vi. verdades de la salvación introducción semillas del génesis

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VI. VERDADES DE LA SALVACIÓN
ESPIRITU, ALMA Y CUERPO
Por Ricardo Vivas Arroyo
INTRODUCCIÓN
“EL PUEBLO QUE CONOCE A SU DIOS, SE ESFORZARA Y HARA” (Dn. 11:32).
Para tener el conocimiento verdadero de Dios se necesitan cuatro cosas, sin ellas, el hombre interpretará la
Biblia a nivel de su mente natural y por consiguiente llegará a conclusiones equivocadas (1 Co. 2:14):

Humildad > Dios, el altísimo habita en las alturas y con el humilde de espíritu (Is. 57:15).
Bienaventurados los pobres en espíritu (Mt. 5:3). “…Te alabo Padre, que hayas escondido estas cosas
de los sabios y de los entendidos, y las hayas revelado á los niños” (Mt. 11:25).

Obediencia en fe > Dios se revelará a ti cuando tengas la disposición de obedecer ó caminar en lo
que el te esta mostrando. Esto es fe para conocerle. La fe verdadera se traduce en obediencia. Vamos
a mostrar que le creemos a Dios cuando caminamos en obediencia (Jn. 7:17).

Amor > Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, son las que Dios ha preparado para los que le aman, pero
Dios nos las revelo por el Espíritu (1 Co. 2:9-10).

Temor de Dios > El secreto de Jehová es para los que le temen; Y á ellos hará conocer su alianza
(Sal. 25:14). Necesitamos una conciencia espiritual, un reconocimiento de que andas delante de un
Dios que esta vivo, no vamos más con los ídolos mudos, sino con el único Dios vivo (Ex. 20:20, Sal.
60:4, Sal. 119:79, Mal. 3:16, Hch. 13:26).
Teniendo estas cuatro actitudes nunca se va a parar la fuente del conocimiento verdadero acerca de Dios, cada
vez va a ser mayor su revelación, porque es parte de su naturaleza, el darse a conocer.
SEMILLAS DEL GÉNESIS
¿QUIÉN ES DIOS?
Con la actitud correcta, consideremos lo que la Biblia nos muestra acerca de Dios:
Génesis significa orígenes, o semillas, o inicio de las cosas. Génesis es el libro de las semillas. Todas las
doctrinas de la Biblia tienen su semilla o principio sembrada en el Génesis.
Gn. 1:1 “En el principio creó Dios...” en hebreo (Elohim), que significa: Dioses, en plural, es decir, nos
muestra a un Dios que son varios.
Más adelante, Dios se revela a su pueblo Israel como un Dios, pero en unidad. Dt. 6:4 “Jehová vuestro Dios,
Jehová uno es...”, la palabra en hebreo es âchad, que significa: “uno compuesto de varios”: es uno pero
como unidad. Por ejemplo, esta misma palabra se encuentra en: Jue. 6:16 y 20:1, refiriéndose a la unidad que
es formada por varias cosas: todo el pueblo era uno porque estaba en unidad. La unidad que se consigue
cuando varias cosas se centran en una sola.
En cambio, en Jue. 11:34 donde dice: “...la sola, la única suya...”, la palabra en hebreo es îysh, que significa:
único, sólo, uno, irreemplazable (Jue. 18:19, Gn. 22:12).
Job 34:29 Tiene las dos palabras haciendo muy clara la diferencia: “...sobre una (âchad) nación, ...que sobre
un hombre (îysh)...”
Así que dijo Dios (Elohim), hagamos al hombre a nuestra imagen (en plural) (Gn. 1:26-27). El hombre es el
único ser creado que tiene la característica de haber sido creado a imagen de Dios.
Gn. 3:22 “...el hombre es como uno (âchad) de nosotros...”
2
Más adelante la Biblia nos presenta a Dios como un ser trino o tri uno, es decir, como tres personas en un
Dios (1 Jn. 5:7, 2 Co. 13:14, 1 Co. 12:4-6, Col. 2:2, Jn. 1:29-34). Por lo tanto el hombre, como su reflejo,
también debe ser como Él: tri-uno.
EL HOMBRE
Así como Dios es un ser trino, el hombre formado a su imagen también lo es:
Génesis 1:27 nos refiere que cuando Dios creó al hombre, a su imagen lo creó, varón y hembra lo creó; pero
la semejanza no es mencionada en la creación. Así que el hombre fue diseñado para tener la imagen de Dios y
de ese modo poder ser transformado a su semejanza, un ser que fuera su reflejo, trino como Él y con el
propósito específico de salvarlo al impartirle su naturaleza divina. El hombre es un ser con tres áreas:
En Gn. 2:7-9, se ven las tres partes del ser humano: “ ..y formó Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló
en él aliento de vida, y fue el hombre en alma viviente...”
Cuerpo = formado del polvo de la tierra.
Espíritu = soplo de vida, y
Alma = el ser del hombre.
Hay tres palabras clave en ese inicio, porque son semillas para comprender la gran Salvación que Dios había
planeado y por lo cual lo había diseñado así: Creación, Forma y Hechura. La creación es algo espiritual y en
esa parte el hombre fue creado a imagen de Dios, pero cuando le dio forma del polvo de la tierra, le dio un
medio de manifestación o cuerpo físico, luego sopló en él aliento de vida, es decir, le impartió su espíritu
previamente creado, y entonces fue (ser) el hombre un alma viviente (Gn. 2:7). Pablo relaciona nuestras tres
áreas con su función cuando se refiere al hombre y su origen, declarando que de un linaje venimos todos y
dice que en Dios vivimos y nos movemos y somos (Hch. 17:26-28).
Un aspecto más, habiendo Dios diseñado al hombre con tres áreas, también puso en el huerto tres tipos de
árboles, para provisión de todo su ser (Gn. 2:8-9): Todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer,
alimento para el cuerpo; el árbol de la vida en medio del huerto, alimento para el espíritu, y el árbol de la
ciencia del bien y del mal, alimento para el alma.
EL HOMBRE
ES UN SER :
TRINO
Creación
- Espíritu -
vivimos
Forma
- Cuerpo -
nos movemos -
todo árbol delicioso
Hechura
- Alma
somos
árbol de la ciencia bien y mal
-
-
-
árbol de la vida
ESQUEMA 1: LA TRINIDAD DEL SER HUMANO
El árbol de la vida no estaba prohibido y estaba en medio del huerto, pero no atrajo la atención de Adán ni
de Eva y nunca probaron su fruto; en cambio, el árbol de la ciencia del bien y del mal, que era provisión
para su alma, sí estaba prohibido. No era el tiempo para que comieran de este árbol. Satán engañó a la mujer
y trató de sacar al hombre de los propósitos de Dios, al hacerlo romper el tiempo de Dios y comer del árbol
de la ciencia antes de comer del árbol de la vida. Al anticiparse y comer del fruto prohibido, el hombre perdió
el privilegio de comer del árbol de la vida, alimentando su mente antes que su espíritu. Sin embargo, el hecho
de que Dios permitiera que eso sucediera, según su plan divino, le dio al hombre un privilegio insospechado:
Antes de su caída, Adán era sólo una criatura de Dios, aunque podía tener comunión con Él; después de su
caída, se abrió la puerta para el hombre tuviera la posibilidad de ser engendrado mediante la redención.
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Enfatizando: Es muy claro que si el hombre hubiera comido del árbol de la vida, del cual Dios no le prohibió
comer, hubiera adquirido vida eterna como naturaleza (Gn. 2:16-17, 3:22-23), donde también declara que al
comer del fruto prohibido, perdió el derecho de comer del árbol de la vida y fue expulsado del huerto.
Estas semillas del Génesis, se van a desarrollar a través de toda la Biblia, como lo menciona el profeta Isaías:
Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los crié, los formé y los hice (Isa 43:7). Comprender la
diferencia entre espíritu y alma es esencial (Is. 26:9, 57:15-16, Job. 10:8-13, 12:10, 33:4-6, Lc. 1:46-48).
Hasta llegar con Pablo para afirmar que Dios quiere que lleguemos a estar perfectos e irreprensibles en todo
nuestro ser: Espíritu, Alma y Cuerpo, para cuando Él venga (1 Ts. 5:23).
La Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, que corta y separa las tres
áreas de nuestro ser (He. 4:12-13): En el cuerpo llega hasta las coyunturas y los tuétanos, en el alma discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón, y al espíritu lo abre, ya que si la Palabra viva es Cristo, es
entonces cuando le recibimos en el corazón o espíritu para que more dentro de nosotros y adquirimos su
naturaleza, por la Palabra de Dios, que es simiente incorruptible que vive y permanece para siempre (Jn.
1:12-13, 1 P. 1:23-25).
Somos trinos como Él lo es, y podemos identificar cómo es que cada parte de nuestro ser corresponde a una
Persona de la Deidad, y su participación en la Salvación corresponde a las funciones de cada área de nuestro
ser:
El Padre Celestial
-
Alma
- (He. 10:38) -
Operaciones o planes (1 Co. 12:6)
El Espíritu Santo
-
Espíritu
- (Jn. 3:6)
-
Poder por los dones (1 Co. 12:4)
El Hijo de Dios
-
Cuerpo
- (Col. 2:9)
-
Ministerios o servicio (1 Co. 12:5)
ESQUEMA 2: EL HOMBRE ES TRINO COMO DIOS
EL HEBREO Y EL GRIEGO USAN PALABRAS DIFERENTES PARA CADA
ÁREA DE NUESTRO SER:
HEBREO (A. T.)
Veamos algunas palabras hebreas que se traducen al español como espíritu, alma y cuerpo:
(Rûwach). Espíritu, viento fuerte, tempestad, región celeste, hálito de vida (Gn. 2:7, 7:22, Sal.
104:29-30). También se traduce como actitud del alma (Sal. 142:3, Nm. 14:24, Dn. 5:20, Pr. 17:22).
(Nephesh). Alma, ánimo, brisa suave, mente (Sal. 103:1-2, Sal 42:4-6). Como vida (Lv. 17:13-14,
Is. 53:8-10).
(Nêbêlâh). Envoltura humana o animal, cuerpo muerto (Dt. 21:23, 1 Ry. 13:29).
(Gevâh). Cuerpo, apariencia física, persona (Dt. 7:15).
(Gûwphâh). Cuerpo en general (Lv. 26:30).
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GRIEGO (N. T.)
(Pneuma). Espíritu, viento, hálito, aliento de vida (Jn. 4:23-24, 3:8, 1 Co. 2:10-11, He. 19:21),
actitud (Mt. 5:3, 2 Co. 10:5).
(Psuquë). Alma (Mt. 10:28, 12:8, Hch. 2:27), vida (Lc. 9:24, Jn. 10:11, Hch. 15:26), persona (Ro.
2:9).
(Dianoia). Alma (He. 8:10, 10:16), pensamiento (Lc. 1:51, Ef. 2:3, Mt. 22:37), entendimiento (Lc.
10:27, 1 Jn. 5:20).
(Phrenapates). Alma (Tit. 1:10), sensual (1 Co. 2:14), sentido (1 Co. 14:20-21, Col. 3:2),
sentimiento (Hch. 28:22, Fil. 2:2-5).
(Nous). Alma (Tit. 1:15), ánimo (Ro. 14:5), actitud (Ef. 4:23, Ro. 12:2).
(Söma). Cuerpo, en manera literal y figurada (1 Ts. 5:23). Dice que todo nuestro ser: pneuma,
psuquë y söma, sea hallado entero, sin reprensión, para la venida de nuestro Señor Jesucristo…
TRES OBRAS QUE FORMAN PARTE DE LA SALVACIÓN
Vamos a repasar tres conceptos sencillos del Evangelio que todos los Cristianos deben conocer bien, ya que
son leche espiritual no adulterada (1 P. 2:1). A partir de ellos podemos crecer en el conocimiento de la Gran
Salvación que Dios realizó para el hombre; también se conocen como los rudimentos de la doctrina de Cristo,
muy necesarios para aspirar a la perfección (He. 6:1-3). ¿Cuáles son? Empezaremos por ver qué es la
Justificación, luego la Santificación y por último la Glorificación.
a). ¿Qué es la Justificación? Sabemos que es un término legal que declara la inocencia de una persona que ha
sido juzgada, es la absolución de culpa o la declaración de justicia en alguien que fue sometido a juicio.
Sabemos que al momento de recibir al Señor Jesucristo como Salvador, fuimos justificados por la fe y
recibimos paz para con Dios por medio de Él (Ro 5:1); Dios nos atribuyó la justicia de Cristo, porque Él
ocupó nuestro lugar y llevó nuestro castigo hasta las últimas consecuencias. No debemos nada ante el tribunal
divino, estamos absueltos porque sus demandas han sido satisfechas por nuestro sustituto; fuimos hechos
justicia de Dios en Él, porque se Él se hizo pecado por nosotros (2 Co. 5:21). Sé que conoces mucho más
sobre el tema, por lo que simplemente quiero puntualizar que es un asunto legal resuelto, que ha sido
dictaminado, tiene la sentencia del Padre como Juez; ya fuimos justificados y no podemos ser condenados por
nadie, recuerda que Romanos 8:33-34, pregunta: ¿Quién condenará? Dios es el que justifica por la muerte de
su Hijo inocente, ratificada por su resurrección y defendida eficazmente por su posición actual a la diestra del
Padre.
Dios nos declaró justos, es un hecho consumado, ya somos justos legalmente hablando, forma parte de
nuestro pasado, ya fuimos librados de la culpa o pena del pecado que es la muerte eterna, y hemos
recibido una posición que se nos ha asignado como hijos de Dios. Col. 2:13 asegura que al perdonar nuestros
pecados, nos dio vida juntamente con Cristo por gracia.
b). ¿Qué es la Santificación? Significa ser separado para Dios; Él santificó objetos, como el Tabernáculo y
sus muebles; substancias como el aceite y el incienso; días, como el sábado y las fiestas solemnes; y
personas, como los levitas y los sacerdotes. Creo que algunos han confundido el ser santos con ser
impecables, pero son cosas diferentes, Dios es santo e impecable porque es perfecto; en cambio el hombre al
recibir a Cristo es santo, porque se ha convertido en propiedad de Dios, pero no es impecable porque se
encuentra al inicio de un camino lleno de cambios llamado Santificación, cuya meta es llegar a ser semejantes
a Él.
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Subrayo, cuando alguien recibe a Cristo como su Salvador personal, es declarado santo mediante el perdón de
sus pecados, la Justificación lo hizo santo porque lo separó para Dios, sin embargo, hay muchas cosas que no
cambiaron instantáneamente, las cuales irán transformándose mediante el proceso de Santificación, es decir,
Dios nos declaró santos al justificarnos, y nos está haciendo corresponder a esa declaración mediante la
Santificación, transformándonos en la medida que nos sometemos a Él cada día, hasta lograr que nos
parezcamos más y más al modelo que es Cristo.
Santificación es un proceso de purificación mediante la impartición progresiva de la naturaleza santa de Dios,
tiene que ver principalmente con el diario caminar cristiano. Es comparada con el crecimiento de una planta
que es cultivada hasta que da fruto (Ro. 6:22-23), es un llamado a seguir un camino de limpieza evitando la
inmundicia (1 Ts. 4:3-7), Dios por sus promesas ofrece al creyente sus recursos todopoderosos para huir de la
contaminación de la carne y del espíritu, y perfeccionar la Santificación en el temor del Señor (2 Co. 7:1).
Queda claro entonces que la Santificación es diferente a la Justificación: Mientras que ésta te da una posición,
la Santificación te somete a un proceso para aprender a caminar en justicia, es el desarrollo del justificado
hacia la madurez espiritual, para dar el fruto de justicia que Dios espera. “La vida del justo (el que ha sido
justificado) es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). Es el
proceso de edificación o crecimiento del creyente hasta alcanzar la estatura del varón perfecto, es dejar de ser
niño fluctuante para ser un cristiano maduro y estable. (Ef. 4:13-16). De la Santificación depende nuestra
herencia, galardones y recompensas, no de la Justificación.
La Justificación nos da el derecho de entrada al Reino de Dios, la Santificación nos permite tener herencia en
él, al llevarnos a disfrutar de lo que hay dentro de la Salvación. Dios nos quiere llenos de frutos de justicia
que le glorifiquen (Fil. 1:6-11). El que comenzó (con Justificación) la buena obra en nosotros, está
perfeccionándonos continuamente (Santificación) hasta aquel día. El creyente recibe así libertad para elegir,
ya no entre lo bueno y lo malo, sino más bien entre lo bueno y lo mejor, para dar mayor alabanza y gloria
sólo a Dios.
En Hebreos 10, un pasaje muy controversial, el tema es Santificación, es decir, el proceso por el cual se deja
la niñez para ir a la madurez y se heredan cada vez mayores bendiciones; veamos por ahora los versos 34 al
39 y notemos cómo los hebreos sabían que su herencia reservada en los cielos, una vez heredada era
permanente, por eso el apóstol los exhorta: “No perdáis, pues, vuestra confianza que tiene grande
remuneración de galardón.” Así que debemos saber que se trata de perder o de ganar premios, y no de
perderse o de salvarse uno; lo consistente con toda la Biblia es que el alma que retrocede pierde galardones y
el alma fiel tiene ganancia de ellos.
c). Veamos ahora someramente lo que es la Glorificación, la Biblia nos enseña que es una obra reservada
para ser manifestada en plenitud hasta que Cristo venga. Filipenses 3:20 y 21 declara que cuando el retorne
seremos partícipes de un cuerpo a la semejanza de su gloria, o glorificado; incorruptible como el que el Señor
Jesucristo recibió al resucitar. Romanos 8:23 al 25 y 1ª de Corintios 15:42 al 44, también nos hablan de este
evento futuro de Glorificación: se levantará con gloria... Esa es nuestra esperanza...
Quiero mencionarte antes de abundar más en el tema, una clave para identificar de cual de estos tres aspectos
que forman la Salvación tan grande que menciona Hebreos 2:3, se trata en cualquier parte de las Escrituras
donde quieras estudiar. La Justificación concierne a nuestro pasado, porque ya fuimos justificados al
momento en que recibimos a Cristo en nuestro corazón. La Santificación tiene que ver con nuestro presente,
porque cada día estamos siendo transformados por la gracia de Dios. La Glorificación en cambio se relaciona
con nuestro futuro, porque nuestra esperanza es que en aquel día seremos manifestados juntamente con Él en
gloria al resucitar físicamente.
La Justificación es una declaración legal que nos libró de la culpa o pena eterna del pecado, que era
nuestra condenación eterna; así que es un asunto resuelto y forma parte de nuestra historia. Fue realizada
justo cuando nuestro espíritu fue regenerado y Cristo vino a nuestro espíritu y nos dio vida juntamente con Él,
la vida espiritual que había sido rota por el pecado en el Edén.
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La Santificación se da cuando cada día Dios nos libra del poder del pecado, si es que nos sometemos en fe
para caminar en su gracia; es un asunto presente y condicional que tiene que ver con el alma, ya que nos
permite ser vencedores y por lo tanto herederos; o ser vencidos y perder la herencia que Él nos dejó, si es que
desperdiciamos la gracia que está a nuestra disposición para Santificación (2 Co. 6:1, He. 12:15, 1 Co. 15:10).
En la medida que el alma madura, es transformada a la imagen del Cristo perfecto que como modelo ya está
en nuestro espíritu (2 Co. 3:17-18).
La Glorificación es futura porque en aquel día especial de su retorno, nos librará para siempre de la
presencia del pecado al vestir nuestro cuerpo de incorrupción, mediante la resurrección (1 Co. 15:53-54), y
llevarnos así a disfrutar de su gloria celestial.
El apóstol Pablo asegura todo lo anterior cuando dice en 2 Co. 1:10 que confía que “Dios nos libró, nos libra
y nos librará de tan gran muerte.”
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EL TABERNÁCULO: MODELO DE DIOS PARA EL HOMBRE
Dios no puede morar en templos hechos por el hombre (Hch. 7:48, 17:24), ni en ninguna otra cosa creada por
Dios excepto en el hombre mismo, por eso fue diseñado así. El hombre tiene el propósito de ser una morada
de Dios en la tierra, un tabernáculo o tienda o templo o santuario donde Él habite, tal y como lo declara
cuando un hombre se convierte a Él y le recibe en su corazón.
