jorge ignacio dueñas avila

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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA I
Subtitulo: EL CÒDICE DE JULIANES
Derechos ebook
Jorge Ignacio Dueñas Ávila
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA I
SUBTITULO
EL CÒDICE DE JULIANES
AUTOR
JORGE IGNACIO DUEÑAS ÀVILA
2011
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Jorge Ignacio Dueñas Ávila, fue estudiante de la
facultad de Ciencias Administrativas de la
Universidad Nacional Abierta y a Distancia
UNAD, en Colombia. Se ha desempeñado como
Perito Evaluador de bienes inmuebles e intangibles.
Desde niño le agradaba escribir aunque no logró
recopilar sus creaciones. Sin embargo últimamente
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
fue tentado por la musa de la inspiración y sintió que
quedó atrapado en el mundo del arte y de las letras.
Algo difícil de explicar.
Su obra “El Enigma de la Rosa Negra I” o “El
Códice de Julianes”, pese a ser una historia de
fantasía, está inspirada en varios acontecimientos
reales. El autor registra que durante su niñez y
juventud, vivía esencialmente en un universo
compartido entre lo imaginario y lo real.
Dueñas trabaja actualmente en el borrador de su
segunda novela de la serie “El Enigma de la Rosa
Negra” y comparte actividades laborales en una
Cofradía en el Valle de Aburrà, Departamento de
Antioquia-Colombia).
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
AGRADECIMIENTOS:
Agradezco a la Antioqueñita Beatriz García, la
recreación de su belleza y originalidad para la
portada de este libro. Beatriz “La Lúdica”, como se le
conoce cariñosamente en el medio social, dirige una
Fundación para niños y actividades lúdicas, cuyo
dinamismo es primordial en la interrelación de la
creatividad y el desarrollo humano.
Destaco también la colaboración del “Isleño”
Diego Andrés Martínez, como diagramador del arte
en el diseño final de la portada.
Correspondo igualmente a David Spencer
Dueñas Castro, estudiante Universitario de
Sociología, por la maquetación de la obra.
Agradezco a: autoreseditores.com, la innovación
que brinda a los escritores para la cristalización de
auto publicación.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA
Una creación artística y literaria de:
Jorge Ignacio Dueñas Ávila
El contenido de este libro es propiedad intelectual de:
JORGE IGNACIO DUEÑAS ÁVILA
Esta obra está registrada en la dirección general de
derechos de autor, cuyo registro es valido en 160 países.
Prohibida su reproducción total o parcial, por cualquier
medio, sin el previo permiso escrito del autor.
Dirección electrónica del autor:
[email protected]
[email protected]
2011
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
DEDICATORIA
DeDico estas páginas a Dios toDo poDeroso,
fuente del arte, la vida y la ciencia. a mis
padres por su bondad y sensatez. A mi
ferviente esposa y su familia, por su
abnegación. A mis hijos por su enterezA y
dedicación. A mis Amigos grAciAs.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
PALABRAS DEL AUTOR
De niño siempre quise escribir un libro. Más de
una vez inicié mi ilusión de novelista, escribiendo en
las hojas de los cuadernos de la escuela.
Curiosamente siempre refundía mis escritos; a veces
pensaba que alguien los usurpaba. Posteriormente,
opté por llevar un diario cifrado, con el icono de
condensar mi inspiración, en un lenguaje que
solamente yo entendiese y así evitar que los
curiosos, averiguasen mis intimidades. Para mayor
evidencia, custodiaba el diario bajo llave.
Todo
marchaba bien, pero un día, estando a punto de
terminar mi primer libro, tuve una absurda sorpresa:
Alguien se enteró de mi labor y me despojó de la
obra, llevándose los folios más importantes. La llave
del diario, no fue suficiente, para resguardar mis
manuscritos.
He aquí por fin, el fruto de mis anhelos. Una
novela que enuncia la fe, la realidad y la fantasía de
un niño que sufre de amnesia y encuentra consuelo
en seres divinos que lo visitan.
El drama lo
represento con palabras sencillas, símbolos y
mitología. Me agrada hacerlo de esta forma, pues
así me siento más libre dándoles vida a los
personajes, donde a veces emergen los rasgos de
mi propia vida.
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
RESUMEN DE LA OBRA
El Enigma de La Rosa Negra, o El Códice de
Julianes, relata el melodrama o los episodios de un
infante que ha perdido a sus padres y también su
memoria. En medio de su candor, consternación y
explotación, a que es sometido por sus tíos en una
granja, va descifrando los misterios de su propia
vida. La Rosa Negra aparece en profusos instantes
de su supervivencia. Consecutivamente descubre
que es victima de un experimento científico. Un
juego aparentemente inocente, pero que en el fondo
es maligno.
Desde el principio van irrumpiendo una serie de
personajes míticos, llenos de deleite. El melodrama
se despliega entre lo humano, lo divino y las
historias de cuentos de hadas.
Julianes, el
protagonista de esta historia, es encerrado en un
castillo encantado por una hechicera, desde donde
él empieza a escribir su leyenda. En medio del dolor
es tocado por lo divino y logra descubrir el enigma
fraguado por un conjunto de científicos que planea
dominar y apoderarse de la mente humana. Julianes
está en peligro, pues ha identificado a los causantes
del maleficio. Descubre que le han puesto un
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
microchip que tiene la clave que buscan los galenos
para dominar el mundo. Salta la paradoja, pues el
encierro en el castillo lo libra de volver a caer en las
manos de sus experimentadores.
Una Virgen divina florece como en epopeya en los
momentos más críticos. Finalmente Julianes,
decodifica e innova la información científica,
apaciguando las fuerzas adversas que proyectan
apoderarse del planeta. La proeza le cuesta a
Julianes su desaparición.
Algunos creen que
descubrió una nueva dimensión donde cobijarse.
¡Algo para no creer! Sin embargo se deduce de su
leyenda, que un día partió en compañía de unos
seres divinos, dejando parte de sus manuscritos en
el fortín.
Ulteriormente surge un nuevo protagonista, “El
Diamante Azur”, quien en cumplimiento de una
predicción, descubre los manuscritos de Julianes y
un códice que debe interpretar. Azur descubre que
realmente, la historia es cierta. Es hostigado por La
Rosa Negra, la enigmática mujer que esconde los
secretos más profundos, quien unida a los
científicos, y una logia de “mensajeros de la mente”,
(personas versadas en los conocimientos de la
telepatía), disponen dominar los sentidos de Azur,
viendo en él, la semblanza de Julianes.
Resulta insólito creer que parte del enigma es
descubierto por Julianes dentro de: “El misterioso
punto cero”, configurando un libro que nadie puede
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
leer, excepto aquel que es rey y dueño del universo.
No obstante Azur recibe el encargo divino de
interpretar el preludio del códice de Julianes.
Para entender bien la novela, es recomendable
leerla dentro del orden que se presenta a los
lectores.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
CAPÍTULO PRIMERO
LAMENTACIONES DE JULIANES EN EL
CASTILLO
Oíd vosotros mis amigos, soy Julianes. La Rosa
Negra se ha desvanecido mientras escribo mi
historia; espero que la tinta alcance para mi pluma y
que mis ojos logren ver sobre el papel, pues aquí
donde me amparo, entra poca luz a causa del gris
invierno que oscurece éste castillo. Solo he visto
una brecha por donde se destila el agua que bebo, y
dos pequeñas lumbreras que se sitúan en lo alto de
las murallas. Estoy confinado a permanecer aquí,
pues la denominada “Bruja del Bichir Hoque”, antes
de partir furibunda, me enclaustró hábilmente. Si,
afianzó con llave maestra todas las puertas
exteriores y eclipsó las puertas y ventanas del
portal, con su maléfico poder.
Esta torre o castillo es descomunal; tiene diversas
recámaras y aposentos que he podido apreciar a
media luz. Asimismo hay un lugar bajo llave aquí
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
dentro del castillo. Se trata de un inmenso cuarto con
un balcón en su portada. Lo sé pues a través de los
cristales de la ventana oscurecida del apartamiento,
puedo advertirlo a media luz. Parece decorado
esencialmente para un chiquillo, con su cama cuna y
juguetes. ¡Que extraño!, ¿verdad?
Realmente anhelo salir de aquí pronto. ¿Sabéis?
Las palomas me colman de confianza cuando cada
día esparcen sobre mí, las migas de pan y los
pequeños trozos de frutas para poder subsistir
mientras escribo. En todo caso, si no logro salir de
aquí con vida, espero que alguien
generoso
encuentre mis manuscritos y los entregue a: “El
Diamante Azur”, pues contienen “El Enigma de La
Rosa Negra”, y de paso mi códice, si, “El Códice de
Julianes”, cuyo preludio él debe interpretar.
A vosotros, los que en alguna oportunidad
buscaron auxiliarme, (antes de caer en poder de
esta encantadora que me enclaustró), os doy mi
gratitud en medio de vuestra agitación. Se que
entendéis mi mensaje, no era misión fácil; dispensad
mi tardanza. Recordad que por aquella época erais
prodigiosamente ágiles, mientras yo había perdido
mi memoria. A los embaucadores y a quienes
pretendieron auxiliarme utilizando métodos torcidos,
tengo que deciros, que no me fue plácido… Estáis
fuera de contexto. Pero sabed que evidentemente
he regresado, pese a mi aislamiento; Soy Julianes.
