berlín y
Breslau inquietaba a los directores de la compañía,39 el mercado de los
países checos estaba evidentemente tan poco saturado que en el año
de 1789, después de varios meses de preparativos, el comerciante de
lienzo Frantisele Sperling pudo instalar otra refinería en Bohemia del
Norte. Después de los estudios en Praga viajó por gran parte de Europa
occidental, y posteriormente mantuvo contactos comerciales con ella.
Desde el punto de vista de la salida del lienzo, consideraba que las
perspectivas de un comercio con Portugal eran especialmente buenas,
y que de ella pensaron importar como contravalor no dinero efectivo,
sino azúcar crudo. Visitó varias refinerías de Hamburgo, de los Países
Bajos e Inglaterra. En Lisboa ganó para su proyecto, por una parte,
al maestro refinador Domingo Gonçales, y por otra, el apoyo de la
administración, que le autorizó para importar el lienzo centroeuropeo
sin pagar los derechos de aduana. La empresa, que marchaba bien
hasta ese momento, se vio afectada por causas semejantes a las que
perjudicaron la refinería de Zbraslav. El derrumbe del mercado de
azúcar crudo después de 1791 y el crecimiento de precios que ello
supuso, junto con los acontecimientos bélicos en el Viejo Mundo,
limitaron las posibilidades de los productores centroeuropeos de azúcar.
Los dueños de las refinerías de Nové Dvory, Zbraslav y Klosterneuburg pedían repetidamente el apoyo administrativo del Estado que,
sin embargo, no se les concedía. Al final, se vieron obligados a
suspender el funcionamiento, a pesar de que los productores europeos
no cesaban de investigar cómo sustituir la materia prima importada del
38
Sobre el comienzo de la producción véase Mode-, Fabriken- und Gewerbszeitung
1787, p. 300; sobre los proyectos de la fundación de la compañía véanse entre otros
los volantes Plan zur Errichtung einer Zucker-Raffinerei (Wien 25.7.1787), donde a diferencia de los juicios de mediados del siglo - su autor considera azúcar una
"cosa indispensable" cuya salida no depende de la "boga"; Plan zu Vergrösserung der
Kaiserlich-Königlich Privilegierten Zucker-Raffinerie in Böhmen, in Verfolg des ersten
Plans, so untern 25. July 1787, durch die Herrn Fries und Compagnie bekannt gemacht
worden (Königsaal 1.8. 1788).
39
Como era corriente en el caso de azúcar, una parte de la mercancía iba importándose
legalmente, otra de contrabando. Véase J. Schreyer, Waarenkabinett oder Niederlage
der in Böhmen erzeugten Waarenartikel und Naturprodukte, dann der damit betreibende
Handel (Prag und Leipzig 1799), p. 531s.
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Josef Opatmy
Nuevo Mundo y expuesta, de este modo, a diferentes riesgos durante
el transporte.40
Por supuesto, eso no significó el fin del azúcar americano en esa
parte de Europa que no poseía colonia alguna en el Nuevo Mundo,
dependiendo así de la importación de Inglaterra, Francia o Portugal.
A pesar de que se reforzaron temporalmente las posiciones de los
edulcorantes locales de tradición,41 el azúcar americano continuaba
siendo un componente principal del mercado de azúcar europeo aún
durante los decenios siguientes a las guerras napoleónicas, y después
de sustituidas las plantaciones de Santo Domingo por las nuevas áreas
de producción, ante todo en Cuba.42 Hasta más tarde no aparecería su
rival: el azúcar de remolacha. Era el azúcar americano, que ya en el
siglo XVni había cambiado el área de consumo de alimentos en Europa,
contribuyendo a la transformación de azúcar-mercancía de lujo en la
de uso diario. Uno de los resultados de tal cambio fue también el
surgimiento de la industria azucarera a base de remolacha, que cambió
una parte importante la economía de varios países europeos tanto en el
área de la agricultura, como en la industria.
40
Muchos especialistas evaluaban cada vez más el papel del azúcar de remolacha.
Recordemos tan sólo que en el año de 1795 visitó la refinería de Zbraslav Franz Karl
Achard, que trataba de la posibilidad de la refinación del azúcar de remolacha.
41
Apoyada en varios países por la administración con el fin de proteger la economía
local. Compare J. Baxa, op. cit, p. 43ss.
41
Véase ante todo Moreno Fraginals, op. cit., vol. 1, p. 95ss.
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