El tabernáculo y el templo, que fueron llamados figurativamente casa de Dios, representan entonces cuatro
cosas que son morada de Dios: El cielo, el Hijo de Dios, el hombre renacido y la iglesia.
El Tabernáculo es figura del cielo: (He. 8:2, 5, 9:11, 9:23-24).
El Tabernáculo es figura de Jesús (Jn. 1:14, 2:19-21, Ap. 21:3)
El Tabernáculo es figura del hombre: (Jn. 14:23, 1 Co. 3:16, 6:19, 2 Co.5:4, 2 P. 1:14).
El tabernáculo es figura de la iglesia, casa de Dios formada de creyentes: (Ef. 2:20-22, He. 3:1-6,
1 P. 2:5).
Para comprender el cómo fuimos creados, formados y estamos siendo hechos, veamos el Tabernáculo de
Moisés como una excelente figura de nuestro ser:
Dios dio a Moisés los planos constructivos del Tabernáculo, y las instrucciones específicas eran que debía de
hacer todo estrictamente apegado a ellos (Ex. 25:8-9, He. 8:5, Hch. 7:44).
El Tabernáculo tenía tres áreas perfectamente definidas y con propósitos específicos que el Sumo Sacerdote y
los sacerdotes cumplirían mediante sus oficios: El Atrio o exterior de la tienda, donde se realizaban los
sacrificios (Ex.27:9); el Lugar Santo, donde los sacerdotes oficiaban diariamente, y el Lugar Santísimo,
donde sólo el sumo Sacerdote oficiaba una vez al año, el día de la expiación (He. 9:1-7, Ex. 26:33). Estas tres
áreas van a prefigurar las tres áreas de nuestro ser como lugar de habitación de Dios, como lo explicaremos
más adelante: El Atrio, en contacto con el exterior, es figura de nuestro cuerpo; el Lugar Santo es figura de
nuestra alma, y el Lugar Santísimo es figura de nuestro espíritu.
1. LUGAR SANTÍSIMO
El lugar Santísimo era la parte más secreta del Tabernáculo, cuyo fin era que la presencia y gloria de Dios se
mostraran a su Pueblo, de entre los querubines del Arca del Pacto (Lv. 16:2, Ex. 25:22, 29:43-46).
Así que desde el Lugar Santísimo, lugar de su morada, Dios se manifestaba a su pueblo. Hay dos figuras de
Cristo que se nos muestran en este lugar: El Sumo Sacerdote y el Arca del Pacto y sus cuatro tesoros; también
el incensario del altar pertenecía y era introducido en ese lugar el día de la expiación, y además estaba la
columna de nube y de luz que interiormente iluminaba el lugar, y exteriormente cubría el campamento,
guiaba al pueblo de Dios y le proveía. Veamos su significado:
A). El Sumo Sacerdote era el único que entraba en el Lugar Santísimo una sola vez al año, el día de la
Expiación, llevando la sangre del sacrificio y rociándola siete veces sobre el propiciatorio (Lv. 16:33-34, He.
9:3-5). La epístola a los Hebreos nos dice que Cristo es el verdadero Sumo Sacerdote que realizó el sacrificio
de sí mismo y su Espíritu realizó este oficio para entregarnos eterna Redención (He. 9:11-14). Cuando el
Espíritu de Cristo entra en el pecador y de la misma manera que el Sumo Sacerdote rociaba la sangre del
sacrificio, rocía al creyente con su propia Sangre, lo salva, el espíritu del creyente renace del Espíritu, es
hecho un hijo de Dios, engendrado por Él, su espíritu se une al del Señor, es regenerado y se vuelve un
espíritu con Él, por lo cual adquiere sus características divinas, como la vida eterna (1 P. 1:2, Jn. 3:6, 1 Co.
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6:17, 1 Jn. 5:11-13). El perdón de Dios borra la conciencia de obras de muerte, le da vida juntamente con
Cristo, lo que lo justifica y lo presenta limpio, santo e inocente delante de Dios, por gracia (Col. 2:13, Ro.
5:1). El término justificación es resultado de un juicio, en el que la sentencia es inocencia, recordemos que no
se puede juzgar dos veces el mismo delito y Dios ya nos declaró justos en Cristo.
B). El Arca del Pacto es también figura de nuestro Señor Jesucristo en nuestro espíritu, ya que Cristo ha sido
hecho por Dios en nosotros cuatro cosas: Sabiduría, justificación, santificación y redención, que son en
resumen, la provisión de su obra consumada para todo nuestro ser (1 Co. 1:30). Los cuatro tesoros del Arca:
La urna con Maná, la vara de Aarón, las tablas de la ley y el propiciatorio, representan las cuatro cosas que
Cristo ya es en nosotros En nuestro espíritu, Cristo la Sabiduría, está prefigurada por la vara de Aarón que en
una noche reverdeció y fructificó, representa la resurrección de nuestro espíritu a un nivel superior de vida;
Cristo la Justificación, es simbolizado por el maná escondido, porque Él es el pan vivo que descendió del
cielo para dar vida al mundo (Jn. 6:47-51). La Santificación puede estar representada por las tablas de la ley,
ya que fueron puestas en nuestro corazón como un estándar, para que sean transcritas a nuestra alma y formen
en nosotros el carácter de Cristo (He. 10:16) Finalmente Cristo nuestra Redención, se muestra en el
propiciatorio, donde su Sangre fue rociada para lograr eterna Redención para todos los que creen en Él,
bástenos para comprender el porqué es que estamos cumplidos o completos en Cristo, es decir, perfectos en
nuestro espíritu, al tener al Cristo glorificado morando dentro de nosotros (Col. 2:9-10, He. 10:14); es por eso
que Juan dice que como Él es así somos nosotros en este mundo, lo que se cumple cuando andamos en el
espíritu (1 Jn. 4:17, Gá. 5:25), y Pablo afirma que cuando nacimos de nuevo, fuimos sentados en lugares
celestiales con Cristo Jesús, lo cual es una realidad en nuestro espíritu, donde ya fuimos bendecidos con todas
las cosas espirituales en esos lugares celestiales (Ef. 2:5-6, 1:3).
C). El incensario de oro descansaba normalmente sobre el altar de oro en el Lugar Santo, pero el día de la
Expiación era introducido por el Sumo Sacerdote al lugar Santísimo, de modo que el perfume llenara el lugar
y el Pontífice pudiera realizar la expiación (Ex. 30:1-6). De acuerdo a Hebreos 9:1-3, pertenecía al Lugar
Santísimo, prefigurando la obra del Espíritu Santo, que siendo algo espiritual, bautiza nuestra alma para que
adoremos a Dios en espíritu y nuestra alma sea santificada al tomar sus cosas espirituales y dándonoslas para
que nuestra alma las posea (Jn. 16:14). De este mueble hablaremos más cuando estudiemos el Lugar Santo.
D). La nube de gloria o Chekinna también es figura del Espíritu Santo para manifestar la gloria de Dios
fuera de nosotros, cuando aprendemos a ser guiados por el Espíritu Santo, ya que como el Ángel de Jehová
bendecía al pueblo desde la nube, le guiaba, le enviaba el Maná y le protegía; así el Espíritu Santo nos va a
guiar, proveer y proteger de la misma manera (Lv. 16:2, 12-13, Ex. 14:19-20, Jn. 14:26, 16:13, Hch.1:8).
Resumiendo podemos establecer que en nuestro espíritu regenerado está Cristo en plenitud, porque es uno
con el nuestro, somos hijos de Dios, tenemos su justicia, naturaleza y provisión, somos perfectos, estamos
cumplidos y ahora mismo ya tenemos una posición celestial de dominio a su lado, y como él es, podemos ser
ahora mismo en la tierra, si aprendemos a movernos en el espíritu y no más en la carne, o vida natural, o
capacidad propia.
E) Las columnas de separación. La cortina que separaba el lugar Santísimo del lugar Santo estaba
suspendida de los capiteles de cuatro columnas que delimitaban su acceso, lo que prefigura cuatro de los
sentidos espirituales que todo nacido de nuevo tiene en su espíritu regenerado: Fe (2 Co. 5:7, Ef. 2:8),
Esperanza (Col. 1:27, Gá. 5:5, Tit. 1:1), Amor (Jn. 17:26, Ro. 5:5, 1 Jn. 4:7) y Temor (Hch. 9:31, 2 Co. 5:11,
7:1, Ef. 5:21, Fil. 2:12), la columna de fuego que iluminaba sobrenaturalmente el lugar Santísimo, prefigura
el quinto sentido de Intuición, necesario para recibir la revelación de las cosas espirituales (1 Co. 2:7-13, Ef.
1:17). Estos sentidos espirituales del hombre renacido tienen su relación con los sentidos del alma y del
cuerpo.
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2. LUGAR SANTO
En el lugar Santo había tres muebles: La mesa de los panes de la proposición, el altar del incienso y el
candelero de oro con sus siete lámparas; estos tres muebles prefiguran las tres áreas que constituyen al alma
humana confiriéndole una personalidad o características básicas: Pensar, sentir y actuar.
A). La mesa de los panes (Ex. 25:23, 30, 26:35), que estaba al lado derecho de la entrada, permitía presentar
ante Dios los doce panes sin levadura, que eran puestos por un sacerdote cada sábado y permanecían toda la
semana expuestos, sobre los cuales el sacerdote debía poner incienso diariamente, para que se mantuvieran
calientes, como una ofrenda encendida a Jehová, y los debía comer en el lugar Santo al retirarlos para poner
los panes nuevos (Lv. 24:5-9). El pan es figura de la Palabra de Dios puesta en nuestra alma sobre la mesa,
la cual representa nuestra mente o intelecto, que debe alimentarse de la Palabra de Dios hasta que lleguemos
a tener la mente de Cristo, lo cual es un proceso progresivo (Col. 3:16, 1 Co. 5:8, Lc. 24:30-32, Jn. 6:51, 63).
B). El Altar del incienso (Ex. 30:1, 6-8), este mueble estaba justo frente al Arca del Pacto, separado de ella
por el velo que dividía el Lugar Santo del Santísimo, de modo que el Sacerdote debía poner incienso en él
cada mañana y cada tarde y su perfume debía llenar el lugar mientras él ministraba. El incienso es figura de
la oración y adoración que debemos dar cada día a Dios (Ap. 8:3-4, 5:8), y el altar prefigura el corazón del
alma o las emociones o sentimientos que deben expresarse a Dios con ayuda del Espíritu Santo, que como
vimos, nos ayudará a adorar a Dios con el espíritu, para impedir el fruto natural de la mente (1 Co. 14:14-15,
2:12-14, Jn. 4:23-24).
C). El Candelero de oro (Ex. 25:31, 37, 39-40, Ex. 27:20), este mueble estaba frente a la mesa de los panes,
tenía siete lámparas y alumbraba hacia la mesa, su combustible era aceite de oliva puro, que es tipo del
Espíritu Santo, que iluminará nuestra alma en la medida que rendimos nuestra voluntad, prefigurada por los
brazos del candelero, cuya caña central prefigura a Cristo como la vid al que debemos mantenernos unidos
voluntariamente (Jn. 15:4). Dios no nos anula, nos convence para que decidamos caminar en sus principios
haciendo su voluntad, y es entonces cuando la unción del Espíritu Santo es derramada continuamente sobre el
alma del creyente (Hch. 5:32, Ef. 5:18). El Espíritu Santo iluminará nuestro entendimiento como las lámparas
iluminaban la mesa de los panes (Ef. 1:17-18). Obedecer es necesario, rendir nuestra voluntad y someternos
al Espíritu Santo, y así como las veintidós copas en forma de flor de almendra en los brazos y la caña central
eran depósitos de aceite, en el Nuevo Testamento hay veintidós cosas de las cuales debemos mantenernos
llenos para servir al Señor con eficacia (Fil. 2:12-13).
D). El Sacerdocio diario en el Lugar Santo (He. 9:6), El sacerdote que le correspondía, debía entrar mañana
y tarde al Lugar Santo para ministrar en sus tres muebles: En la mesa de los panes debía poner incienso sobre
los panes (Lv. 24:7), en el altar debía poner incienso sobre las brasas cada mañana y cada tarde, y sobre el
candelero debía aderezarlo, es decir, cortar las mechas y reponer el aceite, de modo que brillara y no echara
humo (Ex. 30:7-8).
El Sacerdote, figura de Cristo, debe ministrar cada día a nuestra alma para Santificarla, es decir, limpiarla,
capacitarla, desarrollar o madurar su carácter y usarla para su servicio, al ministrar cada día su Palabra, la
unción fresca del Espíritu Santo y la comunión necesaria mediante la oración (adoración, alabanza y acciones
de gracias).
En la medida en que perseveramos en Él, somos transformados de la niñez a la madurez, dejando la vida
natural por la vida espiritual, recibiendo la gracia de Dios para que lleguemos ser semejantes a Cristo y
alcancemos la estatura del varón perfecto, Cristo Jesús, a quien ya tenemos como modelo o imagen en
nuestro espíritu, como Pablo nos enseña (Ro. 8:29, 2 Co. 3:18). ¿Recuerdan que al principio hablamos de la
imagen de Dios y de su semejanza? Pues ahora podemos comprender que la imagen de Dios es Cristo en
nuestro espíritu perfecto, y la semejanza se va dando en el alma en la medida en que es transformada
conforme a esa imagen.
10
E). Las columnas de separación. En la entrada del lugar Santo, cinco columnas sostenían sobre sus capiteles
las cortinas de acceso, ellas tipifican los cinco sentidos que tenemos en el alma: Imaginación (1 Cr. 28:9,
Hch. 17:29), Memoria (Ex. 13:3, 9, Sal. 20:7), Afectos (Mt. 5:46), Conciencia (Jn. 8:9, Ro. 2:15) y Razón
Job. 29:22, Pr. 14:14, Ec. 7:25), que más adelante compararemos con los sentidos del cuerpo y del espíritu.
3. EL ATRIO
El atrio era un terreno rectangular que rodeaba a la tienda cubierta, delimitado por una barda de cortinas de
lino torcido sostenidas por columnas, cuerdas y estacas y con un acceso decorado sostenido por cuatro
columnas (Ex. 27:9, 17). En él había dos muebles: El altar de bronce, donde se realizaban los sacrificios, y la
fuente de bronce, donde los sacerdotes se lavaban antes de ministrar. Todo ello va a representar a nuestro
cuerpo, como nuestro exterior o medio de manifestación, que debe disponerse para el servicio del Señor.
A). La barda de lino torcido que delimitaba el Atrio, prefigura en general la santidad y justicia que debe
ver el mundo mediante las buenas obras del creyente (Ap. 19:7-8, Tit. 3:14, 1 Ti. 2:9-10, Col. 1:10, Fil. 1:11,
Mt. 5:16). Hay detalles muy especiales en las columnas y sus anclajes que no veremos por ahora.
B). El Altar de Bronce, donde se llevaban a cabo los sacrificios, nos habla del Calvario y el sacrificio
perfecto de nuestro Salvador (Ex. 33:1, 29:38-39, Lv. 16:12-13), pero también prefigura la cruz de Cristo que
el discípulo debe cargar para seguir a su Señor, ofreciendo el sacrificio vivo de su cuerpo en santidad y
servicio (Ro. 12:1), es decir, disponerlo para que Dios lo use, mediante autodisciplina, tal y como lo haría un
luchador o un corredor para ganar una presea (1 Co. 9:25-27, Ro. 6:13, 19), de modo que estemos disponibles
a la voluntad de Dios cuando se requiera, no sujetos a nadie ni a nada fuera de Dios, porque el cuerpo del
creyente debe ser para el Señor (1 Co.6:12-13).
C). La Fuente de Bronce fue fabricada del bronce de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del
Tabernáculo del Testimonio, previo al de Moisés, así que su superficie reflejaba como un espejo; además se
llenaba de agua limpia para que los sacerdotes se lavaran las manos y los pies antes de ministrar (Ex. 30:1821, 38:8).
El espejo prefigura la Palabra de Dios a la que debemos mirar atentamente para llegar a ser genuinos
hacedores de las obras agradables a Dios (Stg. 1:23-25, 2 Co. 3:18).
El agua es también tipo de la Palabra de Dios que nos limpia antes de servir, en ella fuimos sumergidos la
primera vez, como los sacerdotes el día de su consagración, para ser regenerados y disfrutar de la Salvación
(Tit. 3:5), y ella nos limpia mediante la fe en sus principios de vida, cada día; de no hacerlo ministraremos
muerte (Jn. 15:3, Jn. 6:29, Ef. 5:26). Es bautismo en agua es entonces un testimonio exterior de lo que Dios
ha obrado interiormente.
Las manos representan nuestras obras (1 Ti. 2:8-9), por lo que serán aceptas si son de fe, vivificadas por la
Palabra de Dios (Stg. 2:14-17, Sal. 24:3-5).
Los pies prefiguran nuestra conducta o cómo andamos en este mundo, por eso el Señor lavó los pies de sus
discípulos para que tuvieran parte con él, al limpiar su manera de caminar con toda humildad (Jn. 13:5-10).
Nuestra conducta debe ser honesta para que Dios sea glorificado por nuestras obras (1 P. 2:12), nada nos
mueva del camino y hagamos lo mejor siempre (1 P. 3:16-17).
Todo esto nos conecta con el futuro, ya que no debemos obrar esperando reconocimiento de los hombres
ahora, sino sabiendo que en aquel día en el que todos los creyentes rindamos cuentas ante el Tribunal de
Cristo, nuestras obras determinarán las recompensas que recibiremos o no y la gloria que Él nos compartirá:
Esto será nuestra Glorificación, después que resucitemos (2 Co. 5:10, 1 Co. 3:11-15, 15:40-44).
11
D). Las columnas de la entrada al atrio. La puerta de entrada al atrio era una cortina sostenida por cuatro
columnas, éstas prefiguran los cuatro sentidos que tenemos en la cabeza de nuestro cuerpo: Vista (Jr. 5:21),
oído (Ez. 12:2), olfato (Ec. 10:1) y gusto (Job. 6:6); las cincuenta y seis columnas que sostenían las cortinas
del atrio, prefiguran al sentido que está repartido en todo el cuerpo: el tacto (Gn. 3:3, Jue. 16:26).
Podemos resumir algo de lo que hemos estudiado en un sinóptico sencillo, que nos permita una visión más
amplia del porqué del diseño divino. En el Tabernáculo hay muchos detalles que nos permiten estudiar lo
maravilloso de nuestro ser, podemos mencionar algunas cosas como semillas para desarrollar más adelante,
con la venia de Dios: En nuestro espíritu regenerado tenemos cinco sentidos espirituales, prefigurados por las
cuatro columnas que sostienen las cortinas de separación entre el lugar Santo y el lugar Santísimo y la
columna de fuego sobrenatural que brillaba de entre los querubines. En nuestra alma también tenemos cinco
sentidos, prefigurados por las cinco columnas de entrada al Lugar Santo. Los doce panes de la proposición
nos ilustran doce signos vitales de la mente. Las cuatro cubiertas de la tienda prefiguran las cuatro leyes que
rigen al hombre. Las cuatro columnas de separación entre el lugar Santo y Santísimo, también prefiguran los
cuatro temperamentos. Las siete lámparas del Candelero, prefiguran los siete anhelos del alma. Los
materiales también prefiguran cosas importantes: Los muebles de madera recubierta de oro, las naturalezas
humana y divina en el hombre regenerado; la luz del candelero, el carácter, y el incienso, la influencia, que
son los tres rasgos que determinan la personalidad, etc.
LUGAR SANTÍSIMO
LUGAR SANTO
ATRIO
ESPÍRITU
ALMA
CUERPO
IMAGEN
SEMEJANZA
IRREPRENSIBLE
PERFECTO
EN PROCESO
EN ESPERANZA
UNO CON CRISTO
MÁS DE CRISTO
TEMPLO DE DIOS
JUSTIFICACIÓN
SANTIFICACIÓN
GLORIFICACIÓN
PASADO
PRESENTE
FUIMOS LIBRADOS DE
LA CONDENACIÓN
ETERNA DEL PECADO
SOMOS LIBRADOS
DEL PODER DIARIO
DEL PECADO
FUTURO
SEREMOS LIBRADOS
DE LA PRESENCIA
DEL PECADO
ESQUEMA 3: OBRA DE LA SALVACIÓN EN CADA ÁREA PARA TODO EL SER
12
NUESTRO SER ES UN TABERNÁCULO
A: LUGAR SANTÍSIMO, TIPO DE NUESTRO ESPÍRITU
A:
A:L.L.SANTÍSIMO
SANTÍSIMO
1
1.