El Señor de la vida, me ha revivido como el Ave
Fénix y me ha sanado del maleficio que me
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
causaron. ¡He vuelto a la existencia! Más no seáis
quiméricos creyendo que mi mente perdura en el
mismo lugar de mi niñez, pues he recuperado mi
memoria y he madurado más que la mayoría de
vosotros…
En este momento tengo prisa de escribir lo
ocurrido, lo cual expresaré en un lenguaje
espontáneo y de paso cumpliré la honrosa promesa
que en vida hice a mi abuelita Lourdes un poco
antes de su muerte, y a Iris, la tía dulce, hermana de
mi padre, quien me acompañó en mis aventuras.
Así que dispongo de la tinta y los pergaminos en
blanco que he visto en parca luz sobre un viejo
mueble para escribir en honor a mi promesa.
—Escribe en breve nuestra historia— me
imbuyeron —será el camino que te conducirá a
encontrar la luz de la verdad, donde gobiernan
los misterios.
Por tanto, forjaré la breve sinopsis de mi familia
paterna. La de mi madre esperaría escribirla alguna
vez con letras de oro, si es que tengo la fortuna de
salir de aquí.
En este orden de ideas un tanto recónditas,
vosotros los lectores, tendréis la oportunidad de
asemejar con mayor claridad, cómo fue que se
fraguó el enigma de la rosa negra. ¡Quién lo creyera!
Debo expresaros con fascinación, que parte del
misterio se hallaba en un simple punto como éste.
Es el punto que hace todo el mundo cuando
escribe… Parece incoherente ¿verdad? Tened
paciencia, más adelante lo vislumbraréis, pues el
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
enigma que me atañe se hallaba comprendido en un
punto minúsculo que posteriormente se dilata y se
transforma en imágenes que revelan el centro de lo
inédito.
---Mientras escribo, advierto en mi mente, los
secretos y desconciertos que velaban mi niñez.
Caminé mucho tiempo sin sospechar que había
perdido mi memoria y sin saber que era victima
de
un
experimento
tenebroso.
¡Cuántos
desengaños se escondían tras un amor que
parecía filial! ¿Se trató de un acto ingenuo?
¿Deseos profanos de gloria y dinero? ¿Fue un
protocolo de hechicería o de violencia extática?
Todos callaban la verdad. ¿Qué escondían?
Gracias a Dios pude llegar al corazón del
misterio y descifrarlo. Más sabed, oh, vosotros
los que me hicisteis mal, que ya os he perdonado
y estáis en manos del rey del juicio y señor de
la creación.
—¡Dios mío! ¿Quien forjaría aquel juego que
parecía inofensivo y emotivo, transformándose
desde lo más elemental, rebasando lo más
dificultoso y peligroso? Aquel inventor temía que
el juego en su final, se hallase sellado y
contramarcado
con
símbolos
de
ciencia
asombrosa y desconocida. Esta información era
lo que mis experimentadores perseguían, pues a
estos les era imposible decodificar aquellos
emblemas enigmáticos. Era como si alguna
inteligencia superior o el mismo Dios, hubiese
puesto allí aquellos emblemas secretos, creo yo,
con el fin de impedir el ingreso de quienes
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
llegasen a aquel lugar, con siniestras
intenciones. ¿Acaso la restricción buscaba
proteger así, el discernimiento superior? Juzgad
vosotros, parte de lo que vi. Es lo que puedo
mostrar. ¡Observen!
Tampoco es descabellado creer, que aquellos
sellos, buscaban premiar a través de su creador, a
quien los descubriese con bienhechoras intenciones,
aplicando el intelecto de los sabios. Yo, que jamás
en mi vida había recibido premio alguno, pese a ser
el protagonista principal del experimento; por el
contrario fui despojado varias veces de lo mío, sentía
que el universo me legaba un galardón que nadie
podía arrebatarme. Mis enemigos ocultos o gestores
del proyecto, veían en mí, un simple conejillo de
indias y el experimento como tal fue un maleficio en
mí contra, solo que por el camino del sacrificio, seres
divinos me guiaron a hallar el galardón de la
17
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
sabiduría
perpetua.
En
realidad
esencias
omnipotentes se opusieron al experimento y variaron
el diseño impuesto por los humanos. Más de ello
hablaré más adelante. Ahora me es necesario dejar
de lamentarme y exponer en breve lo que os he
prometido, en orden de prioridad, así:
Mi abuelita y mi tía Iris, como dije, se marcharon
de este mundo hace tiempo ya; pero recuerdo con
nostalgia que en vida me confiaron sus historias y
me revelaron su linaje. ¿Cómo no escribí antes?
¡Dios mío! Sí hubiese resuelto con diligencia estos
misterios, quizá me hubiese librado de tantas
contingencias y peligros. Bueno… De nada me sirve
lamentarme ahora cuando empiezo a escribir en
medio de mi triste soledad.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
CAPITULO II
HISTORIA Y PRINCIPIO DEL ENIGMA
Empiezo por contaros que mi abuelita Lourdes de
La Concepción, procedía de un roce de la
aristocracia Española. Rogelio, su esposo, tenía
raíces Portuguesas hasta que su sangre en buena
hora se anudó con la de nativos Colombianos hace
más de doscientos años…
La madre de Lourdes, es decir mi bisabuela,
Carmen Valentina, era propietaria de vastas
extensiones de terreno en el viejo Tolima y de
algunas granjas en La Provincia de Lengupá, en
Boyacá, Colombia.
Entre los años 1899 y 1902, nuestro país afrontó
una guerra que incluyó a todos sus habitantes,
provocando la pérdida de más del dos por ciento de
la población, que por aquel entonces superaba los
cuatro millones de habitantes. Este lúgubre episodio
se conocería con el nombre de “La Guerra de los Mil
Días”. El empobrecimiento del país fue general. La
industria y la agricultura tuvieron sus reveses y un
sin número de dificultades surgieron. Por estas
razones, en medio de la guerra, mis antepasados se
vieron obligados a abandonar sus tierras y ganados
del viejo Tolima con el propósito de salvar sus vidas.
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
Pese al sufrimiento y las secuelas causadas por el
desplazamiento, mi familia logró establecerse
definitivamente en la provincia de Lengupá, aquella
región que tiene que ver con el misterio. Eran las
tierras más fructíferas, bordeadas de límpidas
quebradas, bosques, sementeras y cafetales, cuyo
paisaje encantador, emitía su fulgor todos los días, y
solían vislumbrar los campesinos desde el santuario
de una hermosa colina.
A pesar del duro revés económico de mis
predecesores, generado por la violencia, con el
auxilio de Dios Nuestro Señor, lograron redimirse
con duro trabajo y préstamos agrícolas. Sus tareas
fueros pues, la agricultura, y la cría de diversos
animales domésticos, como vacas lecheras, ovejas,
gallinas, patos, pavos y caballos. Gracias a ello, con
el tiempo la penuria fue erradicada y la riqueza de mi
familia floreció, especialmente bajo la sabia dirección
de mi bisabuela, Carmen Valentina, una mujer
nacida, alrededor de los años 1860-1865 y quien
vivió hasta principios de la década de 1970.
Mi bisabuela, era una dama de estatura media,
mirada serena, ojos color marrón, tez pálida, nariz
pulida, boca mediana, peinado de moña alta.
Caminaba izada, resguardada de su bastón de
guayacán; su tierna voz era apacible como el aura
de la mañana.
Cuando reía dejaba ver dos
relucientes dientes de oro. Fue madre soltera de
una agraciada niña llamada Lourdes, fruto de los
amores que sostuvo con un general de La
República. Muy allegado por cierto a la familia
presidencial de la época, razón por la cual Lourdes,
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
siendo niña, vio muy pocas veces a su padre el
general, quien temía exponerse al escándalo social.
Lourdes, la única hija de Carmen Valentina, era
una linda chica de cabello rubio, tez blanca, ojos
color esmeralda y facciones delicadas. Gozaba del
embeleso de una reina dulce. Quienes comprendían
su belleza, terminaban confundiéndola con la reina
de un país lejano. Decían los ilustrados que parecía
una muchacha Polaca, lo cual le valió el
sobrenombre afectivo de “La Polaca“. Desde niña se
convirtió en la mano derecha de Carmen Valentina.
Tejía a la perfección las bufandas y ruanas de hilo
de lana de oveja.
Lavaba los trastos, tendía las camas, ordeñaba
las vacas, cocinaba y alisaba la ropa con la plancha
de fuelle y carbón de palo.
Le atraían las
diversiones sanas como el baile, el teatro; cantaba
plegarias a la Santísima virgen y danzaba mientras
hacía tintinear la pandereta y las castañuelas, lo cual
sacaba a relumbrar en la escuela y las reuniones
familiares. Llegó a convertirse en la reina de
Lengupá y colaboró en obras sociales. Era una
joven dócil, amable y atrayente; la cautivaban los
perfumes y el pintalabios, los cuales compartía con
su madre.
Sobre los catorce años, incitó el sentimiento
prematuro de enamoramiento, con un joven de
diecisiete años que se educaba en la capital de
Lengupá. ¿Un simple capricho de juventud? Desde
niña Lourdes trabajaba como una adulta, lejos del
afecto de su padre, aquel militar, que le dio la
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
espalda a sus responsabilidades, escudándose en el
qué dirá de la gente.
