La Indignación es Contagiosa * Diana Hoyos Cinco meses después

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La Indignación es Contagiosa
* Diana Hoyos
Cinco meses después de su formación en España, el movimiento de los indignados
continúa presente en la agenda política de gran parte de Europa, Estados Unidos y
países de América Latina, en los que las protestas han adoptado los principios de
este movimiento. Las demandas que claman por una regeneración democrática y
un cambio del sistema económico obtienen cada día el respaldo de más
simpatizantes, o de más inconformes con el actual panorama económico, político y
social.
Una reciente encuesta realizada por Metroscopia para el periódico El País de
España, señaló que el 73% de los españoles considera que los participantes de las
movilizaciones del movimiento 15 M, tienen razón en sus demandas, y que el 63%
respalda la continuación de esta protesta. La amplia mayoría parece develar que
los indignados son muchos más que los que protestan en las calles y que las
manifestaciones pueden volverse generalizadas en un tiempo no muy lejano.
Si bien el movimiento español está inspirado en el llamado del escritor y
diplomático francés Stéphane Hessel a indignarse como motivo de la resistencia,
ante múltiples temas que la justifican: “el consumismo de masas, el desprecio de
los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada, la competición a ultranza
de todos contra todos”, los movimientos que han surgido en otros países también
han encontrado motivos de indignación: el lucro de la educación, la injusticia y la
desigualdad, el sistema capitalista que tiene en crisis al mundo, entre otros.
Estas voces de indignación han pasado del escenario privado al escenario público,
y desde allí han intentado obtener solidaridad de distintos sectores. Por lo menos
frente al tema del liberalismo económico, sin reglas y sin supervisión, ya tienen
quienes le secundan en las peticiones. Apenas hace unos días un alto funcionario
del Vaticano reconoció que existen coincidencias entre los planteamientos de la
Iglesia Católica y algunos de los postulados del movimiento de los indignados, con
relación a las causas de la actual crisis económica. Según el Vaticano el sistema
financiero mundial ha demostrado comportamientos egoístas, avidez colectiva y
acaparamiento de bienes a gran escala que han desequilibrado el bien común.
Las coincidencias no resultan extrañas puesto que las razones de las protestas no
son nuevas, desde hace tiempo organizaciones sociales, sindicatos, partidos
políticos y distintos sectores han advertido sobre las injusticias del régimen
económico occidental, el capitalismo extremo y las políticas que benefician a los
más ricos a costa del empobrecimiento de la mayoría de la población. Lo que
resulta nuevo es que el sentimiento de indignación parece haberse vuelto
contagioso entre los ciudadanos del común. Primero fueron los españoles,
después los griegos, los israelitas, los belgas, los estadounidenses, los franceses, los
ingleses, los alemanes, los brasileños, los argentinos, los chilenos, y muchos otros
que se han unido por un cambio global.
Estas protestas, en general pacíficas, han tenido como protagonistas, en su
mayoría, a jóvenes que sienten un profundo malestar con el estado de las cosas,
que no se sienten representados por sus gobiernos, que reclaman una democracia
real y que condenan las prácticas de especulación de bancos y banqueros. Aunque
las causas varían en cada país, los protestantes comparten como denominador
común el sentimiento de frustración, de malestar, que va más allá de una
alineación ideológica o partidista, que se rige por la desazón de un mundo
prometido que no existe hoy, y cuyo futuro se vislumbra incierto.
Para algunos críticos las movilizaciones todavía están lejos de incidir en las
decisiones de orden político, pero lo cierto es que estas han mostrado la ebullición
de una nueva forma de manifestarse que representa un nuevo desafío para la
institucionalidad de los países. Quienes participan de ellas han demostrado que no
están solos y que no necesitan unificar las causas para declararse indignados
frente a la situación que viven.
Todos saben en donde comienza la ola que se ha ido expandiendo por diferentes
países, pero lo que nadie sabe es en donde va a acabar, ni siquiera lo saben los que
participan de las movilizaciones. Lo que sí está claro es que todavía queda bastante
tiempo para que las concentraciones se agranden y fortifiquen pues la crisis
económica va para largo, y habrán muchos más motivos para movilizarse.
Más allá de los cambios trascendentales que se logren, la indignación de miles de
personas se ha convertido en un ruido internacional, que ha obligado a los medios
de comunicación a introducir en sus agendas mediáticas una discusión en torno a
la necesidad de forjar sociedades más democráticas y representativas, en donde
exista una repartición más equitativa de las riquezas.
En lo concerniente a España la incidencia del movimiento de indignación, por
grande o pequeña que sea, puede reflejarse más pronto de lo que se piensa. De
acuerdo a la encuesta de Metroscopia, las protestas influirán en la preferencia de
voto para las próximas elecciones del 20 de noviembre, por lo menos en un 30%
de los socialistas consultados y en un 12% de los populares.
Resta esperar hasta donde llega la indignación, que por lo pronto continúa
traspasando fronteras. No hay que olvidar que los indignados en el mundo son
muchos más de los que hasta el momento han salido a protestar, y que la
indignación es contagiosa.
* Profesora Principal de Carrera, Facultad de Ciencia Política y Gobierno,
Universidad del Rosario.
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