-FECTO,
EL ARCA DEL PACTO, FIGURA DEL CRISTO PER
CORAZÓN DE NUESTRO ESPÍRITU CON SUS TESOROS.
2.
LA NUBE O CHEKINNÁ, FIGURADE LA GLORIA DE DIOS
(JUNTO CON LAS CUATRO COLUMNAS DE SEPARACIÓN
PREFIGURAN LOS 5 SENTIDOS DEL ESPÍRITU).
2
B: LUGAR SANTO, TIPO DE NUESTRA ALMA.
5
3.
MESA DE LOS PANES DE LA PRESENCIA, TIPO DE LA
MENTE O INTELECTO.
4.
ALTAR DEL INCIENSO, TIPO DE LAS EMOCIONES O
CORAZÓN DEL ALMA..
B: L. SANTO
5.
CANDELERO, TIPO DE LA VOLUNTAD (SUS 7 LÁMPARAS
PREFIGURAN LOS 7 ANHELOS QUE ILUMINAN LA
VOLUNTAD)
6
6.
LAS 5 COLUMNAS DE ACCESO PREFIGURAN LOS 5
SENTIDOS DEL ALMA.
4
3
C: ATRIO, TIPO DE NUESTRO CUERPO.
7.
FUENTE DE BRONCE, TIPO DE LOS RIÑONES O FILTRO
QUE ELIMINA LAS IMPUREZAS DE LA SANGRE O VIDA., EN
DOS ÁREAS PRINCIPALES: MANOS (OBRAS) Y PIES
(CONDUCTA).
8.
ALTAR DE BRONCE, TIPO DEL CORAZÓN FÍSICO, DEL QUE
FLUYE LA SANGRE PORTADORA DE VIDA, Y MUESTRA LA
DISCIPLINA QUE PONE EN SERVIDUMBRE EL CUERPO
PARA SER EL BEHÍCULO DE MANIFESTACIÓN.
9.
EL PABELLÓN DE ACCESO O PUERTA DEL ATRIO
SOSTENIDO CON 4 COLUMNAS, PREFIGURAN 4 SENTIDOS
DEL CUERPO. EL SENTIDO DEL TACTO EN TODO EL
CUERPO ES PREFIGURADO POR LAS OTRAS 56
COLUMNAS QUE SOSTIENEN LA BARDA DEL ATRIO.
7
C: ATRIO
8
9
¿HAY CONTRADICCIONES EN LA BIBLIA?
No entender el diseño humano y la obra de Salvación que Dios planeó para entregarle, puede llevar a
aparentes contradicciones en la Biblia, pero al entenderlo, todo ocupa su lugar y podemos establecernos en un
sólido fundamento.
Con esto en mente vamos a contrastar 1 Jn. 1:8-10 con 3:9. Mientras que en la primera cita llama mentiroso
al cristiano que dice que no peca, en la segunda se asienta que el que es nacido de Dios no puede pecar,
sencillamente porque es nacido de Dios. Observa bien que están escritas en la misma carta del apóstol Juan.
Conocer las tres áreas de nuestro ser nos permiten despejar ésta aparentes incongruencia, ya que el nuevo
nacimiento es espiritual y en el espíritu no podemos pecar, pero en el alma debemos reconocer el pecado y
ser limpiados continuamente.
Veamos otra aparente contradicción:
13
Nota los siguientes textos, declaran sin lugar a duda que los cristianos ya son perfectos: Col. 2:10, 1 Co. 2:6,
He. 10:14, Fil. 3:15. Indudablemente se refieren a su espíritu regenerado, que ha sido hecho uno con Cristo,
perfecto, por lo tanto en su espíritu no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
Sin embargo, estos otros pasajes aseguran que aún no lo somos: Fil. 3:12, 1 Co. 13:9-10, Fil 1:6. Pasajes que
se refieren al alma del creyente, que está en proceso de ser perfeccionada, pero que va a depender de qué
tanto se somete a Dios y colabora con Él.
Un texto que parece poner en duda la obra de Cristo al darnos vida eterna y condicionarla a nuestra conducta,
es el siguiente:
“Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como hiere el aire: antes
hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a
ser reprobado.”(1 Co. 9:26-27).
Pudiera parecernos que el apóstol Pablo considera la posibilidad de que, si no se cuida, podría ser reprobado
o eliminado por Dios, no importando que él fuera quien enseñó el Evangelio a muchos. Pero es necesario
notar que el apóstol está hablando de una competencia en un estadio, en la cual hay un premio y exhorta a
todos los creyentes a correr de tal manera de obtenerlo, es entonces cuando explica lo que él hace para
asegurarse de no quedar descalificado o eliminado de la competencia. La palabra griega Adokinos traducida
como reprobado, o eliminado, como traduce la versión 1960, significa literalmente: “Sin opción al premio”.
Para abundar un poco más leamos otra Escritura de la misma epístola en el capítulo 3 los versículos 11 al
15:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno edificare
sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno será
manifestada; porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cual sea,
el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra
de alguno fuere quemada, será perdida, él empero será salvo, mas así como por fuego.”
Nota que la Salvación no está en juego sino las recompensas, y el fuego al que se refiere el pasaje no es el del
infierno sino el fuego del Tribunal de Cristo en aquel día. El oro, la plata y las piedras preciosas representan
las operaciones del Padre, el servicio del Hijo y los dones del Espíritu Santo, manifestándose con libertad en
el creyente dócil; el fuego no quema estos materiales, sino que los hace brillar más. En cambio la madera, el
heno y la hojarasca; que a mismo peso que las anteriores ocupan mucho más volumen, prefiguran en orden, el
esfuerzo humano por agradar a Dios (vida natural, la madera prefigura humanidad), la religiosidad que
pretende ganar buena opinión de los demás aparentando un nivel espiritual que no se tiene, y la carnalidad o
vida pecaminosa del creyente, que es basura, hojarasca que arde rápidamente. Estos tres materiales son
combustibles, el fuego revelará lo auténtico de lo aparente; lo que es resultado de la gracia o producto de las
habilidades naturales del hombre. En el cielo estarán muchos creyentes salvos pero sin galardones, mas otros
recibirán recompensas y alabanza de Dios.
¿Si no fuera así, que ventaja tendría el creer en Cristo respecto a vivir en la ley? La ley reformaba al hombre
poniendo un freno a sus inclinaciones al mal, la gracia en cambio regenera, nos da vida espiritual (Jn. 3:5-6).
Lo nacido del Espíritu, espíritu es, al ser salvo fui hecho hijo de Dios, renacido, regenerado, la semilla
sembrada en mi ser es su Palabra incorruptible, así que su naturaleza fue implantada en mi espíritu y en ella
está la vida indestructible del Hijo de Dios (1 P. 1:23), estábamos muertos en nuestros pecados y nos dio vida
(espiritual) juntamente con Cristo al perdonarnos (Col. 2:13).
Otro texto que turba el alma de muchos es el que el apóstol Pedro dice al referirse a los apóstatas usa
una comparación muy dura cuando dice:
14
“Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino, que después de haberlo conocido volverse atrás del
santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su
vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2 P. 2:20-22).
Todo es asunto de naturaleza. Recuerda que así como a los perros, por naturaleza disfrutan comer lo que
vomitaron, así el hombre natural disfruta el pecado que sabe que le hace daño, como el alcohol, el cigarro o
la fornicación. Si lavas a un puerco sabes bien que su naturaleza le llevará de nuevo a solazarse en el lodo.
Lo que el apóstol Pedro ilustra con el verdadero proverbio, es que la ley sólo logra cambios externos en las
personas, aún hoy en las iglesias hay gente reformada por la ley, religiosos que sin haber nacido de nuevo
pretenden por su propio esfuerzo agradar a Dios sin lograrlo. Ahora, si en nuestro espíritu ya recibimos a
Cristo, tenemos nueva naturaleza, perfecta y santa, y si como hijos de Dios fallamos, no lo disfrutamos como
antes, podemos pecar, pero eso provocará en nosotros gran pesar, porque hemos recibido una naturaleza
diferente, divina.
Ahora bien, aunque el cristiano recién nacido ya tiene un espíritu perfecto, en su alma es un bebé en Cristo, y
por lo tanto, sus primeros pasos implican entrar en un conflicto, porque a su naturaleza adámica le fue
añadida la divina; recuerda que “el que se une al Señor un espíritu es con Él” (1 Co. 6:17); a partir de ese
momento en su alma se librará una batalla entre las dos naturalezas (1 P. 2:11). Recuerda también como en la
epístola a los Gálatas 5:16-17, dice que estas dos fuerzas jalan en sentidos opuestos y nuestra voluntad puede
ser cautivada por aquella fuerza a la que nos sometemos (Ro. 6:16). Lo mismo entendemos en Romanos 7:14
al 25, hay un conflicto en el cristiano carnal, quiere pero no puede agradar a Dios y por ello se siente
miserable. Sin embargo en el capítulo 8, el apóstol nos da la solución, debemos mortificar la carne por medio
del Espíritu y no por esfuerzo propio, es decir, someter la naturaleza adámica por la nueva del Cristo que está
en nuestro espíritu (Ro. 8:13).
Insisto, si Cristo está en nuestro espíritu ya somos perfectos en Él (He. 10:14 y 12:23), es entonces cuando
nuestra alma está en posibilidad de ser perfeccionada mediante el proceso de Santificación, en la medida que
nos sometemos a Él, podrá ser llevada de la niñez a la madurez espiritual, superando por la gracia de Dios y
paulatinamente, todos esos problemas que mencionaste. Sin Justificación no puede haber Santificación.
Abre tu Biblia en 1 de Co. 3, y lee los primeros tres versículos, nota que el apóstol se refiere a los hermanos
de Corinto como cristianos carnales; tenían celos, pleitos y divisiones; eran niños en Cristo; salvos, pero
andaban como hombres naturales, eran bebés que “ensuciaban pañales” y hacían “berrinches”. Justificación
les había dado una posición en la familia como hijos, pero Santificación les iría dando una edad espiritual
en el alma.
En mi familia la edad de cada uno de mis hijos es diferente, pero en mi corazón todos tienen una misma
posición de hijos. En manera similar, siendo todos hijos de Dios al recibir a Cristo, nuestra edad espiritual es
diferente, lo cual no depende sólo del tiempo que llevamos de ser cristianos, sino además de nuestra docilidad
para recibir la Santificación. Esto último lo afirmo porque en Hebreos 5 del 11 al 14, San Pablo declara que
por el tiempo que llevaban de ser cristianos, ya deberían ser maestros, sin embargo, seguían siendo niños, a
los cuales aún les tenía que dar biberón porque no podían comer vianda sólida, reservada para los que han
madurado. No los condenó, los exhortó a ocuparse de su Salvación para ir adelante a la excelencia (He. 6:13).
Gálatas 4 del 1 al 3, explica que el cristiano bebé no difiere en nada del siervo (hombre natural sujeto a la
ley), ya que no puede ejercer sus derechos como heredero, y tiene que estar bajo tutores y cuidadores hasta
dejar la niñez. Así que el asunto no es si eres salvo o no, sino si eres bebé (alma carnal) o has madurado (alma
espiritual), y por lo tanto ya puedes ejercer tus derechos de hijo maduro.
Dime, ¿Qué hace Dios con los hijos que no quieren obedecer? ¿Cuáles medidas ejerces si tu hijo, después de
varias amonestaciones persiste en su necedad? ¿Lo matas acaso? ¿Le haces una transfusión de sangre para
que ya no lleve la tuya? ¿Deja acaso de ser tu hijo? ¡No, mil veces no!
15
El proceso de educación cristiana consiste en que al principio a un hijo se le enseña, luego se amonesta, se
reprende, se le advierte, lo que sigue si reincide intencionalmente en hacerlo mal, es la disciplina o castigo,
porque el amor tratará de esa manera de evitarle un mal mayor; todo ello, claro, orando por él, porque la
Biblia dice:
“Castiga tu hijo en tanto que hay esperanza, mas no se excite tu alma para destruirlo.” (Pr.. 19:18).
En la epístola a los Hebreos 12: 5 al 13, el apóstol muestra cómo la disciplina del Padre Celestial sobre
nosotros es una muestra de su amor; Dios azota a todo aquél que recibe por hijo, sólo los bastardos están
fuera del castigo. Él sabe que necesitamos ser disciplinados, porque es una manera de recibir su Santificación,
de lograr un fruto apacible de justicia. Los que somos ejercitados en el castigo, somos librados de cojear y
salir por lo tanto del camino, de que nuestras rodillas queden paralizadas y nuestras manos permanezcan
caídas, pues serán restauradas por la corrección. No somos bastardos, no somos pseudo cristianos, no somos
como perros o puercos, religiosos lavados sólo por fuera.
Por eso es que aquel hombre de Corinto que se atrevió a tomar a la mujer de su padre fue entregado a
Satanás, para destrucción de su carne, a fin de que su espíritu fuera salvo en el día del Señor (1 Co. 5:5). El
propósito no era que Satanás se lo llevara al infierno, sino que aquella pasión carnal que lo dominaba, fuera
quemada por la aflicción ocasionada por el mismo diablo, y entonces, arrepentido, fuera restaurado (2 Co.
2:6-11). Fue recibido nuevamente en la comunión de su iglesia y sus ministros, y bajo su protección el diablo
no podría tener ventaja alguna sobre él.
Es verdad que como afirma el apóstol:
“Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo, el Señor juzgará a su pueblo.” (He. 10:30-31).
Con ello nos asegura que si bien nunca nos vamos a perder, no por eso podemos hacer lo que sea, primero
porque tenemos una naturaleza divina que ahora nos llama hacia las cosas del espíritu, y segundo, porque
como sus hijos, su pueblo, él nos santificará por todos los medios de la gracia, incluyendo el castigo, si es
necesario (1 P. 1:6). ¿Recuerdas cómo vimos que Él nos creó a su imagen? Pero ¿Y qué de su semejanza?
Ésta se realiza en la medida en que nuestra alma se somete a su Santificación. En tu espíritu está Cristo como
el modelo perfecto para que tu alma sea transformada a su semejanza, más madurez es más semejanza con
Cristo. Romanos 8:29 muestra que la hechura de Dios es el proceso de transformación de nuestra alma a la
imagen de su Hijo, y en 2ª de Corintios 3: 17 y 18, menciona que somos transformados (metamorfosis en
griego) de gloria en gloria, al mirar a cara descubierta la gloria del Señor, y esto es por el Espíritu del Señor
que está en nuestro espíritu. Así que el creyente debe caminar mirando adelante, al blanco, olvidando lo que
queda atrás, a fin de alcanzar (por Santificación) aquello para lo cual fue alcanzado por el Señor (por
Justificación), el premio de la soberana vocación en Cristo Jesús (Fil. 3:13-14). El cristiano no camina por
temor del infierno, sus motivos son celestiales, va por la herencia, premios, galardones, recompensas, coronas
y por el trono mismo; porque quiere ser coheredero juntamente con Cristo, y aunque esto le signifique
sufrimiento como cristiano. ¡Vale la pena! (Ro. 8:16-18 y 2 Co. 4:15-18).
En 1ª de Tesalonicenses 5:23 dice:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
Este es el propósito de la Salvación, que tanto nuestro espíritu, como alma y cuerpo, sean perfeccionados para
cuando el Señor regrese. En nuestro espíritu ya somos perfectos, en nuestra alma estamos siendo
perfeccionados, y en nuestro cuerpo seremos perfeccionados, cuando lo corruptible sea vestido de
incorrupción y lo mortal sea absorbido por la vida, y de esa manera seamos librados de la presencia del
pecado (1 Co. 15:51-58).
Efesios 2:9 asegura que ahora mismo estamos sentados en lugares celestiales juntamente con Cristo, lo cual
es verdad, se ha dado en nuestro espíritu que es uno con el de Cristo.
16
También tenemos siete anhelos o instintos físicos, como el hambre, la sed, el sueño, el sexo, etc; siete anhelos
en el alma como el de supervivencia, de expresión, de seguridad, de lealtad, de poder, de conocimiento y de
aceptación; y siete más en el espíritu. Todo esto es muy importante conocerlo, para poder colaborar con Dios
en nuestra Santificación. Como es de esperarse, estos son otros bocados de vianda firme que requieren de
mucho tiempo y corazón abierto para digerirlos (He. 6:4-6).
Además debemos saber que dentro de los rudimentos del Evangelio, o las siete doctrinas del comienzo
enumeradas en Hebreos 6:1-2, se menciona la doctrina de bautismos, la cual nos enseña que hay uno para
cada área de nuestro ser, es decir, tres bautismos, y en fin, hay mucho más que forma parte de la gran
Salvación que Dios nos ha provisto en nuestro Señor Jesucristo, que es necesario conocer para caminar hacia
la madurez.
Cuando un cristiano está en pecado, pende sobre él el castigo de Dios, que puede llegar al extremo de la
muerte física prematura, lo que le evitará heredar las cosas espirituales y eternas que forman parte de nuestros
tesoros celestiales (Hch. 5:5). Dios en su infinita misericordia ha provisto la opción de que el creyente pueda
probarse a sí mismo, y después acercarse al trono de la gracia para comprobar su fidelidad y justicia, al
recibir por medio de su Sangre el perdón de sus pecados y la limpieza de su maldad (He. 4:15-16 y 1 Jn. 1:9,
5:16).
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17
FUNCIONES DEL ESPÍRITU HUMANO
El espíritu nos fue dado para poder relacionarnos con Dios que es Espíritu, es por medio de él que somos
conscientes de Dios (1 Co. 2:11-12). Pero como cuando el hombre pecó murió espiritualmente, es decir,
perdió esa cualidad de relacionarse efectivamente con Dios, se volvió un hombre animal o natural (Gn. 2:1617, Ef. 2:1, Col. 2:13). Así que Dios lo tuvo que regenerar mediante la Salvación para restablecer la relación
con él (Jn. 3:5-6, Tit. 3:5, 1 P. 1:3).
El hombre animal se mueve en sus sentidos naturales, pero nosotros debemos aprender a movernos por medio
de los sentidos espirituales que recibimos al renacer del Espíritu (1 Co. 2:14, Jn. 4:24, 1 Co. 14:14, 20, Ef.
4:17). Nuestra carne es incapaz, pero nuestro espíritu siempre está presto para su relación con Dios (Mr.
14:38).
De acuerdo a la Biblia, el espíritu humano tiene tres funciones esenciales:
1.- Es el aliento de vida o respiración (Gn. 2:7). Dios alentó soplo de vida, que es su espíritu (Gn. 7:22),
como el espíritu de todo ser vivo (Sal. 104:29, 146:3-4, Ec. 12:7, Job. 34:14-15). La carne si espíritu esta
muerta (Stg. 2:26). Este soplo divino hace la diferencia, y es lo que jamás podrán lograr los científicos en el
laboratorio. Pueden manipular las sustancias orgánicas y hasta la genética, pero no pueden dar vida o espíritu
a la materia.
2.- Es un lugar de habitación para Dios (Jn. 1:12-13). Es exclusivo del espíritu humano, que al ser
regenerado cumpla su propósito de ser un lugar para que Cristo entre en el creyente que le recibe como
Salvador. Es el nuevo nacimiento o renacer del Espíritu, ya que a nuestro espíritu viene a morar el Espíritu de
Cristo y se hace uno con Él (Jn. 3:3-8, 1 Co. 6:17, Gá. 4:6, Ef. 2:18). Al recibir al Espíritu de Cristo en el
nuestro, fuimos engendrados para ser hijos de Dios, puesto que tenemos su naturaleza y Él mora en nosotros
(Ro. 8:9-10, 1 Jn. 5:18). Por eso la Biblia declara a los hombres salvos como templos de Dios o morada de
Dios en el Espíritu (Ef. 2:21-22, 1 Co. 3:16).