Sobra decir que Lourdes era de vocación
hogareña; por ello sería que se incomodó cuando su
madre le pidió que cuidase la dieta de una vecina de
la comarca.
—Madre, yo siempre te ayudo sin perjurar de
las labores de la hacienda, mas no me obliguéis
a realizar ocupaciones en la vecindad; a mi edad
me es desagradable. Odio que me miren con
ojos de criada; bien sabéis que deseo proseguir
mis estudios y cumplir las responsabilidades del
reinado de belleza, sin interrupción. Por favor,
madre, no insistáis…
Carmen Valentina se sonrió examinando la
explicación de Lourdes, enseñándole:
—Nuestra vecina está en cinta; se trata de
una caritativa mujer, nativa de Belén, del mismo
lugar donde nació Jesús; sería un honor para
nosotros, especialmente para ti si la auxiliáis.
Lourdes se emocionó con la aclaración de su
madre, advirtiendo:
—Está bien mamá, iré—Ávida de poder
servirle a aquella dama.
—Mi futura bisabuela, anunció a Lourdes, que el
cielo premiaría su dedicación de servicio, actitud de
una auténtica reina cristiana lo cual le sumaría
puntos a su real belleza.
—Lo haré de buena gana — expresó Lourdes.
Así fue como Lourdes, cuidó la dieta de aquella
mujer, oriunda de Belén de Judea. De paso se
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
convirtió en nodriza de una chiquilla a quién le
dieron por nombre: Mariela; vale la pena aclarar que
la señora proveniente de Belén de Judea, tenía un
hijo mayorcito de un año de vida, de nombre Ismael,
a quien Lourdes igualmente cuidó. En general la
muchacha lavó pañales, cocinó, bañó y arrulló los
niños; planchó la ropa, sirvió la mesa…Todo lo hizo
bien.
Cuando se cumplieron los cuarenta días de la
dieta, la joven Lourdes culminó su labor con el
semblante extenuado, aunque asimiló lo sucedido a
modo de pequeño sacrificio. Entre tanto el esposo
de la dama originaria de Belén, un rico hacendado
de unos treinta y cinco años de edad, quedó tan
satisfecho con la ayuda, de mi futura bisabuela, que
le regaló una vaca lechera de raza cebú.
Francamente el hombre se hallaba dichoso junto a
la esposa y la parejita de retoños. (Mariela e Ismael).
Sin embargo, por aquellos designios de Dios, el
hombre enviudó al poco tiempo. En medio de su
pena y soledad, le invadió un arrebato de pasión y
fijó sus ojos en la joven Lourdes; más ella lo inquirió
negativamente debido a la diferencia de años,
pensando obviamente que no era bueno convertirse
en la esposa de un hombre viudo por el que no
sentía amor alguno, esencialmente cuando ella se
hallaba comprometida con un chico contemporáneo,
al que pertenecía su corazón.
—Jamás idearía un desengaño contra mi
enamorado —Expresó— No puedo imaginar el
dolor que le causaría… Cuando él regrese de sus
23
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
vacaciones de la capital le contaré lo sucedido.
¡Que tragedia! ¡No me figuro estar casada con un
hombre tan mayor! ¡Podría ser mi padre! Pensó
Lourdes, dándose la bendición.
Ella era amante de los niños, pero le parecía
ilógica la idea de tener que criar a dos criaturas
huérfanas; máxime cuando todavía jugaba con
muñecas y no conocía nada sobre la vida
matrimonial. Lourdes estaba en la flor de la vida,
anhelosa de convertirse en una bailarina estrella y
modelar la moda de sus vestidos que pretendía
inventar como confeccionista.
—Bueno, pronto seré una figura del séptimo
arte —Puntualizó— ¡Casarme ahora, ni loca!
No obstante, la situación era llanamente
engorrosa.
Lourdes y Carmen Valentina, por
aquellas cosas de la tradición, concurrieron al
consejo del señor cura, quien advirtió que realmente,
no era conveniente realizar ese matrimonio y dejó en
claro que la chica era libre de elegir el amor de su
vida.
— ¡Es descabellado!— Afianzó el clérigo— Si
la chica llegase a enlazarse con ese caballero,
sería como si no estuviese verdaderamente
casada. Sufriría…
Con todo y eso, Carmen Valentina obligaría a
Lourdes a casarse con aquel hacendado, invocando
la multiplicación de la riqueza familiar, la reputación,
la responsabilidad y la figura de respeto que infundía
aquel caballero en la región de Lengupá.
Contrapuso que por honor propio, prefería ver a su
hija casada con un hombre viudo y mayor, antes que
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
verla convertida en reina o actriz, pues creía que ese
era un mundo de perdición.
—Busco salvar tu alma— Con este sacrificio
—arguyó.
Lo más impactante para Lourdes, fue que su
madre, le hizo saber que ella también se casaría el
mismo día en la misma misa, pues no deseaba
quedarse con el estigma de madre sola, teniendo
una hija casada.
—También
yo
me
casaré
hija
mía;
realizaremos una sola eucaristía. ¿Sabéis?
Tengo un amor secreto. Prodigaremos el sí a
nuestros galantes novios. ¡Que hermoso!
¿Verdad, hija? —Aseveró Carmen Valentina con
inflexión espinosa.
El
acontecimiento
era
extremadamente
inesperado; Lourdes a sus quince años, se casaría
forzada por su propia madre con un caballero viudo
que le doblaba la edad; por tanto, sería la madre
precoz de dos niños huérfanos. Lourdes, que jamás
tuvo un verdadero padre, ahora tendría padrastro,
pues su madre se casaría con un señor de buena
posición social de apellido Carvajal.
—Un consejo, hija — Le expuso Carmen
valentina a Lourdes — Si me dejáis plantada ese
día y no te enlazáis con el caballero que he
elegido para ti, tendréis que irte de la
hacienda…Quizá te consiga un cupo en el
convento; serías una buena monja ¡eh! —
Enunció, frunciendo el ceño.
Lourdes, desconsolada no tuvo otra opción. Se
vio obligada a casarse con aquel hombre. (No
25
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
mencionemos por ahora su nombre). Mi futura
bisabuela Lourdes estaba a punto de llegar al altar,
siguiendo la usanza de la época. La costumbre
consistía en atar y anudar, las manos de los novios,
con un lazo o cordón, lo cual simbolizaba la unión
eterna de la pareja y su descendencia. Una tradición
antigua de los evangelizadores Españoles del siglo
XVI, que parece también fue usanza del pueblo
Israelita. Tanto mi futura abuelita Lourdes y mi
bisabuela Carmen Valentina experimentaron ese
hecho, con sus respectivos novios.
Realmente nunca creí en la tradición del lazo,
pero años después, mi abuelita Lourdes me contó la
ceremonia y aunque me pareció descabellado aquel
ritual del lazo, mi madre cierta vez me detalló el
mismo hecho cuando se casó con mi padre. La única
diferencia es que a ellos les anudaron el cuello.
Cuando mis dos ascendentes se casaron, la
iglesia se engalanaba, acorde con la tradición de la
época. Las dos novias y los dos novios, vestían
como disponía nuestra madre iglesia.
Los
pretendientes caminaron por entre una alfombra roja
y pétalos de rosa de varios colores. Ello
representaba el honor, el respeto y el provecho del
matrimonio. Lourdes llevó puesto un velo blanco,
simbolizando su virginidad, el honor de la mujer, la
virtud de esposa y la inocencia. El vestido blanco
que adornaba su cuerpo, significaba la alegría, la
pureza y la gloria del amor. Ella, mi futura abuela
llevaba entre sus manos un ramo de flores, emblema
del último regalo de su prometido y el primero que
recibía como esposa.
26
JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
El afortunado novio, no era otro que mi futuro
abuelo Rogelio, quien a decir verdad, aventajaba a
Lourdes en mas de veinte años y ese día vestía
totalmente impecable.
La ceremonia avanzó
teniendo como protagonistas a mi abuela y
bisabuela con sus respectivos novios. Un segmento
del cortejo consistió en presentar trece monedas
llamadas arras, que configuraban la promesa de
cuidar los bienes familiares del futuro.
—Esta es una costumbre hebrea, digna de
practicar— Puntualizó el sacerdote— Que la
felicidad siempre os acompañe— Recalcó,
entregándoles una cinta azul— Porque el color
del cielo está profundamente asociado con la
morada divina.
