! 209 Cena hora europea Razones para indignarse ! ! 21 de Noviembre de 2013 ! ! RAZONES PARA INDIGNARSE JORDI CUSSÓ PORREDÓN ! ! !! ! ! ! PONENTES IVAN PERA IXART Director de la Fundación Carta de la Paz ! ! NATÀLIA PLÁ VIDAL Doctora en Filosofía. Miembro de la Universitas Albertiana ! ! EULÀLIA REGUANT CURA Coordinadora de FIARE Banca Ética en Barcelona ! ! ! ! APORTACIONES EN EL COLOQUIO ! ! ! ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org ! ! ! RAZONES PARA INDIGNARSE Jordi Cussó Porredón ! Define el diccionario la palabra indignado como: «adj. Que está muy enfadado o disgustado por aquello que considera injusto, ofensivo y perjudicial». No existe ninguna duda sobre que la palabra indignado/a ha sido noticia en los diarios, revistas y medios de comunicación de todo el mundo. A raíz de la publicación del libro “Indignaos”, que escribió el alemán nacionalizado francés, Stéphane Hessel, se extendió por todas partes de una manera vertiginosa, un movimiento de protesta que reunía a personas de diferentes generaciones y diversas clases sociales. Todas ellas tenían como característica común, la indignación frente a los acontecimientos sociales provocados en gran parte por la crisis económica. Recogemos algunas noticias: «Los indignados insisten en que hoy hay más razones que hace dos años para salir a la calle. Hoy se hace durante más días y bajo el lema “De la indignación a la rebelión: escrache “al sistema”. Quieren un Madrid sin batidas ni identificaciones, sin desahucios, sin Eurovegas, sin represión ni multas, ni violencia patriarcal, sin la dictadura de los mercados, sin cámaras de vigilancia, sin corrupción, sin precariedad vital y sin opresión episcopal. Es el llamamiento que hacen los convocantes para dar a la festividad madrileña, el característico toque indignado». (La Vanguardia, 15/05/2013) «Indignados de más de 800 países de los cinco continentes, están llamados a salir este sábado a las calles de más de 650 ciudades de todo el mundo, entre ellas Barcelona, Tarragona, Girona y Lleida, que han decidido sumarse a la convocatoria que el Movimiento 15-M, realizó el pasado 30 de Mayo para reclamar a nivel internacional un cambio global” frente a la situación económica, política y social actual». (La Vanguardia, 15/10/2011) «El Papa: “Es una vergüenza”. La tragedia de Lampedusa indigna al Pontífice, que visitó la isla el pasado mes de julio». (El País, 5/10/2013) ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «Príncipe indignado por no estar entre los diez más ricos del mundo. Alwaleed Bin Tadlal (Arabia Saudita) criticó los criterios bajo los cuales, la revista Forbes sitúa a los más ricos del mundo. Al príncipe no le gusto que la revista norteamericana lo situara en el puesto 26 de la lista». (La Semana, 11/03/2013) La indignación es un fenómeno que se ha generalizadlo por todo el mundo. Podríamos decir que al final, parecería que todos tenemos motivos suficientes para estar indignados y que vivimos un momento social en el que todo el mundo vive disgustado: los políticos con los ciudadanos y los ciudadanos con los políticos, los independentistas con los unionistas, los empresarios con los trabajadores, etc. Todos tienen razones, pero no saben si todas las razones tienen la misma base y fundamento. Tampoco no distinguimos si estamos dispuestos a poner en común estas razones, es decir a hablar. Pero esta indignación ha tomado fuerza cuando ha afectado a los intereses de la gente acomodada. Durante mucho tiempo hemos dado por válida aquella sentencia de Martin Luther King (1929-1968): «Los de nuestra generación tendremos que arrepentirnos no sólo de las palabras y las acciones infames de las malas personas, sino también del terrible silencio de las buenas personas». Decía el sociólogo Salvador Cardús en un artículo de La Vanguardia: «Hipersensibilizados por la crisis económica y política, actuales, descubrimos escandalizados –no sin cierto fariseísmo– que abundan los comportamientos malévolos tanto en mayor como en menor medida. Una maldad, no obstante para la cual buscamos responsables estructurales, no fuera a suceder que nos salpicara a nosotros mismos». Demasiado tiempo hemos permanecido quietos y satisfechos de nuestro bienestar, incapaces de indignarnos por lo que pasaba en otros países o sociedades que padecían en grado superlativo las injusticias económicas y sociales. Enrique Dussel, en el congreso Edificar la Paz en el siglo XXI, decía: «son las víctimas de la política, de la economía, del poder, todas aquellas que no tienen voz y se quedan al margen. Pero hemos de comenzar a hacer política, economía, desde las víctimas, desde los ignorantes de la tierra, desde aquellos a quienes antes ni tan solo considerábamos dignos de indignarnos por ellos» La democracia pide indignación, pero también compasión, es decir solidaridad con los otros. ¿Puede existir indignación sin compasión? ¿Cómo empoderar la sociedad civil para que haga propuestas de actuación? Una cosa es gritar, otra hablar. ¿Cómo pasar del grito a la palabra? ¿Cómo escuchar y dar voz a los que no la tienen? La indignación ¿puede causarnos un disgusto porque previamente hemos escuchado las propuestas de los otros? ¿Cuándo podemos éticamente indignarnos? Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org ! ! ! IVAN PERA IXART Director de la Fundación Carta de la Paz Buenas noches a todos. Muchas gracias al Ámbito, por su invitación a participar como ponente en la cena de hoy. Si bien me hace mucha ilusión estar aquí con todos vosotros, también debo confesaros que tuve que pensarlo dos veces antes de decir que sí, porque estas cosas, la verdad es que me cuestan. No soy un experto en la materia y lo que os puedo contar sólo son reflexiones personales surgidas de las experiencias que he vivido a raíz de mi compromiso con el tema público, con la política. Se trata sobre todo, de experiencias adquiridas en la vertiente política, desde el gobierno de la ciudad y ahora también desde el ámbito de la sociedad civil, en la Fundación Carta de la Paz, en donde estoy haciendo lo que más me gusta, que es solucionar problemas sociales. En todo caso, aquí os presento algunas reflexiones que de manera humilde y, con cierto punto de vergüenza, hoy os expongo con la sencilla voluntad de compartirlas con todos vosotros. También, deciros que si lo pensé dos veces fue porque me falta seguridad personal para hacerlo dado que últimamente no encuentro las palabras. No las encuentro. Las de siempre ya no me las creo. Tengo la sensación de que son palabras que dan vueltas y más vueltas a realidades ya superadas o que hablan de dogmas obsoletos, de respuestas del siglo XIX a problemas del siglo XXI o que están secuestradas por un léxico técnico, comprensible sólo para iniciados; palabras que se visten de un lenguaje que ya no comunica o lo que es peor, que ya no tiene nada que comunicar, nada nuevo y que terminan siendo vacías de contenido, barrocas y retóricas. Todo ello, algo muy propio de la posmodernidad y ésta ya ha terminado. Así que podríamos decir que tengo una crisis de palabras. Mira por dónde, en plena crisis de los cuarenta y en medio de una galopante crisis económica, me encuentro además con una crisis de palabras. ¡Por crisis no será, no! Pero me gusta vivir esta crisis. No me produce ningún tipo de angustia existencial. Al contrario, representa una oportunidad, me anima a empezar de nuevo, a vaciar la mochila, a auscultar qué es lo que está pasando, a buscar nuevas formas de comunicación y a buscar la manera de volver a dotar de contenido a las palabras y liberarlas del barroquismo para reencontrar así, las originales, más claras y firmes. Palabras firmes para tiempos duros. Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org Son duros tiempos; tiempos de crisis, tiempos de liquidación, tiempos de final de una etapa. Lo que estamos viviendo no es un temporal que tiene que pasar lo antes posible para poder seguir haciendo lo que ya hacíamos. El temporal mismo nos ha enseñado que muchas de las cosas que hacíamos deben dejar de hacerse o estaban mal. El cambio es lo suficientemente significativo como para ser ya conscientes de que termina una etapa que comenzó un día como ayer, hace 38 años. Se acabó el tiempo de la transición. Tenemos nuevas realidades (sociales, económicas y políticas), nuevas demandas (también sociales, económicas y políticas) y nuevas reglas de juego. Así que, visto el panorama que se nos presenta, ¿cuánto tiempo más permaneceremos en este estado de liquidación de los últimos años, en este estado de consternación y estancamiento? Es tiempo de construir de nuevo. La situación ya es bastante complicada y parece que nada esté lo suficientemente claro y, por ello, nos encontramos con que no sabemos ni qué construir ni hacia dónde hacerlo. ¿Dónde está la salida? No debemos esperar sentados a que venga alguien y nos lo arregle todo. No esperemos a que nos digan cuál es la salida. En estos momentos hay mucho en juego, muchas cosas que se están jugando desde hace ya tiempo; muchos intereses. No debemos ser espectadores pacientes sino protagonistas activos. No podemos estar callados ni quietos. En este juego nosotros también tenemos que defender nuestros intereses, nuestras demandas y necesidades. Debemos influir para lograr que la salida que se está configurando sea también la nuestra. El momento nos exige, a cada uno de nosotros, en el día a día, a dar lo mejor de nosotros mismos para sobrevivir y para a la vez poder ir dibujando un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos. Nuestros sueños. Pero no lo conseguiremos solos. Debemos volvernos visibles y hacernos públicos: las respuestas que necesitamos para nuestra vida privada sólo las conseguiremos desde la fuerza que da la unión de mucha más gente como nosotros, desde la fuerza de la comunidad. Lo que estamos viviendo es como un pulso y nuestra musculatura es la gente como nosotros. Solos somos insignificantes. Son muchas las cosas que se han hecho mal y que no queremos repetir. Tenemos muchos motivos para indignarnos y para denunciar realidades y situaciones que no queremos que se vuelvan a repetir, ya sea porque se nos cae la cara de vergüenza, porque siempre nos toca recibir a los mismos o porque queremos que las cosas sean de otra manera. Y es algo muy positivo que esta indignación haya salido de casa, de nuestra intimidad y que se haya expresado en la calle, tomando fuerza y convirtiéndose en un hecho social y político. Hemos pasado de la indignación privada y lógica en momentos de seguridades, a la indignación pública, necesaria en momentos de incertidumbres. Éste, ha sido el primer paso para el cambio. Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org Permitidme decir y sobre todo, destacar que a diferencia de lo ocurrido en otras épocas, esta vez la cultura democrática que llevamos en la mochila y que este país se ha ganado merecidamente, así como la firme voluntad democrática que expresan los movimientos sociales, posibilita que esta indignación social sea pacífica. Evidentemente se han originado situaciones concretas de tensión, pero la democracia nos ofrece suficientes mecanismos para poder incidir en los poderes públicos y en la opinión pública y para impactar en ellos con fuerza, colocando así nuestra indignación y sus motivos en la primera fila de la agenda política; la nacional, la estatal y la internacional. Debemos poder influir en la agenda de los que toman decisiones que nos afectan a todos. Ya no hay que quemar conventos, ni decretar estados de sitio, ni es necesario que nos bombardeen desde Montjuïc para poder forzar el que se den los cambios. No obstante, no nos podemos quedar tan sólo en un estado de indignación. El malestar y la indignación sociales nos sirven para denunciar y para señalar que las cosas no van bien; para forzar, en definitiva, que se sitúen en la agenda política nuestras quejas y nuestro malestar. Sin embargo, resulta necesario que nos involucremos en las respuestas a los problemas que denunciamos y en esto no vale el delegar. No debemos esperar que nos lo resuelvan todo. Actuemos. Generemos respuestas a los problemas o creemos nuevas oportunidades. El grito, la indignación, sirven para llamar la atención, para despertar conciencias y para tomar fuerza. El grito es la épica, pero luego hay que saber dar respuestas y esto ya es harina de otro costal; las respuestas piden compromiso, ideas, nuevas palabras. Como os decía, las viejas palabras ya no me valen. Primero nos indignamos y denunciamos. Y luego nos toca proponer. Ya hemos dejado claro que hay cosas de las que estamos muy hartos y temas que nos preocupan y para los que necesitamos soluciones. Debemos atrevernos a buscar las respuestas. Debemos hacer el ejercicio de darnos cuenta de que todo esto también va con nosotros. No podemos delegar ni en los que mandan, ni en los que salen más por televisión, ni en aquellos que, técnicamente, saben más. Demos un paso adelante: radicalidad democrática. Atrevámonos a proponer como mínimo y así estaremos haciendo un ejercicio de corresponsabilidad. Hagamos propuestas, solos o en compañía de otros, dándolas a conocer y ya veremos qué sale de todo ello o hasta dónde llegan; pero hagámoslas. Además, hoy en día, disponemos de mecanismos potentísimos para hacer llegar nuestras ideas a la otra punta del mundo, a través de las redes sociales e Internet. Es importante que las nuevas propuestas, las nuevas palabras, se formalicen en una lengua y en un lenguaje adecuado a los tiempos que corren. ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org Estamos viviendo un momento excepcional de efervescencia de la creatividad social, de la ingeniería social; ya sea si se trata tanto de hacer propuestas para el barrio como si es por aquellas otras más a escala internacional. Es un gran momento para el optimismo. Tras la indignación, la denuncia y la propuesta, se debe construir. Construir es convertir las propuestas en realidad. Es construir alternativas, abrir nuevos caminos. No es éste un trabajo fácil y conlleva el dar un paso más: reclama implicarse y sobre todo, comprometerse y estos son roles exigentes y poco agradecidos a corto plazo. Hablamos de horas de dedicación y de dejar, en cierto modo, la piel. Para entendernos de una manera bien sencilla: en un plato de huevos fritos con tocino, la gallina está implicada y el cerdo está seriamente comprometido. Por lo tanto, construir es un paso que exige mucho más. Actualmente debemos construir nuestro entorno privado, el de nuestras familias (el mundo de casa) y también el de la sociedad que queremos para los próximos veinte años. Los problemas y retos que quiero afrontar con los míos, con mi familia y también los problemas y retos que queremos afrontar como país. Aquellos que marcarán la agenda política y social; nuestros sueños y nuestra lucha. ¿Hacia dónde quiero ir? ¿Cómo queremos ser? ¿Con qué valores? ¿Con qué limitaciones? ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿Cuáles son las reglas del juego? Necesitamos un firme compromiso para construir todo esto. La sociedad civil debe tener un papel destacado en esta construcción. Debe ser protagonista, proactiva y tener una clara voluntad de liderazgo. Es necesario que sea dinámica, innovadora y muy democrática. Y en este momento podemos decir que mientras que una parte de la sociedad civil aún está en el antiguo paradigma, ya hay, sin embargo, otra gran parte que asume este rol y quiere ser un motor de cambio y modernización. Junto con la innovación social de las propuestas, existe todo un movimiento de proyectos y alternativas que quieren encontrar su sitio e incidir. Sin embargo y en medio de todo esto hay algo que me preocupa bastante. Así como hace 38 años existió una generación que era consciente de su rol histórico, de su momento, ¿dónde está ahora la generación que debe liderar todo esto? ¿Dónde está mi generación, los que ahora tenemos unos treinta y ocho años, los hijos de aquellos hippies y que somos a quiénes nos toca lidiar ahora con esta crisis y establecer las bases, los cimientos, para los próximos años? (Esos fundamentos a través de los cuales deberán emprender su camino nuestros hijos). ¿Dónde estamos los que tenemos que construir públicamente aquello que queremos para nuestro entorno privado? Desgraciadamente hemos vivido demasiado tiempo a la sombra de nuestros padres preguntándonos cuándo llegaría nuestro momento. Mal íbamos si Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org esperábamos a que nos dieran permiso, pero ahora que ha llegado nuestro momento, o no somos conscientes de ello o no queremos asumir ese rol. ¿Tenemos miedo? En el fondo, ¿nos sentimos inseguros? ¿A qué estamos esperando? Así pues, nos hemos indignado y hemos denunciado, hemos hecho propuestas, nos hemos comprometido y también hemos construido, pero ahora nos falta dar un paso más; al final de este camino, toca gobernar, hacer política ¡Política, palabra maldita! Pues sí, toca hacer política y política con mayúsculas. Los partidos son un desastre y algunos, en estos momentos, están dirigidos por las personas más cínicas e inmorales que existen y digo esto, con conocimiento de causa. Muchos políticos no están a la altura de las circunstancias y su hoja de servicios y la mochila que llevan, deja mucho que desear. El sistema se percibe como un desastre (alerta, no obstante, con esto, pues también hay a quien le interesa que se vea así...). Pero debemos gobernarnos. Y debemos hacerlo democráticamente. Queremos que las propuestas y los proyectos que hemos dicho, surgidos de una indignación y de un cambio y nacidos de la propuesta y de la construcción, sean las ideas y los proyectos que marquen las decisiones de nuestros representantes. Decisiones que condicionen nuestro día a día, ya sea porque hagan referencia a los principios más elevados, como por ser las relacionadas con las gestiones más pequeñas y cotidianas, a pie de calle, que pasan por la defensa de lo que somos y de nuestros intereses, frente a la hostilidad de otros más potentes. Si nadie quiere gobernar, si nadie quiere saber nada de la política, si nadie la tiene presente, si todo el mundo encuentra que esto de la política y de gobernar es algo feo, que ensucia las manos, etc. ¿En quién pensamos delegar? ¿En manos de quién dejaremos la política? ¿En manos de quién dejaremos las decisiones de todo lo que nos afecta en nuestro día a día? ¿De los políticos profesionales que dominan los aparatos de los partidos? ¿De los tecnócratas? ¿De los representantes de los grandes intereses económicos? ¿Del ejército?... Si nos hemos indignado y hemos denunciado, si hemos propuesto, si hemos construido, ahora también tenemos que gobernar. ¿O acaso no vemos que la política es nuestra gran oportunidad? Necesitamos de la política. Es parte de nuestro compromiso, es parte de la lucha por cumplir nuestros sueños. Por tanto, sí que tenemos razones para indignarnos, muchas. Nos hallamos cargados de razones, pero no debemos quedarnos sólo en eso. Vivimos un momento histórico, complejo, pero lleno a la vez de oportunidades. ¿Dejaremos que se escapen? Si queremos mejoras, si queremos cambios, después de la indignación necesitamos proponer, construir y también gobernar. Y hacerlo con las nuevas palabras. Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org ! ! ! NATALIA PLÁ VIDAL Doctora en Filosofía. Miembro de la Universitas Albertiana Es un placer para mí, estar aquí con todos ustedes. Aquellos que somos habituales del Ámbito, sabemos que las Cenas Hora Europea se convocan siempre el tercer jueves de cada mes, salvo en muy escasas excepciones. Destaco esto porque tiene mucho que ver con lo que será el hilo conductor de mi aportación esta noche. Desde hace ya unos años, el tercer jueves del mes de noviembre, fue declarado por la UNESCO como Día Mundial de la Filosofía. Cuando me di cuenta de que me pedían que hablara sobre las razones para indignarse en el Día Mundial de la Filosofía, no podía dejar de mencionar esta coincidencia. La directora general de la UNESCO, Irina Bokova, dijo que «al celebrar el Día Mundial de la Filosofía, la UNESCO se propone reafirmar que la filosofía tiene el poder de cambiar el mundo, ya que se encuentra dotada de una gran capacidad para transformarnos, dando mayor peso a toda nuestra indignación ante la injusticia y aportando más lucidez para formular las preguntas que incomodan así como más convicción para defender la dignidad humana». Una convicción muy común a nivel popular es que la filosofía no sirve para nada. Los que trabajamos en el ámbito de la reflexión tenemos esto bastante asumido. En cambio, el texto del díptico resulta rotundo cuando habla de su capacidad transformadora. Pero si os fijáis, lo que dice el texto es que la filosofía tiene la capacidad de transformarnos. No habla de transformar la sociedad, no dice transformar el mundo, sino que habla de transformarnos, de transformar a las personas. Por ello, la filosofía, más que una reflexión abstracta, es siempre una reflexión sobre el propio ser; el ser personal, el ser social. Una transformación que llegará al mundo, que llegará a la sociedad, si parte ciertamente de un cambio personal. Debemos transformarnos personalmente si tenemos alguna pretensión de transformar las estructuras sociales. Tal vez sea por eso que nos dificultan tanto de un tiempo a esta parte la enseñanza de la filosofía, porque quizás no tenemos demasiadas ganas de que haya gente con capacidad de transformarse y por lo tanto de transformar la sociedad. Estoy de acuerdo con la cita de Salvador Cardús que aparece en el texto de presentación, cuando dice que estamos hipersensibilizados y que, al Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org mismo tiempo, tenemos un comportamiento muy farisaico; es decir, queremos responsables estructurales pero sin que nos salpiquen. Encuentro muy afortunada una expresión que escuché en un encuentro sobre redes sociales, cuando una de las ponentes hablaba del “solidario perezoso”. Es decir, el solidario que hace un clic en “Me gusta” en Facebook y que con eso ya tiene satisfecha su conciencia social y solidaria. Creo que una de las cuestiones que debemos plantearnos es pensar en qué aspectos estamos realmente dispuestos a transformarnos para que en consecuencia, los cambios lleguen a la sociedad. Una cosa de la que cada vez estoy más convencida es de que tenemos que hacer procesos de desaprendizaje; debemos aprender muchas cosas pero también debemos hacer limpieza de muchas otras. Hemos aprendido muchas cosas