3.- Es el lugar de revelación de Dios (Col. 2:3). Al estar Cristo en mí y estar en Él todos los tesoros de la
sabiduría y del conocimiento, dentro del espíritu de cada creyente está toda la provisión de Dios, para poderle
conocer por revelación, es una energía potencial que se irá liberando al alma, en la medida en que se rinde al
Espíritu Santo, que es el encargado de glorificar a Cristo en cada creyente (1 Co. 2:12, 16, Jn. 16:14). Así es
como se desarrolla la inteligencia espiritual (Jn. 14:26, Ef. 1:17-18, Col. 1:29, Gá. 2:1-2). Así como en el
Tabernáculo, el candelero de oro puro con sus siete lámparas de aceite alumbraba hacia su frente, tipo del
Espíritu Santo, donde estaba la mesa de los panes de la presencia, tipo de la Palabra de Dios; el Espíritu Santo
ilumina su Palabra en nuestra alma, para poder entender las cosas espirituales (Ex. 26:35, 25:37). Es por eso
que el bautismo con el Espíritu Santo es para el alma, para santificarla y revelar al Cristo que está en nuestro
Espíritu a nuestra alma.
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SIETE MINISTERIOS DEL ESPIRITU REGENERADO
Nuestra relación con Dios, que es Espíritu, se da mediante nuestro espíritu regenerado (Jn. 4:23). Mediante él
es que podemos ser ministrados para que nuestra alma sea transformada hasta ser semejante al Cristo perfecto
que entró a nuestro espíritu. Estos siete ministerios o servicios se realizan precisamente cuando andamos en el
espíritu (Gá. 5:16, 25, Ro. 1:9, Hch. 19:21, Fil. 3:3).
El capítulo 8 de la epístola a Los Romanos, nos muestra claramente estos ministerios del espíritu regenerado
del creyente:
1.- REDENCIÓN (Ro. 8:1-2). En Cristo fuimos librados de la ley del pecado y de la muerte, fuimos
Redimidos por la Sangre de Cristo, para poder andar en el espíritu (1 P. 1:2, He. 9:12, 12:24). Así como la
sangre del sacrificio era rociada en el propiciatorio en el lugar Santísimo, así la Sangre de Cristo nos fue
rociada para darnos eterna redención.
2.- JUSTICIA (Ro. 8:3-4). Lo que es imposible para la vida natural o de la carne, se logra por medio del
espíritu, viviendo una vida nueva (Ro. 8:10). El velo que separaba el lugar Santo del lugar Santísimo se
rasgó y recibimos libertad para entrar a la presencia de Dios y así alcanzar su justicia (2 Co. 3:8-11, 15-17).
Cristo es el único que cumplió cabalmente la ley de Dios y ahora vive en nuestro espíritu para llevarnos a
caminar en justicia (Ef. 2:10, He. 13:21).
3.- PODER INTERIOR (Ro. 8:5-7). Es vida y paz, fortaleza interior en el espíritu (Ro. 7:25). Poder que
fluye de tu espíritu a tu alma (Ef. 3:16, 2 Co. 4:16), siendo renovados por el ministerio del espíritu.
4.- EDIFICADOR DEL CREYENTE (Ro. 8:5-9, 28-29). El alma en sumisión al espíritu, está en continuo
desarrollo camino a la madurez espiritual (2 Co. 3:17-18). En nuestro espíritu está Cristo perfecto como
modelo, para que nuestra alma sea transformada a su semejanza.
5.- VIVIFICADOR DEL ALMA (Ro. 8:11). Ahora el Espíritu de Cristo vive en nosotros para impartirnos
vida y aliento nuevo cada que lo necesitamos, y también en aquel día cuando regrese y resucitemos (Ro.
8:23-25, 2 Co. 3:12,). Es una esperanza que nos permite caminar en su reposo cada día (Fil. 3:20-21, Col.
3:4).
6.- PODER EXTERIOR (Ro. 8:12-13). Es el poder para mortificar la carne o vieja naturaleza, haciendo
prevalecer al cristiano en victoria sobre sus propios deseos y concupiscencias (Gá. 5:24-25, 2 Co. 3:4-6, Col.
1:29).
7.- REVELACIÓN (Ro. Ro. 8:14, 16-17). Como la nube guiaba al pueblo de Israel por el desierto, El
Espíritu Santo, da testimonio a nuestro espíritu, de quienes somos en Cristo, de lo que es nuestro en Él y de
cómo podemos ejercer nuestros derechos hasta llegar a ser sus coherederos. Revelar, es descorrer el velo que
impedía que entráramos a su misma presencia para contemplar su gloria y eso es una realidad en Cristo (2
Co. 3:14-16).
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LOS NUEVE EQUIPOS DEL ALMA
De las tres áreas que componen nuestro ser, vemos que el alma es la parte imperfecta que requiere ser
transformada a la semejanza de Cristo, manteniendo la naturaleza adámica de pecado, es el lugar de conflicto,
el terreno o campo de batalla espiritual.
Nuestra alma es un área compleja. De hecho, el Salmo 139:14, en la revisión King James, establece esta gran
verdad “Te alabaré porque estoy compleja y maravillosamente formado”. El salmista sabía esta verdad y la
declaró por inspiración del Espíritu Santo. Una visión panorámica de la forma en que Dios hizo el alma es
muy importante. Nuestra alma está constituida de nueve diferentes equipos, que estudiaremos poco a poco,
dando un total de 48 partes en total, como las tablas de la estructura del Tabernáculo:
1° Corazón del alma: Donde se almacenan las cosas valiosas o de valor estimativo de la persona
2° Cinco sentidos del alma: Para relacionarse consigo mismo y con sus semejantes.
a)
b)
c)
d)
e)
Razón
Memoria
Imaginación
Conciencia
Afectos.
3° Cuatro leyes que rigen el alma:
a). Ley del pecado y de la muerte
b). Ley de la mente
c). Ley de fe
d). Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.
4° Siete Anhelos o instintos del alma:
a). Preservación o Supervivencia
b). Expresión
c). Seguridad
d). Fidelidad o Lealtad
e). Poder o Control
f). Conocimiento:
I. Por experiencia
II. Racional
III. Por revelación.
g). Atención o Aceptación:
I. Por identidad
II. Por criterio
III. Por intimidad o amistad
IV. Por destino.
5° Facultades Directivas del alma:
a). Mente, intelecto
b). Voluntad
c). Emociones.
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6° Características de la vida del alma:
a). Naturaleza o nombre
b). Carácter
c). Influencia.
7° Cuatro Temperamentos del alma:
a). Extrovertido (Sanguíneo)
b). Orientado a metas (Melancólico)
c). Introspectivo (Flemático)
d). Visionario (Colérico).
8º Doce principios de vida del alma:
a). Toda vida surge de otra vida
b). Toda vida responde a estímulos exteriores.
c). Todo ser vivo se replica a sí mismo.
d). Todo ser vivo se repara a sí mismo.
e). Todo ser vivo tiene homeóstasis (poder de adaptación al medio).
f). Todo ser vivo tiene células.
g) Todo ser vivo se desarrolla.
h).Todo ser vivo tiene energía.
i). Todo ser vivo tiene patrones genéticos.
j). Todo ser vivo es único.
k).Todo ser vivo tiene carga eléctrica.
l). Todo ser vivo tiene enzimas (se nutre).
9º Nueve actitudes del alma: Nueve bienaventuranzas
a). Pobreza de actitud.
b). capacidad de soportar.
c). Mansedumbre.
d). Hambre y sed de justicia.
e). Misericordia.
f). Limpieza de corazón.
g). Pacífica.
h). Disposición a padecer persecución.
i). Disposición al vituperio.
Con esta visión de conjunto, podremos estudiar en la Biblia el maravilloso plan de Salvación que Dios trazó
para el hombre y el porqué fuimos creados, formados y estamos siendo hechos a su imagen y conforme a su
semejanza.
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EL CORAZÓN DEL ALMA
En hebreo corazón es Labe, que significa: la parte más profunda del alma (Gn. 6:5, Is. 35:4); y en griego es
kardia (Lc. 8:12), que se deriva de Kar, que literalmente significa corazón, y dia, que al unirse se traduce
como el lugar donde reciden los pensamientos y sentimientos; de modo que en el corazón se guardan los
pensamientos y sentimientos más valiosos o tesoros de la persona.
Es frecuente encontrar en la Biblia referencias al corazón, donde se relaciona con la mente (Gn. 6:5), otras
referencias donde se habla del corazón como las emociones (Gn. 27:41, Ex. 4:14), y otras más donde se
relaciona el corazón con la voluntad (Ex. 4:21).
Lo cierto es que el corazón es la parte más profunda del alma, donde se guardan todas aquellas cosas que se
consideran tesoros o cosas de mucho valor estimativo, las cuales pueden ser buenas o malas, es como un gran
cofre de tesoros donde están los valores morales y espirituales de la persona, pero también las cosas
pecaminosas que han afectado la vida y ha decidido guardar dentro de sí (Mt. 12:35, 15:18-20, He. 4:12, 2 P.
2:14).
Es también importante identificar que esta parte más profunda del alma, también se conoce como espíritu del
alma o actitud, derivada de lo que la persona tiene en su interior y rige su conducta (Ef. 4:22-24). El hombre
muchas veces cede a su corazón y cae en dolores innecesarios, porque es muy engañoso (Jr. 17:9, Pr. 27:19).
Dios conoce los secretos del corazón (Sal. 44:21) y quiere renovar el corazón del hombre que le recibe como
su Salvador (Sal. 51:10, 17, 119:32, Ro. 6:17, 10:9, Mr. 11:23, Hch. 11:23, 2 Co. 3:3, 1 Ti. 1:5, 2 Ti. 2:22,
He. 10:22).
Es la responsabilidad del creyente mantener su corazón limpio delante de Dios, así conservará su libertad y
bendición (Sal. 119:112, 139:23-24, He. 13:9, 1 P. 1:22, 3:4, 8, 1 Jn. 3:20-21).
Es a este corazón al que hay que guardar, no refiriéndose al músculo físico, sino al corazón del alma, porque
de él mana la vida, por lo cual no hay que entregarlo fácilmente, pero Dios nos pide que se lo demos por
entero a Él (Pr. 4:23, 23:26). Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas, nos
habla de hacerlo con todo nuestro ser: las fuerzas o poder son físicas, el alma se refiere a la mente y el
corazón a las emociones y voluntad (Dt. 6:5, Mt. 22:37, Mr. 12:30, Lc. 10:27).
Es en lo profundo del corazón donde Dios se revela desde nuestro espíritu, es por eso que debemos abrirlo a
Él con confianza (Pr. 19:21, 20:5) y mantenerlo puro en todo tiempo (Sal. 24:3-5, Fil. 4:8).
LAS FACULTADES DEL ALMA
En el alma somos conscientes de nosotros mismos, cuenta con tres áreas principales donde radican sus
facultades, que hacen de cada ser humano alguien único: Su mente, sus emociones y su voluntad, es decir, lo
definen como persona, mediante lo que piensa, siente y actúa. Como vimos anteriormente, al estudiar la rica
simbología del Tabernáculo, el alma está prefigurada por el Lugar Santo, así cada uno de sus tres muebles,
representa a cada área del alma:
LA MESA DE LOS PANES
LA MENTE O INTELECTO
EL ALTAR DEL INCIENSO
LAS EMOCIONES
EL CANDELERO DE ORO
LA VOLUNTAD.
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1. LA MENTE (Job. 34:32-35).- Es la parte del alma donde se encuentra la inteligencia o capacidad de
comprender las ideas y los conceptos, en ella se generan los pensamientos (Sal. 94:11, 1 Ry. 18:21, 1
Cr. 28:9). Cuando el hombre pecó, su mente se depravó o perdió su capacidad de comprender las
cosas de Dios o espirituales (Ro. 1:21-22, 28, Tit. 1:15, Mt. 16:23, 1 Co. 2:14).
Dios quiere renovar nuestra mente y cuando recibimos a Cristo pone en nuestro espíritu un nuevo
molde para que nuestra mente se vaya conformando a él (Ro. 12:1-2). Es por eso que Dios requiere
de nuestra alabanza, para poder ministrar a nuestra mente el entendimiento renovado (1 Co. 14:15,
Mr. 12:30), para que lleguemos a tener la mente de Cristo y ser así hombres espirituales (1 Co. 2:16,
Col. 1:9).
Dios tiene para la mente del creyente un verdadero alimento que supla su necesidad de conocimiento
y de entendimiento, mediante la verdad de su Santa Palabra, tipificada por los doce panes de la
proposición que se ponían sobre la mesa en el lugar Santo cada día de reposo, y los comían los
sacerdotes cuando eran quitados para poner los panes calientes (Lv. 24:5-6, 21:22). El pan de la
presencia, es la Palabra de Dios, alimento para sus sacerdotes del Nuevo Pacto, que somos los
creyentes en Cristo (1 P. 2:5, Ap. 1:6, 5:10).
2. EMOCIONES (2 Ts. 2:2).- Es la parte del alma donde residen los sentimientos, tales como el amor o
el odio, el gozo o la tristeza (Sal. 88:9, Ro. 12:15, Fil 2:17-18, 27-28), la dulzura o la amargura, la
angustia o la paz, etc. Cuando el pecado entró, las emociones se volvieron un caos (Gá. 5:20-21, Mt.
5:43-48). La Biblia se refiere a ello muchas veces como el corazón (Gn. 50:21, Ex. 4:14, Lv. 19:1718).
Dios quiere que abras tu corazón a Él para que pueda compartir contigo las emociones de Cristo (1
Jn. 4:20, Gá. 5:26, Fil 4:4, 3ª Jn. 3-4).
El incienso encendido que elevaba su perfume en el Lugar Santo, delante del Arca del Pacto, figura
de Cristo glorificado, prefigura nuestro culto a Dios, es decir, nuestras emociones derramadas ante Él
en adoración, alabanza y acciones de gracias (Sal. 62:8, Ro. 12:1-2, 13:15). Que como el incienso
suelta su perfume cuando cae sobre las brasas encendidas del altar, la alabanza más pura sale del
corazón en medio del fuego de la prueba (Ap. 5:8, 8:3-4, 1 Ts. 1:2, Hch. 16:23-26).
3. VOLUNTAD (Ex. 25:2).- La voluntad es la capacidad de decidir, su libre albedrío, es decir, la
voluntad se alimenta de la mente y de las emociones para poder escoger que hacer (Dt. 30:19, Jue.
5:2, 2 Sm. 24:12). Esta fuerza directriz del alma, como el volante de un coche, determina el rumbo
que la persona quiere tomar (He. 11:25, 1 Jn. 2:17, Stg. 1:25, 1 Co. 7:37). En cuanto a Dios, la
voluntad del hombre quedó atrapada por el pecado e impedida de actuar libremente para hacer lo que
realmente quiere (Ro. 7:15-21).
Dios quiere que el hombre rinda su voluntad en fe para que Él lo pueda bendecir (Sal. 91:14-15, Ro.
6:16). Cuando uno decide hacer lo correcto, contará con la gracia de Dios (Sal. 84:10, Hch. 4:19,
5:32, Ef. 6:6-8, 1 P. 1:2, 22).
El candelero de oro con sus siete lámparas alumbrando hacia su frente, llenas del aceite santo, hecho
de una sola pieza, de un talento de oro puro, es una figura del Espíritu Santo, pero también de cómo
rendir nuestra voluntad a Él. Sus siete lámparas prefiguran los siete instintos o anhelos del alma que
regulan su voluntad. De ello estudiaremos con detalle más adelante.
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LOS SENTIDOS DEL HOMBRE
ESFERAS DE RELACIÓN
1. EL CUERPO
El cuerpo es el medio o vehículo de manifestación, a través de él es que podemos actuar las cosas
que pensamos o sentimos en el alma (2 Co. 5:10). Dios le dio al hombre cinco sentidos en su cuerpo
para establecer su relación con el mundo (Nm. 13:27-34, Mt. 14:30). Cuatro sentidos se ubican en la
cabeza y el otro en las manos, aunque está distribuido en todo el cuerpo (Sal. 115:5-7, 1 Co. 12:1517): Vista (ojos), oído (oídos), gusto (boca), olfato (nariz), tacto (manos), por medio de ellos,
vemos, oímos, saboreamos, olemos y palpamos.
La Biblia abunda en ilustrar el uso de los sentidos físicos, como ventanas que abastecen al cerebro
de toda la información necesaria para relacionarnos con el mundo:
La vista.- Los ojos son órganos que procesan la luz y distinguen formas, colores, aspecto, distancia
de las cosas materiales que nos rodean (Ec. 1:8, Gn. 2:9, Mt. 6:22-23). Por eso se les llama la
lámpara del cuerpo. El hecho de que sean dos, nos permite ver en tres dimensiones y percatarnos de
la distancia entre los objetos, un diseño maravilloso y específico para las tareas del hombre. Hay
diseños de ojos muy distintos entre las diferentes especies, con diferente rango de percepción de las
frecuencias luminosas, y ángulo visual, de modo que ven más o menos que el hombre, pero a veces
sin poder distinguir la gama de los colores.
El olfato.- La nariz mediante sus fosas nasales detecta los olores y determina el estado de las cosas,
es un sentido que discierne lo bueno de lo malo, es decir, lo que está descompuesto y lo que está en
buen estado. Muchas sustancias despiden olores, sobre todo las orgánicas que son perecederas,
como los alimentos, los cuerpos, las plantas, etc, por lo que el olfato nos protege de comer cosas en
mal estado o contaminadas (Pr. 27:9, Jn. 11:39, Fil. 4:18,Est. 2:12). El olfato es muy sensible por lo
que se atrofia fácilmente; si alguien permanece mucho tiempo en un ambiente nauseabundo, pierde
la capacidad de percibirlo, por ejemplo, cuando entras a un salón sin ventilación donde por tiempo
han permanecido algunas personas, percibirás su mal humor, que ellas ya no perciben, y al poco rato
tampoco lo notarás.
El oído.- Las orejas son el acceso de los sonidos al oído que a su vez proporciona al cerebro para
que los identifique y los procese como ruido, voz, música, etc. En este sentido se controla el
equilibrio del cuerpo para que pueda mantenerse erecto (1 Cr. 17:20, 2 Sm. 7:27, Job 36:15). El
alma puede elegir a que pone atención y a que no (Ap. 3:6, Sal. 94:9, 107:27-30, Pr. 18:15, Jn.
8:43).
El gusto.- La boca, formada por los labios, la lengua, los dientes y el paladar, le permiten al cuerpo
comer, hablar y soplar, pero en especial, está dotada de las papilas gustativas en la lengua y el
paladar, puede saborear o diferenciar los sabores de los alimentos y seleccionar lo que le gusta: Lo
dulce, lo amargo, lo ácido, lo picante, lo salado, etc. (Pr. 24:13, Nm. 11:5-8, Jn. 2:9-10, Is. 7:14-15).
Este sentido también es susceptible de modificar su capacidad de análisis gustativo, cuando
frecuentemente se expone a determinados sabores irritantes. Por ejemplo, el picante produce un
24
efecto inhibidor del gusto, de modo que los alimentos sin chile parecen insípidos a quienes se
acostumbran a él; o a las cosas calientes, o ácidas, etc.
El tacto.- Este sentido está distribuido por todo el cuerpo mediante terminales nerviosas, pero en
especial en las yemas de los dedos, para proporcionarle a las manos, como poderosas herramientas,
la manera de sentir temperatura, superficies, formas y consistencia, es decir: frío, calor, aspereza y
dureza de los objetos (Mr. 5:31, Jn. 20:25-27, Lc. 24:39).
Los cinco sentidos le dan al cuerpo una perfecta relación con el mundo, pero cuando alguno de ellos
es deficiente o se atrofia, los demás sentidos se agudizarán para compensar su falta. La falta de un
sentido restará seguridad al cuerpo y limitará su interacción.
2. EL ALMA
El alma es la persona misma, con todas sus características: mente, sentimientos y voluntad. En
manera similar que los sentidos físicos, los sentidos del alma le permitirán desenvolverse con
seguridad en el ámbito mental, para relacionarse consigo mismo y con sus semejantes, así también
complementarán a los sentidos físicos para una relación integral perfecta entre ambas esferas de
relación, como lo están el cerebro y la mente. Obviamente el pecado vino a distorsionar al alma, de
manera que sus sentidos fueron afectados (Mt. 16:23, Ro. 7:18-20).