Perfeccionado el rito de mis predecesores, se
hicieron las declaraciones de rigor e intercambiaron
los anillos matrimoniales. Al finalizar la ceremonia, el
sacerdote indicó:
—¡Novios! ¡Pueden besar a sus novias!—
Desde luego que Lourdes obedeció con la timidez
de una niña, mientras se escuchaba a otro
sacerdote añadir:
—Este primer beso tiene un profundo
significado, pues al besarse se mezclan los
alientos, como si el alma de los novios se
unieran eternamente en el amor, convirtiéndolos
en uno solo…
Pasados unos días, después de la ceremonia,
Lourdes fue constreñida por su propia madre y su
flamante esposo a jurar que no revelaría a nadie el
27
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
secreto respecto al real origen de los niños que
había dejado tras su muerte, aquella buena mujer
oriunda de Belén de Judá. En consecuencia, en
adelante, debería aceptarlos y amarlos como a sus
hijos de sangre. El silencio se facilitaba, pues por
aquella época, el niño mayorcito era de
escasamente dieciocho meses y la niña, no
alcanzaba aún los seis meses de nacida. Asimismo
para aquel tiempo,
era sencillo modificar los
documentos de parentesco y en el futuro a nadie le
importaría. El niño mayorcito huérfano, era mi futuro
padre, a quien Rogelio bautizó con el nombre de
Ismael. En contexto, tal como estaban las cosas, ya
no era el niño huerfanito que había dejado la noble
dama fallecida, proveniente de Belén, sino el hijo
mayor de doña Lourdes y de don Rogelio. Igual
ocurrió con la niñita menor, a quién le dieron el
nombre de Mariela. En la vida usual, Ismael y
Mariela, no sabrían nada sobre el dilema. En otras
palabras, no habían quedado huerfanitos de madre,
porque Lourdes de La Concepción, convertida ahora
en la señora “Conchita”, les brindaba su amor como
madre verdadera. Sobra decir que la dama fallecida,
cuyo nombre
jamás pude averiguar, era mi
verdadera abuela paterna de sangre…
Mientras tanto Rogelio, se sintió comprometido a
enderezar sus errores; cuidar de su tierna esposa,
amarla y respetarla, como lo predica la Santa Madre
Iglesia. Parecía cumplir bien estos preceptos.
Anexamente, no tomaba cerveza ni fumaba… Le
interesaba vestir elegantemente con trajes
diseñados sobre medidas. Sus botas relucientes
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
con polainas, le daban la apariencia de un militar; se
le veía feliz; pero unos meses después de su
matrimonio, decidió cambiar su talante de vida. Se
embriagaba y fumaba tabaco todo el día.
Su
refinada y fina indumentaria la cambió de la noche a
la mañana, por ruanas de lana de oveja, sombrero
de paño y alpargatas de fique. Bueno, “el hábito no
hace al monje”, pero sus malas prácticas de
comportamiento, eran alarmantes, como ya veréis.
Mi abuelo Rogelio, era de mediana estatura, ojos
color café; usaba bigote bien arreglado. Casi todo el
tiempo permanecía con el ceño plegado. Su forma
de hablar era grave y enérgica. Algo excepcional le
ocurrió al hombre, podría pensarse que había
optado por desprenderse de los bienes terrenales,
empezando por sus lujosos vestidos. Malgastaba
dinero en vestidos que difícilmente lucía, pues
después de mirarse al espejo, volvía a su vestimenta
de campesino.
Los suntuosos trajes recién
diseñados los quemaba en una hoguera. De señor
caballeroso, pasó a asumir un camino pendenciero,
empezando por la mala vida que le daba a Lourdes.
— ¡Ordena mi casa y sírveme de comer! ¡Para
eso te tengo! — Le gritaba en forma despectiva.
Como si fuera insuficiente, la agredía físicamente
con una vara. Algunos decían que el cambio del excaballeroso Rogelio, obedecía a una pena moral a
causa de la muerte de su primera esposa. En ese
sentido, los más eruditos de sus amigos, le confiaron
tener progenie rápidamente con su bella y joven
esposa. Entre tanto, el primer e infalible amor de
Lourdes, regresó de la capital y al enterarse de lo
29
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
acontecido, le propuso que se fugase con él a otras
tierras. Ella en medio de su sufrimiento se negó,
demandando la obediencia a los preceptos de La
iglesia Católica, pues su conciencia de mujer
virtuosa, la conducía a la entereza. Así, ante el
drama, aquel joven que la amaba, en medio de su
tristeza encontró consolación en la Santísima Virgen
y Jesús Sacramentado, a tal punto que se convirtió
en un ejemplar sacerdote.
Rogelio por su parte, terminó obedeciendo los
consejos de sus amigos, quienes le insistían:
—Tu remedio para esa pena moral, está en los
brazos de tu joven y bella esposa. ¡Sácale
provecho y procrea con ella muchos hijos y
ámala!
Así fue como mi abuelita Lourdes se llenó de hijas
e hijos y gracias a Dios, encontró en sus bellos
retoños, la felicidad para su alma.
—Sabed que la docena de hijos que tenemos
todavía es poco— le dijo Rogelio
Podría pensarse que con la docena de hijos tan
lindos, venidos del cielo, Rogelio cambiaría, más ello
no bastó para que el hombre mudara su conducta.
Por esa razón Lourdes sufrió toda la vida. Lloraba
todo el tiempo su desdicha, hasta que un día una
enfermedad desconocida acabó con sus lágrimas,
secándolas.
Por supuesto la culpa recayó en
Rogelio, aunque a él nada parecía interesarle.
Hasta aquí, vosotros los que leéis, ya tenéis una
impresión general referente a mi familia y me alegro
de poder cumplir mi misión de escribir, tal como lo
30
JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
prometí a mis seres queridos. Ahora desearía tomar
un breve descanso,
mas temo que no podré
hacerlo, pues siento ruidos y música allá arriba en
cierta parte del castillo; probablemente, los ruidos
provienen cerca del cuarto que vi arreglado para un
niño. Tengo miedo de subir la torre, mas no tengo
otra opción, lo haré; quiero saber que ocurre allí. No
obstante quiero volver y reavivar mi labor de
escribiente. Con permiso, os dejo un momento…
Un día después:
Tal como lo pretendí ayer, hoy escribo a vosotros
otra vez. Lo hago desde un lugar más grato.
¿Sabéis? Me encuentro en la vieja biblioteca del
castillo. El lugar queda junto a la habitación de un
niño, más no se le ve por ningún lado. Sin embargo,
tras el cristal de la ventana a media luz, hay un velo
blanco que permite ver varios juguetes extraños.
Uno de ellos es un ornamento metálico alargado en
forma de vara, cuya base redondeada vislumbra
cognición. También vi allí una recua, aunque estas
cosas no me dicen nada…
Tengo una buena noticia para vosotros: Conseguí
una mesilla y un sillón. Hay aquí algunos lápices y
acuarelas. En lo alto de las paredes hay varias
brechas, las cuales me permiten ver mejor la luz
sobre el papel mientras escribo. Tengo un poco de
agua todavía en un jarrón y además parece que
llovió y de alguna parte sin techo, el agua se
desbordó hasta aquí cerca a un estanque. También
recogí migas, pedazos de pan y trocillos de frutas
que las palomas dejan caer al piso; es como si
augurasen la necesidad que tengo de comer.
31
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
Pareciera que alguien las enviase a alimentar esta
pobre alma…
Lo que ocurrió ayer, cuando escuché la música es
inexplicable; subía yo por las largas y trenzadas
escaleras que conducen del primer a segundo piso,
de este castillo, cuando divisé una tenue luz sobre la
ventana de la biblioteca. La melodía suave y
ceremoniosa que en principio había escuchado, se
tornó tan intensa que me olvidé del miedo. Al
acercarme a echar un vistazo por la ventana, noté
que su interior estaba íntegramente iluminado como
el sol al medio día. Numerosas personas danzaban
en la fiesta de una boda. Me entusiasmé creyendo
que ya no estaba solo. Quise entrar, no sin antes
observar los rostros de las personas.
Con
fascinación comprobé que se trataba de la fiesta de
bodas de mi bisabuela Carmen Valentina y mi
abuelita Lourdes, tal como la estoy escribiendo.
¡No es admisible! Reflexioné, pues yo no
había nacido cuando ellas se casaron y aquí las
veía demasiado jóvenes. Tampoco podía dar
crédito a lo que advertía, pues, ellas habían
muerto hacía tiempo ya. Mi sorpresa fue
mayúscula al divisar a la mayoría de mis
familiares en la boda.
— ¡No puede ser! — Volví a recapacitar—
¡Esto tiene que ser una visión, debido a mi
soledad! ¡Quizá tengo fiebre! ¡Ay Dios mío me
voy a morir!— Exclamé. En aquel momento
golpeé sobre el cristal de la ventana. Ansiaba
entrar e indagar sobre lo que estaba pasando.
32
JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
¡Oh Insistencia vana! Parecía que nadie oía mis
golpes sobre el cristal; mas yo permanecía ahí
viéndoles. Les grité a todo pulmón: “¡Estoy aquí,
dejadme entrar, soy Julianes! ¿Me recordáis?”. Inútil
resultaron mis gritos, parecían sordos a mis
llamados. No tuve más enmienda que limitarme a
continuar mirando a través de la ventana. Más, ¡Oh!
¡Asombro! cuando menos lo esperaba, mi abuelita
Lourdes se acercó a la ventana, vestida de novia,
aún con su ramo de flores y mirándome a los ojos
fijamente, me dijo delicadamente:
¡Mi pequeño Julianes! No podéis entrar aquí,
pues entre el orbe tuyo y el mío existe una
muralla que nos separa. Disfruta tu heredad
todos los días de tu vida y sabed que me alegro
de que estéis escribiendo. Triunfareis finalmente.
Tened por cierto que la fiesta de mi boda que
veis es un regalo para ti. No temáis, continuad
escribiendo en este lugar que de antaño fue una
biblioteca. Y ten en cuenta, que nuestra
presencia te acompañará desde lo alto con
nuestras plegarias al Altísimo.