que nos molestan y también hemos aprendido un montón de cosas que nos hacen daño. De hecho, tenemos realmente dinámicas sociales que nos perjudican y que son las que explican la situación en la que estamos. El texto de la UNESCO vincula filosofía con injusticia. Esto nos permite hablar de la indignación como actitud y como sentimiento ético. La indignación nos interesa, no tanto como reacción puntual, como reacción efervescente o como reacción quizá carente de concreción, sino como una indignación en sentido ético. La indignación parte de un sentido de la justicia; creo yo, que es muy primigenio, muy básico y que casi calificaría de instintivo. Dice el diccionario que “justicia es aquella virtud que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o le pertenece” y la indignación ética surge, brota, cuando percibimos que hay gente que no recibe lo que le corresponde o le pertenece. Algunos autores en la línea de Habermas defienden que lo que más hiere a una persona es precisamente la falta de reconocimiento, la falta de visibilidad y de aceptación; el hecho de no recibir respuesta en lo que respecta a las necesidades de lo que le corresponde o le pertenece. Y quisiera también, hablar de justicia en el sentido de justicia templada. La imagen de la justicia que tenemos –incluso la imagen iconográfica–, es la de una mujer que lleva los ojos vendados, que no ve, como para garantizar así su imparcialidad, algo por lo que ciertamente sí que debemos velar. Pero la justicia, sin embargo, no puede ser ni ciega ni fría, porque entonces no atiende ni percibe adecuadamente la realidad. En este sentido, creo que son muy importantes las aportaciones realizadas por unos cuantos filósofos en los últimos años. Adela Cortina habla de la justicia cordial, la del corazón y Martha Nussbaum habla de la justicia poética. Son dos autoras que se han atrevido a dar el paso de no vincular justicia con frialdad sino de vincularla con algo más cálido, algo que responda al latido, a la temperatura de la vida. Creo que ésta es una Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org incorporación a la filosofía que nos sirve de mucho porque es desde aquí que empezamos a entender por qué la filosofía tiene la capacidad de transformarnos. Una incorporación que aleja por fin ese aspecto de la filosofía con el que muchos nos sentíamos incómodos; aquella reflexión abstracta y fría que garantizaba su objetividad. Si bien la objetividad es necesaria, lo es hasta cierto punto y no puede ser absoluta. Porque la objetividad se gestiona desde la subjetividad; no podemos trabajar sino somos sujetos y, por lo tanto, no podemos hacer una reflexión que sea indiferente a la vida, que sea indiferente al resto de las capacidades del ser humano. Y continúo con las palabras de Irina Bokoba, que dice que lo que hace la filosofía es dar un mayor peso a estas indignaciones. Es decir, da consistencia, argumentación y solidez para hacer que la pasión y la emoción que están vinculadas a la indignación, en tanto que ésta es un sentimiento reactivo, tomen cuerpo y sean comunicables con efectividad, o sea, que surjan efecto. Hay quienes defienden que el mecanismo natural de la persona –el que surge espontáneamente– y el comportamiento moral, son dos movimientos completamente separados; que el mecanismo natural y el mecanismo moral no tienen nada que ver y que son cosas que nos llegan por diferentes vías. Otros, en cambio, apuntan a que no hay un abismo sino que lo que existe, son los sentimientos humanos que ya apuntan a cuál será el comportamiento moral. En el lenguaje de Alfredo Rubio, diríamos que cuando somos capaces de ver la evidencia, es la evidencia misma la que nos dice lo que debemos hacer. Cuando uno es capaz de mirar la realidad y percibirla adecuadamente, no resultan necesarias tantas argumentaciones ni tantas justificaciones. Los sentimientos reactivos son sentimientos que sólo se pueden dar desde un aspecto de interacción, de relación entre los seres humanos. Si nos mantenemos a distancia o nos mantenemos como espectadores, no reaccionaremos frente al otro. Por lo tanto, necesitamos asumir una perspectiva de participante. Strawson, un filósofo inglés, considera que estos sentimientos se despiertan ante la buena o la mala voluntad del otro. Dice que hay una expresión natural de expectativa ante el otro. Un bebé, por ejemplo, espera del otro, cuidados, amor… y cuando esta expectativa se ve defraudada, es cuando comienzan los comportamientos anómalos. La expectativa ante la buena o la mala voluntad de los demás es la que produce y provoca estos sentimientos reactivos, sentimientos como el resentimiento, como la gratitud o como el perdón. Lo único que se consigue es evidenciar y hacer patente el vínculo que existe de manera natural con los demás seres humanos; esperamos de ellos atención, amor… y por ello nos duele y nos resta fuerzas que en lugar de eso lo que recibamos sea desprecio. Y en ese mismo movimiento, tomamos conciencia de que los otros –los conozcamos o no–, esperan lo mismo de nosotros, esperan atención y amor y, por lo tanto, nuestro Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org desprecio les afectará desfavorablemente. Strawson se pregunta si estos sentimientos que brotan negativamente son sentimientos morales y es aquí en donde introduce el sentimiento de la indignación. Su reflexión es que la indignación no se despierta sólo por un daño que sufrimos personalmente. De ser este el caso, no siempre podríamos hablar de indignación ética o de indignación moral. Pero sí podemos hablar de indignación moral cuando nosotros reaccionamos ante el daño que sufre alguien que no conocemos y que no nos afecta directamente. Y eso es lo que permite hablar de la indignación en un sentido ético. La indignación moral sería, pues, un resentimiento en nombre del otro y es este carácter impersonal lo que permite que hablemos de un sentimiento y de una indignación éticas. La actitud reactiva, repito, expresa una expectativa y una demanda de buena voluntad, de compromiso, ya no sólo hacia uno mismo sino hacia cualquier persona que exista, persona por la que al sentir, que estas expectativas son defraudadas, nosotros nos sentiremos indignados. Y como dicen algunos autores, un solipsista moral, un idiota moral, un caso patológico de egocentrismo, es aquel que no siente absolutamente nada cuando ve determinadas situaciones de sufrimiento: hablaríamos de una especie de patología antropológica. Probablemente también habrá, quien quiera defender que estos sentimientos reactivos son meramente interesados; defendemos el mantenimiento de la especie, protegemos a aquellos que están cerca, nos interesa estar bien con ellos… etc. Otros defenderán en cambio que se trata de actitudes morales y no sólo de mecanismos con finalidades adaptativas y de supervivencia. Precisamente el matiz ético de la indignación ética es que afecta a la expectativa normativa de lo que debe hacerse, de lo que una persona merece recibir tan sólo por el hecho de existir. Y eso es lo que le da ese carácter moral. Faltamos a la estima que todo el mundo se merece hayamos sellado o no pactos implícitos o explícitos de convivencia. Por eso Martha Nussbaum apunta a que mientras que en la perspectiva de la ética estoica era precisa una apatheia, un no sufrir, una impasibilidad o un estar libre de todo tipo de emoción reactiva, porque se consideraba que esta emoción reactiva ensuciaba la reflexión y la experiencia del sabio, ella apuesta, en cambio, por una ética que incluya las emociones. Nos habla de emociones racionales, de justicia poética y de la compasión como de una emoción dolorosa ocasionada por la conciencia del infortunio inmerecido de otra persona. Si es merecido, ya veremos si nos indignamos o no. Quizás nos sepa mal porque podemos, también, ser generosos, pero la indignación brota y estalla realmente cuando existe un infortunio, cuando vemos la desdicha inmerecida del otro. Sigo ahora con el texto de la directora general de la UNESCO. Recordad que dice que la filosofía tiene el poder de cambiar el mundo, porque está dotada de Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org esa capacidad de transformarnos, que da un mayor peso –es decir, argumentos y solidez a este sentimiento reactivo– a nuestras indignaciones ante la injusticia, dado que nos aporta más lucidez para formular las preguntas que nos incomodan. El elogio que se nos puede hacer a las personas que trabajamos en el ámbito de la reflexión es que somos gente lúcida, que aportamos una mirada lúcida –que arroja luz–, sobre la realidad, de manera que sabemos leerla e interpretarla. Arrojar luz sobre la realidad, enderezarla y aportar más lucidez para poder formular aquellas preguntas que incomodan, que nos sacan de la comodidad, de las inercias, del “ir tirando”, del “vivir de rentas” o del “no hay nada que hacer”; en definitiva, aquellas preguntas que nos sacan del conformismo. Bienvenidas sean las preguntas que nos incomodan porque, al menos, hacen que nos movamos de donde estamos, tal vez sólo para reafirmarnos más tarde, pero eso sí, en un viaje de afianzamiento mucho más sólido. Cuando en el ámbito social hablamos tanto de la necesidad de campañas de sensibilización, siempre digo que si tenemos que hacerlas es porque nos hemos insensibilizado por el camino. Y esto es como cuando hacemos trabajos manuales y nuestro tacto se va endureciendo y nos salen callos, pues perdemos sensibilidad. Si bien eso es lo que nos permite hacer un determinado tipo de trabajos, también provoca que sintamos la caricia con mayor dificultad. Por eso necesitamos atender a nuestra sensibilidad y por eso hemos de incomodarnos, porque nos hemos insensibilizado. Esta afortunada expresión la dijo el obispo de Roma, el papa Francisco, cuando hablaba de “la globalización de la indiferencia”. Se nos han hecho callos y ya no percibimos la vida y sobre todo no cuidamos de ella suficientemente. Debemos romper con esas falsas comodidades que se sostienen sobre cosas que son inaceptables. De vez en cuando, tenemos que hablar de cosas desagradables; hacerlo en un entorno agradable para suavizar así la situación, será mucho mejor, pero lo que no podemos hacer es mirar hacia otro lado. Lucidez, por tanto, para introducir el sentido crítico, el sentido o capacidad de cuestionar, así como la capacidad, también, de proclamar sin ambigüedades dónde radica el valor de las cosas, no el precio sino el valor de las cosas. La indignación no es un sentimiento destinado a recluirse en sí mismo, a mirarse el ombligo y lamerse las heridas. Esto no sería algo lúcido, porque este tipo de comportamiento lo que hace es atraparnos y dejarnos atados de pies y manos frente al estado de las cosas. La indignación, en este caso, se convertiría tan sólo en una rabieta infantil. La indignación es alentadora y estimuladora de las preguntas adecuadas, las preguntas que nos devuelven al por qué y al sentido de las cosas, a lo que son y a lo que deben ser. Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org Y sigo con las palabras de Irina Bokova. La filosofía nos da también mayor convicción para defender la dignidad humana. Y nos adherimos a ello como a la finalidad última de nuestra actividad reflexiva. Este es el sentir prioritario de la mayoría de la gente que trabaja en el mundo de la reflexión o en el de la filosofía. Contrariamente a la percepción popular de la que hablaba al principio, la filosofía, cuando de verdad se ocupa de lo que han sido los trascendentales –lo verdadero, lo bello, lo bueno, lo justo–, no pretende otra cosa que defender y promover la dignidad del ser humano. Por ello, en contra de la convicción que comportaba desterrar las emociones de las deliberaciones filosóficas, económicas o jurídicas, Marta Nussbaum insiste en integrarlas creativamente. Hace ya muchos años que en estas cenas hablamos de la necesidad de que la justicia vaya acompañada del amor, porque sin amor no hay justicia. No es verdad que sea fría, sino que reclama un amor cívico, si preferís decirlo así, porque hasta una amistad cívica, realmente, requiere de un cierto grado de amor. Atender, por lo tanto, a las razones del corazón. Las razones para indignarse tienen mucho que ver con las razones del corazón y son congruentes con las de la cabeza. Las razones para indignarse son importantes pero creo que tan importantes como las razones, son las formas que toma la indignación y éste será el último aspecto del que hablaré esta noche. La reacción y la expresión airada, son comprensibles pero corren el riesgo de convertirse en rabia y de quedarse sólo en eso. Resulta necesaria y casi inevitable la queja o la protesta. Pasar a la denuncia ya representa dar un paso más porque la denuncia implica argumentación. Pero ojalá que la denuncia esté colmada de este anuncio: que es posible que las cosas sean de otra manera, eso sí, con mucho esfuerzo y manteniendo los pies en la tierra. La denuncia, además, debe ser convocadora, para unir fuerzas, capacidades, habilidades y perspectivas. Si las aguas de la tormenta no se canalizan, los arroyos se lo llevan todo por delante. Las aguas tumultuosas deben canalizarse. La queja o la protesta son un primer momento, la denuncia es otro momento importante y necesario, pero creo que tenemos que llegar finalmente a la propuesta. La fuerza, la dynamis de la indignación debe traducirse en una acción de propuesta, ya sea en forma de palabra o de respuesta o ya sea mediante la acción. Quien se queda en el grito –y no es fácil no hacerlo–, corre el riesgo de descalificarse a sí mismo; además esto supone un error estratégico y didáctico. Todos sabemos que los niños hacen caso de un grito cuando no estás siempre gritando, mientras que si les gritas siempre, el grito deja de ser efectivo. Por eso el grito de la indignación no puede ser un estado permanente. Necesitamos el grito del dolor. Resulta incuestionable el derecho a gritar de quién está siendo pisoteado. Es necesario el grito de quién no admite lo que es inadmisible, pero ese grito debe surgir con voz templada, una voz cordial y de diálogo, una voz que se convierta en encuentro. Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org Como dice Mayor Zaragoza, debemos ser la voz de los silenciados. Cuando nos convertimos en la voz de los silenciados, la indignación es ética. El grito silencioso, de dolor y de desesperación de tantos, pide de nosotros que nos convirtamos en palabra. Una palabra contundente, una palabra fuerte, pero una palabra, con capacidad de diálogo y de propuesta que necesita que nosotros vehiculemos esta respuesta y ésta es la responsabilidad de nuestra cultura. Respuestas y pienso ahora en las formas, con una gran carga de creatividad y de ahí precisamente la gran fuerza de los movimientos sociales, que son actualmente los reyes de la creatividad. Esta es la capacidad de respuesta propia de la sociedad civil. La sociedad civil no tiene a su alcance ni los medios, ni las estructuras que posee la Administración Pública, pero tiene la fuerza de las redes, de los vínculos, de la libertad que hace que nos unamos por aquello que creemos que debemos hacer y que debemos ser. Pero para ello, se requiere una ciudadanía auténticamente democrática y consciente de su responsabilidad; resulta necesario desprenderse de la pereza y ser generosos a la hora de tender la mano y de hacer esfuerzos para hablar, para dialogar, para entendernos y para trabajar juntos desde la diversidad. Una de las cosas que a mí más me indignan –y no entro en si resulta ético o no–, es que le restemos importancia a lo que en realidad la tiene, que tergiversemos el valor de las cosas. Decía Martin Luther King Jr. que nuestra vida se empieza a acabar cuando callamos sobre las cosas que verdaderamente importan. ¡Qué bien, que esta noche no permanezcamos callados! Gracias. ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org ! ! ! EULALIA REGUANT CURA Coordinadora de FIARE Banca Ética en Barcelona ! Muchas gracias por vuestra invitación. En el transcurso de la cena me han ido surgiendo nuevas ideas y he ido cambiando lo que quería decir y la manera de hacerlo. Para empezar, creo que existen muchas razones para indignarse; esto es algo evidente. De razones tenemos muchas y de muchos tipos y podemos interpretarlas de diferentes maneras. Individualmente, además cada uno de nosotros también puede tener un montón de razones. Es importante valorar cuáles son a nivel colectivo las que nos han provocado la indignación, las que nos han puesto en movimiento y nos han hecho entender que partimos de un sistema y de un mundo claramente injusto y desigual. La injusticia y la desigualdad han existido siempre. Forman parte y son inherentes al mundo y al sistema político en el que vivimos. En los últimos años, sin embargo, hemos empezado a padecerlas en la propia piel. Por lo tanto, esto ha provocado que existan aún más razones para indignarse de manera colectiva. En el ámbito de los movimientos sociales y de las luchas colectivas, hace ya muchos años que existen razones para la indignación. Concretamente, el Norte se indignaba por las desigualdades que padecía el Sur. En el mundo globalizado en el que vivimos, no obstante, las causas por las que nos indignábamos hace unos treinta o cuarenta años y que tenían que ver con las desigualdades Norte-Sur, hoy en día ya no existen. Hablamos de Sur global o de Norte global; no hablamos de países del Tercer Mundo, hablamos de países del Norte y países del Sur. Y de países de un Norte global y de un Sur global porque el Sur, ya no es ese sur del Ecuador sino que ahora es una concepción económica y social; es decir, ya no es que por debajo del Ecuador la gente sea pobre y por encima de Ecuador sea rica, sino que todo resulta mucho más confuso. Esto es lo que causa ahora estas situaciones de indignación que se han ido generado en el transcurso de los últimos años. La indignación por cuestiones colectivas va más allá de un simple disgusto, más allá de un decir «me he disgustado por ello y, por tanto, me movilizo», sino que genera una voluntad de cambio; es una indignación que ha de servir y que sirve para originar cambios o construir posibles alternativas. Es pasar de la protesta a la denuncia para convertirla, más adelante, en una propuesta. La indignación debe pasar por estos tres estadios; es decir, la protesta es básica y Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org no tiene un determinado plazo establecido, aunque es necesaria porque es la que da lugar a la denuncia posterior a partir de la que se acaba elaborando colectivamente la propuesta que desencadena el cambio. Por eso, yo siempre al hablar de indignación la relaciono con el surgimiento de cambios; la indignación por sí sola, no sirve y no ha servido para nada. Por lo tanto, hablamos de indignación con el fin de provocar cambios o de conseguir que se dé una transformación y cuando hablo de transformación entiendo que uno de sus elementos clave es la formación. Para transformar las cosas debe existir un estadio previo de formación no sólo ya a nivel académico, sino que lo que resulta realmente necesario es cualquier tipo de aprendizaje que nos ayude a saber interpretar la información. Es decir, la indignación debe dotarse de herramientas para interpretar los datos que nos llegan constantemente. En este mundo tan globalizado de nuevas tecnologías, en el que estamos siendo bombardeados con nuevos mensajes, debemos tener elementos para dotar de contenido y de visión política –y concibo política como recuperación del espacio público– toda la información que recibimos. Es decir, toda información posee un trasfondo y nos cuenta una historia que tiene unos determinados efectos y consecuencias. Toda consecuencia obedece a una causa. Por lo tanto, la formación debe servirnos para encontrar las causas de lo que nos indigna y eliminarlas de raíz para que no nos vuelvan a indignar. Hablo como activista, aunque no me gusta esta palabra porque parece indicar que sólo seamos activos y que no reflexionemos. Creo que se trata de un error de percepción porque el activista llega a serlo porque ha visto y ha trabajado toda una serie de realidades. Por lo tanto, quiere implicarse activamente para así poderlas cambiar. Desde mi punto de vista de activista y de persona que participa y ha participado en diferentes movimientos sociales o espacios donde se ha tratado de construir alternativas, puedo decir que la indignación que hace dos años teníamos en las plazas, está produciendo movimientos colectivos y de participación ciudadana; y eso es lo más importante. Estos movimientos deben potenciar cambios en la sociedad globalizada en la que vivimos. Por ello, las alternativas, los espacios abiertos de reflexión y los cambios no pueden producirse sólo en nuestro entorno sino que debemos trabajar para extenderlos a nivel global. Si pensamos en el mundo y en la sociedad en que vivimos, veremos que existe un gran movimiento social, un movimiento de indignación con el que todos estamos de acuerdo, como es el de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Están todavía en una primera fase, la de la protesta y la denuncia, pero cada vez más están articulando propuestas. Todo comenzó como una protesta por una situación que creían injusta, y desde un principio se hizo un análisis de la situación y unos cuantos nos sumamos y protestamos porque veíamos que el problema nos afectaba a todos. Al cabo de un tiempo, los ciudadanos pasaron a denunciar este estado de cosas porque empezaron a ver claramente Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org cuál era la razón que motivaba su protesta. Es decir, una serie de personas son desahuciadas, se quedan en la calle, y a medida que hay más gente que se encuentra en esta situación, surgen más espacios para analizar qué es lo que la ha provocado y para saber cuál es el origen del problema. Finalmente los ciudadanos llegamos a una conclusión y denunciamos que hay un sistema financiero y bancario que nos ha llevado hasta aquí. Este es el estadio en el que se encuentra la Plataforma ahora y, mientras tanto, efectúa propuestas e intenta elaborar soluciones alternativas para las circunstancias con las que se está encontrando la gente. Este es un problema de ahora y de aquí, fruto de una indignación muy concreta: «porque esto me afecta y me pongo en su piel». Hemos descubierto que vivimos en un sistema que llamamos democrático pero que a la vez también podríamos calificar de autocrático. Un sistema en el que básicamente nos regimos por las relaciones entre