Imaginación.- Es un sentido que actúa en la mente como la vista del cuerpo, ya que genera
imágenes mentales de las cosas que piensa o recuerda, permitiéndole ser creativo y concretar las
ideas (Hch. 17:29, Pr. 18:11, Jr. 13:10, Job 4:13, Dn. 4:5, 1 Cr. 28:9).
Conciencia.- Es a la mente como el olfato es al cuerpo, pues sirve para diferenciar el bien del mal,
así que justifica o condena a la persona según su proceder (Jn. 8:9, Ro. 2:14-15), y le fue dada para
guardar a la persona de la maldad y sus consecuencias. Como el olfato, la conciencia también se
atrofia si se le expone continuamente a ambientes contaminados y deja de discernir el bien del mal,
lo que corrompe su conducta y lo vuelve inmoral (Ef. 4:19, 1 Co. 8:7-13, 1 Ti. 4:1-2, He. 3:12-13,
Tit. 1:15-16). La conciencia puede ser restaurada mediante el perdón de Dios (He. 9:14, 10:22). Con
la conciencia limpia podemos servir a Dios con libertad (He. 13:18, 1 P. 3:16, 1 Jn. 3:19-22). El
Espíritu Santo testifica a nuestra conciencia la verdad para que caminemos en ella (Ro. 9:1).
Memoria.- Es el almacenista de la mente, guardando los recuerdos en el archivo del cerebro y
trayéndolos cuando se requieren, para aprovechar las experiencias previas y aprender las lecciones
del pasado. Es una base de datos donde se aloja todo el conocimiento adquirido, necesario para que
la mente realice el proceso de aprendizaje y desarrollo de sus proyectos (Sal. 145:7, 77:10-11, 20:7).
La memoria asimila la información mediante repetición (Ex. 17:14, Dt. 6:6-9, 1 Cr. 16:11-15).
Como el oído, así la memoria, es el sentido del equilibrio, pues da balance a los pensamientos al
tener presente todo lo aprendido; olvidar o perder la memoria sobre algo saca al alma de balance y la
limita (2 P. 1:9, Sal. 103:1). Dios quiere bendecir la memoria (Pr. 10:7, Jn. 14:26).
Razón.- El paladar del alma, que antes de aceptar pensamientos, ideas y conceptos, los analiza o
somete a juicio y después elige (1 Co. 10:15). Pensar es someter a un análisis lógico toda la
información que le llega a la mente e ingerir sólo aquello que considera razonable (Pr. 24:13-14,
Hch. 17:2). El pecado trastorna la mente (Ef. 2:1-3). Cuando la razón se envanece, no funciona para
lo que nos fue dada, como la boca que escoge lo sabroso sobre lo nutritivo (Ro. 1:20-22, Ef. 4:17-
25
18, 1 Co. 3:19-20, Dn. 4:34-37). Dios quiere renovar la razón, para lo cual es necesario rendirla a
Dios (Ro. 12:1-2, Ef. 4:20-23, 1:18, 1 Co. 2:14-16).
Afecto.- El sentido del afecto es el tacto del alma, con él siente lo suave o áspero de las relaciones
con los demás, como el cariño, el odio, la alegría, la tristeza, la ira, los celos, el placer, el dolor, la
envidia, los deseos, etc. (Stg. 4:1-4). Cuando el afecto se enferma, el alma se enferma y el cuerpo lo
resiente (Mt. 18:32-35), por lo cual es necesario practicar el perdón que sana (Mt. 6:14-15, Stg. 5:9,
16, Ef. 4:32). Como a los demás sentidos del alma, Dios quiere purificarlo para que pueda funcionar
bien (Ro. 12:10, Mr. 12:30, 1 Jn. 4:19, Col. 3:8, He. 12:15).
3. EL ESPÍRITU
Cuando el hombre pecó se cumplió la sentencia divina de muerte o separación, la cual no se dio en
el cuerpo, ni en el alma, pues Adán siguió obrando y pensando, pero espiritualmente murió al
separarse de Dios, convirtiéndose en un hombre animal o del alma, en quien su espíritu se redujo a
ser el aliento de vida.
Si Dios es Espíritu, es necesario que el hombre le adore en espíritu y verdad (Jn. 4:23-24), así que
Cristo vino para regenerar nuestro espíritu y restablecer la relación rota por el pecado mediante el
perdón (Col. 2:13, Ef. 2:5, 1 P. 1:3, 23, Jn. 3:3).
Esta vida nueva o nueva criatura es exclusiva del creyente renacido, su espíritu se ha unido al
Espíritu de Cristo y mantendrá con Él una comunión inquebrantable (1 Co. 6:17, 2 Co. 5:17).
Espiritualmente Él está donde estamos en el mundo y nosotros estamos donde Él está en los cielos
(1 Jn. 4:17, Ef. 2:6). Nuestro espíritu es perfecto porque en él está un Cristo perfecto (He. 10:1, 14,
12:23).
El hijo de Dios tiene vida en su espíritu, pero tiene que aprender a caminar en su espíritu para poder
someter su alma y su cuerpo y ponerlos al servicio de Dios (Gá. 5:16-18, 25, Ro. 8:1, 5-6, 13-14, Ef.
5:8-10, Col. 3:1-5).
Para que esta comunicación se dé, Dios dotó a nuestro espíritu de cinco sentidos, que en manera
similar que los sentidos naturales en el cuerpo y el alma, permitirán que el hijo de Dios se
desenvuelva con seguridad en el ámbito espiritual y celestial, teniendo predominio sobre los
espíritus demoníacos o inmundos, y contando además con el servicio de los ángeles o espíritus
celestiales (1 Jn. 4:4, He. 1:13-14).
Fe.- Por el sólo hecho de haber nacido de Dios tenemos fe, que es la vista de nuestro espíritu para
ver a Dios y las cosas invisibles y eternas que Dios nos revela en su Palabra (1 Jn. 5:4, Ef. 3:12, 2
Co. 4:13, 18, Hch. 17:31). El creyente debe caminar por fe y no por vista, que es el sentido natural
que corresponde (2 Co. 5:7, He. 11:1). Su fe opera en nosotros al caminar en el espíritu, y podemos
ver con los ojos naturales lo que creímos o vimos primero con la fe (Hch. 3:16).
La fe puede bloquearse cuando andamos en la carne y dejaremos de ver al Señor, pero andando en el
espíritu siempre veremos con los ojos de Dios y tendremos visión espiritual (He. 12:14, 2 P. 1:8-11),
por lo tanto debemos ungir nuestros ojos espirituales con colirio del Espíritu o gracia, para recuperar
la visión (Ap. 3:18).
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Temor de Dios.- No se refiere a miedo, que es una emoción del alma que nos aparta de Dios (Gn.
3:10), sino al sentido espiritual que nos acerca a Él (Ex. 20:20, Sal. 130:4, Pr. 14:26). Es una
conciencia espiritual de la grandeza de Dios que repele todo aquello que no es de Dios, como el
pecado (Pr. 8:13, 16:6). El hombre natural no tiene temor de Dios (Ro. 3:18), pero el que es nacido
de Dios sí (Jr. 32:39-40). Es por el temor de Dios que podemos aspirar a la santidad y su servicio
verdadero (2 Co. 7:1, He. 12:28). Aun en nuestra vida natural podemos ser buenos trabajadores,
cuando tenemos esta conciencia espiritual de que Dios está siempre con nosotros (Co. 3:22).
Cuando la iglesia estaba descuidando este sentido, Dios lo reactivó mediante un juicio, lo que
permitió a Dios volver a obrar con libertad, porque todos estaban conscientes de su real presencia
(Hch. 5:10-12).
La función principal de este sentido, para mantenernos conscientes de Dios es la adoración (Sal. 5:7,
Jn. 4:24, Hch. 9:31).
Esperanza.- El que ha recibido a Cristo en su espíritu tiene una esperanza viva operando en él que
lo relaciona con la gloria de Dios (1 P. 1:3, Col. 1:27, 1 Ti. 1:1); es como un telescopio que pone a
nuestro alcance lo porvenir, lo permanente, lo que trasciende lo terreno y temporal de la vida natural
(Ro. 5:2, 8:23-25).
Como el oído y la memoria, así la esperanza, proporciona un equilibrio verdadero al creyente,
porque es una expectación gozosa del cumplimiento de las promesas de Dios y de sus propósitos
eternos (Ro. 12:12, 1 Jn. 3:1-3). La esperanza es el oído del espíritu que reconoce la voz del Buen
Pastor y lo sigue a los lugares altos y un día escuchará la trompeta que antecederá a su gloriosa
venida (Jn. 10:2-5, 2 P. 3:12-14).
Intuición.- Es un conocimiento íntimo y espontáneo de alguna verdad que viene a nosotros con
claridad sin el auxilio de la razón; es entonces la razón o inteligencia del espíritu regenerado de todo
aquel que ha nacido de nuevo (Col. 1:9, 1 Jn. 4:6).
El conocimiento de Dios es inalcanzable por la mente humana, son cosas misteriosas, es decir,
impenetrables por la razón, por lo que a la mente natural las cosas espirituales le son locura, y sólo
el salvo puede entenderlas, porque ha recibido la mente de Cristo (Dt. 29:29, Dn. 2:22, Is. 55:9, 1
Co. 2:10-13, 16, Mt. 11:25-27). Cuando Cristo resucitó, abrió los sentidos espirituales de sus
discípulos para que comprendieran la obra de redención, hasta entonces nacieron de nuevo (Lc.
24:45).
La revelación es entonces la función de este sentido, que elimina los misterios y nos establece en la
verdad (Ef. 1:17-19, Mt. 16:17, Gá. 1:12).
Amor.- Todo nacido de Dios tiene esta capacidad espiritual (1 Jn. 5:1-2, 4:7-8, 12, 16, 19). Como
los otros sentidos espirituales, el Espíritu Santo nos activó en esta nueva vida para llevarnos a la
plenitud (Ro. 5:5, Ef. 3:17-19). Ese es el amor de arranque o primer amor que nunca debemos
bloquear con la carne, es el amor divino y sacrificial que llevó a Cristo a la Cruz y a nosotros a la
entrega total (Jn. 3:16, Ro. 5:8, 2 Co. 5:14-15, Ap. 2:4).
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El amor humano nacido del afecto natural, es voluble, egoísta y convenenciero, pero el amor divino
puesto en el espíritu regenerado, es intenso, permanente y de entrega total, capaz de amar al pecador
y a nuestros enemigos (Mt. 5:43-48).
Estos cinco sentidos espirituales operan conjuntamente, de modo que debemos mantenernos activos
espiritualmente (He. 11:1, 1 Co. 13:7, Gá. 5:6, Ro. 4:18).
II. EJERCICIO DE LOS SENTIDOS ESPIRITUALES
El hombre natural se mueve en sus sentidos naturales del cuerpo y del alma, pero el cristiano, que
tiene un espíritu regenerado, cuenta con cinco sentidos espirituales que lo relacionan con Dios.
ESPÍRITU
ALMA
fe
temor de Dios esperanza
imaginación conciencia
intuición
amor
memoria
razón
afecto h. renacido
oído
gusto
tacto
h. natural
CUERPO
vista
olfato
Por medio de los sentidos del cuerpo nos relacionamos con el mundo que nos rodea.
Por medio de los sentidos del alma nos relacionamos con las personas.
Por medio de los sentidos del espíritu nos relacionamos con Dios.
El diablo conoce las necesidades humanas que sólo en el espíritu se pueden satisfacer, por lo que
imitará los sentidos del espíritu regenerado para amortiguar su necesidad mediante paliativos.
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La “fe” del hombre natural se basa en su imaginación y la concreta mediante objetos visibles
(superstición): ídolos, fetiches, amuletos, etc.
La “adoración” del hombre natural se basa en el miedo y se expresa mediante velas,
inciensos, danzas y sacrificios, denominador común de todas las religiones.
La “esperanza” del hombre natural se apoya en fascinantes mitos como la reencarnación o el
culto a los muertos; es una falsa estabilidad respecto al más allá.
El ocultismo ofrece a la razón una “revelación”, lo cual hace de las castas sacerdotales una
elite con acceso a conocimientos secretos: sectas de ocultismo, logias, órdenes eclesiásticas,
etc.
El “amor” del hombre natural es su propio efecto basado en el egoísmo que lo lleva a odiar
lo que no concuerda con sus creencias. Los fanáticos matan por sus dioses, los cristianos
mueren por el suyo, motivados por el verdadero amor.
El cristiano bebé o carnal, se mueve como el hombre natural y debe madurar para aprender a
someter sus sentidos naturales a sus sentidos espirituales (1 Co. 3:1-3, Gá. 5:14, Ef. 4:17, 21-23, He.
5:14, Is. 65:2, Ro. 8:14).
El servicio a Dios no es un despliegue de habilidades naturales, sino es moverse en el espíritu
regenerado donde Cristo vino a morar (Ro. 1:9, Fil. 3:3, 1 Co. 6:20).
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Cuando Cristo resucitó y sopló el Espíritu Santo sobre sus discípulos, los hizo nacer de nuevo, les
abrió sus sentidos espirituales para recibir entendimiento de las verdades del Reino de Dios (Jn.
20:21-23, Lc. 24:45-47). Es entonces que recibieron la habilidad de relacionarse con Dios para
moverse en el reino espiritual.
(Mr. 16:16-18) Estas cinco habilidades se muestran en todos los creyentes como señales, cuando
obedecen la encomienda de propagar el Evangelio, independientemente de los nueve dones
espirituales que reparte el Espíritu Santo sobre los miembros de cada iglesia local para que
funcionen como cuerpo (1 Co. 12:7-12).
Echarán fuera demonios
Hablarán nuevas lenguas
En mi nombre (naturaleza): Tomarán en sus manos serpientes
Si bebieren cosa mortífera, no les dañará
Sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.
1.- Echarán fuera demonios. Someter a Satanás y sus huestes requiere de autoridad espiritual, la
cual todos los salvos recibieron al nacer de nuevo (Col. 1:12-13, He. 11:1-3). Todos los creyentes
tienen fe (obvio) como un sentido de su espíritu, así que tienen autoridad para expulsar al diablo,
porque el que está en ellos es mayor que el que está en el mundo, y también vencen su sistema
mediante la fe (1 Jn. 4:4, 5:4-5). Cristo ejerció autoridad sobre los demonios con la Palabra (Mr.
1:27, Mt. 8:16). El creyente también libera la potencia del evangelio al declarar la Palabra (Ro. 1:1617).
(Mr. 9:17-29) Notemos varias cosas en esta expulsión de un demonio:
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El demonio hizo su espectáculo y captó su atención por los ojos de los discípulos
paralizándolos, por lo cual perdieron su autoridad y no lo pudieron echar fuera.
El Señor les llama generación infiel (incrédula). El demonio vuelve a hacer su show ante Él,
desgarrando al joven, azotándolo y echando espumarajos, pero el Señor no se impresiona.
El padre del muchacho le pide tener misericordia y el Señor le da la clave: “si crees, todo es
posible”.
El padre cree, pero duda por lo que ve, así que pide que le ayude a creer.
El Señor reprende al espíritu mudo y sordo (no oía ni hablaba) pero la autoridad de Cristo lo
sometió.
El espíritu clama (habla), desgarra al muchacho y lo deja como muerto. Todos observan y
piensan que está muerto.
El Señor le toma de la mano lo jala hacia arriba y el muchacho se levanta.
Los discípulos le preguntan porqué ellos no pudieron echarle fuera, y Él les responde que ese
género con nada puede salir, sino con oración y ayuno. En Mt. 17:19-21 nos amplía el
panorama al decirles que por su incredulidad es que no pudieron, porque la fe rompe los
imposibles, y les aclara que ese linaje no sale sino por oración y ayuno.
La clave es fe, ese género o linaje de demonio no sale con nada excepto con la fe que lo somete, la
que se libera mediante consagración del creyente (oración y ayuno).
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La imaginación sin control bloquea la fe. Cuando la vista alimenta la imaginación, la limita a lo
natural; cuando la fe alimenta la imaginación, la controla y la anticipa a lo que va a suceder cuando
hable en fe. En la liberación vemos a un Cristo que no hizo caso a lo que veían sus ojos, porque
miraba con su espíritu lo que Dios le mostraba y sometió su imaginación (Is. 42:19-20, Jr. 13:10,
Hch. 17:29-31, 2 Co. 5:7).
La oración nos centra en Dios (He. 11:6, Jn. 14:12-14), el ayuno sensibiliza el alma hacia las cosas
espirituales (la pone en estado de alerta o vigilia por el instinto de supervivencia). Eso es mortificar
la carne por el espíritu para manifestación de vida abundante (Ro. 8:12-14).
2.- Hablarán nuevas lenguas. Cuando un hombre ha nacido de nuevo, en su espíritu ha recibido el
sentido del temor de Dios para estar consciente de Él y poder adorarle (Sal. 5:7), es la conciencia
espiritual de Dios y de su reino inmóvil, que nos permite servirle en su gracia y suficiencia (Sal.
2:11, He. 12:28, 2 Co. 2:15-16, 3:5-6).
Cuando recibe el bautismo en el Espíritu Santo, el Espíritu Santo dispara los cinco sentidos del
espíritu regenerado del creyente y en especial libera la habilidad de hablar en otras lenguas, para
hablar a Dios, no a los hombres, esto es orar con el espíritu, es el espíritu del creyente el que ora;
hay que orar y cantar con nuestro espíritu (1 Co. 14:2, 14). Dios busca adoradores verdaderos que lo
hagan en espíritu y verdad (Jn. 4:23-24).
La conciencia natural en el alma, discierne el bien del mal y nos fue dada para evitarnos los peligros
del mal; pero como vimos, la conciencia se contamina, se ensucia y hasta se cauteriza, dejando al
hombre expuesto al mal y al malo, por lo que Dios tiene que limpiarla continuamente mediante la
Sangre de Cristo (He. 9:14) y mantenerla limpia mediante el temor de Dios (2 Co. 7:1-2). Es decir,
así como la conciencia nos fue dada en lo natural para evitar el mal y sus efectos, el temor de Dios le
es dado a los hijos de Dios para caminar en sabiduría, escogiendo la bueno y desechando lo malo
(Pr. 8:13, 1:7, 3:19-26, 4:12). Los beneficios de hablar en lenguas son por caminar en su temor,
sirviéndole con libertad, caminando en su presencia. El olfato y la conciencia son susceptibles de
corromperse, pero cuando el temor de Dios los controla, el creyente sirve con libertad.
3.- Tomarán en sus manos serpientes. Quitarán, dice la versión antigua, dando a entender que las
dejarán fuera de donde el creyente se mueve; nos habla de ejercer dominio completo, tanto en el
reino animal, como en el humano y en el espiritual (Mt. 23:33, Lc. 10:19).
El Señor nos dijo que aprendiéramos de la prudencia de la serpiente (Mt. 10:16). Prudencia es una
virtud que nos permite prever los peligros y evitar los riesgos innecesarios; es sinónimo de
discreción, ecuanimidad, precaución o mesura. Para dominar una serpiente se requiere superar su
prudencia con la paciencia, ya que la paciencia nos da primero dominio de nuestra propia alma (Lc.
21:19), para darnos la ventaja sobre la serpiente.
La paciencia nos armoniza con el tiempo de Dios y fue la manera en que Cristo venció al diablo en
el desierto de la tentación, cuando el hambre lo urgía a ceder a las insinuaciones de Satanás. Tratar
de usar el poder de Dios para beneficio propio es una tentación que el diablo usará eficazmente (Mt.
4:3-4). Por muy poco podemos perder lo mejor, cuando desistimos de esperar, cuando nos
impacientamos, cuando nos movemos antes de tiempo bajo la presión de una necesidad, rompemos
el reposo de Dios y perdemos el dominio (He. 10:35-37, 4:10-11). Eso fue lo que hizo que Esaú
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perdiera su primogenitura, porque su hambre se volvió prioritaria y saciarla fue más fuerte que
mantener la bendición privilegiada de Dios (Gn. 25:31-34). Nunca pidas a Dios que te evite los
problemas, pídele victoria, porque entonces conservarás el dominio y Dios será glorificado con ello.
El sentido del espíritu que nos sostiene en ese perfecto equilibrio es la esperanza, por eso Jesús no
convirtió las piedras en pan, porque estaba conectado con lo eterno y dominando lo temporal (Ro.