Atendía a mi abuelita hablando a través del cristal,
cuando se acercó a mí y como si no existiese el
vidriar, besó mi frente como solía hacerlo cuando yo
era sólo un chico. Con el beso, se desvaneció
también mi visión y acaeció que me hallé solo en
este recinto donde ahora escribo. Es un anaquel
con aberturas azuladas y al mirar hacia lo alto de las
murallas, se divisa la techumbre transparente,
permitiendo el paso de la luz del día; gracias a ello
continúo subrayando lo que ahora leéis. Así las
33
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
cosas, retomo nuevamente la historia de mi familia,
antes de que retornen las sombras de la noche.
A propósito, Carmen Valentina y Lourdes, gracias
a su laboriosidad, llegaron a ser una de las estirpes
más prósperas de la comarca. Para mi bisabuela,
sin embargo, no todo fue color de rosa. Empezó a
pagar caro su error de haber obligado a Lourdes a
casarse, pues Rogelio también se ensañó contra
ella, no la respetaba en lo más mínimo y llegó a
tildarla de “madre vendida”.
Para su congoja y desilusión, también sus nietos
preferidos, Baltasar y Pompilio empezaron a mofarse
de mi bisabuela.
A estos dos personajes les correspondió ser los
hermanos menores de Ismael, mi padre. Mientras
éste trabajaba de sol a sol, aquellos se dedicaban a
zanganear. Aparte de todo sustraían el ganado para
fomentar su vicio del licor. En medio de sus
borracheras
deslumbraban
con
ínfulas
de
superioridad trasnochada, llegando a dividir a la
familia en dos clases sociales: españoles e indios.
Era lógico que estos dos atolondrados se auto
incluyeran en el grupo que más les convenía: Los
peninsulares. Divagaban haciendo alarde de su
condición de realeza, incluso se anunciaron entre los
moradores, como “nuevos feudales y conquistadores
de Lengupá”. Para su vergüenza, sus propios
vecinos los tacharon de chiflados y en adelante les
llamaron con el sobrenombre de “los cafres “,
incitando así las burlas de los aldeanos.
No obstante, a causa de estos dos comediantes
funestos, nuestra familia, y en especial mi padre,
34
JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
sobrellevó muchas penurias. Parece mentira, pero la
primera víctima de estos desalmados, fue su propia
hermana menor Iris. Ella sería en el futuro mi
compañera de aventuras, pues en el momento yo
aún estaba lejos de nacer.
Lourdes, (mi futura
abuela), profesaba por Iris la ternura más dulce;
estaba pendiente de esta hija, pero los cafres, en
proterva hora, se llenaron de odio contra ésta, sin
justificación alguna y discurrieron la forma para
hacerla sufrir.
Lourdes, como es natural en toda madre, amaba a
su docena de hijos, aunque en lo furtivo de su
corazón, rebosaba su apego por Ismael, Iris y
Mariela. Tal vez, los cafres lo adivinaban y con
envidia tejieron sus acechanzas. Iris tuvo el privilegio
de nacer, una tarde de chubasco y sol, con el arco
iris vestido de hermosura. Por ello sería que mis
abuelos le dieron ese nombre tan bonito: IRIS. Su
nacimiento lo atendió una vecina comadrona, quien
se sorprendió al observar, que la niña no lloró, pese
a la palmadilla que le dio en la nalga, para que
respirase bien, sino que se rió. Esto inquietó a los allí
presentes y no faltaron los suspicaces que vieron en
la sonrisa de iris, a una futura tontita. También se
expresaron los optimistas, afirmando que la sonrisa
de la niña, era símbolo de felicidad eterna.
Infortunadamente, una pitonisa vecina, ave de mal
agüero, presagió que Iris sufriría lo que no estaba
escrito, como en efecto ocurrió, a costa de “los
cafres”.
La niña nacida, era de singular belleza, tez
blanca, ojos color de cielo, cabello castaño, nariz
35
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
respingada como las reinas, boca estilizada (parecía
dibujada), labios rojos con sonrisa a flor de piel. Su
semblante era
delicado; cejas delgadas y un
cuerpecillo esbelto bien proporcionado. Parecía una
princesa vestida en un cuento de hadas… Sin
ponderación, una diosa mitológica.
Iris Teresa Antonia, era su nombre y gracias a
Dios, Nació en el seno de una familia muy católica, si
bien paradójicamente relegaron su bautismo. El
inicuo dúo de cafres, optó por menospreciarla,
empezando por cambiarle el bello nombre. Le
decían, “Antuca”. Iris, iniciaba ya su adolescencia
cuando fue a la escuela. No es de extrañar la edad,
pues, por aquel tiempo los educandos campesinos,
se instruían a partir de los diez o quince años de
edad, siendo un evento normal. Sus dos hermanos
contemporáneos (los cafres), eran sus compañeros
de academia.
Pompilio, el primero de éstos presumidos,
representaba una edad de diecisiete años. Se
deleitaba caminando, a manera de enseñar sus
audacias varoniles; encorvaba los brazos a los
costados garrafalmente, aparentando las dotes de
luchador empedernido.
Parecía un pavo
marchando, de aquellos que tienen la vista torcida,
pues ocurre que por aquellas cosas de la herencia,
donde nadie tiene la culpa, poseía un ojo de color
azul y otro de color azabache; era de tez blanca y un
lunar grande similar a una mancha, le cubría el labio
superior, lo cual trataba de esconder con el bozo que
empezaba a nacerle. Su cabello era rojizo. Baja su
36
JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
estatura y el timbre de su voz, robusta y ronca,
espantando casi siempre a quién hablaba con él.
En cuanto a Baltasar, no alcanzaba los diez y
ocho años. Era de contextura delgada. Mediano de
estatura, pelo quieto de matiz negro y ojos pardos.
Le atraía adornarse la cabeza con un birrete color
esmeralda, lo cual se quitaba fastuosamente, para
saludar a las chicas. Su modulante voz impostada,
parecía la de un viejo. Los defectos físicos no
interesan, pues todos los tenemos. Las actitudes en
cambio, irradian nuestra personalidad. La envidia
que los cafres sentían por Iris, saltaba a la vista. Más
ella, era una excelente alumna, lo cual despertó
todavía más, la maquinación de éstos, quienes no
tenían vocación para el estudio. No tener la
propensión de estudiante, no era ninguna infracción,
pues lo hubiesen podido reconocer y dedicarse a
otras prontitudes, pero les daba pena exteriorizar la
verdad.
Perversamente se desquitaban con su hermanita,
borrándole las tareas escritas en el pizarrón, o
alterando su contenido para situarla en ridículo ante
los compañeros de clase. No sorprenda a vosotros
los lectores, la forma de presentación de tareas en
tableros o repisas, (pizarrines), y tiza, pues así era
por aquel tiempo, pues el papel era demasiado
costoso. En realidad la tiza era una pequeña piedra
de yeso blanco. Cuando se quería borrar algo, se
echaba un poco de aliento y se frisaba con un
pañito.
Las escuelas eran todas similares: Un salón
grande con una tarima para el pedagogo. En la
37
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
pared se destacaba un mapa de Colombia, que
servía de fondo para de vez en cuando tomar fotos.
No se utilizaban mesas, sino pupitres para dos y tres
alumnos. Los bolígrafos aún no llegaban y se
escribía era con pluma y tinta china.
—Los castigos de los maestros eran con
bofetadas —decía mi abuelita Lourdes —si la
falta era muy grave, le pegaban varios reglazos
en las palmas de las manos y si el docente era
más estricto, castigaba a sus educandos
haciéndoles levantar las manos con ladrillos,
pero si el penitente se reía, el profesor lo hacía
arrodillar, proclamando que “la letra con sangre
entra”.
Debido a ello, Iris sufrió lo injusto, pues los cafres
le alteraban las tareas del pizarrón personal, pero
antes copiaban los trabajos. Sin embargo, el
profesor notaba con rareza que a Iris le iba bien en
los exámenes de la escuela, entre tanto que los
cafres no sobresalían, pero nunca imaginó la
proporción del problema. Los enemigos de Iris no se
quedaron quietos y vendieron la idea a la familia de
la imposibilidad mental de ésta para estudiar,
cuando los incapaces eran ellos.
—Te persuadimos padre— decía —A que no
invirtáis educación en la india pati rajada de
Iris, pues es torpe para el estudio.
—¡Oh, par de perversos! ¿Por qué habéis
venido ha desmoralizarme en contra de vuestra
hermana menor? Iris ningún mal les ha hecho —
Refutó el viejo irritado.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
— ¿Insinúan que la zamba de mi hija es bruta?
—Con mayor razón merece estudiar para que se
torne inteligente.
Así amparó aquella vez Rogelio, el honor de Iris,
de las picardías de Pompilio y Baltasar, más éstos
prorrogaron la coerción. El abuelo mantenía su
compostura en favor de Iris, hasta que un día
enfermó de una fuerte influenza. Iris ese día ofreció
su ida a la escuela, para cuidar al viejo y éste sintió
que sería bueno en adelante, tener a alguien de
confianza en casa para cuidarle de sus achaques.