deudores y acreedores. Hace unos quince años ya habíamos empezado a enterarnos de la gran indignación que se originaba en los países del Sur, donde existía una enorme deuda externa; esto provocó todo tipo de reacciones. A partir de ahí, empezamos a trabajar para la condonación de esa deuda externa; aparecieron movimientos de indignados –aunque en ese momento no utilizábamos esa palabra–, que comenzaron a moverse para cambiar una situación concreta en toda una serie de países de América Latina y del continente africano. Era una situación injusta que exigía un cambio y fue entonces, cuando se puso en marcha el movimiento por la abolición de la deuda externa. Ahora, ya hemos aprendido de todo esto. Hemos globalizado la indignación y el aprendizaje para generar nuevas propuestas que produzcan cambios y que generen un paradigma de sociedad absolutamente diferente. Son ideas que van en la misma línea y que se entroncan con las propuestas de los movimientos sociales que se indignaron hace dos años y con los proyectos de los nuevos indignados. Ideas que consiguen que las personas que hacía años que se movían y trabajaban para que la sociedad diera un giro o para que cambiasen algunas pequeñas cosas, trabajen ahora colectivamente y se unan a los nuevos indignados, a aquellos que hace poco tiempo que han comenzado a indignarse por cuestiones colectivas que no les afectaban directamente y que, por lo tanto, han tenido que aprender y se han ido formando para poder trabajar en la transformación de las raíces del problema. En cuanto al sistema bancario o financiero, también han surgido colectivos de indignados que han planteado otro sistema. O sea, vemos que lo que nos cuestionábamos fuertemente hace unos dos, tres o cuatro años, pero que en el fondo habíamos puesto en entredicho toda la vida, era un sistema financiero injusto, un sistema bancario donde sólo mandaban y salían ganando unos cuantos y que no favorecía a la inmensa mayoría de la gente. Sólo unos pocos se enriquecían y obtenían beneficios; era un sistema que invertía y trabajaba indirectamente, para construir este mundo tan injusto y desigual. De eso hace Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org muchos años y también se articuló entonces un movimiento que pasó de la protesta a la denuncia y finalmente, a la construcción de alternativas. Son los movimientos que han trabajado para construir unas finanzas éticas que a su vez, trabajen para la transformación. Es una movilización social que no se ha quedado en la indignación sino que también ha apostado por un mundo justo a nivel económico. Son causas que hace ya más de treinta años que existen en el ámbito internacional. Quizás estos movimientos no sean lo suficientemente conocidos aquí, pero han hecho muchas aportaciones. Creen, por ejemplo, que ya basta de decir «no» y que ahora es el momento de decir «sí». Por lo tanto, trabajan para llevar a la práctica otras opciones, otras alternativas al sistema financiero establecido y buscan invertir, poner nuestro dinero en aquellos espacios, colectivos, empresas y/o entidades de la economía social y cooperativa que actúen a favor del cambio social. De esta manera ayudan a canalizar esa indignación, ya que las injusticias nos motivan a la hora de encontrar herramientas para paliarlas. Sin un movimiento de base, sin nada de actividad, sin que se produzca ningún tipo de acción, la indignación no nos ofrece nada positivo, sino que sólo sirve para hacernos mala sangre, pasar un mal rato o irritarnos. La indignación debe conducir a la acción y en este sentido, se van creando diversas alternativas que se encuentran están a nuestro alcance, aunque a menudo tenemos la sensación de que cuando llegamos a indignarnos, ya no podemos hacer gran cosa. Nos damos cuenta de que hemos heredado todo un sistema y parece como si no pudiéramos hacer nada para cambiarlo. Sabemos que todo está muy mal y nos olvidamos de que aún así, podemos llamar a muchas puertas, que tenemos muchas opciones que se convierten en realidad a medida que crece nuestra capacidad de incidir en el espacio social. Desde el dar el paso a la esfera más pública, hasta el hecho de vincularse en el mundo de la política más allá del marco de las instituciones; desde el acto de salir a la calle para convertir la protesta en denuncia hasta otras opciones que pasan por cambiar el mundo desde casa mediante pequeñas acciones. Con todo esto, contribuimos a construir un mundo que no nos provoque indignación y que no nos cause malestar por culpa de las injusticias. Es decir, tenemos muchas opciones que permiten convertir la indignación en alternativas reales, que se sumen a las que ya existen. Yo misma, he pasado por la desobediencia social y por otras alternativas prácticas muy sencillas que no implican la desobediencia, pero que están totalmente dirigidas a la construcción de una alternativa más potente al sistema. Debemos tener claro que existe todo un abanico de posibilidades que tenemos a nuestro alcance. La única manera que tenemos de cambiar el statu quo es ser activos y participar en los espacios de reflexión. Podemos debatir y discutir mucho y creo que esto es absolutamente básico y necesario porque sólo desde Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org la filosofía, desde el debate ideológico se puede producir el cambio. Esta transformación, sin embargo, debe llevarse a cabo; es necesario pasar a la acción pues no basta con las palabras. ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org ! ! ! A ! PORTACIONES EN EL COLOQUIO • Tal como decías Iván, hay que encontrar palabras firmes. ¿Cuáles son estas palabras que calificas de firmes y que realmente pueden generar un cambio? Tú, Eulalia decías que para transformar debe existir una formación y que para saber interpretarla son necesarias unas herramientas. ¿Cuáles son las herramientas que nos harán ser capaces de interpretar la información? Y tú, Natalia, que decías que solamente desde la transformación personal podemos generar un cambio en la sociedad, ¿cuáles crees que son estos cambios que debe hacer una persona? (A. Sendra) «Cuando hablaba sobre la crisis de palabras era porque los discursos suenan ya muy repetitivos, especialmente los del ámbito político. Siempre se repite lo mismo e incluso con un lenguaje que ha acabado siendo muy técnico, muy apropiado para el ámbito político y para la gente entendida, pero que no es el que habla la gente de la calle ni tampoco es el que la gente de la calle quiere oír. En los meetings, en lugar de hablar de «calle» se habla de «espacio público», que ya se entiende, sí, pero es que la gente dice «calle». Hemos acabado adoptando unos tecnicismos que no tienen nada que ver con la manera de hablar normal de la calle. Estamos hablando de dar visiones y dogmas del siglo xIx para problemas del siglo xxI y con mitos o referentes que son muy del siglo xIx de la época industrial. Y aún creemos que todo funcionará si seguimos aplicando aquellas recetas cuando en realidad estamos ante un cambio absoluto de paradigma. Lo que hay que hacer es tener muy claro cuál es la esencia de tu lucha y a partir de ahí adecuarla a esta realidad y a las nuevas formas de expresarla. En el siglo xIx, todo esto tenía una forma determinada, se decía de una manera concreta, quedaba enmarcado en un contexto económico y social y se explicaba políticamente en un proyecto. Pero en el siglo xIx, ya es otro tema. Si nos quedamos con el mito del siglo xIx, ahora en el siglo xxI ya no nos sirve para nada. Por lo tanto, recuperar la esencia y volver a construir, sí, pero en el siglo xxI. Si no lo hacemos así, todo acaba siendo barroco, retórico, posmoderno y la realidad nos está pidiendo una nueva modernidad diferente. Tenemos la esencia de lo que somos o lo que queremos ser, pero hay que adecuarse a la realidad de hoy en día». (I.P.I.) ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «Yo creo que tenemos suficientes herramientas en lo que respecta a las organizaciones y además disponemos de espacios que hace ya años que trabajan en este sentido. Por ejemplo, si queremos interpretar qué pasa con la deuda o que quieren decir determinadas informaciones económicas, tenemos organizaciones que hace muchos años que trabajan para explicar cómo funciona el sistema financiero. Creo que debemos aprovechar estos espacios que tienen ya todo un bagaje de años de experiencia y que han generado discurso y contenidos, que nos pueden dar diferentes interpretaciones de la realidad. »Una noticia periodística, que sale en un diario, tiene un titular y un texto y nada más, pero a menudo tenemos que buscar más información –no hablo de interpretar entre líneas–, complementarla, ir a las fuentes y también consultar con aquellas organizaciones que hace años que trabajan. Si hablamos de sistemas económicos, hay muchísimas organizaciones que trabajan a favor de un sistema financiero más justo y que, por lo tanto, seguramente también nos podrán dar herramientas para interpretar qué está pasando, qué es lo que nos está diciendo, en realidad, aquella noticia. Si hablamos de cuestiones de deuda o de austeridad, podemos buscar qué pasó hace unos veinte o treinta años en los países del Sur. Las noticias nos hablan de una serie de políticas económicas, pero si buscamos más, podemos ver que esto no nos viene de nuevo; estas medidas ya se aplicaron hace años en otros lugares y, por lo tanto, debemos buscar qué consecuencias tuvieron para interpretar mejor qué está pasando aquí y ahora. Es decir, tenemos que comparar la situación actual con lo que ocurrió hace unos veinte o treinta años en aquellos países en los que se pusieron en marcha las mismas medidas. Y así, podremos hacernos una idea de cómo podemos acabar, de hacia dónde estamos yendo o bien hacer una interpretación diferente de lo que nos están contando, porque como nos bombardean informativamente, somos incapaces de procesar todo lo que nos dicen. Una de las cosas que debemos saber hacer de vez en cuando es parar y decidir que ya no queremos recibir más información. Con la que tenemos, debemos realizar búsquedas e ir a la raíz de las cosas. Por lo tanto, tenemos que detenernos para leer, complementar y contrastar. Internet nos abre muchas ventanas para conocer, entender y aprender más que lo que nos ofrecen los medios de comunicación. Debemos asegurarnos, sin embargo, de que la información que leamos sea fiable». (E.R.C.) «Aprovecharé mi intervención para animar a Iván en su crisis. Existe todo un grupo de gente que de manera interdisciplinaria está trabajando en el ámbito de la neuroética y de la neuropolítica. Un autor norteamericano de referencia, Drew Westen, dice que el cerebro político es un cerebro emocional y algunos dicen que esa es una concepción que a la gente de izquierdas le violenta especialmente porque estos partidos viven en aquellas categorías del siglo xIx y creen en la fuerza de las ideas por sí solas. No es fácil encajar esto y más Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org cuando te dicen que, en realidad, por muchos argumentos que des, la gente termina votando desde su base más emocional. ¿Por qué digo esto? Porque pienso que apuntar que el cerebro político es un cerebro emocional, es dar ya un paso adelante. Hemos hablado de la indignación como de