8:24-25, Stg. 1:3-4). Es con esperanza que nuestra alma aprende a reposar y madura, la paciencia se
forma en el alma cuando la esperanza opera libremente desde el espíritu; entre las cosas que Dios ya
obró y las reservadas para el futuro, la esperanza nos da el perfecto equilibrio.
La esperanza debe controlar la memoria, para que recuerde las obras de Dios, sus promesas, tenga
presente sus excelentes propósitos (Sal. 103:1, 71:16, 73:28), y se mantenga en reposo y con
dominio sobre las obras del diablo (Ro. 16:20).
4.- Si bebieren cosa mortífera no les dañará. El sentido del gusto está en la boca y selecciona lo
que comes o bebes, pero hay venenos que no tienen sabor ni olor, por lo que no pueden ser
detectados y sus efectos son fatales. Del mismo modo, el engaño puede pasar inadvertido a la razón
y ser asimilado por el alma hasta que se su veneno de error la daña. El engaño es una mentira que es
presentada en tal manera que pasa por la verdad, de hecho, siempre tiene algo de verdad para que la
razón caiga en su trampa; es la astucia de la serpiente que engañó a Eva con sus comentarios a la
Palabra de Dios, hasta que ella le creyó y aceptó su sugerencia de comer del fruto prohibido (Gn.
3:1-6); el engaño es desde entonces causa de la pobreza espiritual de muchos cristianos (1 Ti. 4:1-2,
Ef. 4:14-15, Jd. 4). Este daño físico y moral, puede ser prevenido por el sentido espiritual de la
intuición, que operó en Cristo y ahora en los creyentes que andan el el espíritu (Job 13:6-7, 1 P. 2:12, 22, 1 Jn. 4:6).
(Hch. 28:3-6) Pablo recibió un veneno mortal cuando la serpiente que venía entre las ramas lo
mordió, pero él la sacudió al fuego y no se inquietó. Controló sus pensamientos, no dejó que la
razón se ofuscara por la lógica natural, por lo tanto se condujo como si no hubiera sido mordido.
Todos esperaban que se hinchara y cayera muerto, pensaban que era un castigo divino, pero eso no
pasó, por lo que después pensaron que era un dios. Pablo se recogió a su espíritu y su razón fue
controlada por la intuición, donde sabía que no moriría, porque espiritualmente era lo único lógico,
la mente de Dios lo dominó.
La Biblia nos dice que debemos ceñir los lomos de nuestro entendimiento con la verdad para poder
liberar la gracia de Cristo (1 P. 1:13, Ef. 6:14).
Los razonamientos naturales producen orgullo y depravan la mente, en cambio la revelación se
recibe en humildad y produce sabiduría (Ro. 1:21-22, 28). Cuando el diablo vio que Jesús se basaba
en la Palabra de Dios, le planteó un engaño a su razón, que funcionaría sólo si había algún vestigio
de orgullo espiritual en Él (Mt. 4:5-7). Le dijo que si creía lo que la Biblia decía, lo demostrara
arrojándose desde las almenas del templo y la promesa de Dios se cumpliría. Qué sutil engaño, pero
la intuición de Cristo lo guardó y pudo responder con sabiduría que estaba escrito también, que no
debía tentar a Dios al exponerse intencionalmente al peligro, sino servirle cumpliendo su voluntad.
Debemos renovar la razón al rendirla en culto a Dios y permitirle que, por medio de su Palabra nos
comunique sus pensamientos, y sólo entonces experimentaremos la perfecta y agradable voluntad de
Dios (Ro. 12:1-2, 1 Co. 2:14-16).
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5.- Sobre los enfermos pondrán las manos y sanarán. En las manos está el tacto y no dice que
sólo declararemos, sino que tocaremos a los enfermos para que sanen, porque la sanidad viene desde
nuestro espíritu y alcanza al enfermo cuando lo tocamos. En medio está el afecto del alma, que
indudablemente Dios quiere involucrar en el proceso (Col. 1:8).
Una caricia, un abrazo, un toque, es la expresión del afecto natural, cuánto más del amor de Dios a
quien se encuentra en desgracia. Las manos hablan de nuestras obras, en especial de los afectos del
corazón (Ro. 6:13, 7:5-6).
(Mt. 8:2-3) El leproso tenía la piel abierta y descarnada en varias partes, la ley establecía desechar a
los leprosos como inmundos (Lv. 13:44-45, Nm. 5:1-4), así que el leproso lo sabía y no dudaba si el
Señor podría sino si querría sanarlo. El Señor lo tocó y dijo: Quiero, sé limpio”. El toque es
importante, es también canal del amor de Dios a través del creyente.
Si no tienes dones de sanidades y se presenta la necesidad, de todos modos puedes imponer tus
manos sobre los enfermos y el amor de Dios los sanará (Mt. 8:14-15, 9:25, 28-30, 35, 10:1, 7-8,
11:5, 12:22, 14:14, 35-36, 15:30-31, 19:2, 20:30-34, 21:14, 22). Ama y pon las manos sobre los
enfermos y sanarán (Gá. 5:6, Ef. 5:1-2). Cristo es el tacto de Dios que vino a tocar a la humanidad
haciéndose hombre; tus manos ahora son el tacto de Dios, porque Él ya mora en ti y fluye desde tu
espíritu.
Los cinco sentidos espirituales nos dan predominio sobre el diablo y su reino, el pecado y la vida
sensual del hombre natural; el creyente se encuentra en ventaja cuando camina en el espíritu;
debemos ejercitar nuestros sentidos espirituales hasta que el alma aprenda a someterse y sea
transformada a la imagen del Cristo que está en su espíritu (Gá. 5:16-18, 24-25, 2 Co. 3:18, Ro.
8:28-29).
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LOS SIETE ANHELOS DEL ALMA
Así como el candelero de oro tenía siete lámparas o luminarias que alumbraban el lugar Santo, el alma del
creyente tiene siete luces o instintos que funcionan en forma automática, instintiva o involuntaria, pero que
influyen directamente en la voluntad, para que la persona escoja o decida el camino a seguir o las cosas que
hacer.
Los evangelios nos muestran a Jesús desde cuatro facetas diferentes; en especial el evangelio de Lucas nos
muestra el lado humano del Señor, y el evangelio de Juan su lado divino, es por eso significativo que en
Lucas se registren siete preguntas acerca de quien el Jesús, y en Juan, siete ocasiones en que el Hijo de Dios
responde esas preguntas, al expresar quién es Él, diciendo, como en el Antiguo Testamento el Nombre de
Dios Jehová, que significa, YO SOY, el que se revela a sí mismo. Estas siete preguntas con sus siete
declaraciones de Cristo YO SOY, nos enseñan los siete anhelos del alma y la manera en como son
plenamente satisfechos sólo mediante el conocer al Señor en esas maneras en las que se revela en los
evangelios. Veamos y aprendamos cómo fuimos diseñados maravillosamente, para que sea Cristo la
verdadera respuesta para que el alma alcance la plenitud:
1.- PRIMERA PREGUNTA (Lc. 4:31-37). ¿Qué es esta Palabra? En la sinagoga la gente hambrienta y
sedienta, que se reunía para escuchar la lectura de la Palabra de Dios, escuchan al Señor impartir su doctrina,
de modo que se maravillaban, porque era una palabra con autoridad. Luego Jesús echa fuera a un demonio de
una persona, confirmando su doctrina poderosa, de modo que la pregunta no es ¿quién es éste?, sino: ¿Qué
palabra es ésta, que con autoridad manda a los demonios y salen?
La Biblia no es sólo un compendio de información, es espíritu y vida (Jn. 6:63). La Palabra de Dios se
cumple, transforma, nos pasa de muerte a vida, es poder de Dios para todo el que la cree (Ro. 1:16). Es por
eso que puede satisfacer nuestro primer instinto del alma, el de supervivencia, o preservación. Todos
reaccionamos ante el peligro de morir, no pensamos si nos conviene salvarnos, sino brincamos ante el ladrido
de un perro o el claxon de un coche. Nadie en su sano juicio quiere morir, tiene un mecanismo que tiende a
preservar la vida. Una Palabra que se cumple es verdadera, ella nos hizo renacer para recibir la vida eterna (1
P. 1:23).
En el evangelio de Juan, la primera vez que Cristo revela quién es Él, nos declara: “YO SOY EL PAN DE
VIDA” (Jn. 6:31-40, 63). El maná era pan que descendía del cielo, pero era sólo una figura del verdadero Pan
que Dios dio al mundo para salvar e impartir vida eterna, al que como del verdadero Pan que es Cristo
mismo, el Pan de Vida. Si el Señor suple este anhelo con la Salvación eterna, perderás el temor de morir,
porque tu alma sabrá su destino eterno y será libre (He. 2:14-15).
2.- SEGUNDA PREGUNTA (Lc. 5:17-26). ¿Quién es este que dice blasfemias, quién puede perdonar
pecados sino sólo Dios? Los fariseos que preguntaron, se distinguían en especial porque confiaban en su
justicia propia, pensando que serían justificados por sus obras, por eso oraban para sí mismos y no eran
justificados (Lc. 18:9-14); por eso preguntan: ¿quién es Jesús, que se atreve a decir a un paralítico que sus
pecados son perdonados? Así que el Señor sana al paralítico para mostrarles que sí tenía tal poder de
perdonar pecados, porque era el Hijo de Dios, pero primero lo perdona, para resolver de raíz el problema de
ese hombre enfermo: la condenación. Así que primero quitó su carga moral y luego su mal físico. Los
fariseos no sentían necesidad de arrepentimiento y por lo tanto no habían experimentado el perdón de Dios
que nos aparta de Él. Los religiosos son hipócritas, aparentan una vida que no tienen, están secos pero se ven
como sepulcros blanqueados, bonitos por fuera, pero tienen una falsa expresión (Mt. 23:27).
El segundo anhelo es el de expresión, todo mundo se expresa y manifiesta lo que quiere que piensen de él,
los fariseos expresaban mentira, porque aparentaban, querían que los demás creyeran que ellos eran buenos,
pero la realidad la trajo Jesús, porque es sólo mediante el perdón de Dios que el alma se cambia, de modo que
sólo en Cristo nuestro anhelo de expresión se manifiesta en forma genuina.
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En Juan, la segunda vez que el Señor nos habla de quién es Él dice: “YO SOY LA LUZ DEL MUNDO” (Jn.
8:12). Las tinieblas impiden la expresión, pero la luz permite que las tinieblas sean rotas y venga la correcta
expresión de quienes han creído en Cristo (Ef. 5:8-13).
3.- TERCERA PREGUNTA (Lc. 7:36-50). ¿Quién es este que también perdona pecados? Ahora son los ricos
quienes preguntan, lo han visto hacer maravillas, pero ¿también puede perdonar pecados? ¿Quien es Él? La
gente rica es educada y culta, se considera decente y menosprecia a quienes no tiene educación. Se sienten
seguros en los bienes y recursos materiales que tienen (Pr. 18:11). Así era Simón, el fariseo en cuya casa
estaba Jesús, cuando esta mujer pecadora se coló y ungió sus pies con perfume y llorando sobre ellos los
enjugó con sus cabellos. El Señor explica que al que le es perdonado mucho, ama mucho. Esa mujer sin
prestigio, sin reputación, sin dignidad, rechazada por todos los decentes, repudiada, tratada como un objeto,
sin nada que perder, supo ante quien estaba y le adoró con todo su corazón. Vino al Señor y no fue echada
fuera, fue perdonada, y restaurada en su alma quebrantada, su situación fue cambiada como lo fue su corazón
(Jn. 6:37, Ef. 1:6).
El tercer anhelo del alma es el de seguridad, todos anhelamos, sin excepción, estar seguros, por eso ponemos
chapas en nuestras puertas y cerramos todo antes de dormir, por eso compramos seguros contra todo, porque
este anhelo nos mueve y sentimos esa necesidad.
Recuerdo cuando mi hija Noemí estaba en primero de secundaria, en cierta ocasión que se tuvo que venir de
la escuela a casa en camión, un hombre la siguió y al bajarse del camión tenía que caminar como un
kilómetro, atravesando el río de los Remedios, y una zona solitaria donde está la subestación de Luz y Fuerza
del Centro, cruzar las vías del tren y luego unos terrenos baldíos. Cuando ella se dio cuenta que ese señor la
seguía, apretó el paso, el señor hizo lo mismo y redujo la distancia, ella corrió, el señor también, así que,
sofocada y asustada, vio que una señora con unos muchachos cruzaban las vías y se le ocurrió gritarles como
si los conociera, y cuando voltearon a ella, les dijo: Que bueno que los alcancé espérenme. El señor se detuvo
y mientras se percataba que ella no se detenía sino seguía corriendo, se dio cuenta que no eran sus conocidos,
así que reemprendió la persecución. Llegando a casa golpeó la puerta con insistencia, gritando: mamá, abre
pronto. Mi esposa abrió y ella entró y azotó la puerta tras sí. Estaba a salvo, el señor huyó y nunca más lo
volvió a ver. La diferencia fue la puerta entre estar en peligro y estar segura.
La tercera vez que Cristo declaró quién era Él, dijo: YO SOY LA PUERTA de las ovejas, el que por mí
entrare será salvo, y entrará y saldrá y hallará pastos (Jn. 10:7). Estar dentro, resguardados de los
depredadores, salir seguros, es mostrarnos cómo sólo Cristo puede hacer la diferencia, Él suple nuestro
anhelo de seguridad, pues Él es la puerta y conocerlo en esa fase, nos lleva al equilibrio de nuestra vida y a la
plena satisfacción de nuestra alma que puede acogerse a Él y recibir total seguridad, seguridad eterna.
4.- CUARTA PREGUNTA (Lc. 8:22-25). Ahora son sus discípulos los que preguntan: ¿Quién es éste, que
manda los elementos y le obedecen? Era increíble que cosas inanimadas obedecieran al Señor, pero era
verdad, porque Él era Dios, el creador de todas las cosas (Jn. 1:1-4). Sus seguidores, quienes lo habían dejado
todo para seguirle, sorprendidos reconocen que no comprenden quién es Él, por qué tiene tal autoridad y
dominio. Las tormentas como la que atravesaban, que los tuvo espantados y pensando que morirían, es figura
de las vicisitudes que atravesamos en la vida, de las dificultades, tribulaciones y aflicciones que parece que
nos destruirán y llegamos a temer que todo terminó. La barca prefigura nuestra alma, sacudida por la
tempestad, que parece hundirse. Cristo estaba ahí, durmiendo, reposando seguro, sabiendo que todo está bien,
ellos le despiertan reclamándole que van a perecer. Él les reclama sobre su fe y luego calma la tempestad. Él
es fiel para guardarte en tus horas oscuras, no temas, reconócelo, ya tiene asegurada tu victoria, Él en ti
puede tener dominio sobre todo, porque es Dios.
La cuarta vez que el Señor nos declara quién es Él en el evangelio de Juan, nos dice: YO SOY EL BUEN
PASTOR y el buen pastor su vida da por las ovejas (Jn. 10:11). Tenemos un anhelo de lealtad, de fidelidad,
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que sabemos que Cristo no nos va a fallar, porque Él es el buen pastor, no un asalariado que abandona a las
ovejas en la prueba, no, Él jamás nos dejará en los tratos personales más difíciles, porque es fiel hasta dar su
vida por nosotros, por ti, para que no te sientas defraudado o decepcionado por la traición (Hch. 23:10-13, 2
Co. 1:5, 9-10, He. 13:5-6).
5.- QUINTA PREGUNTA (Lc. 9:1-11). En esta ocasión es Herodes quien pregunta: ¿Quién será éste que
hace tantas señales? El símbolo del poder político, el gobernante, quien tiene en sus manos el control de la
gente y rige el destino de la nación. El Señor está entrenando a sus discípulos, los manda a predicar, a sanar
enfermos, limpiar leprosos, echar fuera demonios y resucitar muertos, ellos han regresado con reportes
tremendos del poder de Dios y de la facultad que Él les dio. Herodes pregunta pero no tiene ni idea que Cristo
está preparando a los súbditos de su reino para que lo extiendan cuando Él se vaya. Dios jamás improvisa, el
tiene trazado un plan perfecto para que todos aquellos creyentes que le obedezcan lo lleven a cabo con su
respaldo (Mr. 16:20, Lc. 11:20), porque Él está sobre todos los gobernantes de la tierra (Is. 40:15-17, Pr.
21:1, Sal. 103:19, 2 Cr. 20:6).
El quinto anhelo del alma es el anhelo de poder, todos somos retados y queremos poder para hacer las cosas,
eso mueve voluntades en el mundo y buscan influencia y posición para ejercer más poder y llevar a cabo sus
propios planes (Jn. 19:10-11). La quinta vez que Cristo declara quien es en el evangelio de Juan es: YO SOY
LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá (Jn. 11:25). El poder
humano es limitado, la muerte lo para, de nada sirve lo que haya sido, si muere se acabó su poder de
cualquier tipo (Ec. 8:8, 9:4). Cristo suple el anhelo de poder porque el vence a la muerte y nos ha dado vida
eterna, y el poder de la resurrección, precisamente para que nada nos detenga (Fil. 3:10, 2 Ti. 2:8-11).
6.- SEXTA PREGUNTA (Lc. 9:18-26). Ahora es Cristo mismo quien pregunta a sus discípulos: ¿Quién
dicen las gentes que soy? ¿Ustedes ya saben quién soy? La respuesta de lo que han oído sus discípulos es que
Él es alguno de los profetas que ha resucitado: Juan, Elías Jeremías. Pero a Él le interesa saber si ellos ya lo
saben, a lo que Pedro responde que Él es el Cristo de Dios, el Hijo del Dios vivo. Cristo significa el ungido,
el enviado para salvar a su pueblo de parte de Dios. Qué maravillosa revelación recibió Pedro del Padre,
porque al comprenderlo pueden saber que Él es la roca sobre la cual se edificaría la iglesia (Mt. 16:13-18),
Dios manifestado en carne (He. 1:1-3, 1 Ti. 3:16, Jn. 1:14-18). Él es el medio de conexión con Dios, el que
hizo posible la redención que nos uniera a Dios para siempre, con un vínculo irrompible (Ro. 8:38-39).
La sexta ocasión que Cristo manifiesta la revelación de sí mismo, nos declara: YO SOY EL CAMINO, LA
VERDAD Y LA VIDA, nadie viene al Padre si no es por mí (Jn. 14:6-11). Él es el medio único, nada ni
nadie más, ni religión ni persona alguna puede hacerlo, sólo Él porque es el Hijo de Dios (1 Ti. 2:4-5, Hch.
4:10-12). La relación con Dios mismo sólo se da por Jesucristo y siendo Él tres cosas: Camino, para llegar a
Dios, Verdad para conocerle cada vez más, y vida, para experimentar su misma naturaleza divina en nosotros,
puede suplir el sexto anhelo del alma que es el de conocimiento (Fil. 3:7-11).
7.- SÉPTIMA PREGUNTA (Lc. 19:45-48 a 20:1-8). Los sacerdotes, escribas y ancianos de Israel preguntan:
¿Con qué potestad haces esto de echar fuera a los cambistas del templo? Eran los representantes de Dios ante
el pueblo, el poder religioso que se suponía debía encaminar al pueblo ante la presencia de Dios, pero habían
convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones, el lugar de oración en un lugar de trámites religiosos sin
corazón ni vida. Él les hace a su vez una pregunta condicionando responderles si ellos le respondían primero,
y por supuesto, ellos no quisieron responder, pues cualquier respuesta que dieran los obligaba a arrepentirse
de sus planes macabros: ¿El bautismo de Juan era del cielo o de los hombres? Cristo limpió su casa para que
Dios pudiera mostrar su gloria, pues la inmundicia retira la gloria de Dios (Ez. 8:1-6, 1 Sm. 4:15-22).
