«La mala vida en Madrid» Los llamados barrios bajos de Madrid no sólo merecen ese nombre por hallarse topográficamente bajo el nivel medio del suelo de la población, sino a la vez, porque considerados demográfica y socialmente, acusan la misma inferioridad en el mismo promedio de la urbanización y la cultura madrileña. […]. El lector hará bien en recorrerlos, apreciando por sí mismo lo que decimos. Allí verá los tipos más arcaicos de la urbanización, desde los nombres de las calles, bárbaros y grotescos, hasta el empedrado, que corresponde más bien a la edad paleolítica; y el alumbrado público, que va pasando, sucesivamente según se desciende en ellos, de la electricidad al gas, de éste al petróleo, y del petróleo a la graciosa claridad de las estrellas. Aquí vive cerca de dos quintas partes de la población de Madrid, de los cuales la gran mayoría, en inmuebles que presentan la mayor densidad media por edificio de todo Madrid. Esta vecindad constituye la mejor muestra de lo que puede llamarse el «pueblo de Madrid», en el sentido de clase popular y elemento etnográfico más típico. […]. Leyendo los paralelos que establecen los autores entre los pueblos salvajes y los cultos, queda uno maravillado de ver cómo, a pesar de los siglos de historia de las naciones más viejas de Europa, una parte de su población, incluso en las grandes capitales, donde más se sienten sus fuerzas evolutivas, conserva los caracteres de una humanidad infantil y primitiva, que contrasta vivamente con el estado de madurez al que ha llegado el núcleo social al que se encuentra agregada. Son los «salvajes de Europa», salvajes que, ignorantes y toscos, constituyen siempre el fondo de reserva para la evolución, cuando gastados e inutilizados los elementos sociales superiores, no queda otra cosa disponible que el pueblo. […] Nosotros, no obstante, vamos a estudiar aquí las partes degeneradas. La exploración de las casas de vecindad, colmenas humanas o verdaderas unidades sociales definidas, ofrece siempre muestras más o menos curiosas de los fenómenos degenerativos. Algunas, separadas de toda influencia sana, se hallan en verdadero estado de descomposición. Allí la enfermedad marca con sus estigmas, y la descendencia de sus habitantes es débil y enfermiza. Al mismo tiempo, se producen graves irregularidades morales en estas circunstancias. Viviendo y durmiendo en la promiscuidad, es maravilla que el adulterio y el incesto no sean más frecuentes que lo que lo son, con serlo mucho más de lo que se cree generalmente. Con frecuencia encuentra el explorador arreglos de tres y cuatro, variadísimos: ya son la mujer, el marido y el amante; o el marido, su mujer y la querida; o estos mismos elementos sin sombra de matrimonio. El concubinato es regla general. El promedio de la natalidad ilegítima en estos barrios bajos se acerca al doble que encontramos en el promedio de todo Madrid. Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanas Aguinaledo, La mala vida en Madrid. Estudio psico-sociológico con dibujos y fotografías del natural. Madrid: Imprenta de Antonio Marzo, 1901, pp. 123 y 129.