Y SIN EMBARGO… I De ciertos sucesos sólo debe hablarse antes

Anuncio
Y SIN EMBARGO…
I
De ciertos sucesos sólo debe hablarse antes de salir el sol. Así que no tengo mucho tiempo.
Una leve frontera anaranjada, como vapor que exudan las copas negras de los árboles, el
horizonte, comienza a debatirse en el trance del amanecer. Hace frío.
Frío debió sentir cuando a mitad de la noche lo sacaron de su cama, como a un vulgar ladrón.
Helado el pulso de su corazón con cada golpe que llamaba a su puerta. Lo esperaba desde
hacía tiempo, creía que estaba preparado, y aún así, sintió cómo el frío le reptaba desde sus
pies descalzos como una enredadera hasta paralizarle por completo.
Antes de que salga el sol habrán de pasar por aquí de camino. Por este camino que se va
llenando poco a poco de quienes no quieren perdérselo. Todo el mundo, sin necesidad de
bando ni de filtración, sabía que sería esta noche. Hay cosas que se saben igual que ciertos
nutrientes se absorben por la piel. No han querido faltar, fallar. Comienzan a llenarse las
tribunas, los estrados, las cátedras y nadie puede negar la transformación del escenario en
parlamento, tribunal o aula magna, cuyos miembros, esta noche, han de juzgarle.
Allí donde hay más de dos hombres, existirá un camino. Los caminos, también éste de estrellas
y de árboles, son lo propio del hombre. A quien abre un camino nuevo se le concede el título
de descubridor y si fue necesario derramar la sangre, el título de conquistador. A quien se sale
de una senda transitada y conocida, asentada con todos los honores, se le llama hereje, se le
tortura, se le arranca confesión, se le condena.
II
Con el cuarto golpe en la puerta, desapareció el miedo, se quebró como se rompe la capa de
hielo al golpearla. Un amigo que no quiso dar el nombre le había avisado de que estuviera
preparado porque en cualquier momento sucedería, así que durante las últimas semanas ya
dormía vestido. No quería hacerles esperar. Es un hombre que siempre ha intentado cuidar
estos detalles por considerarlos pilares de la vida en sociedadAbajo le esperaban las antorchas, las capas rojas de los cardenales, el metálico ruido de las
armaduras de la guardia, de los esbirros, algunas lanzas para ir abriendo paso entre la multitud
–no faltaba nadie, tampoco aquellos a quienes había ayudado, ni con los que había compartido
una copa de vino- y los textos legales de los abogados. Uno de ellos hizo ademán de dar
lectura al requerimiento. Pero no fue necesario. Así se lo hizo entender con una mirada
comprensiva.
Se encaminaron todos en silencio. No hizo falta decir a dónde iban. Todos lo sabían. Todos
callaron. Al principio le miraban, pero luego fueron apartando los ojos, las miradas, de aquellas
barbas blancas, de aquella melena venerable que nunca había hecho mal a nadie. Es posible
que sintieran vergüenza, pero nadie se atrevió a alzar la voz. Además, se hacía tarde,
amanecía.
El camino les llevó hasta el corazón del bosque. El silencio se iba haciendo sólido por
momentos hasta alcanzar su máxima densidad cuando situaron al hombre ante el árbol
milenario, el corazón del bosque y del misterio.
Sus miradas van del árbol hasta el hombre y del hombre al árbol. El hombre, quieto, sereno,
sólo mira al árbol. Sabe que todos tienen miedo, menos él. Entonces se vuelve y con toda la
ternura que puede destilar un hombre solo, pronuncia estas palabras:
Y SIN EMBARGO SE MUEVE
OSCAR M. PRIETO
*Homenaje a Galileo Galilei, quien hubo de retractarse de sus ideas un 22 de junio de 1633 a
cambio de conmutar la condena a prisión perpetua por el arresto domiciliario hasta el fin de
sus días.
Descargar