implicaciones socioculturales que ello implica, en las comunidades indígenas de México. Además de su rigurosidad, el texto tiene la virtud de ser claro y ameno; por tanto, los estudiosos de los nuevos movimientos religiosos, los antropólogos y sociólogos de la religión, los interesados en conocer a fondo la conflictiva realidad chiapaneca actual y los simples curiosos, encontrarán en su lectura conocimien­ to y pistas sugerentes para sus investigaciones. Víctor Gabriel Muro El Colegio de Michoacán Víctor, Historia de la casa. Fondo de Cultura Económica (1934-1994) 9México, FCE, 1994, 412 p. D ía z A r c in ie g a , El libro con que Víctor Díaz Arciniega nos regala aquí es la historia espiritual de una institución que ha sido símbolo y catalizadora de la cultura mexicana contemporánea: el Fondo de Cultura Económica. Desde luego, este libro viene a llenar una parte del gran vacío existente en el seno de la historia de la cultura mexicana. En efecto, la que aquí se cuenta desde adentro deberá formar parte de una, aún por escribirse entre nosotros, historia editorial mexicana que se ocu­ paría de la historia de las editoriales, publicaciones y, en general, de la historia de nuestros libros y sus respectivos lectores. Dentro de esta historia de escrituras, escritores, editoriales, libros, lecturas y lectores, algún capítulo ha sido ya escrito tanto en obras del tipo de las que don José Toribio Medina dedicó a la historia de la imprenta en México y en Puebla como la, aún sin concluir, historia de las bibliotecas novohispanas a iniciativa de la Dirección General de Bibliotecas de la s e p . Falta por escribirse, íntegra, una historia de la lectura en México de la que servirá de referente, sin duda, el libro que aquí reseñamos. No es necesaria mucha tinta para ponderar adecuadamente el papel que el Fondo de Cultura Económica ha jugado en la historia cultural mexicana del siglo xx. El mismo autor, al trazar, en el capítulo x ii de su libro que titula “oficio y beneficio”, “la historia de los traductores” señala cómo antes de 1934 “entre los estudian­ tes de economía y de otras ramas del saber científico” la enseñanza universitaria cargaba con el lastre de los libros de texto necesarios para la docencia que a causa de la falta tanto de traductores como de editoriales profesionales hacía que el saber universitario y , por ende profesional, fuera siempre a la zaga. La aún sin escribir histo­ ria editorial mexicana va aparejada a una también sin escribir histo­ ria de la traducción en México. Historia de la casa. Fondo de Cultura Económica (1934-1994) llena con suficiencia y buena pluma ese vacío por lo que hace al importante capítulo relativo a esa institución editorial. Trece capítu­ los divididos en cuatro partes constituyen las estaciones de un largo recorrido de 412 páginas en las que se va tejiendo “una propuesta de historia cultural a través de una historia institucional” (p. 9) armada de minucias cotidianas que probadas en la rígida censura del tiempo asumen la estatura de una epopeya cultural. En Historia de la casa, el autor se ocupa, en efecto, de mostrar los “pormenores de una organización editorial que durante 60 años ha buscado co­ rresponder a una sociedad, ya sea adelantándose a sus necesidades de lectura o bien satisfaciéndolas” ( ibid). El horizonte en que se proyecta esta singular historia es, pues, la muy moderna teoría de la recepción de Iser, Jauss e Imgarden, lugar de encuentro interdisciplinario entre la sociología de la literatura, la hermenéutica, la teoría de la comunicación, la fenomenología, el estructuralismo literario, la pragmática del discurso y disciplinas como ellas, que enmarca al lector y al receptor de un texto dentro de un proceso de actuación dialéctica bajo el supuesto de que un texto desligado del lector sólo es potencia y de que un libro es un proceso de comunicación entre el lector y el texto. “Procuré dar relieve a las líneas abstractas y simbólicas con que se teje una historia cultural y las cuales se desprenden de los catálo­ gos generales de la empresa y de otras fuentes informativas” {ibid.). En efecto, uno de los logros más visibles de Víctor Díaz Arciniega es la recuperación de los sueños de los padres de la actual sociedad cultural mexicana como los miembros del Ateneo de la Juventud que constituyeron, para el Fondo de Cultura Económica, los “ci­ mientos para la utopía”. De que la historia del Fondo de Cultura Económica está ligada al exilio español en México, el autor tiene una muy clara conciencia. Tanta que a ratos se convierte en el hilo conductor del libro. Para el autor, en efecto, este cruce de caminos fue fundamental, e incluso determinante para la confluencia de los afluentes mexicano y español en 1939; del encuentro fructificaron los hombres de ambos países, pues sus tareas, obras y realizaciones estaban