(Aunque sus dolencias no eran por ser de edad
avanzada, sino a causa del licor y el tabaco que
incluso lo envejeció prematuramente). Así que
promovió la posibilidad de no enviar más a su hija a
la escuela, recalcando:
—Oíd bien cafres: Iris no irá más a la escuela
por atolondrada, como pensáis vosotros, pues
ciertamente ella es inteligente. Simplemente la
necesito para que cuide mis dolencias.
La decisión de Rogelio fue nefasta, pues los
malandrines que odiaban a Iris, proseguirían con el
carácter destructivo en contra de su hermana. La
situación se prestaba, pues en medio de todo, el
viejo le temía a la soledad y al achaque. Así que
farfulló:
—¡Oh!, ¡mi fiel Antuca! Velaréis por mí.
Servidme agua de panela caliente —Después
sacaba la pluma y escribía sobre un cartón,
haciendo cálculos, así:
39
EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
—El trabajo de Iris me ayudará a reducir los
gastos de dos obreros… Je, je, je, ji, ji… La
escuela podría personificar un peligro para mí
atolondra. En parte los cafres tienen razón—
Puntualizó.
Este es pues el paralelo de Rogelio con los cafres,
en contra de Iris. Desde aquel día el hombre optó
por sentar a Iris sobre sus rodillas, simulándole el
cariño de padre y le daba a beber guarapo amargo.
(Bebida fermentada campesina), con el fin de
inducirla al trago y distraerla. Cuando iris se dormía
la cubría con su ruana y le acariciaba la cabeza,
diciéndole ladinamente:” ¡Oh! mi Antuca de mi alma,
cada día que viváis te haré más tontita”.
Para la época en que vivió Iris, la mayoría de las
enfermedades no eran diagnosticadas por los
médicos, sino por los familiares o vecinos del
supuesto enfermo. Bastaba tener un enemigo para
que arguyese: Está enfermo, está poseído, tiene el
pensamiento inverso, o sufre de locura. Los más
lanzados se atrevían a pronosticar que eran
manifestaciones del más allá. Bastaba la opinión de
alguien medio conocido en la comarca,
para
lesionar a una persona. Fue esencialmente lo que
ocurrió con Iris.
Sin que mediara diagnóstico
médico, su propio progenitor y sus dos hermanos, la
condenaron a ser tonta, con el fin de utilizarla, en la
servidumbre familiar.
—Tenemos que revelar a vuestros vecinos con
mucho dolor—dijeron los cafres—que nuestra
hermanita Iris, fue declarada tonta, según
nuestra inspiración y entendimiento…
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
¡Que vergüenza siento por los cafres! ¡Que
ignorancia la de la época!
Entonces le mudaron su elegante peinado de niña
bonita, por dos gruesas y rústicas trenzas. Su
uniforme de colegiala fue reemplazado por unos
chiros viejos. Las zapatillas de charol que tanto le
encantaban, fueron canjeadas por unas quimbas
resbaladizas. No obstante casi siempre se le veía
caminando a pie limpio dejando ver sus hinchazones
y heridas. Su bello rostro y sus ojos tristes,
destellaban melancolía; eran las marcas del trauma
y sometimiento y la humillación; el maltrato y
explotación.
Por eso sería que cada mañana
cuando ella iba a la quebrada a recoger agua en las
cantinas, miraba su reflejo en las cristalinas aguas y
se le oía decir:
—No soy ninguna tonta. Yo soy una princesa
celestial… Estoy siendo oprimida, más sé que
en el cielo mi vida será dulce —luego, hablaba
con algún ser divino; alzaba su rostro, extendía
sus brazos en cruz, abría las palmas de sus
manos y con voz apacible exponía:
—¡Virgencita Santa!: Comprendo tu mensaje,
más no me dejéis mucho tiempo aquí. Intercede
ante Jesús, para que quienes me maltratan
hallen consolación.
Después, se introducía en las aguas de la
quebrada y uniendo las palmas de sus manos en
oración, volvía a mirar el cielo azul, entonando una
melodía extraña y las lágrimas que brotaban de sus
ojos, se mezclaban con las aguas de la quebrada…
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
Los cafres habían logrado humillar a Iris, más he
aquí abuelito que tengo un lamento contra ti: ¿Por
qué permitiste semejante infamia? Por mi parte,
pido perdón a Iris, por las afrentas a que fue
sometida.
¡Oh, tía Iris, mi fiel compañera de aventuras,
cuánto te ofendieron aquellos astutos! Te desairaban
mientras te servían la comida en los platos
esmaltados donde almorzaban los perros, y en las
tazas donde tomaban la leche los gatos… ¿Qué
más podíais esperar de los cafres? Esto fue lo que
te originó aquella severa infección en garganta y
nariz, dejándote la voz gangosa. Bueno, querida
Iris, tan solo vivisteis cuarenta y nueve años, más mi
consuelo es saber que estáis en la gloria. Tal como
en buena hora te lo prometió vuestra señora del
cielo…También debo recordar con alegría que tú,
me acompañasteis aquí, a este castillo, varias veces,
al lado de Sultán, nuestro perro y amigo inseparable.
Nunca imaginé, que volvería aquí sin vosotros, a
causa de la bruja del Bichir Hoque, más en mi
soledad, aprovecho a escribir la historia de vuestra
familia, así como te prometí a ti y a Lourdes mi
abuelita. Ciertamente ella me insistía:
—Julianes, te confío que escribáis una breve
historia de vuestra familia, pues es menester que
las futuras generaciones asimilen lo bueno y
desdeñen lo malo y nunca más se repita la
rivalidad familiar, pues resulta penoso y
deshonroso a los ojos de Dios. Se que no eres el
mejor escribiente, pero sois sincero y de buena
voluntad obediente. Yo valoré tus primeras
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
letras, cuando ibais a la escuela y me
impresionaba tu razonamiento y tus dibujos
repletos de insignias insólitas…
Mi abuelita Lourdes, tenía sensatez en estas
cosas, así que prosigo mi historia y vosotros, amigos
lectores, tened aguante, pues por simple estética de
presentación textual, debo revelar cada cosa en su
momento y los misterios y resoluciones donde
corresponde. En cuanto a los cafres, no se
condolían del dolor ajeno. Refugiados bajo la
imaginación y el ropaje de nobles caballeros,
cometían toda clase de fechorías. En mi concepto,
eran una ofensa a los verdaderos caballeros de
nuestra madre España y al gran quijote de la
mancha.
Los cafres eran pueblerinos usuales y corrientes;
era para sentirse orgullosos de ser Colombianos y
de pertenecer a Lengupá, donde habita la gente de
clase y nobleza, orgullosos de su machete y azadón.
Allá en esa tierra hermosa, donde las bellas mujeres
son trabajadoras y sobre todo son personas
cristianas, dignas y hacendosas.
Referente a mi padre Ismael, cuando ocurrieron
los hechos más importantes de Iris, se hallaba en
compañía de Lourdes, trabajando en una de las
granjas de mi bisabuela, distante a unas cinco horas
en mula y cuando regresaron después de varios
meses y se enteraron de lo ocurrido, quisieron
remediarlo, pero ya Iris no quiso volver a la escuela y
señaló que si su trabajo en la finca, y el cuidado a su
padre, favorecía los intereses de la familia, ella
aceptaba venturosa este pequeño sacrificio.
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
Mi padre Ismael lloró escuchando a Iris. Él era
una persona humilde y tratable. Era de mirada
serena y furtiva; alto de estatura, ojos ligeramente
claros con matices verde marrón; tez trigueña, tono
de voz agradable y firme. Vestía con distinción en
los festejos y reuniones, aunque en las labores del
campo destellaba un overol con botas y sombrero de
labriego. Ostentaba conocimientos fundamentales
en ciencias agrarias y ganaderas, despertando sin
proponérselo, la rivalidad de los cafres…
Cuando mi padre esparcía las semillas en los
surcos de la tierra para sembrar, los plantíos se
multiplicaban copiosamente. Además, algo bueno
ocurría con las vacas de cría, cuando las acariciaba
y estas se convertían en auténticas vacas lecheras.
Cierta vez los cafres intentaron hacer lo mismo, pero
la leche de las vacas se secó.
La buena imagen de mi padre en la región
circulaba y le llamaban cariñosamente, “El Rey del
rebaño y la labranza”. Lo convidaban a la sazón los
lugareños, para que palpase un poquito
las
sementeras marchitas. Al poco tiempo, éstas
florecían milagrosamente, pero mi padre no cobraba
nada. Algo afín pasaba con los animales
domésticos, cuando enfermaban, mi padre los
recuperaba tocándolos y solicitando la ayuda de
Dios.
Mi padre Ismael y mi tía Mariela, pese a ser
huérfanos de madre, jamás se lamentaron, pues no
conocieron la verdad y en consecuencia, Lourdes
era su madre. Eran las cabezas mayores de una
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
docena de hermanos. Sobra decir que mi padre era
fructuoso y puntual en su trabajo, magnánimo y
noble. Pero los cafres, que habían arruinado ya la
vida de Iris, ahora se trazaban la idea de demoler a
mi progenitor. Se lamentaban del corazón clemente
que poseía mi padre, pues eran de corazón malo.
Miraban a su hermano mayor con descrédito y
envidia, a causa de su buen nombre. Creían que mi
abuela Lourdes e Ismael, llegarían a ser los
legatarios preferidos de Carmen Valentina en vida.