La última ocasión en que Cristo declara quién es Él, dice: YO SOY LA VID VERDADERA, mi Padre es el
labrador y vosotros los pámpanos (Jn. 15:1-5). Un pámpano es la rama que lleva el fruto, pero la Vid que le
da su sabia al pámpano es Cristo. El fruto nos habla de la manifestación visible de su naturaleza, es la gloria
de la planta, donde se encuentran nuevas semillas. Dos cosas son muy importantes en esta figura tan
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maravillosa de quién es Cristo: Primero, que Él nos ha ingerido y somos las ramas o extensiones de Él, con lo
cual suple el séptimo anhelo del alma, el de atención o aceptación (Ef. 1:5-6). Segundo, el que
permaneciendo unidos a Él, manifestemos su fruto o naturaleza, que es Cristo viviendo y manifestándose a
través de nosotros (Gá. 2:20-21, Gá. 5:22-25). Este fruto es lo que glorifica a Dios, es lo que nos permite
experimentar y manifestar su gloria, obrando en su Nombre, creyendo y viviendo la realidad de su Palabra,
sirviéndole con su gracia y manifestando su presencia donde quiera que nos paremos. ¡Aleluya!
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36
LOS SIETE ANHELOS DEL ALMA II
En el evangelio de Juan, encontramos siete referencias de Cristo a atributos propios, anteponiendo la
expresión ‘Yo Soy’ algo (por ejemplo ‘Yo Soy el Pan de Vida’). También encontramos esta expresión
aislada otras siete ocasiones ‘Yo Soy’, y en su contexto, cada vez que el Señor hace este tipo de
declaración, está supliendo en manera práctica a cada uno de los anhelos o instintos con que Dios dotó
a nuestra alma, manifestando quién es Él.
El alma es la que es transformada. El alma carnal es de Cristianos bebés; el alma madura es de
Cristianos espirituales.
1er. Anhelo: Supervivencia o Preservación.- Juan 8:51 A través de este pasaje, el Señor nos habla de
cómo cancelar el temor de la muerte mediante conocerle como el Yo Soy el Pan de Vida. Versículos
52-58-59 ‘Yo Soy’. El Señor está enfrentando a los judíos que no creen en Él. Ellos se presumen ser
hijos de Abraham, pero el Señor muestra cómo puede ser suplido el anhelo de supervivencia. Al poner
atención a la Palabra de Dios, viene vida.
El Señor era de treinta años de edad, y su apariencia era como de mayor edad; por eso los judíos le
dicen que aún no tiene cincuenta años de edad y “¿has visto a Abraham?” De hecho, Abraham se gozó
de ver el día del Señor Jesús. Aquel Melquisedec, Rey de Salem, cuyo nombre significa Rey de
Justicia y Él mismo era Rey de Paz, sin genealogía, sin principio de vida, ni fin de días, Sacerdote del
Dios Altísimo (Poseedor del Cielo y de la tierra), ese mismo Melquisedec se presentó ante Abraham y
le ofreció pan y vino. El Rey de Sodoma le había ofrecido a Abraham todo el despojo de la guerra,
pero Abraham no quiso el despojo, para que el Rey de Sodoma no dijera que él había enriquecido a
Abraham. Pero además, el patriarca Judío se había encontrado con aquel Melquisedec y éste le había
ofrecido pan y vino, la figura de la Cena del Señor.
En este suceso, Melquisedec, se presentó como ‘Yo Soy el Pan de Vida’. La única fuente de vida es el
Señor Jesucristo. Comer su Pan, creer en lo que Él ha hablado nos da vida. Fe en su Palabra nos trae
vida eterna. “Antes que Abraham fuese ‘Yo Soy’”. De hecho, Él es el ‘Yo Soy’ presente, el ‘Yo Soy’
eterno.
“El que cree en mi palabra tiene vida eterna”. “En el principio era el Logos... y aquel Logos se hizo
carne...” A causa de poner nuestra atención en las cosas materiales, perdemos la perspectiva de la vida
espiritual, pero la Palabra de Dios está por encima de cualquier dictamen médico, de cualquier
sentencia, o criterio, o palabra humana.
Al creer en la Palabra de Dios, se rompe el temor de morir. Nuestro paso de la niñez a la madurez se
da por experiencia de ver que la Palabra de Dios tiene cumplimiento. Debemos experimentar lo que la
Palabra de Dios nos dice.
2° Anhelo: Expresión.- Juan 8:23-30 Este anhelo tiene que ver en nuestra relación con el mundo.
Apenas les había dicho ‘Yo Soy la Luz del mundo’, y ahora está enfatizando ‘Yo Soy’. Nosotros no
somos del mundo. Nuestra correcta relación con el mundo es separación y testimonio. No sólo
debemos separarnos del mundo; también debemos dar testimonio de nuestra fe.
De hecho, el Señor Jesús se manifestaba al mundo, en un testimonio de verdad y de poder, y al mismo
tiempo mantenía una comunión profunda y permanente con el Padre Celestial. “Cuando fuere
levantado, entonces entenderéis que ‘Yo Soy’”. Esta palabra también debe cumplirse en nosotros.
Debemos testificar de Cristo, para no ser luces intermitentes. Cristo siempre brilla “y que nada hago de
mí mismo”. El Señor vivió una vida de contraste en todos los ambientes, y siempre fue luz.
Una de nuestras oraciones debe ser “Señor concédeme ser luz, en medio de las tinieblas”. Alguien dijo
que nunca hay una segunda oportunidad para dar una primera buena impresión. En contraste, aún en la
cruz el Señor estaba predicando, estaba iluminando.
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3er. Anhelo: Seguridad.- Juan 6:16-20 Aquellos discípulos, acostumbrados a navegar en medio del
mar embravecido, ahora estaban desesperados por no poder sortear la tormenta, y para colmo, en su
apreciación, estaban frente a un fantasma; ellos creían que estaban viendo a un espíritu demoníaco
(Mateo 14; Marcos 6). El miedo les turbó y no pudieron percibir que era el Señor quien andaba sobre
el mar.
Los discípulos habían navegado ya muchos estadios, y tal vez ellos pensaban que era la voluntad de
Dios el ir al otro lado del mar, pero nosotros debemos perseverar en obediencia, para experimentar a
Cristo como ‘Yo Soy’.
Versículo 20 “Yo Soy no tengáis miedo”. El miedo entró en el hombre a causa del pecado. El miedo
es una experiencia en todos nosotros. Y es que hacer lo correcto es difícil. El que no obedece está
dudando. La duda es temor de que algo no se cumpla.
En medio de nuestras adversidades, el Señor viene y nos dice “no temas, Yo Soy” (versículo 21).
Ahora bien, antes de subir Él al barco, Pedro quiso bajar (Mateo y Marcos describen el suceso):
“Señor si tú eres, manda que yo vaya a ti”. Entonces, el Señor le dice “ven”. El Señor sigue sobre las
olas, y nosotros tenemos el reto de ir a Él. Dios sabe que tenemos miedo, pero cuando Él nos diga
“salta”, saltemos del barco, que no nos hundiremos.
4° Anhelo: Fidelidad o Lealtad.- Juan 13:18-21 Traición es lo contrario de Lealtad. En el corazón de
Judas había lo mismo que hay en nosotros: traición en potencia. No creer es traición. La duda es causa
de traición. “Sin fe es imposible agradar a Dios”. “Yo te conozco; yo te elegí”; “desde ahora os lo
digo, antes que se haga”. Dios conoce todo lo que nos va a acontecer. Y es que en el camino ancho no
hay dificultades. Pero, en nuestra vida, Dios tiene la primera y la última palabra. Somos hijos de Dios
por elección, no por chiripa, no por accidente, no por equivocación.
Fe es sinónimo de confianza. Confiar es actuar en fe, o descansar en lo que alguien ya hizo o hará.
Cuando Pablo era llevado a Roma, el barco empezó a naufragar y el consejo fue soltar las lanchas
salvavidas, para depender totalmente de Dios. Y es que es mejor confiar en Dios; “aunque ande en
valle de sobra de muerte, no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo, tu vara y tu callado me
infundirán aliento”. La madurez se obtiene de depender de Dios.
5° Anhelo: Poder o Control.- Juan 18:1-9 (v. 5) La oración de Juan 17 fue en el Aposento Alto.
“Tengo poder para poner mi vida y tengo poder para volverla a tomar; este mandamiento recibí de mi
Padre”. Los once oyeron la oración de Juan 17. El señor no se escondió; antes buscó la oportunidad de
manifestarse como el ‘Yo Soy’, y es que el Señor tenía todo bajo control. Dios sabía todo lo que había
de acontecer. Él jamás improvisa.
Al presentarse a sí mismo, el Señor Jesús mostró que Él tenía y tiene el Poder, y el control de todas las
cosas. Nuestra oración debe ser “Señor no me saques de esta situación adversa hasta que se cumpla tu
propósito”. Así, dejaremos de ser un proyecto más en las manos del Señor. Así, seremos una obra
cumplida por Jesucristo.
El Señor no se ha cansado de orar por mí. Muchas veces, soy yo quien se resiste a la voluntad de Dios.
Jonás fue y abordó otro barco con un destino distinto al que le había mandado el Señor. Pero Dios le
mandó un expreso “transportes ballena”; un servicio especial, sin escalas, y llegó a Nínive.
6° Anhelo: Conocimiento.- Juan 8:16-20 Vemos al Señor hablar de sí mismo; hablando en primera
persona, pero esta vez también se refiere al Padre, donde el Padre es uno con Él. El Padre y Yo una
cosa somos (Juan 10:30); de esta forma vemos la asociación entre el Señor Jesús y el Padre Celestial.
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Colosenses 2, el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo nos sea revelado. El anhelo de
conocimiento va a ser suplido en la medida que nosotros conocemos a Dios. El Espíritu Santo vino a
glorificar a Cristo, pero Cristo vino a revelar al Padre.
Juan 14:8, Felipe pide la revelación del Padre, pero el Señor le habla “tanto tiempo que he estado con
vosotros, y me pides que les revele al Padre, quien me ha visto a mí ha visto al Padre, de otra forma os
lo hubiera dicho”. Tal pareciera que es el Padre quien cuestiona a Felipe, y no Cristo quien hace la
pregunta. Así, todo el tiempo que estuvo Cristo predicando, Él estuvo mostrando al Padre Celestial. Él,
Cristo, es el camino al Padre; Él es el puente a Dios. “Yo Soy el camino, la verdad y la vida y nadie
viene al Padre sino por mí”.
Y nosotros, al ser testigos de Jesucristo, mostramos al Padre, porque nadie viene al Padre sino por
medio de Jesucristo.
Ahora bien, para servir a Dios debemos conocerle, y para eso vino Cristo, para dar a conocer al Padre.
En este aspecto, el diablo busca meter confusión, a través del ocultismo. “Creed que yo estoy en el
Padre y el Padre en mí, sino creed a las obras que yo hago”.
En las aulas de clase, desde el jardín de niños hasta los postgrados universitarios, la gente pasa muchas
horas al día para conocer, y en la Iglesia sólo invertimos una hora y media los domingos. ¿Es esto
lógico? ¿Tiene sentido, invertir tan poco tiempo en el conocimiento de Dios?
La Palabra de Dios nos da conocimiento de Dios, nos da inteligencia y sabiduría; nos da
entendimiento. La ignorancia es una de las calamidades más grandes que hay en la humanidad.
Dios nos ha dado eternidad para que vayamos asimilando Su conocimiento. Nosotros crecemos en la
Gracia y el conocimiento de Dios. La Gracia nos da la habilidad para vivir la vida de Cristo. Nosotros
tenemos un instinto con el que Dios nos equipó (conocimiento) y Dios tiene todo para llenarlo. Es
Gracia y conocimiento, juntos, que nos dan revelación. Nosotros debemos llenarnos de Dios, y todo lo
demás estará bajo de nosotros.
En la NASA había un problema de cálculo, para el alunizaje de las naves que se enviarían a la Luna.
Las computadoras reportaban un desfase de un día en la Historia de la Humanidad. Ese desfase
impedía hacer los cálculos matemáticos adecuados para enviar una nave a la Luna. Entonces,
registraron el casi día completo que se detuvo el Sol en Gabaón y la Luna en el Valle de Ajalón
(cuando Josué peleó); y también añadieron los cuarenta minutos relativos a la señal dada a Exequias,
relativos a los diez grados que regresó la sombra del reloj de sol diseñado por Achâb. Entonces, la
computadora dio el resultado esperado y se pudo hacer el cálculo adecuado.
Nosotros sanamos por conocimiento de cómo Dios sana. Por esa revelación, nosotros somos sanados.
Para nosotros, lo espiritual debe ser obvio. La Fe Doctrinal se sustenta en el conocimiento de la
Palabra de Dios. El alimento de la Fe es la Palabra de Dios. Así, en una relación íntima hay un
conocimiento.
El Matrimonio es una forma que Dios nos ha dado para que aprendamos a conocerle en lo íntimo. Su
nombre ‘Yo Soy’ tiene la connotación del que se revela a sí mismo. Dios quiere que nos movamos con
la mente de Cristo. El pensamiento humano llega a tener cosas excelentes, pero el conocimiento de
Dios tiene cosas superlativamente más excelentes.
I Juan 1:1-2-4 Vemos tres de los sentidos del cuerpo que experimentaron el conocimiento de Dios. Si
creemos lo mismo, esto nos une a los unos con los otros. Así, el Señor muestra que Él no es sólo “Yo
no Soy sólo”. No hay relación con Dios sin Cristo. Dios se revela a nosotros, para tener comunión con
nosotros. “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa...” “No es bueno que el
hombre esté solo” Ésta es una expresión que se refiere a la búsqueda de una compañera para el Hijo de
Dios.
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Efesios 3:16-19 Al conocer las cuatro dimensiones del Amor, seremos llenos de la Plenitud de Dios.
Dios nos posee, a través de Su conocimiento y de Su Amor. “La ciencia hincha, el Amor edifica”. Y a
medida que Dios nos revela más de Él, Él se compenetra en nosotros. El propósito es llegar a la
Plenitud de él.
Sacerdocio es la presencia de Dios. Todos somos sacerdotes, para estar en Su presencia.
Que la gente conozca a Dios, a través de epístolas vivientes. Nuestro llamamiento es que compartamos
todo lo que Dios nos ha estado enseñando. “A fin de conocerle y la virtud de su resurrección...”
Conocer a Dios es lo más importante. Lo que le da sentido al lugar es quién está ahí. El cielo es cielo
porque ahí está Dios. Y si Dios no estuviera en el cielo, no tendría sentido ir a ese lugar.
Efesios 3:9-10 Debemos anunciar quien es nuestro Dios. Él se quiere revelar.
7° Anhelo: Atención o Aceptación.- Juan (4):15-26 Dios conocía a esta mujer; y la mujer sabía de los
Profetas y del Mesías, y el Señor le dice “‘Yo Soy’, que hablo contigo”. Esta mujer vino al pozo a una
hora no usual. Tal vez, su prestigio no era muy bueno. Tal vez, las mujeres no la querían encontrar en
el pozo; tal vez, ella no lo deseaba. Su anhelo de aceptación no era suplido; seis hombres en su vida
(cinco maridos y uno más que no lo era). Cuando llegó el séptimo, éste le habló de cosas eternas. El
agua que yo te daré apagará tu sed para siempre. Ella era una mujer sedienta de aceptación y de
atención. El Señor le ministró y le ofreció saciar su sed, y ella menciona al Mesías, y el Señor le
contesta ‘Yo Soy’.
Pero además de esta mujer, los mismo Samaritanos eran rechazados de los Judíos, y ahora un Judío
(no cualquier Judío, sino el Mesías Judío) les acepta. Los Samaritanos eran rechazado, pero ahora
vienen a ser aceptados. El Señor es la Buena Oliva y está injertando acebuches horrorosos, olivas
silvestres, para hacernos parte de la Buena Oliva. “al que a mi viene yo no le hecho fuera”.
Judas se arrepintió, pero no se perdonó a sí mismo, antes se condenó y fue y se ahorcó. Necesitamos
tener autoestima. Mucha gente se ha auto-condenado, se ha ahorcado, se rechaza a sí misma. Pero
nosotros somos aceptos en el Amado. El Amor fluye, al amarnos a nosotros mismos.
De tener problemas de aceptación, vengamos ante Dios, para recibir restauración.
Muchos suicidas están frustrados en su anhelo de atención. Pero nosotros somos príncipes de Dios. De
no aceptarnos a nosotros mismos, no aceptaremos a los demás.
Dios, con Su Amor lo ha llenado todo en todos.
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LAS CUATRO LEYES
Así como el Tabernáculo tenía cuatro cubiertas, el hombre tiene sobre sí cuatro leyes que le cubren
(Ex. 26:1, 7, 14). Toda autoridad para ejercerse requiere de leyes que la respalden y siendo el hombre
un ser moral, diseñado para ejercer dominio en la medida que obedece las reglas de Dios, requiere de
estas cuatro cubiertas. El apóstol Pablo enseña sobre la acción y el efecto de estas cuatro leyes en su
carta a Los Romanos, cuando aborda el tema del cristiano carnal y el cristiano espiritual, dándonos la
clave para poder librarnos de los efectos de la ley que nos atora en la vida carnal y poder someternos a
las leyes que nos pueden gobernar para movernos en una vida de dominio, que nos elevan al reino
espiritual, donde la abundancia del Espíritu se manifiesta continuamente. Dios elaboró estas leyes.
1. La ley de la mente (Ro. 7:23). La palabra en griego que se traduce en la versión 1909 como espíritu
y en la versión 1960 como mente, es nooce, que significa intelecto o mente, así que hay una ley que él
ser humano tiene dentro de su ser, en su alma, que le confiere la capacidad de analizar y elegir lo que
considera mejor. Esta ley le permite a la mente procesar toda información mediante siete pasos que
condicionan su conducta y determinan su camino:







Atención. Algo capta su atención, una palabra o idea que oye, una cosa que ve o toca, o algo
que huele o le gusta.
Atracción. Cuando se da cuenta de ello, se puede sentir atraído a conseguirlo.
Elección. En ese momento, mediante los sentidos del alma (razón, imaginación, afectos,
memoria y conciencia), evalúa si aquello es bueno o malo, y si la atracción es fuerte, tratará de
encontrar argumentos que justifiquen el hacer lo que le atrae, y en función de ello decide si
avanza o retrocede.
Acción. Si elige hacerlo o no, podrá su cuerpo en acción hacia lo que determinó.
Posesión u obsesión. Una vez realizada la acción, dependiendo de las consecuencias, tenderá a
repetirlo una y otra vez. Para que una acción se repita, la mente registra los tres primeros
pasos y los obvia las siguientes veces, de modo que si eligió algo malo, le sea más fácil
aceptarlo cada vez que lo repite, insensibilizando con ello la acción de su conciencia.
Naturaleza. La repetición de una acción forma un hábito que se vuelve parte de la persona y
se convierte en su forma natural de actuar. El pecador está cautivo por sus hábitos
pecaminosos.
Dirección. La mente queda inclinada en la dirección de sus hábitos, formando los patrones de
su conducta y destino.
En el Edén, la primera tentación del diablo a Eva se basó en la ley de la mente (Gn. 3:1-7), ya que
como sabemos, el diablo entiende muy bien la mente humana aunque nunca entenderá la mente de
Dios (Mat. 16:23), Así que primero captó la atención de Eva con su comentario sobre no poder comer
de todos los árboles del huerto, luego le sugirió comerlo para ser como Dios y que no sufrirían las
consecuencias que Dios les había dicho, con ello fue atraída y codició el fruto prohibido, la elección se
dio y la acción no se hizo esperar, comiendo, luego vino la posesión cuando le dio a su marido, quien
eligió comer no por los motivos de Eva, pues él no fue engañado, sino por cubrirla a ella de las
consecuencias (1 Ti. 2:14), El pecado se hizo parte de su naturaleza y por ende marcó su destino.
David pasó por el mismo proceso cuando incurrió en sus terribles pecados de ocio, que lo llevó al de
adulterio y más tarde, atrapado por la ley de la mente en la posesión de sus actos, urdió un fraude
moral y finalmente el asesinato, que pretendía cubrir sus acciones anteriores (2 Sm. 11:1-4, 27).
También podemos ver en Urías no ceder a la tentación que David le tendió y elegir con nobleza no
dormir con su mujer por respeto a sus compañeros que estaban en la guerra (2 Sm. 11:9-15).
Ejemplos de acciones buenas y malas hay muchos en la Biblia, pero podemos ver que el proceso
mental siempre se rige por esta ley y como estamos vendidos al pecado, las tentaciones se seguirán
presentando por medio de nuestra carne o vida natural (Stg. 1:15).