una emoción, como de un sentimiento reactivo. Creo en estos cambios personales para la integración de la globalidad de la persona. Parte del problema de la modernidad es que desconectó la razón, la dimensión más racional, del resto de la persona. Creo que el cambio de la persona pasa porque incorporemos la globalidad de la persona; que las diversas dimensiones de la persona encajen con armonía y esto quiere decir, desde la perspectiva antropológica de Alfredo Rubio, que su libertad, su inteligencia y su capacidad de amar estén encajadas en las proporciones, en la dinámica y en el orden que deben llevar. ¿Por qué? Porque necesitamos tener una sociedad con amistad cívica, un lugar donde la gente se respete y se aprecie. Nos preocupa que haya gente que sufra por culpa de las desigualdades. Todos estaríamos de acuerdo en llegar a esta capacidad de amar, pero primero deberíamos pasar por la lucidez, por la habilidad de ser capaces de ver la realidad como es y apreciarla adecuadamente y ante todo deberíamos respetar la libertad de las personas. »El año pasado, colaboré en un master con asesores de imagen y consultores políticos. Muchos querían lavados de imagen y pocos contenidos y yo les tenía que hablar de ética. Les decía: "La credibilidad es algo que se rezuma; puedes engañar durante un cierto tiempo, pero cuando vas trabajando sobre las habilidades de conocimiento de la persona, tú al otro le ves el plumero. Y lo que acaba trascendiendo no es lo que dices sino lo que haces mientras dices las cosas. Cuando vas trabajando la sensibilidad de percepción te das cuenta de qué pie calza el otro». (N.P.V.) • Habéis hablado de indignación y todos habéis coincidido en el hecho de que no sólo hay que proponer sino también construir e Iván ha dado un paso más y ha hablado de la importancia de gobernar. Estamos en un momento de crisis, una crisis sistémica. Iván también decía, que son las estructuras mismas las que están en crisis. Tenemos estructuras que están fundamentadas en el siglo XIX y que ahora ya no nos sirven. Creo que cuando hablamos de construir y se hacen propuestas de construcción, la mayoría de las que se hacen y se llevan a la práctica, son propuestas que se sitúan al margen del sistema, porque éste ya no nos hace ningún tipo de servicio. Sin embargo, si quieres construir un edificio o bien tienes una estructura o sino, no lo puedes construir. ¿Cómo podemos construir cosas firmes cuando las estructuras mismas ya no son útiles? Porque si no tenemos donde apoyarlas, si el punto de apoyo no es lo suficientemente sólido, todo lo que vayamos construyendo se podrá hundir con facilidad. Y aún me inquieto más, cuando pienso en el tema de la gobernabilidad, porque las mismas instituciones de gobierno, están en crisis, pero por otro lado, si no tenemos estructuras, no podemos gobernar. (M. Viñas) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «Creo que ahora no podemos definir a priori el sistema que queremos y empezar a construirlo. Es imposible. El sistema en el que ahora vivimos fue surgiendo poco a poco. Creo que no se trata tanto de tener un sistema ideal y dirigirse a él, utópicamente sino que se trata de generar espacios. La gran mayoría estarán situados fuera del sistema actual porque, evidentemente, éste ya no funciona, está agotado y él mismo ha generado buena parte del problema. No obstante, existen muchas pequeñas estructuras y herramientas que nos facilitan la futura construcción de una alternativa que ahora no tenemos. Hay que construir cimientos y utilizar diferentes herramientas que a medida que aprendamos a utilizarlas y que vayamos avanzando en su uso generen una estructura nueva, un sistema alternativo; de esta forma iremos sumando fuerzas y veremos que la mayoría de las estructuras que hicimos han quedado obsoletas. Aprenderemos a rehacerlas y a hacer otras». (E.R.C.) «Creo que aún llevamos muy adentro esta mentalidad de la modernidad por la que a partir de la razón dibujábamos el ideal y avanzábamos hacia el ideal. Esto se ha acabado. La razón ya no nos da elementos para construir este ideal. La emoción es una parte importante pero sola tampoco ayuda a construirlo y por lo tanto, ahora estamos en ese momento en que las cosas hierven, en el que las cosas se mueven y todavía no somos capaces de dibujar qué pasa ni hacia dónde. Nos cuesta, nos preocupa, nos angustia no poder dibujar el ideal. Pero es que esta manera de dibujar el ideal tampoco ya no nos vale. Pequeñas cosas sí que las tenemos claras. Tenemos claro que la gobernanza debe ser democrática, pero también tenemos muy claro que debemos cambiar la manera de actuar de los partidos desde dentro así como la manera de elegir a la gente que hay en ellos. Por eso, se está trabajando desde diferentes ámbitos y también en la Fundación Carta de la Paz, para repensar las democracias. Necesitamos actualizar la democracia, y buscar la manera de articular la democracia en torno a nuevas demandas, nuevas formas de participación, que también tendremos que dirigir hacia el gobierno. Por ejemplo, cuando hablábamos con Itziar González, sobre el tema del parlamento ciudadano, desde su grupo, se nos decía que su voluntad era ser una fuerza ciudadana paralela al poder político que se convirtiera en un grupo de presión ciudadana que también pudiera ser útil a los políticos para defender los intereses ciudadanos frente a intereses más potentes, por citar un ejemplo. Esto está muy bien pero también hemos de idear la manera por la cual todo este proceso de elecciones y su funcionamiento sean diferentes. El horizonte final, el discurso final es lo que todavía cuesta encontrar y evidentemente, la complejidad actual y la falta de una visión con perspectiva lo dificultan todo mucho. Quizá debemos superar el enfoque de siempre; creer que con la razón podemos dibujar un horizonte e ir hacia allí. Me parece que esto se ha acabado». (I. P. I.) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «Estoy completamente de acuerdo en que necesitamos estructuras y en que no podemos prescindir de ellas. Creo que hay que hacer un análisis muy cuidadoso de cuáles son las estructuras que son obsoletas y qué necesitan sanearse. El proceso de saneamiento es muy cansado. La gente que vive en edificios que han sufrido termitas sabe que afrontar este proceso es muy pesado. Y uno, lo que diría es: "tirémoslo todo y mejor construimos otro". Pero cuando te encuentras con que es un edificio histórico o un monumento no puedes derribarlo todo. Cualquier nueva estructura que hacemos, debemos saber que incluirá también su propio proceso de degradación. Cuando hay cosas que se estropean, lo que hacemos es tirarlas. Esta es una tentación a la hora de afrontar momentos de crisis porque es mucho más cómodo, en el fondo, empezar otra estructura, ya que para cuando se vea que no funciona, nosotros ya estaremos en otro estadio. Creo que hay que hacer un esfuerzo de humildad y de saneamiento porque de estructuras, sí que necesitamos. Así que fuera las obsoletas y esforcémonos en sanear unas cuantas porque es algo educativo». (N.P.V.) • Los dogmas políticos son necesarios pero se han hecho viejos, y para salir de estos "corsés" se necesitan nuevos planteamientos que partan de la humildad social, política, económica, etc. Creo que eso es lo que está haciendo el papa Francisco cuando derriba toda una serie de encorsetamientos de la Iglesia. Me gustaría que la sociedad, después de esta época de posmodernidad, entrara en una fase de mayor humildad, lo que no quiere decir únicamente hacer una revisión; porque si sólo nos dedicáramos a revisar, nos pasaríamos veinticinco años revisando y no llegaríamos nunca a dar las respuestas que necesitamos hoy en día. Hay que abandonar el miedo a perder. La sociedad y los políticos tienen la angustia de perder; los padres de familia tienen miedo de perder el prestigio ante sus hijos; los niños tienen miedo de no ser los primeros de la clase o de no tener buenas notas. Deberíamos recuperar la sensación de saber perder. La empresa, la política,… ¿deben seguir como hasta ahora? Si algo nos tienen que decir dentro de unos años, que sea que después de la posmodernidad supimos entrar en una fase de humildad social, una humildad en la que la gente ya no tenga esos prejuicios dogmáticos que hacen que se mantengan en unas actitudes tan duras. (J. M. Forcada) • Estos días me preguntaba: ¿Cómo es que no estoy permanentemente indignado? Porque tal como está el mundo, la reacción normal sería que estuviéramos indignados en todo momento. Ya hace tiempo que este movimiento de indignación más colectiva ha llegado aquí, a nuestra casa. Si lo que se trata, sin embargo, es de indignarse por la situación del otro, hace ya muchos años que deberíamos estar indignados. ¿Por qué este Primer Mundo no se indigna aún más cada día y lo hace con mayor consistencia? Me imagino que vivir diariamente en un estado de indignación constante debe ser una situación psicológica muy difícil de soportar. El otro día alguien nos decía que Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org quizá la respuesta mayoritaria ante la gran cantidad de injusticia que hay en este mundo tan global y que cada día se hace más patente, es la respuesta del individualismo. Es decir, yo no soy responsable de esto, no soy partícipe y por lo tanto, me encierro en una especie de libertad individual, dado que yo no puedo ser el causante de estas situaciones. Esta es una respuesta que no me convence, porque si sigo viendo lo que hay a mi lado, debería tener esta capacidad de indignación. Ahora, la indignación viene provocada porque la gente no tiene ni los mínimos que debería tener para desarrollar su vida. Debemos indignarnos. Ya sé que después de la indignación debemos pasar a la denuncia y que tras la denuncia debemos pasar a la propuesta y que, más adelante, hay que construir; lo entiendo perfectamente, pero me sigo preguntando por qué en este mundo y en una sociedad como la nuestra no hay más indignación. Pienso que debería existir mucha más y que yo mismo también debería tener mucha más capacidad de indignarme. Siento que hay mucha gente que se indigna porque otros se indignan. Hay países resentidos, y es que seguramente el resentimiento acaba conduciendo a la indignación. ¿Qué fundamento tiene esta indignación?, ¿por qué se produce? ¿por qué se le da voz? En lugar de molestarnos, deberíamos tener capacidad de escucharla. Porque la gente no se indigna porque sí. Noto también que hay una cierta dificultad o una cierta incapacidad para escuchar a aquellos que se indignan. Deberíamos poder escuchar más atentamente a toda persona, a toda situación y a todo colectivo que quiera indignarse. (J. Cussó) «Es evidente que no nos indignamos lo suficiente. El mundo globalizado hace que nos desentendamos de todo y que creamos que no somos responsables de nada. Yo diría que sí somos responsables de las estructuras políticas que tenemos y de nuestras actividades económicas, porque somos nosotros los que escogemos nuestra entidad financiera. Por lo tanto, nosotros somos responsables. Muy probablemente, no lo somos en una primera instancia, pero una vez que nos han dado la información y que nos han explicado qué está pasando y cuáles son las prácticas que están llevando a cabo los bancos y varias empresas, llega un momento en que está en nuestras manos poder o no cambiar las cosas. Algunas de las campañas de denuncia que existen tienen como objetivo que dispongamos de una información que nosotros a priori no sabíamos. Llega un momento, sin embargo, en que sí la sabemos y entonces, no podemos seguir haciéndonos los ciegos, los sordos y los mudos. Si callamos, sí que somos responsables, aunque sea involuntariamente. Por lo tanto, es verdad que podemos cambiar algunas cosas; no podemos cambiarlas todas pero si podemos generar cambios a pequeña escala porque está a nuestro alcance. No hablo de crear un sistema nuevo partiendo de cero, pero sí de generar pequeñas alternativas o pequeñas y diferentes estructuras que hagan que este mundo injusto que nos ha hecho indignarnos cambie un poco». (E.R.C.) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «A mí me gustaría mucho poder responder a esta pregunta. Me gustaría mucho tener una respuesta clara a por qué no nos indignamos mucho más y a por qué no nos hace mucho más daño el sufrimiento que existe. No tengo esa respuesta. Pero sí me hacía pensar en alguno de los elementos que introducía la respuesta del individualismo. Hace muchos años Adela Cortina vino a hacer un curso a la Fundación Joan Maragall y decía que nuestra cultura se explicaba por dos grandes relatos. Por un lado, por el relato del contrato social y de toda la tradición contractual que responde a una concepción antropológica según la cual vivimos en un estado de agresión los unos contra los otros y que por lo tanto, debemos sellar un contrato social, un pacto social de no agresión, de no guerra, de todos contra todos. Por otro lado, también se explica por el relato de la Alianza. Y lo que ella decía es que hace muchos años que hemos explicado muy desigualmente ambos relatos. Hemos hablado mucho sobre la necesidad del contrato social porque el otro es alguien con quien debo pactar, pues sino, tendré problemas, pero sin embargo hemos explicado muy poco el relato de la Alianza cuando somos seres capaces de alianza. »La lógica anterior a la modernidad, según explica Marcel Mauss, es la lógica del don. Existe toda una parte ilustrada de la simpatía, de la relación con el otro que no nos han explicado. La Ilustración escocesa, la hemos dejado de lado. La Ilustración que consideraba la posibilidad de la simpatía, del enlace de unas personas con otras, la hemos explicado poco. Creo que tenemos que volver a contar historias, tenemos que volver a explicar ciertas cosas que nos vayan sensibilizando». (N.P.V.) «Cuando la injusticia o lo que nos indigna nos afecta directamente, entonces reaccionamos. La injusticia por lo que les pasa a los demás, aquellos que se encuentran lejos de mí, la vemos como si fuera una película y al final no nos acaba afectando a menos que los publicistas de hoy en día busquen las imágenes más impactantes para lograr que nos afecte. La información te llega muy interesada y muy mediatizada. Por ejemplo, se pone un titular y según donde esté colocado en la página de un periódico, lo percibiremos de una manera o de otra, y nos afectará de una manera o de otra. No es lo mismo situar el titular en la parte derecha del diario que en la parte izquierda. Cuando haces una campaña electoral y quieres poner un anuncio que resalte, lo que le pides al del diario es que te lo ponga allí porque la parte izquierda no la lee nadie. Por lo tanto, la información ya te llega de una manera determinada. Y, además, quien te envía la información lo hace con un titular situado en un lugar determinado para que así te entre de una manera concreta. Nos llega mediatizada e interesada. Pero, además, cabe destacar que lo que importa es vender periódicos, no contarte la verdad sino vender. Quiero decir que la información que nos llega de los otros está tan mediatizada que o llega un momento en que desconectamos o es como si acabáramos viendo una película que no nos afecta. Pero, si nos afecta, entonces saltamos». (I.P.I.) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org • En una de las últimas entrevistas que le hacían a Stéphane Hessel, expresaba que una de sus intenciones era la de dar un mensaje a los jóvenes para que despertaran, se dieran cuenta de las situaciones indignantes y fueran capaces de mirar a su alrededor y no permanecer indiferentes. El escritor daba dos herramientas para vivir y sobrevivir: la confianza y la fortaleza. Es decir, confiar en uno mismo y en los demás y el valor de tener fortaleza. De esta manera, con confianza y fortaleza, se podría evitar la indiferencia y la desesperanza. Por tanto, este era el mensaje que él quería transmitir con el libro Indignaos. Los jóvenes son las nuevas generaciones y a él le hacía sufrir ver jóvenes apáticos. Insistía mucho en la confianza y la fortaleza, entendidas como coraje. (A. Sendra) • La pregunta va dirigida a Eulalia Reguant. Los tres movimientos sociales que tan bien has sabido explicar, los ligados a los desahucios y a las hipotecas, los de la deuda externa aplicada y los de la banca ética son una consecuencia clara del capitalismo salvaje que nos ha llevado hasta aquí. Dado que participas en un movimiento y tienes un alto grado de sensibilización respecto al tema, supongo que estamos de acuerdo en que las decisiones económicas que calificamos de capitalismo salvaje las toman, dentro de un contexto muy determinado, sólo unas cuantas personas y unos cuantos poderes fácticos que salen muy poco en la prensa. Se da una cierta reserva a la hora de hablar de ellos cuando en cambio son ellos los que establecen las grandes directrices. ¿Existe alguna manera de desenmascarar todo esto o de poder hablar más claramente? Una manera para que se sepa que todo el mundo está muy preocupado y que el capitalismo salvaje cuelga sólo de unas cuantas personas e instituciones muy determinadas. Noto que no hablamos muy abiertamente de este tema y me pregunto si no sería importante desenmascarar al sistema y decir quiénes son los que están tomando las decisiones que hacen que todo el mundo sufra un alto grado de desigualdad, que a la vez está provocando este fuerte sentimiento de indignación. (A. Viñas) «Creo que han salido varios nombres en determinados momentos. Es evidente que una gran mayoría de personas podríamos estar de acuerdo en que la situación en que vivimos es culpa del sistema político, del capitalismo salvaje. Coincidiríamos a la hora de pensar que, en el fondo, lo que pasa es consecuencia de que, poco a poco y a lo largo de los años, una serie de individuos se han ido erigiendo como los grandes gobernantes del mundo. Vemos continuamente cómo tienen cada vez más importancia los bancos y los banqueros que las personas que somos o deberíamos ser las beneficiarias de las políticas sociales. Si empezamos a mirar, a fijarnos en las relaciones que se establecen entre las personas y el poder, veremos que son círculos cerrados y protegidos informativamente, porque ellos mismos son los que controlan los grandes medios de comunicación. Si uno mira la lista de asistentes al Foro Económico de Davos o al famoso Club Bilderberg -porque no se sabe quién va, Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org pero al final siempre acaba trascendiendo-, observa, que son siempre los mismos y que entre ellos se cubren las espaldas. Es decir, una persona que en un momento determinado haya estado al frente del grupo Prisa o de La Vanguardia y que haya asistido a las reuniones del Club Bilderberg, te acaba contando qué tipo de información te dan y qué tipo no. Y esto siempre ha sido así. Ahora bien, las redes sociales y el mundo tecnológico han facilitado la circulación de la información. Creo que todavía nos falta tiempo para ser realmente capaces de generar las respuestas adecuadas». (E.R.C.) «Debemos regular el capitalismo salvaje y el mercado, y tenemos que poner mecanismos que nos permitan mantener este estado de bienestar. Creo que a parte de toda la incidencia que se pueda hacer a través de las redes y aparte también de todo lo que se pueda hacer para llegar a la opinión pública, la manera de regular el capitalismo es que haya un contrapoder capaz de plantarle cara y el contrapoder capaz de hacerle frente, es un poder político. Y debe ser un poder político elegido democráticamente y que sea fuerte. Es interesante ver quién ha desgastado todo el debate en contra de la política y los políticos para desgastar la fuerza del poder político. La política es una oportunidad para nosotros y, por lo tanto, hemos de reconquistar la política y convertirla en nuestra fuerza para hacer frente a esos otros intereses». (I.P.I.) • A mí me ha gustado la definición que ha dado Natalia de la filosofía, cuando ha dicho que es aquella capacidad que ayudará a cada uno a transformarse. Nosotros deberíamos tener esa capacidad de transformación; pero resulta que no hemos tenido la capacidad de indignarnos hasta que esta problemática ha llegado al Primer Mundo. Eulalia nos ha dicho que ya hace tiempo que hay muchas personas y entidades que trabajan esta problemática financiera. ¿Cuánto tiempo hace que sabemos que sólo afectaba a algunos países del Tercer Mundo? Esta problemática ya existía, pero hasta que no ha llegado la crisis, hasta que no nos han tocado el bolsillo a la gente del Primer Mundo, no nos hemos empezado a plantear esta capacidad de indignarnos y de transformarnos. Este es el planteamiento, el gran dilema. ¿Qué debemos hacer nosotros? Indignarnos, sí, pero podemos ir mucho más allá y no sólo cuando nos afecta a nosotros. Vivimos en un mundo globalizado y pienso que deberíamos encontrar salidas y planteamientos para ver cómo debemos actuar para cambiar y para transformarnos. No basta con indignarse individualmente. En el siglo xIx pasó algo muy importante, el espíritu de la colectividad, el "todos juntos". Es decir, no nos podemos indignar individualmente si no somos capaces de unirnos para luchar. Debemos indignarnos, después tenemos que denunciar, luego tenemos que construir y, por último, debemos trabajar juntos. Si no somos capaces de dar al menos este paso, ¿seremos capaces de encontrar una salida a nuestra situación actual? (M. C. Maltas) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «Respecto al siglo xIx, era muy fácil trabajar el “todos juntos” porque todos trabajaban en la fábrica y todos estaban juntos. Ahora, la estructura social y la estructura económica de trabajo es muy diferente y todos trabajamos en diferentes lugares y, por lo tanto, estar juntos es mucho más complicado que antes. Creo que la definición de las propuestas no es sólo una cuestión de principios, de ideología o de moral sino también una cuestión de estómago, de bolsillo, de los intereses concretos de las personas. Y las condiciones laborales de todos los que trabajaban juntos en la fábrica, en aquel momento, llegaban al estómago y al bolsillo y por eso ya estaban hartos. Pero, además, era un momento, en el que culturalmente existía la fuerza ideológica de la razón y sentían que ya podían construir un horizonte común. Hoy en día es mucho más complicado porque la misma estructura laboral es diferente y ya no nos creemos estos horizontes comunes antiguos; debemos reconstruir de nuevo y eso resulta mucho más complicado. Pero ¿necesitamos saber quién será