Este escenario les irritaba a tal punto que
sospechaban que existía un testamento, que debían
impugnar. La anchura exuberante de las tierras y los
frutales; la labranza y el ganado, eran tesoros de
valor excepcional, gracias al ahínco de Carmen
Valentina, Lourdes y mi padre, quienes con el
refuerzo de obreros de confianza, habían sacado
adelante la hacienda, mientras los cafres se
dedicaban a flojear.
—Obstaculicemos a Ismael —Señalaron los
cafres— tendámosle una coartada.
Con rutilante vergüenza acudieron a su madre,
Carmen Valentina, pidiendo equidad en el uso de la
tierra, exigiendo que las tierras que sembraba mi
padre, les fueran dadas a éstos y a la vez Ismael
aceptara las tierras que ellos pocas veces labraban,
pues creían que mi padre poseía las mejores tierras,
mientras ellos sufrían las inclemencias de una tierra
infértil.
—Es por este motivo que Ismael obtiene éxitos
y nosotros fracasos— aseveraron.
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
Mi bisabuela se echó a reír, escuchándoles y
accedió a su oferta, con esta advertencia:
—Que se haga como vosotros demandáis, para
vuestra vergüenza.
Mi padre enseñado a trabajar, toleró el canje sin
ningún reparo.
—Conste que la idea es vuestra — Les dijo en
tono saleroso, mientras tarareaba una canción
mexicana.
El tiempo pasó y llegó el momento de recoger la
cosecha, tanto de las tierras de los cafres, así
también las de mi padre. En primer plano parecía
que la teoría de los cafres era real, toda vez que los
plantíos sembrados por ellos, en las antiguas tierras
de mi padre, eran muy frondosas, en aquel año que
sembraron yuca. En cambio las sementeras
trabajadas por mi progenitor, se veían, de escaso
florecimiento y de corta altura.
—Hemos triunfado sobre ti
Ismael— Le
dijeron carcajeándose— Vete de la hacienda,
antes de que te echemos como a un perro.
Carmen Valentina, reconoció el incidente e
intervino, inquiriéndoles:
— ¡Un momento, cafres insensatos! Respetad
a vuestro hermano mayor y sabed que a veces
las apariencias engañan, pues la mata de yuca
no necesariamente se mide por la forma de sus
ramas. Hagamos la prueba — indicó— mientras
ella misma arrancaba un arbusto, del tubérculo
sembrado por los cafres. Para desconsuelo de
éstos, el fruto producido era pequeño y escaso.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
—¡Dios se ha aparatado de nosotros! —
Gimieron los cafres avergonzados.
Cuando examinaron la cosecha sembrada por
Ismael mi padre, vieron fascinados que si bien es
cierto las matas eran pequeñas, las yucas eran
colosales y abundantes, en general con una
sobreproducción. Iracundos los cafres, desafiaron
a Ismael a la pelea, diciéndole:
— ¡Te retamos a un duelo con machete! ¡A ver
quien
gana!—
inquirían
los
truhanes,
desenvainando sus alfanjes, haciendo piruetas
amenazadoras
similares
a
la
de
los
espadachines.
Ismael no se dejó despabilar, ni profirió palabra
alguna. Con actitud reverente, se quitó el sombrero
de su cabeza y lo sostuvo a la altura del pecho. Miró
a lo profundo del cielo azul como descubriendo a
alguien. Después se persignó emocionado y sonrió
tímidamente, Al instante algo extraordinario surgió
y un ventarrón erizó la piel de los cafres, quienes
rodaron por el piso entumecidos. Un colosal pánico
les circundó, haciéndoles llorar y tiritar de pies a
cabeza. Ismael, permaneció reverente, vislumbrando
el cielo diáfano y cuando volvió a ponerse el
sombrero, los cafres pudieron moverse, huyendo
despavoridos…
Los cafres se aplacaron por un tiempo. Lourdes
había cambiado significativamente su físico, debido
a sus desconsuelos cotidianos, pero seguía siendo
bella. Por su parte, Rogelio continuaba displicente
con su mujer y no ejercía bien su figura paterna.
Creo que nunca es tarde para decir que mi abuela
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
se veía de estatura mediana; ni gorda ni flaca. Sus
ojos eran dos auténticas esmeraldas. Su cabello
rubio ensortijado, adornado con guirnaldas y un
mechón color nieve, prematuro. Sus manos eran
muy bonitas y delicadas. Acostumbraba vestir
mantos de diversos tintes, los cuales le daban la
semblanza de una reina venerable. Era graciosa al
sonreír. Todavía forjaba el baile de su niñez y le
extasiaba referir las historias familiares.
Lourdes, Carmen Valentina y mi futuro padre
Ismael, resguardaban la vida de Iris, por el peligro
que representaban los cafres. Adicionalmente
durante una temporada, éstos se portaron bien.
Siendo Ismael mi futuro padre, asiduo practicante
católico, se marchó una mañana muy temprano a la
eucaristía de los domingos, pues la noche anterior,
había soñado que en la santa misa, vería a su futura
esposa. Cuando arrimó a la Iglesia se estancó un
instante al ingreso, del templo, concentrándose en
el canto de entrada, que entonaba el coro de las
novicias. Se ubicó por ahí cerca de las cantoras,
llamándole la atención una de ellas que sostenía
entre sus manos, un ramo de rosas blancas. Con
asombro observó que por encima de la cabeza de la
novicia, aparecía la imagen de varios niños
semidesnudos, flotando sobre el aire. Mayor fue su
sorpresa cuando vio aparecer a una mujer
semejante a una virgen, cubriendo su rostro con un
velo terso y blanco, peinada con una moña alta y
una rosa laureada y blanca, aunque con un pétalo
negro azulado. Ismael que tenía buena vista, podía
verla a través del cendal transparente que la cubría.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
La virgen que afloraba, dibujaba una sonrisa y de
pronto entre sus brazos, manifiesta un bebé y lo
alimenta de sus pechos.
—¡Virgen Santísima! ¿Qué indicación es ésta?
—Se preguntó atónito Ismael. Más no quiso
contar a nadie en misa su visión, por el riesgo a
ser ridiculizado.
Cuando la Eucaristía culminó, cesó también la
visión, más él se concebía caminando por las nubes,
pues no comprendía lo ocurrido. Finalmente sonrió y
se acercó a la novicia que tenía el ramo de flores y la
saludó sensiblemente. Ella le correspondió el saludo
aclarándole:
—Jamás había visto antes a vuestra merced,
pero anoche soñé con alguien semejante a vos, a
quien vi salvarse de un toro que le amenazaba.
La novicia no habló más y se alejó para entrar a la
sacristía. Por su puesto, Ismael quedó perplejo y
procuró volver a ver a la novicia. Sin embargo, duró
más de un mes sin hallarla, por lo cual tuvo el
atrevimiento de subirse en la tapia del convento.
Desde allí vio a la novicia a quién le hizo gestos para
que lo mirase. La madre superiora se alteró con
aquel irrespeto, pero pensando que se trataba de un
familiar de la novicia, consintió en que hablasen
transitoriamente en la sala de recibimiento, no sin
antes regañarlo y le fue vedado aparecerse de esa
forma. Cuando Carmen Valentina se enteró de lo
acontecido, pronosticó a Ismael:
—La novicia que habéis visto, aunque lo
dudéis, no será monja. Será tu esposa. El toro
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
salvaje que soñó la novicia, del cual se libró un
hombre semejante a ti, representa el furor de tus
hermanos, del cual saldrás avante. Los niños
que visteis flotando en el aire semidesnudos,
serán tus hijos, y la virgen de la rosa blanca con
el pétalo negro azulado y el niño, que alimenta
de sus pechos, contiene un doble enigma, difícil
de representar, pero es algo grande e
incomprensible…
Al poco tiempo empezaron a cumplirse las
palabras proféticas de Carmen valentina, pues la
novicia dejó sus hábitos, por asuntos ajenos a su
buena voluntad y se casó con Ismael. El nombre de
la ex novicia, y futura madre mía es: María de los
Ángeles Arcángeles, una dama ejemplar.
Ahora este humilde narrador, os pide permiso
para tomar un breve descanso, y fisgonear un poco,
aprovechando la luz del día que entra por entre las
aberturas del castillo, pues pronto cesará la jornada
y debo buscar antorchas y cerillas para alumbrar la
noche. Aprovecharé además a escrutar alguna
salida para escapar. Ya registraré lo que pase y
espero proseguir la historia…
Dos días después:
He vuelto nuevamente, un poco tardío. Ocurren
aquí cosas que ni yo creería, sino es porque me
suceden. Buscaba cerillas y antorchas para
alumbrarme y caminé hasta el rincón de esta
biblioteca, al pié de un espejo grande. Veía el
adorno del enmarcado en metal similar al oro puro.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
Lo tocaba cuando encontré una puerta oculta y
pensando que era una salida para escapar, crucé el
umbral. Se trataba de una galería esférica y
refulgente, no mayor a diez o doce pasos y la luz no
originaba molestia alguna a mi vista. Al acercarme a
la elipse brillante y caminar, pude distinguir, la silueta
de varias personas.
—¡Dios mío! ¡Alguien me aguarda al otro lado!
— Creí.