41
Educar a un niño es formar en él buenos hábitos, para ello se requiere de reglas y disciplina, de modo
que la ley de Dios es un ayo que nos lleva a Cristo, porque condiciona su conducta, preservándolo del
deterioro moral y físico que el pecado le impone y encaminándolo a someterse a Dios (Gá. 3:24-25).
La tentación se da cuando algo malo capta nuestra atención y nos atrae, hasta ese momento no hay
pecado, hasta elegir lo malo (Lc. 8:13).
2. La ley del pecado y de la muerte (Ro. 7:23, 25, 8:2). Es también llamada la ley de las obras (Ro.
3:27-28). La palabra hebrea Marathia que se traduce como pecado, significa literalmente: errar el
blanco, es decir, realizar una obra imperfecta o con falla, al no cumplir el estándar establecido en la
ley de Dios. La palabra hebrea Muwth, que se traduce como muerte, significa literalmente: Separación.
Cuando Adán desobedeció la ley de Dios y comió del fruto prohibido, la misma ley lo condenó y lo
sometió al pecado y a la muerte o separación de Dios (Gn. 2:16-17); así la ley de Dios para Adán se
constituyó en la ley del pecado y de la muerte, que lo dominó y se enseñoreó de él y su descendencia,
quedando obligados a pecar, con la sentencia de muerte (Ro. 7:5). Desde entonces el pecado mató
espiritualmente al hombre separándolo de Dios, pero además, cada pecado que comete lo destruye
moralmente o mortifica cada vez más, en su alma y en su cuerpo, cumpliéndose inexorablemente (Stg.
1:15).
Todo hombre ya nace sometido a esta ley, nace pecador por naturaleza, y como consecuencia peca; no
se convierte en pecador al cometer su primer pecado, sino que empieza a pecar porque esa es su
naturaleza vendida al pecado por causa del primer pecado de Adán (Ro. 7:14, 5:17a y 18a). En forma
determinante, la mente del hombre natural sólo recibe información mediante sus sentidos físicos y la
ley del pecado y de la muerte es la única opción que lo controla y se enseñorea de él (Ro. 8:7).
Así que esta ley existe y domina al hombre natural, pero también tiene efecto en el hombre renacido
que vive en su carne o capacidad propia, desperdiciando la gracia o vida espiritual que opera en la
nueva criatura (Ro. 8:5-8, 7:18-21, 6:16).
3. La ley de la fe (Ro. 3:27-28). La ley de la fe es también llamada la ley de la libertad, porque nos
permite hacer las obras de Dios (Stg. 1:25, 2:12, 17, 26, Gá. 5:13). Como mencioné antes, la ley
llamada aquí de las obras, es la ley del pecado y de la muerte, porque por las obras de la ley ninguna
carne o persona en su capacidad natural puede ser justificada (Gá. 2:16), es decir, Dios diseñó la ley de
la fe para liberar al hombre de la ley del pecado y de la muerte y justificarlo sin sus obras, abriendo la
puerta al reino sobrenatural de las obras de Dios en él.
Así como la condenación sometió al pecador bajo la ley del pecado y de la muerte, cuando una
persona recibe en mensaje del evangelio y deposita su fe en Jesucristo como su Salvador, la gracia de
Dios lo capacita para obrar las obras de Dios (Jn. 6:28-29, Ef. 2:8-10, Ro. 4:16, 11:6). No hay puntos
intermedios, si la mente elige aceptar la gracia, la ley de la fe lo libra del pecado y sus consecuencias y
por lo tanto no está más obligado a pecar (Ro. 6:13-15). Es por eso que Juan asegura que el que es
nacido de Dios no peca, tan sólo porque ha nacido de Dios y su naturaleza está en él. Esa nueva
naturaleza es la gracia de Dios que la ley de la fe nos entregó en Cristo (1 Jn. 3:9).
Como toda ley, la ley de la fe se impone a quien queda bajo ella, es decir, le imparte vida que le
llevará a manifestar las obras de Dios (Ro. 1:17). Fuimos justificados por la fe y por ella accedemos a
la gracia, lo que significa que recibimos su vida divina que nos convierte en hijos de Dios (Ro. 5:1,
Gá. 3:26); de ese modo y por la fe, es que somos dotados también del poder del Espíritu Santo y de sus
dones espirituales (Gá. 3:2, 5, 11-14). Todo lo que es de fe no es pecado, pero lo que no es de fe es
pecado (Ro. 14:23). La tentación se puede vencer mediante la fe, para elegir el camino agradable a
Dios (1 Co. 10:13, 1 Jn. 5:4).
Como al ser hechos hijos de Dios también fuimos hechos súbditos a la ley de la fe, Dios puede
disciplinar a todo aquel que recibe por hijo, para poder santificarlo, es decir, para asegurarse que siga
en el camino de fe (He. 12:6-13). Pablo como nosotros, tuvo la tendencia de intentar agradar a Dios
por obras propias, lo que significó que tuvo que ser humillado, hasta que aprendió la lección y desistió
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de su capacidad, para depender por entero de la gracia de Dios, la cual se perfecciona en nuestra
debilidad (2 Co. 12:7-10).
4. La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Ro. 8:2-4). Además de la ley de la fe, Dios estableció
una ley más para garantizar la redención del pecador que cree en Él, la ley del espíritu de vida en
Cristo Jesús. Como podemos comprender, esta ley nos ofrece libertad si nos sometemos a ella, lo cual
significa caminar o andar en el espíritu y no más en la carne.
La mente tiene ahora, además de la información suministrada por los sentidos del cuerpo, la que viene
de Dios por medio de los sentidos de su espíritu regenerado, por lo tanto tiene la libertad de elegir a
quien obedece, a su carne o a su espíritu (Ro. 8:12-13, Gá. 5:16-17, 25, 1 P. 2:11). Si camina en el
espíritu, tendrá una vida abundante, sobrenatural, fructífera, llena de obras divinas, una vida victoriosa
sobre la carne, el mundo y el diablo, la vida gloriosa que Dios diseñó para quienes se someten a la ley
del espíritu de vida.
El hombre renacido ha sido religado nuevamente con Dios, mediante la ley de la fe, de modo que su
espíritu y el Espíritu de Cristo se han unido y esta unidad ya no puede romperse como al principio
cuando Adán pecó, porque el hombre ha sido regenerado mediante la fe en la Sangre de Cristo, hecho
hijo de Dios.
El hombre sin Cristo no tiene opción, la ley del pecado lo obliga y se enseñorea de él, pero el creyente
sí tiene opciones, ya que al nacer de nuevo y quedar bajo la ley de la fe, ahora puede elegir el pecar o
el no pecar, porque ya no está bajo la ley sino bajo la gracia y el decide si sigue carnal o se vuelve
espiritual (Ro. 6:12-14, Gá. 6:7-16, 1 Co. 2:14-15).
La ley del espíritu de Vida en Cristo Jesús rige al espíritu regenerado, así que si nos ocupamos de las
cosas del espíritu, todo lo que toquemos recibirá el efecto glorioso del espíritu que es vida y paz (Ro.
8:5-6). Esta ley nos convierte en siervos, pero no del pecado sino del Señor Jesucristo y nos permite
andar en la perfecta voluntad de Dios, sirviéndole siempre (Ro. 1:9, Hch. 19:21, 20:22, Fil. 3-4, 8, 2
Co. 10:3-4). Es por eso que no todos los creyentes tienen el bautismo del Espíritu Santo, porque es un
regalo sólo para aquellos que quieren caminar en obediencia, para ayudar a su alma a desarrollar en la
vida espiritual (Hch. 1:8, 5:32, Ef. 5:18-19, Gá. 5:18).
La carne está en relación con la ley del pecado y de la muerte, la ley de la fe nos es dada para ser libres
de la ley del pecado y de la muerte o de las obras; el espíritu regenerado está en relación de la ley del
espíritu de vida en Cristo Jesús, y el alma, con la ley de la mente, podrá elegir y caminar bajo una u
otra ley con sus consecuencias.
(1ª) Ley de la fe
(Gracia)
Poder
Libertad
Ley de la mente
(neutral)
(2ª) Ley del espíritu
de vida en Cristo Jesús.
Velocidad
Servicio
Elección
(Rev) Ley del pecado y la muerte
Apostasía, frustración,
Yugo de servidumbre
Castigo.
ILUSTRACIÓN DE LAS CUATRO LEYES CON UNA CAJA DE VELOCIDADES
Finalmente, relacionemos las cuatro leyes con las cuatro cubiertas del Tabernáculo:
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La ley de la mente queda representada por la cubierta exterior de piel de tejones, resistente a la
intemperie, ya que es en la mente en donde se lleva a cabo la elección.
La ley de la fe que nos da acceso a la gracia, es representada por la cubierta de pieles de carneros
teñidas de rojo, ya que es por medio del sacrificio de Cristo y su Sangre que fuimos redimidos y
adquirimos libertad y los derechos de ser hijos de Dios.
La ley del pecado y de la muerte, está representada por la tercera cubierta hecha de cortinas de pelos
de cabra unidas por broches de bronce, tipo de juicio, como aquella cubierta que llegaba a la arena del
desierto, figura de la vida terrena.
La ley del espíritu de Vida en Cristo Jesús, es prefigurada por la cubierta de cortinas de lino unidas por
broches de oro y decoradas por los querubines bordados, como manifestaciones de gloria de la vida
espiritual y celestial que podemos disfrutar en Cristo Jesús cuando le servimos con el espíritu a Dios,
bajo la virtud del Espíritu Santo.
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DOCE PRINCIPIOS DE VIDA
Toda vida es regulada por doce principios esenciales con que Dios la dotó, gracias a ellos es que se
manifiesta y subsiste, estos principios han sido identificados y corroborados por la biología. Cuando
Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre en alma
viviente (Gn. 2:7), dotó al alma del hombre de estos doce signos de vida que la rigen, representados
por los doce panes de la proposición puestos cada día de reposo en el lugar Santo, sobre la mesa.
Entender estos principios nos permitirá comprender mejor la creación y cómo es que Dios desea
satisfacer nuestra alma como el autor de la vida.
1.- La vida surge de otra vida preexistente y no espontáneamente. Toda vida se originó en Cristo,
el es el primogénito de toda creación (Col. 1:15-17), es decir, en Él tuvo origen cada especie de vida,
creando el primer gen, y a partir de él, la vida surge de otra vida preexistente, es decir, toda vida
proviene de una anterior (Gn. 1:11-12, 20-22, 24-28).
Siendo el hombre un ser especial creado a imagen de Dios, con un alma que piensa, siente y con libre
albedrío, un alma viviente con la misma capacidad de engendrar otras personas con alma, que a
diferencia de las demás formas de vida, puede ser consciente de su origen.
Adán estaba unido con Dios, su creador o fuente de vida, pero cuando su alma fue vendida al pecado,
experimentó su propia degradación o muerte, pues quedó separada de Dios (Ez. 18:4), esta condición
fue transmitida a su descendencia, por lo tanto requiere de salvación para recuperar la comunión con
Dios o vida plena (Col. 2:13). Cada alma debe ser salva para recibir la vida de Dios.
2.- Todo ser vivo responde a estímulos exteriores. Tanto los vegetales como los animales tienen esta
característica que les permite sobrevivir, relacionándolo con el medio ambiente y aprovechándolo para
realizar sus funciones de vida. Por ejemplo, la fotosíntesis es el efecto de la luz en las plantas, o el
clima en los animales (Gn. 6:22, Gn. 31:40, Is. 25:5).
El alma humana también se encuentra expuesta a un ambiente que la estimula, en un creyente que ha
nacido de nuevo y por lo tanto tiene vida espiritual, el alma recibe estímulos de dos fuentes externas a
ella: la carne y el espíritu (Gá. 5:17). Si el alma de un creyente responde al estímulo del espíritu,
entonces recibirá vida y paz (Ro. 8:6), pero si responde a la carne, entonces experimentará los efectos
nocivos del pecado, como la sequedad, el temor, la inseguridad y la condenación.
El alma del creyente puede abstenerse de los deseos carnales que le atacan y puede mortificar la carne
por medio de la influencia del espíritu (1 P. 2:11, Ro. 8:13).
3.- Todo ser vivo se duplica, divide y replica a sí mismo. Un ser vivo se reproduce, es decir, es
capaz de multiplicarse y dar origen a más seres como él (Gn. 1:22, 28). En lo físico, procreamos hijos
con nuestras características, pero además con un alma en la que se pueden apreciar réplicas de nuestra
manera de ser, la cual a su vez recibimos desde Adán.
Un hombre renacido ha recibido la simiente divina en su ser, de modo que Cristo pueda transformar y
madurar su alma hasta reproducir su semejanza en ella, lo cual la constituye en una réplica del Cristo
perfecto que está en él, esto es el fruto del espíritu de Cristo en el alma del creyente (Gá. 5:22-23, Jn.
15:1-8).
4.- Todo ser vivo se repara a sí mismo como parte del proceso de vida. Dios proveyó a los seres
vivos esta capacidad de auto restaurarse cuando algo los afecta, de modo que tenderán a recuperar sus
características y capacidades, es decir, cuando se enferma auto procurará su sanidad. Si un ser vivo no
es capaz de restaurarse, irá perdiendo sus cualidades hasta morir, a menos que agentes externos lo
habiliten para auto restaurarse o renovarse (Sal. 38:7).
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Cuando el hombre pecó enfermó su alma ya que el pecado se implantó en ella, de modo que quedó
imposibilitada de repararse a sí misma y mantenerse sana, hasta que el pecado mismo pueda ser
eliminado de ella. Es mediante el perdón y la salvación que el alma puede recuperarse y ser libre de
los efectos del pecado (Sal. 103:1-3, Ez. 47:9). Es también necesario, una vez salva el alma que cada
día sea renovada para poder experimentar la voluntad de Dios (Ef. 4:22-24, Ro. 12:2).
5.- Todo ser vivo tiene homeóstasis, es decir, la capacidad de adaptarse al ambiente que lo rodea. No
existe la evolución como el hombre la concibe, pero es claro que Dios dotó a los seres vivos de una
capacidad de adaptación a su medio, que va determinando los cambios permanentes en sus
características, adecuadas al medio específico que se convierte en su sistema ecológico. Por ejemplo,
un oso polar es diferente a un oso de clima templado, debido a su adaptabilidad. Podemos decir que es
por eso que las razas humanas se diferencian, por ese poder de adaptación a la región en que se
desenvolvieron; también es por esta capacidad de vida que estamos perdiendo los cuartos molares, o
las uñas del dedo meñique del pie, por causa de su desuso.
El alma del pecador se ha adaptado al ambiente agresivo del pecado y para sobrevivir en él, ha
generado dureza de corazón; pero cuando recibe la Salvación, es redimido de ese ambiente y colocado
en otro ambiente más propicio y favorable al que debe adaptarse (Col. 1:12-13). El corazón es
renovado, la mente y la voluntad deben ejercitarse para desenvolverse en el nuevo ambiente que Dios
les ha provisto (He. 5:14, Ef. 4:17).
6.- Todo ser vivo está constituido por células. La célula es la parte más pequeña del ser vivo y el
conjunto de ellas, con sus funcionamientos especializados, constituyen su ser (1 Co. 12:18-21). El
alma también está constituida de muchas partes que la integran y todas y cada una de ellas tiene una
función y son interdependientes y se complementan y nutren unas a otras en armonía y unidad
perfectas (Ef. 4:16).
La complejidad del alma es como la del cuerpo, y fue diseñada por Dios para propósitos excelentes y
es sólo a través de Cristo que todas sus partes funcionarán en plenitud alcanzando en conjunto su
satisfacción o cumplimiento pleno (Col. 2:8-10). Cristo nos es dado en una manera diferente para cada
parte de nuestra alma; por ejemplo, sus nombres para satisfacer los sentidos, sus YO SOY para suplir a
sus anhelos, sus ministerios para suplir a sus áreas básicas, etc.
7.- Toda ser vivo manifiesta un desarrollo o crecimiento. Sin excepción, la vida crece, en todo ser
vivo se da un desarrollo hasta alcanzar su madurez donde despliega el máximo de sus capacidades (Jr.
23:3). El alma del justo también crece en Dios (Sal. 92:12, Ez. 47:12, Jn. 3:30).
El alma crece en las pruebas, de modo que las pruebas son provechosas para el alma que reconoce a
Dios en medio de ellas (Sal. 4:1, 11:5, 16:1-3, 31:7).
8.- Todo ser vivo tiene una energía que lo impulsa. Cada ser vivo está animado por el soplo de vida
o espíritu que Dios le dio, cuando este es quitado muere o deja de ser (Sal. 104:29-30). También el
hombre muere cuando le es retirado su espíritu, pero su alma no muere, es un ánima o alma viviente
con vida en sí misma.
El alma tocada por el pecado es como un aparato de pilas gastadas, pero la que ha sido perdonada y
recibe vida espiritual, es como un aparato conectado a la línea de poder inagotable. Es por eso que
como creyentes debemos ser llenos del Espíritu Santo, para movernos con su poderoso impulso para
ejercer la voluntad de Dios cabalmente (Hch. 1:8, 4:31, 6:8).
9.- Todo ser vivo tiende al orden establecido originalmente. Mientras que las cosas inanimadas son
incapaces de modificar su estado, los seres vivos en cambio, tienen un rumbo predeterminado al que
siempre retornan, es decir, tienden a regresar del proceso aleatorio natural, al orden establecido en su
origen. Un ejemplo está en los instintos que como mandamientos regulan a las especies (Job. 39:2628).
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El alma tiende al orden establecido por Dios, como ser moral necesita de reglas que la regulen y
cuando el pecado la desordena, tiende a ordenarse, aunque por causa del pecado no lo consigue, por lo
tanto se siente miserable y frustrada (Ro. 7:14-21, 25). Así que necesita que Dios le ayude a recuperar
sus cualidades de vida mediante el perdón y la liberación de todas aquellas ataduras que le impiden
cumplir ese cometido. Los instintos del alma sólo pueden satisfacerse plenamente en Cristo.
10.- Toda ser vivo cuenta con códigos genéticos que lo hacen único. La herencia genética de padres
a hijos contribuye pero no determina las características del nuevo ser, es decir, será semejante pero no
idéntico a él, por lo tanto será único (Ex. 20:5-6).
El alma fue también diseñada para adquirir la semejanza divina, ya que al renacer, en su espíritu le fue
dada la naturaleza divina y el alma será transformada a la semejanza de Cristo, porque es su patrón
genético, pero también contribuirán a que sea única, su influencia y su propio carácter.
El alma, regulada por este principio, siente la necesidad de imitar a alguien que toma como modelo, el
creyente tiene dentro de sí el modelo perfecto, Cristo Jesús, al cual el alma por sí misma no puede
alcanzar y se frustra, a menos que se mueva en la gracia de Dios que le ha conferido alguno de los
dones vocacionales para ser perfeccionada y llegue a ser parecida a Cristo en la fase de su vocación
(Ro. 12:6-8).
11.- Todo ser vivo tiene una carga eléctrica, dado que es un ser con energía y en movimiento. Esta
carga determina su tendencia para encontrar su equilibrio interior.
El alma es atraída por el mundo y el pecado, a veces por la cultura o el arte, tratando de encontrar ese
equilibrio interior, pero no lo encontrará en nada de esta tierra. Sólo cuando recibe a Cristo y es atraída
por la justicia del Espíritu, entrará en el proceso de santificación. Es en la medida que Cristo la llena
que se encontrará en equilibrio y plena satisfacción (1 P. 1:15-16).
12.- Todo ser vivo tiene enzimas. Esto hace posible que el ser vivo se alimente y pueda mantenerse
vivo y saludable (Gn. 1:29-30, Job. 39:7).
El alma requiere alimentarse y sus enzimas la hacen capaz de nutrirse de conocimiento y sentimientos.
Si lo que el alma come es conocimiento mundano y relaciones con pecadores, el alma tenderá a ser
mundana y pecadora (Pr. 22:24-25, 13:20, Ro. 1:21, 28). Pero si el alma se alimenta del conocimiento
de la Palabra de Dios y sus emociones son alimentadas por el Espíritu Santo, el alma será saludable y
capaz (3 Jn. 2-4, 2 Ti. 3:15-17, Stg. 1:21, 1 Ti. 4:16).
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