impulsadas, por una parte, por el esfuer­ zo de un espíritu combativo, militante, confiado en su propia razón y aun porfiado en un porvenir cuya fortaleza estaba basada en la volun­ tad de un cambio de la sociedad, como la proponían la Revolución Mexicana o la transformación republicana y, por la otra, estaban impulsados por una noción de responsabilidad compartida (p.72). Ya Adolfo Castañón, desde hace mucho ligado al Fondo de Cul­ tura Económica, al bosquejar en un texto, aparecido en nuestro libro Lenguaje y traducción en México, que tituló “traducción e indus­ tria editorial”, había señalado el papel jugado por la traducción en la magna obra cultural llevada a cabo por el Fondo de Cultura Económica y, en este capítulo, el papel distinguido que desempeña­ ron brillantemente los trasterrados españoles en todo este proceso. Junto con los demás intelectuales españoles, emigran a México innu­ merables productores furtivos de la industria editorial: editores, tra­ ductores, técnicos, oficiales de las artes gráficas, escritores y adminis­ tradores. La primera época de oro de la industria editorial hispano­ americana coincide con este aluvión que será desde entonces base y cimiento, punto de partida (op. cit., p. 414). La primera parte del libro, “bases para el proyecto”, deja al lector en los momentos de la historia en que “la semilla comenzaba a crecer”. Consta de tres capítulos: “cimientos para la utopía”, el primero, “piedra de fundación”, el segundo, y “ ¡yunques, sonad; enmudeced, campanas!”, título machadiano que evoca la enorme figura de don Francisco Giner de los Ríos. La historia que en esta primera parte se cuenta tiene el sabor de gesta por los muchos arranques del espíritu y heroísmos que en este primer lapso tienen lugar. Como dice Víctor Díaz Arciniega, la mística y la militancia culturales fueron tan consistentes en su origen que hoy, a casi 60 años de distancia, siguen siendo el centro medular, esencial de la editorial. Más aún, y ésto se podrá observar más claramente con el paso de los años, la estructura básica del f c e está ásentada en la virtual confluencia de dos historias y propósitos convergentes, pese a sus orígenes y dimensiones: la Revolución Mexi­ cana y la República Española o, si se quiere, en una sola tarea común, clásica, humanística (p. 80). El título de la segunda parte, también de tres capítulos, “proxi­ midad con la utopía”, es propiamente hablando la historia de la casa: el Fondo de Cultura Económica se perfila como casa editorial montada sobre el horizonte de otra casa, la Casa de España en México, ancestro del Colegio de México, que por entonces nacía: “en febrero de 1939 la Casa de España propuso al f c e que se ocupara de la edición, distribución y comercialización de los libros escritos por sus investigadores” (pp. 83-84). Durante el lapso histo­ riado en esta segunda parte, no sólo se profesionaliza y toma nuevos rumbos el f c e sino que construye casa inaugurada por el presidente de la república Adolfo Ruiz Cortínez “el 10 de septiembre de 1954, en el acto celebrado al cumplirse el xx aniversario del Fondo de Cultura Económica” (p. 123). La tercera parte, “consolidación de un horizonte”, es la historia de cómo la institución reacciona a las crisis en la serie que aquejan al país en los últimos años; consta de cuatro capítulos (“ajustes en el horizonte”, “vigencia de propósitos”, “la crisis: sus laberintos”, y “de la casa a la empresa”. Acicateado por la crisis, culmina esta parte, en efecto, con el proyecto de convertir el Fondo de Cultura Económica en “una empresa moderna, competitiva, de avanzada para que pueda cumplir sus responsabilidades” (p. 205). La moder­ nización incluye desde el cambio de instalaciones hasta el acucioso diseño de un programa editorial en el que va incluido el interés por el lector. La última parte, en fin, “una línea en el tiempo”, tiene tintes hermenéuticos y de historia tejida ya en las alturas. Libro puntual y documentado, bien escrito, Historia de la casa. Fondo de Cultura Económica (1934-1994) contiene los nombres más significativos de los escritores, traductores, trabajadores, em­ presarios editoriales, proyectos y libros de que se conformó la cultu­ ra mexicana de alto nivel en los últimos sesenta años. Concluye, en efecto, descifrando el simbolismo de la Minerva de Herbert HofmannYsenbourg “que preside la entrada principal de la casa matriz” (p. 376) Víctor Díaz Arciniega extrae esta interpretación: “la dirección del Fondo de Cultura Económica descansaba sobre el símbolo clási­ co de la creación que, a su vez, había sido recreado y asentado sobre los símbolos de la tradición mexicana” (p. 377). El autor ha logrado, en suma, un libro de lectura agradable pese a la gran cantidad de información que maneja y que le da solidez al libro. Herón Pérez Martínez El Colegio de Michoacán