Al otro extremo del umbral, hay personas que me
sonríen y logro ver a varios de mis seres queridos
fallecidos. Me ensanchan sus brazos entrañables.
Voy hacia ellos, pero súbitamente se dispersan de
mi vista y aparezco junto a una rotonda colosal,
similar a un estadio. No doy crédito a lo que veo:
Muchedumbres de seres saliendo de miles de
pasadizos esféricos conexos al que os describí
antes. Las personas que vi, visten túnicas,
resplandecientes, más unas brillan crecidamente y
de acuerdo con esa medida, unas damas y
caballeros hermosísimos, los van separando en
grupos, obedeciendo la similitud de luminiscencia.
Después los mandan a una palestra similar a un
aeródromo. Allí se alistan y despegan naves de color
desconocido, jamás visto en la tierra. El color
plateado, natural es el más cercano, a la
comparación, pero está distante de la realidad. Las
naves que vi,
parecen torres de templos,
monumentales. En el centro y en la cúpula
sobresalen varios anillos y se elevan velozmente con
las personas que os describí. Me acerqué más para
ver; pues se me hizo extraño que nadie me ubicó en
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
grupo alguno. Recuerdo haber visto una línea blanca
sobre el piso y estuve a punto de cruzarla, cuando
un par de muchachas, cuya lindura no admite
semejanza, me tomaron de las manos y mirándome
a los ojos me aclararon: —¡Julianes! ¿Tu aquí?
Con esas palabras, el panorama desapareció de
mi vista y me encontré con en el aura flotando, de
una dulce señora vestida de alba con un velo
cristalino sobre el semblante, que permite ver su
belleza, jamás imaginada.
—¡Debe ser la misma virgencita que mi padre
Ismael vio antes de su matrimonio, al pie de mi
futura madre, pues guarda similitud, hasta con
el ramo blanco y el pétalo negro —Pensé.
La virgen se descubre el velo y me sonríe. Yo
estoy asombrado, mas he aquí que vuelvo a
emerger al pie del espejo de la biblioteca donde
escribo y ni la virgencita ni la muchedumbre, ni las
naves se ven por alguna parte. ¡Todo es insólito!
Ante mi desconsuelo, vuelvo a mover el espejo que
protege la puerta secreta y me vuelven a suceder
las mismas cosas. Así varias veces, hasta que la
virgencita que aparece me dice:
—Ya está bien hijito. No temáis, yo estoy
contigo.
Cuando amaneció, fui a dar un reconocimiento
por el castillo. Desde un alcor, pude ver que el fortín
era colosal; cuando lo vi con Iris, no parecía tan
grande. Era como ver una quinta campestre, pero
esto tiene más de diez estadios. Es aventurado
encontrar una salida, así que decidí regresar a mi
tarea de escribiente, no sin antes bañarme con el
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
agua que hallé en una ciénaga. Bueno, también
encontré frutas para comer y por su puesto localicé
el nido de las palomas. No se de donde sacan los
trozos de pan.
Parece que duré dos días sin escribir. Es difícil
mantener la noción del tiempo. La última vez les
contaba, respecto al matrimonio de mis padres.
Gracias a este acontecimiento,
los cafres se
incorporaron a un periodo de fraternidad. Hasta Iris,
volvió a departir con estos. La tranquilidad no duró
más de tres años, tiempo durante el cual nacieron
mis dos hermanos mayores: Tobías y Marimar. Los
cafres pusieron fin a su pausa, farfullando: —Ahora
que le nacieron hijos a la mujer de Ismael,
tenemos que conjurarnos en su contra, pues
vuestra herencia, corre el peligro de ser
menguada. La vieja Carmen Valentina se
encariñará de los retoños de éstos y les dará lo
nuestro a éstos aparecidos—Murmuraban.
Planearon causar mal en la labranza y el ganado
de la granja para culpar a mi padre, pero mi
Bisabuela Carmen, descubrió sus marrullerías,
advirtiéndoles:
—El trabajo de vosotros es insignificante. La
labranza y el ganado se aumentan gracias a
Dios, por la mano maravillosa, que el Altísimo le
ungió a Ismael. Erráis creyendo que desheredaré
a vuestro hermano mayor. En verdad, si yo
decido darles legado a los hijos de Ismael, es
asunto mío…
Mis padres se sintieron entre la espada y la pared.
No estaban seguros de quedarse o marcharse de la
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
granja, pues no estaban dispuestos a aguantar las
confabulaciones de los cafres. Esa noche hicieron el
santo rosario, pidiendo iluminación. Mi padre
escuchó una voz de un ángel en sueños diciéndole:
—En la mañana, cuando despertéis, tu esposa
te dirá lo que has de hacer— Cuando despertó,
mi madre ya estaba de pié, advirtiéndole:
—Esposo mío, debemos dejar la granja y
marcharnos para la Capital.
Mi padre entendió el mensaje y así se hizo. Con
tristeza, pero con esperanza, caminando sobre una
colina, le dijo adiós a las tierras de su trabajo,
mientras mi madre se despedía de su terruño. El rey
de la labranza y el rebaño, no regresaría. Aquel día
los cafres bailaron y se embriagaron llenos de
tranquilidad, aplaudiendo la partida de mis padres y
de mis dos pequeños hermanos.
—¡Los hemos corrido! ¡Nos han dejado el
camino libre! ¡Disfrutaremos nuestra herencia!—
Repetían, en medio de grotescas carcajadas.
Mis padres, llegaron a la capital de la República
(Bogotá) al rededor de 1950 y emprendieron un
nuevo roll de trabajo. Adecuaron un almacén de
víveres. En esa vocación, trabajaron toda la vida. Mi
padre conservó el don de la abundancia, que Dios le
concedió y los alimentos rendían y conservaban su
frescura y sabor. La clientela se multiplicaba.
—Hasta en la cocina rinden los alimentos,
cuando vuestro padre los prepara—decía mi
madre.
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JORGE IGNACIO DUEÑAS AVILA
Mis padre tuvieron numerosos hijos, yo ocupo un
lugar intermedio entre ellos Aquí reaparece el
misterio, pues cuentan que siendo yo muy niño, casi
un bebé, mis padres se vieron abocados a llevarme
a vivir junto a mis abuelos paternos. Aquella
determinación como veréis, marcaría mi vida. Mis
abuelos, debido a las desavenencias que suscitaban
los cafres, fraccionaron a la familia en varios grupos.
Mi bisabuela Carmen, quedó prácticamente sola,
con su marido en Lengupá. Los demás hermanos de
mi padre empezaron a independizarse y los famosos
cafres convivían con Mis abuelitos Lourdes y Rogelio
respectivamente. Adicionalmente integraban el
grupo familiar, iris y Dorotea, (mis tías). En esta
oportunidad, el escenario es una granja campestre,
ubicada en las goteras de la ciudad capital. Solo en
casos urgentes mis familiares viajaban a Lengupá.
En hechos confusos que nadie de mi familia, supo
exponer, solo atando cabos, intuí que sufrí un
accidente, siendo muy niño, quedando al borde de la
muerte. Mis allegados, empezando por mis padres,
guardaron silencio y jamás se pronunciaron sobre el
tema en cuestión, causándome detrimento y
haciendo más penoso resolver: “EL ENIGMA DE LA
ROSA NEGRA”. El accidente fue tan cruel, que me
declararon clínicamente muerto. Empero, por obra
divina volví a la vida, algo inexplicable para la
ciencia. El dictamen daba cuentas de un
traumatismo cerebral y otras lesiones irreversibles.
La pérdida de mi memoria fue absoluta. Los
recuerdos de mi corta vida se desvanecieron. La
amnesia sería mi compañera constante. Tuve que
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EL ENIGMA DE LA ROSA NEGRA (I)
partir mi vida de cero nuevamente, expuesto a los
peligros y acechanzas de mis enemigos causantes
del accidente. Yo no lo sabía, no recordaba nada, ni
imaginaba que era parte de un experimento
científico clandestino que podía costarme la vida en
cualquier momento.
Los cafres y varias personas próximas a mi
familia, eran cómplices de esta tragedia, pero mis
padres, no sospechaban que los cafres y enemigos
ocultos, estaban tomando venganza contra ellos.
Los motivos: La envidia y la intolerancia. Mis padres
nunca comprendieron la gravedad de los hechos.
Yo era un simple conejillo de indias, conviviendo la
mayor parte del tiempo con
los vengadores y
enemigos, los cafres. El ENIGMA DE LA ROSA
NEGRA, había entrado a mi vida. Era un misterio
humano y a la vez divino. Mi bisabuela Carmen
Valentina lo había pronosticado aquel día, cuando
advirtió a Ismael, que se casaría con la novicia.
—El niño (Que la virgen alimenta de sus
pechos), es un doble enigma. Difícil de
representar
pero
es
algo
grande
e
incomprensible— Puntualizó años atrás mi
bisabuela.
Parece increíble pero yo era parte del misterio,
referente a la visión que tuvo mi padre en la
Eucaristía de un domingo. La hermosa virgen que vi
hace dos días, con el ramo blanco y un capullo
negro, era la misma virgen, más todo sucedió tan
presuroso que emocionado, no pude decirle nada.
Ella es el misterio divino, que profetizó mi bisabuela.
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Es la rosa pura, mi madre universal. La otra rosa,
complemento del misterio, es indescifrable.
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