el sujeto político que cambiará todo esto? Hace cien años estaba claro; existía un movimiento obrero como colectivo. Ahora, definir este sujeto político, esta "clase" social es mucho más complicado, porque sabemos que somos nosotros; los que somos frágiles, los que somos la gente normal, pero ¿qué es lo que nos une?, ¿cómo nos encontramos? ¿Qué es lo que nos afecta de forma común?, ¿qué respuestas podemos encontrar de una manera común? Esto es algo mucho más difícil de ligar ahora que antes». (I.P.I.) «El movimiento de los indignados o todo este fenómeno del que estamos hablando, ha salido a la luz como con un formato de movilización y de colectivo sin precedentes. Pero la realidad de la gente que vivía y que respondía a estas situaciones inadmisibles y que contestaba con una acción y con un posicionamiento, es ya muy anterior. Lo importante es saber que es posible. Yo distingo mucho las cosas sobre las que se dice que son una utopía y que nadie ha podido hacer, de las cosas que se han hecho pocas veces pero que se han hecho alguna vez. Que Gandhi lograra que la India hiciera el proceso que hizo en su momento fue muy difícil, pero alguna vez ha sido posible. Y aquí se da un salto cualitativo tremendo. La indignación, la sensibilidad hacia la necesidad del otro, no sólo viene por la vía de cuando nos afecta a nosotros. Este ha sido un estallido colectivo pero no es la única vía porque ha existido gente que a lo largo de la historia siempre ha respondido a las necesidades de los otros, sin que le afectara directamente. Y en cambio, se han complicado la vida y han dedicado su vida para hacerlo. Cuando nos tocan el bolsillo, evidentemente, saltamos todos como colectivo, pero hay razones en el hombre que hacen que también reaccionamos incluso cuando no nos afecta directamente». (N.P.V.) «Estoy de acuerdo con esto. Sí que es cierto que hace dos años se visualizó mucho más. Y para mí es evidente que si no lo hacemos colectivamente, no lograremos nada. Nos podemos transformar individualmente para hacer pequeñas cosas, pero si no logramos transformar el colectivo, la sociedad o el Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org entorno en el que vivimos, sólo servirá para seguir abstraídos en nosotros mismos y no generaremos estos cambios. Por lo tanto, sí creo mucho en los procesos colectivos, que ya hace años que comenzaron y pienso que todo el aprendizaje que hicieron debe servirnos también ahora. Algunos foros sociales hace ya doce o trece años que se pusieron en marcha, pero es que el foro ya viene de un aprendizaje y de otra historia anterior. Y así vamos aprendiendo, para ir como mutando y adaptándonos a lo que realmente es necesario en cada momento. Debemos tener claro que disponemos de opciones individuales para producir cambios, pero que éstas deben pasar por los colectivos para generar un impacto y para que realmente sean útiles también al resto de la gente». (E.R.C.) • A partir de la aportación de la directora de la UNESCO sobre el hecho de dar lucidez a las preguntas que nos incomodan porque nos sacuden y hacen que nos demos cuenta de quiénes somos y de nuestro entorno, me cuestiono: ¿cuáles son esas preguntas que nos incomodan y que quizás nos hieren? (A. Sendra) «Creo que parte de las preguntas que nos incomodan son las que se cuestionan el verdadero valor y el verdadero sentido. ¿Donde apoyamos la vida? ¿Qué es lo que de verdad la sustenta? ¿Qué es lo que le da sentido? Creo que estas son preguntas que nos incomodan existencialmente. Después encontraríamos todas esas preguntas que nos incomodan en cuanto a sensibilidad social, como por ejemplo ¿qué sentido tiene que sigamos teniendo los presupuestos que tenemos para inversión en armamento, en lugar de tener presupuestos para investigación científica con medidas farmacológicas, médicas o tecnológicas? Creo que las preguntas que nos incomodan son las que tienen que ir haciendo que nos planteemos qué sentido tiene que invirtamos en cómo matar con más eficacia en lugar de en como generar vida y velar por la vida que ya existe». (N.P.V.) • Pienso que una opción viable es la Europa de las Naciones. Un segundo paso sería que existiera un gobierno de todo el mundo con un determinado grado de humanismo. Pero eso quedará para no sé qué siglo. (C. Riera) «Me parece que la Unión Europea también quedará para el siglo XXII. Evidentemente, para poder parar los pies al capitalismo salvaje debes tener una estructura política cuanto más fuerte mejor y sería ideal que fuera la Unión Europea, pero lo veo muy complicado porque hay muchos intereses, muchas historias en juego y muchas mochilas además muy pesadas. Antes he dicho que no teníamos que ir solos, que teníamos que ir en colectivo, pero el tema es que la manera de formar el colectivo, por ejemplo, la manera de volver a definir una clase social en la que todos nos sintamos representados y en la que juntos podamos dibujar un horizonte más o menos común, es muy difícil y se debe Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org buscar por ello, una nueva manera de construir porque la que había antes ya no nos vale. Es aquello de que ya no trabajamos todos en la misma fábrica. Incluso, los instrumentos políticos que salieron de los partidos de masas y que han durado hasta ahora, ya no son ni de masas. Y la terminología "militante", de dogma y de creer, ya ha pasado a mejor vida. Por lo tanto,¿como volver a definir el colectivo en el que estemos todos y en el que juntos podamos hacer fuerza, para poder tener un proyecto político que sea el que mande, que sea el que pare los pies a otros intereses? ¿Cómo articular este colectivo? Este es el problema y no nos valen ya las formas del siglo xIx». (I.P.I.) • Es cierto que los colectivos y los movimientos sociales ya hace muchos años que trabajan y muchas veces en la sombra. En numerosas ocasiones os ha costado mucho levantar cabeza y ahora, por desgracia, esta crisis os ha dado un empuje que a muchos partidos políticos les ha cogido desprevenidos. ¿Sois conscientes de que este poder y esta fuerza que estáis adquiriendo, les está generando problemas y actuarán en contra vuestra? (R. Pruna) «Cuando hablamos de movimientos sociales y este es un debate que existe también entre los teóricos, se habla de nuevos y viejos. Los movimientos sociales viejos son los sindicatos, etc. En su momento, cuando se crearon los sindicatos, también sucedieron toda una serie de problemas y sufrieron represión por parte de los poderes políticos. Pienso que una de las cosas que hacen los movimientos sociales es cuestionar permanentemente al poder imperante y que además eso es lo que tienen que hacer. Esta es una de sus finalidades. Aparte de proponer alternativas, generan cuestionamientos que hacen que todo el mundo deba volverse a situar. En un primer momento, se originan reacciones de todo tipo. Si seguimos la lógica de que la protesta lleva a una reacción política y que la reacción política lleva a otra protesta, es como un círculo vicioso que termina amplificando la protesta y la reacción política. De una u otra manera los movimientos sociales o los responsables políticos deben conseguir romper esta lógica porque la espiral a la que conduce no termina ni generando alternativas ni construyendo nada». (E.R.C.) • Me atrevo a decir una palabra fuerte: "compasión". Si la compasión es una emoción dolorosa ante el infortunio inmerecido del otro, yo creo que debe pasar a ser una palabra fuerte porque como dicen algunos autores genera una ética. Desde esta ética de la compasión se construye una política, una economía y una educación que tiene en cuenta a aquellos que sufren un infortunio, a las víctimas de esta sociedad que antes quizás no veíamos y que ahora vemos, que antes no conocíamos y que ahora sí conocemos. Por lo tanto, me parece que la compasión debería ser una palabra fuerte porque generaría cambio y transformación. (J. Cussó) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org «Partiendo de lo que ahora decía Jordi Cussó recupero las palabras de otro filósofo, Daniel Innerarity. En algún texto de hace unos años, decía que la época de los revolucionarios ya había pasado, que ya habíamos transformado el mundo y que ahora venía la época de los cuidadores. Debemos construir cosas nuevas, pero si en este proceso no introducimos claves de "cuidar", claves de cuidado, no llegaremos a un lugar muy diferente. Y esto entronca perfectamente con esta clave de la compasión. Por ello, quiero hacer un llamamiento a que en estas razones para indignarse se dé también todo aquello que no estamos cuidando. Me remito a la sabiduría hebraica, "¿es que acaso soy yo el guardián, el custodio de mi hermano?" Pues sí. Lo que tendremos que explicar es que sí, que somos los custodios de nuestros hermanos». (N.P.V.) «Volviendo al tema de las palabras, pienso que hay que ir buscando nuevas palabras, pero sí tengo claro que no deben ser palabras líquidas para momentos líquidos sino que deben ser palabras fuertes para momentos fuertes, que requieren un peso importante y una intervención importante». (I.P.I.) «Además de la compasión, añadiría otra palabra que para mí es muy importante: "coherencia". Pienso que después de la indignación, la coherencia es la clave y la base de todo. Debemos gestionar nuestra indignación con coherencia». (E.R.C.) • Yo añadiría otra palabra: "milagro", para que los poderosos entiendan que tienen que abrir las puertas. He hablado antes de esta necesidad de que se forme una nueva generación de humildad. Por ejemplo, un investigador para lograr que le salga bien su investigación debe ser humilde, tiene que hacer muchas pruebas, debe fracasar y debe repetirlas muchas veces. Tanto en la política como en la economía se necesitan efectos inmediatos y no hay tiempo de ir con muchas florituras y así nos van las cosas, porque esto trae dolor al mundo. Cuando hablamos de indignación, hablamos del dolor provocado por unos planteamientos económicos que no funcionan. Somos David frente a Goliat. Y sabemos que Goliat es potente, es fuerte, y es bueno que existan muchos como David para que entre todos ahoguen a Goliat. La mayoría tiene una visión pesimista del mundo y esto requiere de mucha paciencia. Esta es otra palabra que se debe añadir a este elenco para darle otro contenido. La "paciencia" debería proporcionar un diálogo de paz. La compasión es saber darle la vuelta a quien está arrollándote para abrazarlo y así hacerle cambiar su forma de actuar. La filosofía es ese arte de poder enfrentarte con las realidades más convincentes. Otra palabra: "hermetismo". Es necesario cambiar esto. Los políticos son tan herméticos en sus quehaceres. (J. M. Forcada) Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org ! ! ! ! Libros publicados 50 Cenas hora europea. Diálogos de Cultura De la 51 a la 100 Cenas Hora Europea. Diálogos de Cultura ! ! ! ! 202 203 204 205 206 207 208 209 ! Resúmenes publicados Voluntariado en tiempo de crisis De la queja a la propuesta Decídete a decidir Más allá de la familia: comunidades adultas La alegría como antídoto del resentimiento social La creatividad, una herramienta ante la incertidumbre ¿De competir a compartir? Razones para indignarse ! Lauria 89, 2º 1ª - 08009 Barcelona T. 93 2722950 [email protected] www.ambitmariacorral.org